N/A: Lamento el retrazo pero es que tengo que pasar un examen, llamado BAC, que determinará si me graduó o no de bachillerato dentro de 2 semanas y me muero de nervios! Así que se podrán imaginar que ya casi no tengo tiempo para escribir. Lo siento mucho, de veras. Gracias por los 100 reviews! Disfrútenlo!
WP
Origen Desconocido
Capítulo 11: Ella no dijo adiós
Mamá ha estado muy triste últimamente, y la entiendo: Kagome no ha regresado del otro mundo, lleva un mes sin ni siquiera dar una señal de que se encuentra bien. Yo también estoy preocupado, he tratado de todo pero nada funciona, no puedo ir a buscarla e Inu-onii-san no ha venido de visita. No sabemos nada.
Souta miró desde la ventana de su hermana hacia la pequeña casa donde el pozo y único puente con el otro mundo reposaba en un oscuro silencio. El pensamiento de no volver a ver a su fastidiosa hermana al comienzo parecía placentero, hasta había comenzado a planificar lo que haría con la habitación de su desaparecida hermana, pero por supuesto ese sentimiento no duró mucho. Y ahora lo único que quería hacer era volver a escuchar las quejas y los sermones de su hermana. Sintió un peso en su pecho y sus ojos comenzaron a parpadear a causa de las lágrimas que habían comenzando a formarse en sus ojos.
"Kagome…" murmuró volteándose hacia la cama, recordando las muchas veces que había venido a su habitación cuando tenía una pesadilla. Kagome se despertaba tranquilamente al oír sus llantos silenciosos en la alfombra y le dejaba acostarse en su cama hasta que se calmara y retomara el sueño.
De repente, Souta se estremeció al oír un grito proviniendo del patio, instantáneamente se asomó y vio una figura familiar abrir la puerta corrediza de la casa del pozo. Se frotó los ojos, solo por si acaso. Pero la voz lo hizo real.
"Que asco! Como han descuidado el pozo esta lleno de polvo." se quejó Kagome mientras sacudía el polvo de su kimono." Miró alrededor y aspiró profundamente el olor de la comida casera, de los cerezos floreciendo y de la polución que hasta había llegado a extrañar mientras estaba en la era Feudal.
"ONEE-SAN!" gritó Souta desde la ventana casi cayendo. Kagome lo miró y lo saludó feliz de ver a su hermanito "Oi Souta no te vayas a caer me oíste!" exclamó preocupada, Souta solo pudo sonreír y asentar con la cabeza porque en un abrir y cerrar de ojos ya estaba corriendo por las escaleras y anunciando a toda la casa que Kagome estaba de vuelta. Rápidamente la pequeña familia, Buyo incluido claro está, salió al patio y se abalanzaron sobre la exhausta estudiante. La madre por supuesto fue la primera en abrazarla hasta sofocarla seguida de cerca de un abuelo llorando y alrededor un hermanito saltando de felicidad. Toda esta conmoción creo una duda en Kagome, como iba a decirles que quería regresar al Sengoku y, muy posiblemente, quedarse por mucho mas tiempo? Como iba a explicar la extraña atracción que sentía hacia el hermano mayor de InuYasha? Muchas cosas tenía que ser aclaradas, y que mejor lugar y momento para una larga charla que una cena en casa?
Kagome se sentó en su puesto de costumbre, ahora tenía puesto unos jeans y una camisa de tiras roja y sus músculos se había relajados gracias al baño caliente que había tomado en su tina.
"Entonces…" comenzó el abuelo mirando fijamente a Kagome "Porque tardaste tanto Kagome? Estábamos muy preocupados, sin mencionar que la secundaria no ha dejado de llamar queriendo una explicación por tu larga ausencia." La madre de Kagome la miró con enojo en sus ojos, por primera vez en su vida Kagome tuvo miedo de lo que fuese a suceder.
Souta tomó un poco de su bebida antes de exclamar "Acaso sucedió algo con Inu-onii-san?" Kagome lo miró un momento seriamente, no era el momento de hablar acerca de InuYasha y menos cuando ella estaba pensando en la mejor manera de presentar al nuevo youkai en su vida. 'Porque no pude enamorarme de un muchacho normal, que de preferencia viva en MI época?' pensó con exasperación, habían cosas de ella misma que no podía entender.
Kagome suspiró "Lo siento mucho, minna… Muchas cosas sucedieron mientras estuve allá, una cosa llevó a la otra y sin darme cuenta un mes había pasado." La madre se acercó a la mesa con un bol llenó de arroz y se sentó en su silla cerrando los ojos y tomando la cuchara para servir.
"Pues que bueno que hice mucha comida porque ahora nos puedes contar todo lo que sucedió." Comentó la sabia mujer llenado los platos de arroz, Souta miró hacia su madre extrañado y también asustado. Kagome miró la gran cantidad de arroz que le sirvió su mamá y no pudo impedir el suspiro que escapó de sus labios. Tal vez podía resumir todo lo que había pasado rápidamente.
Tomando un bocado de su arroz y un trago de su bebida, Kagome respiró profundamente y comenzó a narrar "Primero recibí esta daga de un herrero legendario," puso a Colmillo de Luz en la mesa para la inspección de todos, en especial del abuelo que comenzó a hacer pequeños "oh" y "ah"s.
"Al parecer fui elegida por el difunto InuTashou para utilizarla. Luego fui secuestrada por el hermano mayor de InuYasha, un youkai puro llamado Sesshoumaru." A la mención de InuYasha, Souta se acercó a su hermana tratando de imaginar la apariencia del hermano del hanyou. La madre solo la miró pero al darse cuenta de la simplicidad del relato no hizo ningún comentario sobre el secuestro.
"Fui nombrada sirvienta en el palacio de Sesshoumaru, esperando que él decidiera lo que iba a hacer conmigo, puesto que la daga ya estaba en su poder. Y finalmente hace dos días me dejó en libertad."
"Espera un segundo Kagome." interrumpió la madre mientras se levantaba a buscar el resto de la comida "No es que te había secuestrado? Me parece absurdo que te secuestrado y que te dejara en libertad simplemente." En ese instante, recordando los eventos de esa específica noche Kagome se sonrojó y bajó la mirada a su plato.
"No fue tan simple…" comenzó a explicar la muchacha "Pero el hecho es que ahora estoy aquí…"
"Y que piensas quedarte no es así?" prosiguió Souta tratando de completar la frase de su hermana, pero esta bajó de nuevo la mirada, un silencio se formó en el ambiente familiar hasta que el abuelo lo rompió.
"Estas pensando en volver al palacio?"
"No lo sé."
"Souta ya terminaste no es cierto?" preguntó la madre mirando a su hijo, Souta sobresaltó, había esperado la respuesta de su hermana. Nerviosamente miró su plato vacío y asentó levemente con la cabeza.
"Entonces ve a hacer tu tarea, por favor, necesito hablar con Kagome a solas." explicó la madre mientras miraba a Kagome con una mirada penetrante.
"Pero que hay de jii-san!" exclamó furiosamente Souta mientras se levantaba.
"Bueno lógicamente…" el abuelo cruzó sus brazos y cerró sus ojos para más efecto.
"El también tendrá que ir a ocuparse mientras hablo con tu hermana." interrumpió de nuevo la madre retirando los platos de ambos, Souta y el abuelo.
"Como? Satsuki yo quiero ser parte de esta…" replicó el viejo mientras miraba preocupadamente a Kagome y luego a su madre.
"Es una conversación de mujer a mujer, por supuesto tu abuelo entiende la importancia de eso, verdad papá?" finalizó la madre mientras ponía los platos en el lavabo. El abuelo solo pudo mirarla con cierta tristeza mientras se levantaba de su silla, Souta lo tomó del brazo agitadamente llevándolo hacia su habitación para ayudarle con su tarea de historia del Japón. Cuando las voces y las pisadas de los dos hombres desaparecieron, Satsuki dejó el lavabo y se sentó nuevamente en su puesto mirando solemnemente a su hija.
"Kagome, quien es Sesshoumaru?" preguntó la mujer tomando su taza de té en sus manos.
Kagome la miró sospechosamente y respondió "Es el hermano mayor de InuYasha, él que me secuestró." La madre dejó la taza a un lado y en vez tomó las manos frías de Kagome y la miró seriamente a los ojos.
"Quise decir: Quien es él para ti?…" Kagome se sorprendió y cambió su mirada evitando los ojos de su madre "Kagome, ya eres toda una mujer, sé que ya los consejos de tu vieja madre no tienen mucho valor a esta edad. Pero te quiero decir que hagas lo que hagas piensa en las consecuencias: las buenas y las malas. No seas impulsiva, Kagome." La cara de Kagome se volvió triste, de alguna manera había esperado que su madre entendiese, que aceptase su decisión. Después de todo ella también decidió vivir en Tokio a causa de su padre.
"Si, mamá." afirmó Kagome sin sentimiento, pero la mano suave y cálida de su madre en su mejilla la hizo subir la mirada.
"Y hagas lo que hagas, tú sabes que yo siempre te apoyaré hija mía." La miko no pudo retener la sonrisa que se dibujó en su rostro y mientras le agradecía a su madre y le apretaba suavemente la mano esta retomó "Yo solo quiero que seas feliz, Kagome. Aquí, allá, en donde sea."
"Gracias, mamá." Agradeció Kagome mientras se levantaba y abrazaba a su madre, esta respondió a la caricia y anunció "Vamos, déjame ayudarte a empacar tu ropa y algo de comida." Kagome la abrazó nuevamente sollozando silenciosamente.
Ella había entendido, y no la quería retener, sabía que no podía aunque quisiera y al parecer este era su destino, su destino era vivir en esa época, luchar, salvar y cambiar vidas. Ese es el propósito de su existencia en este mundo, y nadie ni nada podía cambiarlo, ni siquiera ella misma.
Sesshoumaru inhaló el aroma mientras caminaba por el pasillo. Ya habían pasado 4 días desde que Kagome se había ido y no podía entender porque pero se sentía inquieto y preocupado. Esta era ya la tercera vez en todo el día que se dirigía a la habitación, el leve y dulce aroma no había desaparecido. Parecía como si ella misma hubiese impregnado el futón y los muros con su calidez y dulzura. Deambuló durante unos segundos por la entrada, su mente analizando, pensando y buscando, reviviendo esa última noche en que la tuvo en su presencia, en que la acarició tiernamente y en la cual había perdido el control de su propio cuerpo. Ya era evidente para él que no podía negar la existencia de un alma en Colmillo Sagrado, ni el hecho de que ese mismo espíritu había poseído su cuerpo y dictado cada acción… o más o menos.
El desesperó volvió a tomar forma y esta vez fue un puño que golpeó el muro del pasillo.
'Como pude perder el control?' se preguntó enojado con su cuerpo, con esta sensación: como si un agujero había sido cavado en su pecho. Su mente se nubló de nuevo con el perfume emanando de la habitación y sus piernas cedieron, haciéndolo caer sobre sus rodillas con sus manos a sus lados y la cabeza hacia abajo, su pelo plateado cayendo en frente de sus ojos dorados llenos de tristeza.
Ella.
Ella le hacía perder fuerzas, y ahora se encontraba hundido en una fosa de tristeza y agonía, su calor ya no era real, solo una vaga ilusión. Seguro el olor no era real, solo un recuerdo que su mente reproducía una y otra vez, torturándolo.
Ella se había ido.
"Kagome…" suspiró en el silencio del oscuro corredor. Pero su mente jugó de nuevo con su débil corazón y la voz de la mujer asechó sus pensamientos una vez más, una de tantas otras.
"Regresaré." Sus labios habían pronunciado. Y con esas palabras un rayo de esperanza brillaba en su corazón. Una vez, hace algún tiempo, su corazón no era más que una estatua, una caja dura y hueca, pero al pasar del tiempo se había transformado en algo suave, en algo cálido que latía alocadamente al tocarla y que dolía enormemente al dejarla ir.
Ambas sensaciones: dolor y felicidad, se turnaban la posesión de su inexperimentado corazón, y cada una era infundida con el pensamiento de ella, de Kagome, de la miko, la ningen, la mujer, la belleza. De un salto al otro, repetidamente.
De repente su visión se nubló de nuevo. 'Otra visión?' se preguntó mirando a su alrededor: lo único que podía distinguir era un bosque oscuro, él se encontraba en el medio de dos caminos uno a su derecha y otro a su izquierda ambos parecían idénticos pero algo los distinguía. Al involucrarse más en la visión, sintió un dolor agudo en el lado de su estómago y al tocarlo podía sentir una herida y sangre, mucha sangre. Sus labios murmuraban algo. Un nombre.
"Kaiya…" una mujer. E inexplicablemente un profundo miedo se apoderó de su cuerpo, enviándolo directamente al piso mientras se lamentaba y hundía su mano en la gran herida.
No. Debo volver. Debo ir. No moriré. No ahora.
Pensó frenéticamente olvidándose a si mismo.
"No puedo…!" sollozó llevando su cabeza contra la tierras húmeda, su cabello manchando con su propia sangre. Que estaba sucediendo? Que había sucedido? Acaso había cometido el mismo error?
Kagome. No podía ser.
Y de su mano temblorosa calló una daga, una daga negra con pétalos rojos en el mango, una daga que Sesshoumaru reconoció. La daga que él había buscado, que encontró al encontrarla a ella. Y al mirar detenidamente encima en el más pequeño borde se deletreaban unas letras que juntas creaban un nombre.
"Kaiya." Leyó Sesshoumaru aterrorizado.
El ya no era Kyujo, ahora él era un espectador mirando como una escena trágica se presentaba en frente suyo. Ahora podía ver como su antepasado agarraba la daga fieramente y la desenvainaba, el brillo del metal idéntico al que tenía la daga actualmente. Su cara estaba llena de cortes y moretones empapados por lágrimas que fluían como ríos por sus golpeadas mejillas. Su ropa no era más que un harapo destrozado y varios cortes sangraban en sus piernas y brazos.
Finalmente con decisión pero debilidad, Kyujo tomó la daga con sus manos temblorosas, su cuerpo se movía en vacilación, la sangre no parecía dejar de manar de la herida en su vientre. Sonrió tristemente y susurró casi mudamente.
"No cometeré el mismo error." Y hundió el filo en su pecho, sonriendo y llamando por última vez a la dueña de la daga.
En ese instante el bosque desapareció y Sesshoumaru se encontró de nuevo en el pasillo del palacio, una mano en su frente, su mente se revolvía tratando de procesar lo que acababa de ver. Y finalmente entendió. Había sido una promesa, algo que dejó pendiente en el momento en que la daga atravesó su corazón. Y hacía 4 días la misma escena se presentó, pero esta vez Sesshoumaru sabía lo que debía hacer, y de ninguna manera iba a cometer el mismo error.
Lentamente el taiyoukai se incorporó y miró al interior de la habitación, pero esta vez no sintió dolor ni tristeza, y esta vez las palabras de Kagome…
"Regresaré."
… lo hicieron sonreír. Porque ella no dijo adiós.
