amY... ¿Lo saBeS, no? PueS nO Te Lo DiGo! Te "quelo" caRi!
Prólogo.
- Pero Albus, no puedo quedarme aquí un año entero, me encontraría -
- Deja de decir estupideces, Yudieth, ha tardado tres años en encontrarte en Beauxbatons, no pasará lo mismo estando aquí -
- Él se imagina que me has traído aquí, Albus -
Silencio.
- Y será por eso, entre otras cosas, por lo que a partir de ahora dejas de ser Atenea Simons -
- Pero…-
- Nada de peros- La silenció el director - Deberás volver a cambiar tu nombre. Dudo que alguna vez puedas volver a ser Yudieth De Morgane. Estarás un año y te darás a conocer como Marie Evans -
- Marie no es un nombre que me agrade demasiado -
- Entonces cámbialo -
Se oyeron unos golpes en la puerta.
- Adelante -
- Buenas noches, Albus - Se fijó en que no estaban solos en el despacho - Buenas noches, señorita -
La joven sólo atinó a mover la cabeza, por mera cortesía.
- Albus, tengo ahí fuera al señor Potter y al señor Black. Volvieron a retarse con el señor Snape, el cual está en la enfermería ahora- Se detuvo, esperando la reacción de su director.
- La señorita se marchará enseguida, luego ya hablaré yo con ellos. Que esperen fuera -
- Está bien- Dio media vuelta y esta vez pudo ver en los ojos de la joven, la determinación de alguien que no es novicio en el juego de matar.
El anciano director se levantó de su asiento y se acercó, de espaldas a su invitada, hacía las ventanas.
- Ahora mismo no estoy para las sandeces de estos pequeños renacuajos- Soltó el director, su voz dejaba al descubierto una faceta que pocos conocían del gran Albus Dumbledore, director del majestuoso Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería; la de alguien que no siempre puede cargar sobre él el peso del mundo. - En septiembre entrarás a séptimo curso, ya que el nivel de tus poderes es incluso superior a la enseñanza que aquí impartimos, pero no podemos hacer otra cosa -
- Muchas gracias, Albus. Mamá y papá no se equivocaron al dejarme en tus manos -
- Sigue sorprendiéndome que puedas hablar con esa soltura cuando sólo hace una semana que…-
- Que mis padres murieron- Acabó la joven - Lo he asumido tío Albus, no te preocupes por mí -
- No salgas de casa -
- No pensaba hacerlo -
- Te conozco, Lilliane -
- ¿Cómo has…? -
- Te conozco…-
Volvieron a golpear la puerta.
- Pasen -
La pesada puerta se abrió dejando pasar a dos chicos altos, guapos y con un aire de seguridad, que la joven creyó morirse del asco que le daban esa pareja de ególatras machistas.
- Señorita Evans, nos vemos en septiembre -
- Lo mismo digo -
Dejando a unos boquiabiertos chicos desexto curso, la joven Lilliane Evans se desvaneció de su asiento, tal cual los chicos quisieron desplegar sus encantos con ella.
- Y bien, chicos… ¿Qué hicieron esta vez? - Preguntó el director, más en broma que de cualquier otro modo.
Los dos apuestos jóvenes se miraron entre sí, y tras una mirada cómplice y una carcajada, empezaron a explicarle con todo lujo de detalles su - pequeño- encuentro con Snape.
- Aunque encuentro admirable que os peleaseis con el señor Snape por defender a un estudiante de primer curso, sabéis que tengo que castigaros¿cierto? -
- No sea muy duro, profesor -
- No lo seré, señor Black -
O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O o O
En Inglaterra no solía hacer demasiado calor, por lo que los días de verano eran muy agradables. Sentarse en un banco de un parque, con un chico y disfrutar de una tarde maravillosa sería el sueño de cualquier chica de catorce años encerrada en su casa.
Pero no el de Lilliane Evans. Hacía poco más que dos horas que su tío, Albus Dumbledore, a quien sus ahora difuntos padres habían dado su custodia, se había marchado.
Era 16 de Julio. Era su cumpleaños. No es que el hecho de que sus padres no pudieran celebrar el cumpleaños con ella la turbase, ni por asomo. Sin embargo, ella siempre había sido reacia a las celebraciones. En realidad, Lilliane era reacia a muchas cosas.
Desde pequeña le enseñaron que la vida no es un camino de rositas. Que si te despistas, mueres; y que los aliados son traidores que esperan su hora. Tal vez era esa la razón de su manera de ser.
Fría, tosca e inteligente, asquerosamente inteligente. Poseía un don, el del fuego. Tenía un punto débil, y ese era su carácter. Solía dar paso a su mal humor muy habitualmente y eso le acarreaba unas consecuencias fatales. Las últimas, por poner un ejemplo, ocasionaron que Antoine Deveraux tuviera que ser trasladado al hospital con quemaduras de tercer grado.
Pero volvamos a los hechos. Dumbledore había estado con ella cerca de una hora. Conversaron como adultos. De temas tan interesantes como son los nuevos fichajes de Las Holyhead Harpies, la quema de brujas en el s. XV y de Él.
Lilliane Evans… Yudieth de Morgane, para ser más concretos, había nacido en una de las familias mágicas con mayor tradición. Se decía, se comentaba, se rumoreaba que la familia De Morgane era descendiente directa de la gran hechicera Morgana. Lo que no sabían, era que no erraban al pronunciar semejantes declaraciones.
Había una leyenda… Una antigua leyenda que sus padres no habían tenido el tiempo suficiente para contarle. Habían dejado a Dumbledore dicha responsabilidad. Una gran responsabilidad que, además, implicaba protegerla de Él. Un mago oscuro y tenebroso que se hacía llamar Lord Voldemort, y que ansiaba el poder de Morgana, o la muerte de la misma.
Sin embargo, Lilliane deseaba ir a Hogwarts. Aunque supiese que allí corría el gran riesgo… De morir.
De una manera o de otra.
Nota Autora. No os acostumbreis a esto... ¿Alguien sería tan bondadoso como para perder sus horas de ocio ayudandome con mi pésimo inglés? Por favor y gracias. Agregenme al msn o envienme un e-mail y hablamos.
Heidi
