3.-Despertando  

        Dumbledore estaba sentado comodamente, mirando al pequeño muchacho que dormía apaciblemente en la cama. Al mismo tiempo, su mente estaba intentando encontrar una solución a su actual dilema. ¿Qué debería hacer con el muchacho? Si alguien averiguaba que Harry estaba con él, los dos se encontrarían en un grave peligro. El tener al Niño que Vivió y Dumbledore en la misma casa sería una oportunidad demasiado buena como para que Voldemort la dejara escapar. Por otra parte, no podía dejar que Harry regresara a casa de sus tíos. Aún cuando allí estaba seguro de Voldemort, estaba claro que no lo estaba de su familia, y, aún más, de él mismo. Si el muchacho había considerado el suicidio, como la carta parecía indicar, entonces significaba que debía haber alguien que lo estuviera vigilando constantemente y los Dursley no lo harían. No podía ni considerar enviarlo con los Weasley o los Granger ya que aquello pondría ambas familias en más peligro del que ya estaban por sí mismas. Además, Harry estaría preocupándose en todo momento por su seguridad y aquello no era una buena idea en la condición del chiquillo. Sirius y Remus serían la mejor opción, pero se encontraban bastante lejos en una misión e incluso cuando volvieran, tenían que mudarse muy a menudo para que el Ministerio no los atrapara. No podrían proporcionar la paz y tranquilidad que necesitaba un adolescente enfermo. Enviarlo a Hogwarts no era ni tan siquiera una opción, ya que los aurors estaban revisando el castillo y Dumbledore tenía que admitir que su confianza en el ministerio mermaba por momentos. Además, el castillo no era más seguro que cualquier otro lugar sin sus maestros y con la mayoría de los hechizos quitados. Pensó mentalmente en todos los profesores que podrían hacerse cargo del muchacho, pero todos estaban haciendo encargos para él de una forma u otra, además, solo le confiaría realmente el cuidado de Harry a Minerva o Severus. Minerva no podía considerarse una opción ya que no tenía casa propia y estaba residiendo por el momento en casa de su hermana. Y Severus... Bien, ni siquiera él estaba tan loco como para poner a un Harry Potter enfermo al cuidado de Severus Snape; aquello solo conseguiría que cuando comenzara la escuela, ambos se harían daño de una forma que ni tan siquiera quería imaginar.

        No, parecía que Harry estaría más seguro con él, pero tendría que ocultar su presencia. Nadie debía saber que estaba allí. Pero eso presentaba un nuevo problema. ¿Cómo podía esconder el hecho que alguien más estaba viviendo en su casa? Ahora no sería ningún problema, ya que Harry estaba enfermo y pasaría la mayor parte del tiempo en cama, pero luego, Dumbledore no quería mantenerlo encerrado en su habitación. Entonces no estaría mucho mejor que con los Dursley, y aún así no podía permitir que sus invitados vieran al muchacho. No, se corrigió, podía dejar que lo vieran, solo debía asegurarse que no lo reconocían. Aquella era la solución; tendría que enmascarar al muchacho para que nadie pudiera sospechar que el niño que se quedaba con el director era Harry Potter. Pero habría problemas si usaba magia, había gran cantidad de magos que podían ver a través de hechizos de camuflaje. Las pociones no ayudarían, la multijugos no era muy práctico ya que debías tomarla cada hora y haría que te parecieras a alguien que ya existía. No, Dumbledore sabía que tendría que disfrazar a Harry de forma muggle. En cuando a la tapadera... bien, nadie conocía realmente a su familia, su hermano Aberforth se había mantenido a la sombra del ojo público y sería fácil hacer pasar a Harry como uno de los nietos de su hermano.

        Ya había tomado una decisión, Dumbledore se puso de pie y levitó a Harry. Rápidamente, el viejo director fue hasta un pequeño cuarto que se conectaba a su oficina. El cuarto solo tenía una coma, junto con un pequeño armario y una mesa de noche en uno de los lados y al otro una pequeña biblioteca. El director puso suavemente la forma durmiente de Harry sobre la cama y con un movimiento de varita, lo cambió a los pijamas que antes había encontrado. Después de arropar al muchacho, cerró las ventanas y las cortinas, bloqueando de forma eficaz la luz de cuarto. Ecendió una pequeña  luz que se encontraba en la mesita de noche, se sentó en uno de los bordes de la cama y puso una mano en la frente de Harry. El muchacho todavía estaba bastante caliente, aún así, solo para asegurarse, le tomó la temperatura golpeando su varita dos veces en la frente del chico. La temperatura era bastante alta, pero por suerte no lo suficiente como para requerir asistencia médica inmediata. Invocando un recipiente de agua fría y un trapo, comenzó a mojar la frente del muchacho. Después de unos minutos, paró y colocó la tela encima de los ojos de Harry. Asegurándose que todo estuviera bien, se dirigió a su oficina, dejando la puerta entreabierta para que pudiera escuchar si Harry se despertaba o tenía algún problema.

        Todavía en la oficina, se encontraba esperando la fiel lechuza de Harry. Dumbledore lo consideró por un momento; en realidad no podía tenerla por allí si quería que su pequeña charada tuviera éxito. Se acercó al animal y la acarició suavemente mientras le hablaba.

- Vuelve a Hogwarts, Hedwig, y espéranos, te prometo que Harry estará bien aquí.- La lechuza lo consideró por unos momentos antes de abrir sus alas y salir volando por la ventana. Con un suspiro, el viejo director se sentó otra vez en su silla y devolvió su atención a los documentos que había dejado allí hacía unas horas.

        No fue hasta que habían pasado unas horas cuando Harry se despertó. Se encontraba ligeramente bien; por lo menos no tenía el impulso de vomitar. Cuando se sentó, el muchacho se mareó un poco, pero aún así permaneció en esa posición. Abriendo los ojos, comprendió que las imágenes que habían frecuentado sus sueños no habían sido producidas por la fiebre, sino que habían sido reales: ya no se encontraba con los Dursley, aún cuando la habitación estaba oscura, podía decirlo por la luz ligera que entraba por la puerta. Así, si no estaba allí, ¿dónde estaba? Había soñado que estaba con Dumbledore, pero ¿había sido un sueño? Harry se puso de pie sobre sus temblorosas piernas y se estremeció; ¿Hacía frío en el cuarto o era él? Después de todo, se había sentido últimamente muy extraño. Se encogió de hombros y se dirigió lentamente hacía la luz y abrió silenciosamente la puerta. Lo que vio, le hizo abrir la boca. Estaba realmente con Dumbledore, pero, ¿por qué?

        El pequeño ruido que había producido no había ido inadvertido por el viejo director que miró hacía él. Dumbledore frunció el entrecejo cuando vio a Harry que se apoyaba contra el marco de la puerta, mirándolo asustado. Mirando al muchacho con severidad, preguntó.

- ¿Qué haces fuera de la cama, Harry?.- El muchacho retrocedió un paso y bajó la cabeza.

- Lo siento, señor, no sabía que no podía levantarme.- La mirada de Dumbledore se ablandó y se puso de pie.

- Harry, estás enfermo, no deberías estar de pie.- El anciano colocó un brazo alrededor de sus hombros.- Venga, vuelve a la cama.

        El director llevó a Harry otra vez a su cuarto y lo arropó. Entonces se sentó a su lado, y colocó con suavidad una mano en su frente , tomándole la temperatura. Harry permaneció inmóvil, no sabiendo como reaccionar ante la inesperada bondad de su director. Por supuesto que Dumbledore siempre había sido más o menos su confidente en el colegio, pero todo esto iba más allá de aquello.

        El viejo director estuvo contento al ver que la fiebre de Harry había bajado un poco, ahora lo único de lo que tenía que asegurarse era que comiera un poco.

- ¿Tienes hambre, niño?.- El muchacho negó con la cabeza.

- No señor.- Dumbledore frunció el entrecejo.- Aún así, me gustaría que comieras un poco, Harry, estás demasiado delgado.

        Obedientemente, el chico asintió, a la vez que no despegaba sus ojos del hombre cuando este se puso en pie y salió de la habitación. Dumbledore se acercó a la chimenea y llamó a su único elfo doméstico. Twinkle, quien rápidamente estuvo de acuerdo en traerle un poco de comida a Harry. Unos segundos después, un pequeño elfo doméstico vestido con un vestido azul apareció delante del director y le dio una bandeja de comida. Dumbledore regresó al cuarto de Harry y dejó la bandeja en la mesita de noche para que de esa forma pudiera ayudar al muchacho a sentarse.

        El chiquillo comenzó a comer de forma silenciosa, un poco acobardado ante la mirada de Dumbledore que seguía cada movimiento que hacía. Después de que había acabado la sopa, Harry notó que sus párpados se cerraban, pero no quería volver a dormir. Necesitaba hablar con Dumbledore; había muchas cosas que necesitaba saber.

        El viejo director vio como luchaba por mantener los ojos abiertos y le sonrió suavemente.

- Vuelve a dormir, Harry. Necesitas todo el descanso que puedas tener; hablaremos por la mañana. Vamos.

        Renuentemente, Harry dejó que el director lo arropara y antes de que Dumbledore hubiera salido de la habitación, ya estaba profundamente dormido.