By The Fox.
Chapter Two:
Linkin' Park.
Hyoga se recuperó en una semana: los caballeros sanamos mucho más rápido con ayuda del Cosmo. Pero el jaleo que se arma dura mucho más que una semana: Saori se toma días para sacarme toda la historia, y le cuento todo lo que me atrevo a contarle. Le confieso incluso lo ocurrido con Hyoga, el que me trata exactamente igual que antes... aunque hay una diferencia, que es profunda, y me temo que es irremediable, y que es tan sencilla como que sus ojos ya no me miran como si fuera su hermano menor. Me mira con afecto, pero hay algo... una frialdad, una sequedad en donde nuestra amistad siempre fue calurosa. Ya no hay abrazos incidentales, ni manos dejadas descuidadamente en el cuerpo del otro. Hemos perdido la inocencia, y es mi culpa.
La imagen de Perseo y de Orfeo, tomadas vía satélite, dan vuelta nuestros archivos, y nada. Saori tiene a los mejores expertos de investigación que le levantó a la CIA y a la Interpol trabajando, pero aún no encuentran nada, excepto, por supuesto, sus contrapartes mitológicas. Milo y Mu vienen a hablar con nosotros, muy raros de civil, y mientras que Mu decide investigar en Grecia, Milo parte a la Isla de Andrómeda a buscar trazas de ese Cosmo.
Dos semanas más tarde, salto de la cama a medianoche. Soy incapaz de dormir. Los médicos de Saori han
tratado todo en mí, pero los encefalogramas salen normales, y los sedantes sólo alargan mis pesadillas,
como si mi cuerpo no me obedeciera para despertar cuando no soporto más. Las únicas horas que puedo
dormir sereno son por la mañana, cuando el sol está alto y Saori vela mi sueño, envolviéndome en su
Cosmo: pero eso la agota tanto como me sana a mí, y no puedo permitírselo más que una hora al día.
Y es por ello que, totalmente privado de sueño, camino como un zombi, choco con las paredes, y estoy
apenas cuerdo. Ya no tengo reflejos ni fuerza: no puedo retener nada en el estómago, y tengo la cabeza
llena con las imágenes de mis pesadillas. Imágenes horrorosas: Saori animando a Tatsumi golpeándome
cuando éramos niños hasta que su voz de mocosa psicótica me retumba en los oídos: Ikki violándome
cuando estaba dominado por Ares: Seiya, Hyoga y Shiryu dándome una paliza brutal en las Guerras
galácticas! Pero eso nunca pasó, verdad? No alcancé a combatir con ellos... creo. Esas pesadillas están
tomando el lugar de mis memorias, y aunque no ocurrieron, no puedo convencerme de que no ocurrieron.
Simplemente salto al tacto de los chicos. Simplemente no quiero ver a Ikki. Simplemente no soporto la voz
de Saori.
Creo que de veras esto va a acabar conmigo. Si esto no acaba, me mataré.
No puedo quedarme tendido intentando no dormir y repasando una y otra vez esas imágenes, esos rostros
amados retorcidos en gestos monstruosos. No me puedo quedar aquí repasando otra vez los ojos de
Hyoga, su gesto horrorizado, desconcertado, herido... la forma en que se pasó la manga por los labios... su
voz - Por Dios, Shun-
Y Perseo: su belleza, el amor que me declaró tan abiertamente, y sus palabras... Tu Cosmos y el mío han
estado fundidos por tantos siglos. Qué me importa tu cuerpo? Tan bellas, tan ardientes. Nunca he sido el
objeto de un amor, de una devoción así, y me asusta, y a la vez lo deseo. Es lo que he estado esperando?
Porque siento algo por él, no puedo negarlo. Es Andrómeda, en mí? Y qué pasa con Shun, entonces?
No puedo quedarme allí o me volveré loco. Huyo al dojo de la mansión, que es enorme, e intento calmar mi
corazón haciendo ejercicio hasta agotarme. Las barras paralelas: el caballete: los aros: las barras
asimétricas: el salto... no tienen secretos para mí, pero debes estar concentrado, y me ayudan. Es un poco
como dormir.
Practico mi elasticidad en el área delimitada como piso. No tengo fuerza, pero aún me queda destreza, y
aunque caigo un par de veces vuelvo a levantarme y sigo tratando. Me siento mejor. Tomo unas clavijas y
las hago volar: sé que es de niñas pero siempre me ayudan a practicar como si fueran mis cadenas. Una,
otra, salto, arriba, giro... es como combatir, sólo que contra ti mismo.
- No puedes dormir-
Atrapo las dos clavijas con una mano y me giro. Shiryu, con un pantalón de karate negro por toda
vestimenta, el pelo suelto como siempre, me mira desde el umbral del dojo, su espada de práctica en la
mano, su gesto muy tranquilo.
- Tú tampoco?- pregunto, sorprendido.
- Me he acostumbrado a venir a practicar un rato y luego volver a dormir, cuando tengo exceso de
energía.- me dice al pasar directo al área de piso, ya descalzo.- Quieres practicar conmigo o ya acabaste-
- Me encantaría. Voy por una katana-
- No.- me dice Shiryu.- Las clavijas están bien-
Sonrío. En manos de la mayoría son un juguete, pero un golpe de ellas en los nudillos o en la cabeza no es
muy diferente de un nunchaku: son de fibra de vidrio, muy pesadas.
Shiryu asume posición de Jodan y yo lo espero, pasivamente. Pero nunca ha sido su estilo sólo atacar: nos
rodeamos un poco, y cuando carga, lo hace con tal suavidad que apenas me da tiempo de prepararme.
Cruzo las clavijas, reteniendo su impulso, y luego cedo saltando hacia atrás, para pasar por encima suyo y
lanzarle una clavija a la cabeza. Shiryu la rechaza como un beisbolista, marcando casi un jonrón con su
espada y mi pobre clavija, pero queda desprotegido, con espada muerta, y salto sobre él clavándole un
codo en el pecho y dándole en la muñeca con la otra clavija, obligándolo a soltar la espada. Shiryu se gira,
arrastrándome con él, y aunque lucho sé que aún desarmado, estoy perdido: no me queda fuerza en el
estado en que estoy, y ni en mis mejores días he tenido fuerza para competir con Shiryu, gracias a los
malditos estrógenos. Mi fortaleza siempre ha sido la destreza y la habilidad, y ambas las estoy perdiendo.
Shiryu está jadeando encima mío, y me mira a los ojos. Pero no debería estar jadeando, no con tan poco
ejercicio.
- Estás bien, Shun-
Asiento. Nos levantamos, pero Shiryu no aparta la vista de mí mientras recojo las clavijas.
- Shun-
- Sí-
- Hyoga fue tan brutal para declinar tus sentimientos? -
Me congelo. Cuando me vuelvo a él, el rostro de Shiryu es completamente neutro. Odio cuando hablamos
de cosas importantes y él adquiere esa máscara Zen suya.
- Saori les contó?- barboto horrorizado.
- No. Yo lo deduje.- Shiryu mueve la cabeza.- Y no sólo eso. Hay cosas no nos has contado, Shun. Cosas
que deberías contarnos-
- Mi vida privada-
- Shun, ayer Seiya te puso una mano en el brazo y te echaste a temblar como una hoja. Cuando Hyoga te
mira, porque está medio loco de preocupación por ti igual que todos nosotros, eres incapaz de mirarlo a los
ojos. Eres incapaz de mirarme a mí a los ojos. Qué está pasando-
- Me has estado observando?- exclamo, colérico.
- Lo observo todo, Shun-
Avanzo hasta él: sus ojos grises no están alterados en lo más mínimo. Deseo golpearlo, deseo herirlo como
me ha herido en sueños, como sus palabras me hieren ahora.
- Y estás contento observándome como a una cobaya? Sí, Hyoga me rechazó, y ahora me odia. Me le lancé
encima como un enfermo y ahora me desprecia, igual que harán tú y Seiya en cuanto le cuentes. Y sí, tengo
unas pesadillas asquerosamente pervertidas desde hace un mes, y ya no tengo fuerzas para nada, y
Perseo...- grito: estoy al límite de mis nervios. Pero entonces Shiryu avanza hasta mí, me aferra de los
hombros y me da una cachetada justo a tiempo antes de que caiga por el abismo de la histeria. Me quedo
helado, paralizado.
Y entonces Shiryu se inclina y devora mis labios como si hubiera estado esperando esto toda mi perorata.
Me rodea con sus brazos suave, pero firmemente, su sabor a menta y hierbas invadiéndome como un
perfume. Estoy demasiado sorprendido ni siquiera para devolverle el beso: pero él toma ventaja de mis
labios entreabiertos y su lengua hace una deleitosa exploración que me hace cerrar los ojos.
Cuando se aparta, me mira a los ojos. Nunca me había percatado de que sus ojos rasgados tienen líneas
más oscuras en la profundidad del gris.
- Shiryu.- digo, incrédulo.
- Shun. No te desprecio, como tampoco lo haría Seiya si lo supiera, y menos que nadie Saori.- dice, en un
susurro.- Pienso que fuiste muy valiente. Y que Hyoga, al que quiero como a un hermano, es un idiota-
- Qué...?- pero es imposible seguir pensando: su boca esta en mía otra vez. No siento la euforia que me
inundó cuando tomé la boca de Hyoga, ni ese latido pulsante y mareador del beso de Perseo. Soy
perfectamente consciente que es Shiryu quien está en control, quien me está besando, y siento todos los
detalles con una claridad asombrosa: su pecho desnudo contra mi camiseta, su cabello que me roza suave
y espeso: sus antebrazos rodeando mi cintura, una mano sujetando mi cabeza, los dedos hundidos en mi
pelo. Su respiración acompasada, y la forma en que aunque me está besando a veces abre los ojos y me
mira, entrecerrándolos.
Y soy consciente de que lo que él está sintiendo le complace, porque se aprieta contra mi vientre sin
ninguna timidez y deja un muslo entre mis piernas para sentir si a mí también me complace.
- Shiryu...- sussuro, mis dedos perdidos en su pelo- Qué... qué significa esto? Qué estás haciendo-
- Ofreciéndote una alternativa a tus pesadillas.- me susurra, y juraría que hay una nota de humor y otra de
ternura en su voz. Sus besos continúan, hasta que me flaquean las piernas.
- Shiryu, no, por favor, no puedo más...- jadeo, cuando sus besos van hasta mi oreja y la muerden
suavemente. Shiryu se aparta, pero aún me sostiene por la cintura.
- Está bien, Shun. Fue sólo... una oferta. La tomes o la dejes, no cambiará lo que ya existe: sólo podrías
añadirle algo más.- Maldita sea, porque yo no pude hacerle un ofrecimiento así a Hyoga, algo tan maduro,
tan elegante, tan sensual, tan ... irresistible?- Si no puedes dormir, estaré despierto en mi habitación, para
que conversemos, veamos TV o lo que... tú quieras. Ojalá puedas descansar.- me dice, antes de tomar tu
espada, su toalla, y dar media vuelta.
Sé que Shiryu no es de los que cuentan, pero si lo hubiera hecho, no habría llegado a diez.
- ... Shiryu-
- Sí, Shun-
Qué alternativas tengo, para mantenerme cuerdo? Hyoga es una negativa y Perseo una ilusión. Es él, o mis
pesadillas... aunque él merece ser mucho más. Mucho, mucho más.
Siva, es posible que alguien como Shiryu sienta algo por mí?
- Estás seguro que no te molestaré-
Shiryu sonríe.- Seguro.-
Algo en la forma en que se hace cargo de todo me vuelve literalmente loco: a Seiya, en particular, le
exaspera. Pero ahora lo agradezco, porque no sé qué decir, qué hacer, cómo moverme. Sobre todo cuando
al llegar a su habitación, que es un refugio Zen con tan pocas cosas como es posible, Shiryu abre la cama
doble que está apenas arrugada, en donde unas sábanas prístinas y un cobertor verde agua invitan al
reposo. Tiene unas acuarelas chinas en las paredes, y un poster de un concierto de Enya: nada más. Hay
algo... profundamente pacífico en su cuarto. Ahora que lo pienso, aunque he visto televisión incontables
veces echado en la cama de Seiya y he leído un montón de revistas echado en la alfombra de piel de
Hyoga, jamás había traspasado el umbral de este cuarto.
- Bienvenido.- Shiryu sonríe y limpiándose los pies descalzo cuidadosamente con unas toallas, se mete a la
cama, mientras yo me siento tímidamente a los pies.
- Ven acá, Shun.- me dice mirándome a los ojos.- haremos lo que se te antoje, excepto resfriarte-
- Yo...- muevo la cabeza; qué hago aquí?. Aún no puedo creer lo que está pasando.- Shiryu, qué... – no
puedo formular la pregunta: es demasiado egocéntrica, incluso para mí.
- Desde cuando que me gustas? Desde que alcanzaste tu Cosmo en Gémini, el primero de nosotros en
encontrar su séptimo sentido. Desde entonces.- me dice, las manos cómodamente en el regazo como si
estuviéramos charlando del tiempo. Cruzo las piernas y me acerco a él, fascinado, y sin poder evitarlo me
sonrojo.
- No-
- Sí.- Shiryu sonríe como si me revelara un tesoro.- Por supuesto, era obvio que tenías sentimientos por
Hyoga, así que decidí esperar a ver en qué se desarrollaban tus sentimientos, los míos, y los de él-
- Esperaste mucho tiempo-
- Tengo paciencia.- me dice con esa sonrisa suya que es puro Zen y agua cayendo por una cascada.
- Shiryu, yo-
- Sé que tus sentimientos no han cambiado: no puedo esperar que des un giro de ciento ochenta grados a
lo que sientes sólo porque yo salto a la palestra. No hubiera tomado acción de no ser porque Hyoga se
está tardando demasiado-
- tardando-
- En darse cuenta del error que cometió.- su voz se tensa, y sus ojos se enfrían levemente.- va a darse
cuenta: lo sé. Pero entretanto, te estás autodestruyendo, y no podía permitirlo si puedo hacer algo para
evitarlo-
Su súbita seriedad inunda mi corazón de ternura. Había alguien que me miraba: alguien que sabía por lo
que estaba pasando. Quisiera besarlo.
- Shiryu... perdona. Nunca se me hubiera ocurrido. Yo... gracias-
Él mueve la cabeza.- Me era tan imposible no intervenir como lo es no moverte mientras se acerca una obra
de arte al fuego. – su voz suena con tanto afecto, tanto... aprecio, que siento lágrimas en los ojos. Shiryu,
mi Shiryu, quién podría no quererte? La obra de arte entre nosotros, siempre calmo, siempre elegante y
delicado, en corazón y en actos, siempre sabio, eres tú, mi noble dragón.- Shun, me dirás lo que te está
pasando? Por favor. Esas pesadillas... cómo empezaron? En qué consisten? Qué te aterra tanto-
No sé si son sus palabras, o la forma en que me acaricia el pelo, pero lo logra. Le cuento. Todo.
Todo.
Cuando acabo, estoy abrazado contra su pecho como un niño, y Shiryu nos ha cubierto con la manta,
manteniéndome apretado contra él. No lloro, pero estoy sin aliento. Sólo entonces él habla, y siento las
lágrimas en su voz. Shiryu está llorando... por mí?
- Cuando tocaste tu Cosmo, y lo sentí aún a través de las barreras entre las casas, fue... un instante divino.
Sentí a través tuyo, la inmensidad de tu poder, su calidez... tu poder no es una supernova en explosión
como Seiya, ni el helado resplandor de Hyoga. Tu poder es cálido, vivo y cambiante, y sin embargo
sereno. Está hecho de opuestos que no contrastan: de silencio y de susurros, masculino y femenino, dar y
recibir. Cuando lo tocastes, Shun... sentí al mismísimo Tao. Y desde entonces habita en ti.- me susurra. La
intensidad de la emoción en su voz me sobrecoge.
- El tao-
- El estado que sólo he podido rozar en las meditaciones más perfectas de mi vida.- Shiryu se gira para que
podamos encontrar nuestras miradas.- No pienses que mi afecto está sólo dado por tu Cosmo, Shun. Te
quería, como a un hermano de sangre, desde mucho antes: y te amaré de esa forma, como a Seiya y a
Hyoga, hasta que muera. Pero ese momento de perfecta beatitud envuelto en tu Cosmo... no me abandonó
jamás. Fue entonces que comprendí tu verdadera naturaleza, lo que había detrás de tus ojos, oculto.- me
susurra
- Alguien que no es ni hombre ni mujer, sino una mezcla rara de ambos?- suspiro contra su pecho.
Shiryu me levanta la cabeza, y el Dragón está en su mirada.
- Sí. En ti está el Tao. El todo: la perfección, el equilibrio. Cómo podría Libra dejar de amarte?- me susurra.
Su beso no me toma desprevenido ahora: estoy esperándolo, ansiándolo. Shiryu no apaga la luz: no me
deja rozar siquiera una pesadilla. Cuando al fin deja de beber mi aliento, me besa las sienes, la mejilla, y dice
muy despacio:
- En el momento en que quieras detenerte, sólo tienes que decírmelo.-
Abro los ojos, y miro al caballero más perfecto de todos inclinado sobre mí, con los ojos llenos de amor y
ternura. Y reposo los brazos en la colcha, porque si él no puede sacarme a Hyoga de la cabeza, nadie
podrá.
- No te detengas.- le susurro.
Shiryu me obedece, y siento su alegría ante mis propias y tímidas caricias. No me hace preguntas: sabe que
no tengo experiencia, y es muy obvio que él sí, y bastante. Pero sé lo suficiente para saber lo que desea, y
estaré feliz de dárselo y de tomar lo que me ofrezca. Cuando me besa el pecho delicadamente, y veo esa
melena de pelo como tinta fría y fresca resbalando por mi cuerpo, sé que nadie, excepto él, podría tomar el
lugar de Hyoga y hacerme feliz.
- Shiryu... déjame.- susurro, tratando de acariciarlo.
- Un momento.- hay risa en su voz mientras se quita el pantalón y desabrocha mi pijama. Por la forma en
que sus ojos se entrecierran, siento que le gusta lo que ve. Y por primera vez me siento orgulloso de lo que
Andrómeda ha hecho con mi cuerpo, si a él le gusta.
- Shiryu... déjame acariciarte, por favor.- insisto, mis manos en sus hombros mientras continúa sus besos,
masajeando mi vientre.
- No, ahora te toca a ti tener paciencia.- me dice con una risa.- Me he esperado cinco años para sentir tu
sabor: no puedes esperar cinco minutos-
- Mi sabor...? –parpadeo, y entonces me siento de golpe cuando me hace entender a qué se refiere. –
SHIRYU-
- Puedes gritar todo lo que quieras. A no ser que quieras que me detenga.- levanta su rostro al nivel de
mío, aunque sus manos siguen haciendo magia, y percibo que se está riendo. Hace cuánto que no lo
escuchaba reír?
- No... te detengas... no te atrevas, o te echaré mis cadenas encima...- gimo, hundiéndole la cabeza para que
continúe.
- Ya lo hiciste.- sonríe, y me complace con tanta energía que son menos de cinco minutos los que le toma
tenerme gritando su nombre y aferrando su pelo. Cuando al fin mi visión se aclara, él se está limpiando la
boca con el pulgar, lamiéndolo y acercándose a mí como una serpiente de cacería.
- Estás bien-
- Ni siquiera sabía... que eso se podía... hacer-
- Si estás cansado-
- Estoy ...ferpectamente.- agrego, abrazándolo.- Qué sigue en el menú-
- Ancas de dragón, si quieres.- El chiste es tan vulgar que me toma un momento entenderlo antes de me ría
tanto que casi me caigo de la cama. No puedo creer que Shiryu esté haciendo chistes sucios. Menos
puedo creer que me haya hecho un blowjob, pero tampoco puedo creer que me esté ofreciendo.
- Shiryu, estás... seguro-
- Si quieres, soy todo tuyo.- me susurra, besándome con abandono en el pecho, el cuello. Cierro los ojos:
nunca en mi vida me he sentido tan relajado, tan feliz. Shiryu inhala en mi cuello, mientras su mano me
ayuda a revivir, y me mira a los ojos.
- Quiero que tus Cosmo me invada. Quiero que tú me invadas.- suspira, antes de llevarme a un beso en que
su Cosmo, que es sereno como el agua e impetuoso como una cascada me inunda, me llena: pero a
diferencia de las amargas aguas de la isla de Andrómeda, aquí no me ahogo, sino que respiro con libertad,
me muevo con su marea.
Shiryu se tiende de bruces sobre la almohada, y cubro de besos su espalda, algo indeciso sobre lo que
tengo que hacer: pero él mismo me facilita el camino y me guía. Y cuando al fin estoy listo, observo su
perfil, su espalda, sus fuertes brazos, y algo tiembla en mi corazón.
- Shiryu-
- Hazlo!- me suplica, en un suspiro apasionado. Presiono, encuentro resistencia, y de pronto cede y un
océano de delicia me envuelve e irradia desde allí, en donde la carne de Shiryu me da la bienvenida. No me
muevo: no puedo, el deleite me paraliza. Me derrumbo contra su espalda, y quedamos de costado, los dos
en posición fetal, conmigo abrazándolo todo lo que puedo, mi pelvis pegada contra sus nalgas, hundido
en él mientras mis piernas le rodean los muslos como una presa de mis cadenas. Spider Web. Mi Cosmo
estalla mezclado con el de él, y nos movemos apenas, demasiado enajenados por el placer: ninguna droga
podría llevarnos tan alto. Lo aferro mientras el orgasmo me sacude como un cataclismo, y Shiryu se
presiona contra mí mientras jadea en voz alta el suyo, dándome en medio de mi ceguera la visión de él,
apoyado en los codos, sacudiendo su melena y arqueándose como un potro salvaje, arañando la colcha,
sus gritos roncos y primales.
Por primera vez en tantas noches, en sus brazos, duermo sin sueños, sin pesadillas. Cuando despierto, aún
no amanece, y me siento descansado, casi feliz. Estoy confuso, pero el bienestar que siento es demasiado
para ignorarlo. Me giro para ver su rostro, desearle los buenos días, y quizá decirle palabras de amor, de
verdadero amor, cuando algo en mí se congela de horror.
Shiryu está tendido de espaldas, tenso como un arco, y tiembla de pies a cabeza: tiembla tan violentamente
que remece la cama. Está llorando. Está llorando, y empieza a gritar. Es tan horrible escuchar a Shiryu
gritar!
- Maestro... NO! Shun Rei no! MAESTRO! POR FAVOR! ME DUELE! MAESTRO!- su voz se vuelve un
chillido agónico, el grito de una mutilación, y antes de que lo toque Shiryu se revuelve salvajemente. Salto
encima suyo y empiezo a remecerlo, a golpearle la cara, hasta que un momento eterno después, el grito se
corta y Shiryu parpadea, su cara blanca como un espectro, sus jadeos sollozos desesperados. Se sienta, y
puedo ver que tiene la uñas ensangrentadas por arañar el cobertor.
- Oh, Siva, no.- susurró, sintiendo que los ojos me arden.
Shiryu me mira, y está temblando.
- Creo...- me susurra.- Que es mejor que vayamos a hablar con Saori.-
La hubiéramos sacado de la cama, pero Saori ya estaba levantada. Cuando llegamos a su sala de recibo, los
dos pálidos y tensos, me sorprende encontrarme a Hyoga y a Seiya ya allí. Y también está Kiki, que corre a
saludarme, lo que significa que.
- Mu acaba de llegar, encontró algo.- dice Seiya a guisa de saludo.- Shiryu, estás bien? Te ves terrible-
- Gracias por notarlo.- Shiryu mira a Hyoga y luego a Seiya con cierta sequedad.- Acabo de tener una
pesadilla de las que Shun tiene hace un mes y no sé si me puedo tener de pie. Shun, nunca acabaré de
disculparme contigo por no haberte prestado atención-
- Es culpa mía.- le susurro. Cómo puedo habérsela traspasado? Qué demonios es esto, una ETS?
- Tenemos identificado a Perseo.- dice Saori entrando, con Mu detrás.- Fue uno de los aspirantes para la
armadura de la Medusa hace varios años, pero falló, y se retiró.- Shiryu, que se cegó a sí mismo para poder
derrotar al caballero de la Medusa, asiente.- Se llama Anthony Delchianti, Mu habló con uno de sus viejos
compañeros de entrenamiento y ya sabemos que vive en Piamonte, tiene una villa. Pero desde hace seis
meses, viaja mucho a Grecia, o al menos eso dice su pasaporte. Averiguamos, y hoy está en casa.- dice
con una leve satisfacción.- Shun, agarra tu armadura. Aparentemente a ti no es capaz de lastimarte, así que
vas a ir a traérmelo, con Hyoga de apoyo-
- Pero Saori...- No, no, no, no quiero ver a Perseo ahora: es demasiado.
- Shun, es una orden. – la voz de Saori se suaviza, y mira a Shiryu fijamente. Sé lo que nota: es tan
imposible de no notarlo como si Shiryu tuviera un brazo menos: su aire de calma seguridad, su paz, que no
notamos hasta que falta, ha desaparecido. Y es mi culpa..- Shiryu, estás bien-
- No.- dice Shiryu.- Saori, tengo que hablar contigo. En privado-
Puedo ver que las últimas dos palabras ofenden a Seiya profundamente. Supongo que ellos dos siempre
han sido tan confidentes el uno del otro como lo somos... éramos... Hyoga y yo. Me pregunto si Shiryu le
habló de sus sentimientos por mí: de alguna forma, dudo que Seiya hubiera podido quedarse callado. Da
media vuelta, y sale de la habitación, pero Shiryu no lo mira mientras sigue a Saori a su estudio. Mu, que
pasa al lado mío, se detiene para ver la puerta cerrase tras ellos, y se vuelve a mí mientras Hyoga sale tras
Seiya.
- Joven Shun.- Esa voz tan suave de Mu. Siempre he pensado que el primer caballero es el más fuerte de
todos, a pesar de su aspecto juvenil y élfico y su pronta sonrisa. Sigue siendo el único al que jamás nos
hemos enfrentado. Sólo Shiryu lo intentó, en la entrada de las doce casas, y Mu lo hizo bolsa.- Su Cosmo
está muy alterado. Qué le ha sucedido-
Me reiría de la pregunta, pero el grito de agonía de Shiryu me ha quitado las ganas de reír, creo que
permanentemente.- Estoy bien, Mu. Gracias por la información: traeremos a Perseo aquí aunque tenga que
traerlo arrastrando. –
- Tenga cuidado, joven Shun.- me dice Mu, observándome pensativamente.- No debe arriesgarse
innecesariamente, hasta que sepamos bien de qué va esto. Hay un Cosmo muy extraño envolviendo todo
esto, y lo inunda a usted-
Las palabras de Mu me enojan, pero no es con él: es conmigo mismo que estoy enojado. Mientras subo al
avión que nos llevará a Hyoga y a mí a la villa del tal Anthony Delchianti, mi armadura puesta, sus
palabras me carcomen. Me inunda, y como siempre, fui el primero en caer. A pesar de lo que diga Shiryu,
siempre he sido el eslabón más débil de los caballeros. Hades me poseyó con facilidad: Ares me derrotó en
un suspiro, Mime jugó conmigo hasta cansarse... sin Ikki, hubiera muerto muchas veces. No soy tenaz
como Seiya, ni sabio como Shiryu, ni fuerte como Hyoga, ni poderoso como Ikki. Siempre he sido el
eslabón más débil: es comprensible que sea lo que este ataque, empiece por mí.
Un beso de Perseo, y dudé. No sólo soy débil en combate: soy débil todo yo, siempre lleno de dudas, de
consideraciones, de emociones que no puedo controlar. No es por ser el menor: Seiya tiene casi mi misma
edad. Pero hay un motivo de porqué ningún manto dorado me eligió, y es porque hay un abismo entre el
poder de Hyoga, Seiya y Shiryu, y el mío. Yo no era digno: sé que sólo por eso, Ikki se negó a la idea de
aceptar uno, aunque fuera sólo por no dejarme en ridículo.
Hay veces que me pregunto porqué Athena tolera un eslabón tan débil en su cadena, si es la diosa de la
sabiduría y la guerra. Y creo que el único motivo es porque Saori me quiere.
Hyoga va en silencio todo el trayecto en el jet especial de la Fundación, también con armadura. Sé que
quiere arreglar cuentas con Perseo, pero está innaturalmente quieto, tenso como un alambre.
- Shun-
- Dime-
- Quiero hablar de lo que pasó en la isla-
- Ya te dije que lo siento. Orfeo se me soltó y huyeron: no hubo nada que pudiéramos hacer, no te iba a
dejar ahí sangrando-
- No hablo de ese par de imbéciles. Hablo de lo que pasó antes de que llegaran-
No me esperaba esto. Pensé que Hyoga sólo quería olvidarlo: dejarlo atrás. Me giro en el asiento para
mirarlo y lo veo allí sentado, usando su armadura con tanta comodidad como una segunda piel, el sol de la
mañana brillando en su pelo con resplandores de oro, su rostro claro y puro y honesto, y mi corazón va a
él. Hyoga, mi Hyoga, mi mejor amigo, mi primer amigo, mi primer amor. No hay nada que no pueda
perdonarle, incluso mi corazón roto. Basta que haga crujir los nudillos como hace siempre que está
inquieto, y sé que lo amo, que lo amo aún más que ayer.
Pero entonces qué pasa con Shiryu, que me ha ofrecido su amor tan dulce, tan abiertamente?
Qué pasa con Perseo?
- Shun, no...- mi corazón se inunda ternura al verlo buscar vagamente por las palabras: Hyoga nunca ha
sido el más sensible de nosotros, y estoy seguro que nunca ha vivido una escena como esta, ni siquiera
en una película.- No sabía. Yo... aún no sé qué era lo que...- se pierde de nuevo. Es incapaz de mirarme a la
cara: sé que todo lo que desea es disculparse, pero aunque lo intento no sé cómo hacerle las cosas fáciles.
- Está bien, Hyoga.- digo, sin atreverme a tocar sus manos que se agitan en el aire mientras intenta
encontrar las palabras.- Ya pasó-
- No, no pasó!- exclama, y salta de su asiento para pasearse a pesar de que el tiempo está turbulento y el
avión no está completamente quieto.- Porqué lo hiciste? Fue porque estabas aterrado por la pesadilla, o...-
su voz cambia.- Porqué luego estabas besando a Perseo-
- Perseo no tiene nada que ver en esto.- digo, cansadamente.- Hyoga, porqué quieres obligarme a que te
diga lo que ya sabes? Lo que puede lastimarnos a los dos-
- Necesito saberlo.- su voz es tensa, seca. Por una vez, lo veo como deben verlo sus enemigos: implacable,
frío Cisne de hielo.
- Tengo sentimientos por ti. Si me correspondes, podemos iniciar algo: si no, nuestra amistad no tiene
porqué cambiar.- digo suavemente, tratando de recordar las amables palabras de Shiryu. Shiryu. Y si
Hyoga acepta, qué pasa con él? Siva, en qué me he metido?
Hyoga me mira como si hubiera esperado que todo fuera un malentendido: está tan blanco como uno de
sus copos de nieve.
- Lo siento.- añado, con un suspiro.
- Sentimientos... por mí?- se quita el yelmo y hunde los dedos en su pelo.- Shun, Dios, lo siento... no tenía
idea, nunca me lo hubiera imaginado-
- Está bien, Hyoga-
- Estás seguro que no son las pesadillas? O tal vez es Andrómeda... los doctores dijeron que súbitamente
tus hormonas habían cambiado, no? Quizá es sólo eso... como soy el que está más cerca de ti, de
repente-
- HYOGA.- le suelto con sequedad, profundamente ofendido: me niego a que transforme mi amor en una
"fase", aunque lo haría más fácil para él.- Estoy enamorado de ti desde los once años: haz el favor de no
denigrarlo hablando de hormonas-
- No me pidas que no intente achacarlo a algo así cuando te encuentro comiéndote a un desconocido
cinco minutos después.-
El golpe es bajo, pero supongo que está en su derecho.
- El desconocido resulta ser, aparentemente, la reencarnación de Perseo. Si lo recuerdas bien, era el amante
de Andrómeda, y Andrómeda... pues reaccionó, y me tomó por sorpresa-
- Ya veo. Te volverá a tomar por sorpresa ahora, entonces-
- No.- le suelto, furioso, porque sé lo que implica, y ni yo mismo estoy seguro.- No hables estupideces-
- Shun...- veo como la ira se aquieta en sus ojos y me mira, me mira con ternura, y con tanto remordimiento,
que me parte el corazón.- Shun, de veras lo siento, no tenía idea. Jamás he querido que sufras, yo te
quiero... te quiero tanto-
Asiento.- Está bien. Ya estoy bien, no quiero que afecte nuestra amistad. Shiryu me ayudó, anoche.-
agrego, sin poder evitar que mi voz se suavice. Shiryu, mi Dragón... estará bien ahora?
- Te ayudó-
Y entonces comprendo mi error. No hay forma que Seiya y Hyoga... demonios, yo creo que hasta los
caballeros del Santuario... no hayan sentido la explosión del Cosmos de Shiryu y mío anoche. No deben
haber comprendido lo que era, hasta... ahora.
Mi cara toma el color de... mi armadura.
El rostro de Hyoga es como un máscara de hielo.
- Oh. Ya veo que por ley de probabilidades alguno tenía que caer. Qué número era yo en tu lista? Qué
número es Seiya-
Le doy vuelta la cara, no de una cachetada, sino con el puño cerrado.
- Hyoga.- siseo.
El resto del viaje lo hacemos en silencio. Cuando me avisan que estamos sobre los terrenos de Anthony
Delchianti, me envuelvo en Cosmo, y me dejo caer, solo.
Las cadenas de Andrómeda siempre han sido una mezcla entre mascota amaestrada y arma: los demás no
lo comprenden, pero hay veces que las cadenas está contentas, y otras, francamente juguetonas. Hoy me
sirven de maravilla como instrumentos de sneaking, mientras noqueo guardia tras guardia y me cuelo en la
villa, hasta entrar por una ventana del segundo piso que da a una hermosa galería techada.
El Cosmo me alerta: y sin duda, él me ha sentido venir. Si yo fuera un poco más creído, que lo soy, estaría
seguro que orquestó esto.
Porque es bellísimo.
El sol de Italia entra a raudales en la galería, que está panelada en cedro, encerado, brillante y dorado. Hay
cuadros en las paredes, grandes y relucientes, óleos antiguos, y las mesas, cubiertas de mármol, están
cargadas de cosas bellas; lámparas, cajas decoradas, porcelanas...
Él está de pie contra el ventanal, vestido con un impecable traje blanco de tres piezas, y su largo pelo está
suelto a su espalda, semejante al de Shiryu, pero de un rubio oro radiante. Su rostro es más suave,
también, sus ojos claros y verdes. Y tiene una copa etrusca en la mano, decorada con infinitesimales
arabescos en la mano: una antigüedad.
- Brindo.- sonríe al verme.- Por nuestro reencuentro.- agrega, haciendo un gesto. Y entonces empiezo a
reconocer las estatuas y pinturas en la galería. Siva, son todas mías. No, no mías: de Andrómeda.
Pinturas de la hermosa princesa atada a la roca, su rostro bello y atribulado. Estatuas de su delicada figura,
aprisionada con cadenas. Estudios y dibujos de un monstruo marino de aterradora inmensidad. Óleos
marinos de la Isla de Andrómeda, y fotografías enmarcadas del paisaje. Más pinturas de la princesa. Y a
pesar de que todos los pintores la imaginaron diferente, yo, que he visto su rostro en sueños, veo que
todos acertaron en una cosa: sus ojos, verdes como el mar, abiertos y doloridos.
- Perseo...- digo, antes de verlo a la cara.- Anthony. La Dama Saori quiere hablar contigo. Ven, por favor,
sin ofrecer resistencia, y te prometo que no sufrirás ningún daño-
- No puedo, Andrómeda.- su voz trasunta auténtica tristeza.- No puedo ir contigo, aunque sabe Dios que
no deseo otra cosa.- agrega, sentándose.
Debería llevarlo a rastras. Debería noquearlo y llevarlo envuelto en una cadena como un salchichón, pero
simplemente no puedo.
- Perseo...- susurro.- Porqué están haciendo esto? Quiénes son? Porqué nos atacaron? Tienen algo que
ver con las pesadillas-
- No, Shun-Andrómeda.- Cómo sabe mi nombre? Oh, Hyoga debe haberlo dicho esa vez...- Tiene que ver
con los sueños.- agrega, y me roza la cara.
Claudia. La ciega me dijo algo como esto.
- Los sueños?- parpadeo.- Perseo, ayúdame: no quiero luchar contigo. Porqué están haciendo esto-
- Soy la reencarnación de Perseo, Shun. He buscado a Andrómeda todos los días de mi vida: no podía
negarme a quien me garantizaba mi deseo más intenso.- susurra, y siento la dulzura del vino blanco en su
aliento y la presión de sus manos. Lo miro desolado, y él continúa.- Te lo diré todo... sólo quédate
conmigo...- agrega, y una lágrima cae en mi mano. No puedo evitarlo: mi corazón sufre por él. Le acaricio el
pelo, y toma mi mano y la besa con fruición.
Si fueras Hyoga... o eres tú, a quien he buscado toda mi vida a través de Albiore, de Hyoga.
- Le ofreció a Orfeo encontrar a su Eurídice. Le ofreció a Heracles venganza en los que lo mataron. Le
ofreció a Teseo recuperar a su hijo. Le ofreció el sueño de toda su vida a cada uno de nosotros, que
éramos reencarnaciones fallidas, solitarias. Nos dio poder, nos hizo alcanzar el Cosmo. Pero sólo... sólo si
los derrotábamos a ustedes, para que él pudiera tomar a Athena-
- Quién quiere matarla? Porqué?- oh, maldita sea... no otro Dios loco.
- Es-
Una explosión hace saltar todas las cosas bellas por los aires, pero en vez de proteger a todos sus tesoros,
él me aferra a mí, quitándome del camino de una lámpara que cae.
- SHUN!- De dónde ha salido Hyoga? Nos estaba escuchando?
- Traidor...- Susurra una voz, que sale de ninguna parte. Y entonces, en una cámara lenta horrorosa, veo a
Perseo llevarse las manos al pecho, y lo que parece una jabalina atraviesa su cuerpo de parte a parte, con
un borbotón de sangre.
- NOOO!- chilló, aún mientras todo se derrumba. Lo sostengo en mis brazos, y entonces al levantar la vista
veo tras de Hyoga a un hombre.
Un hombre vestido de negro. No, un hombre cuyos mantos negros parecen la noche misma, un hombre
ojos completamente negros.
Sus mantos envuelven a Hyoga, que grita, y luego cae, y entonces, el desconocido saca un puñado de
arena de su bolsillo y lo lanza al aire.
Los ojos se me cierran.
Un Cosmo divino, que nos lanza a los dos hacia un vacío.
Los sueños... el sueño me invade, y lentamente, las pesadillas empiezan a tomar forma. Todas a la vez,
todas juntas, vaciándose en mí... grito, y Hyoga grita conmigo, o es sólo mi pesadilla?
Era tan obvio... cómo no lo adivinamos antes?
Morpheus!
?
