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Así que se encontró a sí mismo bajando las escaleras, una vez más, sin haber llegado nunca a hablar con su hermano pero habiendo encontrado en las palabras de Aioros todo el apoyo y comprensión que había deseado escuchar desde un principio.

Él era el único que le entendía... el único que había tenido que pasar por lo mismo, no haciendo caso de estatutos o reglamentos y habiendo corrido del lado contrario de la ley de la mano de su amor por Shura.

¿Y qué le había dicho?

'No le presiones, porque como me dijo un amigo, si le obligas, a la larga lo único que conseguirás será que te odie..'.

Se sentía tan estúpido...

Pero aun así lo comprendía bien. Y se había decidido. No deseaba ver sufrir más a Shaka. Se quitaría la vida antes de quitarle a él uno más de sus besos, y de eso nadie podría hacerle retractarse...

Sin embargo se detuvo, justo antes de entrar al templo de Virgo, y tras haber escuchado desde su interior algo que, de inmediato, supo identificar como risas...

La risa infantil de su pequeño, y junto a ésta, una risita más, levemente más profunda y de alguien a quien definitivamente no conocía.

—¿Saga-sama?

Shaka le sonrió, alegremente, cuando le vio entrar en su habitación, sin llamar primero y mirándole con ambos ojos ensanchados.

Había un chico sentado a su lado. Un niño de largo cabello violeta que llevaba tatuados en su frente dos pequeños puntos idénticos a los que había visto antes en el entrecejo de su hermano mayor. Un niño de semblante serio que, estaba seguro, había dejado de reír en el mismo instante en que le vio entrar en la habitación.

—B-buenas noches...- saludó, con voz cortada.

El chiquillo, apenas uno o dos meses mayor que el pequeño hindú, le devolvió el saludo con una educada inclinación de cabeza.

—Éste es Mü...- indicó Shaka, reacomodándose sobre la cama junto a su amigo. –Es el aprendiz de Aries... el único alumno de Su Excelencia...

¿El alumno de Shion?

—Estará aquí por un par de semanas, y hace un momento el Gran Patriarca me pidió que le mostrase el Santuario.

—¿Shion?- inquirió, jadeando. -¿Estuvo aquí?

—Casi un minuto después de que terminamos de jugar...

Shaka se había ruborizado, y Saga vio con infinita vergüenza cómo Mü le miraba, de reojo, con aquellos dos ojos acusadores.

—Saga-sama...

—¿Si?

—Yo...- se daba cuenta de que a Shaka le estaba costando mucho trabajo decírselo. -...yo... es decir... ¿Podré jugar con Mü¿No le incomodaría esto a Saga-sama?

Saga se sintió caer. A sus pies el mundo comenzó a fragmentarse, y por el agujero abierto en medio, él empezó a caer precipitadamente hacia la fría oscuridad.

Perdiéndose...

—S-si no quieres, yo... yo puedo limitarme a mostrarle el Santuario, como me lo pidió Su Excelencia...- se apresuró a decir Virgo, asustado por la reacción del mayor y sintiéndose ligeramente incómodo por la mirada que los ojos verdes de Mü le dedicaron. –Yo...

—¿Por qué le pides permiso a él?

Esa vez fue la primera que Géminis pudo escuchar la voz de Mü, clara, limpia y etérea. La apropiada para el aspirante a Aries, sin lugar a dudas, y sobre todo para el alumno único de Shion.

Tan diferente a él...

Entonces Shaka sonrió, todavía con sus ojos cerrados y sus mejillas levemente ruborizadas.

—Porque Saga-sama es mi...

—Su amigo...- la voz de Saga rompió la explicación del rubio, repentinamente, y los dos chiquillos le miraron, sorprendidos. -Soy... soy su mejor amigo... Saga de Géminis...

Mü no le respondió. Seguía mirándole de aquél modo tan serio que comenzó a asustar al gemelo.

—...y...- continuó, tratando de ignorar aquella mirada. -...y claro que podrás jugar con él... es decir... yo voy a estar ocupado algunos días, y...

—¿De verdad?

Saga asintió, débilmente, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Hacía tiempo que Shaka no le sonreía con tanto entusiasmo.

—D-de hecho... sólo venía a decirte eso... yo... de todos modos me tengo que ir...- se giró. No deseaba, por alguna extraña razón, seguir viéndolos por mucho tiempo más. –Y... sobre ese juego...- sus ojos azules se cerraron, abruptamente. –No te preocupes... no hemos de volver a jugar más...

—P-pero...

—No pasa nada.- sonriendo, se volvió para despedirse finalmente de ellos. –Que tengan una buena noche. Adiós.

—¡Buenas noches!

Aquella fue la última vez que Saga pudo escuchar la voz de Shaka en varios días, y respirando aceleradamente mientras sus piernas le guiaban a grandes trancos escaleras abajo, hacia su propia casa, sintió cómo, de cierto modo, acababa de dejar allá atrás más de la mitad de su corazón.

Y algo le decía que no volvería a recuperarlo nunca...