Disclaimer: Los personajes de este fic, pertenecen a JKR. Yo solo escribo sobre Harry Potter por diversión. En este fic tenemos un personaje nuevo, como cada curso ya sabeis que el profesor de DCAO cambia. Ese personaje y la historia que representa si es de mi propia invención.
Pues voy a comenzar a subir este fic, le he tomado mucho cariño. Lo primero quiero darle las gracias a MAHE porque es gracias a ella que éste fic a llegado a lo que es; no solo por su colaboración ya que incluso a participado con trocitos a la historia, sino por escuchar mis ideas, alentarlas e incluso inspirarlas. Ha trabajado casi más que la musa. Cuando llegue el momento ya le daré los creditos en el fic por su trabajo. Pero desde aquí quiero decirte ...
GRACIAS AMIGA, POR TODO
A los demás, deciros que es un fic algo lento al principio, pero había muchas cosas que quería reflejar, aunque la acción llegará, para algunos antes que para otros.
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CAPITULO 1
Aquel verano no estaba siendo tan caluroso, se podía incluso decir que era fresco pues las noches eran especialmente agradables en lo que a temperatura se refiere, por que en lo demás…. Odiaba que llegara la noche.
Si el verano anterior le había parecido un infierno, éste sin duda lo era. La pena y la culpabilidad lo embargaban. El recuerdo de los últimos acontecimientos no lo dejaba vivir con tranquilidad. De día recordaba cada una de las palabras que Dumbledore le había comunicado, las oía en su mente más claras aún incluso que aquella madrugada cuando el director le contó sobre la profecía y sobre un destino ya escogido para él poco antes de nacer.
"El único con poder…"; "como a su igual…"; "deberá morir a manos del otro…".
Pero era al atardecer cuando comenzaba el verdadero martirio. La noche le traía recuerdos de Sirius, recuerdos mucho más profundos y dolorosos que cualquier otro; más incluso que los que le provocaban la muerte de Cedric y aquella noche en el cementerio de Pequeño Hangleton. Tan sólo había pasado un año desde entonces, ¿cuánta desgracia puede soportar una persona en tan poco tiempo?
Le había fallado, precisamente a él, a su padrino, a lo más cercano a un padre que había conocido; a él que escapó de Azcaban, que arriesgó su vida al límite máximo no sólo por vengar a sus amigos, sus padres, sino por él. Por un niño al que no veía hacía más de diez años pero al que acudió a defender, incluso logrando lo que antes nadie consiguió sin ayuda, en cuanto que descubrió que Colagusano estaba en Hogwarts y comprendió que su vida aún corría peligro. Y él le había fallado. Pensaba que iba a salvarlo y sólo consiguió impulsarlo a caer en la trampa que acabó con su vida.
"¿Era verdad lo que le dijo Hermione? ¿Sentía un afán desmesurado por salvar a todos? ¿Por hacerse el héroe? "
Estas preguntas resonaban en su mente, tendría que pensar seriamente en ello, no ser tan impulsivo pero, definitivamente este no era el momento.
Cuanto más se empeñaba en tratar de evadir esos recuerdos más fuertes le gritaban en su mente y el dolor que le provocaban en su corazón era similar al de una Cruciatus que lo atravesara una y otra vez, sin cesar, con miles de rayos punzantes, penetrantes en grado máximo, sin poder evitarlos. Sabía por experiencia lo que se sentía bajo aquella maldición, podía decir en verdad que el dolor que experimentaba era lo más similar que había sentido antes.
"Por qué nunca abrió el paquete? ¿Cuándo dejaría de tener que arrepentirse de sus actos pasados? Mejor dicho, de sus omisiones pasadas… "
Odiaba la noche… Dormía poco, porque cuando lo hacía siempre soñaba con aquel corredor, con el del Ministerio y con sus salas. Ya no corría, llegaba allí sereno, a paso extrañamente ralentizado. Abría la puerta, entraba en la sala circular y, sin dudar, se dirigía directamente a aquella otra puerta que daba paso a la Sala de la Muerte. Pero, nada más penetrar en la habitación, algo lo retenía allá arriba, en las primeras filas de bancas de la grada superior. Allí pasaba el resto de la noche, luchando y peleando como desesperado, incluso con hechizos de los que no tenía conciencia de saber; lanzando todo aquello que su mente y su varita sospecharan que podían derribar esa barrera invisible que le cortaba el paso impidiéndole alcanzar el velo objeto de su sueño. Aún desde ahí arriba aquel arco lo atraía, lo hipnotizaba e incluso desde tan lejos oía los murmullos que de él emanaban. No podía escucharlos, tampoco recordarlos al despertar. Por eso, aunque sabía que debería cerrar su mente a esas visiones -"¿qué la experiencia no le había demostrado que la oclumencia en estos casos era útil?"- una y otra vez las permitía con la esperanza de que las voces algún día le indicaran el camino, el modo para hacerlo volver. Porque aún desistía en que su muerte fuera definitiva. No mientras escuchara las voces, su voz… tras el velo.
No tenía noción ni del día en que vivía desde que llegó a Privet Drive. Se sentía tan vacío de emociones… Nada volvería a ser igual, ni siquiera en Little Whinging ,donde sus tíos parecían haber tomado en serio la advertencia de Moody y parecían molestarlo menos. No salí de su habitación excepto para las comidas, y no todas, pero cuando acudía al salón para escuchar el informativo al menos ahora podía hacerlo sin esconderse. Tenía que aguantar los continuos murmullos de su tío pero podía escuchar el telediario en el salón. Pero esto no servía de mucha ayuda, ninguna noticia daba la impresión de que el mundo muggle supiese lo que se avecinaba y eso era muy raro. Cuando Sirius escapó de Azcaban se alertó al mundo muggle y todos los informativos hacían eco de ello. Ahora que el mago oscuro más temible estaba de nuevo activo, que los dementotes habían abandonado Azcaban y se habían unido a él y que el mundo mágico se preparaba para una guerra en la que el mundo muggle sin duda se vería afectado… ahora nada se sabía de ello.
Los primeros días de sus vacaciones fueron especialmente tristes. Nada más llegar de King's Cross se encerró en su cuarto y apenas salió. Después de tanto tiempo sin dormir bien sentía como si aquel día le hubieran dado una poción para dormir sin sueños de Madam Pomfrey, pero cuando permanecía despierto se sentía como si un dementor estuviera apostado en la puerta de su dormitorio. Tanto así que, en la madrugada del cuarto día cuando recibió la carta de Lupin preguntado como estaba fue que advirtió que en esos tres primeros días parecía no haber existido. No recordaba las últimas palabras de Moody… "Si no tenemos noticias tuyas en tres días…". Con desgana y saliendo de su aturdimiento, se levantó, tomó papel y escribió "Estoy bien. No envíes a nadie". Conciso, breve, directo… Al día siguiente una nueva lechuza le trajo instrucciones "No puedes permanecer aislado. La señora Figgs te estará esperando para el té. No faltes o estaré ahí en breve".
