34.- Retorno a Hogwarts

Alec estaba mirando tristemente por la ventana. Hoy volverían a Hogwarts, y por primera vez no quería ir. Había llegado a amar ese lugar y sabía que los adultos no tendrían tanto tiempo para él una vez que volvieran a la escuela. Después de todo, el nuevo curso comenzaría en dos semanas, y tenían que tenerlo todo listo.

Ya había acabado de empaquetar todas sus cosas. Las viejas, todavía estaban ocultas en el ático del director y permanecerían allí hasta que fuera seguro para él el volverlas a usar. Twinkle se quedaría la casa cuidando de todo y Harry sabía que iba a extrañar a la feliz elfina.

Una mano en su hombro lo sacó de sus pensamientos. Girándose ligeramente, vio a su abuelo que estaba detrás de él.

- ¿Estás bien, Alec?- Asintiendo ligeramente miró una última vez por la ventana y se giró para seguir a su abuelo que había estado mirándolo atentamente. El anciano colocó un brazo sobre sus hombros y lo apretó suavemente.- Siempre podrás volver aquí, Alec. No importa lo que pase, está será tu casa.

El muchacho lo miró sobresaltado por esa declaración. Entonces abrazó al anciano con fuerza, nunca se había sentido tan querido y aceptado.

Juntos, dejaron la casa usando un traslador, Harry se había puesto bastante pálido en el momento en que lo vio, pero Dumbledore hubiera sido capaz de aparecer a los dos en Hogwarts por lo que pidió un traslador especial.

Alec lo tocó sin ganas, y Dumbledore se aseguró de coger los hombros del niño. Cuando llegaron a la oficina del director, Harry tenía los ojos fuertemente cerrados y estaba temblando ligeramente. Sin decir nada, Dumbledore lo abrazó y lo sostuvo contra su pecho hasta que el adolescente se tranquilizó.

Alec respiró profundamente y abrió los ojos una vez estuvo seguro que nadie iba a hacerle daño. Se encontró muy aliviado al ver la oficina del director y aún así siguió agarrando al anciano. Se vieron obligados a separarse, cuando se escuchó un golpeteo suave en la puerta. Dumbledore obligó a Harry a sentarse en una de las sillas, mientras se daba cuenta de que no era capaz de mantenerse de pie sin ayuda. El viejo director se sentó en su silla y dijo al fin.

- Adelante.- Ninguno se sorprendió cuando vieron a Minerva McGonagall entrando en la habitación, con una pequeña sonrisa en su cara. Fue a abrazar a Alec, pero hizo una pausa cuando vio su cara pálida.

- ¿Te encuentras bien, Alec? Estás un poco pálido.- Dumbledore contestó serenamente en vez del muchacho.

- No le gustan los trasladores, hacen que se sienta mal.- La bruja rió ligeramente a la vez que alborotaba su pelo afectuosamente.

- Sé como te sientes, a mí tampoco me gustan.- Entonces se giró al director.- Habrá una reunión de personal en media hora, Albus, deberías ayudar a Alec a que se instale.

El anciano asintió y se uso en pie mientras Minerva dejó la habitación después de sonreírle otra vez al niño. Alec también se puso en pie y siguió al director fuera de su oficina. Una vez que llegaron a las escaleras. Dumbledore dijo claramente "Foenixia" y en lugar de bajar, las escaleras comenzaron a subir, llevándolos a través de un agujero en el techo. Harry miró fijamente y con asombro cuando llegaron a un pequeño vestíbulo con varias puertas. El director se rió ligeramente.

- Estas son mis habitaciones aquí en Hogwarts: aquí siempre serás bienvenido, aunque deberás usarlo solo cuando sea necesario durante el año escolar.- Harry asintió ligeramente y miró lo que le rodeaba una vez más.- Esa puerta de allí lleva a mi habitación, hay varias habitaciones de invitados, y cada una tiene su propio cuarto de baño.- Entonces señaló una puerta roja.- Esa lleva a la sala.- Harry asintió.

- ¿Dónde me quedaré?

- Puedes escoger cualquier habitación de la de invitados y puedes convertirla en tu cuarto, tan solo abstente de entrar en la que tiene una serpiente de color plata en la puerta, es la de Severus y aunque parece que le agradas, dudo lo que lo tomara bien.- Harry alzó una ceja.

- Siempre pensé que tío Severus tendría su habitación el las mazmorras.- Dumbledore asintió, a la vez que miraba el reloj.

- La tiene, tan solo es que tiene aquí otra, para cuando está herido o no tiene ganas de estar solo. Lo siento, Alec, pero debo irme. Escoge tu habitación y quédate aquí, ¿de acuerdo? No puedo dejar que estés paseando por la escuela cuando se supone que es la primera vez que estás aquí.

Harry sonrió un poco tristemente, pero el hombre ya estaba de camino. No le llevó mucho tiempo el escoger una habitación; cogió la que se encontraba entre la de su abuelo y tío Severus. Estaba pintada de color azul y le recordó la que usaba en la casa.

Rápidamente, guardó sus cosas, a la vez que no se molestaba en desempaquetar ya que Dumbledore le había dicho que cogería el tren con los demás estudiantes. Dereck, que había estado durmiendo en su baúl se despertó y después de tener una pequeña conversación, la serpiente se marchó de la habitación para explorar el castillo.

Una vez que acabó, cruzó el cuarto y se sentó en una silla con tal de leer uno de los libros sobre animago que aún tenía que leer.

Varias horas más tarde, dejó el libro. Sus ojos le ardían de toda la lectura que había hecho y no había habido ningún movimiento fuera de la habitación. Suspirando, se tumbó en la cama; no tenía ganas de practicar nada, por no mencionar el hecho que no sabia si podía practicar magia aquí. Girándose a su baúl, sacó la Game Boy que Remus le había regalado y comenzó a jugar al ajedrez contra la máquina pero no consiguió obtener su atención durante mucho tiempo.

Suspirando, se levantó y se dirigió a la sala, mientras se preguntaba si habría algo para comer. Por una vez, tenía hambre, y no tenía ni idea de cómo conseguir comida. No podía bajar a las cocinas, porque no se suponía que supiera donde estaban. Intentó llamar a un elfo doméstico, pero no sabía como hacerlo; en la casa Twinkle siempre sabía cuando debía venir. De mal humor, se sentó en el gran sofá y miró a la vacía chimenea. ¿Qué era lo que les hacía tardar tanto? ¡Era una simple reunión!

Cuando Dumbledore y Snape entraron, Harry estaba de muy mal humor, por no mencionar medio dormido de puro fastidio. No se molestó en mirar siquiera cuando entraron.

La habitación se había oscurecido y ambos hombres sabían que estaba allí tan solo porque no estaba en la habitación. Con tan solo una mirada en la cara del muchacho, Dumbledore supo que estaba enfadado. No que pudiera culparlo, la reunión había sido más larga de lo que había esperado, y no se había acordado del niño hasta que habían acabado. Severus permaneció detrás de él, sabiendo que sería mejor que el anciano se ocupara del niño enfadado. Si él se metía por medio, acabarían gritando, no tenía el tipo de carácter como para calmar a otro. El anciano se acercó un poco.

- Siento haber tardado tanto, Alec.- El muchacho lo miró, se sentía como si se estuviera comportando como un niño malcriado, pero se había acostumbrado a tener a alguien con él cada pocas horas, aún cuando fuera para asegurase de que hubiera comido y que aún se encontraba de una pieza. Controlando su enfado e intentando suprimir el reproche, habló suavemente y con brevedad.

- ¿Puedo tener algo de comer?- Dumbledore se encogió un poco; habían pasado horas desde la cena.

- Claro, Ale. Lo siento, me olvidé de decirte el como llamar a un elfo doméstico.

Harry cogió aire y prefirió el no decir nada; sería inútil el discutir con el hombre, tan solo le hizo sentirse culpable al final. Silenciosamente, miró como Dumbledore encendió un fuego y lanzó un poco de polvo rojo en él. Unos momentos después, había una pequeña comida en la cena y Alec se acercó para comer. El director fue a sentarse a su lado, intentó mantenerlo acompañado durante algún tiempo, y Snape fue a su habitación, dándoles tiempo para arreglar el asunto. El silencio se extendió durante mucho tiempo, el único sonido siendo hecho por Harry. Al final, Dumbledore habló.

- ¿Vas a seguir ignorándome?- El muchacho lo miró por un momento.

- Estoy enfadado, no quiero discutir contigo, así que dejémoslo.- Suspirando, el anciano apoyó la cabeza en la mano.

- Muy bien, lo dejaré por ahora, pero mañana vamos a tener una charla.- Harry lo miró de repente, el enfado brillaba en sus ojos.

- ¡No hay nada de lo que hablar! Sé que estás ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer, y lo respeto. No me molesta el estar solo durante algún tiempo o durante mucho tiempo. Tan solo me gustaría que no me encerraras en algún lugar con nada que hacer durante horas. ¡Por no mencionar sin decirme que puedo o no puedo hacer! ¡Ni siquiera me dijiste si podía hacer magia!- Dumbledore lo miró con culpabilidad.

- Lo siento, ni siquiera lo pensé.- Notando que el muchacho había terminado su comida y que probablemente esa noche no tendría una conversación civil, se puso en pie.- Vamos, estás cansado, te enseñaré el castillo mañana, así podrás moverte libremente.

Harry asintió y le siguió fuera de la sala; le mostró la habitación que había escogido y después de que el mago anciano comprobara si había hechizos de silencio, cada uno se preparó para ir a la cama. Cuando estaba a punto de entrar en su habitación, Alec se giró y volvió al lado de Dumbledore.

- Yayo.- El anciano lo miró un poco sobresaltado.

- ¿Qué pasa?

- ¿Y si tengo una pesadilla? Tío Severus podría oírme.- Dumbledore frunció el entrecejo pensativamente y permaneció durante un momento. Entonces alzó la varita y murmuró un hechizo. Harry lo miró con curiosidad.- ¿Qué era eso?

- Un hechizo de silencio selectivo, no importa lo cerca que Severus esté de tu puerta, no te oirá.- Harry lo miró con intensidad.

- Tendrás que enseñármelo.- Dumbledore resopló.

- Tan solo después de que el curso haya comenzado, o comenzarás a lanzarlo en tu puerta en cuanto lo hayas aprendido.

Harry lo miró con inocencia pero no engañó al director, este había llegado a conocer bastante bien al joven. Alborotándole en pelo, lo empujó con suavidad hacía su habitación y entonces se dirigió al suyo. Había sido largo y la mañana prometía ser igual de cansada.