Al abrir la puerta de su cuarto, Camus se encontró... ¡a Milo y Kanon sobre su cama jugando a las cartas!

-¿Qué demonios estáis haciendo vosotros aquí?

Pasando el rato, en la taberna ya no nos fían y...-

-¿Pasando el rato? Habéis entrado en el templo de mi maestro sin su permiso para sentaros en mi cama a pasar el rato?- la incredulidad inicial daba paso con gran rapidez al enojo en la mente de Camus.

.-.Tranquilízate Camus. Teníamos pensado ir a mi cuarto pero al veros a ti y a mi hermano pensamos que mejor nos buscábamos otro sitio- Kanon recogía las cartas y se levantaba de la cama mientras hablaba- pero supongo que si tú ya estás aquí yo puedo volver a mi templo. Hasta mañana Milo, que duermas bien Camus.

Al pasar al lado del acuariano, Kanon revolvió la melena del niño en un acto cariñoso intentando de alguna manera que este relajara el gesto. Camus parecía un muñeco de palo, ni siquiera parpadeaba. Lo único que daba a entender que aún estaba vivo era el rojo intenso de sus mejillas.

Milo y Kanon les habían visto! Su mejor amigo y el hermano del hombre al que acababa de besar habían sido testigos de ello. Si hubiese podido perderse en el interior de la tierra en ese mismo instante, por seguro que lo habría hecho. Pero de nuevo las palabras de Milo reclamaban su atención:

oye Camus, ya es tarde y no puedo presentarme a estas horas en la cabaña de los aprendices... y tampoco puedo ir a dormir al templo del escorpión así que ... ya que tuve que hacerle compañía a Kanon hasta ahora... ¿me dejas quedarme a dormir aquí?

-Milo... ¿qué es lo que visteis?- más que una pregunta aquello sonó como una súplica

No vimos mucho... solo que sobrábamos- la inmensa sonrisa de Milo daba a entender mucho más de lo que dijo- entonces puedo quedarme?

-sss ssi, pu puedes quedarte

bien ¿qué lado de la cama quieres¿Camus¿hola? oye reacciona que no es para tanto. En realidad no vimos nada, solo que estabais muy juntos y que ... bueno pues eso- "sí que eres sensible, espero que te lo creas porque si te llegas a enterar de que estuvimos un buen rato observando cómo besa Saga..."

-deja eso quieres? ponte un pijama y métete en la cama o lárgate a dormir a otra parte!

Ya en la cama no podía dormir, le ardían los labios y la cara, de pasión y de vergüenza y no sabría decir cuál de las dos era más intensa en ese momento. Humedeció sus labios comprobando cómo el sabor de Saga seguía presente en ellos y no pudo contener un suspiro recordando lo ocurrido.

ya Camus! es el décimo suspiro en dos minutos, no podré dormir si no te callas

El aludido se dio la vuelta y quedó mirando a su compañero fijamente. Su rostro reflejaba paz y alegría y Milo pensó que nunca lo había visto tan hermoso

-dime Milo, tú... ¿te has enamorado alguna vez?

yo? no, nunca. He estado con varias personas pero... nada importante

-yo no había estado nunca con nadie... nunca me habían besado- de nuevo el rojo era el color predominante en el francés

¿quieres decir que tú... que nunca... que eres virgen?- "no es posible, con su cuerpo y ese acento podría incluso hacerme la competencia"

-lo dices como si fuera algo malo

El deje de tristeza no pasó desapercibido para Milo quien inmediatamente se acercó para abrazarlo.

no es malo Camus, solo me sorprende... y me da envidia. Yo también espero poder encontrar algún día a alguien que sea para mi lo que es Saga para ti. Me alegro mucho por ti, amigo. Espero que seas muy feliz.

Y entre los brazos de Milo, su mejor amigo, Camus durmió feliz esa noche.


(a la mañana siguiente)

Abrió los ojos perezosamente. Era muy temprano aún y él no estaba acostumbrado a madrugar, pero el sol que entraba por la ventana acariciaba su rostro, arrancándole del mundo de los sueños para llevarle a una realidad aún más increíble.

Había dormido en la cama de Camus... con Camus. Aún podía recordar la sonrisa del aguador cuando hablaba de Saga, de lo que significaba para él, de cómo le hacía sentir. Parecía una broma que él que tanto había experimentado recibiese consejos de un primerizo. Pero era Milo quien no sabía nada del amor puesto que nunca había querido a nadie.

Abrió los ojos totalmente y vio a Saga apoyado en el quicio de la puerta, mirándolos a ambos con una dulce sonrisa, la que uno usaría para ver a dos niños muy queridos. Decidió que ya era hora de levantarse y dejar solos a los dos amantes. Con cuidado de no despertar a su compañero de cama se puso en pie, cogió toda su ropa y sus zapatos y salió de la habitación.

Saga puso una mano en su hombro a modo de buenos días y Milo le devolvió el gesto junto con un quedo "cuídale". Finalmente se dirigió al templo de géminis esperando que Kanon le dejase usar el baño. Mientras bajaba las escaleras, el aprendiz de escorpio sintió deseos por primera vez de enamorarse de alguien, de sentir eso que su mejor amigo le había descrito.

Saga llevaba un buen rato observando el sueño de los dos muchachos. Eran tan parecidos y a la vez tan diferentes. Milo era un niño grande, con todo lo que eso conlleva, incluyendo la forma de dormir. Siempre dormía de lado, con las piernas encogidas sobre su pecho y los brazos los colocaba de tal modo que parecía estar abrazando algo. A Saga siempre le pareció que Milo dormía como un bebé, que incluso cuando se agitaba o lloraba en sueños, como alguna vez le había ocurrido, su aspecto era el de un hermoso infante al que se debía velar. Le recordaba tanto a Kanon...

Sin embargo Camus era tan distinto... él dormía boca arriba, con la cabeza ladeada, dejando a la vista buena parte del níveo cuello. Sus manos descansaban una en su pecho y otra sobre la almohada, semiabiertas y totalmente relajadas. Parecía un príncipe, tan bello y tan irreal. Y pensar que le quería... ¿qué podía darle Saga a tan hermoso ser para mantenerlo a su lado? lo único que era realmente suyo, su corazón y su vida... y eso, en algún momento ya se lo había entregado, aún sin ser consciente de ello.

Se acercó a la cama y se sentó en el borde justo al lado de Camus. Con suma delicadeza delineó los rasgos del francés. Quería despertarlo, debía despertarlo pero deseaba tanto seguir disfrutando de tan linda visión.

Las largas y rizadas pestañas se separaron dejando lucir las bellísimas joyas que escondían.

-Saga

un susurro y una sonrisa que el adormilado aprendiz dedicó a su entregado amante.

.-Buenos días dormilón, no te enteraste cuando se fue Milo

-Milo?-un deje de extrañeza hasta recordar la pasada noche- es cierto, durmió conmigo

.-lo sé, y no te imaginas lo que me hubiera gustado estar en su lugar- rozó con ternura los labios de Camus- ahora levántate que sigo siendo tu maestro y tienes que entrenar. Te prepararé el desayuno, te espero en la cocina.


(días después)

Nuevamente habían terminado el entrenamiento sentados en el bosque cercano al Santuario. Saga apoyaba la espalda contra un árbol mientras que con sus piernas cobijaba al francés ofreciendo su pecho de almohada y sus brazos de mantas.

Camus se sentía en la gloria en esos momentos, escuchando las enseñanzas de su instructor, disfrutando sus caricias y saboreando sus besos. Como todos los días, deseó que el tiempo se detuviese, que no llegara la hora de tener que ir a cenar y separarse para pasar la noche cada uno en un templo.

Un vivo tono carmesí acudió a sus mejillas al recordar la conversación mantenida con Milo la noche pasada. El bicho había cogido la costumbre de ir a dormir a su cama y él no podía negarse puesto que era quien se quedaba con Kanon esperando el momento de volver a su templo.

Camus era perfectamente consciente que aquella era la última noche que pasaría en el Santuario hasta que consiguiera la armadura de acuario. Serían tan solo unos meses, pero la idea de no ver a Saga en ese tiempo no le resultaba en absoluto alentadora. Había algo que él quería hacer antes de irse, algo que deseaba que Saga tuviera porque sería algo que solo podía entregar a una persona y estaba seguro de que el adecuado para recibir semejante regalo era el geminiano.

Milo le instó a que lo dijese, incluso lo arregló todo para que Kanon y él se quedaran en el templo de la vasija esa noche y así no molestar a los amantes. Pero en la boca de Milo el mundo parecía mucho más sencillo de lo que luego resultaba en realidad. Tenía que encontrar el valor de decirle a Saga que...

-Saga

.-¿sí?

-mañana... vuelve mi maestro... y yo volveré a Siberia

.-lo sé y me atormenta la idea de no verte en meses. Pero te estaré esperando y cuando vuelvas no dejaré que marches de nuevo- una hermosa sonrisa llena de esperanza adornaba el rostro del geminiano

-pero antes de irme... hay algo que deseo que tú tengas

.- ¿y qué es?

Camus giró lentamente hasta enfrentar el rostro de Saga. Estaba totalmente sonrojado y no se sentía capaz de pronunciar aquellas palabras, pero el hechizo de las esmeraldas que lo observaban fue suficiente para darle el valor

-a mí. Tienes mi corazón y mi alma y quiero entregarte también mi cuerpo. Quiero que seas tú el primero, quiero que mi piel pueda recordarte durante los próximos meses y que tu calor sea lo que me resguarde del frío atroz de Siberia.

Saga no podía creer lo que sus oídos le decían. Aquel ángel, ese sueño hecho realidad le pedía que le hiciera suyo. Le obsequiaba con el más hermoso de los sentimientos... y le pedía una demostración. Pero cómo, había soñado con eso durante tanto tiempo... él suponía que esperarían a que el chico volviese de Siberia, pero ahora...

.-Camus¿Estás seguro?Yo no lo necesito... te estaré esperando... puedes pensarlo mejor...

-es que no lo quieres Saga?- lágrimas pugnaban por salir de sus ojos al sentir otro posible rechazo, sólo que aún más doloroso que el primero

.-Sí lo quiero Camus, pero... es que... no quiero que luego te arrepientas de ello

La angustia y la sinceridad que mostraban lo ojos de Saga eran tan auténticas, tan reveladoras, que Camus no pudo evitar sonreír dulcemente mientras pensaba en lo mucho que deseaba que el geminiano fuese el primero... y el último.

-no me arrepentiré Saga, nunca podría hacerlo. Te amo, eres el único que me importa y deseo esto más que nada en el mundo. Quiero entregarme a ti por completo, no quiero tener que esperar. me iré y volveré y durante ese tiempo tendré la seguridad de que aquí está mi hogar, porque aquí estás tú

Los labios de Saga acallaron al joven aprendiz mientras sus fuertes brazos lo pegaban lo máximo posible a su cuerpo.

.-está bien, ven esta noche a mi templo. Para mí también será la primera vez... será la primera vez que hago el amor.


Estaba asustado. Llevaba casi cinco minutos en pie a la entrada del templo de Géminis sin decidirse a entrar o salir corriendo. Estaba seguro de amar a Saga pero... tenía miedo... no sabía lo que iba a suceder ahí dentro. Su maestro no le contó nunca nada de eso, no sabía cómo actuar. Solo se había atrevido a hablar con Milo de eso... y lo que le contó lejos de tranquilizarle le puso mucho más nervioso.

Finalmente se armó de valor y entró temblando al templo, pero todos su temores se disiparon en el mismo instante en que vio a Saga, su Saga esperándole. El dueño de las más hermosas de todas las esmeraldas nunca le haría ningún mal, siempre le había cuidado y esa noche no sería diferente.

Saga percibió la desazón el los ojos de Camus y decidió que esa noche sería inolvidable para ambos. Sin decirle nada, le indicó con la mano la entrada de su cuarto. Cuando los dos hubieron entrado, cerró la puerta y colocó el seguro.

La habitación estaba oscura, iluminada por cinco velas cuyas llamas bailaban alegres de contemplar el hermosos espectáculo que se les ofrecía.

Se acercó lentamente, mirándolo fijamente a los ojos, levantó sus brazos rozando los del joven con sus dedos. Notó cómo se le erizaba la piel. Llegó hasta su cara y la tomó suavemente con sus manos mientras se acercaba para rozar sus labios con los propios.

Sólo un roce pero suficiente para hacer que un lindo suspiro emergiera de los labios del más joven. Se le quedó mirando a los ojos, quería darle la posibilidad de huir si lo deseaba pero el pequeño no se movía, seguía allí expectante.

Volvió a tomar sus labios, esta vez los besaba lentamente disfrutando del sabor natural de esa suave piel. Pasó su lengua por encima, lamiendo, pidiendo permiso para seguir. Los labios del muchacho se abrieron y Saga metió su lengua en su boca, suave, despacio, atento a cada movimiento de Camus quien no pudo contener un suspiro al notar cómo aquella intrusa le acariciaba con dulzura.

Profundizó el beso llevando una mano a la cintura del chico y la otra a su nuca enredándola con los cabellos mientras los hasta entonces inertes brazos de Camus se iban a posar en los fuertes hombros del geminiano.

Continuaban besándose, Saga jugó con los labios del chico lentamente, succionando con suavidad el superior, luego el inferior, luego mordiendo, volviendo a investigar la dulzura de la boca de Camus, haciendo que la temperatura fuese aumentando más rápido de lo que ninguno de ellos hubiese predicho. Mientras tanto la mano que se había posado en un principio en su cintura fue ascendiendo lentamente por su espalda, debajo de la camisa, rozando la suave piel con los dedos y haciendo que el más joven se estremeciera ahogando pequeños gemidos en la boca ajena.

El propio Saga comenzó a desesperar; lentamente tomó la camisa del pequeño y la quitó regocijándose con la hermosa visión que ese torso le ofrecía. Camus se sonrojó ligeramente y bajó la mirada sabiéndose observado.

"quítame la mía" – dijo Saga en su oído

El chico obedeció; tomó la camisa y con cuidado dejó al descubierto el maravilloso torso de su amante. Dios, era tan hermoso. Una piel suave y aterciopelada, de un color canela como resultado de largos entrenamientos bajo la luz del sol heleno, cada músculo perfectamente marcado..., sus dedos no pudieron resistir el impulso de recorrer esos caminos que se les ofrecían mientras se sentía totalmente incapaz de apartar la vista del pecho de Saga.

Saga sonrió complacido con la actitud de Camus. Volvió a besarlo acercándose para rozar su pecho con el suyo, notando cómo la respiración del menor se aceleraba ante el contacto. Saga estaba disfrutando cada gesto de su hermoso niño como nunca creyó que fuese posible hacerlo.

Sus manos estaban las dos en las nalgas de Camus pero la derecha se separó recorriendo su cintura hasta el ombligo y bajó hasta los pantalones para con suma habilidad hacerlos caer al suelo.

Camus abrió los ojos de inmediato en una expresión de sorpresa y rubor que obligó a Saga a reír quedamente.

"ahora, quítame tú los míos"

Un dulce susurro que le conminaba a hacer algo que no estaba seguro de atreverse. Bajó las manos desde los hombros de Saga, donde las tenía apoyadas, recorriendo el torso desnudo del mayor, sorprendiéndose nuevamente de su fuerza y su suavidad, hasta alcanzar la prenda. Torpemente consiguió desabrocharlos y hacer que cayeran.

El sonrojo de sus mejillas era ahora tremendamente notorio. Viéndolo Saga sonrió:

"que te ocurre pequeño¿acaso no te gusta lo que ves?"

Camus se puso aún más rojo y levantando sus hermosos zafiros y posándolos sobre las perfectas esmeraldas del mayor susurró:

"me encanta lo que veo"

Esa frase encendió a Saga haciendo que besara al chico con toda la pasión que sentía en ese momento. Se interrumpió solo para decir :

"también a mí, pequeño, también a mí."

Abandonó la boca de Camus para llegar a la barbilla, de ahí al cuello succionando suavemente, besando, lamiendo, mordiendo con sumo cuidado. Halagado por los suspiros que constantemente le regalaba su pequeño.

Continuó por el pecho, bajando incansable, el abdomen, el ombligo. Hasta quedar arrodillado frente a Camus y rozar con la punta de la nariz el bulto que los boxer aprisionaban, obteniendo como recompensa un lindo gemido.

Decidió liberarlo de la molesta prenda comprobando como el muchacho volvía a tornarse grana. Se levantó pasando muy cerca del cuerpo del chico, apenas rozándole; quería que lo desease, quería hacerse desear.

Tomó las manos de Camus y las llevó a su propia hombría aún cubierta por la prenda que lo incomodaba. Hizo que Camus lo acariciase lentamente mientras él suavemente le besaba de nuevo en los labios quitándole el aire.

La respiración del joven estaba muy acelerada y aquello lo inundó de deseo. Estar desnudo, enfrente de Saga rozando su miembro escondido tras una prenda era demasiado. Creía que podría explotar en ese mismo instante.

Saga pareció darse cuenta porque le soltó la mano y se apartó de él, lo suficiente como para quitarse él mismo lo único que le quedaba.

Los dos desnudos completamente, hermosos, excitados se observaron durante unos segundos. Saga tomó la cintura del pequeño y besándolo consiguió llegar hasta la cama. Allí hizo que se tumbara y él se acostó encima.

Camus estaba muy nervioso, era su primera vez, sentía que le faltaba el aire. Podía notar el miembro de Saga rozándose contra el suyo, los latidos del corazón ajeno retumbaban en su pecho y aquellas hermosas esmeraldas se clavaban en sus ojos leyendo su alma.

-"tranquilo pequeño, no te haré ningún daño. Déjate llevar"- le susurró tiernamente al darse cuenta de su desasosiego.

¿Y cómo negarse a tan dulce petición?. No pudo evitar sonreír mientras se acercaba a besar a Saga, ese al que durante tanto tiempo había amado y que ahora le acariciaba suavemente.

Al verle más tranquilo, Saga prosiguió con su viaje. Disfrutó durante incontables minutos del cuello de Camus, escuchando sus suspiros mientras sus manos tocaban todos los rincones de la blanca y adorable piel.

Descendió mordiendo sus clavículas hasta encontrar uno de sus pezones donde se demoró besando y acariciando con la lengua mientras quedos gemidos salían del menor. Luego decidió atacar al otro, brindándole las mismas atenciones, consiguiendo que ambos quedaran totalmente despiertos.

Siguió bajando, jugueteando con los músculos del abdomen de Camus, con su ombligo, disfrutando del hermoso cuerpo y la deliciosa piel. Pasó por encima del excitado miembro rozándolo con los cabellos, yendo directamente a besar su ingle consiguiendo que todo el cuerpo del niño se tensase por un latigazo de placer.

Entonces decidió prestar atención a su hombría. Se acercó despacio, dejando que el otro percibiera su aliento, que viera sus intenciones y se anticipara a lo que iba a pasar. Con la vista fija en Camus, quien también lo miraba, sacó su lengua para lamer el glande, haciéndole gemir.

Saga sonrió. Volvió a lamer esta vez empezando por abajo y subiendo, pero evitó tocar de nuevo la húmeda punta. Vio cómo Camus se retorcía de placer y deseo. Volvió a hacerlo, de abajo hacia arriba evitando tocar esa parte tan sensible. El pequeño se desesperaba, estiraba y encogía las piernas mientras agarraba las sábanas con fuerza para inmediatamente soltarlas otra vez.

"Sa...ga" – fue todo lo que consiguió decir entre suspiros.

Entonces Saga tomó todo el miembro en su boca. Camus abrió los ojos y gimió, era demasiado para él. No iba a aguantar una sensación tan intensa. Saga succionaba suavemente al tiempo que trazaba pequeños círculos con su lengua alrededor del miembro del acuariano. Sabía que el niño no aguantaría mucho pero se esmeraba en otorgarle todo el placer que el otro fuera capaz de recibir. Así continuó unos pocos minutos hasta que oyó el lastimero quejido de Camus y sintió su boca llenarse de la esencia del pequeño.

Saga jamás podría olvidar ese sabor, el más delicioso que jamás había probado, su recuerdo le acompañaría durante muchas noches a lo largo de los años venideros. Pero eso lo contaré otro día. Volviendo a nuestra historia:

Camus explotó en la boca de Saga y sentía que no podía respirar. Abría la boca demandando ese aire que se le resistía. Para cuando pudo controlar de nuevo su respiración Saga estaba mirándole divertido, sonriéndole. Camus le devolvió la sonrisa.

El mayor pensó que jamás había visto algo tan hermoso. Aquel bello rostro de blanca piel adornado con unas graciosas pecas en la nariz y los pómulos, lucía ahora de un intenso color grana, haciendo juego con la rojiza mata de pelo de la que era dueño el aprendiz de acuario. Y esos zafiros apenas visibles entre los semicerrados párpados pero fijos en sus esmeraldas. Realmente le robaba el aliento.

Se acercó para besar su cara, dándole tiempo, acariciándole de nuevo. Consiguiendo que el antes exhausto muchacho recuperase fuerzas quien sabe de dónde y le devolviera los besos con pasión, encendiéndose nuevamente.

Saga sabía que debía tener cuidado pero le costaba horrores no dejarse llevar por sus instintos y poseerle en ese mismo instante.

Le obligó a darse la vuelta quedando boca abajo. Besó su espalda disfrutando del sabor de su sudor. Pensó que era adictivo. Mordió suavemente sus nalgas para después separarlas con cuidado y acercar su lengua a la maravillosa entrada de su dulce niño. Escuchó el gemido del pequeño cuando comenzó a lamer, humedeciendo, preparando, relajando. Incluso se aventuró a intentar introducirla un poco causando una fuerte onda de placer en todo el cuerpo de Camus.

Cuando consideró que estaba bien humedecida tomó el camino de vuelta a su posición inicial lamiendo la espina dorsal del niño en toda su longitud.

Al llegar al cuello le hizo voltear nuevamente, comprobando con tremenda satisfacción como el miembro del muchacho estaba de nuevo totalmente despierto.

Metió uno de sus dedos en la boca de Camus haciendo que lo lamiera, humedeciéndolo. Lentamente y mientras seguía devorando los labios del menor, llevó esa mano hasta la entrada nunca profanada.

Poco a poco, con cuidado de no dañarlo, introdujo ese dedo mientras se frotaba contra el cuerpo de Camus. Lo movió en círculos lentos dentro de él, con suma suavidad.

Camus notó la intrusión junto con un pequeño dolor, que pasó rápidamente a convertirse en una placentera sensación que aumentaba de intensidad conforme Saga profundizaba y movía. Cuando notó el segundo dedo las sensaciones se multiplicaron, tanto el dolor inicial como el placer posterior mientras saga le seguía besando y sus miembros se rozaban constantemente.

Un tercer dedo, ese ya no dolió sólo le llevó a un punto en que creyó que se volvería loco si Saga no lo tomaba ya mismo, no importaba si dolía, lo necesitaba.

Saga se dio cuenta de la premura de su niño. Él mismo ya no se sentía capaz de seguir resistiendo así que sacó la mano y se acomodó entre las piernas del joven. Con cuidado comenzó a penetrarlo. Metió la punta y paró, esperando a que el gesto de dolor de Camus desapareciera. Cuando lo hizo empujó un poco más, parándose nuevamente para que se acostumbrara. Así fue haciéndolo poco a poco hasta estar por completo dentro de él.

Camus se sentía mareado. Notaba a Saga dentro de él y era una sensación con la que no se sentía capaz de lidiar. Le había dolido un poco, pero el geminiano había tenido un cuidado exquisito y rápidamente había pasado. Ahora solo había placer, la sensación de estar lleno de la persona que amaba, de pertenecerle en la vida y en la muerte.

Se aferró con fuerza a la espalda de Saga cuando notó que este comenzaba a moverse, lentamente primero, acelerando el ritmo poco a poco.

Saga apenas podía controlarse, Camus era tan estrecho, tan cálido, se sentía morir en su interior. Se vendría pronto, lo sabía, nadie podría resistir esa maravillosa sensación durante mucho tiempo. Tomó en su mano el miembro del otro acariciándolo, guiándolo hacia el éxtasis. Los gemidos del pequeño lo excitaban aún más, pero tenía que aguantar, tenía que hacer que Camus se viniera primero, deseaba verlo mientras le poseía.

Camus jadeaba y gemía desesperado, tener a Saga en su interior, notar sus embestidas, escuchar sus gemidos de placer al tiempo que su miembro era martirizado por el mismo hombre... no pudo más. Alcanzó el orgasmo lanzando un fuerte gemido, manchando su vientre y el de Saga con su esencia pero consiguiendo que Saga en ese mismo momento terminara dentro de él, dejando salir un ronco gemido que parecía venir de lo más profundo de su garganta.

Para Saga el orgasmo de Camus fue el desencadenante del suyo. Las contracciones de su cuerpo le obligaron a ceder, llenando por completo a aquel a quien amaba, marcándole para siempre, reclamándole como propio.

Cuando logró recuperarse un poco, salió de su niño para tenderse a su lado. Supo que jamás podría olvidar la sonrisa que Camus le otorgaba en ese momento. Le abrazó con fuerza y se quedó dormido enseguida pensando que en su vida había visto nada más bello que esa sonrisa.


Aquella sería la última vez que se vieran, "te amo" fueron las últimas palabras que se dedicaron, pero sus destinos quedaron unidos irremediablemente; murieron el mismo día, revivieron al mismo tiempo, compartieron el dolor de luchar juntos contra todos los demás y volvieron a desaparecer de este mundo, en mutua compañía.

Hay quien dice que las historias más bellas son también las más tristes. De ser eso cierto, la belleza de este amor quedó sobradamente demostrada; la vida les separó de sus familias, les negó la infancia y la adolescencia, y tras un breve lapso de felicidad, les condenó a separarse y a luchar enfrentados por los caprichos de los Dioses.

Tan solo nos queda esperar que el destino les permita renacer algún día y volver a encontrarse, para que ese amor que ni la muerte pudo ahogar sea lo que dé un nuevo sentido a su existencia.