THE WEAKEST LINK

A Saint Seiya Fiction.

By The Fox.

¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥

Chapter One:

Unchained Melody.

Uno de los motivos por los que quité los espejos de mi habitación es porque verme en las mañanas me deprime.

Ya sé que debería estar acostumbrado, pero nunca falla en dejarme deprimido por el resto del día, así que he confinado los espejos al baño. Durante mucho tiempo tuve sospechas de que algo andaba mal con mi cuerpo, pero fue sino hasta los diecisiete que los médicos de la fundación Graude me confirmaron lo que pasaba: produzco una abundante cantidad de estrógenos, y muy escasos andrógenos, lo que hizo que mi cuerpo madurase de forma más femenina que masculina.

Los médicos intentaron medicarme con dosis adicionales de testosterona, pero sólo consiguieron que mi cuerpo reaccionase duplicando sus niveles de estrógenos y añadiéndole una extraña versión de progesterona. Finalmente, los medicamentos empezaron a afectar mis poderes, y les pedí que me dejaran en paz.

Saori intentó que viera a psicólogos para que me ayudaran a pasar por ello, pero yo no quise: ahora estoy arrepentido. Aunque no sé cómo hubieran podido ayudar: después de que los médicos me dijeran que tengo un gen de más, siendo XXY, (mutación adquirida, aunque los genetistas digan que es imposible: yo era un chico completamente normal antes de mi estadía en la Isla de Andrómeda) y que aunque no impotente soy completamente estéril, desafío al psicólogo que evitara que la depresión me invadiera. Yo había soñado con ser padre algún día. Eso, a pesar de que estoy bastante seguro de que soy gay.

Soy Shun Kido, caballero de Andrómeda, y mi vida es una verdadera mierda. Llevo dos semanas con pesadillas y no ha habido sedantes ni psicotrópicos que me las quiten. Si esto sigue así, me volveré loco.

Las mañanas en la casa de la Fundación Graude son muy agradables cuando todos están en casa. Siempre soy uno de los últimos en aparecer, aunque no el último: Shiryu será guerrero Shao Lin y todo lo que quieran, pero se le pegan las sábanas que da gusto. Hasta él, sin embargo, se levanta cuando estamos todos: es muy agradable reunirnos en la mesa, Saori con su traje sastre y su maletín porque se va a trabajar a la Fundación todos los días a las diez, Hyoga y Seiya en ropa de deporte tras volver de su jogging mañanero, Shiryu siempre en bata, y yo generalmente en uno de mis ridículos pijamas con patitas. ( qué? Soy friolento!)

Nos turnamos para que siempre hayan al menos dos de nosotros en casa con Saori, y usualmente soy yo, ya que soy el único que sigue en la Universidad de Tokio estudiando arquitectura: Shiryu ya acabó su posgrado en Historia Antigua y Literatura y viaja mucho dando conferencias, y Seiya trabaja en el orfanato de la Fundación, del cual Saori le entregó el completo control.

Hyoga, por otra parte, ahora tiene un status definido y político en la corte de Hilda como novio de Claire, así que pasa varios meses al año en el Groenlandia. E Ikki... es raro que se quede en la casa, y nunca más que un par de días.

- Has sabido algo de Ikki, Shun?- me pregunta Saori mientras le pone mermelada a su tostada con ese aire bussiness suyo. Bendito sea su dulce corazón: Saori siempre se ha preocupado de todos nosotros como una madre, pero nos tiene el aguante de una esposa vieja. Y hay veces que creo que soy el único que la aprecia. Aunque el viejo nos haya dejado a todos bien provistos en su testamento, quién dijo que Athena tiene que cuidar, alimentar, acoger, aguantar las manías y escuchar las mañas de todos sus cabelleros?

- Lo último que supe de él es que estaba en Hawaii.- agrego, recordando la sucinta postal de Ikki matasellada en Honolulú, hace dos semanas.

- Dejó alguna dirección para ubicarlo en caso de necesidad?-

- No.- digo sonriendo. - Ikki no es un pájaro domesticado.-

- Eso está muy bien, pero podría ser un pájaro no domesticado con celular.-

- Pero si tenemos a Shun.- Seiya le da con el codo a Shiryu.- Venga, juguemos a llamar a Ikki. Shun, te damos diez minutos de ventaja.-

- Bah.- muerdo mi tostada.- Dame cinco. Corro mucho más rápido que tú, pegaso. Además, no veo porqué hay que molestar a Ikki. Cuando algo pasa, siempre llega.-

- Así de fácil, no? La vida de algunos.- Seiya tiene la boca llena de emparedado de jamón.- Echado en el Caribe, panza al sol, y acá nosotros de guardia, y nevando.-

- Hawaii queda en el Pacífico.- Shiryu sigue trinchando tofu.

- Gracias por la información, Platón. Y?-

- Si quieres irte a Hawaii ya te estás largando.- le suelta Saori.- No tengo ningún problema con que te desaparezcas hasta el próximo gran jaleo.-

- Zorra malagradecida, fue mi flecha de oro la que te salvó de Poseidón!-

- Tu flecha? Aioros debe estarse revolcando en su tumba.- Hyoga le apunta con el tenedor.- La salvó ella solita!-

- Ella solita? Y nosotros que somos, la guarnición del plato?-

- Estoy seguro que lo que Saori quiere decir es que unas vacaciones te vendrían bien.- Shiryu, el pacificador: yo me estoy riendo en mi servilleta.

- Lo que quiero decir es que lo voy a mandar a Hawaii de una patada en el culo si se sigue quejando: no tengo idea cómo Miho te aguanta.-

- Athena, la boquita.- Hyoga también se está riendo sobre su plato de huevos y bacon.

- No puede irse.- interrumpo, apoyando mi taza en el plato.- Porque alguien tiene que quedarse, y yo voy a salir de viaje.-

Saori me mira: se que está sorprendida, pero no desconcertada. Ella sabía que me estaba acercando a boiling point, y que era sólo cuestión de tiempo antes de que hiciera algo: si Ikki hubiera estado aquí, también lo hubiera sabido.

- No puedes irte! Yo quiero vacaciones, y Shiryu tiene una conferencia en Canadá!- Seiya me mira como si me hubiera crecido otra cabeza. Sé que es raro que siempre-servicial y casero Shun pida algo, pero no puedo evitarlo.

- Y te vas a perder One Tree Hill!- barbota Hyoga, con el que disfrutamos mucho la TV cable. A Seiya le gusta MTV y Shiryu babea el History Channel, pero es rara la noche que Hyoga y yo no estamos atiborrados de palomitas viendo series yanquis. Oh, las alegrías de que Athena sea multimillonaria...

- Yo puedo cancelar la conferencia.- dice Shiryu, siempre comprensivo: me mira y sé que nota mis ojeras, mi palidez, y se siente culpable por no haberlo notado antes.- Necesitas ayuda con algo, Shun?- pregunta, cálidamente.

(NdF: sí, eso es baba y a mi se me caen los calzones por Shiryu desde los 16, algún problema?)

- No.- digo con toda la seguridad que no tengo.- Sólo necesito unos días... un par de semanas. Puede ser, Saori?- sé que no tengo porqué pedirle permiso, pero aunque hoy Saori no parezca nada más que una millonaria mitad japonesa y mitad griega, filántropa y con un cuerpo de infarto, ella es Athena, y yo soy su caballero.

Y Athena mira a su caballero que usa pijama de patitas como si fuera una maestra de preeescolar y yo estuviera sentado en una pocita.

- Si Shiryu puede cancelar su conferencia yo puedo cancelar las vacaciones de Seiya. Pero preferiría que fueras con alguien, Shun. –

- No quiero ir con nadie.-

- Preferiría que fueras con alguien.-repite ella. Maldita sea, porqué tiene ser tan clarividente?

Creo que alguien le da una patada bajo la mesa a Hyoga, porque mi mejor amigo se atora en su desayuno y tose bacon hasta que levanta la mano.- Yo voy contigo, Shun. Adónde vamos?-

- Saori.- digo con una inspiración profunda.- Esto no es necesario. Sólo voy a tomarme unos días, no necesito escolta...-

- No es escolta, Shun, es compañía. A Hyoga también le vendrían bien unos días fuera.-

- No me dejen con estos dos. Siempre que se ponen a hablar, yo apoyo la cabeza y ronco.- se queja Seiya, mientras Shiryu le sirve más café a Saori.

- Podrías aprovechar de ilustrarte un poco, asno con alas.-

- Hey!-

Miro a Hyoga y a Seiya tirándose las servilletas y a Shiryu retándolos hasta que una le llega a Saori y ella contraataca: la pelea escala a cucharitas: pero en medio de todo, veo la mirada de Saori. Está satisfecha porque sabe que Hyoga irá conmigo, y ya que no quiero contarle a ella qué me pasa Hyoga acabará sacándomelo. Sabe que le contaré de mis pesadillas: sabe que no puedo negarle nada, y que, debilitado como estoy, si algo me sucede él me cuidará.

Y sabe que, los dos solos, tarde o temprano, sabré la respuesta a mi pregunta: hay una posibilidad de que Hyoga me corresponda?

No sé cuándo me di cuenta que estaba enamorado de él. Ignoro si fue cuando éramos niños y él era un ángel bebé de ojos azules y cabello rubio exótico que me consolaba tras las palizas: no sé si fue cuando lo volvía a ver, arrogante y hermoso en los Torneos: no sé si fue cuando me consoló tras la supuesta muerte de Ikki, o cuando pasamos la noche hablando tras la muerte de su maestro.

Pero sí sé que cuando lo vi congelado y quieto en la casa de Libra, y quemé mi Cosmo como se quema combustible para encender el suyo, ya lo amaba, y ya sabía que daría mi vida por la suya. No, no sólo mi vida, que daría por cualquiera de mis compañeros: era el saber que si él moría, yo moría después. Y cuando lo sentí caer en Acuario, yo iba buscando la muerte en los brazos de Afrodita.

Hay que mencionar en su crédito que hasta la moche no me pregunta adónde vamos, para saber qué echar en su frugal mochila. Con nuestro Cosmos al nivel que ha llegado, podemos invocar nuestras armaduras desde cualquier lugar y no necesitamos andarlas cargando como cuándo éramos pendejos; es un truco muy útil para poder pasar las aduanas. Así que ahora sólo cargamos un bolsito con ropa, y me río al ver a Hyoga echar su diminuto traje de baño azul cuando le digo que vamos a las costas de Grecia.

A la Isla de Andrómeda.

El tacto es espeso, como aceite: y el dolor, peor que ninguno que he sentido en toda mi vida. Estoy suspendido como una tierra y un cielo de dolor, en el frío, y mi cuerpo se desgarra, mientras veo el mar, el mar embravecido, y algo horrible levantándose, algo que tapa, la luna, el sol...

Un golpe. Dos, tres.

- Shun?-

La voz de Seiya me arranca de mi pesadilla con un jadeo de alivio. Me palpita la cabeza, y con cierto shock noto que he eyaculado dormido en medio de la pesadilla, lo que me ha pasado toda la última semana. Cierro los ojos, desalentado.

- Un momento.-

Dejo las sábanas sucias en el baño, y me limpio rápidamente antes de ponerme un pantalón de pijama limpio. De inmediato le abro a Seiya, que viene obviamente de una fiesta: disfruta mucho su vida social, y tiene un montón de amigos músicos. Está muy guapo con un beatle rojo, jeans y una casaca de cuero rojo oscuro que es un trademark. No está bebido: nunca toma más que una cerveza, aunque le encanta fingir que es el James Dean japonés. Se sienta en mi cama, y luego se echa estirándose como un gato, las llaves de su moto sonándole en los bolsillos.

- Te desperté?-

- Más o menos.- me acurruco en la cama con sólo las frazadas.- Dónde andabas?-

- Unos amigos tocaban en un pub nuevo y me invitaron a tocar con ellos.- sonrió.- Estuvo muy bueno, mucho Rolling Stones y The Clash.-

- Tu sabes que soy un popero impenitente.- le sonrío: es agradable charlar con él tras la pesadilla, el más alegre y despreocupado de nosotros. Pero aún estoy mareado por el horror... me froto la cara, y lo descubro mirándome fijo, con esos bellos ojos castaños suyos.

- Qué te está pasando, Shun? – Directo al hueso. Tan Seiya.

Me encojo de hombros, e intento desviar el tema.- No he dormido muy bien...-

- Bullshit. Tienes unas ojeras que parece que te hubiéramos pegado, y no podemos permitirlo, si viene Ikki y te las ve nos pateará a todos antes de que descubra que no son moretones.- me río aunque es verdad: Seiya tiene una relación tan de odio/odio con Ikki.- No estás nada bien: ya lo hemos discutido con Shiryu y con Saori, y hasta Tatsumi está muy preocupado. No quieres que vaya yo contigo también? Hyoga no es precisamente manco, pero quizá yo te pueda ayudar más...- agrega, y se arregla el pelo con cierto nerviosismo. Abro la boca y la cierro: es tan obvio.

Mi querido Seiya.

Piensa que estoy triste porque sé que Hyoga no me quiere, y teme que un rechazo ahora que vamos a estar solos acabe de hundirme. Al próximo que me diga que Seiya es tarado e insensible, le echaré la cadena encima.

- Está bien. Te lo agradezco, pero lo estás haciendo sólo para zafar de dos semanas solo con Shiryu y Saori.- agrego, bromeando. Seiya sonríe al verme bromear, y me golpea el hombro amistosamente. Como los dos caballeros más jóvenes, siempre hemos tenido un lazo especial.

- Son imposibles. Ustedes dos tostándose y sorbiendo bebidas con sombrillas, y yo acá escuchando discusiones de política. Si discuten los diarios todos los días, de la página uno a la última. Hasta cuando vamos a la piscina. Te juro que llegaré a comer y a dormir con el discman puesto.-

Me echo a reír. Le creería sus quejas si no supiera que Shiryu es su mejor amigo, que Saori es la mujer que ama sin esperanza por sobre todas las cosas, y de que su amor por ellos es tan enorme, apasionado y completo como son todas sus emociones.

- Tú cuídate, Shuncito, okay?- Seiya me abraza estrechamente, y con un momento de shock me doy cuenta que él supo, antes que yo, que era gay, y que quiere mostrarme que no tiene ningún problema con ello.- Y cualquier cosa, se vuelven volando acá, o me pegan un grito...-

- Okay.-

- Nunca me han acabado de gustar estas cosas.- Hyoga se apega a mí en el avión, y casi suelto la risa: viniendo de una colonia extremadamente atrasada, a Hyoga se le pegó la desconfianza por los aparatos modernos, y muy especialmente por los aviones.

- Primera vez, señor?- le pregunta una azafata morena. Hyoga le cierra un ojo.

- No, preciosa, me temo que fui muy precoz.-

Me quiero hundir en el asiento, pero la azafata suelta la risa y en cuanto acaba el despegue nos trae un platito de galletas gourmet, salsas y dos cafés. Hyoga le pregunta su nombre y ella le coquetea que da gusto, mientras yo me meto galletas en la boca.

Hyoga siempre ha sido así: con Seiya suelen tener competencias de quién consigue más números telefónicos en una noche. Con ese tostado suyo, el pelo como oro despeinado y esos bíceps que revientan camisetas es imposible que las mujeres no los sigan con la vista: mientras que yo siempre he sido gusto de colegiala. Cuando éramos más chicos yo solía soñar con tener un cuerpo como el suyo, pero cuando crecí... bueno, cuando crecí, los jodidos estrógenos me arruinaron la vida.

Y desde entonces, en vez de desear tener un cuerpo como el suyo, deseo el suyo directamente.

La azafata se larga tras darle su número telefónico, y Hyoga me mira con una sonrisa, guardándose el celular en el bolso.

- Bueno, algo bueno saldrá de todo esto... tiene unas piernas para morirse.-

- No me gusta que hagas esto.- le suelto, antes de darme cuenta de sueno demasiado celoso. Maldita sea. Es que lo estoy. Hyoga ha sido mi compañero de armas, hemos dado la vida el uno por el otro, sé todo lo que hay que saber sobre él, sus gustos, sus poderes, sus sueños, y viene una tarada con las manos lavaditas y sólo porque tiene la complexión adecuada puede llevárselo, así no más?

- Qué?- parpadea.- Te he avergonzado, Shun?-

- No sé porqué te molestas en coquetear con todas las mujeres que se te cruzan, si no te importan ni un alfiler.-

- Bueno, como eso le molesta a mi mejor amigo, que me importa cajas enteras de alfileres, no lo haré más. Estás contento?- me sonríe, y yo me derrito: a diferencia de Shiryu y Seiya, nosotros no peleamos nunca. Hyoga siempre accede a todas mis peticiones, y yo jamás puedo enojarme con él, aunque a veces es francamente inconsciente. La verdad, ahora sólo deseo abrazarlo.

El resto del vuelo es muy tranquilo, y acabamos despertando en el aeropuerto justo a tiempo para despertarnos, tras quedarnos dormidos juntos: le he babeado toda la polera, pero creo que él me ha babeado el pelo. Nos reímos, y supongo que parecemos dos turistas corrientes en el aeropuerto de Euboea, la isla mayor del Egeo, con jeans y camisetas y gafas de sol. Pasamos rápidamente por aduana, y luego pregunto en los mostradores por una vía rápida a la Isla de Andrómeda.

- La isla de Andrómeda, uh?- Hyoga me sonríe.- Me lo imaginaba. Qué se te perdió allí, Shun?-

- Mi niñez.- le dijo sonriendo. No puedo decirle que en mis pesadillas, sé que estoy allí de regreso. Conozco el aire, ese polvo mezclado con flores secas, esa sal marina... es allí. Al comienzo pensé que soñaba con esos momentos de angustia atado a la Roca de Andrómeda, listo para morir, pero no es con mi prueba que sueño: no hubo dolor, sólo miedo y ahogo esa vez. Ahora, hay dolor: tanto dolor que a pesar del sol brillante y de la presencia tranquilizadora de Hyoga a mi lado, me estremezco al recordarlo y me detengo un momento para abrazarme a mí mismo.

- Shun, qué pasa?-

- Nada... un mareo...- susurro. Hay música en los altoparlantes del aeropuerto o alguien está cantando...?

Y entonces siento una mirada.

Un miedo irracional me atenaza y me aferro a Hyoga, rodeándolo con mis brazos, mi respiración haciéndose un jadeo, mientras me tomo puñados de su ropa. Siento su rechazo, y me duele, pero no puedo soltarlo, porque presiento que nos van a herir, que nos van a matar, y él morirá, y Siva es como la pesadilla, y...

- Shun! qué te pasa!-

Y entonces lo veo. Un hombre vestido un poco punk... o es glam... o góthico... cómo se llame... con un abrigo de cuero azulado muy fuera de onda en el clima, y el pelo negro y espeso, que se aleja caminando. Y me mira.

Sus ojos son completamente negros.

Me lanzo tras él, mi pánico dándome alas en los pies.

- HEY! TÚ!- grito al echar a correr, saltando montones de maletas y asustados turistas que gritan en griego: los guardias se lanzan tras de mí, pero oigo a Hyoga entenderse con ellos: él habla más griego que yo. Pero el hombre ha desaparecido.

Me giro buscándolo, y choco de frente con una chica: ella pierde pie con mucha torpeza, y cae encima mío, sus senos contra mi cara. Jadeo y estoy a punto de preguntarle si no puede salírseme de encima, cuando veo dos bellos ojos color vino blanco perdidos y vacíos mirando alrededor mientras ella manotea buscando sus gafas oscuras...

Es ciega.

Siva, hice caer a una pobre chica ciega, qué vergüenza.

Hyoga llega a salvarme, ayudándome a levantarla y recogiendo su cartera, que se había dado vuelta por completo.

- Perdóneme, por favor.- musito.- Estás bien?-

Ella asiente en dirección a mi voz mientras Hyoga le alarga un bastón de ciega. Es muy hermosa, y lleva una polerita de encaje verde limón con una falda blanca a puntos verdes que le queda muy bonita, así como una trenza. Me pregunto como se peinará?

- Sí.- se vuelve a Hyoga como si lo viera y susurra.- Muchas gracias...-

- De nasa. Perdónanos, por favor, él no te vio.-

- Yo tampoco lo vi venir.- dice ella con total seriedad. Hyoga y yo nos quedamos un momento desconcertados, pero entonces veo que ella se está burlando de nosotros.- me llamo Claudia.-

- Yo soy Shun y él es Hyoga. – digo de inmediato, entregándole su cartera. – Podemos ayudarte en algo?-

Ella nos sonríe, y buscando en su cartera me entrega una tarjeta doblada.

- No, mi familia me espera. Pero si quieren comer buena baklava, pueden ir a nuestro restaurant, allí está la dirección.- asiente a ambos, y da media vuelta.- ojalá nos volvamos a ver!-

Hyoga se ríe a mi lado cuando cree que ella ya está fuera de ear range.

- Le gusta hinchar pelotas con lo de "ver", no?- me dice sonriendo.- Aunque es muy bonita. Me encantan las chicas con caderas y ese pelo largo y suave y... Shun?-

Por una vez, me importa un rábano que Hyoga esté babeando otra chica. Me quedo paralizado, porque lo que tengo en la mano no es la tarjeta de una hostería. Es un trozo de papel duro, en el que alguien escribió con letras disparejas, las E invertida:

ANDROMEDA, CUIDADO CON EL SOL DE MEDIANOCHE!

LOS SUEÑOS SON PEORES QUE LAS PESADILLAS!

Levanto la vista para buscarla, pero ha desaparecido. Cómo una persona ciega puede desaparecer tan rápido!

Llegamos a Isla Andrómeda a media tarde, el sol quemándonos los hombros desnudos y la nariz. Me unto bloqueador, para no convertirme en un camarón, pero Hyoga, que está acostumbrado a la blancura total, ni pestañea. Se ve fabuloso atando el bote con sólo jeans y zapatillas, su torso desnudo brillando al sol mientras los músculos se mueven bajo la piel, y se seca el sudor de la frente. Cuando se quita los jeans y se da un chapuzón en el mar de cabeza, la temperatura sube varios grados para mí.

- Eh... no te vas a poner traje de baño?- pregunto, con mi mochila como barrera protectora. Hyoga sale del agua chorreando y desnudo de pies a cabeza excepto por su crucecita de oro en el pecho, y camina desde las olas hacia mí, mientras yo literalmente me parapeto detrás de las mochilas. Que Athena me perdone, pero si he visto a un Dios caminar alguna vez es ahora. Julian Solo, vete de paseo: el dios del mar acaba de salir del agua frente a mí.

Y qué lanza que tiene.

Mantén la vista en los ojos mantén la vista en los ojos mantén la vista en los ojos.

- Por qué? Hay alguien?- Hyoga mira rápidamente a un lado y al otro, y yo tengo una visión en trescientos sesenta grados. Ooooh, alguien allá arriba me odia mucho.

- No, no hay nadie, pero... eh...- estoy babeando. Estoy babeando. Y que Siva me ayude, porque tengo una erección.

- Venga, vamos a bañarnos.- Hyoga arruga la nariz y me lo hubiera comido.- Al agua! Playa paradisíaca para los dos!-

No me metas cosas en la cabeza. No, nada de meter, mal pensamiento, mal pensamiento, reset reset!

- Eh... no... estoy bien...- me doy cuenta un segundo tarde, justo demasiado tarde para escapar. Hyoga toma impulso, y con la velocidad y la elasticidad de un leopardo me cae encima. Chillo como un loco mientras me hace cosquillas, y sigo chillando mientras me arranca toda la ropa del cuerpo: estoy tan excitado que creo que cuando me quite los calzoncillos – que yo sí uso!- me vendré en su cara. Pero no tengo tiempo, porque Hyoga me toma debajo del brazo, y me aferra del pelo y de mi ropita interior para tirarme al encuentro de una ola.

Emerjo tosiendo, odiándolo, y dando gracias al cielo porque el agua fría ha hecho su milagro justo a tiempo.

- HYOOOOGAAA!- grito, intentando sacarme el pelo de la cara.- Te patearé y te meteré una cadena por el traste!- chillo antes de darme cuenta lo que le estoy chillando. Hyoga se burla de mí, flotando a unos metros, y luego se sumerge, mientras yo intento llegar de regreso a la playa.

O trato.

Alguien bajo el agua de agarra de mi pequeños briefs blancos, me sumerge y luego huye con ellos.

- Oh, Dios, tu cara cuando nos tropezamos con esas turistas...- Hyoga aviva el fuego de la fogata mientras yo estoy intentando implosionar sentado en mi mantita, y tapado hasta el cuello. Aparte de pescarme casi una insolación persiguiendo a un muy desnudo Hyoga por la playa, que huyó con mi ropa interior, mi mochila y la suya, y mi dignidad y amor propio, nos topamos con un tour de ancianitas que pasaban en bote- y con binoculares- a las que el guía mostraba la Isla Andrómeda, las que nos vivaron y aplaudieron y un poco más y nadan hasta nosotros. Hyoga, por supuesto, les hizo un baile y una lunita, mientras yo trataba de ocultarme todo lo posible. Desde entonces, se ha reído tanto que creo que ya bordea la histeria.

- Venga. Les gustó, tendrán que contar cuando lleguen a casa.-

- Nos tomaron fotos!-

- Piensa que has alegrado los últimos días de alguna dulce ancianita.-

- Cállate.- le cubro la cabeza con los brazos. No trajimos carpa, porque en lo que queda de la Isla Andrómeda hay montón de ruinas de chozas entre las cuales podemos acampar cómodamente: y aunque tenemos varias raciones de comida gourmet, Hyoga insistió y pescó fácilmente dos arenques que ahora humean clavados en dos palos verdes.

Comemos en agradable silencio, y recién estamos sorbiendo el café de un termo cuando tocamos el tema de la chica ciega, Claudia. Pensamos buscarla en cuanto volvamos a Japón, con los expertos de la Fundación: pero ahora, sería una locura.

- Shun?-

- Sí?-

- Qué estamos... realmente haciendo aquí? Sé que no viniste sólo por unas vacaciones.- dice Hyoga al final, cuando las constelaciones se despliegan sobre nuestras cabezas. Ah, mi educado, sensible Hyoga. Seiya no me dejaría escaparme sin decirle la verdad; suplicaría, rogaría, exigiría, pelearía de ser necesario. Shiryu me interrogaría y me la sacaría, me gustara o no. Pero Hyoga, mi amable Hyoga, es incapaz de forzar a nadie a nada: por eso es tan paradójico que el Cisne sea uno de los más fuertes Caballeros. Hyoga prefiere tener mi confianza, que le cuente las cosas cara a cara. Y por eso, sólo pregunta: sé que si no quiero decirle, esperará.

Pero yo ya no puedo esperar.

- Llevo varias semanas con pesadillas.- empiezo, en voz baja. Saori sabía esto: sabía que aunque pueda pelear con Seiya y huir de Shiryu, Hyoga siempre consigue todo de mí.- No parecen pesadillas normales: y... lo he probado todo, pero no se van. Como siempre mis pesadillas tienen este... – muevo el brazo.- ... este escenario, pensé que venir acá me ayudaría.-

- Tal vez no sea nada, mucha tensión...-

Muevo la cabeza.- Sé honesto, Hyoga. No tenemos un verdadero jaleo desde Hades, hace cuatro años. Qué tensión? Mi examen de grado?-

- Entonces quizá mucha quietud te estaba afectando los nervios. Acá, con sol y movimiento, verás que se te pasan.- me sonríe, y me gustaría creerle, aunque tengo la sensación de algo va muy mal. Pero asiento, y me dispongo a dormir con la fogata entre nosotros, bajo las estrellas de Athena, con el rumor del mar. Es tan igual y tan distinto a la vez de mis años de entrenamiento.

Ahora, la isla está abandonada. Milo y Afrodita acabaron con todos, incluso con los inocentes lugareños, y no hay más que gaviotas y chozas derruidas bajo los árboles. . Es como dormir en una tumba, pero no siento miedo: fui feliz aquí, bajo la mirada de Albiore, mi maestro.

Supongo que mi amor por el pelo rubio empezó con mi crush en él. Albiore era un hombre bellísimo, con su melena aleonada y esa sonrisa que le nacía del corazón; tenía una paciencia increíble con el japonesito llorón y menudo entre todos los aguerridos y altos muchachos griegos. Me curaba las heridas, me dejaba comer un poco más que el resto, y dejaba a June atenderme cuando estaba enfermo. Sé que no quería que tomase la prueba, solamente porque me tenía afecto y no quería verme morir. Cuando me alcé con la armadura, recuerdo su sonrisa, de orgullo, de felicidad, de alivio y un poco de incredulidad. Ahora sé que lo amaba, como sólo puedes amar a alguien cuando es lo único bueno en tu vida, tu única esperanza. Me alegra haberlo vengado, pero me pregunto; si lo hubiera vuelto a ver, me habría sentido igual...?

Me duermo en el sonido del mar, y sueño...

- Cállate. Sabes bien que nunca debiste haber venido acá, niño llorón.-

Es Albiore? Sí, es él, aunque hay algo distinto en sus ojos. Frialdad... algo semejante a lo que le veía en las batallas, esa concentración como si sus pupilas se empequeñecieran hasta formar alfileres. Algo me rodea la cintura, y me doy cuenta que es la cadena única de Albiore, la cadena de plata de su estrella.

- Maestro?-

- Si quería ser un sacrificio, sacrifícate... pero ya que no hay un monstruo marino, tendrá que ser a mí-

- Maestro!- repito, y entonces estoy atado, cabeza abajo por las cadenas, en las rocas de Andrómeda. Siento sus manos en mí, y de pronto me doy cuenta con horror que me está quitando la ropa, como lo hizo Hyoga hoy... pero no ríe. Sus dedos me tocan, y me retuerzo, mientras mi cuerpo despierta, y las olas me empapan el pelo.

- No! Maestro, qué hace?-

- A Andrómeda la violaron los sacerdotes que la amarraron, sabías eso? Iba a morir, después de todo, y era hermosa...- me susurra, y entonces emito un chillido cuando siento su mano entre mis piernas. Las olas me lamen la frente, la marea está subiendo, y una ola se estrella contra mi cara.

Grito cuando soy invadido, sintiendo que me parto en dos. Mi maestro jadea de pie tras de mí, y lo siento aferrado a mis piernas en alto. Se inclina hacia mí entre mis rodillas separadas, moviéndose a golpes brutales, iguales a los de la marea que me azota contra las rocas, contra él. Veo su rostro, y luego sólo un borrón cuando las olas me cubren la cara, y grito bajo el agua salada y amarga mientras lo que parece enorme me destroza, me destroza, mi garganta se abre de tanto gritar porque no puedo respirar y me duele, no puedo respirar y me duele, me duele, ME DUELE...

- SHUN!-

Un golpe en mi mejilla me hace inspirar de golpe, y el pecho me duele cuando me siento tan bruscamente que arrojo las mantas lejos de mí. Intento huir y algo me retiene, y grito, grito hasta que me vuelven a golpear la cara y entonces por fin abro los ojos, para ver a mi maestro...

No, es Hyoga. Hyoga. Hyoga.

Sólo paro de gritar entonces, al oírme a mí mismo sollozando y gritando. No estoy bajo el agua: el sonido viaja lejos, y mis gritos tardan es desvanecerse de mis oídos mientras tiemblo de pies a cabeza, tan violentamente que me castañetean los dientes. Me duele el pecho, y Hyoga me mece en sus brazos, estrechamente abrazado. Estoy jadeando, sollozando aún, sintiendo...

Eso nunca pasó! Mi maestro jamás me hizo algo semejante! Porqué deshonro su memoria con sueños tan horribles? Qué demonios me está pasando?

(NdF: para las CORistas: A mí me da que Shun necesita un Rose Rites...)

Hyoga está llorando?

- No pensé... Shun...- su llanto es silencioso, pero lo oigo respirar hondo.- Todo está bien, mi amor, no llores, estás a salvo, nadie te va a hacer daño, Shun, mi niño, nadie te hará daño, mataré al que te haga daño, no dejaré que te lastimen, no llores, Shun... mi Shun...-

Apego mi cara contra la de él y lo siento besándome el pelo, la sien: su corazón salta contra mi pecho, las manos le tiembla. Cómo pude haberlo asustado tanto? Cuánto rato estuvo tratando de despertarme?

- Hyoga.- susurro, y me mira, y me encuentro con sus grandes ojos azules húmedos, su aliento en el mío. Y entonces, mi aguante colapsó.

Le aferré la cara entre las manos y oprimí mi boca contra la suya con toda el hambre que he guardado desde que volví a verlo en las Galactic Wars. Lo rodeé con mis brazos, y caía tendido sobre su amplio pecho, apretando mi cuerpo contra el suyo, moviéndome, besando, succionando, saciando al fin mi más secreto deseo, mis manos tan codiciosas como mi boca en la exploración de su cuerpo. Lo siento caliente y vivo bajo mí: se mueve, su boca me responde, y siento cuando su miembro apenas cubierto por un flojo buzo revive contra el mío, convirtiendo la floja erección con la que desperté en una pulsante, casi final. Jadeo su nombre, y entonces, unas manos frías me aferran las muñecas y me sacan de encima suyo de un solo empellón.

- Por Dios, Shun!- grita Hyoga: se ha puesto de pie. – Qué demonios te pasa? Qué está pasando contigo!- exclama, mirándome allí sentado en el piso como de pronto lo hubiera atacado con un cuchillo.

- Yo... perdóname...- alcanzo a susurrar, la erección doliéndome, los labios aún llenos de su sabor.- Creí que querías... yo... no... olvídalo...- gimo, a sabiendas que nuestra amistad acaba de saltar al vacío. Hyoga me mira y de pronto se inclina, su rostro cambiando.

- Perdóname tú a mí, no debí gritarte... fue la pesadilla, verdad? No sabías con quien estabas...- susurra, y la esperanza de que todo sea una mentira, un error, brilla en sus ojos, me suplica, y es como una puñalada en el corazón.

- Sí...- susurro. – Yo...- agrego, mientras se me caen las lágrimas.- necesito aire fresco... no te levantes... sólo... ya pasará...- balbuceo, antes de huir corriendo de allí.

Huyo llorando. No sé porqué lloro, porque estoy enfrentando una verdad que debí haber aceptado hace mucho tiempo: pero es diferente en tu cara a en tus sueños.

Y esos sueños... me estoy volviendo loco? Hades finalmente logró enloquecerme? Hyoga me odia, y no puedo conseguir diez minutos con los ojos cerrados sin que una fantasía enferma intente volverme loco de dolor y horror. Porqué? Qué hice para merecer esto? No es mi culpa, yo no pedí nada de esto! Porqué?

Porqué! Le grito al viento, y me arrodillo junto al acantilado que domina la playa. Allá, a la luz de la luna, la roca de Andrómeda, donde hice mío su legado. Si hubiera sabido, hubiera preferido ahogarme... maldita Andrómeda, ojalá el monstruo marino te hubiera...

- Porque tú eres a quien he estado buscando.-

Me volteo, y casi se me aflojan las piernas. De pie a unos metros míos, caminando por el mismo borde del acantilado, hay un hombre rubio con una melena dorada al viento, alto y esbelto, con armadura.

Podría ser Albiore, pero es mucho más joven.

Podría se Hyoga, pero es más delgado.

Se pone a la luz de la luna, que destella en su armadura de plata, y al ver su rostro algo me aprieta el estómago. Él es...

- Andrómeda.- susurra, y hay ternura en sus ojos. Es hermoso. Es tan hermoso, vestido de blanco, con una armadura plateada que semeja... una hidra?

- Quién eres?- pregunto, secándome los ojos, el corazón saltándome.

- Te vi de pie en este acantilado la primera vez, y supe que te amaría para siempre.- su voz me es familiar, y es dulce, aunque profunda.- Andrómeda. No me reconoces?-

- No... no sé...-

- Soy Perseo. Soy tu Perseo.- susurra. Avanza hacia mí, y me toma en sus brazos: estoy como paralizado, no puedo moverme, no veo más que sus ojos, que son verdes como el mar de invierno.- Andrómeda, mi pobre amada, has tenido que esperar mucho...-

- No...- gimo.- Soy Shun, soy un hombre, no...-

- Tu Cosmos y el mío han estado fundidos por tantos siglos.- susurra.- Qué me importa tu cuerpo?-

Su boca está en mi cuello, está en mi cara, está en la mía y no puedo controlarme. Son los ojos de Albiore: son los labios de Hyoga. Todo lo que querido o deseado alguna vez en mi vida, y un latido extraño y profundo en mi cerebro, que dice que sí, es Perseo y yo soy su Andrómeda, y de pronto no puedo tener suficiente de su beso, rodeo su cintura con mis piernas, y sus brazos me rodean, apretado, más fuerte, y...

- POLVO DE DIAMANTE!-

Si siguen haciéndome esto mucho más, acabaré con un cáncer testicular.

- DEJA A SHUN!- grita Hyoga, aún en pijama, su puño apretado. Perseo se cruza entre ambos como si me protegiera, y yo salto sobre mis pies.

- Hyoga...no!- qué pensará, viéndome comerme a otro rubio media hora después de nuestra escena? Que ahora sí perdía la chaveta, y soy un sex addict? No estoy muy seguro de que no tuviera razón...

Y entonces, esa canción. Una melodía dulce y obsesionante...

- Oh, no otro Mime, no otro Sorrento...- Hyoga odia a los caballeros que usan el cosmo en las ondas de sonido y las ilusiones . Debe ser porque al que le gusta la música clásica es a Shiryu: Hyoga es fan de Billy Idol e Iggy Pop.

Por supuesto siempre le tocan a él: es ley de Murphy.

- Soy Orfeo.- dice una voz, y un bello joven con traje negro y armadura completa aparece a la luz de la luna, con el largo pelo rojo flameando.- Perseo, no tenemos tiempo. Tenemos que matarlos.-

- Cuando accedí a eso no tenía idea que uno de ellos era mi Andrómeda, Orfeo. Si crees que yo... que permitiré que alguien toque un cabello de su cabeza, estás muy equivocado.-

- Sería diferente si fuera Eurídice, no?-

- No metas a Eurídice en esto.- Orfeo me mira.- Además, eso... es un chico.-

- No soy un eso.- suelto de regreso.

- Detalles.- Perseo se encoge de hombros.- Andrómeda, amor mío...-

- Porqué quieren pelear?- empiezo, pero Hyoga ha tenido suficiente. La temperatura baja de pronto varios grados, el césped se escarcha, y de pronto el que se yergue ante mí no es el amable Hyoga, sino el temible Cygnus de hielo, con su armadura azul y plateada.

Sólo Seiya podía decir que la cabeza de Cisne en su diadema se parecía a Wade, de la granja de Orson. Broma o no, Hyoga hizo que Mu se la sacara después de eso.

- SHUN! Aléjate de él!- me grita. Obedezco, y Perseo alarga una mano a mí.

- No... Andrómeda...!- es tan hermoso. Tan indescriptiblemente hermoso, y habla como si de verdad me amase.

Doy un último paso atrás y me dejo caer por el acantilado, Perseo gritando mi nombre. Hyoga no. Hyoga me conoce, y ha visto este truco antes.

- ANDROMEDAA!-

Las cadenas se sujetan de las rocas de su isla madre, y me lanzan al aire, arriba, con la fuerza de un cohete, para caer junto a Hyoga. Espalda con espalda, como siempre, siento su Cosmo tan familiar, frío y puro, firme y poderoso, y con él a mi lado estoy listo para cualquier cosa.

- Yo me encargo de tu fan. Tú del del arpa.-

- Okay.-

- Es una cítara.- nos suelta ofendido el pelirrojo.

- Okay.- le digo, aferrando mis cadenas. Perseo y Hyoga se lanzan a la lucha, pero me obligo a no mirarlos y concentrarme en Orfeo, que usa el viejo truco de la ilusión de cuerdas atenazándote. Ya pasé por esto, dos veces.

Mis cadenas las cortan con un tirón seco y luego arrojan a Orfeo hacia mí, bien empaquetado.

- Qué quieren? Porqué nos buscaban? Tienen algo que ver con mis pesadillas? HABLA!- grito. No me había dado cuenta de lo furioso que estoy hasta que oigo un snap y me doy cuenta que las cadenas le han roto una costilla.

- Andrómeda...-

Me giro y me quedo horrorizado. Perseo ha sacado una espada y se la ha clavado en el costado a Hyoga.

- DÉJALO! DEJA A CISNE!- grito, las cadenas soltando a Orfeo para lanzar a Perseo atrás. Corro hacia ellos, y veo que Hyoga, gracias a Dios, congeló la espada, que se rompió, dejando entrar sólo unos cinco centímetros en la carne: pero aún así es una herida seria. Me volteo a Perseo y a Orfeo, y veo que él ya ha tomado a su camarada herido y huyen. Mis cadenas los persiguen, pero unos hilos negros se abren como una puerta dimensional, y desaparecen.

- Maldita sea...- grita Hyoga, aunque sangra como un cerdo.- Se han ido!-

- Puedes tenerte de pie?- pregunto, sosteniéndolo. Hyoga asiente y se endereza, furioso, aunque sé que le duele: pero mientras saco el celular de mi bolso y llamo urgente a Saori que nos mande un helicóptero, sé que la memoria de lo que sucedió esta noche no se ha borrado ni se borrará fácilmente. Todo ha cambiado.

Cuando acabo la llamada, miro a las rocas y a Hyoga, allí de pie, herido, y tan lejos, en todo sentido. Y me echaría a llorar.

¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥ ¥