Bueno, estoy aquí de nuevo intentando actualizar mis historias lo más rápido que me permite mi imaginación y tiempo. Nos e impacienten mucho... por último agradezco a Ginger, Darlín y Rocío Potter que me hayan escrito, me alegra muchísimo para así continuar! Les mando muchos besos! Os dejo, y por favor, mándenme reviews!

Cleo-lil

2. Secuestro de mi alma, entrega de mi cuerpo.

Una sala recubierta de decoraciones verdes, excepto el sofá de color granate, desprendía un cálido y acogedor sentimiento de cariño. El fuego crepitaba mientras en el exterior una ventisca de nieve cubría todo. Era un pequeño apartamento, y justamente en el sofá, había una pareja. La chica descansaba la cabeza sobre el hombro de él, mientras éste a su vez, le acariciaba con ternura los cabellos rojizos.

Los ojos verdes de la chica estaban a medio cerrar, y él los tenía cerrados, tranquilamente. De buenas a primeras, la chica se levantó suavemente, alertando al joven. La miró curioso, incluso molesto porque se había quitado de su lado.

- No me mires así... me llama – la chica mostró su brazo apartando la manga del jersey crema que llevaba, con una mueca de dolor.

- Te acompaño.

- No, no... a ti no te ha llamado. Sólo a mí. Creo que la ceremonia de iniciación va a tener lugar esta misma noche... – miró hacia la ventana donde el Sol ya se había puesto, y mirando la hora, se dispuso a irse. Se paró unos pasos antes, mirándolo a él.

- Te veré al final de la ceremonia, no te preocupes... – Severus la miró de soslayo mientras ella sonriendo abandonó la habitación-... ya que esta misma noche veré como te manda a torturar a alguien.

La habitación se quedó totalmente en silencio, sólo se escuchaba el fuego prominente. Se echó las manos a la cabeza desdichado, hubiera preferido tenerla lejos lo más posible que ver como mataba a alguien con sus propias manos... sus principios empezaban a quebrarse. Pero lo que estaba claro es que él nunca iba quitarle la vida a un ser humano, y eso bien lo sabía el Lord...

La chica llegó al lado de Voldemort mientras este la acercaba a sí mismo cogiéndola de su mano. Vio a la joven, reflejándose en sus ojos esmeralda su mirada granate. Estaba orgulloso de ella, y aunque la estuviera controlando mentalmente, sabía que dentro del ser de esa pequeña criatura que tenía al lado, estaba la huella del Mal, y que hacía ya tiempo que había dejado de resistirse a su manejo mental...

- Querida... hoy es tu noche, como ya sabrás, y después de la Ceremonia de Iniciación tendrás que superar tu primera misión... – la chica se mojó los labios con una mirada de superioridad en sus ojos. Enfrente de ella se erigía un monolito de piedra de mediana altura rodeado por un círculo mágico inscrito en el suelo, con una serpiente dibujada en un mosaico.

La joven pelirroja sabía perfectamente lo que tenía que hacer, así que se adelantó dos pasos al frente a medida que los mortífagos se reunían alrededor de ella, y Voldemort se quedaba atrás. Se acercó al monolito y cogió un cuchillo que había postrado en él. Sus ojos verdes denotaron un ápice de temor, pero siguió en ello. Se cortó la palma de la mano dejando derramar su propia sangre sobre el círculo que la rodeaba. La marca de la serpiente en su brazo pasó de estar estirada a retorcerse. La chica empezó a gemir del tremendo dolor en su antebrazo.

- Mi niña, estás experimentando en tus carnes la lealtad... – sus ojos la miraron con firmeza y un macabro triunfo.

Lily cayó al suelo temblando, dejando escapar un terrorífico grito, que a los oídos de él llegaron como dulces risas. De un buen momento a otro, la chica paró de sufrir, jadeando solamente, con un terrible sudor frío. La herida en su mano se cerró sola, mientras en medio del círculo, un verde resplandeciente empezó a brillar. Los mortífagos empezaron a cuchichear.

- Interesante... – miró el verde resurgiendo de sus entrañas-... serás una muy buena mortífaga... ¡la mejor!

La ojiverde lo miró desde el suelo a punto de desfallecer. Se levantó medio mareada, lo vio, y seguidamente fue a verse la marca en su brazo. Una quemadura aún persistía alrededor de ella. Cerró los ojos fuertemente, apartándose los cabellos de la cara. Sentía una puñalada de dolor en el pecho, y apenas podía respirar.

- De acuerdo, dime qué más tengo que hacer... – entre los mortífagos se unió uno más, viéndola muy fijamente.

- Bien... hoy serás la jefa del grupo, y a partir de ahora, si lo haces bien, serás mi mano derecha... – una sonrisa ladeada y perjuiciosa apareció en su indescriptible rostro.

- ¿QUÉ? – alguien entre el círculo gritó encolerizado, quitándose la máscara- mi señor, no puedo creer que delegues a esta principiante como tu mano derecha... ¡ llevo sirviéndote durante años, y nunca le he fallado! – Lucius Malfoy gruñía mirándolo directamente.

- Lucius... ¿te atreves a cuestionar lo que digo? Si ella resulta tener MUY buenos resultados, no creo que haya ningún inconveniente, si fueras más competente, quizá no perderías tu privilegiado puesto... – lo miró fríamente y algo enfadado.

- De acuerdo, no me verás retroceder en mi puesto... – se lo dijo a Voldemort, inclinándose, pasando por el lado de la chica y echándole una mirada de desprecio a la cual ella no contestó.

La sala oscura fue quedándose cada vez más vacía, mientras los mortífagos salían de ella, para esperar las órdenes fuera, fuera quien fuese el jefe del grupo... ya que temían desobedecer las órdenes del Lord. Sólo uno de ellos quedó allí, que se acercó hasta la joven, la cual aún miraba a Voldemort, esperando algo... El mortífago sujetó a la chica por la cintura, sosteniéndola.

- Gracias... – sin mirarlo sabía quien era, y apoyándose agradecida suspiró adolorida. Echó una última mirada al que era antes Tom Riddle, y siendo ayudada por Severus, se dispuso a abandonar la sala.

- Sabes por qué estás así... Tu nueva personalidad es aún más fuerte que antes, y ya no se resiste a la actual presencia de mi alma en la tuya... – la chica paró. Volvió la cabeza, y espetó unas palabras.

- Mi alma nunca dejará de ser mía... – dejaron la sala, y por primera vez en tanto tiempo, Voldemort sintió un desasosiego, un temor infundado por la joven. Esas palabras... su alma anterior se negaba todavía a abandonar su cuerpo, quedaban resquicios de ella... y sabía quien era el causante: James Potter. Había despertado sentimientos humanos en ella, y no los sentimientos que él le había cosechado: odio, rencor, falsedad, inhumanidad al fin y al cabo. Un experto en el terreno.

Pero algo le olía mal, su sexto sentido lo percibía... y no le gustaba nada esa sensación desconocida.

- Está bien, tenemos una misión, atacar a un auror... Richard Wells y toda su familia. No le haremos nada, sólo torturarlo, y secuestraremos al resto. No os podéis pasar, será limpia nuestra hazaña... – la joven pelirroja añadía las últimas palabras con firmeza y rigidez a todos los mortífagos, mirándolos con fiereza-... vendrán conmigo Black, Nott, Malfoy y Lestrange... ¡Vamos!

Unas sombras fluidas aparecieron en plena calle, como si las llevara la noche con la mano de la oscuridad. Estaban en pleno Londres, en una calle repleta de casas, pero gracias a la magia, había quedado en total silencio, sin personas, sin tráfico... sin nada. Los pasos apenas se escuchaban y eran precisos en su trabajo. Una mano firme les dirigía, y llegando a una puerta que indicaba el número 13, entraron sin resistencia alguna.

- Bien... Nott, silencia las habitaciones de la casa, con cuidado... – el hombre asintió-... Lestrange, vigila en la calle, y a cualquier visita inesperada, desmáyalo... – el hombre se quedó en la calle, aún todos afuera con la puerta semiabierta-... Black, ve con Malfoy a por el resto de la familia, yo me ocuparé de Wells, el jefe auror... – la chica de cabellos negros asintió algo desafiante y el rubio la miró con una mueca de indiferencia.

Lily entró primera, y sigilosa como un felino, subió las escaleras con Bellatrix y Lucius detrás, mientras Nott silenciaba todo. Indicó con un gesto las habitaciones contiguas a otra, que serían las habitaciones de los hijos. Ella fue directamente a la principal.

Antes de entrar se tapó la cara con la capucha negra, y armándose con la varita, abrió la puerta. Pero no todo le sería tan fácil, porque el auror experto le estaba esperando dentro.

Fuera de la casa, no muy lejos de la calle, se encontraba James Potter, que se dirigía a su propia casa, en el centro de Londres. Veía la débil oscuridad que se tendía sobre las calles, y recordaba también el desasosiego encontrado en la dulce pelirroja. Estaba muy claro que quería acercarse a ella, pero en el trabajo la chica se hacía oídos sordos, y fuera apenas la veía, y cuando lo hacía, ella le cortaba las palabras o simplemente lo despreciaba...

Andó disparejo al camino real de su casa, y pasándose un poco de la puerta, paró en un banco cubierto de césped que había en la esquina. Se quedó largo rato allí, embelesándose del agradable aroma a húmedo y del delicado recuerdo de Lily Evans; dejando atrás la retentiva de que acabara de salir de las oficinas de aurores, encargándole a él el trabajo de la pelirroja, que tuvo que irse por asuntos personales...

En el nº 13 de una calle cercana al St. Jame´s Park, una pelirroja se escondía tras el tabique de la puerta defendiéndose del jefe auror. Había tumbado a su mujer a tiempo, pero a él no había logrado hacerle nada. Pero ella venía preparada de artimañas defensivas...

Sacó del bolsillo un mueble reducido, y echándolo al suelo mientras escuchaba al hombre intentando reanimar a la mujer, lo agrandó y se ocultó tras él. El hombre alertado de su presencia, se escondió tras la cama, a punto de ser alcanzado por un rayo.

- ¡Reducto!- la chica y el hombre gritaron a la vez a las respectivas cosas que los cubrían, teniendo él más rapidez y gritando un segundo hechizo - ¡Difindo! – la chica lo esquivó a medias cortándose con un gran rasguño el brazo. El hombre aventajado por su herida... - ¡Expeliarmus! – la chica chocó contra la pared del pasillo, donde se le cayó la capucha para atrás.

El jefe auror se quedó boquiabierto, casi exasperado, con una jadeante respiración...

- ¡Lilianne¡TÚ! Una de mis mejores aurores... – tal fue el asombro que mientras se quedó congelado en el sitio, ella sonriendo fríamente, reaccionó muy rápido y aún adolorida formuló el último hechizo.

- ¡Desmaius!- el hombre ya entrado en edad cayó desplomado al suelo, mientras la chica se tocaba el brazo ensangrentado y la cabeza con tremendo dolor. Cuando bajó al salón transportando a los dos adultos, los tres niños estaban amordazados con cuerdas mágicas y vendas.

Mientras hablaban los presentes, la chica mareada se apartó un poco. A solas, amargada por el dolor, se le hizo presente un ser inhumano en su cuerpo, una alma más dentro de ella misma. Habló con total libertad al saber de quien se trataba.

- Has sido presente de todo, no era muy difícil... aunque era mi propio jefe – la voz empezaba a cortársele -... vuelvo a mi casa ahora, estoy algo cansada.

- De acuerdo, te lo mereces no por nada, sino por todo el esfuerzo... a nadie le mandé una misión así tras su Iniciación, y es verdad que tu Ceremonia ha sido... especial. Buenas noches, mi niña... – una risa gélida terminó por escucharse, tras las silabeantes palabras clavadas en su mente.

Sin más dilaciones, miró a los mortífagos y después de darles algunas órdenes para llegar con el translador, desapareció, volviendo a aparecerse en la puerta de su pequeño apartamento, olvidándose por completo de Severus Snape. Abrió la puerta con pesadez, y justo cuando la cerró, se desplomó en el suelo, derrotada, mas aún consciente y despierta. Minutos pasaron en los cuales la chica permaneció en el suelo, tumbada, recibiendo el frío, pero una cruel punzada la alarmó... su brazo sangraba.

Se levantó como pudo y apoyándose en todo llegó a la cocina. Sacó un pequeño frasquito de reconstituyente mágico, y tomándoselo de una vez, sintió un calor de energía brotando por dentro. Respiraba más desahogada, con los ojos adormilados. Le dolía absolutamente todo el cuerpo, desde los pies hasta las manos, incluso los cabellos de fuego le dolían. Le dolía, y nunca mejor dicho, hasta su atormentada alma.

Con la varita taponó la herida y se cubrió con una venda, pero lo que no sabía era que alguien la había visto llegar desde la calle, y ahora se acercaba curioso hasta su casa...

James Potter, que volvía desde su piso al apartamento de la pelirroja para entregarle unos papeles, se paseaba intranquilo casi llegando. Era una mera treta para acercarse hasta ella, hasta su vida, hasta su corazón... y no pensaba decaer en el intento. Pero justo antes de dejarse caer en su puerta, en la acera, vio como alguien se aparecía en casa de la pelirroja que tenía los mismo ojos verdes de ella, la misma cabellera llameante de ella, las llaves de la casa de ella... y estaría a punto de decir que era ella si no fuese porque llevaba una extraña capa negra hasta los tobillos, semejante a la que tantas veces había visto a los indignos mortífagos.

Algo no iba bien... o su vista, o algo realmente extraño. Se quitó las gafas dudoso, pero al volver a ponérselas vio el bajo de la capa entrar casa adentro. Le faltó tiempo para desaparecerse y aparecer en su casa, rebuscando y encontrando su vieja capa de invisibilidad, volver, ponérsela... y hacer justamente lo que pensaba.

La chica miró aterrorizada hacia la puerta de entrada del apartamento cuando sonó el timbre, pensando si alguien la había visto, ya fuera muggle o mago. Medio mareada, a pesar del reconstituyente, consiguió andar en condiciones hasta la puerta, y con varita en la espalda, miró por la mirilla. No había nadie. Volvió sobre sus pies encogiendo hombros, pero volvieron a llamar.

Finalmente con mirada desconfiada, abrió de golpe la puerta, pero no había nadie. Salió dando un par de pasos, inclinándose y mirando a ambos lados. Sin ver a nadie y extrañada volvió y cerró la puerta. Dio dos pasos y escuchó a su vez pisadas. Volvió en menos de un segundo, y nadie había, miró el suelo, dando dos pasos hacia atrás, pero no se escuchó nada. Andó hasta la cocina con los cinco sentidos puesto, algo dificultosamente.

Cuando llegó allí, un suspiro de alivio se escuchó, y bajo una capa un muchacho se quitó el tremendo sudor frío que le había recorrido en esos instantes. Lily era una de las mejores, y lo demostraba con creces. Se quitó las zapatillas y dejándolas detrás del paragüero, se dirigió hasta ella, hasta la cocina.

La chica alargaba el brazo para coger un tarro de infusiones, para preparar algo que la relajara. Mientras preparaba el agua, el muchacho cubierto de invisibilidad la observaba. Largo rato después... la chica parecía muy normal y ni signo de mortífagos o cosas raras. Estaba a punto de volver cuando la chica se había sentado, muy cansada.

A James le resultó extraño que estuviese tan cansada, pero igualmente podía ser. Vio un rasguño en su cara, y preocupado y confuso aún siguió dudando, pero cuando ella se destapó el brazo apretando el puño con fuerza y con lágrimas en los ojos, vio aparte de una herida ensangrentada, seguramente arreglada con magia, una marca grabada a fuego vivo con una serpiente enroscada.

En ese momento, algo le subió del pecho a la garganta que hizo su vista nublar. Un sentimiento profundo de a la vez odio y amor lo abordó, y acabó confundiéndose con un sentimiento de desazón, incredulidad... e infinita amargura. La rabia transcurrió por cada una de sus venas, sabiendo a qué se atenía.

Lily se levantó escuchando el agua hervir rugiente. Cuando estaba acercándose, oyó un ruido tras suya, alarmó sus sentidos opacados por el dolor, y dándose la vuelta, se encontró con la misma sorpresa: el moreno ahora la pegaba a su propio cuerpo, dejando la capa atrás, tapándole la boca con la mano derecha, y con mano izquierda clavándole la varita en el estómago, amenazante.

La vio con odio, con incomprensión, con infinita dulzura...

- Desma-... – antes de que terminara de pronunciar sobre ella el hechizo, sus ojos verdes se cerraron y se derrumbó todo su cuerpo sobre los brazos del muchacho, inconsciente. El cansancio estaba tan presente en cada uno de sus huesos que no había podido soportar más...

Y tiempo pasó...

Una luz que no le llegaba directamente, sólo un ligero reclamo de ella, pero que la había despertado... comprobando que se sentía muchísimo mejor de lo que estaba anteriormente, aunque aún le dolía el brazo de la herida, y necesitaba descansar más. Cuando fue a moverse, le fue imposible... estaba atada de manos y pies, sentada, según podía suponer, y tenía además una venda en los ojos, por eso le llegaba poquísima claridad...

- Donde demonios estoy... – se removió en la silla a la que estaba atada mágicamente.

- No intentes moverte, pelirroja del demonio, estás amordazada de forma mágica... –el moreno que la miraba con rabia sentado en un sofá, permanecía bastante tranquilo.

- ¿James¿Eres tú¿Por qué me has hecho esto¡QUÍTAME LA VENDA!

- Cállate, no creo que seas suficiente humana como para hablarme así... mortífaga. Además, he visto en tu mirada... un rastro de maldad color sangre- la chica abrió la boca afectada, clavándoseles esas palabras cargadas de ira...

Lágrimas cayeron por sus mejillas, lágrimas que no serían las últimas, mientras sus ojos verdes se cerraban cargados de sufrimiento.