Fabricando Fantasías
¿Por qué él? Esa es la pregunta que se hace Hermione cada vez que piensa en él, cada vez que respira…
Todo pasó muy deprisa. Harry pronunció las malditas palabras que destruyeron definitivamente a lord Voldemort e hicieron que, a día de hoy, las personas, tanto del mundo mágico como del mundo muggle, pudiesen pasear por las calles sin ningún tipo de temor. Sin embargo, se fue. Se fue dejándola sola sin siquiera dejar que ella se despidiera o regalarle un último beso…
La imagen de la última vez que vio a Harry, se repite una y otra vez en la mente de Hermione, como si estuviera allí mismo; reviviéndolo todo de nuevo…
Todas las personas presentes quedaron como paralizadas en el momento en que Harry pronunció las palabras que lo convertirían en asesino y salvador. Los aurores y los cinco alumnos presentes dejaron de luchar mientras que todos los mortífagos que se resistían a la rendición apuntaron sus varitas hacia Harry para intentar evitar la muerte de su amo. Pero fue demasiado tarde... Voldemort cayó. Su cuerpo se desplomó, donde nunca volvería a crecer ningún ser vivo, y una mueca horrible apareció en su cara mientras esta se llenaba de arrugas que todo su poder había ocultado.
En cuanto Hermione vio como caía Voldemort, dirigió sus piernas lo más rápido que pudo hasta su amigo, pero también fue demasiado tarde… Los aurores estaban atando a los mortífagos, que después de la caída de su señor quedaron débiles e indefensos, sin saber que hacer. Nadie se dio realmente cuenta de lo que estaba pasando; sólo una persona… Harry estaba tendido sobre la hierba, estaba pálido y temblaba – ningún hechizo de los que pronunciaron los mortífagos fue mortal, Voldemort se los tenía prohibido (Potter era para él)- Hermione se acerco hacia él y se sentó a su lado. La felicidad que sintió al ser derrotado Voldemort se le vino abajo y no podía articular palabra, únicamente brotaron de sus ojos tristes lágrimas que Harry notó. Intentó levantar el brazo y acariciarle el rostro para consolarla, pero estaba demasiado débil y sentía que no podría aguantar mucho más. Guió sus verdes ojos hacia los de ella y la miró profundamente…
― T-te a-am-mo
Apretó la mano de Hermione y cerró sus ojos para no volver a abrirlos más…
No sabía por qué seguía viviendo, pero la verdad es que era demasiado cobarde para quitarse la vida a sí misma y sabía que estaba siendo egoísta al querer tomar la "salida fácil". No estaba pensando en la gente que la quería, que era mucha, ni en que los demás también sufrían por la muerte de Harry, aunque nadie como ella. Nadie sentía como si le arrancaran el corazón y que su vida se convirtiera en una agonía constante. Hermione llegó a pensar, incluso, que el beso del dementor no sería nada en comparación con lo que ella sentía.
Una vida sin alma no tenía sentido, pero en cambio no percibes ningún tipo de sentimiento. No hay nostalgia. No hay culpabilidad. No hay dolor. No hay nada.
Cuando lo que falta es el amor, no hay ningún tipo de consuelo ni salvación. El amor es la esencia de todo. No se sabe de dónde viene, ni qué es en realidad. No hay palabras para describirlo; simplemente se siente y se sabe que está ahí…
Es la más poderosa de todas las armas, y, a la vez, no es un arma… es ahí donde reside su poder. Es una magia más allá de todas las magias. No se puede controlar. Cuando llega, se extiende como el fuego, un fuego de Gubraith; una llama eterna que ninguna guerra puede robar o apagar. Eso es el amor verdadero.
En el corazón de Hermione sólo queda una pequeña llama que sigue quemando gracias a los recuerdos, a las marcas del amor tan grande que los unió y que nunca los va a separar…
Se habían pasado la mañana de aquel sábado en la Sala Común solos, ya que, el resto de los alumnos de Gryffindor se encontraba en Hogsmeade y los de primero y segundo se encontraban en los alrededores del lago haciendo guerras de nieve. No les apetecía unirse al bullicio que hacía la gente en esa época de navidad y la tentativa de pasar un buen rato solos sin que nadie los moleste o que echase miradas de pena hacia Harry, no la podían dejar escapar tan fácilmente. Ron no contaba mucho, pues estaba muy entretenido con una de sus "amigas" fuera del alcance de la vista de los otros dos.
Se pasaron la mayoría del tiempo charlando animadamente, pero llegó un momento en el que empezaron a hablar de lo irremediable…
― Harry, vas a ver como todo sale bien. Yo confío en ti, y sé que lo vas a lograr― lo animó Hermione―. El poder no reside en la sabiduría, Harry, sino en el amor.
Harry la miró profundamente, como sólo él la miraba así. Ella se estremeció y sintió como el corazón le daba un vuelco y bombeaba más rápido que nunca antes al ver como se amigo se acercaba a ella y acababa con la distancia que los separaba. Una quemazón se extendió recorriendo cada milésima de su cuerpo sintiendo que el corazón le iba a salir del pecho.
Se apartó de él aun sabiendo que tenía unas ganas irrefrenables de besarlo y tenerlo tan cerca. Pero sabía que estaba mal y no podía seguir con aquello.
― Ginny…―Hermione estaba apunto de ponerse a llorar.
― Hermione, Ginny y yo ya no estamos juntos― le explicó Harry―. Cometí un error al empezar a salir con ella. No la quería realmente y sólo estuve con ella porque ella me lo pidió…
― Pero ella te quier…
― Pero a quien yo quiero es a ti…
Después de aquella confesión Harry y Hermione empezaron una relación que llevaron en secreto para que Voldemort no los descubriera. Únicamente lo sabían Ron, Neville, Luna y Ginny, aunque esta última les dejó de hablar por un largo tiempo pero al final se dio cuenta de que el amor que se tenían era demasiado fuerte como para competir con él.
Hermione sonrió al recordar aquellos momentos que la habían hecho sentir tan feliz. Sabía que era eso lo que la había mantenido en pie los dos últimos meses porque sabía que en su cuerpo había algo que fallaba.
Todo el mundo se había dado cuenta: estaba muy delgada y apenas comía, y, la mayoría de las veces, lo expulsaba de su cuerpo. Notaba su cuerpo muy pesado y, a la vez, frágil, y empezaba a aparecer una incómoda hinchazón en las encías- que suponía que era producida por los vómitos- y, de vez en cuando, se extendía en ella un sudor frío que la obligaba a tener reposo (esto último no se lo había dicho a nadie). Así estaría; cada vez peor, hasta que un día se terminase todo por completo y pudiese irse en paz.
Había quedado con su madre para salir a dar un paseo, pero sabía que su madre la sacaba para que no estuviese tanto tiempo sumergida en sus pensamientos y hacer que dejase de hacerse daño a sí misma dejando de vivir.
Todo el mundo trataba de engañarla con cualquier tontería para que no descubriera que hacían todo lo posible para que dejara de pensar en Harry, y ella dejaba que creyeran que lo estaban logrando; había empezado a vivir en un mundo de mentiras, mientras las fantasías estaban siempre presentes en sus pensamientos.
― Harry¿a dónde vamos?― preguntó una intrigada Hermione mientras caminaba, bajo la capa de invisibilidad guiada por Harry, ya que, éste, le había tapado los ojos.
― Ya lo verás. No seas impaciente― le contestó con picardía.
Percibió como se habría una puerta e ingresaban en un lugar mucho más iluminado. Sintió como la capa bajaba por su espalda y como Harry le quitaba el pañuelo de los ojos dejándole ver una preciosa habitación decorada en su totalidad por el rojo. Había una gran chimenea encendida con un montón de sillones a su alrededor, y, lo que más destacaba de la habitación: una gran cama con dosel a juego con el resto de la habitación.
― No te habría traído aquí si no estuviera totalmente seguro de que tú también quieres. Sé que parece precipitado, pero te amo y quiero hacer el amor contigo para sentir, aún más, que nuestro amor es indestructible.
Hermione sonrió. ¡Por supuesto que ella también quería dar ese paso! Pero no estaba muy segura…
― Pero…¿y si nos pillan?― preguntó.
― No nos pillarán… Ahí es dónde entras tú…Un par de hechizos para cerrar e insonorizar la habitación y, antes de que amanezca cogeremos la capa e iremos a la Sala Común a seguir durmiendo. Como he dejado varios libros regados, pensaran que nos hemos quedado dormidos estudiando― contestó inflando el pecho de orgullo.
― Veo que mi inteligencia se le está pegando, señor Potter.
― Veo que mi afición por las aventuras se le está pegando, futura señora Potter.
Sus cuerpos estaban embadurnados en sudor, a pesar de estar en un castillo y en pleno invierno. La pasión que irradiaba cada uno era estimulante para el otro, y, después de bastantes minutos de entrega, Harry finalizó aquel momento de complicidad que sería recordado por cada uno hasta la eternidad.
― Te amo― le dijo Harry con el pecho inflándose y desinflándose rápidamente a causa del trabajo y la excitación.
― Yo también te amo― le contestó Hermione.
Cada vez le era más difícil dejar de concentrarse en esos recuerdos, pero es que se habían vuelto los únicos recuerdos de su vida; los demás fueron a ocupar un lugar remoto de su cabeza y era como si no existieran.
Esto era lo que hacía más difícil evitar que Harry ocupara sus pensamientos, porque parecía tener sólo eso en su cabeza y cada vez le agonizaba más el no poder hacer nada.
Sólo habían pasado dos meses, que relativamente también podría ser mucho, pero Hermione sabía que iba a estar toda la vida así: nunca se iba a apagar esa llama, por muy pequeña que fuese.
― Monie¿estás lista?― preguntó su madre cuando terminó de arreglarse.
― Sí, mamá.
Se montaron en el coche y se encaminaron hacia el destino de su paseo.
― ¿A dónde vamos?― preguntó Hermione cuando se dio cuenta de que se dirigían hacia una zona desconocida para ella.
― Verás, cielo, tu padre y yo hemos estado de acuerdo en que sabemos que te pasa algo, y no me refiero psicológicamente, Mo (eso es obvio), me refiero a que tu cuerpo ya no está como antes y quiero que te sometas a un tratamiento médico― dijo esto muy rápido, como si esperase que su hija hiciera alguna locura y así poder esperar a que asimilara sus palabras.
― Mamá, no tengo nada― dijo Hermione no demasiado convencida de lo que decía―. Pero si, así, papá y tú os quedáis más tranquilos, adelante.
Llegaron hasta la consulta de un médico privado en donde le hicieron todo tipo de chequeos y extrajeron muestras de sangre para examinarla, y les pidieron que volviesen en unos días para darles los resultados.
Así hicieron: dos días después de hacer la primera visita, esperaron en la sala de espera por unos minutos hasta que una enfermera salió y dijo su nombre.
― Granger, Hermione.
― ¡Aquí!― dijo su madre y ambas entraron en la habitación de donde había salido la enfermera.
Era una habitación amplia y, prácticamente, de color blanco. El doctor las recibía desde el otro lado de un escritorio pulcramente ordenado, mientras miraba el informe médico de Hermione.
― Usted dirá, doctor. ¿Qué es lo que tiene mi pequeña?― preguntó la señora Granger.
― Verá, señora Granger. Su hija está embarazada― contestó el doctor.
― P-pe-pero s-si está m-muy d-delgada― tartamudeó la señora Granger―. ¡ Y sólo tiene dieciocho años!
― ¡Mamá! Casi diecinuev…
En ese momento se calló; era como si acabara de asimilar lo que el doctor había dicho. No prestaba atención, sólo oía parlotear a su madre y al doctor.
― Señora Granger, su hija tiene una gestación de nueve semanas― explicó el doctor―, y respecto a lo de su delgadez: muchas mujeres que están sometidas a mucho estrés, adelgazan unos kilos al principio del embarazo. No es un peligro inminente, pero causa cierta preocupación, que estoy seguro que con una dieta equilibrada…
De camino a casa, su madre no dejaba de lanzar preguntas a Hermione, aunque más bien se las lanzaba al aire.
― … mi niñita… ¿pero cuándo¿Cómo¿Qui…?... ¡Harry!
Sí. Harry. La llama se había encendido, tan fuerte y cálida como antes. No la había dejado sola: estaba, aún, en su corazón, y en su vientre…
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O¤. achinech .¤O
