24.- Romperse I
Después de unas cuantas noches más, Dumbledore estaba sentándose en la cama de Harry, confortándolo después de una pesadilla realmente mala. El chiquillo estaba temblando, agarrándose con fuerza al director mientras el hombre trataba de tranquilizarlo con palabras suaves y caricias mansas. Un golpe suave en la puerta le hizo parar por un segundo. Eran las tres de la mañana y no estaba esperando a nadie. Sabiendo que debía ser algo importante si trataban de encontrarlo a esas horas, trató se separar los brazos de Harry de su cuello, pero el niño se negó a moverse. Al final, Dumbledore murmuró un hechizo de levitación y acunó a Harry contra su pecho mientras iba a abrir la puerta. Se sobresaltó bastante cuando descubrió a Severus allí de pie. El hombre parecía más pálido de lo usual y había estado a punto de volver a llamar. Dándose cuenta del humor del hombre, Dumbledore le hizo señas para que pasara.
- Entra Severus. ¿Qué es lo que pasa?- El hombre entró pero no cerró la puerta, mientras miraba al niño que se encontraba en los brazos del director con cuidado.
- Ha habido un ataque mortífago, te necesitan en el Ministerio.- Dumbledore frunció el ceño, mirando al niño que se encontraba apretado contra su pecho. Harry todavía estaba llorando suavemente y no parecía consciente de lo que estaba pasando. Negando con la cabeza el anciano suspiró.
- No puedo ir ahora mismo, Severus.- El hombre lo miró ansiosamente.
- Odio tener que insistir, Albus, pero Flitwick ha resultado herido y necesitan tu ayuda.- Ya que el director todavía parecía indeciso, el joven hizo señas hacía el muchacho.- Yo me quedaré con él y me aseguraré que vuelva a dormirse.- El anciano parecía indeciso, sabía que Harry lo necesitaba, pero si Severus estaba insistiendo para que fuera, las cosas debían ser muy serias. Al final, suspiró y se giró hacía su nieto.
- Alec, tengo que irme. El profesor Snape se quedará contigo, ¿de acuerdo?- El niño no contestó pero apartó sus brazos del cuello del anciano. Cuidadosamente, Dumbledore entregó el niño a Severus que inmediatamente lo envolvió en sus brazos dándole un abrazo consolador. El anciano miró un poco divertido como Harry se abrazó al hombre tal y como había estado abrazándose a él mismo y sonrió ligeramente. Acarició la cabeza del muchacho y miró al maestro.- Dale una poción durmiente cuando se haya tranquilizado, necesita dormir y ha pasado bastante tiempo desde que ha tenido un buen descanso.- Por no mencionar que pararía las pesadillas y por consiguiente Severus no averiguaría nada. El hombre asintió mientras alzaba un poco al niño en sus brazos.
- No te preocupes, Albus, lo haré. Pero realmente debes irte.
Cuando la puerta se cerró tras el director, Severus giró su atención al niño que tenía en sus brazos. Suspirando, se sentó en la cama y colocó a Alec cómodamente en su regazo. Acunándolo más cerca, empezó a mecerlo, mientras le hablaba suavemente al oído. Tenía suerte que sus propios Slytherins siempre venían a él para recibir consuelo, sino, no habría sabido que era lo que debía hacer. Y este niño era sencillamente como cualquier primer año Slytherin y por eso a Severus no le importó calmarlo tras sus pesadillas. Al final, Alec se relajó contra él mientras enterraba su cabeza en su cuello. Una vez que la respiración del niño era regular, Severus lo empujó un poco para ver si estaba dormido. Se sorprendió al verlo completamente despierto, mirándolo con sus ojos rojos e hinchados.
- ¿Mejor ahora, Alec?- El niño se ruborizó ligeramente y asintió.
- Sí, gracias, señor.- Snape se rió suavemente.
- No hay nada por lo que debas preocuparte.- Entonces acarició cuidadosamente el pelo del niño.- ¿Quieres contarme tu pesadilla?- Alec se tensó en sus brazos e intentó salir de ellos. Frunciendo el ceño, el maestro de Pociones lo sostuvo suavemente y le habló con suavidad.- Está bien, niño, no tienes por qué decírmelo, aunque te sentirías mejor.- El chiquillo negó vigorosamente con la cabeza, aterrado al pensar en lo que haría el hombre si se lo dijera. Suspirando Severus se puso en pie y colocó al niño en la cama.- Muy bien, pero si no puedes explicárselo a otras personas, entonces deberías tal vez escribirlo. No es bueno guardarlo todo dentro, lo mejor es sacarlo fuera.
Dejando atrás al pensativo muchacho, salió de la habitación y fue a conseguir una poción durmiente de la oficina de Dumbledore. Cuando volvió, el niño estaba sentado en la cama, obviamente perdido en sus propios pensamientos. Apenas miró Snape cuando le ofreció la poción y se durmió antes de incluso haber acabado de beberla.
Harry parpadeó cansadamente, podía decir que había dormido durante mucho tiempo, porque el sol de la tarde había logrado despertarlo. Se sentó frotándose los ojos y notó que estaba solo en su habitación. Se estiró y se puso en pie, para ir al cuarto de baño a limpiarse. Media hora más tarde, Alec entró en la cocina donde una elfina feliz estaba preparando la cena. La pequeña le sonrió cuando lo notó.
- ¿Ha dormido bien, amo Alexander?- El muchacho asintió ligeramente y se sentó en la mesa.
- Sí, ¿está el yayo en casa?- Twinkle se giró un poco sometida.
- No, joven amo, me pidió que le dijera que lo más seguro es que hoy llegue tarde.
Harry asintió y aceptó la taza caliente de té. Los dos permanecieron en silencio por un largo rato. Alec estaba pensando aún lo que Snape le había dicho la noche antes. Sus pesadillas sobre la tercera prueba se estaban poniendo cada vez peor, todas las noches veía a Cedric ser asesinado y aunque las palabras de Dumbledore estaban comenzando a tener efecto, ya estaba cansado de estas pesadillas que plagaban sus sueños. Suspirando, bebió a sorbos su taza, saboreando el cálido líquido.
Quizás Snape tenía razón, quizá debía hablarlo con alguien, pero la pregunta era ¿Quién? Solo tenía a Dumbledore para hablar y realmente no se sentía cómodo al pensarlo. No que no confiara en el hombre… bien, confió tanto como podía en esos momentos, pero hablar con el director no había ayudado con anterioridad y no creía que iba ayudar ahora.
En lo más profundo sabía por qué no ayudaría. Mientras que confiaba en el hombre lo suficiente para decirle lo que había pasado, no para explicarle lo que había sentido y ese era el auténtico problema. Necesitaba tratar con lo que él sentía. Quizá debía hacer lo que Snape le había dicho que hiciera, tal vez si escribía sus sentimientos, ayudaría. Suspirando, el muchacho se puso en pie y asintió a Twinkle cuando dejó la cocina y se dirigió a su habitación. Merecía la pena intentarlo, no podía ponerse peor de lo que ya estaba.
El niño se sintió en el escritorio y cogió uno de los trozos de pergamino y una pluma. Se sentó allí, mirando la página en blanco y preguntándose como debía comenzar. Suspirando, zambulló la pluma en la tinta y muy cuidadosamente comenzó a escribir, explicando al silencioso pergamino lo que había pasado durante el torneo. Llegó al momento en el que Cedric y él habían estado discutiendo sobre la copa y paró. Eso no ayudaba, no necesitaba recordar lo que había pasado: ya sabía que era lo que había pasado. Necesitaba apuntar por qué había hecho lo que había hecho y que era lo que había sentido haciéndolo. Con manos temblorosas, comenzó a describir como se había sentido cuando Cedric le ofreció la copa, como se había sentido tentado a cogerla solo, como su sentido del honor lo había detenido de hacerlo y lo bien que se había sentido cuando el otro chico había aceptado coger la copa con él.
Despacio, Harry describió todo lo que había pasado: se obligó incluso a escribir las palabras que le habían atormentado en sus pesadillas "Mata al que sobra". Durante unos veinte minutos escribió con enfado al trozo de papel como Cedric no había sido un sobrante y como odiaba a Colagusano y a Voldemort por esas palabras. Cuando comenzó a describir el dolor del Cruciatas, estaba temblando, las lágrimas nublaban su visión. Pero las secó, necesitaba sacarlo fuera, ahora que había comenzado no podía parar. La felicidad y el dolor que había sentido cuando vio a sus padres, la traición y el alivio que había experimentado en la oficina de Moody, la rabia hacía el Ministro por no creerlo, el sentimiento de perdida cuando habían obligado a Sirius a irse, el enfado con Dumbledore por obligarle a volver con los Dursley, y finalmente la apatía en la que había entrado, estaba todo en ese pergamino. Cuando llegó a la parte de los Dursley, estaba llorando y sus manos temblaban tanto que le era realmente difícil el escribir, el pergamino estaba lleno de tinta. Por un segundo trató de tranquilizarse, pero entonces notó que no quería tranquilizarse, estaba enfadado, herido y quería que todos esos sentimientos salieran. Permitió que su enfado saliera por fin, se puso en pie y recogió la silla y la lanzó contra la pared. Se encontraba más allá del autocontrol, necesitaba romper algo y eso fue exactamente lo que hizo. No se preocupó de lo que cogía, comenzó a romperlo todo a su paso. Cuando aquello no fue bastante, el muchacho comenzó a gritar con todas sus fuerzas, mientras lloraba para que el mundo entero se enterara de lo mucho que odiaba a Voldemort y Colagusano e incluso los Dursley.
Le tomó casi dos horas el poder tranquilizarse. Su cara estaba roja, llena de lágrimas. Todavía temblaba y tenía problemas para respirar. Sintiéndose extrañamente vacío, se derrumbó contra la pared y se hundió hasta que estuviera sentado, examinando la habitación destruida. Cerrando sus ojos rojos, comenzó a llorar otra vez, pero esta vez fue de forma silenciosa. Se había agotado toda su rabia, ahora lloraba de dolor y soledad, hasta que se durmió totalmente exhausto.
