By The Fox.
Chapter Three:
Chain Reaction.
En algún lugar en la oscuridad, grito hasta quedarme afónico. No hay paredes ni barrotes reteniéndome:
me arrastro tan lejos como quiero, tan lejos como puedo, hasta que el mismo miedo me hace detenerme,
temeroso de... qué? Perderme más de lo que estoy?
La memoria vuelve a mí, y recuerdo: Hyoga. Grito su nombre, pero ni siquiera oigo mi propia voz. Hace frío,
y el frío cala mis huesos con una maldad que amenaza con apagar la flama de mi vida para siempre. No sé
dónde está Perseo. No sé dónde está Hyoga. No sé dónde estoy yo, porque no tengo visión, tacto, gusto,
oído, olfato. Floto en la Nada.
Y entonces recuerdo: mi hermano también fue despojado de sus sentidos una vez. Pero me queda un
sentido, que nadie puede quitarme: el Cosmo. Me envuelvo mis propios brazos, y me esfuerzo en sentir.
Cosmo.
Su calor, su fuerza... su inmensidad. Shiryu dijo que fui, que he sido, el Tao: que mi Cosmo es fuerte, que...
puedo.
Tengo que poder!
Mi Cosmo se enciende, iluminando todo a mi alrededor de magenta. Lo libero como se libera una
supernova, dejo fluir todo de mí, en un gran grito de Cosmo que alcance a Hyoga, y me diga donde está. A
Saori, y le diga donde estamos. A Morpheus, para que sepa que no soy, y nunca seré, el eslabón más
débil!
Shun.
Hyoga. Su Cosmo, azul y frío como la primera mañana del invierno, encendiéndose en respuesta. Nuestros
Cosmos se mezclan y abrazan, mi tibieza y su pureza, y mi mano encuentra la suya a ciegas en este lugar en
donde sólo nos queda el Cosmo. No hay nada que podamos ocultarnos: no hay nada que deseemos
ocultarnos. Él es mi Hyoga, más querido para mí que la vida, más amado que nada y que nadie, mi propia
aurora boreal, mi Cisne de puro plumaje. Lo abrazo, y sus brazos me rodean, mientras sus pensamientos me
inundan la mente, fundidos por el Cosmo.
Shun... amor mío.
Hyoga.
Perdóname... no supe... no creí... fui un cobarde, un egoísta. Te amo... te amo con toda la fuerza que
queda en mi cuerpo, te amo como sólo puedo amar a una persona, y ésa eres tú, Shun, mi vida. Tú
trajiste mi corazón de regreso a la vida cuando creí que era un trozo de hielo: tú has sido mi lazo con el
mundo, mi línea salvavidas. No me odies... Shun.
Línea salvavidas.
Ahora comprendo lo que Shiryu quería decir. Ahora comprendo mi Cosmo, y lo que he fallado tanto
tiempo en entender: al fin es claro para mí.
Las cadenas de Andrómeda en la pintura de Perseo... las cadenas de Andrómeda son lazos, sujecciones,
ataduras. La ataron a la roca, para esperar al monstruo: ella, y las cadenas con ella. Las cadenas la retenían,
pero también la sostenían.
Las cadenas de Andrómeda son los lazos que me unen a Hyoga. A Shiryu. A Perseo. A Saori, a Seiya, a...
todos. Las cadenas son los lazos que me permiten flotar en el Tao, en la eternidad: son los puntos de
apoyo que me permiten controlar mi poder. Cadenas que no me sujetan, sino que me dejan regresar, mí
línea salvavidas, tras flotar en el Todo. Por eso nunca pude dominar por completo mi poder, y el miedo a
perderme en la tormenta nebular me atenazaba: no comprendía que los lazos que me sujetan estaban allí, en
mi mano?
Mi poder es cálido, y fluye... liberado del espacio, del tiempo, de la profundidad. Todo converge en mi
galaxia en forma de espiral, que no tiene fin ni principio: de todos los poderes de los Caballeros, sólo el mío
es etéreo e inmutable. Al fin comprendo.
Por eso mi Cosmo pudo traer a Hyoga de regreso a la vida: por eso siempre he sido el émpata, por eso la
tormenta nebular no me arrastra consigo. Porque estoy atado.
Atado a la roca, como un sacrificio... atado con fuerza a la roca que me sostiene, que no es otra que los
lazos que he forjado, desde el más intenso al más tenue. Lazos que sobreviven, que invaden cada rincón.
Soy el éter que inunda todo, que fija todo en su lugar. Soy el viento, y el espacio entre cada ser, que no
son sino lazos que se entrecruzan y se entrecruzan hasta el infinito. Por eso no soy hombre ni mujer. Soy
Shun, pero también soy Andrómeda. Fui Hades, un Dios, pero también soy Shun, un ser humano. No
estoy solo, pero nadie está conmigo.
Y ya no tengo miedo.
Soy todo, el tao, las dimensiones, y a la vez ambas caras de la moneda.
Ambas.
El Cosmos dorado me envuelve antes de que pueda gritar su nombre.
- GEMINI!-
Su abrazo es como el de un amante que he extrañado toda la vida. La armadura me envuelve, aunque no es
la misma que llevaba Saga: cambia de forma, adaptándose a mí. Me giro en esa Nada que nos envuelve,
Hyoga en mis brazos, y súbitamente la Nada se deshace, inundada de mi Cosmo.
Y siento el Cosmo de un Dios palpitar cerca de mí. Es Saori.
- Shun.- su susurro es una caricia.- Shun, estoy aquí-
Las ilusiones no pueden contra el tao: tampoco los sueños. Ni las pesadillas. Mis lazos son más fuertes, y
no tengo miedo de soltar todo mi poder. Los brazos de Hyoga me sostienen. Lo que tengo con Shiryu me
sostiene. Mi amor por Seiya, por mi Niisan, por Saori... todos son eslabones de mi cadena de Andrómeda.
Yo no soy el eslabón más débil: soy el amo de la cadena.
- SAORI!- grito, y comprendo: Gemini me hace comprender lo que tengo que hacer. No es primera vezbque
Hyoga y yo flotamos a la deriva en el espacio, pero esta vez no me lo arrebatarán.
Mi cadena lo enlaza como una parte de mi propia mano, y mi voz se hace más profunda cuando anuncio
serenamente:
- CUARTA DIMENSIÓN-
La ilusión y la Nada se desgarran. Hyoga y yo caemos de pie en lo que parece ser un temblo egipcio, vacío
y polvoriento, y enorme.
Morpheo estás sentado en un trono, vestido ya no como un punk, sino como un príncipe isabelino, con
manto negro. Saori duerme a sus pies, pero el Cosmo la protege como una barrera dorada: su alma vela,
aunque Morpheus haya hecho dormir su cuerpo humano.
Shiryu lucha contra Teseo, un muchacho moreno, que blande una vara y un látigo: Seiya se enfrenta a
Orfeo, que lo atenaza con sus cuerdas: y Ikki se enfrenta a Heracles, cuya armadura roja y dorada está
manchada de la sangre de ambos. No veo a Perseo.
- Niisan!- grito, e Ikki se vuelve a mí. Si está sorprendido de verme vestido de oro, no lo demuestra.
- Shun! Hyoga! Vayan por Athena-
Antes de que pueda asentir, mi séptimo sentido me alerta. Me giro justo a tiempo de apartarme de la
espada de Perseo, que con los ojos muy abiertos y enajenados cae sobre nosotros, blandiendo su larga
espada.
- Tú... me quitaste a Andrómeda!- grita, pero hay algo anormal en él. Se lanza contra Hyoga, y él sujeta la
espada con las manos desnudas, su rostro tenso.
- Ve por Saori! Yo me encargo de Perseo!- me grita. Quiero gritarle que no le haga daño, que me deje Perseo
a mí, que Anthony me escuchará: pero no hay tiempo, y corro hacia Morpheus que en su trono, se levanta
al verme llegar junto a Saori.
- El sueño y la muerte son hermanos, no sabías?- me susurra Morpheus, y veo que su rostro es exangüe,
blanco.
- Ya no soy Hades. Mi nombre es Shun Kido, y soy el caballero de Andrómeda.- respondo, el brillo que
emana de Saori haciendo relucir la armadura de Gémini. Sólo entonces noto que las cadenas de Andrómeda
aún penden, aunque doradas, de los antebrazos de Gemini.
- Shun.- la voz de Morpheus es un susurro, un susurro como el que oyes a tu espalda en las pesadillas.-
Te conozco bien. Te conozco, a ti, a tus pesadillas. Y a tus sueños-
- Tú me provocaste las pesadillas, no-
- Te las provocaste tú mismo: yo sólo te dí el poder de hacer reales tus temores y deseos más secretos. Te
ofrecí tus sueños. Hubiera sido una muerte dulce-
Querías debilitarme. Pues me temo que te ha fallado el plan, Morpheus: obligarme a enfrentar noche
tras noche mis peores terrores sólo ha hecho que ya nada pueda asustarme.
- Nada?- me responde, como si oyera mis pensamientos. Entonces escucho un grito, y veo a Ikki siendo
echado hacia atrás por Heracles, que intenta romperle la columna. Veo a Shiryu, sangrando con horrible
profusión bajo el látigo de Teseo. Oigo a Hyoga gritar, y sé que la espada de Perseo ha vuelto a morderlo.
- No te preocupes por nosotros! Acaba con él!- Seiya, su voz tan amada, tan maravillosamente testaruda.
- No tengo miedo. Ahora, suelta a Saori, Morpheus-
- Athena es mía ahora-
- Para qué la quieres-
- Porque quiero que sus sueños se hagan realidad. Son los sueños más hermosos que he visto nunca.
Quiero que sea eterna, y le de sueños a mi reino cuando yo sólo pueda crear pesadillas-
- Es la estupidez más machista, ridícula y cursi que he escuchado en mi vida-
- CÓMO TE ATREVES A HABLARLE ASÍ A UN DIOS-
- Oh, le hablo todos los días.- me inclino hacia Saori y la alzo, con dificultad porque el Cosmo me arroja es
impresionante.- Saori, despiértate-
- Suéltala. Ella no despertará, está bajo mi poder, perdida en algún lado del reino de los sueños... y no
encontrará la salida hasta que yo lo diga. Le he ofrecido vivir la utopía por la que ha luchado siempre, de
ahora en adelante, siempre feliz: quién podría declinar esa oferta? Qué ser humano no desea eso-
- Se te olvidó que ella no es sólo un ser humano.- le respondo, sintiendo a Saori removerse en mis brazos.-
Saori! Despierta, Athena-
Shun, dice su Cosmo, palpitando, envolviéndome. Siento que está perdida, pero que no se ha rendido. Ella
cree.
Saori camina en medio de un resplandor dorado, por el reino de los sueños. Nadie sufre, nadie desea
lastimarla, nadie lastima a nadie en el mundo que ella luchó por forjar: no hay hambrientos, no hay
sufrientes, no hay doloridos en esa tierra, y Saori es libre, ya no más la espada y escudo de los que no
pueden luchar. Es libre, y por ello.
... innecesaria. Y sola.
- Seiya? Hyoga? Ikki? Shiryu? Shun-
Shun.
Y yo creo en ella, cuando a través de su Cosmo el mío se lanza como una cadena: una línea salvavidas.
ATHENA!
Su Cosmo y el mío se fusionan. Soy el camino amarillo para que ella regrese a casa.
- ... Shun...- susurra, cuando abre los ojos. – Sabía que no iban a dejarme sola. Porque aún en mundo
perfecto, sin ustedes, estoy tan sola-
Puedo ver que Morpheus está mitad furioso, mitad sorprendido. Saori me deja que la enderece, y se gira a
Morpheus, su vestido sastre convertido en la blanca túnica de Athena.
- Morpheus.- dice, suavemente.- has torturado a mis caballeros y a esos pobres inocentes. Has ido
demasiado lejos-
- No pueden escapar de mi reino!- Para ser el Amo del mundo de la Imaginación, tiene pésimos guiones.
- Shun.- repite Saori, y su voz es una orden.
- CUARTA DIMENSIÓN!-
Súbitamente el templo egipcio se convierte en el patio de estacionamiento de la Fundación Graude.
Súbitamente Morpheus está de nuevo vestido con su ropa de cuero negra, gastada y vieja. Y oigo un gasp
de Ikki detrás de mí, para ver a las cuatro reencarnaciones de guerreros míticos transformarse... en dos
viejos, en Anthony, desmayado, y un niño.
Estamos en la realidad.
- No puedes dominar nada que exista en la realidad, Morpheus.- Saori levantan una mano, y su radiante
cetro de medialuna aparece, inundado de sol.- Vete a tu reino de temores y telarañas, Dios de las
pesadillas-
- Entrarás en mi reino cada noche.- amenaza Morpheus, mirándonos.
- Y saldremos cada mañana.- le suelta Seiya, que se ha colocado al otro lado de Athena.
Morpheus nos mira con ira, y se desvanece.
El estacionamiento se llena de sol, mientras amanece. Saori se arrodilla junto a los viejecitos y un
muchacho... es Anthony. Anthony, pero más joven, sólo un muchacho. Un niño... que soñaba con ser un
héroe legendario.
Los cuatro parecen dormir o estar en coma.
- Saori... qué les pasó?- pregunta Seiya. Shiryu responde por él.
- Creo que Morpheus los engañó. Nunca fueron descendientes de héroes míticos, Shun. Morpheus sólo
tomó su sueño más preciado de ser héroes míticos que admirasen mucho, y les dio poderes, derivados del
suyo propio. Dejó que sus sueños se convirtieran en su realidad. Pero ante el poder de Saori, todas las
mentiras se han desvanecido-
Sin embargo, Shiryu aún tiene las marcas de los latigazos. Los toco, viéndolo asentir, diciéndome que no
es nada: y me arrodillo junto a Anthony, a quien Saori ha puesto en su regazo.
- Creo que está sólo dormido.- me dice, viendo mi preocupación. – Con un poco de suerte, no recordará
nada cuando despierte... tenemos que llevarlos al Hospital de la Fundación...- añade, acariciándole el pelo
rubio. Yo... me alegro que él esté bien.
El traje de Gemini desaparece, con una última lluvia de chispas de Cosmo dorado, y estoy vestido como
Andrómeda de nuevo. Seiya me palmotea la espalda para celebrar mi ... ascenso?... pero es la mirada de
Shiryu, cargada de orgullo, la que me hace sonreír. Gracias, Shiryu: sin ti, no habría sido capaz, nunca
habría visto.
- Estás bien, Shun?- el abrazo de Ikki me toma desprevenido, y lo rodeo con mis brazos en respuesta, feliz
de poder abrazarlo sin esas horribles imágenes. Las pesadillas se han ido: es la mañana.
Siva, estoy muerto de sueño.
Buenas noches.
- Arriba, Shun, me imagino que estás muerto de hambre.- es Hyoga, cargado con una bandeja con mis
sandwiches favoritos y una jarra de café. Me siento en la cama al oír su voz, y cuando miro mi despertador
no puedo dar crédito a mis ojos: he dormido sólo una hora?
No, comprendo de pronto. He dormido veinticinco.
Siva, me siento como si hubiera vuelto a nacer.
Hyoga ha traído comida para él también, y aparte de un vendaje en el costado no tiene ninguna otra herida.
Lo veo comer y me doy cuenta que yo también estoy muerto de hambre, así que muerdo mi sandwich con
energía.
- Saori te vino a ver cada dos horas. Dijo que parecías estar durmiendo bien. Yo te vigilé anoche y Shiryu
esta mañana.- Hyoga baja la vista a su café.- Estás bien, Shun?- agrega, con nerviosismo.- Dormiste...
bien?
- Creo que sí: Morpheus debe haber decidido dejarnos en paz. Ikki-
- Se fue esta mañana, en cuanto supo que estabas bien-
Sonrío. Mi esquivo, pero siempre preocupado hermano.
- Cómo nos encontraron?- pregunto, confundido. – Los atacaron o-
- No. Una mujer los ayudó: una mujer ciega. –
- Claudia-
- Supongo. Dijo que ella era una sibilia... vino a ayudar a Saori, y los dijo...-
- Que los sueños son peores que las pesadillas. Y es cierto.- susurro. Ahora comprendo; Claudia una de
las Sibilas, las adivinas del mito griego y cristiano: una vidente, enviada por Zeus para ayudarnos. Espero
que puedan volver a ayudarnos en el futuro.
- Qué quiso decir, Shun-
- Que los sueños nos esclavizan: las pesadillas nos asustan, pero nos impulsan a avanzar. Si no hubiera
sido por Shiryu, Perseo podría haberme esclavizado en su fantasía. Y si Saori no fuera la mujer que es, tal
vez Morpheus podría haberla esclavizado por su ardiente deseo de un mundo mejor. Un mundo en donde
no hubiera que luchar, que morir... en donde su vida no fuera un peón en el tablero.- suspiro. Hyoga me
mira, como si me viera por primera vez.
- Estás cambiado.- su voz baja.- Supongo que todos somos un poco esclavos de nuestros sueños, y
dejamos que nos hieran, verdad-
- Sí-
- Shun...-
- Hyoga, no digas nada. Estamos bien así, no?- digo suavemente, tocándole su bello, atribulado rostro.
Sus cejas se contraen, e intenta negarse, moviendo la cabeza: pero luego, para mi alegría, toma mi mano y
la apoya en su mejilla, reteniéndome así.
- Está bien.- susurra.- Shun-
- Sí-
- Puedo abrazarte muy fuerte-
- Todo lo que quieras-
Me abraza, y los dos reposamos en la cama un rato, mirando el sol que entra por las ventanas, pálido,
blanco y tan hermoso.
Las pesadillas se han acabado: sólo nos quedan los sueños. Es la mañana...
- Shiryu-
Su Cosmo está en la casa: lo busco por las habitaciones, sintiéndolo cerca, pero casi juguetonamente
escondido. Es como si se burlara un poco de mí: su Cosmo fluyente y escurridizo como una caída de agua
entre mis dedos.
Y entonces, al entrar al dojo, lo veo, sentado de espaldas a mí. Sobre su camiseta cae la cascada de pelo
negro, pooling alrededor de sus caderas, y está sentado con las piernas cruzadas y los brazos relajados, en
meditación.
Su cosmo es como una laguna serena bajo un cielo brillante, como un arroyo que salta de roca en roca,
interminable.
Y así como él es interminable, yo soy eterno.
Me siento a su lado, y mi Cosmo se enlaza al suyo como cadenas. Lo siento sonreír, aunque no puedo ver
su rostro: pero su espalda se relaja contra la mía mientras los dos asumimos posición de meditación,
nuestras nucas casi tocándose, nuestro pelo mezclándose.
Él inspira, yo espiro, despacio, siguiendo un ritmo. Y súbitamente, nuestro Cosmo se funde con la
suavidad con el agua y el aire llenan un espacio, para dar vida.
Él es la laguna quieta en la que me reflejo, como los árboles se miran en el agua.
Él es el río que me lleva y se derrama incontenible, inacabable.
Él es la lluvia que me atraviesa gentilmente en un rocío inmenso.
Yo soy el aire que riza el mar en olas que estallan.
Me dejo llevar, y nuestros Cosmos se mezclan y se aquietan como si alcanzaran un perfecto equilibrio. El
cielo sobre el agua.
Shun, oigo en mi cabeza, tan claramente como si hablara. Somos uno solo.
Sí, susurro, la paz invadiéndome. No hay nada más que paz a su lado. Paz, y quizá, amor.
Shun, susurra de nuevo, y hay miles de palabras contenidas en esa única sílaba. Es como si todo fuera
significativo, y éste fuera mi lugar.
Shiryu, susurro, intentando expresar toda mi rendición y bienvenida. Siento su sonrisa, su aceptación.
Quisiera abrazarlo, pero no hace falta: nuestros Cosmos se abrazan por nosotros.
Nuestros Cosmos se hacen el amor en un momento de misticismo perfecto, fundidos como si de un paisaje
perfecto se tratara. El resplandor calipso se mezcla con el mío magenta, y los dos colores, opuestos en el
espectro terciario, crean capas y capas de resplandor alrededor nuestro. Siento a Shiryu inspirar hondo
mientras mi corazón se agita, tembloroso y mágico: Cosmo, que es poderoso e imparable me inunda, me
baña, y yo me dejo inundar como me dejé atar a la roca de Andrómeda.
Una vez más, renazco, en el abrazo del agua.
Cuando abro los ojos, siento su cabello contra mi mejillas. Los dos estamos desplomados de espaldas en
el dojo, mirando el techo, nuestras sienes tocándose aunque estamos tendidos en sentidos opuestos. Él
suspira, y yo me doy cuenta de pronto que no sé cuánto rato llevamos así, y que el corazón me salta como
después de un combate.
- Shiryu?- mi voz tiembla un poco.- Eso ha sido-
-... maravilloso.- dice Shiryu, y me sonrojo porque él no usa palabras a la ligera, jamás.- Gracias, Shun.- hay
auténtica emoción en su voz, y comprendo con un shock que es felicidad: que he podido hacer feliz a
alguien que siempre daba mucho más de loe recibía. Es feliz, y se lo he dado yo: pero él me ha dado tanto a
la vez.
- Ha sido...- me sale una risa.- Un placer-
Ha sido como mirar juntos el cielo azul. Ser ese cielo azul, juntos.
- Hyoga habló conmigo mientras dormías-
lShiryu habla con los ojos cerrados. Giro la cabeza para mirarlo, y lo veo sereno, de perfil, pero hay una
extraña gravedad en su voz. La sola idea me desasosiega.
- Qué... qué hablaron-
- De muchas cosas. Entre ellas, de ti.- Shiryu habla con total seriedad: aunque sé que hay mucho que jamás
me dirá, puedo sentir que no es por primera vez que él y Hyoga han tenido una discusión.- Hyoga está de
acuerdo conmigo en que deberíamos habernos preocupado de tus pesadillas antes-
- Shiryu, ya pasó. Derrotamos a Morpheus, y.- me pongo las manos tras la cabeza.- gracias a ti y a sus
pesadillas, finalmente toqué el Golden Cosmo. –
Shiryu me mira, y veo reproche en sus ojos.- Te parece que todo esto fue sólo una prueba de obstáculos
para alcanzar una armadura dorada? Te estabas destruyendo!- me suelta, y aunque su voz es suave, oigo
la cólera del Dragón en el fondo de su voz. Inmediatamente detengo mi risa, y le apoyo un brazo en el
pecho, tocándole la cara. La ira en su voz también me conmueve, porque es por mí.
- Perdona, Shiryu. Sólo bromeaba-
- Perdóname tú a mí.- sonríe, en una disculpa aliviada.- Creo que... tienes que hablar con él.- agrega,
aunque hay un leve suspiro en su voz.
Porqué?
- Shiryu-
- Sólo... habla con él-
La derrota de Morpheus y mi conquista de Gemini han alegrado a Saori, y no me sorprendo demasiado
cuando los chicos deciden mezclar el aniversario de la Fundación con una celebración por mi ascenso a
estatus de caballero Dorado elegido, aunque no confirmado (que requiere la aprobación de Saori, un año
en Santuario, y una beat-em-up con el resto de los caballeros dorados: a nosotros sólo nos falta un año en
Santuario, todo sea dicho) y aunque sé que Seiya pensaba en sombreros de papel y serpentinas sé que es
Saori quien planifica todo, por lo que una tarde soleada de mayo, un mes después de los sucesos de
Morpheus, estoy poniéndome mi mejor traje, color berenjena con corbata de un pálido rosado.
- Te ves muy bien, Shuncito.- saluda Seiya, entrando en la habitación con una caja larga y otra más
pequeña.- Parece que alguien pegó un estirón al fin, no-
Asiento, y le agradezco que lo eche a broma: nunca seré tan alto como mi hermano o Shiryu por causa de
mis hormonas, pero Seiya, que tampoco es lo que digamos tan alto, siempre hace bromas al respecto. Aún
recuerdo una vez que una doctora le preguntó exactamente cuánto medía y él le dijo que dieciséis
centímetros y medio.
- Creo que un metro y sesenta y nueve es mi límite.- suspiro.- pero al menos no tengo las patas cortas-
- Heh. A quién le importa el alto? A mí me importa el largo...- agrega, haciéndome reír. Se sienta en la cama,
y deja la caja grande en el edredón, que resultan ser orquídeas: una rosada, una celeste, una blanca y una
color calipso.
- No te emociones, Shun, las flores son para Saori. Pero esto es para ti. Saori compró cuatro y me los pasó
para que les entregara el resto... supongo que debería haber esperado a la fiesta, pero pensó que era mejor
que los lucieras desde ahora-
Cuando abro la cajita, doy un chillido. Inmediatamente lo miro, y veo, en sus puños y en su corbata, un
pequeño centauro arquero de oro.
Los míos son dos gemelos, dos querubines invertidos. Me recuerda extrañamente a Shiryu y yo tendidos
en el dojo, uno en cada sentido.
Me coloco las colleras y el alfiler de corbata con una sonrisa. Son tan bonitos... Gracias, Saori.
Hay un poco de su Cosmo en cada uno de sus regalos. Es como un abrazo tibio, una tarde de lluvia.
- Apúrate. Julian Solo vino hoy, y no quiero dejar a Saori mucho rato con él-
- Te cae mal, no?- le pregunto mientras acabo de peinarme y ato mi pelo largo y oscuro con un broche de
cuero negro que me regaló Miho hace tiempo.
- Te recuerdo que encerró a Saori en un símbolo fálico gigante-
- Sobrecompensando, quizá.- me burlo. – O estás celoso-
- Celoso? Por favor.- Seiya se cruza de brazos.- Soy un potro, perdóname que te lo recuerde!-
Shiryu lleva un traje negro chino de seda: Hyoga, en cambio, va a la occidental, con el pelo echado atrás y
un chaleco color hielo bajo su traje azul marino y corbata del mismo tono. Saori está preciosa, con un largo
vestido en blanco y oro con un escote tan profundo que los ojos de Seiya se la pasan clavados allí toda la
noche. Es toda una caída.
Hay una cena formal, y música: lamento que Ikki no haya venido, pero esto no es lo suyo. Yo sí disfruto
ver a caballeros a quienes no he visto en años: charlo con viejos amigos de la isla Andrómeda, recibo una
avalancha de felicitaciones por mi nuevo grado, soy tratado con un nuevo respeto y – lo mejor de todo-
soy recibido como un colega entre aquellos a quienes siempre he respetado más: Mu, Milo, Aiolia e
incluso Aldebarán tiene una palabra amable para mí. A la hora de los brindis Mu se explaya elogiando mi
Cosmo, y estoy sonrojado antes de que termine: encuentro la mirada de Hyoga, pero él sólo alza su copa y
brinda por mí, mientras yo casi me echo a llorar de la emoción.
Claro que unas copas luego, los caballeros dorados y nosotros terminamos en un rincón riéndonos a
carcajadas: tras la seria petición de Saori de alguna idea para que siempre podamos mantenernos en
contacto, Milo ha salido con la idea de una revista llamada "Cosmo", que traiga consejos útiles para
caballeros, incluyendo cómo evitar que se nos chafe el pelo para los que usamos yelmo, una página para
que Mu nos enseñe a cuidar de nuestras armaduras, otra de contactos, y una bolsa de trabajo... estamos
aullando de la risa tras que a Seiya se le ocurra una página de contactos, askathenacosmomagazine.jp,
cuando noto a Hyoga solo en el balcón con una copa, el pelo suelto en el viento, lejos de las luces y del
calor de la fiesta. Me acerco a él, mi copa también en mi mano, y lo observo un momento, tal alto y atlético,
su perfil tan bello.
Hyoga será hermoso aún cuando sea un anciano: son sus huesos mismos los que son hermosos, tallados
con una mezcla subyugante de belleza y fuerza. Puedo ver su perfil en la noche, que es familiar y a la vez
mágico: y aunque está parado en las sombras, en su puño brilla una collera de oro. Una mujer, de largos
cabellos rizados, que sostiene un cántaro, del que fluye una onda.
Aquarius.
Una mujer. Hyoga es y siempre ha sido hetero: sé que su amor por Claire tiene mucho de necesidad y muy
poco de verdadero afecto por ella. Pero Claire es una coterránea, es hermosa, y sobre todo... es un mujer.
Puede ofrecerle amor, un hogar, hijos, ternura. Cómo puedo competir yo con eso?
- Hyoga?- digo, muy bajo.- Está todo bien-
Por un momento me quedo a ciegas, porque la luz en la fiesta es fuerte: pero cuando mis ojos se
acostumbran a las sombras del balcón, veo que Hyoga está sonriendo.
Es una noche hermosa. Sobre nosotros, y en todo el rededor de la mansión Kido, las luces de los jardines
son la única referencia, aunque más allá de las verjas puedo ver brillar Tokio en la distancia. Sobre
nosotros, las estrellas inundan el cielo, una marea de gemas de dieferentes tamaños. Levanto la vista
mecánicamente porque sé, incluso dormido, dónde reposa Andrómeda: también veo a Gemini, y al Cisne,
que siempre vuela hacia el norte.
- Estoy tan orgulloso de ti.- me dice, en un susurro: y su mano cubre la mía. Me giro para mirarlo a los ojos,
sonriendo, pero hay algo en la profundidad de sus ojos azul claro que detiene mi sonrisa.
Hay tantas cosas. Cuando Hyoga habla, es como un iceberg descongelándose imparablemente.
- Perdóname. No sabía, pero... ahora comprendo. Shun, si de veras me quieres, yo... te daría cualquier cosa
que me pidas. No te veré sufrir, por mi causa menos que por nada.-
- No sé, Hyoga. Te amo, y siempre te amaré: pero si no estás seguro, no quiero nada de tí. Tienes todo el
tiempo para pensar... tal vez lo nuestro nunca podrá ser-
Hyoga respira hondo, pero su mano no suelta la mía. Cuando me mira, me quedo petrificado: hay lágrimas
en sus ojos, y su mano está temblando.
- Shun... cuando me tocaste con tu Cosmo, recordé lo que sentí... la última vez. La última vez que usaste tu
Cosmo en mi, para revivirme, fue como...- su rostro se relaja, y a la vez se tensa, intentando recordar.- Lo
había olvidado. Había olvidado lo que sentí, cómo me sentí... como si el mundo se hubiera contraído
alrededor tuyo. Aún estaba lleno de tu Cosmo cuando te tomé en brazos y caminé hasta Scorpio. Y lloraba,
no porque tuviera miedo, sino porque... fue tan perfecto. Me detuviste en las puertas del cielo, pero
cuando me envolviste en tu cosmo, pensé que había llegado. Era... paz. Y cuando desperté, y te vi quieto y
frío después de sacrificar todo lo que tenías por mí, supe que si te morías, me moría contigo. Que te amaba
más que a nadie en el mundo: que nadie significaba para mí lo que tú significas. He reprimido mis
sentimientos para ser tu camarada, tu hermano de armas, tu amigo, porque ni siquiera había otra opción en
mi cabeza que estar a tu lado todos los días de mi vida. Nunca pensé... nunca pensé en otra cosa. Me
tomaste por sorpresa, completamente. Pero tu beso... me abrió los ojos. Si hay otra forma de estar contigo,
estoy listo para tratar-
Es lo que he soñado toda mi vida, y tengo miedo.
Los sueños son peores que las pesadillas.
Las sibilas tenían razón.
Tengo miedo.
