Capítulo 19:
Con la cabeza apoyada en la palma de la mano, su mirada perdida y de vez en cuando unos suspiros que se escapaban de sus sonrosados labios, pensaba nuevamente en el acontecimiento de unas cuantas noches atrás. Por un momento había creído olvidarse de todo, del engaño y las diferencias, pero el recuerdo de aquella detestable mujer era más grande que cualquier cosa. Sentía como el corazón bombeaba tan fuerte al recordar los besos de Inuyasha y la manera en que la acariciaba, hubiera perdido la razón si no fuera que su mente le recordó aquella imagen.
¿Iras verdad?
La voz de Sesshoumaru casi frente a su cara la hizo despertar de sus profundos pensamientos. Se incorporó adoptando una posición seria y mientras se levantaba acomodando sus cabellos nerviosamente.
No lo sé... – Respondió sin mirarlo.
Estas distraída nuevamente.
Kagome se volteó tratando de esquivar aquella mirada dorada tan parecida a la otra que intentaba olvidar.
Es por culpa de él, ¿verdad?
Ella no respondió. Sesshoumaru se acercó hasta ella, y la volteó para luego tomarla por los hombros.
Kagome...
La chica lo miró con detenimiento.
Quiero olvidarlo... pero no puedo...
Aquella inesperada confesión salida de los labios de la chica lo hizo abrir los ojos con sorpresa. Kagome se apartó de su lado y se fue a su silla nuevamente, tomando asiento porque sentía que la pena la abatiría.
Aún... lo amas...
El recuerdo de ella junto a él es tan grande... - Sus palabras se volvieron temblorosas y el hombre pudo notar que sus ojos castaños se humedecían de lágrimas.- Inuyasha es un mentiroso... un mentiroso...
Sesshoumaru la miró con impotencia como ella escondía ahora su cara entre sus manos, no dijo nada, salvo unos pequeños sollozos que poco a poco fueron muriendo en sus labios. Él se acercó hasta su lado y se inclinó tomando sus manos, Kagome levantó la vista avergonzada, sus mejillas estaban muy sonrosadas y con lágrimas.
No llores por él, no lo merece, nadie merece tus lágrimas, y quien las merezca, mi querida Kagome, jamás te hará llorar.
Ella lo miró y luego sonrió apenas. El hombre le devolvió la sonrisa, que ya era más común en su tan conocido agrio rostro. Soltó sus manos y con el dorso de la suya limpió sus mejillas. Kagome lo miró algo turbada, aquella demostración de cariño la hizo recordar nuevamente los verdaderos sentimientos de Sesshoumaru. Él se dio cuenta de ello y no por eso dejó lo que ya comenzaba a convertirse en una caricia. Se miraron con detenimiento, tan cerca estaban el uno del otro, el hombre ya posaba sus ojos sobre los labios de la muchacha que comenzaron a temblar inesperadamente. Ella lo sabía, sabía que él deseaba besarla.
La puerta del despacho se abrió de pronto viendo Inuyasha la escena. Sus ojos casi salieron de sus órbitas, mirando a Kagome tan asustado que por un momento no supo qué decir... y lo que debía decir no pudo al menos por un instante, salir de su garganta. Sus manos apretaron con fuerza un ramillete de rosas en botón rojo. Sesshoumaru se levantó lentamente de su lado mientras Kagome también lo hacía, mirándolo sorprendida y luego pasando sus manos por sus mejillas, quitando todo rastro de las lágrimas que antes vertía por él.
¿Qué clase de persona eres, que entras sin avisar?- Preguntó Sesshoumaru arrugando tanto el ceño y la mirada gélida. Inuyasha no escuchaba las palabras de su primo porque todo su ser estaba sobre la chica que evitaba mirarlo y que ahora se volteaba mirando hacia los ventanales, ignorándolo por completo.- Inuyasha!- Llamó el hombre nuevamente al ver que el abogado no se movía ni un milímetro.
Ka... gome...
Ella sintió escalofríos, era tan inevitable sentir alguna reacción involuntaria en su cuerpo cada vez que lo escuchaba nombrar su nombre.
Inuyasha, fuera!- Se apresuró en decir Sesshoumaru, caminando exasperado hasta su lado, al intentar tomar un brazo, Inuyasha inesperadamente cambió el semblante, volteó la cara mirándolo con odio, arrugando tanto el ceño como él mismo. Sesshoumaru se detuvo, algo intimidado.
No te atrevas o te arrepentirás.- Dijo el abogado con los dientes apretados. Kagome al fin volteó, asustada. Los vio hasta casi en posición de ataque.
Ya basta!- Dijo alzando la voz, exasperada al límite. Inuyasha cambió de inmediato el rostro, sin lugar a dudas la insospechada reacción de Kagome lo pilló de sorpresa, pero no sólo a él, a ambos hombres. – Quiero que te vayas Inuyasha, no tienes nada que hacer aquí... quiero estar sola Sesshoumaru, por favor... - Dijo esto último mirando al hombre de cabellos claros y su tono de voz resultó ser más conciliatorio que el usado para su ex pareja. Sesshoumaru le dio una mirada adolorida y salió, luego de unos segundos, de la oficina. Inuyasha en cambio la miró desafiante.
Dije que te fueras.- Recalcó Kagome. Lo vio esbozar una pequeña sonrisa, ella sintió que se le helaba la sangre.
No me iré.
Ella abrió los ojos sorprendida, volteó luego turbada, intentando pensar en algo coherente. El corazón nuevamente latía demasiado fuerte.
No sé a qué vienes... no tengo... nada que tratar contigo.
Sólo vine... toma...
Kagome volteó y lo vio estirar su brazo con aquel ramo de rosas rojas. Ella las miró como si nada.
No quiero nada de ti.- Respondió con firmeza. Él dejó de respirar, seguramente la reacción la esperaba pero igual lo descolocaba.
Toma- Respondió como si no la hubiese escuchado, Kagome se mordió el labio ¿es que siempre sería así? Tan irremediablemente... engreído... Ella tomó el ramo, Inuyasha sonrió triunfal. Kagome la miró por unos momentos y luego, dándole la espalda, caminó hasta el basurero donde las arrojó sin piedad.
Ahí esta todo lo que me has dado.- Acotó la chica, volteándose y mirándolo desafiante. Inuyasha se quedó de pie sin mover un solo músculo.- ¿Crees que con un ramo de flores olvidaré todo?. Preguntó altiva. Él la miró sin responder aún, en sus ojos había tanto rencor, tanta tristeza y lo sabía, él era culpable de todo ello.
Perdóname.
Kagome hizo una pequeña mueca volteándose disgustada.
Vete. Y ya no me hables más... vete.
Él tragó saliva con dolor, agachando la cabeza comprendiendo finalmente la situación. El perdón que esperaba no iba a ser escuchado... la herida era tan grande y ¿cómo demostrarle que la amaba tanto?
&&&&&&&&
La noche era perfecta aunque la brisa era algo fuerte, sin embargo todos lo agradecían puesto que el calor reinante los agobiaba. Inuyasha caminó a los jardines con una copa de vino blanco, la tercera de la noche, sintiendo como el viento mecía sus negros cabellos y afirmándose en la baranda de un mirador que de pronto le trajo a al memoria recuerdos ya lejanos. La ciudad de Tokio brillaba con excelencia allá a los lejos, y la vista desde aquella colina lo acercaba incluso al firmamento, tan negro esta vez sin luna. Bebió de un sorbo el resto de vino que tenía y dejó caer la copa, sin más, quebrándose esta en mil pedazos entre las rocas. Volteó afirmando parte de su espalda baja en los maderos del barandal y miró hacia el edificio de moderna fachada, con las lámparas francesas de lagrimas reinantes que iluminaban el lugar, las voces de las personas charlando fuertemente, algunos bailando con despreocupación. Y ahí estaba él, sólo, intentando cumplir con todos los eventos a los que debía acudir por cortesía si es que quería tener el apoyo de grandes personajes del mundo de la política y los negocios en su ascenso a ministro. Pero estaba solo.
La mujer se acercó caminando con elegancia, apenas podía hacerlo con lo estrecha de su falda, pero que marcaba generosamente sus curvas. Se posó frente a él acariciando su mejilla e intentando posar un beso en los labios que la esquivaron enseguida. No le extrañó, cuantas veces ya que hacía lo mismo, como siempre.
Ya estas de mal humor.- Sonrió. El joven la miró como si nada y se alejó del lugar. Aquello ya era inevitable. Esa mujer se parecía siempre en cada lugar que él era invitado. ¿Acaso lo estaba siguiendo'... o tal vez... pensaría que esta vez regresarían definitivamente. Movió la cabeza imaginando lo enormemente absurdo que eso era. Un grupo de hombres en una esquina lo hizo levantar una ceja algo intrigado. Pero si siempre aquellas veladas en el Club Ecuestre eran de los más aburridas, ¿qué cosa podría estar llamado la atención?
Una suave carcajada lo hizo agudizar sus oídos, deteniéndose a pocos metros de distancia del grupo, mientras escuchaba luego el estallido de carcajadas de los hombres, de varias edades, pero en su mayoría jóvenes. Arrugó el ceño demasiado intrigado y volvió a escuchar una pequeña carcajada, suave, melodiosa, fina y agradable, y que él... conocía muy bien...
El grupo se abrió dejando ver a una joven semi sentada en el asiento de la barra, con un vestido nácar demasiado ajustado y la cabellera negra que rodeaba su pálido rostro, rostro de niña aún, pero en el cuerpo de una mujer. Se levantó ella mostrando su anatomía. Él al miró con asombro y los labios entreabiertos. ¿Era ella? La delgadez de su cuerpo no mermaba la anatomía algo voluptuosa de sus pechos, su cintura bastante pequeña y las caderas anchas, no era exuberante como Kikyo, pero si su cuerpo resultaba bastante... perturbador. Los ojos castaños de ella se posaron de pronto en los dorados de Inuyasha, que no daba crédito a lo que veía, ella jamás se vistió así cuando estuvo a su lado. Kagome dejó de sonreír unos segundos pero luego volteó el rostro intentando mantenerse indiferente y fingiendo una sonrisa al grupo de acompañantes. Kikyo apareció en la sal y miró el espectáculo. Aquello no la perturbó, aunque un poco de envidia sintió que aquella muchachita llamara tanto la atención sólo porque se vestía como mujer adulta.
La observó en silencio y de reojo la mayor parte de la velada, ella conversando de manera demasiado amable ante aquellos hombres que parecían leones tras una presa. Bebió de un sorbo nuevamente la bebida sin aún sentir los efectos de esta. La rabia se acrecentaba cada vez más. Kagome, nunca más lo volvió a mirar. Escuchaba también los cuchicheos de los demás. Claro, el que dos ex novios se encontraran al parecer, de pronto, en una velada sería el comidillo de las páginas sociales.
Esta más delgada, pero se ve increíble- Murmuró una chica con algo de envidia.
No pensé que era ella, se ve más adulta... aunque si la observas bien aún tiene cara de niña...
No demorará en buscarse otro partido, es sólo de mirarla ahora, como andan los hombres detrás de ellas... como moscas.
Carraspeó demasiado turbado y salió veloz de la sala. No podía evitarlo, ver a Kagome demasiado cerca lo estaba matando.
Ella se disculpó y caminó hasta el tocador acomodando sus cabellos. Suspiró algo derrotada. Aquellas fiestas del comité eran horribles, pero debía hacerlo, por cortesía, porque estaba el Primer Ministro... los Emperadores... Claro que sabía que él iba a ir, si era en honor a él la fiesta!.
Esta no soy yo..."- Murmuró con algo dolor. Suspiró derrotada y salió del baño, lo que menos se esperó fue ver a la mujer que le había arruinado la vida. Kikyo, frente a ella. El asombro de su rostro lo cambió rápidamente por uno de altivez. Esa mujer no era mejor que ella, no.
- Buenas noches, querida Kagome.- Saludó con la sonrisa sarcástica en sus rojos labios. Llevaba en su mano una copa de licor amarillo.
Kagome se mordió el labio e intentó avanzar, pero ella le detuvo el paso.
¿Cómo! ¿Ya no saludas a los viejos amigos?
Usted no es mi amiga. –Respondió duramente. La mujer sonrió más ampliamente. Inuyasha se detuvo de pronto frente a ellas, el corazón latió deprisa. Oh, Dios... Kagome en frente de esa mujer...
Ehhh... Kikyo... será mejor que te vayas... - Inuyasha sujetó un brazo con fuerza, justo el que tenía la copa, que ella le ofreció de inmediato.
Oh! Aquí estas... te traje esto...
Kikyo... vamos- Inuyasha tomó la copa y Kagome lo miró con rabia desbordada que intenta contener.
Charla de mujeres ¿no?- Preguntó intentando distender el ambiente.
¿Mujeres? ¿Cuáles?- Respondió con sarcasmo Kikyo, le encantaba humillarla de esa manera.
Es cierto... - Respondió Kagome con seriedad- aquí hay sólo una mujer... la otra es una prostituta. – Antes que Kikyo reaccionara, Kagome tomó la copa de las manos de Inuyasha y la arrojó al rostro de la mujer, que de inmediato quiso lanzarse sobre la chica, pero Inuyasha fue más rápido, sujetándola fuertemente.
Ahhh!- Gritó enojada. Kagome la miró y luego se volteó alejándose del lugar.- me las pagarás! Me las pagarás maldita! Tú ya estas muerta, me oyes? Muerta!
Continuará...
