Capítulo 03: Penumbras


Por impulso Hermione buscó su varita mágica y la agitó con suavidad invocando una luz intensa. Vio al joven recogerse más en sí mismo, queriendo evitar la luz, como si esto le hiriese mortalmente.

— ¿Harry? — indagó Hermione en un susurro al mismo tiempo que intentaba en su mente darle un poco de coherencia a la situación. Y todo le apuntaba a un extraño sueño. — Harry... ¿Eres tú?

El joven levantó suavemente la cabeza, siendo notoria una cicatriz que parecía encendida por una luz rojiza en medio de su despeinada melena negra que no le daba ese aire de despreocupación que anteriormente ella había visto, sino la de un joven en agonía.

Hermione quiso abalanzarse sobre él y envolverlo entre sus brazos, decirle que todo va a estar bien, que pase lo que pase siempre contará con ella, incondicionalmente, por siempre. Y apenas dio un paso hacia adelante, con un nudo en la garganta aprisionándola y evitándole el habla, cuando Harry se movió abruptamente, arrinconándose más.

Huyéndole.

Rechazándola.

Dos lágrimas gruesas recorrieron las mejillas de la joven, quien no sabía ni cómo reaccionar o qué decir. No era desprecio lo que ella notaba en sus apagados ojos esmeraldas, sin vida, sino un algo indescifrable.

Quizá decepción.

Hermione se aclaró la garganta intentando lentamente acercarse más a él, pero Harry se alejó más de ella.

— Harry... — musitó Hermione con la voz quebradiza — ...Harry... ¿Qué hice mal?... ¿En qué te he lastimado?

Harry aprisionó más sus piernas y arrimó la barbilla en sus rodillas, su mirada fija en un punto sobre el piso, aunque no se veía más que penumbras a su alrededor. Sino fuera por la luz de la varita de Hermione y la poca que ingresaba por las rejillas.

— Tú... tú nunca lo harías — le contestó taciturno — No eres tú el problema.

Pero, Harry... — Hermione se arrodilló a su lado con la intención de deslizar una mano por su cabello, sin embargo Harry se apartó más de ella.

— ¡Aléjate! ¡No te me acerques!

No era un reclamo sino una súplica.

Hermione se pasó el dorso de la mano por sus ojos. Inspiró un poco de aire y le mostró esa mirada desafiante y decidida.

¡No! — le contestó firmemente — ¡No me iré!

Harry le miró desesperado y anhelante, sacudió la cabeza varias veces y empezó a murmurar quedito. Se remangó un poco la camisa gris, en vano, porque al instante la tela cayó volviendo a su forma anterior.

¡Harry, por favor! — le recriminó Hermione apretando más la varita en su mano. Ella no podía permitir que Harry siguiera en ese estado de ánimo tan negativo y apagado.

— ...si sigues a mi lado... tú también... — Harry ocultó su rostro entre la camisa gris, meciéndose levemente.

Hermione aprovechó que él no la miraba para acomodarse junto a él, sentándose en sus talones. Con mucho cuidado posó una mano en el brazo de Harry y lo aprisionó para hacerle notoria su presencia. Harry sobresaltó pero esta vez no hizo nada para alejarse.

Yo también... — Hermione le dio la pauta para que él continuara. Harry levantó el rostro pero no se atrevía a mirarla.

— ...morirás — finalizó él con voz temblorosa clavando los dientes en sus rodillas por medio del pantalón.

Hermione se mordió el labio inferior, meditando cada una de sus palabras, el motivo de su actitud.

Estar contigo es mi decisión y ni tú ni nadie...

— Pero debo alejarte de mí — murmuró Harry débilmente, sin dejarla continuar hablando —... mi madre murió para salvarme... también mi padre... Sirius ha muerto por mi culpa... y tú... en el salón...

Harry se abrazó más y cerró los ojos con fuerza. La cicatriz de su frente no cesaba de emitir ese resplandor rojizo. Las lágrimas finalmente salieron a flote, a pesar de que Harry tenía los ojos fuertemente cerrados. La respiración se volvió rápida y ligera.

Harry volvió a emitir débilmente ese murmullo, y esta vez Hermione, por estar junto a él, le comprendió a la perfección el constante «Debo estar solo» que se repetía, para convencerse a sí mismo.

Ella negó con la cabeza. No aceptaba, no podía aceptarlo.

Nunca estarás solo — le contradijo Hermione, halándolo de la camisa, obligándolo a darle el rostro.

— Si no te apartas de mí... también morirás — dijo Harry casi mecánicamente — Todos los que me rodean tarde o temprano mueren... y también todos a quienes quiero... t.o.d.o.s...

No es por tu culpa — Hermione intentó sonreírle, transmitirle un poco de tranquilidad. Pero era una misión simplemente imposible.

— Y no quiero... tú no... — Harry se liberó del brazo de Hermione en un sólo movimiento — ... no por mi culpa.

Hermione hubiese querido sacudirlo, hacerlo rabiar y que grite su frustración. Al menos luego de que explotara, insultara y maldijera sin sentido, se calmaría de a poco.

Pero esta situación no era la misma. No podía inducirlo más a ese estado emocional. Mientras más lo metiese dentro de esos negativos sentimientos más se hundiría en su propio abismo.

Y por más que ella le hablara, él parecía no reaccionar. ¿Cómo sacarlo de su depresión? Sus palabras no le llegaban, no lo alejaban de ese mundo oscuro. ¿Y qué es Hermione Granger sin argumentos? ¿Cómo actúa Hermione Granger cuando las palabras no son sufucientes?

La joven se mordió el labio inferior, sonriendo débilmente y suspirando con lentitud. Luego sacudió la cabeza, dejó cerca de ellos la varita aún iluminando tenuemente la habitación e hizo lo que mejor sabe hacer cuando no puede expresarse con palabras ante Harry.

Envolvió sus brazos alrededor de él. Le dejó sentir la calidez de su cuerpo y la profundidad de su cariño, le permitió escuchar los latidos acelerados de su corazón. Le dejó en claro que cada instante se aleja más la posibilidad de que ella se va a apartar de su vida.

Harry se sobresaltó e incluso forcejeó por apartarse de ella, pero parecía que Hermione había anulado cualquier escapatoria o rechazo que él osare a hacer, como si tuviese total conocimiento de sus acciones, de su forma de actuar.

— No te librarás de mí — murmuró Hermione acariciando su melena rebelde, intentando que el desorden de la misma sea el del Harry que ella vio en momentos anteriores. — Nunca.

Se apartó brevemente de Harry para mirarlo al rostro, dispuesta a repetir sus palabras, pero no pudo emitir ni una sola sílaba. Harry le miraba nerviosamente, con el rostro enrojecido y sudoroso, como si fuese un chiquillo de 11 años descubierto en plena travesura.

De hecho Hermione sí había visto esa expresión anteriormente en el rostro de él, era la misma que tuvo cuando ella le abrazó por primera vez hace tantos años atrás.

¿Qué ocurre? le preguntó sonriéndole para intentar calmarlo Harry, soy sólo yo.

Harry sacudió la cabeza y se remangó más las mangas de la extensa camisa, luego disimuladamente se apartó unos centímetros de ella y pareció interesado en la oscuridad que estaba a dos metros frente a él.

— No lo sabes ¿Verdad? — indagó Harry temblorosamente.

Hermione parpadeó un par de veces, intentando asimilar esas palabras. ¿Ella no sabía? ¿Qué cosa? ¿De qué le estaba hablando? ¿De lo extraña que era la situación? ¿De cómo parecía que él cambiaba de personalidad como si fuese un traje?

Pues... recuerdo que estaba en tu habitación... ¡Sólo quería saber si estabas bien! — agregó de inmediato al último instante mientras desviaba sus ojos nerviosamente, intentando concentrarse en algo más que no sean los orbes de Harry, pero parecía que se hallaban encerrados en una mini bodega vacía y no existía nada más en qué concentrarse Y después... aparecimos en otro lado... y estabas diferente.

— No — murmuró suavemente — No me refiero a eso.

Hermione frunció el entrecejo, no de manera que denotaba que estaba enfadada, sino de esa forma que demuestra que cada una de esas palabras se clavaba en su mente dejando una profunda intriga.

— Hermione — le llamó Harry encarándola directamente, sus mejillas más encendidas y su voz más temblorosa — Yo quiero decirte... yo quiero decirte... que... que... yo...

Hermione sentía que su corazón latía con fiereza, acelerando el ritmo en cada palabra que Harry dudosamente soltaba. Ella sentía miedo hasta de respirar por si acaso eso era una causa de que Harry se acobarde y no quiera seguir hablando.

—... yo... yo... — Harry bajó la mirada, declarando tácitamente que iba a callar. O al menos eso es lo que pensó Hermione. El joven inhaló una profunda cantidad de aire antes de soltar abruptamente —... una profecía me une a Voldemort.

El nudo no se escapaba del pecho de Hermione. Extrañamente parecía que eso no era lo que iba a decirle Harry, sin embargo era algo también trascendental, y debía darle la importancia que le correspondía.

Sí, Harry... lo descubrimos hace dos años... Pero la profecía se rompió, tú mismo...

— ...se... se... rompió el registro... pero... yo... yo... yo s.é.. el... contenido — Harry se apartó más de ella, como si de pronto se hubiese convertido en un horrible monstruo y podría contaminarla — ... sólo Voldemort o yo... uno morirá a manos del otro.

Y cerró los ojos, no queriendo ver, no deseando ver la reacción de Hermione. Quiso taparse los oídos para ni siquiera escucharla. Seguro que ahora ella le despreciará. Lo verá tal como lo que se va a convertir: en un infeliz asesino, en un ser miserable que no le bastó con haber nacido y desgraciado la existencia de quienes lo rodeaban.

El miedo recorría cada célula de su cuerpo, el desprecio casi lo abrazaba con su corriente helada y llena de desolación. Ya se lo había dicho y ahora asumiría las consecuencias. No más Hermione en su existencia, adiós a sus abrazos y su preocupación, a su lealtad incondicional y a su sonrisa de satisfacción. Los Dursley tenían razón. Siempre la tuvieron. Él sólo era un infeliz que no debió haber nacido, y ahora los que lo rodean iban a pagar el precio de su crimen.

Se levantó abruptamente haciendo sobresaltar a la joven.

— Adiós Hermione, y nunca jamás te vuelvas a cruzar en mi camino.

Y comenzó a correr hacia la oscuridad, hacia la nada. Hermione tardó unos segundos en lograr que su cuerpo reaccionara y se levantó, tomando su varita, dispuesta a seguirle y encontrarle.

No era justo lo que él hacía. No le había permitido hablar y esto Hermione no se lo podía aguantar. Él la necesita tanto como ella lo necesita a él. Sino, entonces sería falso ese vínculo que ambos tienen.

— ¡Harry! — gritó indignada, conteniendo enormemente las ganas de echarse a llorar aunque aún no sabía si era de la rabia de que él se marchara o por lo que él le acababa de confesar, por lo que le había mantenido oculto desde hace ya casi dos años. ¿Acaso él ya no confiaba en ella?

Hermione comenzó a correr con la varita iluminando su camino y apenas había avanzado un trayecto cuando sintió un brazo halarla, obligándola a regresar sus pasos de una forma un tanto brusca.

Por impulso Hermione quiso abofetear a quien sea que se haya atrevido a detenerla en esos instantes, pero se detuvo a escasos milímetros de la mejilla de su nuevo acompañante cuando descubrió detrás del cristal de unas gafas a esos ojos verdes llenos de profunda curiosidad anhelosos de hallar misterios por descubrir.

La habitación se iluminó repentinamente, las paredes eran blancas en lo poco que se podía distinguir entre los anaqueles llenos de libros de todas clases, tamaños y grosor. Parecían que eso era lo que formaban las paredes, e incluso llegaban rozando de manera amenazadora al techo.

Y frente a ella, aun sosteniéndola del brazo, estaba su enigmático amigo Harry Potter con una camisa amarilla y jeans negros apenas cubiertos por un mandil blanco.


Continuará...


Notas finales: ¡Muchas gracias! Nuevamente les agradezco la espera por la demora, deseo, de corazón, no decepcionarles. Y prometo (mi eterna promesa que he de cumplir) que voy a demorar menos, mucho menos en actualizar.


Harry Potter y Hermione Granger pertenecen a la escritora Joan K. Rowling, la causante de que pase parte de mi existencia escribiendo ficts (principalmente sobre estos dos), todo lo escrito y utilizado es hecho sin fines económicos, sólo quiero entretener (y de unir más partidarios al ya saben qué n_n) Y ahora les dejo con un interesante hecho sucedido en El Cáliz de Fuego: Hermione y su actuación frente a Harry y las veelas. Por ahí leí que el verdadero amor hace que a los hombres no le afecten las veelas, por eso a Arthur Weasley (felizmente casado con Molly) ni siquiera se deja impresionar por ellas. Y a Harry deja de afectarle cuando Hermione le toca (mentalidad shipper, dicho por centésima vez en mi vida, no esperen más)

Las veelas se pusieron a bailar, y la mente de Harry se quedó totalmente en blanco, sólo ocupada por una suerte de dicha. En ese momento, lo único que en el mundo merecía la pena era seguir viendo a las veelas; porque, si ellas dejaban de bailar, ocurrirían cosas terribles...

A medida que las veelas aumentaban la velocidad de su danza, unos pensamientos desenfrenados, aún indefinidos, se iban apoderando de la aturdida mente de Harry. Quería hacer algo muy impresionante, y tenía que ser en aquel mismo instante. Saltar desde la tribuna al estadio parecía una buena idea... pero ¿sería suficiente?

— Harry, ¿qué haces? — le llegó la voz de Hermione desde muy lejos.

Cesó la música. Harry cerró los ojos y volvió a abrirlos. Se había levantado del asiento, y tenía un pie sobre la pared de la tribuna principal. A su lado, Ron permanecía inmóvil, en la postura que habría adoptado si hubiera pretendido saltar desde un trampolín.

El estadio se sumió en gritos de protesta. La multitud no quería que las veelas se fueran, y lo mismo le pasaba a Harry. Por supuesto, apoyaría a Bulgaria, y apenas acertaba a comprender qué hacía en su pecho aquel trébol grande y verde. Ron, mientras tanto, hacía trizas, sin darse cuenta, los tréboles de su sombrero. El señor Weasley, sonriendo, se inclinó hacia él para quitárselo de las manos.

— Lamentarás haberlos roto en cuanto veas a las mascotas de Irlanda — le dijo.

— ¿Eh? — musitó Ron, mirando con la boca abierta a las veelas, que acababan de alinearse a un lado del terreno de juego.

Hermione chasqueó fuerte la lengua y tiró de Harry para que se volviera a sentar.

— ¡Lo que hay que ver! — exclamó.

(Cap. 8 Los mundiales de quidditch. Pág. 98—99)


Los leprechauns, que se habían elevado en el aire, enojados como un enjambre de avispas cuando Mullet había sufrido la falta, se apresuraron en aquel momento a formar las palabras: «¡JA, JA, JA!» Las veelas, al otro lado del campo, se pusieron de pie de un salto, agitaron de enfado sus melenas y volvieron a bailar.

Todos a una, los chicos Weasley y Harry se metieron los dedos en los oídos; pero Hermione, que no se había tomado la molestia de hacerlo, no tardó en tirar a Harry del brazo. Él se volvió hacia ella, y Hermione, con un gesto de impaciencia, le quitó los dedos de las orejas.

— ¡Fíjate en el árbitro! — le dijo riéndose.

Harry miró el terreno de juego. Hasán Mustafá había aterrizado justo delante de las veelas y se comportaba de una manera muy extraña: flexionaba los músculos y se atusaba nerviosamente el bigote.

— ¡No, esto sí que no! — dijo Ludo Bagman, aunque parecía que le hacía mucha gracia —. ¡Por favor, que alguien le dé una palmada al árbitro!

Un medimago cruzó a toda prisa el campo, tapándose los oídos con los dedos, y le dio una patada a Mustafá en la espinilla. Mustafá volvió en sí. Harry, mirando por los omniculares, advirtió que parecía muy embarazado y que les estaba gritando a las veelas, que habían dejado de bailar y adoptaban ademanes rebeldes.

(Cap. 8 Los mundiales de quidditch. Pág. 104—105)