Capítulo 12:

Corrió con todas sus fuerzas hasta llegar al ascensor, apretando nerviosamente el botón para que éste llegara al fin y sintiendo que desfallecería de un momento a otro. Al fin se abrió y ella entró apresurada, afirmándose en una esquina incapaz aún de llorar, porque tenía en la retina la imagen tan patética de Inuyasha y Kikyo. El aire helado golpeó su rostro con fuerza y corrió desesperada hacia la calle, quería escapar, alejarse de ese lugar, de ese "nido de ratas" que de pronto ya todos los momentos felices vividos morían inesperadamente. Cruzó la calle sin mirar y estuvo a punto de ser arrollada por un taxi. Corrió a dónde sus piernas algo torpes la dirigían, hasta llegar a un parque y ya exhausta y derrotada, se sentó temblando en un pequeño columpio afirmando un costado de la cabeza en la cuerda, con la mirada perdida, sin poder pensar más que en el dolor que sentía dentro. Nada más.

El sol brilló con sus primeros débiles rayos la ciudad y Kagome despertó de su estado casi de trance en el que estaba al sentir el calor en su cara. Sintió lo gélido que estaba casi su cuerpo. Había permanecido casi toda la noche en aquel lugar y en la misma posición. Se levantó y caminó con lentitud hasta la acera, tomando el primer taxi que la condujo a casa. Su casa. Al entrar a la mansión subió hasta su habitación y le puso llave. Apenas lo hizo calló de rodillas y estalló en llanto, abrazándose a si misma ya que no tenía nadie con quien hacerlo. El dolor de un corazón roto era mil veces más doloroso que aquellos golpes y maltratos recibidos en su adolescencia. Aquello que Inuyasha había hecho, en su departamento que tanto de jactaba nunca había compartido con ninguna mujer, salvo ella, en la misma cama en donde habían compartido tantos momentos de amor, y aún con sus cosas en aquella habitación... ¿cómo fue capaz¿Porqué¿Porqué?-. Era lo único que su mente lograba preguntarse.

El hombre de larga cabellera y ojos dorados bajó deprisa de la limosina negra atravesando a grandes zancadas el jardín principal de la mansión para ser atendido enseguida por la sirvienta que lo miraba asustada y caminaba junto con él, apenas siguiéndole el ritmo de su caminar y subiendo luego las largas escaleras.

.Disculpe... no sabía a quien llamar... lleva horas así... aunque ahora todo esta en silencio... temo lo peor... no ha estado bien... no quise llamar al señor Inuyasha, están enojados... usted me dijo la otra vez que lo llamara cualquier cosa... perdón... – Se excusaba llorosa la mujer y el hombre llegó hasta al puerta poniéndose dos dedos en los labios en señal de silencio que la joven captó enseguida. No, nada, ni un ruido.

.Kagome... abre- Llamó con la voz suave pero demasiado profunda.- Kagome.- Llamó luego intentando ser apacible pero no podía evitarlo, su voz siempre era de un tono imperativo. Movió la manilla varias veces pero la puerta no se abrió. Arrugó el ceño algo disgustado. Odiaba tener que esperar... y suplicar.- Sino abres ahora, la derribaré.- La sirvienta lo miró apenas arrugando el ceño y preguntándose si estaba hablando en serio o en broma, la madera era bastante sólida, no le sería tan fácil.- Kagome!

.No le abrirá señor... no quiere hablar...

Sus palabras fueron interrumpidas cuando lo vio alejarse de la puerta y con el rostro contraído, avanzó fuertemente chocando con el costado y el golpe fue tan intenso que la joven se tapó la cara. Al abrir los ojos vio que la puerta ya estaba abierta y que él entraba a la alcoba. La encontraron sentada en un rincón con las rodillas casi en su frente, el cabello desordenado y sin decir nada. Él se acercó con lentitud y se inclinó a su lado.

.Kagome...

Ella levantó al fin la vista con los ojos enrojecidos. Lo miró sin expresión al principio, las mejillas algo rojas y en sus labios se formó una curva de dolor. Aquellos ojos, aquellos ojos...

.Levántate... - Dijo él tomándole una mano e instándola a ponerse de pie. Ella se dejó hacer, mirándolo aún casi hipnotizada. La imagen de su amado en brazos de otra mujer la hizo encolerizar poco a poco, lo miró luego con rabia, odio, se soltó con fuerza y le gritó.

.Suéltame, no me toques!

Él la miró tan apacible, aparentemente, como siempre.

.Tranquila...

Ella miró con rabia la alcoba, avanzó hasta su tocador y con la mano arrasó todo lo que allí estaba, cayendo al suelo estrepitosamente, no contenta abrió el armario y comenzó a sacar algunos vestidos, que rasgó haciéndose casi daño la mano por la costura de las telas. La sirvienta se tapó los ojos, jamás la había visto tan encolerizada, nunca. Sesshoumaru en cambio intentó detenerla, pero la chica se escabullía rápidamente, avanzado a través de la habitación y rompiendo y tirando todo. Bajó corriendo las escaleras y las fotografías que yacían en la mesa las lanzó contra la pared, llorando. Su mano chorreó sangre y el hombre al fin logró detenerla, abrazándola desde atrás, con una mano enlazada fuertemente en su cintura y la otra en su cálida frente. Kagome lloraba desconsolada y a él, el corazón se oprimía al escucharla murmurar...

.Maldito... maldito... mentiroso... Inuyasha...

&&&&&&&&

Apenas los rayos alumbraron la habitación, Kikyo abrió los ojos reconociendo casi enseguida dónde estaba. Una habitación blanca que olía a perfume de hombre y, levemente, la esencia a flores suaves que le recordaron de inmediato a la muchachita esa. Arrugó la nariz y se incorporó en la cama, sosteniendo apenas la sábana en su pecho y escuchando atenta un leve ruido en el baño continuo. Inuyasha apareció al fin de traje impecable, como siempre, y el rostro contraído, sin mirarla tomó unos documentos que estaban sobre la cómoda y los aguardó en su maletín. Se miró en el espejo del tocador arreglando la corbata azul de seda y sus ojos dorados se posaron sobre los objetos femeninos que estaban allí. Unos perfumes, un cepillo y algo de maquillaje, la fotografía de la navidad pasada en la nieve... las coletas a un costado... dejó de respirar al recordar a la chica y apretó los puños. ¿Porqué lo había hecho?... imaginarla en brazos de su primo Sesshoumaru lo torturaba día y noche y luego su ausencia... se suponía que su separación era para pensar las cosas, fortalecerlas y ella, sola, con su maldito primo. Ella. El deseo de venganza fue más grande que la prudencia y la equivocación. Su memoria trajo el recuerdo cuando tuvo sexo con Kikyo, ahogando en silencio el nombre de Kagome. Sus manos buscaban siempre aquellas curvas o hendiduras que conocía a la perfección del cuerpo de la chica, el encontrarse con el rostro de la mujer que intentó hundir su carrera lo hizo reprimirse. Era más grande el deseo de satisfacción sexual y venganza que el de reproche. Y ahora allí, con aquel acto consumado y ya todo completamente roto¿qué quedaba?

.¿Ya te vas amor?- Le preguntó la mujer recostándose en la cama con una sonrisa complacida. Inuyasha volteó y pestañeó repetidas veces.- ¿no me darás un beso?

Acostada sobre la cama... la cama que él juró usar con alguna una de sus conquistas... Caminó rápidamente hasta ella y la tomó alzándola de un brazo.

.Es hora que te vayas.

Kikyo sonrió a medias, estaba acostumbrada al carácter irascible de Inuyasha.

.¿De mal humor?

El joven retiró la única sábana con fuerza dejándola completamente desnuda sobre la cama, ella lo miró algo asustada.

.Dije que te fueras.- Respondió secamente, apretando más su brazo y levantándola casi en el aire, para que saliera de la cama. Ella se zafó mirándolo con reproche y puso al fin los pies sobre el piso de alfombra.

.No es necesario que te quieras desquitar ahora. Lo hecho, hecho está.

Inuyasha la miró apenas y tomó el maletín, saliendo de la habitación.

&&&&&&&&

.He sido... demasiado ingenua... por eso me suceden estas cosas.

Sesshoumaru, a su lado, levantó la pequeña toalla que tenía en su frente y la mojó con agua fría, poniéndola nuevamente en su lugar.

.Las personas se aprovechan de mí... siempre ha sucedido... en este mundo tan lleno... de mentiras, envidias... engaños... - Sus ojos se nublaron nuevamente y las lagrimas se asomaron en sus ojos ya debilitados de tanto llanto.

.Tranquila, Kagome...

.Tú eres como yo... lo sé...

Él la miró detenidamente sin decir nada.

.Odias esas fastuosas fiestas... odias este mundo porque te sientes... ajeno a él¿no es cierto?.– las manos en su estómago y los pies cubierto con una colcha, miraba el techo solamente, concentrada en sus pensamientos.- siempre me he sentido tan... ajena a este mundo e Inuyasha... a Inuyasha le gusta vivir en medio de... él... yo no pude seguirlo... no pude...

Se puso de costado y cerró los ojos, dándole la espalda, llevándose una mano hasta la boca, quería llorar nuevamente, pero respiró con fuerza dándose aliento.

.Aunque... odies vivir así... Kagome... es el mundo que nos tocó... y debemos ser fuertes... algo así no nos puede doblegar.

Kagome asintió levemente a sus palabras sin decir nada. Era cierto. Era el mundo real, había que saber vivir a el, superarse, enfrentarlo. Se secó las lágrimas que corrían silenciosamente por sus mejillas y volteó para mirarlo seriamente. El hombre fijó su vista en la suya, ninguno de los dos dijo nada por unos segundos. Kagome se incorporó al fin sentándose en la cama y sacándose la toalla algo húmeda de la frente habló.

.Tienes razón... es el mundo que nos tocó... y hay... que saber enfrentarlo.

Sesshoumaru asomó una pequeña sonrisa en sus labios, lo sabía, sabía que aunque ella demostrara fragilidad su alma y corazón eran fuertes. Kagome lo miró con detenimiento.

.Yo sobreviviré... e Inuyasha se arrepentirá de haberme engañado.

Continuará...