Fabricando Fantasías - Segunda Parte -
Cuando Hermione supo de su embarazo, sus padres, al principio, se lo tomaron muy mal, como una especie de castigo hacia ellos (siempre fueron muy correctos y disciplinarios). Pero se dieron cuenta que su hija estaba mucho más sociable y, sobre todo, feliz. Su cara estaba cada vez más iluminada y, por primera vez desde lo sucedido, sonreía. Ante todo, querían que a su hija no le faltara de nada, y la felicidad es lo primordial. ¡Qué clase de padres serían si no compartieran la felicidad de su hija!
Había empezado a trabajar en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, gracias a los Weasley, que habían convencido a unos contactos de Ministerio de que Hermione era totalmente cualificada para un puesto así, e incluso mayor, aun sin haber acabado la carrera (haber sacado Matrícula de Honor en Brujería en todas las asignaturas había ayudado mucho).
Al final le habían dado un puesto minoritario hasta que terminase sus estudios superiores, lo que le haría ascender muy rápidamente.
Nunca se había planteado que es lo que haría cuando acabase Hogwarts, y no se le ocurría un lugar mejor. Cuando obtuviese un puesto mejor, empezaría a ampliar su proyecto del P.E.D.D.O.
A medida que pasaban los meses, sus compañeros se sentían muy contentos con el trabajo que realizaba y fue ascendiendo posiciones, pero no precisamente por su trabajo… El hecho de que estaba esperando un hijo de "el niño que vivió" se había hecho patente y toda la comunidad mágica se había enterado.
Todo ocurrió cuando se dejó convencer por la señora Weasley de que tenía que reclamar por el dinero de Harry, para que no se perdiera. Al principio no quería, pero se dio cuenta de que su hijo necesitaría muchas cosas y que una sola nómina de media jornada no sería suficiente.
Fueron a confirmar la paternidad de Harry sobre el niño al Ministerio y, aunque al principio rehusaron (era la séptima en esa semana que decía estar esperando un hijo de él), las pruebas fueron más que suficientes para demostrarlo. A partir de ahí, Hermione no podía andar sola ni a sol ni sombra; publicaron un artículo en El Profeta en el que se explicaba todo. En el trabajo la trataban como a una reina y le fue muy fácil conseguir que se movilizara el P.E.D.D.O.
Todos le debían mucho a Harry Potter… y se lo estaban pagando a su familia…
Estaba embarazada de, aproximadamente, ocho meses y tenía una barriga descomunal. Había comprado una casa cerca del Ministerio, que era precisamente a donde se dirigía antes de que…
Ginny, que la había estado esperando fuera durante cinco minutos, decidió ir a ver por qué tardaba (Hermione solía ser muy puntual). Cuando llegó al número 8 de la calle Atkinson, sacó su llave y entró en la casa. Todo parecía normal, pero un grito desgarrador de su amiga indicaba que algo no estaba bien.
Hermione estaba sentada en el suelo de la cocina, apretándose con fuerza la barriga y rodeada por algo que parecía una mezcla entre agua y sangre…
― ¡Dios mío, Hermione!― exclamó Ginny horrorizada― ¡Has roto aguas!
Ginny llamó mediante la Red Flu a un grupo de camilleros que la llevaron hasta San Mungo. Una vez allí, la llevaron a una habitación a esperar que terminara de dilatar y Ginny llamó a toda su familia y a los padres de Hermione para comunicarles la noticia, y tuvo que discutir muy seriamente con un encargado para que dejaran pasar a los padres de Hermione, algo que logró conseguir.
Una vez en la sala de parto, todo fue mucho más duro. Estaba sola; únicamente acompañada por un grupo de sanadores, y, cuando creía que no podría aguantar más, lo sintió… Una fuerza y un calor que se le hacía extrañamente conocido… Él estaba ahí…
¡Por supuesto que era él! Nunca olvidaría la sensación que se extendía por su cuerpo cuando él estaba cerca, aun sin tener que verlo. Su única presencia era suficiente para hacerla sentir indestructible. Sintió su aroma tan fresco y tan embriagador como cada vez que se acercaba demasiado a ella. También notó su piel; era un ligero eco que el aire hacía llegar hasta ella, y también notó como sus labios, invisibles, respiraban por ella. La estaba ayudando a traer al mundo al fruto del fuego que despedían sus corazones.
― Sólo un poco más, señorita Granger― oía decir al sanador, algo a lo que hizo caso, pues contaba con la presencia de Harry para poder hacer hasta lo imposible.
Con un último y agotador empujón, asomaron los hombros del bebé y, así, el doctor lo pudo sacar completamente de su útero. En el mismo instante, escuchó por primera vez el llanto de la criatura y notó como Harry se alejaba de ella… Era un sentimiento extraño el que la envolvió, pero al notar como una personita, frágil y llena de ternura, se posaba entre sus brazos, no pensó en otra cosa que en que no querría separarse más de ese pequeño individuo que ahora la miraba tranquilamente (después de haber formado una tempestad) con sus brillantes ojos verdes esmeralda. Hermione rompió a llorar. Nunca había pensado realmente en aquél momento, y si lo hubiese pensado, ese pensamiento hubiese estado a años luz de el torrente de sensaciones que se desarrollaba en ella. Aquél día, Hermione había renacido junto a su hijo.
― ¿Cómo se llamará?― le preguntó una enfermera, al tiempo que le sonreía, que se acercaba para comprobar que estaba bien y que el parto había sido normal―. Tengo que apuntarlo en su pulserita para identificarlo.
Hermione no se paró a pensárselo…
El sanador acudió a la sala de espera, donde Ron, Ginny, Luna, La señora Weasley y los señores Granger, esperaban ansiosos alguna noticia de cómo se encontraban madre e hijo. Éste, algo abatido por el cansancio y todas las preguntas que les hacían a la vez el grupo, les contó que ambos se encontraban perfectamente y que podrían verlos en la mañana cuando los dos descansaran completamente del duro trabajo.
― ¿Es niño o niña?― preguntó el señor Granger pronunciando aquellas palabras que todos estaban ansiosos por escuchar. La señora Weasley lo hubiera besado.
― Es un varón― contestó el doctor―. 54 centímetros y tres kilos, ochocientos cincuenta gramos; todo un hombrecito. Ruego que alguien vaya a poner su partida de nacimiento en el Ministerio de Magia. La señorita Granger ha decidido que su nombre será Harry James Potter… ¡No puedo creer que haya ayudado a traer al mudo al único hijo del niño que vivió¡Es una historia para contar a toda mi descendencia!
Ron decidió ir a poner la partida de nacimiento en el registro del mundo mágico, mientras que los señores Granger la pondrían en el muggle. La señora Weasley y Ginny fueron directamente hacia La Madriguera a darles la noticia al resto de la familia.
Al día siguiente, se encontrarían todos en la habitación de Hermione para visitarla y poder ver, por fin, a la criatura.
Los padrinos del niño fueron Ron y Ginny. Ésta última se fue a vivir con Hermione para ayudarla un poco.
Cada año que pasaba, no cabía duda de nadie de que el niño era hijo de Harry. De hecho, si no fuera porque su frente estaba intacta, muchos creerían que era el auténtico "niño que vivió". Tenía el pelo negro (no demasiado azabache) y con la misma rebeldía. Sus ojos eran completamente iguales: cada vez que Hermione miraba a sus ojos, a veces, creía que era a él a quien estaba mirando y eso a veces la inquietaba.
Nunca volvió a estar con ningún otro hombre. Era una mujer muy hermosa y podría estar con quien quisiera, sobre todo porque muchos perseguían la fama de "criar" a su hijo. Aun así, su corazón no le permitía amar a otra persona que no fuera Harry o su hijo, sus ÚNICOS amores.
Más de veinte años pasaron y Hermione empezó a marchitarse. Aunque aún era joven (apenas recién cumplía los cuarenta años) la soledad se fue apoderando de ella.
Ron, que fue el padrino del "pequeño" Harry, se casó con Luna Lovegood tres años después de que Harry hubiese nacido. Vivieron en Londres durante cinco años de matrimonio y se mudaron al norte del país cuando Luna quedó embarazada por un trabajo en el que cobraría más y, así, preparar una estabilidad para su familia. Hasta entonces tenían tres hijos (todos pelirrojos y con unos enormes ojazos) a los que Hermione no veía demasiado por la distancia.
Ginny hacía unos seis años y medio que había dejado de compartir casa con Hermione para sentar cabeza con un compañero del trabajo con el que tuvo una niña (también pelirroja), su ahijada. Pero el no tenerla siempre en casa como antes hacía que Hermione se sintiese sola.
El resto de la familia Weasley siempre estaba allí para lo necesario, Harry los llamaba tíos y abuelo y abuela, en el caso de Arthur y Molly, pero no los veía tan seguido desde que el señor Weasley se jubiló. Lo mismo pasó con sus propios padres.
Y, por último, lo más importante que quedaba en su vida, su hijo, hacía unos escasos meses que se había ido de casa para independizarse. Hermione no se lo reprochaba (con veintitrés años ya es hora de comenzar a vivir por sí solo), pero la había sumido en total soledad. Después de una vida dándolo todo por una sola persona, ya no le quedaba nada, y a los seis meses en los que estuvo sola tuvo que ser ingresada en el hospital.
Sus órganos vitales habían dejado de funcionar correctamente y el aire no entraba bien en sus pulmones. No había razones médicas para explicar lo que le sucedía a Hermione, únicamente había dejado de tener ganas de vivir y no se podía hacer nada por remediarlo.
Harry (hijo) y Ginny se encontraban acompañando a Hermione en la habitación (el resto de la familia estaba fuera esperando a que saliera alguno de los dos para entrar). Había pasado un mes desde que la internaron en San Mungo y la estadística de su estado no daba señales de mejora en ninguno de los aspectos. Pero ese día estaba especialmente mal.
― Harry, mi vida…― Hermione habló por primera vez en ese día con un susurro pero, a la vez, clara. Su hijo se acercó a ella y le tomó de la mano.
― Aquí estoy, mamá.
― No sabes cuánto te he echado de menos― le dijo. Harry iba a contarle que no fuese exagerada, que no había día en el que no la visitara, pero se dio cuenta de que su mirada era diferente que cualquiera que había visto de ella en toda su vida―. Te necesito tanto…
― Mamá¿te ocurr…?
Pero Hermione lo interrumpió:
― Te amo, Harry. A pesar del tiempo nunca lo he dejado de hacer…
Cuando salieron de la habitación, Harry no podía articular palabra y únicamente salían lágrimas de sus ojos; una detrás de otra. Oía como su tía Ginny les daba la notica al resto de la familia, que, aunque esperaban que de un momento a otro ocurriese, mantenían la esperanza de que Hermione saliera adelante y no pudieron evitar que lágrimas escaparan de sus ojos.
― ¿Qué fue lo que pasó? ― preguntó su abuela Molly mientras apartaba los brazos de Ron que habían estado zarandeándola para que diera una explicación.
― Fue… no sé cómo describirlo― le contestó su madrina enjugándose las lágrimas y hablando entrecortadamente a causa del dolor que sentía―. Comenzó a hablarle a Harry como si estuviera haciéndolo con… Lo confundió con su padre…
Pero antes de que ninguna otra persona pudiese preguntar algo, Harry habló por primera vez desde que había salido de la habitación:
― No me confundió― dijo clavando su mirada en el vacío, y, haciendo caso omiso a las miradas de perplejidad de los demás, siguió―: … él estaba allí…
Gracias por leer, en especial a: alexa-potter, Joanne Granger, Lorena, Olga y lunanis, por haberme dejado reviews!
Me han dado muchos ánimos para seguir escribiendo! xXx
Espero que esta parte les haya gustado, a pesar de que no acaba con un final relativamente feliz. No me odien!
O¤. achinech .¤O
