Capítulo 4:
Durante su larga (kilométrica) carrera de shinigami, Asato Tsuzuki se había enfrentado con muchos casos: algunos de ellos habían sido simples y rutinarios, otros crueles, desgarradores y extremadamente duros. Pero lo que nunca, nunca le había sucedido era que el sujeto a investigar se presentase a desayunar bajo su mismo techo el primer día de trabajo. Y a cada segundo que pasaba, más se temía que aquel caso en particular le iba a dejar destrozado. A su lado, Hisoka (que se había despertado con los gritos de Hijiri y de Kenichi) también parecía como si se acabase de sentar sobre una chincheta, totalmente asombrado al despertarse con el alma perdida en la sala de estar.
·-Hace dos meses sufrí un accidente de coche.- les estaba explicando Kenichi, engullendo bollos a una velocidad que competía con la de Tsuzuki.- me rompí varias costillas, un brazo, me abrí la cabeza y... que más era... hum...
·-Kenichi, que estamos comiendo.
·-Perdone Profesor.- el muchacho inclinó la cabeza.- bueno, el caso es que me quedé tan hecho polvo que no pude ensayar nada con el violín, y el concierto es dentro de dos semanas...
·-¡Hala¿Tan joven y ya das conciertos?- se extrañó Tsuzuki.
Ken negó con la cabeza.
·-No realmente... es más bien un evento anual del instituto, pero me habían encargado interpretar un solo, y necesito practicar para ponerme al día...
·-Ya veo... es todo un logro, de todas formas.
Se quedaron hablando un ratito más, más bien, Kenichi e Hijiri hablaban y los shinigamis asentían o negaban con monosílabos y gruñidos. Durante todo el rato, Tsuzuki se dedicó a contemplar al muchacho...
Ahí hay algo que falla...
No era tanto el hecho de que debería estar muerto, como su manera de comportarse: se reía a carcajadas ante cualquier tontería y todo parecía ilusionarle mucho, como un niño pequeño. Daba la impresión de que estuviese actuando, o luchando por mantenerse entretenido. Luego tendría que comentárselo a Hisoka, seguro que él podría decirlo con mayor precisión.
·-¡AAAAAGH¡Qué tarde es!- Kenichi se levantó de un salto tras mirar el reloj- tengo que ir a clase.
Hijiri lo sujetó por la muñeca y lo miró de arriba abajo con preocupación.
·-Pero... ¿vas a ir?- le preguntó- no tienes buen aspecto. Deberías...
El muchacho se zafó del agarre de Hijiri de un rápido tirón, y retrocedió un paso.
·-Voy... claro que voy...- sonrió con nerviosismo- ¡vaya, tengo que ir! Si pierdo más clases no cogeré el ritmo. He dejado la mochila en la puerta... solo tengo que ponerme el uniforme en un segundo y me marcho... ¿me dejas usar tu baño?
·-Sí... claro que sí.
Ken cerró la puerta a sus espaldas de un portazo y jadeó hasta que su corazón se calmó un poco. Se rascó la piel de la muñeca con un gesto ausente y cerró los ojos con tanta fuerza que la cabeza empezó a dolerle. Se arañó la cara y lentamente empezó a cambiarse de ropa, mientras intentaba apartar la culpabilidad de su corazón.
Le había contado una sarta de mentiras al profesor, pero ¿qué remedio le quedaba? No quería decirle que cada noche tenía pesadillas, o que aquella mañana se había despertado con la almohada manchada de sangre, y que no sabía de dónde había salido. Tampoco quería contarle el verdadero motivo de su visita, o de su llamada de la pasada noche.
No soportaba estar en su casa. Le recordaba demasiadas cosas. Cuando había vuelto a ella tras el accidente, se había sentido como un extraño profanando un mausoleo, o como un alma errante, algo que había dejado de ser suyo. Las habitaciones cálidas y acogedoras de antaño se habían transformado en un oscuro laberinto claustrofóbico y opresor que intentaba estrangularle. Ya no había lugar para los vivos en aquella casa: a partir de ahora sería el santuario de las almas de sus padres y sus hermanas. Le daba tanto miedo que tenía que huir... por eso no podía contarle nada a Minase.
Porque si lo hago...
Kenichi apenas recordaba nada del accidente, ya que iba medio dormido en el asiento trasero del coche. Solo recordaba las luces del otro vehículo, quemándole los ojos como si fuesen las puertas del mismo infierno, y el grito aterrorizado de Yuki y Meiko mientras su madre intentaba desesperadamente esquivar al conductor borracho... después, hubo una explosión de luz y sonido, y entonces Kenichi sintió frío, y la oscuridad lo había arropado...
Había pasado una eternidad inconsciente, en el umbral gélido y cavernoso que separa la vida de la muerte (ahora lo sabía). Desde allí podía oír las voces de su padre, de su madre y de sus dos hermanas... quizá lo estaban llamando... quizás debería haber ido a su encuentro...
Pero entonces recordara a Hijiri Minase, y no había sido capaz de rendirse al dulce abrazo de la muerte.
Cuando estaba junto a él todos los problemas se disolvían. Por eso no podía contarle nada. No quería que se contagiase de su tristeza y su angustia. Porque Hijiri era su válvula de escape, su ángel de la guarda, su amigo, su...
·-¿Te falta mucho?
Kenichi se dio cuenta de que alguien llevaba un tiempo tumbando a la puerta. Por el timbre de voz, supuso que sería aquel chico rubio que se parecía tanto al profesor. Debían ser parientes, quizás primos, ya que Hijiri no tenía hermanos pequeños y nunca lo había visto. Rápidamente se lavó la cara y abrió la puerta con una sonrisa deslumbrante.
·-Ah, perdona... estaba admirándome en el espejo.- dijo, con un guiño pícaro.
·-Oh...- aquel chico era bastante extraño. Apenas hablaba y sus ojos eran muy fríos, como si ya lo hubiese visto todo y demasiado pronto, a pesar de que debía tener unos quince años- bueno, voy a acompañarte al instituto, si no te importa. Tengo que hacer un recado y me queda de camino.
·-¡Claro que no me importa!- Kenichi se puso la mochila a la espalda- Me alegra tener compañía.
·-¿Así que eres primo del profesor?- le preguntó Sakurazawa, y le dio una patada a una lata de refresco que alguien había tirado en la calle- ya se nota, sois idénticos. En la repisa del salón hay una foto de él a tu edad, y era clavadito.
·-Sí, me lo comentan a menudo.- contestó Hisoka.
Había dos motivos por los que había tomado la decisión de acompañar al muchacho al instituto. Uno, el más obvio y el que le había contado a Tsuzuki, era tantear el motivo por el que Ken se aferraba a la vida, Hisoka no se acababa de creer el chaval permaneciese vivo para participar en un estúpido evento del instituto. En realidad, ya se temía la causa verdadera, pero quería asegurarse...
La segunda razón era tan cobarde que hacía que se le revolviese el estómago, yconsistía enque no le apetecía nada estar con Tsuzuki ahora, aunque eso conllevase dejarle solo con Hijiri. La noche anterior los había visto... a Hijiri y a él... no entendía muy bien por qué ( quizás no quería entenderlo), pero al pensarlo le ardía el corazón de puro dolor. Durante la noche se había esforzado en apartar aquellos sentimientos de él, pero no lo había conseguido. Se sentía mal consigo mismo, porque de todas formas, por mucho que le doliera, él no era nadie para intervenir entre Tsuzuki e Hijiri. Creer que Asato era de su propiedad exclusiva era infantil y egocéntrico. Si algo había aprendido Hisoka durante su corta y violenta vida, era que ser una muñeca era deprimente... y no quería que nadie tratase a Tsuzuki así.
Pero de todas formas le dolía tanto, y le daba tanta rabia... no quería que Hijiri...
·-¿Y cómo es que no vas a clase?- Kenichi seguía a patadas con la lata- debes tener mi edad¿no?
·-Mi instituto está de vacaciones... por el 50 aniversario de su fundación.
·-¿Qué instituto es?
·-Es el... el Instituto Etoku...- Hisoka se arrepentía un poco de haber tomado aquella decisión. Su repertorio de historias inventadas era limitado, y aquel chico parecía dispuesto a sonsacarle hasta qué marca de azúcar usaba para endulzar el café.
·-Ah, ése tan prestigioso... oye, y el otro chico, ese alto¿quién es?- siguió preguntando Ken.
·-Oh, es Asato Tsuzuki...
·-Y...- la voz de Kenichi tembló. Hisoka pudo notar cómo el muchacho se disponía a atacar- ¿y qué relación tiene con Hij... con el profesor?
Hisoka suspiró para sus adentros. Los sentimientos de Kenichi fueron explícitos y claros al decir aquella frase, golpearon al shinigami como un dardo.
Me lo temía.
El shinigami se detuvo y miró al otro a los ojos. No le podía mentir a Kenichi sobre esta cuestión, por alguna razón no era capaz. Quizás era porque necesitaba decir aquello, por una ocasión Hisoka sentía deseos de exteriorizar su miedo, sus dudas, aunque eso implicase usar al muchacho como un espejo de su propio dolor infantil y egoísta.
·-Ken... yo...- empezó a decir- si te digo la verdad, no estoy seguro.
Y eso me aterra...
·-Me dijo que eran viejos amigos...
Me gustaría creerlo... pero...
·-Bueno, sí, se conocieron cuando Hijiri tenía tu... nuestra edad.- rectificó Hisoka rápidamente.- no se habían visto desde entonces.
·-Ajá... ya veo.- Ken suspiró, un poco aliviado.- ¿y se va a quedar mucho tiempo aquí?
Hisoka tragó saliva. Por un momento había olvidado que su misión allí era cazar al alma de Kenichi. Aún no le habían contado nada a Hijiri, Hisoka le había hecho prometer a Tsuzuki que no lo haría. Era lo mejor, de lo contrario todo se complicaría.
·-No mucho... tanto él como yo nos marcharemos lo más pronto posible.
·-Oh, vaya.- una sonrisa suave y tranquilizadora afloró a los labios de Ken.- bueno, voy a llegar tarde, así que será mejor que nos demos prisa...
·-Yo... ya tengo que torcer aquí.- el shinigami señaló a una bocacalle cualquiera- Hasta luego.
Kenichi asintió, y con una sonrisa se despidió, antes de salir corriendo con la mochila a cuestas. Hisoka se quedó quieto en el sitio, y no tardó en darse cuenta de que lo que acababa de hacer era cruel. No podía darle falsas esperanzas al muchacho y después robar su vida de improvisto. Tenía que contárselo cuanto antes. Ahora mismo iría a hablar con Tsuzuki y entre los dos aclararían las cosas... aunque...
Tsuzuki...
No se sentía muy capaz de quedarse a solas con él. Sabía que, si lo hacía, él abordaría el tema de su comportamiento: no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que últimamente Hisoka estaba actuando como un completo idiota. Y lo peor de todo era que, aunque le quisiese dar explicaciones, ni él mismo sabía qué estaba pasando en su propia cabeza... en su propio corazón. Era irónico, él solía conocer cada uno de los sentimientos de los demás, y sin embargo los suyos eran un fondo inescrutable... y en cuanto a los de Tsuzuki, había puesto todo su empeño en no percibirlos, sabiendo que podría encontrar algo doloroso.
En fin, el trabajo era el trabajo. El shinigami suspiró y se llevó una mano a la frente: la notaba un poco caliente. Aquel caso realmente les iba a dar bastantes más problemas de los debidos. A los cuatro.
Continuará...
Comentarios: bueno, pues al final no he tardado tanto¿no? En realidad tengo mis motivos, entre ellos que mi viaje se postpuso hasta el sábado (snifi), segundo,que últimamente sufro de insomnio, y tercero, que un virus invadió mi ordenador, de forma que perdí todo... qué desgracia, me había quedado un final taaan bonito (que presumida soy), no podré volver a hacerlo así... bueno, el caso es que me entró la venada y ya se sabe, a la musa no hay que hacerla esperar. Siento no tener tiempo para contestar reviews, de todas formas muchísimas gracias por ellas, son las que me animan a seguir haciendo esto y me dan muy buenas ideas... por cierto¿tan predecible soy¿Cómo demonios sabíais que Ken estaba enamorado de Hijiri? Ay, Dios, qué listas sois, ojalá yo fuera tan intuitiva como vosotras n.n. Ah, por cierto, ya que he perdido todos los borradores que llevaba escritos, creo que lo alargaré. De hecho, este capítulo quedó bastante raro, no me gusta nada, os JURO y REJURO que el 5º será mucho mejor, ya lo estoy empezando. Let's go!
