Gracias a los que leyeron el primer capitulo y dejaron reviews, me hizo mucha ilusión, de verdad. Os digo que actualizaré prontito, la historia está acabada porque la hice para un foro. Eso sí la longitud de los capitulos ya está creada también, pero no preocuparos los hay largos y cortos. Espero que os siga gustando.

CAPITULO 2

Aquel fue el primer día que salió de casa. Nada más poner un pie fuera de la puerta, el señor Tibbles y el señor Pretencie salieron disparados desde distintas posiciones de la casa "Vigilado por gatos, lo último que me esperaba" pensó mientras se dirigía hacía la casa de su vecina la cual abrió la puerta justo antes de que él llamara. No quería estar ahí, pero no tenía elección "¿o sí?" .Ese día no dejó que la señora Figgs le contara nada, sólo le permitió hablar de porqué tenía que ir y cuales eran las instrucciones que "Dumbledore" requería de él. Así supo que al menos uno de cada dos días tendría que acudir a casa de Figgs supuestamente a tomar el té, y que debía mantenerla informada acerca de cualquier cosa extraña o anormal a cualquier hora, del día o de la noche. "¿¡Extraña!? Cómo si ya quedara algo normal en mi…"

Su vida se convirtió en una rutina, sólo salía de casa los días en que debía acudir a su cita del té. Arabella ya no se mostraba desagradable con él como hacía antes, pero era él mismo quién le impedía a la mujer acercársele. Tantos años de mentiras no le dejaban margen de confianza.

Julio avanzaba lentamente, los días parecían una eternidad y las noches se le hacían infinitas. Seguía teniendo el mismo sueño, cada noche, siempre igual… No tenía ninguna noticia, tampoco ninguna carta de Ron ni de Hermione. Apenas si había pensado en ellos, tampoco les había escrito. "¿Qué les iba a contar? ¿Estarían en la madriguera? ¿En el cuartel general?"- Una punzada de dolor atravesó más que su cuerpo, su mente-" ¿Qué hacían? ¿Qué estaría pasando? "

Un día como cualquier otro decidió que ya era hora de saber. A las cinco en punto llamó a la puerta de la señora Figgs, no era día de visita. Arabella abrió sorprendida al verlo.

-Harry, ¿estás bien?- le interpeló angustiada mientras lo hacía entrar en casa apresuradamente mirando hacia todos lados- ¿Qué te pasa?

La miró directamente buscando en su expresión signos de la veracidad de su preocupación y los encontró en la ausencia de luz de sus ojos. Avanzó por el salón y se sentó, como siempre, en un sillón frente a la chimenea. Un débil fuego permanecía encendido a pesar del calor. Las pobres llamas aún mostraban tonos verdosos. Se enfureció.

-¿Quién me vigila esta vez?- la pregunta tomó por sorpresa a la señora Figgs- ¿Mundungus, Tonks…? ¿Algún otro? ¿Por qué sólo he recibido carta de Lupin? ¿Qué hace la Orden? ¿Es que nunca vais a contarme nada? ¿Con quién hablaba hace un rato?

Su respiración sonaba agitada, como si hubiera corrido los 100 metros lisos sin respirar. Arabella se dirigió hacia una mesita y tomó una tetera humeante.

-¿Te apetece un té Harry?

-No, no me apetece té. Quiero saber.

-Ten, tómatelo, cálmate y entonces veremos qué puedo responderte.

-¿Qué PUEDES responderme? Son todos iguales, unos mentirosos. Siempre ocultándome la verdad, dejándome en la más absoluta ignorancia.

-Sólo podré decirte aquello que yo misma conozca Harry- dijo sentándose frente a él- Pero si has decidido que ya estás preparado para hablar, entonces ya estamos avanzando en algo. Durante más de veinte días he tratado de explicarte, de saber cómo te encontrabas… Pero tú te has limitado a sentarte frente al fuego sin pronunciar palabra. Todos están preocupados por tu aptitud y es mi responsabilidad informarles sobre tu estado. Pensaba que lo más apropiado era esperar a que estuvieras preparado para hablarme, no quiero forzarte a ello.

-Entonces comience por responder a mis preguntas.

-Bien, a ¿cuál de todas?

- Todas.

-Ya te dije Harry, no sé la respuesta a todas ellas y sé que tienes muchas más. Pero estás bastante alterado si no te tranquilizas no podremos hablar del tema. Algunas respuestas no te gustarán.

-¡QUE ME TRANQUILICE!? Todos ustedes no saben qué se siente, ¡COMO ME SIENTO! No pueden imaginarlo siquiera…

-Es verdad Harry, no sabemos. Pero al igual que nosotros, tú también nos dejas sin saber. Dices que te mantenemos desinformado. Bien, exacto. Aunque no lo comprendas, hacemos lo que creemos mejor para ti, para todos. Pero tú tampoco nos dejas ayudarte Harry, llevas todo el verano encerrado en ti mismo, sin apenas hablar. Hermione está preocupada, ni siquiera le has escrito a Ron.

-Tampoco ellos lo hicieron. Supongo que estarán divirtiéndose juntos en algún lado- Su voz sonó amarga pero algo más apaciguada y su expresión se tornó aún más triste.

- Bien, será mejor que no supongas demasiado. Y ahora dime ¿qué quieres saber? Pero con calma…

-¿Quién me vigila?-dijo en tono de voz seco y frío.

-Nadie.

-¡¿Nadie?! No la creo…

-No te voy a mentir Harry, voy a contestarte a todas las preguntas que me hagas excepto a las que no sepa o no pueda…

-¿Qué no pueda? Ya estoy harto de escuchar que soy demasiado joven para saber o que es por mi bien. Ya no lo aguanto más.

-Otra vez pierdes el control Harry y no deberías. Veamos, aunque no te lo creas nadie te está vigilando, bueno el señor Tibbles o Pretince, pero sólo de vez en cuando.

-¡Estupendo! Gatos vigilándome- dijo con una ironía propia de Draco Malfoy.

-Sólo por tu bien Harry…

-¿Y porqué este verano ya no me vigilan?

-Porque piensan que no es necesario.

-¿Quién lo piensa?

-Bueno, realmente, Dumbledore.

-¿Y qué le hace pensar qué Voldemort no vendrá a por mí?

Arabella dio un gran respingo en su sillón- Por favor Harry, no digas su nombre- le pidió. Harry bufó desesperado.

-Bien, ahora mismo Quien-Tu-Sabes parece estar bastante inactivo. Ha sufrido una gran derrota, sus mortífagos están encarcelados y parecer ser que permanece escondido. Claro que nadie sabe dónde por si te lo preguntas. Y tú aún tienes la protección de casa de tus tíos, no creemos que necesites vigilancia.

-¿Qué está haciendo la Orden?- preguntó algo más sereno, tal vez por saber que la falta de noticias desastrosas era real.

-No lo sé.

-Mejor dicho, no me lo quiere contar- contestó bruscamente pero aún calmado.

-No Harry, yo no pertenezco a la Orden, no me cuentan sus planes.

-¿Usted no…?

-No -le interrumpió ella- Como bien sabes soy una squib. Puedo ayudar en el mundo muggle, pero no soy miembro de la organización. ¿No te han explicado que la Orden es sólo para magos adultos?

-Entonces cómo…

-Dumbledore me buscó al poco de traerte a casa de tus tíos. Me pidió que estuviera pendiente de ti todos estos años.

-Y cuando comencé en Hogwarts no me dijo nada. Si el año pasado no hubiera sido atacado nunca hubiera sabido que usted era una squib.

-No podía decírtelo. Y tampoco podía hacer que lo pasaras bien en mi compañía, tus tíos no te hubieran dejado venir.

-Ellos son lo peor que ha ocurrido en mi vida- de pronto su cuerpo se tensó- ¡No! lo peor fue… perderlo-dijo casi en un susurro.

Arabella se levantó y acercándose a él, se agachó y le tomó las manos.

-Siento mucho que perdieras a tu padrino pero… tienes que seguir adelante, es lo que el querría. Has pasado demasiadas penalidades y, siento decirte que aún queda lo peor, a pesar de que intentaremos evitarlo al máximo.

Harry retiró sus manos y se movió incómodo en el sillón. Arabella se retiró y volvió a su asiento frente a él. Entonces tomó aire, inspirando profundamente, y soltó la anhelada pregunta.

-¿Usted sabe algo sobre… ese lugar?

-¿El Ministerio?

-No. La sala del velo.

-No Harry, no sé nada- su cara adoptó una expresión de tristeza tal que Harry comprendió que esta vez era sincera.- Al menos no más que tú.

-Entonces ¿sabe algo que pueda contarme? ¿Algo realmente útil?

-Puedo decirte que la Orden sigue trabajando. Qué cómo sabes el mundo mágico ya sabe del peligro que supone el retorno de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado, y que algunos más se han unido a la Orden, aunque ésta sigue siendo una organización secreta como lo fue en el pasado.

-Pero eso ya lo sé -le interrumpió Harry- Es de lo único que habla El Profeta. Bueno, de la Orden no dice nada…

-También puedo decirte que los señores Weasley están muy preocupados por ti, y Lupin también. Dumbledore nos recomendó no agobiarte, dejar pasar un tiempo para que ordenaras tus sentimientos.

-Vamos, "sugiri" que me dejasen aislado.- Las palabras salieron de su boca con tal tono que parecía muy próximo al odio.

- ¿Dejarte aislado? Eso es lo que menos necesitas. No, solo pensamos que no estabas preparado para afrontar la situación y hablarlo con nosotros. Por eso te dimos un tiempo para hacerlo.

- ¿Y cree que ahora sí lo estoy?

-Puede que aún no, pero ya es un primer paso que mantengamos esta charla. Que quieras comunicarte y preguntes.

Durante unos segundos un silencio profundo inundó el salón de la señora Figgs.

-¿Con quién hablaba antes de que llegara?

Arabella dudó.

-¿Cómo…?

-El fuego. Siempre lo tiene encendido, y antes aún mostraba tonos verdes. No soy tonto. ¿Con quién hablaba?

-Con Dumbledore.

-¿Y bien? ¿Tiene algo que decir a parte de "quédate donde estás"? Porque si sigue siendo una de sus frases favoritas, ya me la aprendí.

-Harry… él también está preocupado.

-Sí claro- su voz destilaba ironía porque sólo con recordar al director podía sentir la sangre hervir en sus venas- Ya no sé qué creer de él.

-No hables así de Dumbledore, Harry. No se lo merece.

-¿No? Si me hubiera contado años atrás lo de la…

Harry se calló a mitad de la frase, no sabía si Arabella sabía toda la historia.

-La profecía- terminó Arabella por él. Harry la miró sorprendido.- Mira Harry, todos cometemos errores en esta vida. Ni el más sabio de todo el mundo puede librarse de esa carga. Es necesario aprender a aceptarlos, enmendarlos o superarlos, los propios errores y los de nuestros seres queridos. Tú tienes un gran corazón Harry, tal vez no hoy, ni mañana, pero el tiempo y tu capacidad harán que sanen tus heridas, ya lo verás. Sé que ahora esto no te sirve de consuelo pero es lógico, debes superar éste tiempo de duelo y, cuando lo hagas, verás todo con más claridad y entonces la aceptación para muchas cosas llegará por sí misma.

Hubo una breve pausa entre ellos y entonces Harry volvió a hablar.

-No me ha dicho aún si tiene algún mensaje para mí.

-Bueno, no directamente, pero sí sé que están preparando todo para que llegado el momento puedas dejar la casa de tus tíos, si es que quieres.

-¿Y cuándo será ese momento?- preguntó algo más interesado.

-No lo sé, depende supongo de cómo vayan evolucionando las cosas. Pero sabes que debes permanecer aquí tanto tiempo como puedas, por tu seguridad.

-Sí, se supone que lo sé.

Otra vez el silencio. Comenzaba a pensar que nada iba a sacar en claro, que había sido inútil intentar hablar con la señora Figgs.

-Señora Figgs, ¿sabe algo de Ron? ¿Y de Hermione?

-Bueno, ellos están en casa; Ron en la Madriguera y Hermione… supongo que con sus padres.

-¿No corre peligro sola en el mundo muggle? Usted sabe, de todos los que estuvieron conmigo aquella noche, ella es la única nacida de muggles. No tiene quién la proteja.

-Si estás preocupado por ella Harry, ¿porqué ni siquiera le has escrito?

Permaneció en silencio unos segundos y luego admitió…

-No sabía qué decirle.

-Tal vez ellos sí sabían lo que debías de escuchar Harry, son tus amigos, tus mejores amigos. Tienes que ser menos impulsivo, aprender a controlarte. Eso va a ser fundamental a partir de ahora. Mira, lo primero que pensaste es que ellos están juntos en algún lado y eso te hacía sentir más solo y abandonado aún. Sin embargo eres tú mismo el que se está aislando esta vez, el que no mantiene el contacto con nadie, ni siquiera con sus más queridos amigos. Ahora que Sirius no está a tu lado, deberías de buscar el apoyo de aquellos que más te quieren Harry, confiar en ellos. Y puedo asegurarte que mucha gente está deseando que lo hagas y está esperando por eso.

Una punzada de dolor atravesó su corazón. Encerrado en su mutismo no había pensado en nadie más que en él mismo. No pensó cómo se sentirían sus amigos sin tener noticias suyas, ni si la señora Weasley estaría preocupada por él. Había sido muy egoísta incluso antes de abandonar Hogwarts; nada les había contado a Hermione ni Ron, sólo había hablado con Luna de lo de Sirius pero nada les había dicho a sus verdaderos amigos, ni de la profecía ni de sus sentimientos.

-Creo que les darías una gran alegría a ambos si decidieras escribirles, aunque solo fuera para saludarlos.

-Supongo que lo haré, si es que puedo…

-¿Y quién te dijo que no? Yo solo dije que Dumbledore recomendó a todos que respetáramos tu silencio, pero todos están deseando que vuelvas con ellos. - Una pequeña luz iluminó los verdes ojos de Harry, Arabella sonrió- "Parece que comienza a reaccionar, gracias a Dios"- pensó.

-Entonces, será mejor que me vaya y… bueno, tal vez escriba a mis amigos- dijo mientras hacía intención de levantarse.

-Espera Harry, hay un par de preguntas que me gustaría que me contestaras. Si no te importa- le dijo casi susurrando.

-¿Cómo cuales?- le preguntó algo a la defensiva.

-Bien, para empezar, ¿cómo te sientes?

-¿Cómo se siente alguien que ha perdido a un ser querido?- le replicó- Pero ¿cómo puede sentirse alguien que además tiene que afrontar un futuro ya predestinado para él?- la expresión en la cara de Arabella se ensombreció- No sabría decirle cómo me siento señora Figgs, es peor que cuando murió Cedric e incluso a veces, es peor que cuando escuchaba los gritos de mi madre al atacarme los dementores. Aquellas cosas no podía haberlas evitado, perder a Sirius fue enteramente culpa mía- Reclinó la cabeza hasta apoyar su barbilla sobre el pecho y la ladeó para mirar hacía otro lado, sentía las lágrimas pugnando por salir de sus ojos.

-Intenta no culparte Harry. Fue Quién-Tú-Sabes el responsable de todo ello, no tú. Tú sólo hiciste lo que creías mejor en aquel momento, aunque no resultara serlo. Pero esto me hace recordar algo importante.

-¿Qué?

-¿Sigues practicando oclumencia Harry?- El silencio y la expresión del chico hizo innecesaria su respuesta- ¿Continuas teniendo sueños?- le preguntó angustiada la señora Figgs.

-Parece que Vold…- el nerviosismo de su vecina le hizo dejar el nombre a medias.- No. Parece que Quien-Tú-Sabes ya no penetra en mi mente, no al menos que yo sepa.

-¿Y la cicatriz?

-Tampoco ha vuelto a dolerme, no desde aquella noche.- Estaba comenzando a sentirse molesto con aquel interrogatorio.

-Bien Harry, tienes que intentar seguir practicando todo lo que Snape te enseñó. Debes prometerme que tratarás de cerrar tu mente para evitar futuras penetraciones externas.- El chico permaneció en silencio.- ¿Harry?

-Está bien señora Figgs, trataré- dijo no muy convencido.

-Espero haberte podido ayudar en algo Harry. Y, un consejo, no te alejes de tus amigos, ellos son más de lo que crees para ti y siempre te apoyaran en todo, incluso si te equivocas.

Harry se puso en pié y se dirigió hacia la puerta de salida, Arabella lo siguió para despedirlo allí.

-Señora Figgs ¿puedo venir a verla aunque no sea día de cita?- le preguntó tímidamente.

-¡Claro Harry!, estaré encantada de verte- le contestó estrechándolo entre sus brazos- siempre estaré para ti.

Se sintió parecido a cuando la señora Weasley lo abrazaba y, por primera vez pensó en la señora Figgs como en una amiga, y no como en esa vecina squib amante de los gatos. Le respondió el abrazo y se despidió camino de Privet Drive.

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Lo dicho, espero que no resulte cansado, hay que ir dando explicaciones.