18.- Ataque mortífago.

Tres horas. Eso fue todo lo que tardó Harry en volver a la biblioteca. Las pesadillas lo habían despertado hacía hora y media y el diño se había pasado la siguiente media hora tratando de tranquilizarse. Una vez que su cuerpo dejó de temblar, se dirigió a la habitación donde había pasado la mayor parte de sus días. Se sentó en su silla habitual y cogió un libro de animagos que había estado leyendo durante la noche. Intentaba leer pero sus pensamientos se dirigían hacía Dumbledore. Sabía bien que no era culpa del hombre el que estuviera ocupado, incluso agradecía que el propio Dumbledore se estuviera haciendo cargo, ya que Fudge solo lograría que hubieran personas asesinadas. Aún así, se hallaba herido. Había tratado de ignorar el sentimiento durante las semanas, enterrándose en el trabajo, pero ahora que el anciano había vuelto no sabía que hacer. ¿Debía volver a confiar en él? Ciertamente tenía cosas mucho más importantes que hacer que cuidar de él. Todo iría mejor si fuera él mismo quien se cuidara, ya que Dumbledore ya tenía a bastantes personas bajo su cuidado. Frunciendo el ceño, Harry miró otra vez a su libro, alejando todos esos sentimientos y pensamientos lo más lejos posible de su mente.

Había estado leyendo aproximadamente durante una hora cuando un suave estallido anunció la llegada de Twinkle. Harry la miró con extrañeza, ya que la elfina rara vez lo molestaba cuando estaba en la biblioteca. El pequeño ser se encontraba saltando de un pie al otro, asomándose ansiosamente por una de las ventanas.

- Twinkle, ¿ocurre algo?- La pequeña elfina asintió ligeramente y apunto hacía fuera.

- Hay personas extrañas fuera, Amo. Twinkle no quiere despertar al amo Dumbledore, pero Twinkle tiene miedo de ellos.

Harry frunció el ceño ante esas palabras, y sin decir nada, se puso en pie y fue a mirar a través de la ventana. Con mucho cuidado, miró hacía fuera y su corazón se cayó a sus pies. Reconocería esas túnicas en cualquier lugar. Los mortífagos. Estaban de pie justo al límite de las protecciones y por la suave luz que vio allí, Harry podía decir que estaban comenzando a desactivarlos. Probablemente pensaban que Dumbledore no estaba allí, por lo que se estaban tomando su tiempo. La voz ansiosa de Twinkle lo devolvió a la realidad.

- ¿Joven amo?- Harry la miró.

- Son mortífagos, Twinkle, están intentando entrar en la casa. Yayo ha estado demasiado tiempo fuera de casa y está muy cansado, las protecciones son más débiles de lo que son normalmente y probablemente no necesitarán más de una hora para poder entrar.- Twinkle se encontraba en pleno ataque te pánico.

- ¿Qué debe hacer Twinkle, joven amo? ¿Debe Twinkle despertar al amo Dumbledore?- Harry frunció el ceño.

- ¿Y en qué ayudaría? Ya has visto lo cansado que está, dudo que pueda hacer nada sin hacerse daño, necesita descansar.- La pequeña elfina parecía disgustada.

- Así como el joven amo.

Pero Harry la ignoró, en cambió estaba pensando sobre lo que debía hacer. Despertar a Dumbledore no era una opción; no sabía a quien más advertir, además no quería poner a nadie más en peligro aún cuando supiera a quien avisar. Una cosa estaba clara, no podía dejarles entrar. Si venían, tendría que lucharlos y aún cuando podría ahuyentarlos, conocerían su existencia y todo lo que podía hacer. No la mejor opción era dejarlos fuera de la casa. No podía hacer nada por las protecciones que caían; se encontraban totalmente en manos de Dumbledore, y el solo hecho que el hombre no había notado que algo iba mal mostraba lo exhausto que se encontraba. Miró uno de los libros que había estado leyendo recientemente, y Harry consiguió una idea. Tendría que poner sus propias protecciones. Sabía gracias al libro que aquellas que eran realizadas por magia sin varita eran mucho más difíciles de desactivar. Había practicado el poner las protecciones alrededor del cuarto, ¿pero podría ponerlos alrededor de la casa? Tendría que intentarlo. Girándose a Twinkle, quien todavía se encontraba a su lado e inquieta, se arrodilló a su lado para que pudiera mirarlo a los ojos.

- Twinkle, voy a intentar dejarlos fuera. Quiero que te quedes cerca de esta ventana, si los mortífagos llegan a la puerta principal, significa que he fallado, y quiero que saques al yayo de la casa, ¿de acuerdo?- La elfina no estaba contenta con eso, pero había aprendido hacía tiempo que el joven amo era muy terco. Asintió renuentemente.

- Muy bien amo Alexander, ¿pero y usted?- El muchacho parecía sorprendido ante la pregunta, ni siquiera se le había ocurrido que alguien podría preocuparse por su seguridad. Él era el héroe, y él era el protector. Parpadeando, le sonrió ligeramente.

- Estaré bien, no te preocupes.

Sin otra palabra, salió de la habitación y se dirigió hacía abajo; no tenía mucho tiempo. Relajándose, se puso en pie en el centro de la casa y extendió sus sentidos. Empezó a notar lo que le rodeaba, toda la magia volaba a su alrededor. Saliendo fuera, sintió la fuerza dorada de las protecciones, que iban disminuyendo poco a poco. Detrás de ella, había aproximadamente quince presencias oscuras. Se tranquilizó cuando notó que solo habían dos magos muy poderosos entre ellos, de esta forma, tardarían más tiempo en romper las protecciones, y el podría trabajar en paz. Despacio, comenzó a construir nuevas protecciones desde unos metros bajo tierra, tal y como el libro había dicho. El proceso era muy delicado y más mínimo error podría hacer explotar toda la casa. Harry no tuvo ni idea de cuanto tiempo estuvo allí de pie, permitiendo a su magia fluir y su deseo de proteger moldeando las protecciones a su alrededor. Cuando se encontraba recogiendo su energía para poner el toque final en las protecciones y sellarlas, sintió que las antiguas desaparecieron. Con los reflejos rápidos como un relámpago, cogió la energía que estaba fluyendo de las protecciones viejas, y la usó para sellar las suyas y colocar el último encanta en su lugar.

En el siguiente momento, se derrumbó en el suelo, completamente agotado. Lo había logrado, incluso las modificaciones que había hecho en las protecciones parecían estables, lo único que faltaba era ver si trabajaban. A través del agotamiento, sintió a los mortifagos acercándose; sin darse cuenta de que había algo malo. En el mismo momento que caminaron, Harry sintió a las protecciones actuar, y sintió como se quedaban helados en donde estaban, inconscientes al mundo. Riéndose entre dientes, el muchacho rodó hasta que estuviera boca arriba . Lo había hecho. Como sabía que los mortífagos no se iban a mover, Harry cerró los ojos y permitió que el cansancio lo superara.

Un rato después, se despertó cuando alguien lo agitó. Lo primero que notó es que todavía estaba en el suelo y que sus miembros eran muy pesados. Cuando se dio cuenta de lo que le rodeaba, vio a Twinkle que permanecía a su lado muy excitada.

- ¿Twinkle?- La elfina rió y lo abrazó.

- ¡Amo Alexander, lo logró!- Muy despacio, el muchacho se sentó, cada centímetro de su cuerpo estaba gritando de dolor y tenía un dolor de cabeza horrible.

- Por favor, Twinkle, baja la voz.- La elfina frunció el ceño e hizo lo que le habían pedido.

- Amo Alexander, ¿está bien?- El muchacho frunció el ceño y con su ayuda, se puso en pie con piernas temblorosas.

- Estaré bien.

Asintiendo, la elfina le ayudó a sentarse en una silla y desapareció, diciendo que iba a buscar algo de beber. Unos minutos más tarde, volvió con una taza muy grande. Suspirando, Harry empezó a beber a sorbos el café, mientras se relajaba en la silla. No notó cuando Twinkle se marchó del cuarto, pero quince minutos más tarde, volvió frunciendo el ceño.

- Joven amo.- Mirándola, asintió ligeramente.

- ¿Sí?- La elfina se mordió el labio.

- Los profesores Snape y McGonagall están aquí. Desean hablar con el amo Dumbledore. ¿Debo despertarlo?- Harry gimió y se puso en pie de forma temblorosa.

- No, yo me ocuparé de ellos, si es algo muy importante, lo despertaremos.

Twinkle asintió y despacio le ayudó a que subiera los escalones hacía la oficina de Dumbledore. Una vez en la puerta, Harry se aseguró que su disfraz estuviera en su lugar y después de despedir a la angustiada elfina, entró en la habitación.

Ambos profesores lo miraron en cuanto entró, esperando ver obviamente a Dumbledore. McGonagall se sentaba en una silla, mientras que Snape paseaba por la habitación nerviosamente. La mujer fue la primera en hablar.

- Mi Dios, Niño. ¿Qué es lo que te ha pasado?- Antes de que pudiera pensar algo que decir, Snape lo cortó. Obviamente estaba muy agitado.

- Después, Minerva.- Girándose al pequeño muchacho, no podía evitar el estar un poco preocupado por su aspecto, pero tenía otras cosas en las que preocuparse.- ¿Dónde está Dumbledore, Alexander?

- Durmiendo.- El hombre dejó de pasearse y lo miró con incredulidad.

- ¿Durmiendo?- Harry entrecerró los ojos. Los orbes azules estaban brillando con furia, todo su agotamiento fue sustituido por enfado.

- Sí, durmiendo. Todos vosotros podéis verlo como un dios que siempre está allí, siempre listo para ayudar, incansable, poderoso y cualquier otra cosa. Pero, al menos que os hayáis olvidado, es un ser humano anciano, más anciano que usted y yo juntos. Debería tener una vida tranquila, en cambio, está aquí, día y noche activo, sujeto a las necesidades de la gente que no pueden pensar por si mismos y creen que él es la solución a sus problemas. Pero no es bastante, ¿verdad? Ni siquiera podéis aceptar que está descansando durante unas horas, ¿verdad? Todo lo que necesitáis es aún más, es enfermizo ve a los adultos tan dependientes de él.

Ambos maestros se helaron del susto. No solo porque el chiquillo parecía furioso, sino porque nunca habían pensado las cosas de esa forma. El niño tenía razón, siempre asumían que Dumbledore tendría la solución; todos se apoyaban en él, a menudo sin pensar nada más que "Dumbledore sabrá que hacer". Antes de que ninguno de ellos pudiera decir una palabra, una voz dura se escuchó por la habitación.

- ¡Alexander! Eso estaba completamente fuera de lugar, ¡discúlpate!

Harry apretó los dientes, estaba seguro que si no se encontrara agotado mágicamente por poner las protecciones alrededor de la casa, ya habría perdido el control. Sabiendo que tenía razón con lo que había dicho, no importa que era lo que pensaba el anciano, le enfrentó y negó con la cabeza.

- No, no lo haré.- Vio como los ojos de Dumbledore se entrecerraban con enfado, sus ojos azules normalmente centelleantes, lo miraban con fijeza.

- Ves a tu cuarto.

Por un momento, parecía que Harry iba a decir algo más, pero al final, se lo pensó mejor y se marchó de la habitación, cerrando la puerta con un golpe.