Capítulo 7:

Nadie puede detener el paso del tiempo.

Los días murieron uno detrás de otro, y demasiado pronto se convirtieron en semanas.

Y finalmente, llegó el día del concierto.

Kenichi se estiró la ropa por enésima vez y tomó su violín. No podía evitar que las manos le temblasen un poco: faltaba media hora escasa para que empezase el recital de música, y desde su camerino ya podía oír cómo el público entraba al salón de actos y tomaba asiento en las butacas, parloteando en voz baja acerca de asuntos totalmente banales: el tiempo, el último episodio de una serie de la tele, lo que iban a hacer mañana...

Yo mañana no haré nada.

Le costaba un poco creer que ese día había sido el último. Había disfrutado aquellas dos últimas semanas con toda su alma, intentando mantener la normalidad en su vida para que nadie se diese cuenta de su estado. Al final, no se había atrevido a confesarle nada a Minase. Lo había intentado innumerables veces, haciendo acopio de toda su fuerza, pero la voz había muerto en su garganta. Una parte de él, cada vez más grande, le gritaba que tirase la toalla.

"Ya es demasiado tarde"

"Ya no merece la pena"

Alguien tumbó en la puerta tres veces. El muchacho se levantó y la abrió de golpe, aunque nada más hacerlo se quedó congelado.

·-Profesor...- jadeó.

Tsuzuki e Hisoka estaban detrás de él, pero se retiraron silenciosamente tras saludarle y desearle suerte con una sonrisa. Sin embargo, Hijiri entró en el camerino y cerró la puerta tras él.

·-No sabes lo que nos ha costado entrar aquí...- le dijo, con una sonrisa- pero quería venir a verte y a desearte suerte.

Kenichi asintió lentamente mientras todo su interior empezaba a quemarse de dolor. Sus labios se hicieron una línea tensa y fina y sus ojos se humedecieron por las lágrimas. Se sentía como si estuviese a punto de partirse en dos, aunque usó la poca voluntad que le quedaba para disimularlo. Invitó a Hijiri a sentarse en la única silla de la reducida habitación y se esforzó por no dejar pasar el llanto.

·-Ken... ¿qué te pasa?- su voz se alzó, suave como siempre, desde el sillón.

Supo que ésa era su última oportunidad. O ahora, o nunca.

·-Hijiri...- no se había dado cuenta, pero por primera vez lo había llamado por su nombre. Lo miró a los ojos, y su visión le sobrecojió.- yo... yo te... tengo miedo.

Había sido su última oportunidad.

La bilis amarga ardió en su garganta ante su propia cobardía.

·-Anda, ven aquí.- Hijiri dio una palmadita sobre su regazo- no te quedes de pie.

Kenichi estaba demasiado asustado y cansado como para no obedecer. Se acercó a él y se sentó sobre sus muslos, con la parte posterior de las rodillas atrapando la pierna derecha de Hijiri. Estaba demasiado tenso, como un animal a punto de atacar, y Minase lo notó, porque lo rodeó silenciosamente con su brazo izquierdo y lo apretó suavemente contra él, meciéndolo, como si Ken fuese un niño pequeño.

·-No tienes por qué tener miedo, lo harás muy bien.- obviamente, Hijiri había malinterpretado su última frase- sé que todo saldrá bien.

·-No. Yo pensaba que a estas alturas ya estaría preparado para afrontar esto.- se lamentó Ken. Ni él mismo sabía muy bien a qué se refería con sus palabras- pero me equivoqué. Estoy muerto de nervios y ya no sé... quédate conmigo hasta que me toque salir, por favor.

·-Yo estaré viéndote, no te preocupes por nada.- insistió su profesor- eres mi orgullo¿sabías?

Su orgullo... aquello hizo que el muchacho sonriese débilmente. Cerró los ojos y dejó escapar una lágrima silenciosa que Hijiri atrapó con los dedos antes de rodearle también con su brazo derecho. Su calor lo envolvió con ternura y sintió como las astillas que tenía clavadas en el corazón se desprendían lentamente, quitándole el miedo, las dudas y la tristeza. Los abrazos de Hijiri tenían ese efecto, no podía evitarlo.

Sin embargo, no fue capaz de volver a separar los labios.


Cuando, al día siguiente, la gente hablase del festival de música del Instituto Hakuro, serían pocos los que no recordasen al pequeño muchacho pelirrojo que había interpretado el solo de violín, y todos comentarían el aura de belleza, tristeza y angustia que habían envuelto la sala durante su actuación, como si estuviesen presenciando el último lamento de un ángel que va a morir, y al que le quedaba muy poco tiempo antes de apagarse para siempre.

No obstante, mientras lo contemplaban, solo dos personas sabían que, en realidad, eso era cierto.

Hisoka se había sentado estratégicamente entre Hijiri y Tsuzuki, aunque ahora se arrepentía. Se sentía atrapado, las emociones de ambos eran tan aplastantes que se sentía como en una prensadora. Era una comparación bastante grotesca, pero era así.

Hijiri estaba sinceramente maravillado, sobrecogido por el repentino estallido de talento de su joven aprendiz. Sus emociones temblaban con orgullo como si fuesen a traspasar su piel de un momento a otro. Se manoseaba la ropa, sus ojos estaban brillantes como si contuviese las lágrimas. Hisoka pudo leer sin esfuerzo la frase que se tatuada a fuego en el corazón de Hijiri.

Mañana se lo confesaré.

Intentar traspasar los pensamientos de Tsuzuki ya era más doloroso.

Lo único que sentía el shinigami de ojos violetas era una tristeza genuina. Hisoka sabía que a su compañero le destrozaba llevarse las almas de la gente, pero en esa ocasión estaba enfermo de angustia. No podía ver más allá del velo tupido de su pena, pero no era tan tonto como para no comprender la razón: Kenichi era muy querido por Hijiri y, cuando se lo llevasen, su viejo amigo también sufriría. Y a aquellas alturas, Tsuzuki no soportaría hacerle daño a Hijiri…

Un destellito de sorpresa distrajo al mayor de los shinigamis cuando notó los dedos de Hisoka rozar sus nudillos, doblados sobre la butaca. Tsuzuki miró a su joven compañero, aunque él no le devolvió la mirada: se limitó a rodearle la mano con la suya y apretarla con fuerza, en un consuelo débil y silencioso.

Gracias, Hisoka.


Kenichi los estaba esperando en su camerino, completamente solo, sentado en una silla austera y mirándose al espejo, ausente. La reducida habitación se había llenado de tarjetitas, regalitos, ramos de flores y cartas de felicitación de sus familiares y amigos. El violín que había utilizado durante la actuación reposaba en su regazo, y él lo acariciaba con suma ternura.

·-Ya es la hora¿verdad?- susurró el muchacho, en cuanto vio entrar a los shinigamis.- está bien.

Hisoka se quedó apoyado en la puerta, pero Tsuzuki se acercó a Ken y se arrodilló frente a él. Los hombros del joven temblaban suavemente.

·-¿Ya está todo arreglado?- le preguntó Asato con delicadeza.

·-…sí…

Tsuzuki había repetido aquel proceso durante décadas, pero la costumbre no lo hacía menos doloroso. Sacó un sello del fondo de su gabardina negra y lo sostuvo frente a Kenichi.

·-Ahora te tocaré la frente con esto.- le explicó el shinigami- tu vas a notar un poquito de frío, y entonces va a ser como si te durmieses.

·-¿Y me llevaréis al Más Allá?

·-Sí, Hisoka te acompañará hasta allí, aunque aún tienen que terminarse los trámites finales de tu juicio- le explicó Tsuzuki- serán unas dos semanas antes de que llegue la hora de juzgarte y luego de eso… ya se verá.

Kenichi se aferró con fuerza a su violín y cerró los ojos. Tsuzuki lo rodeó con sus brazos y lo apretó suavemente. El muchacho solo tuvo tiempo de gemir mientras la vida se le escapaba del cuerpo, un suspiro débil que se ahogó antes de finalizar. Su cuerpo lánguido se desplomó sobre la silla, perdiendo poco a poco el calor, como un títere al que le hubiesen cortado los hilos.


Tsuzuki se había obligado a permanecer allí un rato más, a pesar de que sus jefes se enfadarían. Sentía que era su deber, aunque una parte de él quería salir huyendo con el rabo entre las piernas. Y sin embargo, no podía… simplemente se quedó esperando a lo inevitable, apoyado contra la puerta del camerino. Al otro lado de la pared, el cuerpo helado de Kenichi yacía como dormido en la silla, con aquel aire mortecino de muñeca rota.

Hijiri no tardó más de unos pocos minutos en aparecer al fondo del pasillo, apartándose el hermoso cabello oscuro de la frente, sonriendo, aunque se sorprendió un poco al ver a Tsuzuki de portero ante la entrada al camerino.

·-¡Ey! Pareces un gorila de discoteca… - le saludó el violinista, con alegría- ¿aún está Kenichi ahí dentro? Qué chico más lento, le van a crecer telarañas como siga así. ¿Dónde está Hisoka?

Su voz era tan alegre, tan ingenua y tan cándida… Tsuzuki no se atrevió a mirarle durante más tiempo a la cara. Fijó sus ojos en la punta de sus zapatos y esperó que los cabellos tapasen su rostro arrepentido. Quizás hasta ahora no había comprendido la verdadera magnitud de lo que había hecho.

·-Lo siento…- suspiró el shinigami. Las palabras eran tristemente sinceras, aunque sonaron huecas y carentes de significado.

·-¿Qué dices? Hablas muy bajo, no puedo oírte…

·-Perdóname, Hijiri… yo nunca… nunca quise haceros daño…

Tsuzuki pudo ver, a través del flequillo, como la mueca en la cara de Hijiri se congelaba y desaparecía gradualmente, mientras poco a poco comenzaba a comprender.

·-¿Qué estás diciendo?- murmuró, la voz teñida de sospecha y miedo- ¿Qué es lo que…

·-Perdóname…

El rostro de Hijiri se desfiguró de miedo… de auténtico terror.

·-¿Dónde está Kenichi?- preguntó muy lentamente, en un susurro rasgado.

Tsuzuki se tapó la cara con las manos, incapaz de resistir más aquella visión. Sus dedos temblaban y apretaban tanto la piel bajo ellos que le daba la sensación de que iban a rasgarla en cualquier momento.

·-Tú no…- la voz del joven violinista estaba en ruinas, seca, herida de muerte y tan furiosa que cortaba- no te atreverías… ¡No podrías!

·-Lo siento…- lo repitió hasta que la garganta se le quedó seca y dolorida, en voz baja, respirando contra las palmas de sus manos.


Era muy tarde y los dedos de Hisoka se entumecían de frío. Parecía un pretendiente desdeñado, esperando en el portal del apartamento de Tsuzuki, pasada medianoche, mirando el reloj cada tres minutos y mordiéndose las uñas del nerviosismo. Habían pasado horas desde que se separaran¿dónde diablos se había metido? Su sexto sentido le señaló que algo terrible había pasado.

Hisoka no entendía la firme determinación de Tsuzuki de ver a Hijiri una última vez antes de concluir la misión. No lo había entendido en su momento y no lo entendería nunca. Quizás a su compañero le gustaba sentirse culpable, porque era perfectamente consciente de que encarar a su amigo solo iba a conseguir destrozar emocionalmente a los dos.Ambos se habrían divertido mucho durante aquellas dos semanas, pero sabían desde el principio que aquello no podía llegar a buen puerto. Hubiese sido mejor para el shinigami que huyese cuanto antes.

Hisoka sacudió la cabeza para espabilarse, ahora se arrepentía de haber dejado solo a su compañero. Tsuzuki podría ser descuidado y un viva-la-vida, pero aquellas despedidas le afectaban sobremanera. Debía haberle acompañado… ¡era tan tarde y aún no llegaba!

Finalmente vio a su compañero moverse bajo el cielo nocturno y encapotado, hacia él. Su silueta oscura, cabizbaja, destrozada… parecía tan frágil, vulnerable y triste… Hisoka corriójunto aél, gritando su nombre. Cuando al fin le alcanzó, se quedó helado al verle la cara. No parecía Tsuzuki. Aquel rostro, malamente iluminado por la luz traidora de la luna, reflejaba tanta pena…

·-Tsuzuki…- repitió el muchacho, sobrecojido. Lo sujetó por las muñecas y se sorprendió un poco al notar humedad pegajosa en los dedos.- ¿qué has hecho, dónde has estado?

·-Hisoka… déjame solo.- obviamente, el shinigami creía que su joven compañero lo iba a regañar por su comportamiento intolerable o por su tardanza- quiero irme a casa…

Pero no era eso. Eso nunca. Hisoka Kurosaki no esperaba seis horas de pie en un portal para reñir a su atolondrado compañero.

El muchacho alargó los brazos y rodeó con ellos el cuerpo entumecido de Tsuzuki. El mayor tembló como un flan y cayó de rodillas al suelo, hecho trizas, rompiendo a llorar amargamente. Hisoka lo sujetó fuerte y le acarició con suavidad los cabellos oscuros mientras examinaba los sentimientos de su amigo. Se sintió pequeño, ridículo y estúpido.

·-Lo siento.- musitó el joven shinigami. Eran unas palabras tan torpes…- era algo que tarde o temprano tenía que pasar, no fue culpa tuya... lo único que lamento no haber estado contigo como es debido durante todo este tiempo. No sabía que lo pasabas tan mal… me he comportado como un imbécil, pero estaba tan celoso y tenía tanto miedo que no me atrevía a permanecer a tu lado.

Sin quererlo, Hisoka se había metido en un callejón sin salida. Sabía que aquel momento no era el idóneo para explicarle aquello, pero si se detenía ahora, no se atrevería a continuar nunca.

·-Os veía a ti y a Hijiri juntos y sentía que yo estaba de más allí- siguió explicando- además, me di cuenta de algo muy importante… estas dos semanas me he obligado a estar lejos de ti para probarme a mí mismo. Para descubrir qué se ocultaba bajo mis celos y mi rabia hacia Hijiri.

Se detuvo. Sentía la boca seca y como si le hubiesen robado las palabras. Hizo un esfuerzo sobrehumano para volver a separar los labios y continuar. Apretó a su amigo lo más fuerte que pudo sin correr riesgo de romperle.

·-Yo… aún no sé darle nombre a lo que siento por ti.-reconoció Hisoka, avergonzado.- pero cuando estás cerca de mí, mi corazón empieza a latir de manera distinta… a veces mehace sentir el hombre más desgraciado de este mundo, y otras veces no puedo contener mi alegría.

Tras escuchar esas palabras, Tsuzuki reaccionó al fin. Movió un poco la cabeza y le descubrió un rostro empapado en lágrimas, pero lentamente una sonrisa, triste, tierna, suave, se dibujó en su rostro.

·-Te entiendo.- murmuró. A Hisoka le sorprendió que su compañero comprendiese mejor que él lo que pasaba por dentro de su cabeza- te entiendo muy bien.- se levantó con torpeza y dijo con voz temblorosa, la cara ruborizada de la alegría y el alivido- yo también, Hisoka.

·-¿También… qué?

Tsuzuki le devolvió el abrazo. Su pecho se agitaba como si ardiese.

·-También te amo.

------- -- - FIN - -- -------

Comentarios: Perdón, hace tiempo que no actualizo… ¡o sea que ración doble, toma ya capi inmenso! la verdad es que no tengo ningún motivo concreto para la tardanza, muchos exámenes, desajuste de horario, un montón de cansancio acumulado y una musa caprichosa… de todas formas este capítulo me ha costado una barbaridad, y para variar no estoy nada contenta con él. Estoy hecha polvo y necesito irme ya a dormir, pero lo conseguí :D ! Bueno, mi primer fic largo terminado! Hay que celebrarlo!

Bueno, quiero darles mis más sinceros agradecimientos a todas las personas que leyeron mi fic y me dejaron esas maravillosas reviews, que en verdad son lo que anima a una a seguir con esto, y también a todos aquellos que lo leyeron pero, por una razón u otra, no quisieron o no pudieron opinar. Y desde aquí, además doy las gracias todas las otras reviews recibidas a mis otros one-shot, que, aunque no puedo contestarlas, me alegran muchísimo y me dan mucha confianza. Sin ellas no podría ponerme a teclear.

Mhel: Vaya, en cierto modo me alegro de se te hagan cortos, eso quiere decir que te gusta. Este capítulo ocupa el doble que los otros, espero que guste. Quizás haga un epílogo...

SenKo-Kun: ¿Shuichi? Hmmm... sí, tiene su encanto o. Ánimo, no te rindas con el fic ;) sí, dicen que la tristeza inspira, pero más bien yo diría que cuando te sientes como un trapo viejo no tienes ganas precisamente de escribir...

Aliena-Wolf: ¡De nada, mujer! Gracias a tí por hacer un fic tan lindo, a ver cuando puedes continuarlo ;D. Sí tengo más fics en mente, aunque no todos son de YnM, pese a que Tsuzuki e Hisoka siguen siendo mis favoritos, últimamente me apetece mucho probar con otras series... además da pena ver mi perfil y solo fics de Yami... ´nn

Dark-san86: ¡Malditos exámenes! Espero que te hayan ido bien. No pasa nada por las reviews, yo ya sé bien quién me lee y quien no (¡diablos, yo no doy tantos hits!)

luci-kurosaki: ¡Hisoka 4 EVER! Muchas gracias por tu opinión, me alegro que te gustase ese final (caray, a todo el mundo le gusta, debo ser mejor de lo que creía). ¿No te cae bien Hijiri? Si es como ver a Hisoka en 2 colores! XD