By The Fox.
? Chapter Four:
Ties That Bind.
Tras la confesión, Hyoga no dijo ni una sola palabra más. La fiesta acabó muy tarde: cuando me fui a la cama, con las palabras de Hyoga en la cabeza, me pasé parte de la noche pensando en él y parte de la noche pensando en Shiryu. Hyoga es todo lo que he querido, desde que tengo uso de razón, desde mucho antes de saber para qué o porqué lo quería. Hyoga era simplemente Hyoga, mi conexión con el mundo, que siempre estaba allí con los brazos abiertos para ayudarme. Me consoló cuando perdí mi corazón tras la supuesta muerte de Ikki: me devolvió la fe y el orgullo de ser caballero que perdía tras la muerte de mi maestro, cuando pensé en dejar todo de lado, cuando fui incapaz de ver en qué beneficiaba al mundo, y a mí, Athena y su causa. Hyoga fue sabio, en silencio, con palabras sencillas y miradas elocuentes.
Si yo una vez traje su corazón de regreso a la vida, él no hizo menos.
Pero... Shiryu.
No concibo una vida sin ninguno de los dos: Hyoga como el sol que me da su calor, siempre a mi lado, y Shiryu como la luna pálida y poderosa que vigila mi sueño en silencio así como no concibo vida sin Seiya, como la tierra firme bajo mis pies.
Cómo puedo elegir? Qué he hecho?
Las semanas pasan mientras el conflicto crece en mi mente. Soy consciente, por lo que me ha dicho Seiya que hay una tirantez entre Hyoga y Shiryu que no existía antes, a pesar de que puedo ver el afecto que bulle bajo esa tirantez. No es animosidad: los dos se tratan como siempre, pero ya no los veo a veces hacer equipo para molestar a Seiya, ni ofrecen más una opinión en bloque. Hay... silencios.
Una tarde de lluvia que estamos practicando en el gimnasio, inesperadamente, como supongo que siempre son estas cosas, la situación explota. Saori nos ha pedido que entrenemos especialmente duro porque planea ir de visita a Santuario unas semanas, semanas que pensamos ocupar practicando con nuestro Cosmo dorado y con las armaduras doradas que un día serán nuestras: sé que en especial desea que yo practique, y que en especial, me acostumbre a las habilidades de Gemini. El que haya podido masterear la cuarta dimensión no significa que haya dominado por completo su poder: significa que puedo usarlo, sí, pero ése era el ataque de Arles, no el mío.
Tengo que encontrar el mío propio, quizá una versión de la Tormenta Nebular.
Lamentablemente, parece que hay diferencias de opinión sobre como debería prepararme.
Estoy recién haciendo flexiones, con Seiya ayudándome a estirarme, cuando veo a Hyoga, atlético y deseable, con calzas blancas y una camiseta sin mangas gris, colocándose enfrente de mí: intento obviar el hecho que en la posición en que estoy, lo que coloca contra mi cara es... bueno...
- Bien, Shun. Prepárate, porque vamos a combatir hasta que uno caiga.- me dice con energía, las manos en las caderas.- Aunque hayas alcanzado el Gold Cosmo, aún no estás a la altura-
- Yo creo que Shun debería guardar su energía y dedicarse a meditar sobre el concepto de Gemini.- dice Shiryu, que con su pantalón de karate está practicando tai chi.- En especial, sobre el lazo que une a Andrómeda con Gemini y la dualidad-
- Bobadas. La teología nunca le ha salvado el trasero a ningún caballero en combate, Shiryu-
Veo que Seiya frunce las cejas. No sólo por que jamás nos hemos tratado de esa forma antes (bueno, quizá Ikki tiene una boca más grande lo que le conviene) pero sobre todo con Shiryu, siempre hemos tenido... nunca nadie le habla así, y creo que sobre todo porque todos sabemos que su teología nos ha salvado el trasero más de una vez. Todos somos caballeros, pero hay veces en que pienso que el único que tiene un conocimiento cabal de lo que eso significa es él. Nosotros lo somos: él, sabe exactamente qué somos.
- Hyoga.- digo suavemente, sorprendido. Hyoga le da la espalda a Shiryu.
- Es sólo una opinión, pero creo que tengo razón.- insiste Shiryu, los brazos cruzados. También me sobresalta: Shiryu está demasiado bien educado para insistir sobre nada, sobre todo contra uno de nosotros: una vez me dijo que la mitad de las guerras sagradas y feudos entre caballeros habían empezado por intercambios de palabras más o menos tontas sobre cómo llevaba el otro la capa o la forma de comer.
Hyoga se vuelve a él.
- Pues yo creo que estás equivocado, y después de todo, el que decide cómo va a prepararse es Shun-
- Yo...- parpadeo. Shiryu clava sus ojos grises en mí, y Hyoga me mira expectante, y sé que lo que en realidad quiero hacer es tenderme y meditar para que se me pasen los nervios.
Pero no puedo darle la razón a uno u a otro. A Shiryu porque no se merece que lo desprecie, a Hyoga porque va a ofenderse como algo mucho más personal de lo que es. Hyoga se toma todo personal.
No sé que hacer. Y supongo que por pura bondad de corazón, Seiya interviene.
- Yo creo que los dos están equivocados. Lo que necesita Shun para estar lleno de energía y descansado en relajarse. Shun, qué tal un poco de jogging: y luego te invito a ver una película al cine. Qué tal-
Le sonrío.- Yo... me gusta tu idea, Seiya. Aceptada-
- Qué le pasaba esos dos hoy?- acabamos de salir de una película de acción y comedia con la cual los dos nos relajamos riéndonos realmente mucho: Seiya está acabándose un batido de chocolate y yo mi bebida, acodados afuera del cine, intentando no notar que un grupo de colegialas aún de uniforme a pesar de lo tarde de la hora nos miran y se secretean, tratando de juntar valor para venir a hablarnos. Hace frío y los dos llevamos gorro y guantes, pero estamos tan entretenidos y cómodos acá afuera, sólo conversando, mientras los automóviles pasan cerca y el neón pinta las calles de suave damasco, que no tenemos ganas de movernos. No sé Seiya, pero de todas formas, mi Cosmo me mantiene calentito si hace falta.
- No lo sé.- digo, esperando que asuma que mi sonrojo se debe al frío.
No tengo suerte.
- Es por ti?- añade, mirándome de reojo. Yo me hundo en mi bebida, aunque el cono de cartón está vacío. Me quedo en silencio: supongo que tanto da asentir.
- No.-
- Ay, Shun.- Seiya respira hondo.- Me lo temía. Te has vuelto demasiado lindo para tu propia seguridad-
Casi me trago la bombilla de plástico de la bebida.- LINDO-
Seiya ríe.- Sabía que te molestaría. Venga, acéptalo, Shuncito: te has vuelto un modelo de pasarela con el tiempo. No sé para qué te molestas en estudiar tanto, cuando podrías ganar dinero tomándote unas fotos sin ropa y ya-
- No soy LINDO!- insisto indignado.
Mataría a Seiya por su próxima movida. Se gira con la agilidad del pegaso, me arranca la parka y me levanta la polera exhibiendo mi vientre y pecho frente al grupo de colegialas que nos miraba, sujetándome con fuerza.
- Ehhh, chicas! Es LINDO o NO-
- KAWAIII!-
- Seiya, BASTARDO-
Sólo la velocidad de un caballero de oro nos permite escapar de esas diecisiete colegialas locas, y estoy sin aliento cuando al fin nos parapetamos en una oscura placita medio abandonada, yo con toda mi ropa tironeada y manoseada: juraría que hasta me sacaron un mechón de pelo. Son más aterrorizantes que Hades!
- Eres... un hijo... de... puta...- jadeo, mis manos en las rodillas, mientras Seiya, que tiene un estado físico envidiable, se hamaca en un columpio y me mira riéndose.
- Sólo probaba mi punto-
- Tu próximo punto te lo puedes meter por-
- La boca, Shun. Que Ikki es capaz de lavártela con jabón-
- Le diré que lo aprendí de ti-
- No seas pendejo!-
Acabo riéndome, sentado en el pasto húmedo. Hace mucho frío, aunque no ha nevado mucho más aún, hay parches de nieve al pie de los árboles. El aire es frío y la noche muy pura: las estrellas brillan claras como diamantes.
- Shun, si Hyoga o Shiryu te quieren de... otra forma... no significa que no sigan queriéndote como un hermano. Como nos queremos todos. Si decides quedarte con uno, no significa que vayas a perder al otro.- me dice suavemente, las manos en los bolsillos, su cabeza suavemente inclinada. El pelo castaño y siempre despeinado le brilla bajo las estrellas, y su casaca roja parece negra en la noche, enmarcando su claro rostro. Yo me sacudo la nieve de los pantalones, respirando hondo: nuestros alientos forman densas nubes.
- Tú sabías lo de Shiryu-
- Lo sospechaba. Dado el trasero y la cara que tiene Shun Rei, la única forma de que Shiryu la siguiera tratando de " hermana" es que le gustara otra persona-
- Seiya...- muevo la cabeza, riendo.- No te molesta-
Seiya parpadea. - Porqué habría de molestarme? Tengo flor de enredo sexual con Saori, Shaina y Miho: crees que quiero meterme con Shiryu-
- No me refiero a eso!- exclamo, aunque parte de mi mente reconoce que sí, preguntaba exactamente eso.
- Ah, ya sé, egocéntrico. Que crees que todos los caballeros de bronce del mundo están locos por tus huesos?- Seiya cae de rodillas a mis pies.- Oh, sí es por eso que no duermo ni como, ni puedo atarme las zapatillas sin pensar en ti, oh bello y perfecto Shuncito... te adoro hasta las puntas de tu lindo pelo... me paso las noches pensando en ti y en tus bien redonditos-
- Seiya!- le chillo con un ataque de risa, pateándolo, pero él me persigue como un caballo de carreras.
- Por eso te he traído aquí! TE TENGO COMO A UN RATÓN! MWAHAHAHAHA!-
Chillo y huyo, pero estoy tan doblado de risa que me cae encima y me aplasta contra el césped húmedo, con el impacto de una pared de ladrillo. Me sigo riendo un rato, hasta que siento que él ya no ríe. Lo miro a los ojos, y en su rostro en sombras sólo veo el brillo de sus ojos, rojizo como un topacio quemado, su sonrisa.
- Es tan bueno escucharte reír así otra vez.- me dice de súbito, con voz tan cargada de ternura que mi corazón me duele. Me besa la frente, y nos abrazamos tan estrechamente como cuando éramos pequeños y nos aferrábamos el uno al otro tras las palizas. Lo siento suspirar, y nos apretamos más, sin importar cómo se vea. Es Seiya, mi Seiya, mi querido Seiya: terco, tierno, tenaz, testarudo, honesto. Es nuestro líder, nuestra alegría, nuestra voluntad.
- Shun, Shuncito... hagas lo que hagas, elijas lo que elijas, pase lo que pase... seguiremos estando aquí. Somos los bronze boys, los chicos Kido: los cuatro somos como uno solo: la lagartija, el burro, el pato y la chica... te acuerdas-
Me río al recordar el viejo chiste de nuestros inicios. -Burro con alas-
- Nada puede separarnos. Somos las constelaciones del cielo, siempre juntos. Y somos Hyoga, Shiryu, Shun y Seiya... los cuatro somos hermanos. Nada podría separarnos. Nunca podría separarme de ustedes... me crees, Shun-
- Sí, Seiya.- susurro. Y lo abrazo.
- Qué rico que te has puesto. Si no tuviera tantos problemas me sumaría a la cacería-
- Te gusta arruinar los momentos dulces, no-
- Es que eres tan llorica...- Seiya me seca los ojos.- Venga, Shun. Te prometí divertirnos y no lo he cumplido. Mueve ese trasero redondo tuyo y vamos a bailar-
No es sorprendente que Mr. Vida Social conozca la mejor discoteca, pero que tenga una mesa "suya", que nos den tragos gratis y que todo el mundo lo llame por su nombre es un poco mucho.
Pero después del tercer kahlua cappriccio, ya no me importa. Me gusta bailar: siempre me ha gustado, aunque es desde hace muy poco tiempo, comparativamente, que puedo moverme así. Seiya, que ama la música, se mueve conmigo riendo, disfrutando este momento en que somos simplemente dos veinteañeros libres como el aire, sin ninguna mitología, leyenda o rango ordenándonos que hacer. En especial, me encanta cuando tocan mi canción favorita, I've had the time of my life, el tema de dirty dancing.
Sí, soy cursi, y qué? Tengo estrógenos para probarlo!
Nos divertimos hasta las cinco de la mañana, y ni sé como llegamos a casa. Pero lo agradezco, porque a la mañana siguiente en el avión, estoy tan cansado que me quedo dormido. Así que no tengo tiempo para estar nervioso al llegar a Santuario.
Aunque me bajo bostezando.
Santuario no ha cambiado nada: sigue siendo un lugar de serenidad. A Seiya y a mí me gustan mucho: él hizo su entrenamiento aquí, y yo no muy lejos, ya que la isla Andrómeda está entre Grecia e Italia. Es divertido pensar que pasamos tantos años separados por menos de seis horas en automóvil y lancha. El clima nos gusta a ambos: muy cálido, un poco seco, con la brisa del mar cerca, salada y fuerte. A Shiryu y a Hyoga no les gusta: mucho calor para el cisne de hielo, mucha sequedad para el dragón de agua. En cuanto a Ikki... a él le gusta el calor, y supongo que cualquier lugar, incluso estos páramos amarillentos y resecos son un paraíso comparados con Death Queen Island.
Siempre me pregunté qué hubiera pasado si mi hermano hubiera ido a otro sitio- aunque Dios sabe que no me lo puedo imaginar con el traje de Andrómeda!- y yo hubiera ido a esa isla. Habría muerto? Habría alcanzado el poder del Fénix? Habría cambiado mi forma de ser, hubiera sido un hombre fuerte y violento sin los estrógenos, o el dolor y la locura me hubieran convertido antes en Hades? Nunca lo sabré, aunque quisiera poder ver esa realidad un momento...
Salgo de mis pensamientos cuando Kiki baja corriendo a darnos la bienvenida, seguido por los caballeros de oro, que bajan con más dignidad, a saludar a Athena. Cualquier otra se vería ridícula aceptando reverencias con unos pantaloncitos rojos y un top negro, pero Saori hace que hasta sus piernas desnudas se vean clásicas y bellas. Cuando los caballeros de oro nos saludan a nosotros, Shaka estrechándome la mano y preguntando por Ikki, Aiolia abrazando a Seiya, Hyoga y Milo palmeándose la espalda con júbilo, me da un poco de celos ver cómo Shiryu y Mu se estrechan la mano. Los dos siempre han mantenido un lazo muy estrecho: sé que eso encocora hasta a Seiya.
El cielo está brillantemente azul, como esa larga tarde, noche, día y noche que pasamos corriendo por estas escalinatas como locos: gracias a Dios el cosmo de Saori convirtió doce horas en cuarenta y ocho. ( Cuando Seiya alquiló "Otras 48 horas" se la tiramos por la cabeza, y todos lloramos por Jack Bauer) Es un día soleado y cálido, pero como siempre está más fresco dentro de los templos de los caballeros. Mu, hospitalario como siempre, nos ofrece bebidas en la Casa de Aries, e informa a Saori de todo lo que ha pasado en Santuario, dado que él y Milo, los caballeros más antiguos, están a cargo del Santuario hasta que Saori elija un nuevo patriarca. Que creo que será el año del traste, dado como salió el último. Aunque supongo que el puesto podría ser de Furei, ese sacerdote nórdico que a Saori le gusta tanto.
Marin también corre a saludarnos con Shaina, las dos muy bellas sin las máscaras: la primera nueva regla que Saori cambió al retomar Santuario fue la antigua, sexista y estúpida regla de las máscaras para los caballeros femeninos, que sólo usan para protegerse el rostro al pelear, si quieren. Siempre le he tenido afecto a ambas: la hermana de Seiya se parece mucho a él, y Shaina ha luchado a nuestro lado más de una vez. Aunque es divertido que apenas y se soporten.
Cuando pasamos la primera vez de carrera, jamás se nos hubiera ocurrido que los caballeros realmente viven en sus Casas: pero efectivamente hay unos cuartos, astutamente disimulados, para no arruinar el efecto imponente con la visión de closets y cuartos de baño. Aunque todo es mármol y techos altos, cada Caballero tiene, por supuesto, lo necesario para ponerse cómodo: Mu tiene un gran taller, Shaka una biblioteca impresionante, y Hyoga me contó que a Milo le encantan los aparatitos electrónicos y tiene lo último en DVDs. Claro, con esa pinta de rock star que tiene.
Pero tras que Aldebarán le dé su homenaje a Saori, pasamos a la casa de Gemini, y con los ojos del Golden Cosmo, nos damos cuenta de inmediato qué nos tuvo dando vueltas como giles aquella vez.
La Casa tiene un pasillo muy largo, en forma de U, que la atraviesa por completo. La curva que tiene es muy delicada, cada paso sólo girado en un cuarto de grado, pero claro, cuando puedes estirar el espacio eternamente con Cosmo... es muy fácil que los no muy listos ( esos éramos nosotros) pasen de largo. Además, las altas ventanas que reciben toda la luz del oeste por la tarde acentúan la ilusión por el contraste intenso de luz y sombra.
Los aposentos de Gemini están limpios, aseados, y la cama, que tiene un dosel blanco, está limpia y arreglada. Son aposentos inmensos: me voy a ver en figuritas para llenarlos con algo. Supongo que no será una falta de respeto poner unos pósters?
Y una moqueta. El mármol es helado.
- Es un poco helado...- suspiro, frotándome los brazos.
- Gracias a Dios por mi crianza, ustedes van a gastar una fortuna en calefacción.- Hyoga me siguió por la escalera en espiral: los aposentos están en el segundo piso, con una hermosa vista de santuario y el mar.
Suelto la risa: él también.
Y de pronto, entre risas, su boca está en la mía y no puedo hacer otra cosa que permitirle la entrada para intentar respirar. Mi corazón azota de pronto un paso salvaje, y rodeado por sus brazos emito un único gemido de éxtasis y rendición aún cuando estoy confundido, y mis pies tropiezan: si no me tuviera rodeado por sus brazos, me habría caído.
Hyoga me apoya en una de las columnas corintias que adornan la recámara de la casa de Géminis, y el engañador juego de luz y sombras de la casa de Géminis, con su truco óptico, me hace sentir que estamos en medio de un universo interminable de columnas y pasillos, los dos solos, aunque sé que no es así.
Su boca se apega a mi cuello y respira hondo: su excitación es clara a través de sus jeans, mientras me aprieta tanto que mi jardinera blanca se arruga, los broches del pecho clavándosele.
- Sabía... que me ibas a dejar... a mí la iniciativa...- dice, y siento que aún está riendo.- malvado pequeño esquivo... no has querido estar a solas conmigo... supongo que me merezco que te hagas el difícil... pero Shun, por favor, no puedo esperar más-
Mi Hyoga. Hyoga que siempre ha sido de reacciones rápidas, casi violentas. Siempre que toma decisiones, simplemente se lanza a ellas: nunca lo he visto dudar, pensar mucho tiempo. Sigue su instinto, que es rápido y ágil, y siempre dice que el mal paso, pasarlo pronto.
O algo así, en ruso.
- Hyoga...- susurro.- N-no... est-an todos afuera-
- Les dije que nos quedaríamos investigando tu nueva Casa hasta mañana.- siento a Hyoga vibrar, porque está riendo, aunque está sin aliento.- Van a dejar a Saori en la casa del patriarca y cada uno se vuelve a su casa... yo me iré temprano a Acuario... pero deja... que me quede aquí... esta noche-
Entre las colgaduras desconocidas, de un prístino blanco traslúcido, veo a Hyoga como jamás lo había visto. Es otra estatua griega, tostado en todo su cuerpo, alto y perfecto, su pelo fino y rubio cayendo descuidado sobre sus hombros. En la sombra, es perfecto. Es como si sus ropas juveniles intentaran ocultar al joven Dios que es, su cuerpo musculoso y joven, lleno de energía y vida. Hyoga es más musculoso, y los músculos son más grandes que los de Shiryu, pero más jóvenes y jugosos, más amplios... los de Shiryu son músculos más tendones, tensos y duros, más esbelto.
Porqué pienso en Shiryu en este momento?
- Hyoga.- susurro, cuando él desabrocha mi jardinera y me quita la polera verde que llevo debajo por la cabeza. Sus manos están frías, pero sus ojos arden cuando mi cadenita cae sobre mi pecho desnudo, y la jardinera suelta se desliza por mis piernas hasta que salgo de ella.
- Nunca te había mirado bien.- dijo Hyoga, suavemente.- Eres hermoso-
Me sonrojo, bajando la mirada, mis brazos yendo instintivamente a su torso, abrazándolo contra mí.
Ahora me acojo a los brazos de mi mejor amigo, no de mi amante. Hyoga me besa el pelo, pero sus manos bajan de pronto de mi cintura a la carne más abajo, para acariciarme y presionarme contra él. Siva, su pecho, su cuerpo... está hirviendo, tanto que me parece imposible que esté bien. Le toco el cuello, el pecho, pero Hyoga fija mis manos con las suyas en su cuerpo, y de pronto jadea, respirando como si hubiera ansiado mi toque.
- Shun.- susurra.- No me quieres? Tócame... soy tuyo-
Siva, tú sabes cuánto tiempo he deseado hacer esto.
Deslizo mis manos, las palmas abiertas, por sus pectorales abultados y dorados, los músculos intercostales suaves y perfectos, el apretado estómago, músculos como elásticos y firmes bloques rodeando su ombligo, que es pequeño y salta bajo mi toque. Hyoga pone sus manos en mis hombros, tomándolos con firmeza, y besa mi cuello, lo besa como si yo fuera una mujer, con labios primero tibios y secos pero luego húmedos y apasionados. Cuando siento su lengua bajo mi oreja las rodillas casi me fallan, y cierro los dedos sobre sus pequeños, claros pezones, que se transforman en duros botones contra mi palma, mientras él desliza su lengua dentro de mi oído, ahogando todo sonido como el que no sea de su respiración y mi corazón.
- Hyo-og-ga...- jadeo.- Sólo si quieres... no tienes que...-
- Llevo semanas pensándolo.- susurra, y presiona su cuerpo contra el mío: se me abren los ojos, porque aunque he visto a Hyoga desnudo incontables veces, su presión lo hace parecer enorme y tan duro y caliente que me parece increíble que sea suyo.- Y te parece que no quiero-
Lo rodeo con mis brazos, y Hyoga inclina la cabeza para continuar más debajo de mis clavículas. Supongo que mi primer gemido lo toma por sorpresa: una cosa que han hecho los estrógenos es hacer mis pezones hipersensibles, más suaves y tiernos que los de un hombre, aunque gracias a Siva no produzco oxitocina o tendría pechos... mis pectorales son completamente masculinos, pero los pezones en ellos son tan sensibles que un golpe en el pecho me deja sin aire.
Hyoga está deslizando su lengua alrededor de uno de ellos, y luego inclina la cabeza y aprieta sus labios herméticamente contra mi pecho, para empezar a succionar mientras su lengua juega dando lametones.
Espero que no haya mucho eco o me van a oír hasta en Piscis: pero jadeo y gimo con todo el volumen de mi voz, mi columna derritiéndose, mis dedos engarfiados en su pelo claro, su sexo y el mío apretados y frotándose en cada leve movimiento, sus fuertes brazos sosteniéndome, mientras empieza a mordisquearme y yo grito su nombre. Me está haciendo el amor como se lo haría a una mujer, y yo respondo como una a sus caricias, cuando una de sus manos baja hasta mis nalgas y me alza, para montarme en su cintura, levantándome en vilo.
- Hyoga... Hyoga... - repito como un mantra, la cabeza echada atrás, mis caderas moviéndose contra él, mientras él empieza a dibujar círculos concéntricos alrededor de mi otro pezón, su lengua caliente demorándose una eternidad antes de lamerme lentamente. Se me escapa un grito cuando empieza a succionar más fuerte que en el otro de súbito, sus dedos encargándose de retorcer el otro entretanto. Yo paso a la incoherencia cuando sus dientes me aprietan al punto del dolor y luego sopla aire helado sobre el botón que sus dientes acaban de torturar.
No sé ni cómo acabo en la cama bajo su cuerpo, sintiendo nuestros miembros alineados el uno contra el otro, cómo las pieles ardientes y sedosas se aprietan y frotan juntas mientras nos besamos como si el mundo se fuera a acabar. Hyoga domina el beso, lento y exigente, y sus manos se entrelazan con las mías, los dedos entrecruzados apretadamente, nuestros corazones latiendo enloquecidos.
- Hyoga...- susurro, cubriendo de besos su rostro.- te amo... te he amado siempre-
- Shhh...- susurra, besándome los párpados. Lo siento deslizar su mano entre nosotros, y de pronto está acariciándome, suave y ardiente, y cuando aprieta su mano siento que me voy a morir de placer.
Acabamos sentados, frente a frente, las piernas abiertas y enlazadas, besándonos mientras su mano se mueve lenta y torturante en mi miembro erguido, y las mías acarician frenéticamente su fuerte, enrojecido sexo. Estallamos juntos, Hyoga acelerando el ritmo de sus manos cuando no puede más, y los dos eyaculamos juntos, mi semen manchándole el pecho como un disparo, el suyo derramándose inacabable sobre mi vientre. Un momento luego estamos tendidos de costado, abrazados, Hyoga acariciándome el pelo antes de caer dormido, enredados en las sábanas blancas del lecho de Gemini.
Sobre nosotros, el remate de la cabecera es de bronce, con un medallón de oro: los gemelos. Imitamos su posición, medio tendidos medio de costado, profundamente dormidos. Nuestros Cosmos se calman y se separan, tras el placer.
Pero muy poco después, abro los ojos, mirando el dosel blanco sobre mi cabeza, y a pesar del brazo fuerte que me rodea, tengo frío.
Los días siguientes son tan perfectos que si no fuera porque conozco su Cosmo, pensaría que Morpheus ha vuelto a las andadas, dándome ahora ensueños en vez de pesadillas.
Excepto, claro está, por la tristeza que inunda el Cosmo de Shiryu cuando me palmea delicadamente la mano y me susurra felicidades, los dos con una alegre sonrisa. Pero no puede mentirme: su Cosmo y el mío siguen acoplándose como dos gemelos a través de un espejo.
Entrenamos: enseñamos: meditamos: y exploramos nuestros Cosmos y poderes con una precisión y concentración que no podrías conseguir en ningún otro sitio. Saori se dedica a poner Santuario en Orden: Seiya disfruta encontrando a viejos amigos: Shiryu enseña a los aprendices sobre teología y filosofía: Hyoga entrena con Milo, hasta ir más allá de la ejecución Aurora.
Y yo... medito. Entreno. Aprendo sobre Gemini mucho más de lo que esperaba mientras fuerzo mi Cosmo a encontrar la cuarta dimensión, a inundarme de un modo que intuyo complementará los poderes de Andrómeda a los de Gemini, así como el Dragón complementa los de Shiryu y Pegaso los de Seiya. El cometa de Seiya carga la flecha de Sagitario de una fuerza ardiente irresistible: la fuerza del Dragón, convierte las armas de Libra en armas irrompibles sostenidas por manos de acero.
Mu me ayuda a acabar la transformación de la armadura de Gemini, para mí: por supuesto no hay forma que el armatoste que usaba Saga pudiera ser sostenido por mis hombros. Mu y mi propio Cosmo convierten el oro en un reluciente peto de hombreras redondeadas como las de la armadura de Andrómeda, pero la protección de la cadera es un faldón abierto al frente que me rodea hasta los tobillos, abierto también a los costados. Las altas botas me cubren los muslos, y los guanteletes el codo, con una elegante guarda sobre las manos. Un cinto ancho y decorado me rodea la cintura y parte del torso, con el símbolo de gemini, y el yelmo ya no tiene dos rostros, los cuales están en cambio dibujados en las guardas de mis manos. El yelmo sigue siendo cuadrado, pero ya no es pesado, sino que enmarca mi rostro con suavidad, una delicada protección en la frente y el puente de la nariz ligeramente puntiaguda hacia los pómulos sombreando mis ojos.
La armadura está hermosa: Mu incluso le añadió doble guarda para mis cadenas, pero tendré que encontrar la manera de las cadenas se transformen al pasar a Gemini... si eso vuelve a suceder. Saori dice que no debería pasar.
Pero pasada una semana, aunque parte de mí es feliz con Hyoga, cuando cada noche se escurre en secreto a mis habitaciones en Gemini, otra parte de mí está sumida en la desesperación. Por más que me esfuerzo, el Cosmo no me obedece: no logro fundir mi Cosmo con el de Gemini. Puedo usar el ataque de Ares, pero no puedo usar el Cosmo dorado a mi voluntad: y cuando me derrumbo, jadeante y exhausto, vuelvo a ser Andrómeda de inmediato.
No puedo. Porqué no puedo?
Quizá es un error. Quizá yo no debería aspirar a ser Gemini.
Quisiera consultarlo con Shiryu, pero no me atrevo a ir a verlo. No quiero molestarlo, aunque él sigue tan cálido y amable como siempre.
Hyoga y Seiya dicen que me tomará tiempo acostumbrarme, que debo tomármelo con calma. Pero hay algo en los ojos de Saori cuando me mira.
- Shun-
Mi meditación es suavemente invadida por un Cosmo de oro, un Cosmo que conozco y amo. Saori apoya suavemente su mano sobre mi hombro, mientras
Lleva la túnica de Athena, Saori lleva el cinto enjoyado, el collar y la diadema, pero también el peto sobre el busto que es la única pieza de la armadura de Athena que usa siempre. Se ve hermosa y ultraterrena, pero su sonrisa sigue siendo la misma mientras se sienta a mi lado en la roca que domina las casa de Gemini, Aries y tauro, sobre la que estoy sentado, las piernas cruzadas, meditando vestido con la armadura de Gemini, incluido el suelto y largo manto blanco.
Es una tarde hermosa en Santuario. El sol se pone rojo en el mar, y el viento es cálido, sobre la tierra amarillenta y radiante salpicada de blanco mármol aquí y allá. Es una tierra blanca y dorada: nada mejor para Saori.
- Cómo va todo allá arriba?- pregunto, viéndola recogerse el pelo en un hombro con un gesto de colegiala y permitiéndose un gesto de leve cansancio que no se permitiría ante nadie más que nosotros.
- Como las reverendas. La burocracia es increíble. Además que vivían de tributos de los aldeanos... y no sé si comían Cosmo o qué. Estoy reorganizando todo para que tengan ingresos fijos, un escalafón claro, y una jerarquía más organizada y lógica-
- Qué tal la piscina del Patriarca-
Saori se echa a reír.- Fantástica... es del porte de una cancha de fútbol-
Nuestras risas se unen, tibias y claras. Luego Athena se apoya en mi hombro, y la rodeo con el brazo, para permitirnos un momento de paz.
- Shun, te estás esforzando demasiado. Quizá me equivoqué al presionarte tanto. Gemini vendrá a ti, ten calma-
Suspiro, y sé que ha venido hasta acá no a buscar consuelo, sino que a ofrecerlo como siempre. Cómo puede ser tan perfecta? No es Athena. Es Saori, mi querida Saori.
- No sé que estoy haciendo mal-
- Quizá te fuerzas mucho. Es como cuando buscas algo y no lo encuentras: siempre aparece lo que no estás buscando. O quizá no estás todo lo sereno que necesitas estar-
Cierro los ojos. Saori sabe que estoy durmiendo con Hyoga y que tengo miles, pero miles de dudas.
- No puedo-
- Shhh.- La voz es de Athena, pero el beso de Saori.- Deja que el Cosmo te domine, no trates de dominar al Cosmo. Deja que el poder fluya de ti y lo encontrarás, porque el séptimo sentido no puede ser alcanzado de ninguna manera, sino que vive en ti... déjalo respirar, caballero-
Cierro los ojos bajo la tibia ternura de su Cosmo, y dejo fluir el mío. Y nos quedamos abrazados hasta que nos sorprende la noche, pero aún brillamos, magenta y dorado iluminando el mármol.
- Shun-
- Estoy aquí, Hyoga.- me sorprende encontrar a Hyoga ya en mis habitaciones cuando regreso. Está sentado en mi lecho- nuestro, debería decir, porque estoy seguro que no ha estrenado la cama de Camus- leyendo una carta, que guarda en cuanto llego.
Puedo sentir su Cosmo dolorido, desde aquí.
Qué demonios?
- Está todo bien?- pregunto, quitándome el polerón que llevo, ya que las armaduras ya están guardadas en sus respectivas cajas por la noche. Me siento a su lado, tomándole la mano, sintiendo que necesita hablar.
Pero no lo hace. No se desahoga: pero oprime mi mano con fuerza un momento, los ojos cerrados, y luego se levanta para mirar hacia la noche por la ventana, su rostro lejano y perdido.
No soporto ver dolor en esos ojos azules.
- Hyoga-
- Estoy bien, Shun- me dice con un leve suspiro, y su flequillo le cubre el rostro un momento antes de volverse y decirme en un tono sólo un poco forzado.- Cómo estuvo tu entrenamiento? Milo barrió el piso conmigo hoy, siempre se está sacando trucos nuevos de la manga... o debería decir del aguijón? De todos modos-
- Hyoga.- repito, poniéndole una mano en el brazo. Hyoga se muerde los labios, me mira, y veo ese dolor.
Pero antes de que pueda decir nada, me oprime en sus brazos con tanta fuerza que sé que le habría partido la espalda a un hombre normal. Sus besos se vuelven desesperados, terribles, y su Cosmo es blanco, agitado e hiriente como una tormenta de nieve.
Mi Cosmo se enciende en respuesta, y ambos luchan: pero el mío vence, y cuando nos caemos en la cama en medio de nuestro apasionado abrazo, sus besos frenéticos ya no son fríos, sino ardientes. Nos arrancamos la ropa, y en su pasión, su salvaje necesidad de sentir mi carne mi corazón responde con tanta fuerza como mi cuerpo: por primera vez lo siento, indeciso y vacilante, buscando mi entrada, intentando hacer algo que sé que no ha hecho ni se ha planteado jamás, de lo que sólo tiene una vaga idea. Lo ayudo y lo guío, enseñándole la forma, y mi leve dolor es compensado con creces al sentir su calor y verlo echar la cabeza atrás en un prolongado jadeo de placer cuando al fin su miembro se hunde profundamente en mi recto. El ritmo de sus caderas se hace violento y ansioso: y su Cosmo vuelve a alzarse, también violento y otra vez quemante en su frío. El frío me hace doler, pero no soy capaz de invocar mi propio Cosmo, no con Hyoga empujándose cada vez más violentamente contra mi pasaje, su pene helado y ardiente a la vez. Jadeo y me aferro a las almohadas, y entonces siento su orgasmo, que estalla como no había estallado nunca antes en un chorro salvaje que me inunda hasta el pecho, o al menos lo siento así.
- Hyoga... Hyoga... - medio susurro, medio grito, mientras su Cosmos helado me azota como el viento ártico cuando el orgasmo lo sacude.- HYOGA-
- CLAIRE-
?
