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Kanon estaba celoso. Aioria lo había dicho una vez, riendo, aunque sus risitas no habían durado mucho cuando el mayor de los dos, enfadado, le había echado en cara lo que éste sentía por Shura de Capricornio. Y pese a que Aioria se había echado a llorar en ese momento, tras dar un puntapié a Kanon y alegar algo acerca del estúpido de Shura y el estúpido de su hermano Aioros que pasaba más tiempo con la cabra que con él, ninguno de los dos había podido negar sus sentimientos.

Saga se daba cuenta, por la forma en la que su hermano gemelo parecía mirar a Shaka cuando éste iba a visitarles y se quedaba el resto de la tarde ahí, sentado en el piso y con los ojos cubiertos por unas vendas –se quejaba acerca de todavía no poder resistirse al impulso de abrirlos de vez en cuando- mientras que él le contaba acerca de su entrenamiento para llegar a ser un Caballero Dorado, acerca del modo en que Kanon todavía temía a la oscuridad –eso principalmente solía ser bochornoso para el joven dragón marino- o simplemente jugando con él a cualquier cosa que se le cruzara por la mente.

Y eso realmente no hubiera tenido relevancia si Kanon, irritado, no le hubiese hecho aquella ridícula insinuación la última tarde, apoyada la cabeza de uno sobre el vientre del otro en la tranquilidad de su habitación.

—¿Y entonces, tu pequeño novio no tuvo tiempo para ti hoy?

Saga se ruborizó en aquél momento, aunque quizás una carcajada o un ligero movimiento amistoso hubieran resultado más convincentes en aquél momento que el incorporarse de la manera brusca en que lo hizo y gritar a su hermano gemelo que no hablase de cosas que no sabía.

—Querido hermano...- había dicho Kanon, mientras le veía salir atropelladamente de la habitación. -, puedo asegurarte que sé mejor que tú de lo que estamos hablando.

Le había ignorado en aquél momento, dedicándose a tratar de no escuchar las estupideces que le decía todo el tiempo y saliendo de la casa de Géminis a pasos largos, sin saber bien hacia dónde dirigirse.

Más sin embargo, cuando se encontró a sí mismo de pie frente a las puertas del silencioso templo de Virgo, no pudo más que sentirse verdaderamente un estúpido.

¿Y de cuándo a acá su hermano solía tener la razón?

—Estás jugando con fuego, Saga...- las palabras de Kanon jamás le habían incomodado tanto. –Sabes bien que tus sentimientos no están permitidos, y tarde o temprano estos mismos van a terminar quemándote...

El problema es que él se había dado cuenta de esto hacía mucho tiempo ya, cuando el fuego le había llegado a encender la piel y era demasiado tarde como para evitar quemarse.