THE WEAKEST LINK A Saint Seiya Fiction.
By The Fox.

Chapter Five:
Endless Chain.

I only want to love you - that is certain though it seems that nothing has been promised I was lost and confused, slamming up against the wall I want the two of us to be together forever This is a confusing kind of love But now you've started to melt While eyeing the still undefined tomorrow the days are passing swiftly and we are not alone we'll walk together through the unending road... I BELIEVE IN OUR ENDLESS CHAIN nothing would change as the living can't live forever: we would be two footprints together; unwilling to part I want to hold you we'll walk together through the unending road I BELIEVE IN OUR ENDLESS CHAIN

Nos quedamos en silencio, yo sentado en el borde de la cama, y Hyoga aún tendido en la cama, los puños apretando las sábanas. Hay un largo silencio antes de que ninguno de los dos sea capaz de hablar, aunque Hyoga sabe que le corresponde a él. - Dios, Shun, los siento tanto...- susurra de pronto y rompe en lágrimas. Pero él no debe sentirlo. Soy yo quien lo siente. He estado tan feliz, que no sospeché nada... o sí?
Yo sabía que había algo raro.
Soy yo quien ha sido el victimario de su mejor amigo, casi como si tuviera un cuchillo sangrante en la mano. Soy yo quien lo ha torturado.
- Hyoga-
Mi mejor amigo de años, mi amante de unas semanas aferra mi mano y me atrae a él, en donde lloramos los dos abrazados en un estrecho espacio, en donde nada es extraño, todo es familiar: somos lo que hemos sido siempre, Hyoga y Shun, Cisme y Andrómeda, amigos, hermanos, compañeros de armas, la respuesta de un alma a otra. Sus brazos me aferran y estrechan, mientras solloza en mi pelo como si fuera a partírsele el corazón y a morirse mis brazos. Mi Cosmos se extiende como un vapor tibio, como unas alas, y lo sostengo en mis brazos, meciéndolo, hasta que sus sollozos se calman y sus brazos se relajan. Por un momento pienso que se ha dormido, pero luego levanta la cara, aunque sus ojos no me miran. Los aprieta con fuerza y se lleva las manos a los ojos, cubriéndoselos como si no soportara mirarme.
- Perdóname!- exclama, con la voz quebrada.
- Hyoga, está bien.- susurro con un hilo de voz.
- No, no está bien! Perdóname! Yo... no sabía-
- No sabías que-
- No sabía que la amaba! No lo supe hasta que la dejé, hasta que leí sus cartas de amor... la amo, Shun, y también te amo a ti, pero no puedo... no puedo... olvidarla, no puedo dejarla así...- se le escapa un sollozo, pero se contiene: mi frío, orgulloso Cisne está destrozado, y soy yo quien lo ha destruido.
Hyoga, amor mío, nunca quise que pasara esto!
- Eres tú quien tiene que perdonarme.- le susurro, y le tomo las manos, buscando la mirada de sus ojos desesperados.- Hyoga, es por amor a mí que te forzaste a algo que no sentías. Nunca quise que pasara esto. Debiste haberme dicho... debiste haberte dado cuenta que la amabas más a ella que a mí...- la voz me está fallando, pero no importa. Lo amo lo suficiente.- ... tienes que volver con ella-
- No la amo más. La amo... de forma... diferente...- Hyoga llora junto conmigo, y cuando me abraza de nuevo es usando toda su fuerza sus brazos un nudo en mi cintura.- Shun, mi amor, mi niño, nunca quise que sufrieras, nunca quise verte triste, no soporto verte llorar... yo te amo... eres mi vida, mi hermano, eres todo para mí... pero ella-
- Me amas como a un hermano y a ella como mujer.- digo, un dedo en sus labios.- Está bien, Hyoga. Yo también te amo, y quiero que seas feliz. Por favor... sé feliz-
- Shun.- Me besa la frente las sienes, y nos mecemos porque no podemos parar de llorar. No sé quién consuela a quién: pero está bien que sea así, porque somos amigos.
Hyoga es mi mejor amigo, ahora y para siempre. Nada más, pero tampoco nada menos. - Shun... por favor no me odies... no podría soportarlo-
- Nunca podría odiarte. Sólo prométeme-
- ... todo, Shun-
- Que seremos siempre lo que hemos sido. Tú mi mejor amigo... yo tú mejor amigo... te acuerdas-
El rostro de Hyoga se contrae y me derriba en el lecho, dejando salir toda su angustia, su dolor, su agonía contra mí pecho. Me aferra como si temiera que lo rechazara: pero sus lágrimas y las mías se unen, y sé con alegría que lo que es nuestro, lo que ha sido nuestro, lo será para siempre.

A la medianoche, abandona mi cuarto para irse a la Casa de Acuario, en donde sé que le espera una larga noche insomne, componiendo la carta más difícil que haya escrito en su vida. Pero sé que le irá bien: Claire lo ama demasiado. Y cómo voy a culparla por amarlo, si sé que Hyoga es... lo que es?
Pero cuando se va, y me quedo solo en la Casa de Gemini, la soledad, la frialdad, el silencio me abruman. No puedo dormir: ni siquiera lo intento. Estoy solo.
Hyoga se ha ido, pero aún hace frío. Es como si su ausencia provocara más frío que el más poderoso que pudiese invocar.
Me dirijo al salón, al final de ese largo y engañador pasillo. La luna traza contrastes tan violentos en negro y blanco que borra cualquier otro color. Blanco y negro: negativo y positivo, ying y yang, sueños y pesadillas.
Y ahora entiendo por fin cabalmente las palabras de Claudia, la sibilia.
Las pesadillas son buenas porque terminan.
Los sueños son terribles... porque terminan.
Porque todo es finito, lo malo es menos doloroso que lo bueno: incluso el dolor es finito, maravillosamente, y la felicidad es finita, tristemente. Es el fin y la muerte lo que hacen soportable la vida a los infelices.
Las puertas del Salón se cierran a mi espalda, y me quedo solo, frente a la imponente caja dorada de la armadura de Gemini.
El Cosmo me inunda. Es lo único consolador que me queda. Aún es mío. Aún lo tengo. El Cosmo estalla a mi alrededor, pero no quiero hacer nada con él. Sólo quiero envolverme con él, abrigarme con él, dejar que me inunde y me lleve a un lugar donde esté oscuro, y esté... solo. Donde haya paz, y el corazón deje de dolerme tanto, y la vergüenza deje de corroerme por lo que le hice a Hyoga, y pueda dormir.
El Cosmo se vuelve dorado a mi alrededor, como un manto tibio. Despacio se forman cuatro formas, cuatro sombras a mis pies, como si cuatro potentes luces me iluminaran. Y en esas sombras hay... estrellas. Constelaciones.
No son sombras. Son portales, la cuarta dimensión de Ares, que al fin se rinde a mí. Saori tenía razón: siempre encuentras lo que buscabas cuando ya has terminado de buscarlo.
Dudo, inclinándome para tocar las sombras. Mis manos pasan hacia el otro lado, pero entonces, las sombras empiezan a girar.
Y entonces comprendo.
Cuatro universos paralelos. Cuatro universos, cuatro dimensiones en interminable espiral, formando en cada giro una infinita posibilidad. Mil veinticuatro posibilidades de jamás encontrar la salida.
Entonces la Tormenta Nebular se alza y fluye eterna hacia las dimensiones. Y entonces comprendo mi poder. Nadie podrá resistirse a mi llamada: a la caída a un abismo más eterno, y a la vez más cambiante que la misma muerte.
- TORMENTA DIMENSIONAL!
La caja de Gemini estalla en Cosmo dorado y me baña con suavidad, la armadura abrazándome de una forma que por primera vez es familiar. Lo siento. Ya no son las cadenas de Andrómeda. Otra cosa cuelga de mis muñecas, pero es invisible, porque sólo existe en un plano a la vez de la realidad. Sólo se hacen visibles cuando las lanzo al aire y ataco, como relámpagos de oro parpadeantes en la noche.
Y es entonces que finalmente comprendo que las cadenas de Andrómeda no son sino la expresión, el arma que ejecuta mi poder. Los lazos. Las cadenas.
Yo soy los lazos que unen una persona a otra: soy el amor y el odio, la pasión y la repulsión, la emulación y la amistad. Yo soy la cadena que ata: soy el lazo que atraviesa el vacío, a través de todas las dimensiones, a través de todos los mundos y todos los elementos, la mano que aferra otra mano en medio de inmenso universo en que vivimos.
De persona a persona. Un lazo. Un eslabón.
Lazos que son invisibles, hasta que guían tus acciones.
Amo a Hyoga. Hyoga ama a Claire. No debería, por lo tanto, amar a Claire yo también?
Silogismos en silogismos. Y es así que la cadena se hace eterna.
Las cadenas de Gemini, el amor y el odio, restallan como látigos en mis manos, y ambas caras combinadas conforman el Tao. Shiryu tenía razón.
Mi Cosmo se eleva al cielo, como una lluvia de estrellas fugaces...

No sé cuánto rato vuelo por el cielo y el espacio, perdido en el Cosmo, pero cuando al fin se apaga con un suspiro y un susurro de luces regreso a mí en la sala de Gemini, mientras Cosmo lentamente deja de ser visible como la enceguecedora aura dorada que traza sombras en las paredes. Y ya no estoy agotado: pero el poder me ha drenado de toda emoción, de todo dolor, y deseo sólo dormir. Cuando me volteo, hay alguien de pie en la entrada de la Casa de Gemini, esbelta figura recortada contra el cielo de Grecia. Su largo cabello flamea en el viento, negro contra radiante azul tachonado de estrellas: si no fuera por eso, pensaría que es una estatua griega, porque sus proporciones son perfectas.
Avanza hacia mí, y las sombras y luces trazan misterio en su cara. Cuando al fin está frente a mí, los ojos grises que me han dado tanta fuerza me miran intensamente.
- Shiryu.- susurro, porque la voz no me da para más. La armadura me abandona con suavidad en fluida luz. Sin ella, siento frío, y me abrazo. Quisiera decirle algo, darle las gracias, pero estoy temblando.
- Te sentí. Llamándome-
- Yo... no-
- Fue tu Cosmo. Lo sentí estallar... radiante y hermoso, pero dolorido.- me susurra, y en sus ojos hay tanto orgullo, y tanta preocupación, que el stress de las últimas semanas me domina y acabo sollozando allí de pie, las manos en la cara, hasta que él me abraza y mis lágrimas van a manchar su prístino traje blanco.
Y su Cosmos me envuelve, suave como un baño tibio, hasta que no me doy cuenta cuando las lágrimas se convierten en besos. No sé cómo me dormí en sus brazos como un niño, ni como acabé acurrucado a su lado en el lecho de Libra. Pero sí sé que al despertar y ver su rostro dormido a mi lado, su mentón descansando sobre mi frente, sus manos sosteniendo las mías, nuestros cuerpos aún vestidos abrazados y tibios, siento que estoy al fin exactamente donde debo estar.
- Shiryu...- susurro.
Mi dragón me suelta, se voltea de bruces, hunde la cabeza en la almohada y me suelta algo que suena muy semejante a vete a la mierda Shun, es muy temprano aún.
No sé qué malvado instinto me hace levantarle la camisa y subiéndome en su espalda, apartar ese hermoso mar de pelo negro azulado y empezar a besar su nuca y mordisquearle los hombros. Lo siento suspirar, y luego noto que tiembla. Se está riendo.
- Estás contratado como despertador.- dice, aún con los ojos pegados, levantando la cabeza de la almohada.
- Sólo como despertador?- pregunto ofendido.
- Sí.- Shiryu se apoya en un codo y me mira con una sonrisa, frotándose los ojos.- A no ser, claro, que sepas hacer algo más-
- Trato hecho.-

- LO HAS LOGRADO!- Seiya casi me derriba cuando lo veo a la mañana siguiente, al regresar a Gemini. Espero que piense que vengo de trotar. Me agarra del cuello y hunde su puño juguetonamente en mi coronilla hasta que suplico que me suelte, mientras me arrastra escaleras abajo riendo. - Sentí tu Cosmos explotar como un cohete anoche, casi me muero del susto hasta que me dí cuenta de lo que era, Shun, si apuesto que lo sintieron hasta los caballeros ciegos, sordos y muertos... fue increíble.- Me elogia profusamente y yo siento un poco de timidez: pero cuando siento a mi lado el brazo - y la sonrisa- de Shiryu me siento cómodo, y hasta orgulloso. - Gracias. Fue un verdadero parto, pero salió.- digo sonriendo. Es entonces que veo a Saori, que baja sonriéndome, y sé que no sólo me sonríe por mi triunfo, sino porque siente cómo mi Cosmo y el de Shiryu, aún separados, se entremezclan inconteniblemente, con el movimiento suave del agua llenando un lago, de las nubes en el cielo.
- Felicidades, Shun.- dice, antes de echarme los brazos al cuello y besarme ambas mejillas. La rodeo con mis brazos, su breve cintura casi demasiado delicada bajo mis brazos, y la aprieto, sintiendo sus senos contra mi pecho: Saori, mi amiga, mi hermana, mi Diosa. La mejor consejera del mundo, la más paciente. Su piel, tan frágil bajo mi mejilla: tan etérea, y tantos que desean lastimarla. No lo permitiré: mientras me queden arrestos, nada le sucederá, no porque sea Athena, sino porque es Saori.
- Felicidades a los dos.- me susurra.- puedo mirar-
- Mirar? SAORI!- exclamo, poniéndome fucsia. A veces entiendo porqué quieren matarla, porque suelta la risa mientras Shiryu sólo sonríe.
- Hola-
No he visto venir a Hyoga. Bajo el fuerte sol, su piel parece casi cerúlea: está muy pálido, y sus ojeras son tan profundas que me hacen pensar en la sombra del hielo. Mi corazón va a él, inevitablemente, pero me quedo junto a Shiryu. Aunque no puedo evitar la ansiedad en mi voz cuando hablo, notando sus uñas carcomidas, su obvia ansiedad.
- Hyoga? Estás... bien?- agrego, indeciso de preguntar en público si le escribió a Claire o no. Hyoga baja la escalinata hasta nosotros, y puedo ver a Saori ( bendito sea su dulce corazón) ahora que ya estoy bien, transfiere su eterna preocupación por nosotros a Hyoga.
- No parece que hayas dormido muy bien. - dice, tibiamente, tocándole el brazo. Puedo ver a Hyoga parpadear como si tratara de controlarse y tengo la súbita intuición de que está a punto de echarse a llorar.
- Hyoga-
- Adivina quien se ha graduado.- Seiya me interrumpe, empujándome hacia los brazos de Hyoga, y hay algo extraño en su mirada.- Shuncito se la ha podido con Gemini, no crees que es genial-
- Felicidades.- me dice sin calor, aunque hay auténtico asombro en sus ojos: pero lo que hay es también miedo, y remordimiento. Comprende que fue el dolor que me causó lo que me dio el último empujón para abrirme a Gemini: y se siente culpable. Mi pobre, amado Hyoga. Alguien puede controlar a quien ama, y cuándo?
Lo abrazo afectuosamente: su abrazo es apretado y emocional, y lo siento muy cerca del borde de sus nervios. - Shun...- susurra.- Perdóname-
- Ya te dije que todo está bien.- susurro de regreso. Mi rostro roza el suyo, y un momento después sus labios están en los míos, con hambre y angustia.
Puedo sentir como mi shock me paraliza: pero el shock a mi alrededor es como una piedra en un estanque. Me echo atrás, y aunque no lo deseo mi Cosmo se enciende en ira tras lo ocurrido anoche: pero sólo entonces escucho a Saori gritar una prohibición, no a mí ni a Hyoga, sino que a Shiryu.
Mi calmado, sereno dragón ha puesto toda su fuerza en sus manos: una para arrancarme de Hyoga, otra para darle vuelta la cara con tal fuerza que si no hubiera sido un Caballero lo habría matado.
- Cómo te atreves?- sisea, como una serpiente enfurecida. Juraría que hasta hincha el cuello - Cómo te atreves, después de-
Hyoga se yergue, pero no mira a Shiryu, me mira a mí. - Le contaste a todo el mundo-
- Shun está conmigo ahora.- suelta Shiryu, con voz reconcentrada. El silencio es como hielo, irradiando de Hyoga.
Cuando avanza hacia Shiryu, Shiryu empuña las manos: pero antes de que me meta en medio, se mete Seiya, sujetando los puños del Dragón.
- ya basta de estupideces! Shun no es una mujer para que peleen por ella, par de... Shiryu, no seas idiota! Hyoga y Shun se han querido desde que eran pendejos, no te acuerdas?- barbota. Yo me quedo boquiabierto. Seiya pensaba eso!
Veo cómo le duelen sus palabras. Veo cómo a Shiryu le duele que Seiya se ponga del lado de Hyoga y no el suyo.
Veo la duda en sus ojos grises, y se me parte el corazón.
- Seiya, suéltalo.- digo con sequedad.- Y no necesito que se peleen. Hyoga, me vuelves a poner una mano encima tras lo de anoche, y te parto la cara.- agrego, con voz seca, aunque sé que Hyoga lee en mis ojos cuánto lo amo aún, cuánto lo amaré siempre. Luego, en silencio, tomo la mano de Shiryu.
Su mirada casi me hace flaquear las rodillas. Había dudado, y ahora me mira como si le hubiera devuelto el sol. Le he dado tan poco, pero sus ojos relucen como lagos bajo las estrellas, inundados de súbita felicidad, y me siento feliz y orgulloso, mucho más que de Gémini, de poder poner esa luz en las profundidades grises.
Un sollozo me sobresalta.
Y un momento después mi frío, mi noble Hyoga, está en los brazos de Saori, su rostro hundido en su suave escote, sollozando su corazón afuera. Me dejo caer junto a él: mis brazos lo rodean también, lo rodean con todo el amor que tengo, y tras un momento siento a Seiya y a Shiryu acercarse a nuestro dolorido, confundido Cisne. Hyoga sollozando es todo lo que queda de mi sueño, peor que ninguna pesadilla: pero sé que se curará. Para eso estoy yo, que lo amo como a mi vida: para eso estamos todos, que lo amamos tan indescriptiblemente. Ese amor, la cadena que nos une para siempre, que será una línea salvavidas, siempre, pase lo que pase.
Es mi promesa: un juramento eterno. Yo soy la cadena.
Pero miro a Shiryu bajo el sol, y veo a mi misterioso destino, presentido pero siempre ignorado, silente e imparable. No es Hyoga, mi pasado, mi niñez y mis recuerdos: es Shiryu, que me envuelve con la suavidad y la fiereza de las olas.
El sol nos deslumbra. Por fin, los sueños y las pesadillas se han acabado, de la única forma en que un sueño acaba: se ha hecho real.
Y se siente como miles de violines en el viento...

- Le escribí a Claire, pero tengo que esperar la respuesta.- dice al fin, cuando tras secarnos los ojos y reunirnos en las habitaciones de Saori estamos todos sorbiendo té o café que ella nos sirve, como si en vez de Athena fuera Hebe, y Hyoga parece haber recuperado algo el control de sus nervios.- Las cartas se demoran en llegar a Asgard-
- Hyoga... tengo que disculparme. No me dí cuenta de que te sucedía algo así.- dice Shiryu. Siempre he envidiado la fácil diplomacia, la elocuencia de Shiryu, pero ahora me doy cuenta que le es fácil porque sus sentimientos son nobles, y por ello, jamás indignos de expresar. - Perdóname-
Hyoga mueve la cabeza. Tiene los ojos rojos, pero ha recuperado un poco el control.
- Perdónenme ustedes a mí. Yo... - suspira.- Shun, lamento mucho lo que pasó. Sólo quería...- Hyoga mueve la cabeza, y veo la vergüenza en sus ojos.- Sentir que aún había alguien que podía quererme, no te culpo si me odias ahora. No estaba pensando. Si tú y Shiryu están juntos, yo... me alegro si son felices-
Asiento, incapaz de hablar, rojo como una cereza; luego, trato de cambiar el tono.
- Siempre te queda Seiya-
Los hago reír.- No! Ewww! EWWW!- los dos se apartan a empujones riendo. Saori me mira con aprobación, mientras frota el hombro de Hyoga, sentada a su lado.- Creo que estarás mejor con Claire. Por qué no vas-
- Cuidas lo que es tuyo, no-
- Cállate, Seiya-
- Pero-
- Ve, Hyoga. Seguro que llegas antes de la carta. Y Claire te ama: no deberías preocuparte-
- Tú crees-
Hyoga, qué hay en ti que no merezca amor? Eres un hombre maravilloso, aunque no seas para mí. Sé que Saori también lo envía para que se acostumbre a nuestra relación: no se le escapa una. Lo despido con besos y abrazos sin inhibiciones, y Hyoga parte adonde sé que está su felicidad. Lo dejo partir, porque la mía está a mi lado, su mano discretamente en mi espalda.
Saori se lleva a Seiya a entrenar: la veo sonreír mientras se va, satisfecha con nuestra felicidad. Y la tuya, mi Dama? O te basta sólo con la de los demás, la nuestra es la tuya? O hay una posibilidad de que ese morocho bocón que llevas a tu lado se aclare de una vez y se de cuenta que todo lo que ha hecho, todo lo que ha luchado, todo lo que ha buscado, no es por Athena ni por el mundo, sino que por ti?
- Shun.- susurra Shiryu.- Qué estás pensando-
- En Seiya y Saori. Y en nosotros.- susurro, de pronto indeciso. Shiryu no ha dicho nada.- Digo, si quieres que-
Shiryu sonríe, sin mirarme, cerrando los ojos un momento mientras se yergue contra el horizonte como un gato estirándose. Parece tan feliz que se me contagia su sonrisa, su serenidad.
- Esto nunca ha sido sobre lo que yo quiero.- dijo Shiryu sonriendo.- Es sobre lo que tú quieras.- agrega, y de pronto sus ojos grises me miran fijamente, tan fijamente que mi corazón da un salto.- Tú eres lo que yo quiero-
Intento bromear, intento decir algo, pero no me sale la voz. Quisiera besarlo, pero no debería aquí, no en la colina que domina Santuario, no donde todos podrían vernos, donde Saori.
Oh, what the heck.
Le echo los brazos al cuello, y no hay suficiente aire en el mundo que pueda eternizar este beso.
Y que nos miren, no me puede importar menos. Incluso los caballeros que no estén mirando sentirán mi aura mezclarse con la suya, y formar una tercera, una que es más grande que la suma de las dos. Su Cosmos se abre como un gran lago bajo el mar, cascadas inundándolo bello y vibrante, y mi aura crea arcoiris y ondas en el agua, dándole vida, mientras él contiene todo lo que yo soy con facilidad.
- Porqué?- susurro, mi voz jadeante por el beso.- Porqué, Shiryu-
- Porqué?- repite Shiryu. Su voz es baja, y hay un leve temblor allí: un temblor del que no se avergüenza, no mientras sonríe, pero aunque sus ojos son como el cielo hay pasión allí, incluso mientras mantiene su voz firme.- Deja que te cuente una historia-
Había una vez, una flor...

La casa de Libra es acogedora y tranquila, su diseño geométrico y concéntrico semejante a los círculos de un estanque: nunca había pensado en ello. Como para acentuar la impresión, la colcha de la gran cama adornada por una balanza de bronce en la cabecera son verde nenúfar, las sábanas prístino blanco, y sobre esos dos colores me tiendo desnudo, mi cabello tintado de luces verdosas el complemento a su lecho. Shiryu me mira de pie junto a la cama, y es bello como una estatua griega, su larga melena lisa moviéndose a cada leve gesto, lisa como el agua que cae. Se sienta junto a mí, y apoya los brazos junto a mis hombros, delicadamente, inclinándose. Lo miro a los ojos, y deseo hacer: deseo tenderlo y amarlo centímetro a centímetro, por primera vez no avergonzado de mi cuerpo, de mi femineidad, de mis deseos. Cuando se tiende sobre mí y el calor de su cuerpo se traspasa al mío, su Cosmo extendido y abierto sobre el mío, podría llorar de felicidad sólo con ello.
- Shun...- la voz de Shiryu es una oda y un poema completo cuando empieza a besarme el cuello, lento, concentrado, su succión deleitosa y firme. Lo rodeo con mis brazos, jugando con ese hermoso mar de pelo como ébano, y sus caricias son fuertes. Sabe que soy un caballero, que soy tan resistente como él, y no tiene miedo de lastimarme, sin importar que tan afeminadas sean mis caderas y mis manos. - Shiryu...- jadeo.- Te deseo. Ahora. Y siempre.- añado, mirándolo a la cara. Sus ojos parecen titilar un momento, antes de abrazarme contra él como un secreto, como un objeto preciado.
Mis besos son tímidos un momento, y luego lo siento jadear cuando mi movimiento hace que su miembro y el mío se alineen entre nuestros vientres y se froten deliciosamente a cada roce. Se mueve contra mí, estableciendo un ritmo: se traiciona revelándome lo sibarita que es, cuán lento y profundo es el ritmo que lo lleva al placer. El mío es más rápido, más ansioso y leve, y lo torturo forzando mi ritmo, hasta que estoy a punto de estallar.
- Shun...- jadea él: me ve lleno de placer, moviéndome contra él con libertad, y aunque sé que los testículos le deben arder como un infierno y que su miembro está pesado y duro como hierro, se contiene como el maestro Zen que es mientras me llevo contra su cuerpo casi al clímax. Siento sus manos, masajeando mis nalgas, y emito un jadeo cuando su boca se ocupa de los pequeños y ardientes pequeños pezones de mi pecho, su lengua presionándolos y jugando hasta que deseo gritar de placer. Me muerdo una mano tratando de sofocar mis gritos, pero Shiryu me la quita, llevándola a su costado y me mira con fijeza, pidiéndome que me deje llevar.
Lo hago, y gimo y jadeo mi placentera agonía moviendo mis caderas contra las suyas, guiando su cabeza sin inhibiciones de un pezón al otro y al fin abajo, mis piernas enredándose en su cuello, aferrando sus costados mientras tomo puñados de la colcha y la boca de Shiryu sube y baja a ese ritmo rápido y superficial, su lengua presionada contra mi vena, succionando sin aflojar mientras sus dedos crean locura entre mis piernas, jugando con toda la piel allí que arde y quema a su toque, la entrada que apretada se contrae en sus dedos.
- Shiryu!- gimo, tan cerca de llegar, tan cerca que veo borroso, pero al incorporarme temblando veo sus caderas moviéndose contra la colcha, intentando satisfacerse mientras crea locura para mí, y aunque me cuesta más que ninguna batalla, me concentro y mi Cosmo inunda la habitación, cayendo como Shiryu como serpientes hambrientas.
Sé que está desconcertado: y entonces me mira y veo fuego en sus ojos.
Hago que las cadenas que he invocado, aferradas a mis brazos desnudos, lo tiendan de espaldas, sus piernas algo levantadas, y lo cubro de besos húmedos y lentas mordidas de los pies al rostro, mientras sus jadeos se convierten en casi gritos, casi sollozos, cuando mis dientes se hunden lentos entre sus piernas y en su vientre.
No importa cuánto luche contra las cadenas: lo tengo. Spider Web, dragonfly. - Shun...- jadea Shiryu: su miembro palpita, púrpureo, dejando estelas de semen perlado, y su cabeza cuelga echada atrás, los ojos entrecerrados, sus piernas abiertas temblando. Mi orgulloso dragón cazado, suplicando...- Shun, por... favor...- susurra.- por... favor-
El Zen no es capaz de contener esto, verdad?
- Te he atrapado.- susurro, orgulloso, mientras coloco mis rodillas alrededor de su cintura, mi boca jugando con sus pequeños peones oscuros.- Te tengo, Dragón-
- ...sí...- Shiryu sonríe, apenas, transpirando, sus ojos tan llenos de placer y agonía que me apiado. Sostengo su miembro y un momento después me dejo caer con todo mi peso sobre él, empalándome hasta que quedo sentado sobre sus caderas, mi trasero temblando y una daga de placer y dolor hundida hasta mi corazón.
Shiryu emite un rugido y sus manos aferran las cadenas que le impiden moverse o abrazarme, pero no lo suelto. No: echo el cuerpo atrás, y con rápidos y leves movimientos de mis caderas intento calmar la agonía de mi ano, frotándome, subiendo, bajando, hasta que el empuje se hace más fácil y el calor me inunda, su verga ardiendo como un tizón sin abandonar nunca mi interior. Mi erección empieza a liberar gotas sobre su estómago, y sé que estoy tan cerca como él.
- Shun... Shun!- su voz es un grito, un grito salvaje mientras se arquea y retuerce colgando de las cadenas que los atan a la cabecera y a los pies de la cama: se tensa y se alza de la cama con sólo la fuerza de sus brazos, alzando su cuerpo paralelo a la cama bajo el mío, tan duro que ahora sólo se apoya en las cadenas. Se lastimará, y suelto las cadenas: Shiryu se aferra a mí como un tigre a su presa, y su sexo llega más profundo cuando domina el temblor de sus caderas y me penetra profunda, salvajemente.
Entonces me mira a los ojos, su Cosmo selibera como el agua de una represa, y el mío responde como un huracán súbito.
Contacto.
Los dos gritamos ahora, el placer es una catarsis casi epiléptica que no nos permite coordinarnos, que no nos deja parar, mientras nos empujamos el uno contra el otro con ferocidad. Nuestros Cosmos parecen hacerse el amor como nosotros, y tenerlos fundidos es una sola aura ardiente que mezcla calipso y magenta nos quema la piel, los ciega, y eleva el placer a lugares que no sabía existían. Me arqueo atrás, y mis cadenas envuelven de nuevo a Shiryu: lo atan contra mi cuerpo y siento a Shiryu jadeante, buscando su orgasmo con desesperación mientras su miembro arde dentro mío. Las cadenas nos aprietan y alzan, y dejo que mis manos encuentren las nalgas de Shiryu, las aparten y masajeen, deseando que hubiera alguna forma de ofrecerle el placer que estoy sintiendo yo con su sexo llenándome.
Pero lo tengo.
La cadena redonda se hunde profundamente en su recto y Shiryu grita, sus ojos cerrándose en el mismo placer y agonía que siento yo. Nos besamos, torpe, hambrienta, húmedamente, nuestras lenguas succionándose y luchando, y entonces la cadena se retuerce dentro suyo a mi voluntad y Shiryu estalla en mis brazos, su semen quemándome adentro en un chorro que parece no acabar nunca, aferrándome y empujando sus caderas como si deseara llegar más adentro que nunca antes en el mismo momento en que mi visión se inunda de blanco y mi propio miembro se convulsiona en su mano, salvaje y brutal, manchándolo de blanco, todo blanco.
...no, no blanco: calipso y magenta entremezclados, un tercer color surgiendo, quemando mi cerebro mientras me agito de placer como si fuera sólo carne o solo alma, Shiryu y yo una masa de la misma carne frágil y perecedera en un instante eterno en que nuestros Cosmo son uno. Ahora por fin entiendo el séptimo sentido: ahora por fin, hemos trascendido al amor y a la muerte.
Te amo, y las palabras son pocas, y no tienen sentido que las diga por que tú eres yo y yo soy tú, los dos en el viento y en el agua y en todo lo que es eterno o lo que es perecedero. Ven conmigo, uno solo, y trascendamos... más allá del aire o el agua o el amor, estamos...

091666104