Origen Desconocido
Capítulo 12: Un respiro
'Libros. Libros. Libros. Títulos. Resúmenes. Letras. Palabras. Pero nada acerca de mí, de mi vida pasada. He buscado en todas partes y todavía nada, algunos datos de la época pero por supuesto los manuales históricos no me sirven de nada porque todos niegan la existencia de los youkais y de su época de reino en Japón.'
Kagome mira a su lado en su pequeña mesa de noche junto a su cama. Las dos de la mañana exactas. 'Y yo no tengo sueño…' se queja mentalmente golpeando su cabeza contra su escritorio o por lo menos lo poco que no se encuentra cubierto de libros y manuales de estudio. Kagome había pasado la mayor parte del fin de semana estudiando para sus clases y por supuesto haciendo investigación: los rumores de pueblo en pueblo no la podían ayudar a entender las visiones de la vida pasada de Colmillo de Luz.
Kagome levanta la mirada y ve la laptop que su madre le había regalado hacía unos meses en el piso junto a la papelera. Sería poco decir que a Kagome no le agradan las calculadoras y las computadoras, para ella eran un estorbo que solo servían a interferir en los estudios, atontar a los estudiantes y también la fuente de entretenimiento de muchos pervertidos. Pero sus fieles libros no estaban sirviendo de mucho para recaudar información.
'Supongo que no hará daño que busque en Internet un rato.' pensó rindiéndose al poder de la tecnología. Tan solo le tomó unos 15 minutos para que apareciera en una página una enciclopedia de mitos y leyendas del Sengoku Jidei.
"Que? No puede ser!" y sí lo era una página acerca de las almas perdidas y su empleo en la confección de armas. 'Houjo-kun tenía razón se puede encontrar de todo en la Internet.' Un clic por aquí, otro por allá y nuestra querida miko había encontrado más información de la necesaria. Kagome se levantó y se cambió rápidamente, debía informarle de esto a InuYasha y a Sesshoumaru lo más pronto posible. Bajó las escaleras de su casa lo más cautelosamente posible y se detuvo momentáneamente en la cocina para tomar algunas sopas instantáneas que sin lugar a duda sus amigos del pasado agradecerían. En un instante la miko estaba saltando en el pozo y cruzando al pasado.
"Buenas noches?" preguntó llegando a la choza de Kaede. La anciana que parecía estar leyendo unos pergaminos bastante viejos le dio la bienvenida.
"Kagome-chan, que sorpresa no te esperaba, pasa adelante, siéntate." La mujer mayor cedió un puesto y se dispuso a servirle un poco de té y a poner de un lado los pergaminos que estaba leyendo. "Dime que te ha hecho venir hasta acá a estas horas?"
"Anciana Kaede me he enterado de una información muy importante acerca de las espadas y las almas que están encerradas en ellas. Necesito encontrar a Inuyasha!" la muchacha no parecía estar dispuesta a explicar todo con lujo de detalles. Su mirada reflejaba angustia y una preocupación que rara vez cruzaba sus ojos azulados y alegres. La anciana frunzo el ceño he inclinó la cabeza.
"InuYasha desapareció poco después de que te fuiste Kagome." declaró la vieja con tristeza.
"Desapareció? Pero a donde se fue? Y los demás?" preguntó Kagome con la mirada llena de incertidumbre. La mujer le explicó que se encontraban en una cabaña al norte del pueblo y que han decidido esperar el regreso de InuYasha antes de ir en la búsqueda de más fragmentos de Shikkon. Kagome se levantó de un golpe y se dirigió a la puerta. Tenía que hablar con sus amigos y encontrar a InuYasha lo más pronto posible.
"Kagome," la detuvo la palabra de la anciana "debes tener mucho cuidado. Los espíritus, esas visiones… no son…"
"Naturales. Lo sé. No es normal que las almas de nuestras espadas reaccionen de tal manera. El alma de una espada debería simplemente otorgar a su portador poder más allá del que tiene una espada ordinaria. Lo sé muy bien anciana Kaede…" explicó Kagome con la voz entrecortada, un nudo de angustia en su garganta.
"Por eso… debo encontrar a Inuyasha y a Sesshoumaru de una vez y descifrar el misterio de esos pasados!" y con eso salió de la choza y corrió hasta la cabaña en donde Shippou, Miroku y Sango reposaban.
Si ella no era capaz de encontrar sola a Inuyasha entonces ellos seguramente podrían ayudarla mientras que ella volvía con Sesshoumaru.
Rin caminaba por los pasillos atontada por el sueño, lágrimas en los ojos y una almohada apretada contra su pequeño pecho, caminó hacia la habitación de Sesshoumaru y se detuvo, abriendo con la poca fuerza de sus manos la enorme puerta. Sacó su cabeza por la apertura y miró alrededor, notó que la habitación estaba iluminada por el fuego de la chimenea y decidió aventurarse.
"Se-Sesshoumaru-sama?" preguntó un poco espantada por las sombras que el fuego creaba a su alrededor, justo como en las historias de terror que Jaken le contaba para asustarla por las noches. Finalmente reconoció el cabello aluminio de su protector cayendo desde la gran silla en frente del fuego y se apresuró hacia él, alejándose de los monstruos de la noche.
"Rin es muy tarde. Que haces despierta?" preguntó el taiyoukai levantándose de su asiento y posando el libro que leía en el brazo del sillón. La niña con ojos aguados lo miró y corrió momentáneamente hacia él y lo abrazó.
"Tuve un sueño muy feo!" exclamó Rin hundiendo su rostro en el yukata de Sesshoumaru. Su cuerpo temblaba y se podía escuchar como respiraba tras pequeño sollozos. El lord se arrodilló y con su cola la arropó y la llevó cerca del fuego.
"Con que una pesadilla," respiró Sesshoumaru sentándose y sentando a la niña sobre sus piernas. Si había algo que Sesshoumaru detestaba es ver a Rin asustada. Era algo tan extraño, esa niña no se había asustado cuando él le había gruñido y hubiese podido matarla, pero al parecer un simple sueño creaba otra reacción en la pequeña.
"Rin soñó algo terrible. Rin soñó que Sesshoumaru-sama…" Rin se detuvo un momento y se puso a llorar silenciosamente sobre el pelaje de su protector, "Que… Sesshoumaru-sama… se moría." Finalmente sacó entre lágrimas y respiros, se enterró más en el calor.
"No voy a morir."
Rin levantó su cara empapada en lágrimas para mirar los ojos dorados que la protegían.
"No lo haré." Volvió a decir el taiyoukai con una voz ligera y cálida diferente a la de siempre.
'Sesshoumaru-sama… ha cambiado.' Notó Rin mientras recibía el abrazo de Sesshoumaru. Su amo y guardián había estado muy callado últimamente, siempre encerrado en su estudio ocupado. Casi nunca cenaba con ella. Pero algo, en cada instante que podía compartir con él, la llenaba de una calidez y un cariño del que carecía el lord.
Inuyasha se encontraba mirando el cielo en la copa de un árbol. Había pasado una semana desde que Kagome se había marchado a su época y el hanyou se sentía más y más frustrado y enojado. 'Kagome…' pensó mirando al cielo. Que había pasado? Cómo había sucedido? No lo podía entender. No podía creer que después de tantas cosas que habían pasado juntos ella se había…
"Kuzo!" golpeó una rama lo que sacudió todo el árbol y despertó a las criaturas habitándolo. Porque esto estaba pasando? 'Todo comenzó por culpa de esa daga, la daga que mi padre creó para Kagome…' Y sin embargo todo era un misterio, el propósito de la daga, las visiones y las vidas pasadas. Todo era tan confuso. InuYasha miró la espada en su mano y la apretó 'En mis manos tengo el alma de un guerrero, Eikan. Un alma que reacciona cuando quiere y a lo que quiere. Que despierta.'
'Despierta.' pensó mirando fijamente el arma. De la nada un destello lo cegó una luz proveniente de la espada y en un instante otra visión. Pero esta era diferente a las anteriores. Un hombre, no, un youkai parado en frente de él. La mirada fija, una cicatriz en su ojo izquierdo y una armadura imponente manchada de sangre. Cabello negro y largo, ojos profundos y peligrosos sin mencionar la os en sus mano levantada sobre su hombro lista para usarla.
"Qui- quien eres?" preguntó InuYasha tomando un vistazo a su alrededor, todo estaba oscuro lo único iluminado eran ellos dos.
"Tú eres Inuyasha," comentó la figura inspeccionando al hanyou, "yo soy Eikan, el alma de Colmillo de Acero." confesó mientras pasaba su mano por su cabellera oscura como la noche, sus ojos rojos brillaban con una confianza extrema que solo se reflejaba en su piel cicatrizada por luchas ganadas victoriosas. Eikan sonrió descaradamente mostrando algunos colmillos afilados y dejó posar su gigantesca os en el suelo.
"Con que tú eres el alma encerrada en mi espada," susurró Inuyasha preparado para lo que fuera. Los contactos con los espíritus no siempre eran placenteros sobre todo un alma encerrada por toda la eternidad en un arma. "Me puedes explicar a que se debe esta aparición?"
"Solo quería verte cara a cara y tener una conversación de hombre a hombre." se burló Eikan con su sonrisa confiada pintada en su rostro. InuYasha se detuvo un momento y respiró profundamente, un olor familiar viniéndole a los sentidos.
"Ha! Pues si vas a decir algo que sea rápido tengo cosas que hacer!" vociferó el hanyou irritado.
"Con que ya pudiste oler a esa mujer no es verdad? Harías bien en separarte de ella sabes?"
"De que estás hablando!"
"Vamos Inuyasha, soy tu espada, acaso crees que no sé nada acerca de tu tragedia? Acerca de Kikyou?" Inuyasha se inclinó hacia delante su enojo visible. "Kikyou está cerca, la puedo sentir. Inuyasha esa mujer solo te traerá grandes penas si la sigues."
"Cierra la boca, tú solo eres una espada. Que puedes saber tú de eso?"
"De que hablas? Acaso estas hablando del amor?" Inuyasha se detuvo un momento y lo miró con rabia lo cual hizo sonreír al guerrero muerto "Tú y yo somos iguales. Morimos porque no supimos amar, porque no supimos apreciar lo que teníamos. Ahora… mírate! Estas solo, enfurecido, triste. Por las palabras que ella dijo!" acusó el alma con ojos frívolos.
"Ya es suficiente!" Inuyasha sacó sus garras y se abalanzó sobre la imagen pero naturalmente la atravesó. "Imbécil! Soy un alma, algo divino que tus ridículas manos no pueden tocar! Eres patético, cumplirás mi destino y morirás en vano, sin haber amado y sin ser amado!"
"Calla!" Inuyasha volvió al ataque y toco lo que tocó fue aire.
"Lo dejarás no es así? Irás tras ese muerto viviente y te dejarás llevar al infierno no es cierto? No harás nada al respecto! Ella… te quiere, todavía. Yo lo sé." De repente el ambiente violento se volvió triste, Inuyasha miró los ojos entristecidos de Eikan, la confianza había desaparecido y era remplazada por una inmensa tristeza. "Kaiya… ella me quería todavía antes de morir. Ella me quería. Me quería. Me quería…" el guerrero se desplomó sobre el suelo con las manos en puño golpeando el suelo. Inuyasha retrocedió y lo miró viéndose reflejado en él.
"Inuyasha…" murmuró el alma con la voz entrecortada "Búscala. Encuéntrala. No hagas lo que yo. Te lo pido!" el tono confiado y los ojos penetrantes habían cambiado en algo que Inuyasha no había percibido: miedo. Mucho miedo. 'Como alguien tan fuerte, un guerrero legendario, puede mostrar tanto miedo y tanta desesperación?' se preguntó InuYasha confundido. Pero de alguna manera extraña, en lo más profundo de si, el hanyou sabía… sabía lo que se sentía estar solo, sin esa persona especial, y sobre todo sabía como se sentía el perder a alguien preciado a causa de su testarudez e insensibilidad. En todo esto y mucho más, Eikan era parecido a InuYasha, demasiado parecido. Finalmente resignándose a sus sentimientos InuYasha puso una mano amigable sobre el hombro de su antepasado, no importaba si era un alma, algo que no podía tocar o sentir.
Se inclinó y dijo en un respiro "Lo haré." Y en ese instante sintió el calor de la piel de Eikan bajo su mano y un destello, regresándolo al árbol en donde estaba descansando hacia algunos momentos.
"Inuyasha." Escuchó una voz al pie del árbol. Y sin tener que bajar la mirada ya sabía que era Kikyou, y sin tener que verla a los ojos, y sin tener que sentir incertidumbre, miedo o dejarse apoderar por sentimientos pasados, sabía que tenía que decirle.
"Kikyou…" comenzó bajando del árbol y viendo esos ojos oscuros y fríos, esos labios glaciales y esa piel como la nieve. "Hay que… ver hacia el futuro, Kikyou."
Por un instante la cara estoica de la sacerdotisa tomo un tono rojizo, y sus ojos se iluminaron. Por mas que quisiera destruirlo, su corazón, bajo ese pecho echo de arcilla y restos humanos, latía únicamente por el. Por él y solo para él. "Que estas diciendo Inuyasha?" preguntó bajando la mirada a sus sandalias, un gesto tan femenino que sintió vergüenza de solo saber que lo estaba reproduciendo.
Inuyasha, de repente extendió sus brazos y la arropó en un abrazo. Pero este abrazo no expresaba el calor que siempre lo hacía, la pasión y el cariño que siempre se podía sentir en el aire que los rodeaba durante una sola mirada.
El aire era frío.
Sus manos heladas en su espalda, su respiración casi inexistente.
Sesshoumaru se levantó de su sillón, ya iba a amanecer. Rin seguía durmiendo en su sofá y el fuego de la chimenea se había extinguido, un aire frió hacía temblar las puertas de papel de arroz y uno podía oler el roció de la noche y oír los insectos callar esperando el momento en que el rey del cielo se levanta.
'Madre una vez me contó… que cuando el sol retoma su puesto en el horizonte, uno puede sentir al mundo respirar. Recuerdo el miedo de no poder despertar, de no volver a ver el sol en lo alto del cielo.' El mundo toma un respiro profundo, aliviado. El taiyoukai se dispuso a esperar ese momento, sus miedos de infancia no parecían tan ridículos. Morir en sueño debe ser la peor forma de morir, es cierto que no hay dolor ni sufrimiento. Pero como pudiera alguien querer morir sin tener un último vistazo al mundo que lo rodea, a aquellos que lo rodean? Morir en sueño o morir en vida?
Ya se podía oír al viento aplaudir al sol.
El cielo perdía poco a poco su sombra.
Y ahí, enfrente de él, los árboles levantaban sus brazos al horizonte.
Ahí el sol, un punto brillante, una pizca de calor atravesó la línea que divide la tierra y el cielo.
Y ahí… una persona caminando, surgiendo de la oscuridad de la tierra hacia el cielo. Su cabello volaba en los aplausos del viento, y sus ojos parecían ardiendo bajo ese pedazo de luz.
Un respiro de alivio, profundo, lleno del frío de la noche y el sabor del día.
Sesshoumaru respiró, dándose cuenta del miedo, del miedo de haber muerto durante esa noche y no poder haber visto esto, haberla visto a ella. Surgiendo de la oscuridad con su sonrisa más brillante que el sol, llevándose el miedo de la oscuridad, de la noche triste y solitaria y trayendo vida, y calor al mundo.
Como alguien sería capaz de añorar una muerte en sueño? Una muerte, sin ella.
'Sesshoumaru…' se detuvo mirándolo ahí, su rostro lleno de asombro y con un brillo infantil en sus ojos. "Es temprano mi lord, que esta haciendo despierto a estas horas?" preguntó acercándose más hacia la casa, la voz dulce y una sonrisa.
'Viendo el primer respiro del día.' pensó pero no dijo, solo se contentó con mirarla durante un momento antes de sonreír imperceptiblemente "Podría preguntarte lo mismo, onna."
"Podrías…" respondió Kagome quitándose sus zapatos y subiendo al piso de madera pulida perfectamente, "Lo harás?" preguntó la muchacha divertida por el extraño encuentro.
"No."
"Bien."
Respiro profundo. Mirada perpleja.
"Es necesario hablar." Ella anunció.
Mirada profunda. Asentó.
"Supongo que no eres de los que hablan mucho en la mañana, yo tampoco lo soy. Si mi señor me lo permite, lo invito a tomar el te en la terraza." Se ruboriza pero lo oculta volteándose rápidamente y dirigiéndose hacia la cocina. Y todo parecía volver a como era antes, si es que antes existió en algún momento.
