Capitulo 13: Problemas y más problemas.
- Señor Zabiny, despierte, por favor.- la voz melodiosa pero autoritaria de Ethel irrumpió en el sueño del supervisador Slytherin.
El chico simplemente se movió hasta colocar la almohada encima de su cabeza, mientras murmuraba algo que ni el fino oído de la mujer pudo captar. La mujer meneo ligeramente al humano, mientras suspiraba. Blaise se giró y se escondió más debajo del edredón. La mujer, ni corta, ni perezosa, hizo que las mantas de la cama desparecieran.
- ¿Se puede saber que demonios pasa?!- preguntó violento el Slytherin, al verse interrumpido.
- Necesito que me acompañe, señor Zabiny, pero primero vístase.
El chico pronto se dio cuenta de que iba solamente en ropa interior, delante de la "elfa de Harry". Sus mejillas se tornaron rojo vivas, mientras salía bastante rápidamente hacia el baño para tomarse una ducha rápida y vestirse.
Cinco minutos después, el Slytherin, salió del baño, vestido y peinado.
- Coge algo de abrigo, en el bosque hace frió, por la mañana. – aconsejó la mujer.
- ¿Qué es lo que quiere de mi?
- Puedes tutearme, me llamo Ethel, por si no lo sabes. Lo que venía a comentar contigo, bueno venía a buscarte, por que es necesario que veas al rey ... Es sobre el colgante.
- ¿El mío?
- No él de mi bisabuela.- soltó burlonamente la elfa, antes de prácticamente chillar- ¡Claro que él tuyo!
- No hace falta que se ponga así.
La mujer miro al Slytherin, mientras él cogía el abrigo más gordo que tenía y se aplicaba un hechizo para mantenerse caliente dentro de este.
- Vamos.- dijo la mujer, mientras se recubría con la capucha de su larga y preciosa capa.
Zabiny no tardo en seguir a la mujer, hasta la entrada del castillo. Las puertas se abrieron sin hacer ruido, y Blaise pudo ver, como se tenían erguidos dos preciosos caballos de pelaje negro.
- Son caballos de la corte, pertenecen exclusivamente a mi padre, me los ha dejado con mucha reticencia, así que hazles algo y tendrás a un destacamento de elfos persiguiéndote.
Blaise aceptó, aun concentrado en la belleza de aquellos hermosos animales, que parecían confundirse con las sombras de aquella oscura noche. Siguiendo el ejemplo de la mujer, Blaise se subió con delicadeza a los lomos exentos de silla de uno de ellos.
Ethel murmuró varias palabras en un idioma que el Slytherin no conocía, y como impulsados por una enorme ráfaga de viento inexistente, los caballos salieron a galope.
No tardaron más de dos minutos en recorrer todos los terrenos hasta llegar al linde del bosque, que siguieron durante unos 5 minutos, hasta internarse en lo que pareció a Blaise la zona más oscura del bosque prohibido. Tardaron más de veinte minutos en llegar a un pequeño claro iluminado de unos cuantos faroles. Blaise miró a su alrededor, esperando ver un enorme palacio o casas encima de los árboles.
- Cierra los ojos, humano.- ordenó la elfa.- Hazlo por tu bien, si conoces nuestro secreto permanecerás encerrado hasta tu muerte.
Blaise ejecutó lo que le había pedido la elfa. Sin embargo oyó como mientras recitaba algunas palabras, bajaba del caballo y andaba hasta dar con algo y se oyó un pequeño estruendo.
Lomëwen silbó de manera aguda, y los dos caballos recomenzaron la marcha, aun que con calma. Varios minutos más tarde, los caballos cesaron su marcha y la mujer volvió a bajar de su montura, diciéndole al chico que podía abrir los ojos.
Se encontraban en unas preciosas caballerizas. Había varios cientos de caballos allí dentro. Blaise siguió a Ethel fuera de las cuadras. Entraron en un pasillo de mármol, precioso, decorado con la elegante sencillez que caracterizaba a los elfos. El joven miraba incrédulo todo, como si se encontrara en un sueño.
- Te voy a llevar ante el rey, así que cuando entres a la habitación del trono, quiero que hagas una reverencia. ¿Entendido?
El chico asintió sin prestar mucha atención a las palabras de la mujer. Recorrieron varios pasillos, que daban por enormes ventanales a preciosos patios interiores, o al exterior.
Después de atravesar varias decenas de pasillos, llegaron a una preciosa puerta de madera tallada. Dos elfos vestidos de lo que tenía que ser el uniforme de la guardia real, abrieron la puerta al ver a la princesa.
- Buenos días hija.- dijo el rey en un ingles perfecto, teniendo la consideración de no dejar de lado al Slytherin.
- Padre.- respondió ella desde su posición arrodillada.
- Levantaos, por favor.- pidió el monarca.
- Aquí está el chico del que le hablamos Harry y yo.
- Gracias, Ethel. Me gustaría hablar con él un rato, te agradecería que fueras en busca de Harry.
- ¿Está aquí?
- Tan terco y orgulloso como siempre.- respondió el rey después de un suspiro
- ¿Habéis...?
- Ve a buscarlo, por favor.- cortó el rey seriamente.
La princesa asintió con la cabeza, antes de girarse y salir por la puerta con paso tranquilo.
- Bien. ¿Señor Zabiny, me equivoco?
- No, señor.
- Bien, me ha comentado Harry, que el otro día se encontró con que usted tiene en su posesión, un... colgante, muy valioso.
- Si, Draco me lo regaló.
- ¿Draco?
- Un amigo, Draco Malfoy.- afirmó el chico.
- ¡Aha! ¿Puede mostrármelo?
- Claro.
Como varios días antes había hecho Harry, Blaise hizo que el colgante apareciera, como si saliera de su cuerpo. El viejo rey no perdía detalle. El Slytherin ni siquiera intentó quitárselo, ya que sabía que era una tarea imposible.
- Perdone que no pueda quitármelo... Pero creo que usted conoce mejor que yo las propiedades del colgante.
- No te preocupes por eso. Acércate, niño.
Los ojos azules del hombre miraron con atención el colgante que tenía frente a si. A Blaise le pareció que el elfo hacia varias conjuraciones en aquel idioma elfico, antes de que fueran interrumpidos por una de las puertas que se abrió considerablemente fuerte.
- Aquí estoy.- dijo con tanta frialdad Harry que Blaise hubiera jurado que no era él.
- Eso ya lo veo. Toma asiento.- dijo el rey que parecía hacer esfuerzos por no matar al adolescente por su arrogancia.
- ¿Quiere algo o me ha hecho venir para nada?- dijo él sin sentarse.
- Harry, por favor. Compórtate como la persona que eres, no como el niño de cinco años que a veces retoma la posesión de tu cuerpo.
- No tienes ningún derecho a decir eso.- respondió Harry señalando acusadoramente al hombre con un dedo.
- Harry, te estás extralimitando.- dijo el rey con los dientes apretados, visiblemente con muchas ganas de chillar pero conteniéndose.
- ¡Ni extralimitando, ni nada! ¡ Por si no te has dado cuenta: el único que no ha pedido tener que salvar al mundo soy yo! ¡Y además de que voy a salvar el culo de come hierbas de todos esos elfos pomposos, no voy a presentar mis más sinceras disculpas ante ellos! ¡Que les jodan!
- Harry, ofendiste a mucha gente importante aquel día, y como uno de nosotros... – intentó el rey, serenándose momentáneamente antes de verse cortado por el Gryffindor.
- ¡El problema es que no soy ni seré uno de vosotros Nunca –la frialdad con la que aquellas palabras habían sido dichas hicieron que el ambiente se tornara muy tenso en la habitación.- ¿O quieres que te recuerde como pase el primer mes aquí? ¿No lo recuerdas ?¿Calabozo 149? ¿Quieres qué siga?
- Harry, sé que no fue un buen comportamiento de nuestra parte...
- ¿Qué no fue un buen comportamiento dices? Yo más bien diría que es un comportamiento muy fuera de lugar. Me hicisteis pagar por lo que hizo algún ministro o rey o lo que fuera, imbecil hace más de un milenio. ¡Eso me parece como mínimo excesivo! - Harry parecía a punto de sacar chispas.- ¡Y si esperas que yo me disculpe con los principitos, yo por mi parte tan bien espero unas excusas bien extensas...!
- Harry, por favor, razona un poco...
- ¿Qué yo razone? Su Majestad, no es por ofenderle, pero ya que tanto habla de honor y de ofensas, póngase un momento en mi maldita situación. ¿O crees que es fácil ?Desde luego es increíblemente fácil ser el único humano con acceso a este precioso lugar, lleno de elfos milenario que tienen el ego subido por encima de las nubes que se creen millones de veces mejores que muchas de las criaturas que habitan este planeta... Que cada vez que me ven me critican y miran de malas formas, por cosas que ocurrieron hace más de 20 generaciones de mi familia. ¿No te sentirías ofendido si lo primero que hacen tres guardias es apresarte y si te metieran en un calabozo por la única razón de ser humano y no tener las malditas orejas en punta?
Harry hablaba venenosamente, con un tono normal, pero que se oía por toda la estancia, ya que los demás guardaban un silencio sepulcral.
- Y ahora, convoca a tus príncipes, es posible que reciban su disculpa, pero antes van a oír todas y cada una de sus verdades, a ver si consigo de una vez por toda que se les bajen los humos. No sé si les va a gustar que un inútil humano de menos de 20 años les vaya diciendo todas sus verdades, pero tampoco van a tener elección. Avisame cuando lleguen.
Y dicho esto, Harry salió por la puerta con seguridad y la cabeza bien alta.
- Lo peor de esto es que tiene razón.- dijo el soberano ya entrado en años.
- Atar, me ocupare yo de avisarles...- y dicho eso, la princesa se retiro con una ligera reverencia.
La habitación estaba a oscuras. Había doce sillas exactamente y todas ellas estaban iluminadas de la misma manera desde arriba, dándole al lugar un aspecto misterioso. Las enormes ventanas mostraban un cielo muy oscuro. Aquella era de las pocas salas, que no eran apartamentos de la familia real, a la que se podía acceder. Desde allí, se podía apreciar la belleza de la cuidad elfica, desde las torres de aquel famoso castillo de mármol rojizo o verdoso, dependiendo de la época, con el fin de camuflarlo más o menos con la naturaleza y no dañar demasiado la imagen de paraíso terrenal que tenía aquel precioso bosque.
Harry se encontraba a salvo entre las sombras de la habitación. Vio como poco a poco y uno a uno, fueron llegando los ocho príncipes, las siete princesas y los cuatro consejeros del rey.
El Gryffindor examinó con atención los níveos rostros. Impasibles. Las puertas se cerraron con un poco de magia que Harry no dudo en usar, alertando así de su presencia a los seres, que giraron inmediatamente la cabeza hacia la sombra que lograron divisar. Sin demorarse, Potter se colocó delante de todos ellos, que habían sido colocados en semi-circulo.
- Buenas noches.- la voz del chico era suave, sedosa, atrayente, aun siendo de un serio pasmoso.- Espero que estén bien sentados por que hasta que no se den cuenta de que en situación nos encontramos, nadie se va a mover de aquí.
- Tienes muchas pretensiones, humano.
- Bien, empezaremos por eso. Me llamo Harry Potter, soy humano, pero no me llamo humano.- dijo Harry girándose hacia el principie que había dicho eso.- Sé que no tienen ninguna gana de oírme, y me da igual. Hasta que no lo diga yo, nadie saldrá de esta habitación.
Una de la princesas bufó y invocando un poco de su magia fue a abrir la puerta. Se encontró con que le era imposible.
- Les he convocado aquí para comentarles ciertos temas, empezando por el ego tan increíblemente grande que tienen todos ustedes.
Inmediatamente la mayoría de las expresiones se tensaron.
- Voy a decirles algo que quizás le haga abrir los ojos, no son superiores a ningún tipo de raza.
- No tenemos por que escucharte, ni siquiera eres capaz de mostrar tu valía.- dijo Súrion con una mueca asqueada.
Harry podía percibir lo que iba a acontecer, tendría que pelear contra uno de los príncipes, sabía que Valandil era el mejor de los luchadores, por no decir el mejor de todos aquellos elfos. Era una persona justa y equilibrada, no mataba por placer, simplemente dedicaba parte de su tiempo a entrenar sin por ese motivo abusar de su fuerza. Aparte de eso, era realmente dado para la magia aun que, como cualquier elfo, tenía que limitarse a la magia que le brindaba la naturaleza. El Niño-que-vivió sabía que tendría que luchar contra él. Súrion no había dejado mucho margen.
- Bien, acepto el... desafió.- respondió con tranquilidad.- Elegir un representante, nos batiremos aquí y ahora, magia y espadas.
Tal y como Harry había previsto, Valandil se levantó minutos después, se quitó una capa y sacando su espada hizo una reverencia. El chico no tardo en hacer más de lo mismo, tras haber cogido su espada, que había con anterioridad depositado en una mesita cerca de la salida de la habitación.
El sonido de las dos espadas al tocarse llegó tranquilamente a todos los presentes, que no se perdían ninguno de los movimientos de los luchadores. En los varios minutos siguientes, el chasquido metálico producido por las dos armas, no paró de repicar por toda la habitación.
Los movimientos de los dos eran fluidos, aun que había que admitir que los del elfo eran mucho más armónicos, más nítidos, más hermosos. Harry no tardó en tener que esquivar un rayo azul claro, que iba a desarmarle, mientras evitaba la espada del príncipe. Tras aquello, los rayos luminosos no tardaron en volar alrededor de la estancia, mientras los filos de las espadas intentaban alcanzar al contrincante.
Veinte minutos después y con algún corte menor en los brazos y los torsos, los dos se encontraban a un metro de distancia, sin dudarlo, Harry levantó con la mano derecha la espada rápida aun que temblorosamente (el corte que acaba de adquirir, le recorría parte del brazo y sangraba abundantemente), mientras Valandil se terminaba de recuperar de un golpe en el abdomen que le había cortado la respiración. Sin pensarlo, el elfo levantó su propia espada para parar la de Harry. Los ojos azules se abrieron de sorpresa al ver como su espada atravesaba la que Harry "blandía". Sin darle tiempo a darse cuenta de lo que hacia, el Gryffindor ya había asestado un golpe fuerte contra el arma de su rival y esta había salido volando hasta los pies de Eärendur. La tajante hoja de metal se situó entonces a escasos milímetros de la garganta del elfo que miraba embobado al mortal.
- Has ganado.- declaró solemnemente Valandil.
La espada fue bajada lentamente, las esmeraldas no abandonaban los zafiros. Potter murmuró un hechizó de limpieza y las manchas de sangre de su arma desaparecieron. Se miró el estado en el que se encontraban sus heridas, aparte de la del brazo, había un corte que no tenía muy buena pinta, exclusive eso, lo demás solo eran algunos rasguños. Se aplicó a si mismo un hechizo para que las heridas dejaran de sangrar y así él perdiera menos de aquel liquido rojo vital.
- Se ha ganado mi respeto, y el vuestro.- dijo firmemente el elfo, mientras guardaba su espada en la funda de esta.
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- ¡Harry!- gritó Blaise sorprendido al ver como la sangre recorría todo el antebrazo del chico tiñéndolo de carmín.
Harry se había arrancado la manga de la camisa, de todas formas, estaba inutilizable. Alertados por el grito del Slytherin, el rey y las dos princesas que no habían asistido a la "reunión", se acercaron desde la otra punta de la sala hasta donde se encontraban los dos compañeros.
- ¡Harry!- exclamaron las hermanas al mismo tiempo.
- ¿Se puede saber que ha pasado?- preguntó el rey preocupado.
- Hemos dejado claro que todo el mundo aquí es igual.- respondió Harry mientras se quitaba la camisa y la dejaba caer al suelo.
El corte del tronco se hizo entonces visible. Sacando su varita, para no alertar a Blaise sobre sus habilidades especiales, recitó varias palabras en un antiguo idioma que le había sido enseñado en aquel castillo y aun que por la cara que ponía el joven no debía de ser sin dolor, las heridas se sanaron en menos de 10 minutos.
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Zabiny y Potter habían regresado al castillo varios días después, en realidad en Hogwarts solo habían pasado apenas unas cuantas horas, y era sábado poco después de la comida.
Ya que el Gran Comedor estaba desierto, el ex-Gryffindor decidió invitar al Slytherin a comer a su despacho. Dobby no tardó en aparecer con una suculenta comida.
- Esto de ser amigo de un profesor trae sus ventajas.- comentó Blaise, mientras terminaba su trozo de pastel de fresa y nata.
Harry rió ante la observación.
- Bueno, yo me voy a ir, aun tengo deberes que hacer, y quede con Hermione en la biblioteca para estudiar.
- ¿Seguro que para estudiar?- inquirió él de ojos verdes.
Blaise le mandó una sonrisa picara que indicaba que no esperaba que fuera así.
- Recuerda usar hechizos de protección y de silencio... Imagínate la cara de Prince.
- ¡Vete a la Mierda, Potter!- dijo el Slytherin mientras le tiraba la servilleta a la cara.
El Niño-que vivió no pudo evitar soltar una carcajada.
- No voy a hacer nada que lo arruine todo. Ella no es igual que las demás.
- Más te vale Blaise, no accedo a que dañen a mi familia.- respondió Harry seriamente.
- Yo me voy, nos vemos en la cena, tío.
No habían pasado ni diez minutos, en los que Harry había empezado a penas leer un libro de Defensa que había adquirido recientemente, cuando Snape entro en tromba a su despacho con un pergamino enrollado entre sus manos.
- ¿Si?- preguntó Harry tranquilamente levantando los ojos de su lectura.
- Tome.
Harry abrió el pergamino tranquilamente y enseguida reconoció la fina letra de su única alumna.
- Muy bien, un trabajo de su hija. ¿Y
- No puede no haberla aprobado, ese trabajo está perfecto.
- Snape. ¿Me está diciendo que estoy siendo injusto?- preguntó Harry sin ocultar su incredulidad.
- Este trabajo está perfecto.
- Quizás para usted si que lo esté. Pese a que no debería darle ningún tipo de explicación, de la misma manera que usted lo hace... De todos modos este trabajo ha sido y va a seguir siendo merecedor de un suspenso. No es mi culpa si el tema está mal tratado. No sé si se ha molestado en leer el titulo sobre el cual trata el trabajo.- Harry le tiró el pergamino de la misma manera brusca que el otro lo había hecho.- Bien. ¿Se le ofrece algo más Por que me gustaría seguir con mi lectura.
El jefe de la casa de las serpientes observó atónito como su ex-alumno más odiado, volvía a centrarse en la lectura como si el no estuviese presente. Lo más dignamente posible, giró los talones y salió de la habitación con un portazo.
Hola después de años,
No he muerto, al menos no todavía... xD xD En fin... Siento todo lo que he tardado... Espero que os guste, gracias a todos...
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Bueno,
Gracias por todo,
BeSoS,
MiRuG
