27.- Acercándose a Severus.
Casi habían acabado el almuerzo cuando el hombre moreno entró. Los dos Dumbledore lo miraron y se sorprendieron al ver un ceño angustiado en la cara del hombre. Severus nunca mostraba sus sentimientos, ni siquiera a Albus. El director no pudo evitar el maravillarse una vez más por como su maestro de pociones había tomado tal cariño al muchacho, considerando que lo había odiado durante años. El mago más joven sonrió a su antiguo profesor.
- Buenas tardes, profesor Snape.
El hombre no le contesto, en vez de eso, se paró justo delante del adolescente y lo miró cuidadosamente, notando l paz antinatural en sus ojos. Sabía como el muchacho se estaba sintiendo en esos momentos, él mismo se había derrumbado unas veces. Poniendo una mano confortante en el brazo del niño, lo apretó suavemente antes de girarse hacía Dumbledore.
- Remus me ha dicho lo que ha pasado.- Lanzándole una mirada a Alec, añadió.- Me dijo que me necesitabas aquí.- El anciano asintió y le sonrió.
- Sí, tengo que mirar unas cuantas cosas y creo que sería mejor si Alec no está conmigo mientras lo hago.
Severus vio que el adolescente palidecía y se preguntó que era lo que había estado hablando con el director. En lugar de intentar averiguarlo y exigir una explicación, el hombre tan solo asintió. Estaba seguro de que conseguiría una explicación antes o después. Dumbledore se puso en pie rápidamente y después de darle un beso al muchacho en la cabeza, salió tranquilamente del cuarto. Snape esperó hasta que se cerrara la puerta tras el mago para mirar al niño. El chiquillo estaba jugando con la comida, parecía que había perdido el apetito.
- Alexander, ¿te encuentras bien? Te has puesto pálido.- Harry parpadeó y miró la cara preocupada.
- Estoy bien, señor.- Moviendo una silla, el hombre lo miró atentamente.
- ¿Quieres hablar sobre lo que pasó ayer?- Harry lo miró por unos momentos antes de encogerse de hombros.
- No hay mucho que decir. No me atrevía a hablar sobre las pesadillas con mi abuelo por lo que tomé su sugerencia de escribirlo, se me salió del control y me derrumbé.
Snape frunció el ceño pero asintió, sin exigir una explicación más detallada. Podía decir que el muchacho tenía problemas de confianza serios, lo había notado en el momento en el que había comenzado a hablar con él, pero siempre había asumido que confiaba completamente en Dumbledore. Obviamente se había equivocado, el niño confió en Dumbledore más que en nadie más, pero no con todo. Suspirando, el mago dejó que se apartara el tema e hizo señas a la comida con la que Harry había estado jugando.
- ¿Vas a comerte eso?- Alec miró su plato sorprendido, no había notado ni siquiera lo que estaba haciendo. Suspirando, soltó su tenedor y negó con la cabeza.
- No, no tengo hambre.- Severus lo miró.
- Debes comer más.- Harry resopló y lo miró intensamente, mientras se preguntaba si iba a salir ileso con el siguiente comentario.
- Vaya quien va hablar. ¿Te has mirado últimamente en un espejo?
Snape lo miró sorprendido por un momento. El niño siempre había sido muy respetuoso hacía él desde el primer día. Parecía que tenía miedo de enfadarlo y siempre se comportaba perfectamente. Mirándolo atentamente, pudo ver que el muchacho estaba esperando su respuesta, de repente, supo que su futura relación se basaría en la respuesta que le diera ahora. Si se enfadaba con el muchacho, seguirían siendo amigos distantes, con tan solo el director como enlace. Si respondía con familiaridad, se volverían más cercanos. Por una vez en su vida, siguió lo que le dictaba el corazón y dejó caer las máscaras. Sonriendo suavemente, le guiñó un ojo al sobresaltado muchacho.
- Touché.
Harry se rió entre dientes ligeramente y se puso en pie, le dio un abrazo rápido al hombre y fue a sentarse en el sofá preparado para jugar al ajedrez. Snape lo miró con ternura por un momento. Sería bueno tener a alguien que le gustara además de Dumbledore. Sonriendo ligeramente, el hombre se puso de pie, y fue a sentarse en el asiento opuesto al muchacho.
- ¿Negras o blancas?
Cuando Dumbledore volvió varias horas más tarde, los encontró en el sofá leyendo. A su sorpresa, Alec estaba con la cabeza apoyada en el regazo del maestro de pociones. Sonriendo suavemente, el mago anciano se sentó en el sillón que se hallaba justo delante del sofá. Severus fue el primero que lo notó.
- Hola, Albus.
En su regazo, Harry miró a su abuelo con un ceño angustiado. Dumbledore notó su mirada y sonrió de forma tranquilizadora. Alec se relajó ligeramente, y el director devolvió su atención a su profesor de pociones.
- Gracias por quedarte con Alec, Severus.- El hombre más joven se encogió de hombros y sonrió ligeramente, sorprendiendo al director todavía más.
- No me resulta ningún problema el cuidar de Alec, Albus.- El anciano sonrió con tristeza.
- Sí, lo sé.- Antes de que sus compañeros pudieran cuestionar su tono de voz, añadió- ¿Te gustaría quedarte a cenar con nosotros Severus?- Mirando su reloj, el maestro de pociones suspiró.
- Me encantaría, Albus, pero debo irme. Había planeado wolfbane hoy y si no empiezo ahora, no podré dormir mucho.- Dumbledore asintió comprendiendo mientras que Alec se sentó, permitiéndole a su profesor ponerse de pie y estirarse. Recogiendo su capa, Severus alborotó ligeramente el pelo del adolescente.
- Te veré en unos días, Alec, pórtate bien.- Harry puso una mirada exasperada, pero asintió. Dumbledore miró divertido su interacción y le sonrió al mago más joven cuando le dijo adiós. Una vez estaban los dos solos, Dumbledore se giró y miró a Harry con ojos centelleantes.
- Todavía no puedo entender como lo has hecho.- El muchacho sonrió ligeramente y se encogió de hombros.
- Realmente no lo sé. Tan solo es que me siento cómodo en su presencia, tan raro como pueda sonar. Puede ser muy protector.- Dumbledore asintió y Harry añadió, con un tono de voz algo más oscuro.- ¿Leíste los pergaminos?- La expresión del hombre se puso seria y fue a sentarse al lado del muchacho.
- Sí, lo hice.- Acercó al muchacho contra su pecho.- Deseo el poderme llevar todos esos sentimientos, pero tan solo puedo intentarlo y ayudarte a superarlos. La muerte de Cedric fue un infortunio, pero no era, en ningún sentido, tu culpa.- Harry frunció el ceño.
- Pero le dije que cogiera la copa conmigo.- Dumbledore asintió.
- Pero tú no le obligaste a aceptar. Necesitas intentar dejar de pensar que todo lo que sucede se encuentra en tu control. Todos tenemos nuestras propias mentes. Podemos controlar muchas cosas, pero Alec, las personas son lo más difícil. Tienen la tendencia de pensar por si mismo.- Harry no pudo evitar el sonreir ligeramente, pero Dumbledore pudo ver que no lo creía. Entrecerrando sus ojos decidió tomar otro camino.- Dime Alec, ¿culpas a tu padrino por las muertes de tus padres?- Harry lo miró sorprendido.
- ¡Claro que no! Él no los mató.- Albus negó con la cabeza.
- El les sugirió que cambiaran los guardasecretos, llevándolos directamente a sus muertes.- Harry frunció el ceño.
- No era su culpa; no sabía que…
Despacio, se detuvo y de repente vio lo que Dumbledore quería decir. Sirius había estado en la misma situación en la que él estaba ahora. Su decisión tuvo como consecuencia la muerte de dos personas, y aún así Harry podía ver claramente que no había sido su culpa. Pero si Sirius no tenía la culpa, entonces él tampoco tenerla. Dumbledore, dándose cuente de los pensamientos desconcertados que atravesaban la mente del muchacho, lo acercó a él.
- Vamos Alec, es hora de cenar y entonces te tomarás un baño caliente, y después a la cama.
Harry asintió aturdido, mientras permitía ser arrastrado hacía la mesa. Sus pensamientos eran un completo lío, pero la conversación constante del director no le permitió pensar mucho en lo que habían estado hablando antes. Sospechaba que era eso exactamente lo que quería el hombre, pero ahora podía aceptarlo, ya tendría tiempo para sus pensamientos confusos más tarde. Dumbledore se aseguró que el chiquillo comiera bastante, y entonces le dejo tomar un baño durante media hora. Cuando el niño salio, estaba algo más tranquilo, pero el viejo director no quería arriesgare. Llevando al adolescente somnoliento a su habitación, lo colocó en la cama y le dio una poción durmiente. Ya habría tiempo para pensar en todo eso al día siguiente.
