A la mañana siguiente no fui capaz de levantarme casi hasta la hora de comer; me encerré en el baño y tardé más de una hora en conseguir un estado de higiene aceptable. No tenía ni idea de que existiesen tantos tipos de fluidos corporales y mucho menos de que oliesen tan mal.

Cuando bajé a la sala común encontré a James y a Remus rodeados de pergaminos de deberes; esa era otra: como no solucionara pronto mi problema me temía que iba a tardar mucho tiempo en ponerme al día con las tareas.

Marianne y Peter no dieron señales de vida hasta que estuvimos los demás sentados en el comedor. Yo pensaba que si se estaban retrasando tanto sería porque habrían encontrado algo importante pero la cara de frustración de Marianne al llegar me quitó todas las ilusiones.

-Nada- nos comunicó al sentarse- Ni una pista-

-Bueno, no te preocupes- respondió Remus tratando de animarla- A ver si esta tarde tenemos un poco más de suerte-

Yo no tuve oportunidad de intervenir en la conversación porque en ese momento acababa de ver entrar en el comedor a Bellatrix con Akasha. Ella lanzó una discreta visual a mi mesa y me pilló mirándola. En condiciones normales le hubiera dedicado una de mis encantadoras sonrisas pero por lo visto eso era demasiado pedir para mi nueva personalidad de tonto de feria: las manos me empezaron a chorrear y la fuente de sopa que sujetaba se me resbaló. Me volqué por encima todo su contenido, que por supuesto estaba prácticamente a punto de ebullición; al tratar de apartarme dando un paso hacia atrás, la parte posterior de mis rodillas chocó con el banco y caí de espaldas en medio del estrépito de la olla de latón estrellándose contra el suelo. Y cubierto de sopa, claro.

No me atreví a volver a mirar atrás pero tampoco hizo falta porque las carcajadas de mi prima se oían por encima de las demás. Cuando me incorporé descubrí a James tapándose los ojos con las manos; creo que hasta él estaba empezando a sentir un poco de vergüenza ajena porque insistió mucho en que todos debíamos esforzarnos al máximo para encontrar mi antídoto. Cuando, visiblemente emocionado, le agradecí su interés, él se apartó rápidamente de mí tapándose la nariz con el borde de la túnica.

-¡Joder, Sirius¿Qué has comido?-

-¿Yo?- pregunté un poco estupefacto- Pues nada, porque por si no te habías dado cuenta acabo de tirarme encima el primer plato-

-¡Pues te huele el aliento como si te hubieras comido un cadáver relleno de vómito!-

Marianne dejó caer su cubierto con cara de asco; creo que la metáfora no le había resultado apetitosa.

-¿En serio?- pregunté, tratando de oler mi propio aliento.

-Sí, en serio- respondió James sin soltar el extremo de túnica que sujetaba ante su nariz. Peter, que se sentaba mi otro lado, asintió tímidamente dándole la razón a James. Pues qué bien.

Procuré retrasar todo lo posible el momento de salir después de la comida para evitar tener que hablar con alguien; me apetecía bastante poco dar a conocer mi nuevo aliento de troll. Pero no todo iba a ser así de fácil, claro. ¿Quién podía estar esperando para interceptarme a la salida del comedor? Akasha, por supuesto. Afortunadamente Bellatrix no se había quedado con ella.

Sin mediar palabra Akasha tiró bruscamente de mi brazo para llevarme aparte. Mis amigos no pusieron muy buena cara ante el gesto y me pareció que Marianne estaba a punto de quitarle puntos a Slytherin, pero les hice un gesto para que se fueran tranquilos; al fin y al cabo no necesitaba testigos para ser despojado de mi amor propio. Tan pronto como nos quedamos solos Akasha se volvió hacia mí para decirme, mientras me clavaba las uñas con bastante fuerza en el brazo:

-¿Se puede saber qué coño estás haciendo¿Qué pretendes, dejarme en ridículo delante de todos?-

Me hubiera encantado contestarle, a pesar de mi aliento, pero me había quedado en blanco. ¿Dejarla en ridículo a ella¿Y si ella estaba quedando en ridículo, en qué posición se suponía que quedaba yo? Me limité a alzar una ceja. No le debió de parecer una respuesta satisfactoria porque aumentó la presión de sus uñas contra mi brazo. Me cubrí la boca con la túnica antes de responder.

-Mi querida niña, me parece que pasas demasiado tiempo con Bellatrix. ¿No te notas la mente un poco retorcida?- pregunté con el mejor tono sarcástico que pude encontrar.

-¡Quítate eso de la boca para hablarme!- estaba bastante cabreada y, recordando sus dientes, pensé que sería mejor no hacerme el gracioso.

-Créeme, será mejor que no. Además tengo un poco de prisa, vamos a centrarnos en el tema¿de verdad piensas que puedo tener algún interés en dejarte en ridículo? Mejor dicho¿de dejarme a mí en ridículo?-

Akasha me soltó y se cruzó de brazos.

-Pues entonces ya me contarás de qué va todo esto, porque no me puedo creer que te hayas vuelto imbécil de repente.-

Suspiro. Posibilidades: dejarla que piense que realmente me he vuelto imbécil o contarle nuestra hipótesis de complot. La primera opción quedó inmediatamente descartada porque, a pesar de todo, seguía teniendo mi orgullo, así que le expliqué lo más resumidamente que pude las conclusiones a las que habíamos llegado.

Al principio, por la cara que puso, pensé que no me iba a creer, pero se quedó meditando unos segundos y debió de atar cabos porque se le dulcificó la expresión de enfado. Al fin y al cabo ella me había visto por el colegio durante seis largos años y nunca me habían ocurrido este tipo de cosas.

-Bueno- dijo finalmente- ¿y qué se supone que vas a hacer ahora?-

-Pues James, Remus, Marianne y Peter me están ayudando a buscar en la biblioteca algún antídoto…-

-¿En la biblioteca¿Ese es tu plan? – preguntó atónita- ¡Podéis tardar años en encontrar algo! Sería mucho más fácil que preguntases a alguien que supiera algo de artes oscuras-

-Ya¿a alguien como Snape?- respondí irónico

-Bueno- replicó un poco ofendida- no hace falta que sea Severus. Si la poción la ha preparado una Gryffindor de quinto, tampoco puede ser muy difícil-

-El caso es que no creo que la gente de mi casa pueda ayudarme porque resulta que no suelen manejar ese tipo de magia. Podías preguntar tú a tus amiguitos Slytherin-

-¿Yo¡Lo estarás diciendo en broma! Era lo que me faltaba, que se enteren de que intento ayudarte-

-¿Ah, sí?- pregunté con interés- ¿Vas a ayudarme?- hubiera sido el momento perfecto para iniciar de nuevo acercamientos pero afortunadamente recordé mi estado y me contuve. Lo último que me faltaba era vomitarla en la cara, o algo así.

-Pues claro que voy a ayudarte, lumbreras. Te recuerdo que todo el colegio nos vio enrollarnos y yo tengo una reputación. No tengo ningún interés en que la gente piense que me lío con gañanes incapaces de controlar sus esfínteres-

Golpe bajo. La chica tiene lengua Slytherin, sin duda. Al ver que yo no tenía nada que decir al respecto, continuó hablando ella.

-Hoy tengo cosas que hacer pero mañana me pasaré por la biblioteca para intentar ayudaros. Nos vemos.

Dio media vuelta para marcharse pero, cuando sólo llevaba un par de pasos, volvió a girarse hacia mí:

-¡Ah! Avisa a tu amiguito James de que si intenta hablar conmigo delante de alguien, le desangro.

Me entró un poco la risa pero me contuve y asentí con la cabeza. Qué mona está cuando se pone insoportable.

No avanzamos nada en toda la tarde. Remus insistió en hacer una lista de los libros que ya habíamos revisado, aunque me pareció una precaución inútil: con la cantidad de ellos que había en la biblioteca era prácticamente imposible que repitiéramos alguno.

Llegamos a la torre con los ojos rojos de leer y la espalda llena de contracturas. Yo me metí directamente en la cama; para explicar que no habíamos encontrado nada no hacía falta que estuviera presente.

Durante el desayuno del domingo les conté a los demás que Akasha se había ofrecido a ayudarnos. Ninguno pareció muy emocionado pero tampoco se negaron; supongo que pensaron que ella sabría algo sobre artes oscuras.

No había nadie más que nosotros en toda la biblioteca así que pensé que no había necesidad de recordarle a James su amenaza de muerte. Él, encarando el peligro como un valiente, insistió en hacer grupo con Akasha; si era por mantenerla apartada de mis fluidos o porque quería comprobar en sus carnes lo que yo le había contado sobre la erótica de los colmillos, no me lo dejó muy claro. Como buen amigo que soy, preferí pensar bien.

Remus y yo, que habíamos terminado la tarde anterior de revisar los libros de la primera estantería, nos dirigimos a la segunda. Akasha nos dedicó una mirada condescendiente mientras caminaba hacia el fondo del pasillo. Al cabo de unos minutos regresó con James, cargados ambos de libros. Como vio que seguíamos decidiendo entre títulos en plan: "Tus primeras pociones" nos indicó con resignación que los libros aptos sobre artes oscuras estaban en las estanterías del fondo de la biblioteca.

Trabajamos toda la mañana sin descansos pero no encontramos ni una sola palabra que pudiera relacionarse con mi estado.

Akasha no quería que la vieran con nosotros así que nos comunicó que ella bajaría al comedor después. A Marianne le sentó bastante mal el comentario y le dirigió una mirada venenosa pero Akasha llevaba un buen rato pensativa y no se dio cuenta; o quizá sí se dio cuenta y le dio lo mismo, no sé.

Comimos rápidamente y en silencio. Marianne estaba cansada porque le había tocado guardia la noche anterior así que la convencimos para que se fuera a acostar un rato mientras nosotros seguíamos buscando. Remus nos dio no sé qué excusa estúpida para salir corriendo detrás de ella y Peter nos aseguró que tenía muchísimos deberes, así que desertó también hacia la sala común.

De modo que quedábamos James y yo y, en caso de que decidiera venir, Akasha. No estaba en la biblioteca cuando llegamos, así que pensé que se habría encontrado también cansada. Un poco decepcionado me encaminé con James hacia nuestras nuevas amigas las estanterías del fondo.

Mientras decidíamos qué libros llevarnos a la mesa, apareció Akasha a nuestro lado. Sin saludarnos se puso a revisar los títulos que habíamos seleccionado hasta el momento.

- Oye Sirius,- dijo en voz baja mientras leía uno de los índices- ¿qué es exactamente lo que te ha hecho esa poción?

- Ah, tú tampoco notas mucha diferencia¿verdad?- preguntó James. Akasha hizo como si no hubiera oído nada.

- Quiero decir que cuáles son los efectos que has notado- yo no entendía muy bien a qué venía la pregunta y ella pareció darse cuenta- Te lo pregunto porque si no encontráramos ningún antídoto, cosa que veo bastante factible, quizá podríamos hacer pequeños hechizos para ir anulando cada uno de los síntomas. Por ejemplo: tu halitosis tiene una solución bastante sencilla.

Vaya, así que se había dado cuenta.

-¿De verdad?- pregunté ilusionado- ¿Tiene una solución sencilla?

Akasha asintió sacando su varita.

-Tan sencilla como esto: Mentus piperita- dijo y al instante salió de mi boca una especie de vaho azulado que olía a caramelo de menta.

-¡Es verdad¡Funciona!- estaba tan contento que abracé a Akahsa pero me apartó de un empujón.

-Te recuerdo que ese no era el único olor desagradable de tu cuerpo.

Vale, indirecta captada; mantendré las distancias.

-¿Y tú cómo conoces ese hechizo?- preguntó James, visiblemente impresionado.

Akasha se encogió de hombros, como quitándole importancia, pero se le escapó una sonrisa que mostraba que se sentía orgullosa de sí misma.

-Mi familia se alimenta de sangre, había que buscar algún modo de que no se notase a la mañana siguiente. Bueno, y aparte de eso¿qué más cosas te ha hecho la poción?

-Pues…a ver, para empezar me caigo al suelo y también se me resbalan las cosas de las manos. Sudo por todas partes constantemente y… se me caen los mocos y… eso que tú sabes,- Akasha asintió resignada- y…¿qué más?...bueno, creo que eso es todo.- en realidad se me ocurrían otro par de cosas más pero la lista anterior ya me parecía lo bastante humillante, así que preferí saltármelas. James no era de la misma opinión.

-¡Te falta el súper-michelín!- añadió muy contento de haberse acordado.

-¿El súper- qué?- preguntó Akasha olvidándose de bajar la voz. Estoy seguro de que lo había oído perfectamente pero, teniendo en cuenta que hacía apenas un par de días que me había tocado la barriga (entre otras cosas), estaba tan sorprendida como yo mismo la primera vez que lo vi.

-¡El súper-michelín!-respondió James- ¿No lo has visto¡Pero si es la atracción principal¡Enséñaselo Sirius!

Akasha no puso cara exactamente de morirse de ganas de verlo, pero James insistió, así que no tuve más remedio que empezar a desabrocharme la camisa.

-Te advierto- le dije- que esto puede herir gravemente tu sensibilidad. ¿Estás segura de querer verlo?

Nunca supe su respuesta porque James gritó: "¡Sí!" y me abrió él mismo la camisa. La masa de carne se desparramó sobre mis pantalones y Akasha empalideció. Por la cara que se le quedó no había visto nada igual en su vida.

-Emmm…-acertó a decir-…creo que contra esto no conozco ningún hechizo.

Después de la exhibición de mis miserias nos fuimos a sentar y yo no abrí la boca en toda la tarde. Estaba muerto de vergüenza y la verdad es que no resultó muy reconfortante que Akasha me lanzara de vez en cuando miradas de asombro, como si todavía no diera crédito a lo que había visto. Para evitar esta situación tan desagradable, antes de marcharnos le dije a Akasha que no hacía falta que se molestase en ir todos los días a la biblioteca, que ya la avisaría cuando necesitásemos ayuda. Se mostró bastante aliviada de no tener que verme el pelo, cosa que tampoco ayudó a subirme la moral.

Aparte de un hechizo sencillo para limpiar las legañas rebeldes, no habíamos encontrado nada de utilidad. En realidad estaba tan desanimado que me daba un poco lo mismo mejorar o no mi situación. Al fin y al cabo ya me había visto todo el colegio haciendo el ridículo y mi reputación nunca volvería a ser la misma. Quería llorar pero me pareció que eso sería ya la culminación de todas mis humillaciones, así que me contuve hasta llegar a la cama.

El lunes intenté quedarme durmiendo pero Remus me advirtió de que iba a tener problemas con los profesores si seguía faltando a clase, así que no tuve más remedio que levantarme. Al menos tenía solución contra mis legañas, menos es nada.

En la sala común me encontré con Carly, que al verme sonrió maliciosamente.

-¿Qué tal Sirius¿Hoy no te has puesto tu tocado de babas? Pues te favorecía bastante, si me permites el comentario.

Si se me hubiera ocurrido algún hechizo dolorosamente mortal lo hubiera utilizado, pero como no fue así y me parece mal pegar a las chicas, me limité a las palabras.

-Hombre, qué sorpresa, si es la zorrita de Quejicus. ¿Hoy no te toca untarle de grasa?

Carly perdió un segundo la sonrisa pero enseguida recobró su gesto inicial y me respondió:

-Vaya¿no me digas que estás susceptible¿Se debe a algo en especial¿Es que te has levantado con el pie izquierdo?

-Sólo por esa mala leche deberían haberte mandado a Slytherin, te llevarías bien con las serpientes.

-¿Así que ahora tienes algo contra los Slytherin? Y yo que pensaba que te ponían los mordiscos de "las serpientes"…

-Vete a la mierda. Cuando descubra lo que tú y tu amigo el pringoso me habéis dado, os voy a bañar en ello.

-Ya, bueno, dudo mucho que vayas a descubrir nada porque resulta que es una receta exclusiva de Sev. Sólo te doy una pista: la base es de sarro dental.

Me dedicó una última sonrisa y desapareció por el retrato de la señora gorda. Yo sólo esperaba que lo del ingrediente principal fuera una broma, porque de pensar que me había bebido el sarro de Snape me estaban entrando arcadas.

Cuando les conté a los demás lo que me había dicho Carly sobre la poción, Marianne posó su tostada a medio untar y dijo que se le había quitado el hambre. Estoy seguro de que esa chica había adelgazado desde que comía con nosotros.

Sobreponiéndome a mi vergüenza asistí a todas las clases de la mañana, a pesar de los muchos accidentes embarazosos que tuve, del tipo de estornudar en la cara de una de mis compañeras o de tirarme la poción que estaba preparando encima de los pantalones, dando el aspecto de que me había meado encima. Sí, muy divertido todo.

Marianne, muy amablemente, se ofreció voluntaria para utilizar su hora de comer en la biblioteca. Remus no lo tomó desde el punto de vista altruista sino que se enfadó con nosotros porque dijo que por culpa de nuestras cerdadas su novia no quería comer con él. Que si tanto le importaba, también podía haberse ido con ella a la biblioteca en vez de abroncarnos toda la comida, digo yo.

Fuera por lo que fuese nunca le agradeceré a Marianne lo bastante esa visita a la biblioteca: justo cuando íbamos a entrar en el aula de Transformaciones, la vimos corriendo hacia nosotros desde el fondo del pasillo, con una gran sonrisa y un pergamino en la mano.

-¡Creo que lo tengo!- dijo entre jadeos cuando llegó a nuestro lado. En ese momento el profesor entró en el aula y Marianne le siguió.

-Bueno, después de clase os lo cuento.

-¡No!- grité desesperado. ¿De verdad me iba a hacer esperar toda la clase? Pues fue que sí. Esperé esa hora y la siguiente porque por lo visto la explicación era un poco larga y Marianne no quería perder clase. La chica es así, hay que quererla igual.

Por fin nos llevó a la sala común porque pensamos que, ya que los de quinto aún estaban en clase, Carly no estaría por allí y podríamos hablar tranquilamente.

Resumiendo un poco, la explicación fue ésta:

Marianne había estado leyendo un libro titulado "Atraiga sobre usted la buena suerte". Allí había un montón de conjuros y de pociones para mejorar distintos aspectos de la vida y, entre ellos, le llamó la atención una poción para convertirse en el perfecto caballero: te hacía tener siempre un aspecto impecable, buen olor y modales adecuados para cada ocasión. La base de esta poción era saliva del propio usuario recogida a medianoche en el primer día de luna menguante. En principio era todo normal pero, al final de las indicaciones para su elaboración, había una nota escrita con letra pequeña que aconsejaba tener mucho cuidado al sacar la saliva de la boca evitando que rozase los dientes porque la más mínima traza de sarro daría lugar al un efecto diametralmente opuesto. Es decir, te convertiría en una especie de yo.

Así que, con todos estos datos, Marianne había pensado que si yo bebía esta poción el efecto de la que me habían dado Carly y Snape se anularía.

Me apeteció comerla a besos pero recordé la cara de asco de Akasha cuando me acerqué a ella y decidí que sería mejor esperar a haber recuperado mi olor normal.

El primer día de luna menguante era el jueves de esa misma semana así que organizamos de nuevo grupos para buscar todos los ingredientes. Se trataba de productos bastante comunes (excepto las escamas de dragón, que tuvimos que robarlas de la clase de Pociones), de modo tan sólo unas horas después estaban todos en poder de Marianne y Remus, que por decisión popular habían sido los elegidos para elaborar la poción.

Esa noche dormí como un bebé.

A la mañana siguiente me sentía tan animado con la idea de reincorporarme pronto al mundo de las personas normales que no me importó que las tripas me sonaran sin cesar en clase, ni que los dientes se me hubieran cubierto de moho, ni los granos purulentos que comenzaron a salirme en la cara, ni que no pudiera evitar hacer extraños sonidos de cerdo cada vez que me reía.

De hecho, estaba tan seguro de que Marianne había dado en el clavo con la poción que no valoré ni por un segundo que algo pudiese salir mal.

Me sentía tan bien que el martes por la tarde salí a ver el entrenamiento de quiddich de James. Apenas llevaba unos minutos sentado en las gradas cuando vi llegar a alguien. Era Snape. Miré a mi alrededor: ni un profesor, ni un Slytherin. Podría haberle tirado desde las gradas al campo (resolución de problemas estilo muggle lo llamamos) pero me contuve porque al fin y al cabo aún no me encontraba en plenas facultades y que semejante personajillo me ganara en una pelea sí que sería el colmo de la humillación.

-¿Y a ti qué se te ha perdido aquí Quejicus?

Me miró con cara de asco pero no contestó. Entonces recordé que su amiga la Traidora jugaba en el equipo de Gryffindor.

-¡Ah, claro! Vienes a esperar a tu mami para que te acompañe a casa¿verdad? Pobre Quejicus¿te da miedo ir solito¿Están muy oscuros los pasillos?

-Black, me parece que tu situación no es la más adecuada para ponerte chulo- dijo con tono que pretendía ser amenazador.

-¿Se supone que eso es una amenaza? Comprenderás que no me asuste demasiado, aquí no hay ningún sitio donde puedas preparar pociones para defenderte- respondí con sorna.

El comentario le sentó claramente mal pero antes de que las varitas empezaran a trabajar, el equipo de Gryffindor salió al campo. Carly nos vio desde lejos y se acercó.

-Ya puedes estar tranquilo Quejicus, aquí llega tu novia para defenderte.

Se volvió hacia mí furioso, apuntándome con la varita, pero Carly le interrumpió:

-Déjalo estar Sev. Ya tiene bastante con lo suyo- dijo mostrándome su famosa sonrisa venenosa.

Snape le hizo caso y, sin dejar de mirarme, guardó de nuevo su varita.

Yo les dediqué a ambos un estupendo y largo eructo, salido directamente de mi estómago lleno de carne guisada. Me quedó de libro pero en vez de alabármelo Carly se marchó con cara de asco y Snape se cambió de sitio. Mejor, así me ahorraba darle conversación.

A pesar de que las ojeras de Marianne y Remus dejaban bien claro que habían estado trabajando en mi poción, me pasé el miércoles dándoles la tabarra cada vez que los encontraba, incluido durante las clases; no podía evitarlo, estaba nervioso pensando en mi resurgimiento desde el mundo de la basura y quería asegurarme de que todo estaba saliendo según lo previsto. Me confirmaron al menos diez veces cada uno que habían seguido escrupulosamente todos y cada uno de los pasos que el libro indicaba y que ya sólo quedaba por añadir mi saliva. Después, como seguía insistiendo, me mandaron a la mierda y comenzaron a ignorarme, así que tuve que calmarme los nervios haciendo pompitas de saliva con la lengua; alguna se escapó de mi control y cayó en el pelo de la chica de delante, pero estaba ocupada tomando apuntes y no se enteró.

La última clase de la tarde nos tocaba con los Slytherin y traté de comportarme, no tanto por Akasha, que al fin y al cabo ya había visto todo lo que tenía que ver, como por mi prima Todavía no me había hecho ningún comentario gracioso sobre mi situación y no sabía muy bien como tomármelo; estaba claro que no se trataba de una muestra de amor familiar, porque Bellatrix ni sentía amor ni me consideraba parte de su familia, así que las únicas opciones que me quedaban eran: que no se hubiera enterado (raro, ciertamente, porque me estaba haciendo notar aun en contra de mi voluntad) o que Akasha le hubiera pedido que no me molestase porque su inconmensurable amor hacia mí le hacía imposible aceptar que me insultasen. Esta última alternativa, aunque muy atractiva para mi ego, era bastante poco probable dado que la propia Akasha se había cortado bastante poco a la hora de maltratarme psicológicamente, así que sólo quedaba como opción el que no se hubiera enterado. Y en ese caso prefería mantenerla en la ignorancia.

Yo hice lo que pude por comportarme pero el control de los órganos internos no es tarea sencilla. Al final de la clase Belatrix se me acercó y me preguntó en su habitual tono despectivo si estaba demasiado ocupado comiéndome los mocos para ducharme.

-Vaya, llevaba unos días notando que me faltaba algo y resulta que era tu dulce voz regalándome los oídos- respondí un poco fastidiado.

-Siento que me hayas echado de menos querido primo, pero estaba procurando no recordarle a la gente que somos familia.

Intento discutir con Bellatrix lo menos posible porque siempre acaba diciendo algo que me hace hervir la sangre durante días, así que no la contesté. Guardé mis cosas lo más rápido que pude y salí del aula lo bastante deprisa como para poner tierra de por medio y lo bastante despacio como para no tropezarme con mis propios pies.

El jueves me desperté antes de que hubiese amanecido y lo primero que hice fue levantar a Remus de la cama para que comprobase que la poción estaba en su sitio; al principio pareció que realmente iba a ir pero cuando se dio cuenta de la hora que era me llamó cretino y no sé qué más y se volvió a la cama.

James tampoco se quiso levantar, así que me encontré yo solo con un exceso de energía nerviosa. Me puse a corretear por la habitación y cuando me aburrí de dar vueltas me inventé un baile; estuve repitiendo la coreografía del estribillo para perfeccionarla hasta que me pisé el pantalón del pijama y me caí de culo al suelo. James, sin casi levantar la cabeza de la almohada, me lanzó un Petrificus totalis y me dejó así hasta la hora del desayuno. Vale que hice un poco de ruido pero yo creo que tampoco era para ponerse tan desagradable.

Fue el día más lento de mi vida. En clase me caí varias veces de la silla porque estaba tan nervioso que no podía mantener mis piernas quietas, y casi no fui capaz de comer nada. Marianne decía que estaba bien eso de que comiera poco porque así formaría menos sarro; pobre inocente, no debía de haberse fijado en el moho de mis dientes.

Después de cenar subimos inmediatamente a la sala común, aunque aún era muy pronto. Creo que yo no era el único con ganas de volver a la normalidad.

Aprovechando su autoridad de prefecta Marianne envió a todo el mundo a la cama a eso de las once mientras Remus y James, cubiertos por la capa invisible, iban a buscar el caldero con mi poción. Quería ir a por él yo mismo pero al parecer lo habían guardado en un baño a una cierta distancia y corría el peligro de tirarlo al suelo por el camino.

Marianne me colocó con gran esfuerzo una especie de cepo tamaño jabalí en la boca; según ella eso bastaría para que mantuviese la boca lo suficientemente abierta como para no rozar mis dientes al extraer la saliva. Estoy seguro de que podía haber esperado un poco más para ponérmelo, si lo que quería era que me callase bastaba con habérmelo dicho.

A las doce menos tres minutos estábamos todos listos, mirándonos unos a otros, Remus con una especie de pajita de vidrio en la mano, preparado para conseguir mis babas. Cuando el reloj de búho dio las doce en punto, con toda su concentración puesta a funcionar, aspiró con la pajita dentro de mi boca y enseguida vertió su contenido en el caldero. Yo me esperaba una reacción un poco más espectacular, con humo o algo así, pero la poción sólo hizo un leve "puff" y se puso de color verde.

- A mí ese color no me da muy buena pinta- comentó James, el gran experto en pociones.

Sin hacerle ningún caso bebí del vasito que Remus me había llenado, mientras los demás me observaban expectantes.

No pasó nada. Esperamos unos minutos en silencio por si era una poción de acción retardada. Nada.

Bueno, igual tarda unas horas en actuar- dijo Marianne, tratando de evitarme una crisis de pánico- Vete a la cama y trata de dormir, ya verás como mañana está todo arreglado-

No había muchas más posibilidades, así que le hice caso y me fui a dormir.

Pasé una noche de lo más desagradable, con sueños extraños y una constante sensación de succión desde el centro de mi cuerpo; cada poco me despertaba porque notaba molestias en algún sitio: en la barriga, que me hizo una especie de "pop" como si me hubiera explotado, en la boca, en la cabeza,…

Cuando me levanté por la mañana estaba molido y me dolía todo como si me hubieran apaleado por la noche, así que me sorprendió mucho el buen aspecto que me vi al mirarme al espejo. Me froté un poco la cara y comprobé que no tenía legañas ni ningún otro tipo de mucosidad pegado a la piel. Con un grito de alegría me quité el pijama y me encontré con mi barriga lisa, sin restos de súper-michelín, y con todas las demás partes de mi cuerpo en su longitud habitual (porque creo que había olvidado comentarlo antes, pero también tuve algunos problemas de disminución de virilidad).

Aunque me pareció que olía bastante bien, me metí en la bañera. Mientras me frotaba con jabón recordé de pronto a Akasha, a la que no había avisado del descubrimiento del antídoto. Pensé unos minutos cuál sería su reacción al verme de nuevo normal; me temía que, dado que había sido el payaso del colegio toda la semana, no iba a tener ningún interés en retomar nuestro acercamiento donde lo habíamos dejado. Mientras discurría sobre las distintas formas de hacer que volviera a sentirse atraída por mí, una idea se abrió paso en mi mente. Salí rápidamente del agua sin aclararme, me enrollé una toalla de cualquier manera y salí disparado del baño. Remus y James aún estaban desperezándose; los saludé de pasada y seguí mi carrera hacia la sala común. Allí, tal y como yo esperaba, estaba Marianne acabando las tareas que había dejado atrasadas para preparar mi poción, junto con un par de sus amigas.

-¡Marianne!- grité mientras llegaba a su lado. Ella se quedó mirándome, pluma en mano.- Escucha,…

-Sirius¿te importaría ir a vestirte primero?- me interrumpió un poco azorada. Hice como si no la hubiera oído.

-Marianne¿le dijiste a Akasha que habías encontrado el antídoto?-

-Pues… no, no he hablado con ella- respondió un poco atónita.

-¿Seguro?

-Seguro, Sirius¿quieres ir a vestirte¡Estás mojándolo todo!

Estaba tan contento que me daba igual inundar la torre. Cogí la cabeza de Marianne con las dos manos y le estampé un sonoro beso en la frente. Al dejarla sin sujeción, la toalla que tenía enrollada sobre las caderas resbaló hasta el suelo. Marianne se puso color pimiento y a sus amigas les entró un ataque de risa, pero a mí me dio igual: si para algo me habían servido los días anteriores era para perder la vergüenza.

De vuelta en la habitación me arreglé lo mejor que pude. Toda mi ropa, incluidos los calzoncillos, volvía a estar limpia y sin lamparones extraños, lo cual me animó aún más.

Bajé corriendo al comedor sin esperar a nadie. Akasha estaba ya sentada en su mesa, mordisqueando una galleta. Di unos saltitos desde la puerta intentando llamar su atención y como no funcionó le envié un hechizo de remolino de viento que le puso la melena en la cara; al mirar a su alrededor para descubrir de dónde le había venido, me vio haciéndole desde la puerta señas para que se acercase. Un poco a regañadientes se levantó y vino hacia mí disimulando para que nadie pensase que iba a hablar conmigo.

-¿Qué?- me gruñó al llegar a mi lado.

Yo puse cara de preocupación.

-Perdona que te moleste Akasha, pero hay un problema- ella se cruzó de brazos y yo continué con mi tono lúgubre- Verás, hemos encontrado una solución para el hechizo de Snape…

-¿Y eso es un problema¿No me digas que le has cogido el gusto a parecer imbécil?-

Iba a tener que aconsejarle a esta chica que pasase menos tiempo con mi prima.

-No, no es eso. Es que… verás, la solución requiere ayuda de otra persona…

-De mí, supongo- me volvió a interrumpir alzando una ceja.

-Bueno… en realidad sí, pero… No sé si querrás ayudarme…

-Seguro que sí, con tal de que me dejes en paz. ¿Qué tengo que hacer?

Estupendo, íbamos por buen camino.

-Acostarte conmigo

-…

Parpadeó un par de veces y cuando pensaba que iba a tener que darle unas palmaditas para que reaccionara, preguntó:

-¿Qué?

Yo asentí gravemente, como si estuviera muy apenado por lo que tenía que comunicarle.

-Sí, lo sé, es algo horrible pero el libro lo decía claramente: "Para revertir el efecto de esta poción deben mantenerse relaciones sexuales con una mujer de sangre vampira". Pero claro, entenderé perfectamente que prefieras que siga toda mi vida convertido en un ser despreciable…

Me pareció que estaba a punto de decir que sí, que lo prefería, pero hice amago de ir a echarme a llorar y se lo pensó mejor. Si en el fondo la chica iba a tener su corazoncito y todo. Se quedó pensativa unos segundos y después suspiró profundamente y dijo:

-Está bien, lo haré

Yo me mordí la lengua para evitar que se me escapara un "yuju".

-¿Cuándo?- preguntó ella

-¡Ahora! Digo yo, vamos, que cuanto antes mejor¿no?

Por encima de la cabeza de Akasha vi a mis amigos acercándose al comedor.

-Bueno… vale ¿Dónde vamos?

-Creo que mi habitación está libre- dije con una gran sonrisa- ¡Ah! Antes de que se me olvide, el libro también decía que cuantas más veces se hiciera, mejor sería el resultado

Akasha me miró raro y por un momento me pareció que había tentado demasiado a la suerte, pero enseguida se encogió de hombros y, tratando de ocultar una sonrisa, respondió:

Veremos lo que podemos hacer-

Epílogo:

En contra de lo que yo había pensado, después de las vacaciones de Navidad nadie (a excepción de mi prima, claro) se acordaba ya de lo que había pasado, así que podríamos decir que recuperé mi buena reputación.

En cuanto a Akasha, después de pasarnos toda la mañana en mi cama recordé que tenía que simular que estaba recuperado, así que hice algunos ruiditos, como si me estuviera haciendo efecto algún hechizo oscuro. Me dejó hacer el ridículo un rato antes de decirme que sabía desde el principio que estaba tratando de colársela (y nunca mejor dicho). Pensándolo detenidamente supongo que ya cuando hablé con ella se dio cuenta de que tenía un grado de limpieza sospechoso para encontrarme bajo el efecto de la poción. Para la mala leche que tiene no se lo tomó nada mal.

De vez en cuando todavía tenemos algún encuentro furtivo; menos de los que yo querría, la verdad, pero es que ella no quiere que nadie nos vea juntos. Yo no entendía por qué pero al final conseguí que me explicara que se debía a que si Bellatrix se enteraba iba a estar riéndose de ella el resto de su vida. En fin, cosas de mujeres.

FIN

Ak: Mi primer review, qué ilusión! No veas lo que me costó poner bien lo de los reviews anónimos, gracias por avisarme… Me alegro mucho de que haya gustado también la segunda lectura, jiji. Besitos mi niña.

Ana Black: Muchas gracias:-) Espero que te haya gustado el final, un besito preciosa.