Notas de Autor: Para evitar problemas de autor y todo esos enrolló. La idea de la historia es totalmente mía como los personajes aquí mencionados con exacción de Salazar Slytherin, Godric Gryffindor, Helena Hufflepuff & Rowena Ravenclaw. Ellos le pertenecen ha J.K.R. y a todos los demás que compraron los derechos. Yo no estoy lucrando con esto, así que no estoy quebrando ninguna ley internacional. No molesten, ni fastidien con ese punto. Solo espero que se diviertan con la lectura, así como yo me divertí escribiéndola en clase. Si quieren pueden dejar su opinión que será bien aceptada. Cuídense mucho Sak.
¡Los Herederos!
Por Sakuracorazón
Capitulo XIII
El Concilio
La primavera ha llegado con su ímpetu usual. Las hermosas flores marchitas por el otoño resurgen de las entrañas de la tierra misma para mostrarse gallardas, sublimes y galantes sobre el verde pasto de las praderas. El sol, rey del cielo y los astros, gallardo se desliza sobre el claro manto celestial y la tímida luna se deja ver nítida en la mirada curiosa de los hombres. Las aves contentas, vuelan libres por el firmamento.
El golpear de los cascos sobre el camino resuena en el ambiente indicando la distancia. El mozo hace sonar el gran cuerno que anuncia la llegada del ultimo gran Lord ha llegado. El puente baja para darle la bienvenida a la comitiva que llega. El formalismo y algo de tensión se hace presente, mas se disipa al llegar la hermosa anfitriona para recibirlos. Vanas palabras de cortesía.
Altos estandartes cuelgan de las vigas robustas. Son diez en total. Los diez clanes regentes. Los diez sobrevivientes. Los diez grandes.
Clan Boisauvage, brillante hoja verde. Chocolate y esmeralda llamativa Regentado del Norte
Clan Gryffindor, león rugiente. Rojo y dorado resplandeciente Regentado del Sur
Clan Schawarzerbär, aguerrido oso negro. Negro y morado sombrío Regentado del Este.
Clan Slytherin, serpiente astuta. Verde y plata seductora. Regentado del Oeste
Clan White, clemente unicornio. Blanco y gris perpetuo. Protectorado del Noreste.
Clan Al Tinnin, misericordioso dragón azul. verde e índigo sabio Protectorado del Sudeste
Clan McCook, Fénix renaciente. Cobre y escarlata ardiente Protectorado del Sudoeste.
Clan Hufflepuff, tejon leal. Negro y amarillo distinguido Protectorado del Noroeste
Clan McCold, caballo indomable. Marrón y añil impetuosos. Protector del Ziank.
Clan McColt, lobo solitario. Gris y azul tortuosos. Protector del Dragonheart.
Los reyes, príncipes y nobles de los clanes todos atentos, todos expectantes; amigos y enemigos reunidos bajo un mismo techo; con expectación controlada aguardan la llegada de los últimos nobles.
Las altas puertas de macizo roble se abren en esplendor, la luz del pasillo inunda el salón dando nueva vida a la penumbra que habita en el lugar. El bastón golpea con fuerza sobre el pulido mármol. Todos los presentes se levantan.
Regia emperatriz, atavía con una sublime y etérea túnica gris perla, entra al recinto, altiva soberana del regentado del Oeste. Lady Adriana Slytherin. Su caminar pausado y preciso resuena en el recinto. Cada lord, príncipe, sacerdote, noble se inclina en reverencia y cortesía ante la venerable anciana. Respeto le ofrecen a la poderosa mujer. El manto brocado y majestuoso se desliza con gracias; mirada pétrea y aguda devuelve cortés los saludos recibidos. Con elegancia se sienta en su puesto, al lado izquierdo del trono del Regente. Esto causa asombro. El murmullo indiscreto se manifiesta. La noticia de la muerte del Regente es bien sabida, y por cuestiones de sucesión quien tomaría el poder era la emperatriz.
El sonido de las trompetas resuena con vehemencia en la habitación anunciando la llegada del Regente. Miradas inquietas y poco discretas vuelven la vista hacía las magnificas puertas. Ahí, en el centro, esta el nuevo soberano de la Región Oeste. Alto, impávido, hermoso, inquebrantable, pétreo como solo uno puede ser en la juventud se muestra. Verde, plata y negro mezclado en armonía se entrelazan en sus ropajes reales dándole realce y belleza, pero al mismo tiempo bañándolo de un sombrío y peligroso semblante. La corona de oro, plata y hermosas gemas resalta entre los cabellos dorados. Inicia a caminar, enérgico y masculino, hasta el trono, donde con seguridad se sienta sobre el terciopelo del fondo.
Todos los nobles se sientan con expectación. La hora ha llegado y no hay vuelta atrás.
Las horas pasan, dando lugar a los días. Ya van dos semanas desde que el concilio ha iniciado. La situación es algo tirante, los clanes de Schawarzerbär, White, Zolak, se oponen a muchas de las cláusulas que son importantes para darle vida misma al concilio. También están las viejas rencillas entre los mismo clanes.
La gruesa voz del Lord Harold se hace notar enérgica y el silencio reina por primera vez en un tiempo. Lady Fionna se levanta imponente de la silla, da un paso adelante, más delgada, más demacrada, y queda ante la vista de todos los que participan en el concilio, hombres que le brinda una mirada despreciativa e indiferente. No se amilana ante esto, e inicia a hablar con claridad.
-Les traigo un mensaje de parte de la dama de la muerte – y repite lo escuchado aquel fatídico días hace unos meses atrás.
"Cuatro estrellas brillaran en el firmamento y se volverán una, cuando las lagrimas del centinela nocturno se escurran por el firmamento. Habrá años de paz tranquila, pero no duradera. De las sombras se levantara un ideal de destrucción y caos, el cual las cuatro estrellas brillantes combatirán de manera tenaz. Ahora esta el punto importante, las estrellas podrán contra la sombra o será la sombra quien podrá con las cuatro estrellas."
Un murmullo general se levanta en toda la habitación. Los presentes no quieren creer lo escuchado. Es una clara sentencia de muerte hacia su forma de vida.
Un anciano encorvado se levanta. Sus ropas blancas y negras lo identifican como sacerdote. El rostro del anciano, marcado por cicatrices, la examina suspicaz de arriba a bajo. Lord Harold se levanta indignado ante la forma que ha mirado a su nieta, mas una mirada desaprobatoria de su otra nieta lo contiene de momento. El sacerdote encorvado con paso suave se acerca donde Fionna, la mira con desprecio por ser una guerrera y Fionna le devuelve la misma mirada cargada.
-¿Estás segura de las palabras que has dicho, guerrera?. – cuestiona el hombre mientras camina en círculo alrededor de ella, como oso hambriento.-¿así fue expresado, como lo acabas de mencionar? –insiste poniendo en duda su memoria.
-Estoy segura. ¿Porqué no estarlo? Sí fue la mismísima Diosa de la muerte, la gran Señora del profundo caos quien me dio el mensaje.
-Por ello mismo guerrera insensata, la muerte es muy traicionera y hay que tener cuidado cuando uno la escucha. Puede decir una cosa, terminando en otra distinta.
-Soy traicionera – la espectral, dura y cruel voz se extiende por la habitación - interesante forma de mostrar tu respeto, sacerdote incrédulo y osado. Y eso que tu me adoras todo el tiempo con tus sacrificios vacíos, banales e hipócritas. – los soldados inmediatamente se colocan en guardia - Osas poner en ridículo a nuestra mensajera porque no son ustedes quienes traen mi palabra. ¿Cierto sacerdote¡A Mí¡A ella¡A nosotras! Mortal estúpido y cobarde. Y dicen ser nuestros mayor representantes, aquí, en la tierra. No quiero pensar lo que opinan los demás presentes.
Todos callan ante la invasión. En el centro de la estancia, justo sobre el emblema del castillo, delante del sacerdote, aparece una ligera bruma blanca que lentamente se va alzando lánguida. La suave bruma adquiere cuerpo, tres exactamente. Dos femeninos y uno masculino. La bruma se despeja al paso de la brisa agónica. Dos gallardas Diosas de marfil y ébano se revelen severas, miran orgullosas a todos los presentes, con aquel aire de superioridad y leyendo el temor que traen con su presencia a los ojos de los hombres. Acompañadas de un ardiente Dios de hielo y fuego, igual de severo, superior.
La más hermosa de las diosas da un paso al frente; traje de oscuro porte se ondula al avanzar hacia el sacerdote; sus negras pupilas como la noche sombría centellan al ver a los guardianes osarse a dar un paso contra ella. El tronar de sus dedos resuena y los hombres caen al piso revolcándose en dolor agudo. Todos los presentes se levantan impresionados ante el poder que emana la mujer.
La otra mujer se queda quieta, la delicada túnica gris humo ondea al aire, mirada fija al frente, sus pupilas plata pura y liquida llamean con la intensidad del infierno mismo. El hombre se acerca a la ultima mujer y queda a su lado, guardián perfecto, perfil efímero inspecciona cada rostro en la habitación, mirada de hielo puro, dura, sin sumisión, reprocha la conducta de los soldados insolentes. Los presentes se aterran.
Lady Adriana se levanta impactada, no puede creer quien está, allí, enfrente a ella.
-Helena – susurra sin creerlo aun.
-¿Qué significa esto? – Piensa sorprendido el Joven Lord al escuchar el susurro de su abuela y al reconocer a la mujer.
Adriana advierte que la hermosura que siempre admiró en Helena, los minutos no se la han robado, cuerpo firme e indómito, y siente celos, ella ajada y marchita por el pasar el tiempo maldito. Mira al hombre, se lleva la mano al rostro para no gritar lo que su mente se niega a creer. El rostro duro del hombre se vuelve amable, cariñoso al levantar la mirada, cubierto por el sol mismo, dos brillantes esmeralda le sonríen abiertamente en señal de afecto.
-Diosa – el anciano que cuestionó la palabra dada por Lady Fionna se postra temblando al piso en señal de respeto y devoción, la a reconocido como su señora. Los otros sacerdotes hacen lo mismo, en un gesto reflejo, no por autentica devoción. Y los demás, quietos y expectantes, se quedan en sus sitios. Los soldados caídos siguen siendo lastimados por el poder de la muerte.
- Has despreciado a mi mensajera y has dudado de mi palabra Leopold – inquiere molesta. La muerte se voltea para observar a sus acompañantes – Por ello no quería intervenir. No merecen mi ayuda, ni siquiera merecen su esfuerzo. O nuestra presencia.
- Comprendo mi señora –responde sumisa y con gran pleitesía la mujer. – solo pido, mejor dicho pedimos su benevolencia. Solo eso mi señora, nada más. – la diosa mira al hombre, el cual agacha la cabeza con humildad.
- Así es dama nuestra, solo su generosidad magnánima. – cuanto respeto y admiración hay en su voz.
- Así será entonces – la voz de la muerte se eleva para que todos los presentes escuchen con claridad lo que tiene que decir.
- Vinimos solo para sustentar las palabras de esa mujer- señalando a Lady Fionna- Merece nuestra protección porque habló con la verdad. Tal cual yo se lo indique. – un revuelo se alza ante estas palabras. Como es posible que Fionna una guerrera se encuentre bajo la protección de la misma muerte. Mas la mirada de los acompañantes de la diosa los calla.
- ¡Clanes su tiempo se acaba! – murmullos se levantan con rapidez ante lo dicho, mas una mirada inflexible de la mujer y callan. – una fuerza mayor que ustedes sé esta levantando de las entrañas de la misma tierra y tomara con fuerza este mundo. Si lo entienden bien sabrán de lo que hablo y de quienes hablo. Y ustedes divididos no podrán sobrevivir. No lo tomen como una sentencia, sino como una advertencia que me digno ha avisarles. Si no supiera yo lo que es la caída de grandes imperios, reinos antiguos como el tiempo y clanes de gran ascendencia. Escuchen bien, en sus manos se encuentra su futuro, solo en sus manos manchada de sangre y miseria encontrarán la misericordia y la razón para sobrevivir. Por decisión unánime ningún dios intervendrá en esta lucha, su lucha. De la misma manera que les pasa a ustedes efímero hombres creídos, nuestro tiempo sé está acabando, agotando como la vida misma de ustedes los mortales, dejaremos de existir y ya pronto solo será un recuerdo que estará latente en la naturaleza misma y su mente débil, Nos volveremos solo una evocación derrochada. Una historia manchada de exageraciones, de palabras bonitas, pero sin la verdad, realidad y finalmente, yéndonos al olvido, nos hundiremos como está predicho, y solo seremos sustentados, tal vez y si acaso, por pergaminos que nos mencionarán aleatoriamente y nunca podrán ser comprobado. Nuestra hora y las de los Regentes llegará a su fin– la dama calla.
- Y entonces ¿porqué nos estas diciendo esto? Si no piensan intervenir – se manifiesta el sacerdote con un dejo de atrevimiento en su voz. La muerte lo mira malhumora y el hombre en el piso inicia a chillar desesperado de dolor. Un movimiento de la mano del acompañante de la muerte y los labios del sacerdote son cosido con hilos para silenciar los gritos que profiere. La muerte mira el recinto con cierta irritación.
- Estoy aquí, hoy, ante ustedes, seres inferiores, para cumplir una obligación que se pactó hace muchas lunas atrás, antes de que ustedes siquiera fueran concebidos en los úteros fértiles y podridos de sus antecesores.
- ¿Qué pacto! – piensa la cazadora de sueños al escuchar a la señora de su señora. También ha reconocido a la mujer que yace postrada, enfrente, en el piso. – Helena. ¿Qué está pasando aquí?
- Yo siempre cumplo la palabra dada, mi palabra dada. Es por ello que estoy aquí, hoy, ante ustedes cumpliéndola. No sean tan vanidosos seres inferiores, efímeros hálito de aire desperdiciado; esa es y será su real perdición y no la falta de valor, clemencia, coraje, lealtad, astucia, misericordia como muchos de aquí piensan, seres tontos. Solo estoy aquí por ellos y el pacto que han olvidado. Recuérdenlo.
- ¿Pacto! – Fionna acaricia preocupada la idea que su mente formula. A su espalda Stefan observa silencioso lo que acontece. Ladea un poco la cabeza a la izquierda para observar mejor a los aparecidos en el salón. Nota que Errol igualmente está vigilando cada movimiento de los surgidos de la nada.
- Pacto que se consagró con la sangre de inocentes hechiceras que fueron difundidas sobre la tierra seca, mustia; los corazones indómitos de los guerreros sacrificados en las fieras acometidas; las almas cándidas de los clanes perdidos, de los clanes en el olvido, exiliados por su propia voluntad, dejado atrás por el tiempo mismísimo; que cayeron como valerosos guerreros en las batallas que enfrentaron sin miedo, que sacrificaron su futuro propio por el futuro de los clanes actuales, guerrera valerosa – escucha con nitidez en su mente Fionna. El mensaje es solo para ella.
- ¿No tienes idea de lo que hablo, verdad pequeña hija prodiga y venturosa? Jajaja. No te tortures con esa pregunta absurda que tienes clavada fiero puñal en tu mente. Tu adora hermana tampoco tiene idea de que pacto habla mi señora la Muerte y eso que ella es una de las fieles sirvientes de la Ama del Sueño y Pesadilla. – la habitación ha desaparecido para Fionna y solo puede ver a la mujer que yace de rodilla detrás de su señora mirada al frente, y esos labios que no paran de hablar. Cabello negro ondeando sombrío contra el aire que no pasa por la habitación. Traga asustada, algo pasa en su cuerpo firme, en su mente inquebrantable. Y teme.
- Sin embargo, ustedes dos estuvieron, allí, cuando se pactó. ¿Lo ha olvidado Reina Elizabeth? – burla ahí en esa voz que habla y habla sin parar dando una respuesta inesperada. - Fue usted misma quien vertió su sangre sagrada sobre la piedra de sacrificio y cedió su vida sin pensarlo dos veces para que su prole pudiera vivir y crecer. - Un ligero temblor se apodera de su cuerpo al oír como la llama. Algo primitivo se remueve en su mente, y no es miedo, es algo mas profundo: un recuerdo apresado con puño hierro, dejado en el olvido. Da un par de pasos hacia atrás, quiere huir, alejarse de ahí, y choca contra el fuerte pecho de su guardián, quien la mira preocupado al ver la cara de pánico que ensombrece el rostro de su señora. Nadie mas en la estancia se ha percatado de lo que le sucede a la mujer.
Helena de pronto mira fijamente a Fionna y sonríe discreta al verla retroceder asustada. Stefan se da cuenta del gesto de la mujer, sus cejas se juntan un poco en señal de molestia por no saber que está pasando. Su señora Fionna no es ninguna cobarde. Lo sabe muy bien, él que la vio levantarse de la misma muerte y acabar con esos demonios poderosos. Que la ha visto pelear con sus hombres hombro a hombro para no perder terreno. Pero al mas fuerte alguna vez en la vida algo lo hace retroceder. Comprende. Toma por la cintura a Lady Fionna y la saca de la estancia sin que nadie sé de cuenta, o eso es lo que él cree, mas Errol lo observa todo.
El salón en silencio permanece. Todos expectantes sobre los movimientos de la muerte. Un tronar de sus dedos y los soldados bajo su poder quedan liberados. Demasiadas interrogantes hay en el ambiente. Y porque no decirlo miedo, asombro y espanto.
- Pienso dejar entre ustedes a dos de mis fieles servidores. – no es un ofrecimiento, es una orden. Su voz poderosa no permite replica - Ellos lo ayudaran en lo que puedan.
- Helena – la mujer da un paso adelante y ejecuta una reverencia para su ama.
- Michael – el hombre, de rodilla, le besa la mano en señal de despedida a su señora. Y desaparece.
El Lord Slytherin se levanta con aplomo y queda al lado de su abuela querida, que mira aun sin creer lo que sus ojos ven. Las personas que se encuentran en el salón no han salido de la estupefacción que se prende como lapa sobre su mente confundida. Algunos tienen miedo de moverse. Los aparecidos miran todo lo que sucede, su rostro adornado con una sonrisa ladina. Tomando la palabra el ahora Lord Slytherin habla-
- Regentes, Loores, Consejeros, sacerdotes por los sucesos acaecidos tomaremos un receso hasta el día de mañana en la mañana cuando se reanuden las secciones faltantes. Disponen del castillo para su uso. – con delicadeza toma la mano de su abuela.
- Caballero Michael, Dama Helena podrían seguirme por favor. – ambos asienten y lo siguen. Errol al final cierra la escolta. Salazar mira por ultima vez el salón y ve a Lady Rowena siendo arrastrada por Lady Hufflepuff hacia la salida contraria. Las puertas se cierran.
Recorren una serie de pasillos y escaleras hasta que llegan a un recinto, donde las ventanas dejan filtrar la luz del sol brillante del medio día que inicia a caer lentamente. Adriana entra de primera por las puertas de roble, con su traje revoloteando a su paso con la gracia de una mariposa encantadora. Lady Helena y el Caballero Michael le siguen con la exquisitez que le da lo etéreo, toman asiento sobre un mullido sofá que yace en la habitación. Salazar Slytherin con su paso decidido entra al lugar seguido su Guardián Errol, quien deja apostado a dos guardias en la puerta para que no sean interrumpidos. Las puertas de roble macizo se cierran con un pesado golpe.
- ¿Qué está pasando? – cuestiona sin miramiento el Lord. Su mente no le permite aplicar la diplomacia que requiere el caso.
- Lo que escuchó claramente en el gran salón, Lord Slytherin – responde clara y sin cortesía la mujer.
- Sabes que no me refiero a eso. Helena – irritación suena en su voz ante su respuesta sin sentido o mejor aun sin respuesta a su pregunta.
- Sé a que te refieres muchacho, y sugiero algo mas de respeto – Salazar esta por responderle, mas la mano sobre el hombro lo detiene, es su abuela.
- Discúlpelo Lady Helena su juventud no le permite saber como tratarla realmente – manifiesta la mujer con humildad.
- No es necesario tanto formalismo Adriana, nunca lo tuvimos mientras estuve vivo. Lo mismo para tu Helena. – Michael interviene – y sí, somos nosotros de verdad querida amiga – leyendo el pensamiento de la mujer.
- Entonces ¿porqué no vinieron mas temprano, Hubieran evitado tantas masacres – reclama la anciana molesta al recordar los sucesos pasados, en especial la muerte de su esposo.
- Porque tenia que pasar así – respuesta contundente – uno no puede hacer lo que quiere, sino, lo que tiene que hacer – firmeza en la voz de Helena.
- Disculpen que intervenga – es Errol desde su solitaria esquina - ¿Cuál es su real papel en el conflicto que se aproxima en el futuro?
- Seremos guías – Helena responde.
- ¿De quiénes?
- De los nuevos regentes – Michael contesta, ha observado los movimientos de Errol y lo ha reconocido con uno del clan de los McColt.
- ¿Qué! – salta Salazar al escuchar las palabras dichas.
- Sí, Sasha Boisauvage por el Norte, Godric Gryffindor por el Sur, Rowena Rawenclaw por el Este, y tu Salazar Slytherin por el Oeste. – Salazar se queda en una pieza al escuchar el nombre de Rowena en la lista de lideres y más por el regentado bajo su cuidado, el Este.
- Los entrenaremos en varias disciplinas de importancia; los formaremos como lideres, ya que al final los soldados y el pueblo en general siguen son los lideres.
- ¿Qué pasará con el concilio? – interroga la anciana.
- Será firmado y ratificado por todos los clanes, tendrás tu preciada paz entre los magos. Así sucederá, lo indica la línea continua del tiempo.
- Esperen un segundo. Mencionaron el nombre de Rowena Rawenclaw como la regente del Este, que yo sepa Rawenclaw no lo es.
-¿Salazar le preguntaste a tu abuela sobre Rawenclaw cómo te indiqué la ultima vez que nos vimos?
Adriana notablemente palidece ante las palabras de Helena. Se imagina la tormenta que se avecina cuando Salazar sepa la verdad sobre Rawenclaw. Errol nota los movimientos nerviosos de su señora sin saber que está pasando.
- No lo hice. – Michael curioso mira a Salazar, y de pronto cae en cuenta que su nieto siente algo por la chica Rawenclaw. Y comprende la debacle que está a punto de formarse. Mas Helena sabe lo que siente su nieto por la joven y continúa sin importarle el precio que Salazar y Rowena tendrán que pagar sin saber realmente porqué.
- Ah, ahí está la respuesta a tu pregunta. Lady Rawenclaw, es en realidad Lady Rowena Schawarzerbär Meed, hija del Regente Schawarzerbär del Este y la Dama Meed portadora de la Vengadora, Salazar.
Y el mundo entero cayó sobre sus hombros. A veces, la verdad pega tremendamente duro en los corazones frágiles y así había sido. La mirada molesta de Salazar se ensombreció. Y el latir rápido y alterado se volvió errático y sin sentido alguno. El frío sudor vistió el pálido cuerpo Desplazó su mirada sombría hacia donde se encontraba su abuela. Ella, lo sabía. Ahora se da cuenta. La anciana no puede mirarlo y quita su rostro ajado con angustia en el alma. Errol traga despacio al comprender lo que pasa en verdad.
- ¿Qué has dicho? – voz en vilo - No puede ser, hermana del mal nacido que me intentó destruir.
En el exterior, el sol, magnánimo señor del firmamento, se extiende espléndido en su dominio, a través de los grandes ventanales del gran salón se filtra llevando su maravillosa luz al lugar. Nubes discretas cubren puntos definidos y la brisa del norte, algo gélida, se pasea entre ellos aliviando ligeramente la tensión. Afuera, en el patio, las risas alegres y llena de vida de los pequeños niños, inconscientes de lo que sucede, alivian el ambiente.
- Creo que es mejor que te sientes, hay bastante para hablar muchacho. – y así lo hizo – Primero que todo, ella no sabe que es hija de Schawarzerbär. Así que no la culpes de nada, de aquí, de entre nosotros, es la más inocente de todos. – Helena toma la palabra.
- El destino guió a Rowena a la conclusión de una lucha encarnecida, que nada tiene que ver, realmente, con ella desde que fue entregada a la mujer que la crió como su hija propia. La madre desesperada por sacarla de todo lo que veía para el futuro de su hija, para protegerla, esa magnifica y sufrida mujer, la entrego sin pensarlo dos veces. Sin embargo, el destino se encargo de colocarla nuevamente en el camino que fue trazado con sangre y odio sin sentido, junto a las personas que pueden considerarla como su enemigo, por un linaje sanguíneo, por un apellido que no reconoce como suyo propio, y no por quien es ahora. Que sea hija de Schawarzerbär, no indica que sea igual al padre y que tengas las enseñanzas del padre. Simplificando lo dicho, Rowena nació en el castillo y por orden de su madre moribunda fue sacada y criada por la partera Rawenclaw. La partera le tomó un profundo cariño y la cuidó, educó como si fuera su propia hija.
El rostro oculto detrás de las manos apoyadas sobre las rodillas se levanta con abandono. Entrelaza las manos y observa a su abuela. La mujer nerviosa juega con un pañuelo.
- ¿Tú lo sabias abuela?
- Era una suposición sin confirmar, Salazar – respondió después de un rato, la voz temblorosa se apaga.
- Rowena no lo sabe¿se lo piensan decir?.
- Así es. Yo se lo pienso decir – manifiesta el hombre, mirándolo con comprensión.
- ¿Cuándo?
- Cuando sea necesario.- Silencio.
- ¿Tu nombre es Errol del Clan McColt? – interroga la mujer
- Sí, soy del Clan McColt.
- ¿El castillo de Hogwarts está aun en pie?
- Sí señora.
- Y es protegido aun por la dama del lago y protectora del Dragonheart
- Afirmativamente. Mas soy yo el protector del Dragonheart, ahora.
- Perfecto, quiero que envíes a dos mensajeros al castillo ordenándole al señor que lo prepare para nuestro llegar, infórmale que le doy solo un mes para ellos. – Errol asiente – te puedes retirar.
- Con su permiso Lady Slytherin – se despide una vez que la anciana le concede el permiso.
Salazar se levanta y se retira de la habitación sin despedirse. Las austeras figuras quedan en la estancia. Lady Adriana sentada en el sillón lo ve partir con el corazón entristecido. Helena se acerca y le pasa la mano sobre el hombro para animarla.
- No pudiste ser más discreta, o ser menos inflexible al decirle quien es ella. – recrimina.
- ¿Porqué hacerlo Adriana? – ironía en su voz – tarde o temprano se iba a dar cuenta, acuérdate que no se puede tapar el sol con un dedo. En estos momentos, es necesario hablar con la verdad. No hay cabida para la piedad, dolor o compasión.
- Ya, ya. No es tiempo de pelear sobre las cosas ya dicha, mujeres. Adriana ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que nos vimos.
- Demasiado diría Michael. Ochenta o noventa años, no. Si mi mente vieja no me engaña.
- Noventa y siete años para ser exactos - manifiesta Helena.
- Mucho tiempo, toda una vida.
- ¡Recibieron a Lokë?
- Claro que sí. – informa Michael al tiempo que de entre sus prendas saca un papel doblado. – esto es para ti.
Temblorosa toma el papel entre sus manos. Un par de lagrimas saltan de sus ojitos tristes al reconocer la letra de su amante muerto. Lo abre con la certidumbre que la ultima carta que recibirá de su amado.
Mi dulce flor blanquecina de verano: Solo deseo que sepas lo mucho que te amo y extraño aquí a mi lado. Supongo que el vació que siento ahora en mi corazón lo debes sentir tu también.
El perder la esperanza de volvernos a ver es lo peor que puedes hacer. No desesperes por favor y no cometas ninguna estupidez como matarte para estar a mi lado, tu tiempo pronto se acerca y podremos estar nuevamente juntos, ahora si por la eternidad. Te lo prometo y te prometo que te iré a buscar.
No te molestes con ellos, sobre todo con Helena. Le vas a encontrar bastante cambiada, pero sigue siendo la misma testaruda y apasionada mujer que tanto amaste y apreciaste mientras vivió. Estoy seguro que ya iniciaron los roces entre ustedes dos. Como si no te conociera yo, mi flor de genio.
Amor, los tiempos que se aproximan para ustedes, será tiempo de mucho cambio y sobre todo violencia desmesurada. Temo que la vida como la conoces cambiara tan radicalmente, que lo deseado con tanta ansia no será lo que recibamos al final como recompensa a los sacrificios realizados. Y eso me aterra. Me aterra el no estar a tu lado y poder consolarte y cuídate como es mi deber.
Sé que sonará egoísta, pero necesito que cuides por mas tiempo a Salazar, el te necesita como no tienes ideas. Creo que serás la única capaz de controlarlo, por ahora, hasta que llegue la indicada y sé que ya llegara, por no decir que ya ha llegado.
Solo pido que no te desanimes, siempre estoy a tu lado mi amor.
Siempre seré tuyo al igual que mi corazón.
Lokë
Los pasos resuenan contra las paredes, son molestos, e increíblemente precisos. Los cuadros silenciosos observan pasar al regente heredero. De pronto se detiene. Por la ventana se percata de la presencia de Fionna y Stefan. Los observa hablando en una esquina del patio de armas. Le llama la atención la palidez de la mujer y el rostro preocupado del hombre. Retoma su camino. No le incumbe lo que hablen, tiene cosas más importante de que preocuparse.
Sus piernas lo llevan a su refugio. La torre norte del castillo. Por el rabillo del ojo, ve como Errol se acerca con paso veloz.
- Lord Slytherin – llama
- Errol no estoy de humor para hablar contigo en este momento. – indica sin darse la vuelta.
- Tenemos que hablar de lo que está sucediendo. – el rostro del guardián muestra lo agotado, cansado que está.
- Si hablaremos, pero no ahora. Vete a cumplir lo que pidió la Dama.- ordena.
Sin espera alguna palabra mas del guardián entra por la puerta y cierra dando un fuerte portazo. Dejando claramente entendido que no desea interrupciones de ningún tipo. Errol no le queda mas remedio que resignarse. Las relaciones entre ellos dos no han andado bien en estos últimos meses. Solo hablan lo necesario y cuando es necesario. No hay la vieja camarería que siempre le había enorgullecido. Los tiempos, así como la vida misma, ha cambiado entre ellos.
Da media vuelta e inicia a caminar. Sin darse cuenta, guiado por el subconsciente, sus pies lo llevan enfrente a la puerta de su amada. Suspiro extenuado brota de los labios tibios del hombre. Golpea un par de veces y entra a la habitación.
Ahí, la ve sentada, junto al ventanal, mirada ausente en el hermosos paisaje de primavera. La ve acariciarse la barriga de veinticuatro semanas tiernamente y al mismo tiempo con tristeza. Frey a los pies de Naira descansa con placidez.
Errol se acerca, un tierno beso, en la frente, le planta. Naira sigue observando ausente el paisaje. Parpadea un par de veces, lo reconoce, le sonríe alegre de verlo.
- ¡Hola amor!
- ¡Hola Errol! – contenta saluda
- ¿Cómo te encuentras? – sobre el brazo del sillón se sienta, la atrae contra su cuerpo, besa con avidez esos labios cereza que le atraen como el primer día.
- Mucho mejor ahora que estas aquí. – toma entre sus manos, esa mano fuerte y grande que mas de una ocasión ha estado manchada de sangre, esa mano delicada que la salvó de la muerte, llena de bondad, de amor y la besa con devoción.- Sabes, tengo mejor movilidad en la rodilla izquierda. Creo que después de dar a luz podré cabalgar sin problema.
- Eso me alegra. -
- Algo paso en la reunión. Te noto preocupado
- Si, pasó que la muerte en persona se presentó.
- Dioses. ¿Qué quería ella?
- Solo dar una advertencia sobre el futuro, del futuro de los clanes. Y según ella estamos fritos, acabados, no tenemos realmente un mañana. Y el que tenemos no pinta muy bien, está en mano de los regentes.
- Entonces no es tan malo. Ellos sabrán como solucionar los problemas que vendrán. Ven no te agobies por algo que no puedes solucionar.
- Dejó a Helena Stanwall y Michael Slytherin.
- ¿Qué dijiste?
- Que dejó a Helena Stanwall y a Michael Slytherin. Son vasallos de ella, de la muerte. Los dejó como guías de los regentes para darles concejos y esas cosas. – de la mesa toma la manzana y la inicia a comer.
- ¿Con qué propósito?
- Un viaje de entrenamiento al castillo de Hogwarts. Dentro de unas semanas partirán a entrenar.
- ¿Partirán? No piensas ir. – y al final de las apagadas pupilas el fuego inicia a renacer con intensidad. Errol sonríe con esperanza, por primera vez, de recuperar realmente a la mujer que ama.
- Lo más posible es que no iré, Salazar no desea estar cerca de mi persona. Y eso es mas que notable. Lo recomendable será que Ewan sea quien vaya en mi lugar. Creo que es lo conveniente para todos. Ewan tomará ya su posición al lado de Salazar como su guardián principal, Salazar estará tranquilo y podrá concentrarse en el entrenamiento y yo estaré a tu lado. No pienso volver a alejarme de ti.
- ¿Crees que ese niño está listo para tomar la responsabilidad de la vida de Salaza? No es muy temprano e injusto con el chico. Está bien que sea alguien inteligente y aprenda rápido. Pero pondrás la vida y seguridad de Salazar en sus manos ¿es lo más recomendable?.
- Creo que Ewan está mas que preparado para tomar el cargo. Él juzgará como actuar en las situaciones que se le enfrenten en el futuro. Además, van a ir al castillo de Hogwarts, y ahí hay alguien que lo terminará de entrenar mucho mejor. Acuérdate que está mi maestro y el maestro de Stefan. Ya todos mis conocimientos se los he pasado, es tiempo que aprenda más.
- Verdad, se encuentra tu maestro.-baja la mirada, sus manos con delicadeza toman las de Errol y saca a la luz una decisión que ha meditado a conciencia.- Errol, quiero quedarme con el pequeño. – dice. Errol la mira – déjame terminar por favor. – Asiente el hombre – siento que el pequeño no debe pagar los pecados del padre, y ahora sé que no soportaría dejarlo con alguien para que lo cuide, mucho menos abandonarlo.
- Es tu decisión¿no lo dices por lo de Saxen?
- Es mi decisión, no quiero dejarlo. Por favor comprende mis razones.
- Amor, está bien. Sabes que te amo, y el pequeño que llevas, es verdad que es del imbécil ese, pero al mismo tiempo tuyo, y eso para mí es lo más importante de todo. Es un pedazo de ti. No te preocupes lo amaré como te amo. Como sí fuera hecho de nuestro amor. Tu felicidad es mi felicidad.
- Oh Errol, gracias, gracias- abrazándole con efusividad.
- No me des las gracias. Amor acuérdate que somos uno.
Desde el ventanal en que ellos dos se encuentran se observa en esplendor la belleza de los jardines de la Emperatriz del castillo. Los hermosos colores de las flores y arbustos se mezclan con la armonía y gracia que un pintor aplica en su obra maestra, verdes, rojos, violetas, azules, amarillos, grises, naranjas, todos mezclados dando paz al ambiente y extasiando la vista de los moradores del castillo.
En la parte más distanciada de los hermosos jardines, bajo la sombra un frondoso árbol, Lady Fionna y su guardián Stefan se encuentran sentados. Fionna recuesta su cabeza sobre el hombro del guardián con gesto fatigado y descansa el cansancio que la acompaña. Stefan, fiel guardián, vigila que nadie se aproxime e interrumpa el momento de paz que disfruta su señora.
- Stefan¿te puedo preguntar algo? – Lady Fionna ahora respira con mas tranquilidad.
- Sí mi señora – un pequeño pajarillo se posa en la rama, los mira curiosos. El pánico que Stefan vislumbró dibujado, en el gran salón, en el rostro de su señora, ya no se encuentra. Mas no comenta nada sobre ello.
- ¿Sabes quién es la Reina Elizabeth? – las nubes pasan con lentitud desesperante sobre el cielo claro de primavera. No hay brisa, y no es necesaria, no hay calor. Pequeñas aves planean tranquilas por la inmensidad de ese cielo.
- ¿Qué yo sepa? Ahora mismo, nadie en los clanes tiene ese nombre.
- No, mas atrás, tu sabes en el pasado. – deseosa de saber la respuesta de su acompañante. Sin percatarse y con la libertad que se tienen los amigos, se encuentra acostada, con la cabeza sobre el muslo del hombre. La mano del hombre posada sobre el abdomen de la mujer se encuentra y ella la protege entre las suyas. Cuanta tranquilidad se respira en el ambiente.
- Hubo varias reinas con ese nombre, unas buenas otras malas. – menciona -¿Porqué pregunta? – mirándola al rostro. Pequeñas pecas al sol y un flequillo molesto sobre los ojos - Está relacionado a lo que sucedió hace un momento en el salón. ¿No es así?
- En efecto, no se te escapa nada, verdad amigo. – sonríe, se lo permite.
- No puedo, es mi deber protegerlas, protegerte. – él también sonríe con la complicidad del inocente.
- Lo sé, lo sé. – la observa esperando que le cuente lo sucedido - Estaba observando a la mujer que llegó con la muerte y de repente inicio ha escuchar una voz en mi cabeza. Lo único que recuerdo es el nombre de la reina, Elizabeth. Era como si me hablara solo a mí. Y quiero saber quien es esta reina. Algo dentro de mí necesita saberlo.
- Si quiere puedo hacer averiguaciones.
- No, investigaré en la biblioteca. La que ahí aquí es bastante completa. Y Stefan ni una palabra de lo contado, no tengo ganas de estar respondiendo preguntas tontas. Si pregunta mi hermana dile que me sentí mal.
- Si eso quieres hacer, así será.
- Gracias amigo.
Sentada sobre la silla amplia, Helga Huffelpuff se encuentra. Mirada perdida, dolor trasmite a quien la observa al pasar. Su corazón roto se encuentra desde aquella noche en que vio a su amado beber la poción esa. El tiempo benevolente ha pasado, ni aun así no se recupera de su perdida. Su alma, su mente trata de comprender el porqué del rechazo recibido.
Las cortinas ondulan con gracias. La brisa pasa ligera, alegre y se entristece al ver a la mujer tan doliente.
Sobre su regazo, un libro viejo, como el mismo tiempo transcurrido, descansa. Paginas impías, ajadas, llenas de hechizos prohibidos, peligrosos, mortales, le revelan algo que ya sabe, mas no quería aceptar. Le muestran verdad, sin flores, sin red. Es irreversible, el hechizo es irreversible. Su ultima esperanza ha muerto ante sus ojos inocentes.
Lady Helga ignora el baile que el sol con la luna danza para aliviar su dolencia. Sombras impetuosas y luces apagadas se mueven agónicas, esbeltas en el atardecer.
Solo la respiración pausada se escucha en el lugar. Con rabia se limpia el rostro rojo de tanto llorar. Vacío el corazón late por deber y no por deseo propio. Manos apoyadas en la cabeza, juegan con descuido entre su rubio cabello.
Levanta la mirada herida. Y observa el patio, lo ve trabajar. Tan tranquilo, tan ajeno a su dolor.
- ¿Porqué¿Porqué lo hizo¿Porqué lo hiciste?
- No soy lo suficientemente buena para pelear por mi amor, por mí, por estar aquí, al lado mío. Obviamente no lo soy. Jugaste con mi corazón Ion y vas ha pagar muy cara tu osadía, tu ofensa. Por qué yo sí te amo, mejor dicho te amé y de manera sincera, no sabes cuanto. Hubiera dejado mi legado, todo por ti y por estar a tu lado olvidaría quien soy. Yo, hija de un terrateniente con obligaciones y responsabilidades, con un pueblo que liderar y cuidar. Todo lo hubiera dejado, todo... por ti. Pero me has traicionado al dejarme sola y aquí, estoy llorando la traición que cometiste sin pensar en mi, en preguntarme lo que sentía al respeto. Será está la ultima lagrima que derrame en tu honor amado mío.
- Me observarás todos los días, me vigilaras como tu deber indica y estaré a tu alcance. Cerca, tan cerca que mi esencia olerás, y en tu cara reiré, lloraré, me regocijaré, odiaré, amaré, temeré, confiaré, seré feliz y me verás amar a otra persona, mas no me tendrás entre tus brazos. Sabrás que fui tuya un tiempo, mas no regresare a ti nunca.
- No, no pienso regresar a ti, no volveré a pensar mas en ti nunca más. No voltearé a mirarte con cariño, ardor, pasión, ni admiración, sino con desprecio, y animadversión, y dolencia, y enemistad. Porque la espina de tú traición qué clavaste sin miedo alguno, que hiere mi corazón en lo profundo, ese dolor que dejaste, se convertirá en nada. No sentiré nada por ti, ya no más. Porque me traicionaste. Traicionaste lo nuestro. Mi amor será espuma de mar y se ira al cambio de las mareas para no regresar.
- Y tal vez, en el crepúsculo de mi vida, ó será de la tuya amor. Yo volveré la mirada para ver atrás, y te recordare como te vi la primera vez. Hermoso, mi expresivo niño de marfil.
- Y te lloraré como nunca te lloré, después de está promesa. Lagrimas de sangre serán las que limpiarán el pecado que cometí al amarte.
- Volveré a amarte como te amo ahora, de manera pura, de manera dulce y apasionada. Fiel me entregaré a tus roces prolongados sobre mi cuerpo. Beberemos del elixir de la vida de manera golosa.
- Y seremos libres para volar donde queramos, juntos al fin, en nuestro ocaso Como la ultima águila arrogante que vuela salvaje en el horizonte moribundo.
La puerta de la habitación se abre. Es el padre de Helga quien entra a la pieza. Por la ventana se ve al sol ocultarse en el horizonte oscuro.
Desde la puerta observa a su niña amada, tan serena, tranquila, igual que aquella vez en que su madre murió; la mirada triste del rostro se ha ido, solo hay resignación, aceptación. El cansado corazón del viejo se regocija, sabe que su nena a iniciado a sanar.
- Helga – llama con dulzura.
- Sí padre – sonríe sincera por primera vez en mucho tiempo.
- Pronto la merienda estará lista y quisiera que me acompañes.
- Claro padre, con gusto te acompañare. Es hora de volver a vivir. – susurra lo ultimo.
La doncella presurosa sirve con cuidado la bebida caliente sobre el vaso. Una vez que termina se retira de la presencia del Regente del Sur y su guardiana. La mesa para dos, servida se encuentra. Deliciosos manjares ostenta.
La mujer bebe complacida la bebida. El regente también satisfecho come algo de lo servido.
- Godric quiero presentarte a alguien – indica la mujer. En su mano una manojo de uvas rojas porta. Una a una la disfruta.
- ¿A quién? – Curioso de saber.
- Quien te salvó. – manifiesta, un sorbo le da a la copa.
- ¿Está aquí¿En el castillo? – emoción embarga la piel.
- Sí, desde el día que te trajeron – revela confidente.
- ¿Has hablado con él¿Cómo es¿Por qué no me lo han presentado¿Sabes su nombre, gustos?
- Es ella, y se llama Saxen Rivers.
- ¿La amante de Allen Schawarsebar? – impresionado ante el nombre revelado.
- En efecto. Espera, como la conoces, no te la han presentado.
- El día que llegue al campamento de Schawarsebar. -comenzando a recordar con dolor.- Solo llegue a verla un momento. Ella fue quien me salvó la vida.-concluyó.-
- Así fue. Según lo que me informo el guardián McColt, ella fue quien le dijo tu paradero y que no se iba a ir del campamento sin ti. La misma versión de los hechos que me relato McColt me la relato la mujer algo cohibida ante mi presencia.
- Una mujer muy valiente para desafiar a su señor por un desconocido.
- Efectivamente Godric. Es alguien especial. ¿Deseas verla?.- insiste ya que considera importante la reunión entre ellos dos, sabe que lo ayudara a sanar - Estoy segura que ella desea verte. Siempre está preguntado por tu salud.
- Sí Laura será agradable hablar con ella.
- Haré los arreglos pertinentes para que se conozca.
Fin del capitulo
