Capitulo 3:
Ellos
Sus corazones laten a un tiempo. De sus gargantas escapan gritos silenciosos que ellos mismos no son capaces de oír. Por sus rostros resbalan lágrimas de agua salada que ni siquiera pueden ver.
Ella corre en las alturas. Sus huellas gravadas en la nieve. Sus pies envueltos en llamas. Su kimono húmedo por la nieve. Sus ojos secos por las lágrimas. Cada vez le cuesta más andar. Cada vez da un paso con más fuerza.
Atrás queda el sendero marcado. Una vida sin decisión. Es a su espalda donde queda su anterior existencia, los últimos cuatro años, su marido y su familia. Ya no tiene porque recordar los cuatro abortos, los cuatro hijos que nunca llegó a ver. El dolor en su pecho mengua conforme se aleja y pronto acabará por desaparecer.
Se ha cansado de esperar, de ser ella la que deba permanecer en agachada como si fuera un simple ratoncito a la sombra de un gato. Está harta de esperar encontrar una flor en medio de la tormenta, un oasis en medio del desierto. Ha dejado de esperar que el perfume de su voz no destile odio y alcohol. Ya no tiene la esperanza de que sus golpes no duelan.
Se ha cansado, y corre. Todos sus recuerdos quedan atrás. Paso a paso. Metro a metro.
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La ve en la lejanía. Recortada su silueta azul contra el fondo blanco. Una melena negra ondea a su espalda.
No sabe quien es. No desea saberlo. No reconoce sus rasgos, está demasiado lejos. Pero su alma ha vuelto a su cuerpo. Sus ojos vuelven a brillar. Su corazón comienza a latir. El viento sopla del norte, desde Konoha. Sabe que debe correr en su contra, que se volverá extremadamente lento sobre la nieve. Da igual. La sangre fluye con más fuerza por su cuerpo. Y siente calor, la pasión lo abrasa.
Eleva el brazo y desata el nudo que hay a la altura de su garganta. La capa ha caído al suelo extremadamente lenta. Él no se ha dado cuenta. No le importa que la única tela que lo protege del frío se haya mojado. Tiene calor. Siente su cuerpo arder
Duquesa se acerca. Recoge la prenda. Akamaru ladra nervioso. Y él sabe porque. También lo ha notado. También lo ha olido. Es el perfume de las "no me olvides"... Y todavía no sabe quien es.
No puede moverse. No puede reaccionar. Ha quedado anonadado observando como a aquel ángel corriendo mientras sus sentidos se centran en algo que creyó no volver a sentir. El boomboom de su corazón.
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Paso a paso. Metro a metro. Sabe que puede alejarse. Se sabe capaz. Nunca ha estado tan segura de nada. Y es que hoy, nadie le dice lo que tiene que hacer. Corre, sin que nadie le diga que pare.
El cordón que aprieta el obi se comienza a aflogarse. El kimono empieza a abrirse. Las temperaturas exteriores descienden. Cada vez hace más frío y pronto, su kimono se abrirá.
Su prominente vientre saldrá pronto a la luz. La tela dejará de cubrirlo. Le da igual. El vientre acabará por desaparecer. Ese niño tampoco llegará a nacer. Es su destino no ver nunca la luz del sol.
Abre los ojos. La maleza comienza a espaciarse. Está llegando a su destino. Una sonrisa se dibuja en su rostro. El cabello vuela a su alrededor. Pronto será libre por fin. Sin nadie que le diga que es lo que tiene que hacer. Sin nada por lo que preocuparse.
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Duele. Quema. No lo soporta. El boomboom suena insistentemente. Echa a correr. Se sabe seguido por los perros, pero no les hace caso. Akamaru salta al suelo y sigue a su dueño a pie.
Corre despacio, y poco a poco aumenta la velocidad. Su corazón late con fuerza. Su pecho va a reventar. Pero él solo piensa en ella. Solo tiene ojos para su figura. ¿Qué hace corriendo por allí¿Qué es lo que pretende?
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Falta poco. Muy poco. Tan solo unos metros y habrá escapado.
X·X·X·X·X
Él está arriba en las pasarelas. Y ella está abajo, en aquel enorme salón, frente a su primo.
Se ve reflejada en sus brillantes ojos azul cielo. Y se siente mecida por su voz. Y se embriaga con su perfume. Y siente que puede bailar sobre esa enorme sonrisa.
Lo ve. Y ella también sonríe. Su corazón late más deprisa cuando sus miradas se cruzan.
Y es que en ese pequeño momento, se siente la mujer más feliz del mundo. Sabe que sus gritos son solo para ella. Sabe que sus ojos están puestos sobre su cuerpo. Sabe que él la observa. Y por eso no puede perder.
Su corazón salta en su pecho. No va a retirarse. No va a ceder. Luchará porque sabe que él esta allí. Y lo que ella no sabe, es que desde la enfermería otra persona reza por su seguridad.
X·X·X·X·X
Mientras corre recuerda todos los rostros que alguna vez conoció. Amigos, conocidos, enemigos. Todos tienen lugar en su memoria.
Y entre todos ellos sobresale el rostro de un muchacho rubio, con dos luceros a modo de ojos, y una enorme sonrisa de cristal en los labios. Frágil pero fuerte y valiente. Su primer amor. El chico que la impulsó a cambiar, a luchar contra viento y marea. ¿Qué pensaría si la viera ahora? Hace tiempo que incumplió su promesa, hace ya años que se rindió. El mismo día en que renuncio a su amor... El mismo día en que lo prometió.
Y es que otro rostro había ido ocupando su lugar. Iba llenando el hueco que el rubio dejó. No sabía como lo lograba, pero siempre conseguía hacerla sonreír. Siempre estuvo a la sombra de aquella quimera, custodiándola. Siempre estuvo a su lado, y ella nunca lo vio. "Inuzuka Kiba¿qué día te colaste en mi corazón?"
Y mientras lo observa y lo añora. Mientras lo ama en silencio, extiende los brazos y surca el cielo. Ha extendido las alas y vuela.
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La ve extender los brazos. La ve volar como si fuera un pájaro. Y extrañamente sabe que está sonriendo. Y misteriosamente sabe que ese gesto es todo para él.
Y entonces un cristal se rompe. Y hasta él llegan los gritos de su corazón. Y por fin entiende quien es aquel ángel volador.
La nieve comienza a derretirse a su paso, mientras él acelera. Su corazón volverá a romperse si ella lo consigue.
X·X·X·X·X
No es consciente de su cuerpo, de sus acciones. Solo sabe que ella está allí, echada en la cama a escasos centímetros. Dormida.
El pitido de las maquinas del hospital le ensordece. Siempre constante. Siempre monótono. Marcando sus pulsaciones.
Algunas cicatrices se extienden por su cuerpo. Estarán allí por siempre, pero ella será todavía más bella.
Se acerca con delicadeza hasta notar su respiración en su rostro. Cierra los ojos y apoya sus labios sobre los de ellas. Son suaves, esponjosos y saben a cerezas.
Se separa y sonríe. Es lo más cerca que estará jamás. Y ella sigue dormida, sin darse cuenta de nada.
X·X·X·X·X
Y entonces comienza el descenso. Como si de una hoja mecida por el viento se tratase. Cayendo despacio, inexorable. Hacía el lago a medio congelar. Y sus corazones lanzan gritos ensordecedores. Y sus oídos oyen los de ella y los propios.
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Sabe que vuela. Si extiende los brazos puede rozar las nubes. Siente el viento golpearle en la cara. Su pelo, por primera vez suelto y largo, vuela a su alrededor.
Por primera vez es libre. Por primera vez es ella misma. Y no teme a nada. No tiene nada de miedo.
La opresión en el pecho desaparece. El dolor se disipa. Lo siente por sus familiares y amigos, pero no puede más. Tiene veinticuatro años y está desesperada. Ya no aguanta más. Y hoy, dicta ella las reglas.
Pronto se le abrirán las puertas del camino de los muertos del este. Allí la aguardan los guardianes que la han guiado desde su nacimiento. Ya no tiene que preocuparse por nada. No tiene que pensar ni en Dios ni en los demonios. Ni en ángeles ni humanos. Solo en esa luz. Solo tenía que tener confianza y seguir hacia aquella luz, aquel resplandor suave y cálido.
Me han abandonado. No tengo madre. Ni padre. Ni a mis amigos. Nadie me necesita... nadie. Mira que sencillo es reconocerlo. Estoy sola. Totalmente sola... No me importa. Esta realidad tampoco me importa. Da igual. No tengo miedo.
Solo le asusta una cosa. Y es el arrepentimiento. Abrir los ojos y gritar. Que empiece a asustarse. Echarse atrás, muerta de miedo. Pero sabe que ya no hay vuelta atrás.
Cuando su cuerpo choque contra el hielo. Sus órganos estallaran y morirá al instante. No sentirá dolor. No verá como su sangre se extenderá por encima de la losa congelada..
Si, con suerte o sin ella, esquiva el hielo. Caerá al agua y se hundirá hasta el fondo. Sus pulmones se llenarán de agua, asfixiándose. Se le clavarán miles de agujas de hielo por el cuerpo. Se dormirá y morirá.
Como si los dioses quisiesen divertirse todavía más, las placas se apartan a su paso. Y su cuerpo golpea el agua. El frío la traspasa. Siente como si le cortarán el vientre y le quitarán a su hijo. El oxigeno desparece de sus pulmones y poco a poco dejan de exigir aire. Se va sumiendo en un pesado sueño. Y la sonrisa de sus labios todavía no ha desaparecido...
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Grita su nombre. La llama, esperando que conteste. Se siente morir de horror. Y en su pecho, el boomboom se ha vuelto más lento. Solo oye su corazón que duele, que quema, que grita. Vuelve a gritar y ella no contesta.
Se quita el chaleco. Lo tira el suelo. Y sin pensarlo dos veces, salta al agua.
Los perros permanecen nerviosos a la orilla. Husmeando. Histéricos por la suerte de su dueño. Solo uno de ellos permanece tranquilo. El de mayor edad. Sentado sobre la nieve mantiene la vista fija sobre la superficie de agua que ahora se ha helado.
Sabe que era imposible frenarlo. Sabe que era imposible evitar que se lanzara al agua tras percibir aquel aroma de flores. Sabe que su corazón vuelve a latir. Un fuego se ha encendido dentro de el y no hay manera de apagarlo. Ella había vuelto. Y ahora, estaba a punto de irse... para siempre.
Siente como la ropa se pega a su cuerpo, dificultándole los movimientos. Sintió su piel desgarrarse al rozar el hielo. Finísimas agujas se le clavan en el pecho. No puede respirar. Pero sigue adelante. Se fuerza a abrir los ojos y buscarla.
El fondo del lago es azul. La luz matinal traspasa el hielo. Y a tan solo unos metros de él, ve su cuerpo hundirse sin que nada oponga resistencia.
Nada hacía ella, y rodea su cintura con su mano. Asciende con toda sus fuerzas hacia la superficie. Y siente el viento azotarle la cara. El cuerpo de ella queda apoyado en el pecho de él. Se ven rodeados por el kimono. Siente bajo su mano el abultado vientre.
Akamaru se incorpora y comienza a ladrar, nervioso. Como pasen más tiempo dentro del agua, morirán congelados. Transportado a la realidad por los ladridos, se apresura a llevarla hasta la orilla.
No puede morir. No lo soportaría. No podía estar muerta. Si ella se iba, él se iría con ella.
Necesita la ayuda de los animales para subirla. Le es prácticamente imposible subirla. Se sube él después y se aproxima a aquel cuerpo inerte. Se apoya sobre su pecho y nota el débil latir de un corazón.
Las lagrimas acuden a sus ojos. Ruedan por sus mejillas, sin que pueda hacer nada para evitarlo. Ha oído el latir de un corazón. Es su corazón. Está viva. No es consciente de que los perros los rodean y de que Duquesa cubre el cuerpo de ella con la capa. De rodillas a su lado, se inclina hacia ella y apoya su rostro en la barriga de ella. Humedeciendo la tela con el agua salada.
Akamaru golpea el rostro de ella con el hocico, lo lame varias veces. Y ella comienza a volver en sí. Nota peso sobre ella, nota que algo le golpea la cara, nota el aire en sus pulmones. El corazón comienza a dolerle. Otra vez. No está muerta. No sirve ni para eso. No sabe hacerlo. Abre los ojos al escuchar ruido. Pestañea varias veces. Intenta aclarar su visión. Pero solo sabe que su corazón duele. Quema de nuevo.
Ve una melena riza y castaña sobre ella. Oye un llanto cercano. Y siente un movimiento a su lado. Voltea la cabeza y ve a varios perros. Con su movimiento, el otro se levanto, fijando su mirada en el rostro de ella.
Ella le ve y sus ojos se ensanchan. La vergüenza la abruma y los colores ascienden por su rostro. Su corazón late con más fuerza. Y todo lo demás carece de importancia.
-Kiba-kun...
Las palabras apenas salen de su boca. Son llevadas por el viento. La misma dulzura del ayer las llena.
Hace un movimiento yél la ayuda a incorporarse. La apoya contra su pecho mojado. Sus corazones laten a un tiempo. Sus respiraciones se unifican. Mientras que ninguno se atreve a mirar.
-Hola... Hinata.
-¿Por qué...? No debías... no entiendes.
El la mira como si fuera la primera vez. En sus ojos se vislumbra una oleada de ira que amainó rápidamente.
-No debías...Vamos al hospital, debes descansar.
-No... No quiero...
Sus corazones laten a un tiempo. Golpean con fuerza sus pechos. Les duele, les destroza. Se saben que, aunque sienten el calor del otro, deben estar separados. No pueden afianzarse en el pecho del otro, no pueden verse a los ojos. Ella es de él y, si por culpa suya, él la tocará, moriria.
-Pero el niño...
-No quiero volver...
Siente su corazón encogerse cuando la abraza. Cuando aspira el olor de su cabello. Cuando la respiración de ella golpea su cuello.
-Hinata...
-No me obligues... Kiba-kun.
Sus corazones laten a un tiempo. Gritándose mutuamente "te quiero". Y ellos los escuchan y no se atreven a decirlos. Temen que se pierdan en el viento.
-No lo haré... Te lo prometo. – se abrazan con fuerza. Sus corazones forman uno solo -. Todo volverá a ser como antes...
-No me dejes sola...
-Estaremos juntos, siempre. Te lo prometo.
La nieve a su alrededor comienza a derretirse mientras una nueva tormenta blanca cae sobre la hoja. Y mientrassus cuerpos se unian, sus almas anunciaban una proxima primavera.
oasssssss
me retrase un poko más de lo previsto, pero más vale tarde que nunca. Aki teneis la terminación. Vale, lo admito. Me ha quedao echa una mierda... Mi padre esta durmiendo aki al lao asi k no puedo teclear mucho. Muchas gracias a Yuna Aoki, Nagareboshi, Dark Ayame Asakawa, Nel-chan, Layla-scar y Kashou No Tsuki. ¡MUCHISIMAS GRACIAS!
