Origen Desconocido

Capítulo 13: Transferencia y tragedia

"Que estas diciendo Inuyasha?" repitió mirándolo a los ojos con confusión.

"Kikyou, tuvimos nuestra oportunidad de ser felices, y la desperdiciamos" dijo el hanyou ocultando sus ojos dorados tras su cabello plateado, la miko se alejó de su abrazo y lo miró fijamente a los ojos. Enojada, mantuvo su mano sobre su arco.

"Es eso de lo que quieres hablar Inuyasha? De lo que perdimos? Me parece bien." El sarcasmo y vehemencia en la voz de Kikyou perturbaron a Inuyasha. El hanyou se volteó en el sentido contrario de la miko y dijo lentamente casi tratando de comprobar que las palabras en verdad eran de él y no de alguien más "Yo la quiero a ella, Kikyou."

Apretó más la mano, sintiendo sus uñas casi indagar la madera vieja.

"Me haz olvidado Inuyasha?" preguntó casi en un susurro, pero Inuyasha la escuchó y sintió un escalofrío recorriendo su espalda dolorosamente, y luego la duda. 'Olvidarla?' Se volteó y vio el mismo rostro del cual había soñado durante siglos, el mismo rostro que lo mató por amor, por odio y por un millón de razones más. Ese rostro por más simple, frágil y hermoso, era el rostro de la mujer que lo enseñó a vivir y que lo salvó de convertirse en una bestia sanguinaria.

"Yo nunca sería capaz de olvidarte Kikyou, lo sabes bien. Por más que lo intente, sé que los sentimientos que tengo por Kagome existen gracias a los sentimientos que tú me enseñaste." Reveló Inuyasha sintiendo como cada palabra se libraba de duda y angustia, de miedo y tristeza. Siempre había sentido que le debía esa duda y esa tristeza a Kikyou. Que le debía este corazón y que debía pertenecer a ella nada más. Pero… 'Kagome me mostró al igual que Kikyou el poder de estos sentimientos, me los mostró sin duda y sin miedo. Plenamente.'

"Kikyou, sabes que lo nuestro nunca podrá volver! Aunque tú estés aquí, en frente de mi. Aunque te abrace o te bese no cambiará nada…" la tomó de los brazos fuertemente haciendo que se le cayera el arco que sostenía tan ferozmente. "Tú… deberías estar muerta… Kikyou…"

"Eso es lo que deseas?"

"Si."

"Entonces… podrías…"

Silencio, una ráfaga de viento se elevó levantando las hojas muertas y creando remolinos de viento a su alrededor. El baile de las hojas. Un musical, los animales hablan, gritan, gruñen, dicen y susurran cosas acerca de ellos. Todo se vuelve oscuro, más de lo que ya está, y solo el brillo de la luna sobre su pálida piel resalta entre los árboles. Inuyasha se acerca a ella, ella no se mueve, sigue mirándolo con la mirada mas seria y estoica que tiene. Su mano primero acaricia su mejilla suave como el algodón pero fría y sin vida, no ruboriza, no lo rechaza. Se deja tocar por él porque lo que viene superará en sensación sus caricias ajenas. Lo que viene es algo que conoce muy bien, algo que la aterra. Pero por lo menos esta vez tiene la ventaja.

La ventaja sobre la muerte.

"Inuyasha… que sea…" el miedo, siempre hay miedo.

"Lo sé… solo cierra tus ojos Kikyou, por favor." Le indicó el hanyou besándole la mejilla tiernamente, sintiendo como su estómago dolía, su mente narrando la historia, al igual que yo narro en este momento. Ojos cerrados, su boca se vuelve una sonrisa. Inuyasha desenvaina a Colmillo de Acero lentamente, el filo brilla con la luna, ahora son la piel de ella y la espada que iluminan la escena, pequeños destellos empiezan a rodearlos. Libélulas.

La luz verde atraviesa sus caras, Inuyasha mira cuidadosamente a su antigua amada. Nunca debió ser así, nunca debió haber vuelto. Las libélulas se cansan de volar y se posan en la grama a su alrededor.

"Lo siento, Kikyou…" Inuyasha presiona la vaina de la espada, pone una mano alrededor de la cintura de Kikyou, aprieta fuertemente, sintiendo su corazón latir cierra sus ojos. Unas lágrimas se crean en sus ojos oscuros y vacíos.

"Inuyasha… te-!" entrecortada por un dolor en su cuerpo, algo filoso, cortando, entrando. Inuyasha está llorando, ella abre sus ojos y toma su rostro en sus manos frías y temblorosas, llorando ella también. Ni en esta ni en la anterior habían podido amarse como habían soñado, como habían planeado hace años.

"Perdóname… Inuyas-…" fue lo último que salió de su boca antes de que sus manos cayeran a su lado. Y cuando sus ojos se cerraron y su corazón dejó de latir Inuyasha la detuvo contra él y la abrazó. La abrazó como si su vida dependiera de ello y lloró, la mojó de lágrimas saladas y frescas.

"Kikyou!...!" lloraba sobre el cuerpo inmóvil de la miko "Kikyou…!" repitió mil veces su nombre mientras lloraba "Perdóname! Onegai!" gritó contra su cuerpo tieso. Tenía que hacerlo, no podía, no podían seguir. Ella lo sabía y él ahora se daba cuenta que el tiempo cambia a las personas pero que sin embargo los sentimientos sobreviven. Kikyou viva o muerta seguiría siendo su gran amor. Kikyou caminando a su lado o en su tumba seguiría persiguiéndolo.

Kikyou amándolo. Así es como debía morir, satisfecha.

El amanecer llegó cuando Inuyasha terminó de enterrar el cuerpo de Kikyou, le llevó las flores más bellas que pudo encontrar en el bosque, las luciérnagas le hicieron compañía mientras oraba por el alma de la miko. Y luego, mientras el sol retomaba su trono en el cielo, caminó hacia donde su corazón le dictó.


Miroku y Sango seguían despiertos. Lo estuvieron cuando Kagome fue a visitarlos a su humilde choza, Shippou no se despertó.

"Todo está muy silencioso esta madrugada." Comentó la taiji, mientras acariciaba a Kirara en su regazo, el monje solo asentó y siguió mirando el fuego que no se había extinguido todavía. Todo lo que estaba pasando parecía ser un sueño, algo inaudito. Kagome e Inuyasha alejados, Kagome viviendo en el palacio de Sesshoumaru, las espadas, Naraku, el Shikkon no Tama.

"Es demasiado… no se que hacer." Finalmente proclamó en voz alta cerrando sus ojos. Sango que trataba de olvidar lo que su amiga le había dicho hacía unas horas se tensó.

"Esto es grave Houji-sama…" dijo en voz baja mirando al neko-youkai mientras ronroneaba "Que se supone que podemos hacer? Encontrar a Inuyasha es casi imposible, y probablemente no desea que lo encontremos."

"Solo nos queda quedarnos donde estamos, él vendrá a nosotros, eso pasa con los hombres enamorados." Comentó casi casualmente el monje, Sango miró como las pocas llamas trataban de sobrevivir alejándose más y más de las cenizas y de repente empezó a temblar.

"Miroku… tú crees que pueda pasar todo lo que nos dijo Kagome-chan?"

"Hm… si Sango, lo creo." Miroku la mira un momento, su rostro es de tristeza y miedo. "Pero no te preocupes, no pasará, haremos todo lo posible porque no suceda. Aunque eso signifique tener que enfrentarnos con el mismo Sesshoumaru."

"Solo nos queda esperar."


"KAGOME-CHAN!" se oyó un grito, ambos, Kagome y Sesshoumaru voltearon a ver de quien se trataba.

"Mizuki-chan!" exclamó Kagome desde su asiento porque en el mismo instante en que Mizuki había visto la cara de disgusto de su amo se sintió tan terrada que casi se esconde detrás de la puerta.

"Anou… Por favor discúlpeme Sesshoumaru-sama." Bajó la cabeza lo más posible, pero el taiyoukai solo se levantó de su puesto y caminó elegantemente hacia la puerta de entrada. Kagome lo miró confundida, esperaba una reacción peligrosa, algo que un youkai arrogante y dominante haría si se ve disgustado de la más mínima manera.

"Voy a mis recamaras, espero que el desayuno esté servido para cuando vuelva." Medio gruñó el lord entrando a la casa y caminando por los pasillos.

"Hai!" afirmó Mizuki. Una vez Sesshoumaru a distancia suspiró profundamente, aliviada de que no la hayan matado por ser tan bocona. Kagome se rió y Mizuki la reprimió "No te burles! No sabes como se pone de mal humor en las mañanas si se le molesta!" Kagome rió de nuevo, de alguna manera lo sabía, sabía de que era capaz el taiyoukai pero también sabía que por más que su fama sea de sanguinario y peligroso, Sesshoumaru era sobre todo reservado y diplomático.

"Bueno pero ya me puedo relajar un poco. Dime como está tu familia? Supe que te fuiste bajo consentimiento del amo pero hubieses podido por lo menos despedirte!" Misuki puso cara de enojo para enfatizar su disgusto.

"Fue algo imprevisto." Solo explicó Kagome, en realidad sería tedioso contarle todo lo que estaba pasando con la daga y los espíritus, sobre todo decirle que venía del futuro y que tenía que graduarse de bachillerato. Mejor era dejarlo todo a la imaginación de las masas.

"Kagome te gustaría ayudarme con el desayuno?"

"Por supuesto, y así también puedo saludar a todas."


Sesshoumaru caminó a su estudio, se sentó en su gran sillón en frente de su escritorio abrumado de papeles y pergaminos. Suspiró fuertemente pasando su mano por su frente y cabello, cerrando sus ojos. Dejó caer unas cuantas páginas que Kagome le había entregado. Le había pedido que tratara de verificar la veracidad de la información que había sacado de algún lugar llamado Internet. Sesshoumaru no sabía que pensar de Kagome y de la situación y más aún de su retorno voluntario.

Poniendo de lado sus dudas el taiyoukai se dispuso a leer la información, encontrando conexiones similares con los eventos que estaba viviendo: las espadas y sus resonancias parecían ser el modo de comunicación entre los espíritus, las almas se llaman y por alguna razón tratan de buscarse. Dada la situación: Kyujo buscaba a Kaiya por lo que Colmillo Sagrado parecía vibrar y moverse incontrolablemente si se encontraba a distancia de Colmillo de Luz. Los mitos sobre los tres guerreros del Inutashou decían que Kaiya y Kyujo fueron encontrados muertos en un campo, ambos parecían haber sido asesinados y dejados a morir juntos.

Sesshoumaru pasó la página. Y leyó en voz alta "Transferencia de cuerpo y alma…" No podía creer lo que estaba leyendo:

"La fabricación de un arma gracias a un alma le da a ésta poderes que los dueños difuntos de las almas manifiestan, por lo cual se podría asumir que el alma queda encerrado dentro del arma y con ella la consciencia del difunto. Sin embargo, la mayoría de las almas no llegan a despertar por completo, la almas entonces solo se manifiestan con poderes mas no con sentimientos pasados." Colmillo Sagrado parecía inofensivo en su cintura, una extraña vibración comenzó a pronunciarse mientras Sesshoumaru leía la verdad.

"Cuando se llega al caso en que el alma del arma ha despertado ésta hará señales a su portador: vibración, visiones hasta proyecciones de la misma alma. Estas señales no son para inquietarse a menos que sean recurrentes y hasta incontrolables. Si ese es el caso el portador del alma corre el peligro de transferir o intercambiar identidades con el alma encerrada en el arma." 'Intercambio de almas' pensó Sesshoumaru intrigado, al parecer mientras más visiones se creaban más cerca se encontraba de cambiar lugares con Kyujo.

"Una buena comunicación con el alma es necesaria en esta situación." Leyó, pero se detuvo. Entonces si esto era cierto la única manera de evitar la trasferencia sería saber lo que las almas desean y de alguna manera cumplir con ese deseo.

Saltó algunas líneas "El portador se transformará en el difunto, y la tragedia por la cual este pereció se producirá nuevamente."

La muerte de Kyujo y Kaiya. Y si era así sería necesario hacer lo posible.

'No permitiré que nadie muera, ni siquiera mi estúpido medio hermano…' se decidió Sesshoumaru antes de salir del estudio y hacia sus habitaciones para prepararse para el desayuno. La situación poco a poco se le estaba saliendo de las manos, y mientras más tiempo y dedicación ponía en descubrir lo que estaba ocurriendo más y más se veía cerca de aquella mujer. Lo cual lo preocupaba infinitamente.


Inuyasha corrió hasta la cabaña en que se hospedaban Sango y Miroku cuando un olor familiar le llamó la atención, el aroma de Kagome. 'Regresó.' Pensó con alegría y tristeza. Miroku al escuchar los pasos de Inuyasha corrió hacia fuera.

"Inuyasha volviste!" exclamó despertando a Sango y a Shippou. El hanyou solo asentó con la cabeza y miró alrededor.

"Kagome estuvo aquí no es cierto?" preguntó tratando de olfatear a la miko. Sango se frotó los ojos y asentó con la cabeza, Shippou saltó sobre su hombro enfurecido.

"Porque no me dijeron que Kagome había regresado! Me hubiese gustado verla!" se quejó el zorrito con cara de enojo, Sango lo calmó un poco dándole los presentes que Kagome había traído del futuro únicamente para él.

"Inuyasha." Comenzó Miroku pero se detuvo, de pronto Shippou comenzó a olfatear "Oye Inuyasha… hueles raro… como a…" pero fue interrumpido por le hanyou.

"Sangre. Si, huelo a sangre." Confesó Inuyasha volteándose lejos de la mirada curiosa de sus camaradas, lo último que quería era contarles lo que había ocurrido con Kikyou. Sango caminó hacia él y sabiendo que no deseaba explicar comentó "Kagome fue al palacio de Sesshoumaru, nos dijo que si llegaras a aparecer que debíamos llevarte con ella, al parecer algo grave esta ocurriendo."

Un silencio muy profundo tomó lugar, todos esperando el veredicto del hanyou pero sabiendo que aunque se rehusara a ir al palacio deberían llevarlo a la fuerza, eso era lo que Kagome había pedido y por la gravedad de la situación no tendrían otra opción.

"Vamos."

La voz de Inuyasha no parecía suya, todos tuvieron que verlo durante varios minutos antes de entender los deseos del hanyou. Algo había cambiado en él, ahora lo único que necesitaban hacer era comenzar el recorrido hacia el palacio de Sesshoumaru.

"Nos tomará por lo menos unas 4 horas llegar hasta allá." Dedujo Miroku tomando algunas provisiones de la cabaña.

"No iremos directamente, necesito buscar a Totousai antes." Intervino Inuyasha calmadamente.

"Pero el anciano Totousai vive en sentido contrario nos tomaría por lo menos 3 días llegar al palacio." Criticó Sango, las órdenes de kagome eran encontrar a Inuyasha y llevarlo lo más rápido posible al palacio, sin desvíos.

"Si no me equivoco Kagome ha encontrado información acerca de las almas de las tres espadas. Totousai las confeccionó y estoy seguro de que hay algo que no nos ha dicho aún." Y sin previo aviso el hanyou comenzó a caminar sabiendo que sus compañeros lo seguirían. Pero ninguno se tomó la molestia de mirar al cielo y ver una pluma volando sobre sus cabezas y una mujer llevada por el viento fue en la búsqueda de su amo.

Kagura, la bruja del viento.