CAPITULO 6

Cuando Tonks abandonó el privado Hermione se levantó del banco en el que había permanecido frente a Harry durante el almuerzo y fue a sentarse junto a él. Tímidamente apoyó su mano izquierda sobre el brazo derecho de Harry.

-¿Cómo estás?- Él la miró entristecido y apenas sin voz le respondió "Mal"-¿Qué puedo hacer Harry?

Ron los miraba con expresión preocupada pero no se movió. Sabía que Hermione era la más indicada para manejar ésta situación, como siempre, como en casi todas, más si se trataba de Harry.

-¿Podrías… abrazarme?- pidió Harry como un niño pequeño que reclama consuelo a su madre tras una mala pesadilla nocturna.

Hermione levantó las cejas sorprendida y abrió los ojos con exclamación. Era la primera vez que Harry le pedía algo así, la primera vez que se mostraba tan vulnerable ante ellos, ante ella. La sorpresa la abandonó tan rápido como llegó y, reaccionando velozmente, abrió sus brazos para envolver con ellos a Harry. Al principio él ni siquiera pareció notarlo, todo su cuerpo estaba en tensión. Unos momentos después la chica sintió como su amigo reaccionaba y le devolvía el abrazo, agachó la cabeza y se refugió entre su hombro y su cuello, lo sintió sollozar. Alargó un poco la mano que tenía sobre su cuello y le acarició el pelo, en todos esos años apenas se lo había tocado un par de veces para arreglárselo pero nunca se lo había acariciado así.

Harry se sintió reconfortado como nunca antes en su vida. Sintió el abrazo de Hermione incluso mucho más cálido que todos los que la señora Weasley le ofrecía y por eso se abandonó a él. Sin apenas darse cuenta había comenzado a llorar y eso, eso era muy raro en él. Desde pequeño había aprendido que llorar no le reportaba nada; ni siquiera de muy niño, cuando le asaltaban las pesadillas y despertaba llorando y gritando cegado por un gran resplandor verde había hallado consuelo por parte de sus tíos, así que… pronto aprendió que no debía de llorar. Hacía mucho tiempo que no lo hacía de aquel modo, tanto que no recordaba cuando fue la última vez que lloró así. Muy despacio se retiró de Hermione y antes de mirarla se enjugó el llanto retirándose las gafas. Luego, alzó la vista para encontrar los ojos de su amiga. En su cara encontró una sonrisa.

-¿Mejor?- le preguntó.

-Mucho mejor. Gracias Hermione.

Ron se levantó y acercándose a él le puso las manos sobre los hombros.

-Ya ha pasado lo peor Harry.

-No Ron, desgraciadamente, es precisamente lo que nos queda.

-Sabes que puedes confiar en nosotros- le dijo Hermione tomándole las manos- que siempre estaremos a tú lado, pase lo que pase y, que si necesitas hablar, estaremos ahí para escucharte. Siempre.

-Lo sé-dijo intentando sonreír- y cuando esté preparado para hablar de todo esto, vosotros seréis los primeros en enteraros.

Ron y Hermione se miraron, su amigo aún no estaba listo para confiárseles, lo conocían. Ya había sido bastante por hoy.

-Y bien, ¿no quieres ver tus regalos Harry?- dijo Ron alegremente.

El resto de la tarde la pasaron de tienda en tienda por el Callejón Dragón. Llegada la hora de volver a casa dejaron a Ron en el Caldero Chorreante donde usó la red Flú para llegar a casa y ellos tres volvieron al Londres muggles para tomar el metro.

Tonks lo dejó a la puerta de casa antes de que anocheciera. Cuando entró, tío Vernon comenzó a protestarle por las horas en que volvía, pero a él no le importó. A pesar de los malos recuerdos, había tenido el mejor cumpleaños de su vida después de los once, no iba a permitir que su tío lo arruinara. Subió directamente a su cuarto, abrió la ventana para dejar salir a Hedwig y poniéndose el pijama se recostó en la cama a admirar sus regalos. Ron le regaló dulces, como siempre, "es tan goloso" , pero el de Hermione lo había dejado sin palabras. Un reloj. No tenía uno desde que se le rompió en el Torneo de los Tres Magos. "Con cariño, Hermione" estaba grabado detrás. Contemplando su regalo y con la cabeza llena de pensamientos agradables se durmió…

Allí estaba de nuevo, un pasillo oscuro, sin ventanas, largo y, al fondo, la puerta. Lo recorrió silencioso y ansioso. Abrió, entró, otra vez esa sala circular y, de nuevo, sin dudar, se encaminó hacia la puerta indicada. La Sala de la Muerte. Ésta vez ni siquiera intentó avanzar, sacó su varita y se dispuso a seguir lanzando hechizos contra aquella barrera invisible que lo retenía. De nuevo, una noche más, sus intentos fueron vanos.

Unos días después todo estaba preparado para trasladar a Harry durante la noche a Grimmauld Place. Le había costado bastante tomar aquella decisión pero pensaba que tarde o temprano tendría que afrontar la realidad y, aunque estar allí sin Sirius sería extraño y penoso, pensó que al menos tendría cerca a sus amigos y estaría acompañado de la gente que de verdad lo quería. Ron y Hermione habían aceptado inmediatamente, y los señores Weasley y Ginny también irían. Supuso que no sería tan malo del todo.

Ésta vez el encargado de llevarlo fue Ojoloco, y aunque también fueron en metro el viaje no fue muy agradable. Sus pertenencias habían sido dejadas en casa de la señora Figgs para trasladarlas mediante la red Flú.

Cuando llegó a Grimmauld Place y se situó entre el once y el trece la pena lo invadió y por un momento deseó echar a correr y no entrar en la casa. Sentía el ojo mágico de Moody como si lo estuviera radiografiando internamente y así pudiera notar todos y cada uno de los sentimientos que lo llenaban en aquél momento. Haciendo de tripas corazón, pensó la consigna e inmediatamente la casa pareció inflarse de la nada justo delante de él.

Se abrió la puerta y una cabellera pelirroja apareció por ella, lo tomó de la mano y tiró de él hacia dentro, decidida e imperativamente, pero también con mucha suavidad. "SHHH!!!" -oyó que le decía-"ella está peor que nunca", y aún tomándolo de la mano lo condujo por el vestíbulo. Cuando pudieron hablar se volvió hacia él y abrazándolo lo saludó.

-Te he echado mucho de menos Harry.

-Gracias Ginny- le dijo con una medio sonrisa.

-Ven, vamos a la cocina. Te estábamos esperando.

Los primeros días allí no resultaron nada agradables. Todas las salas le traían algún recuerdo de Sirius, y la casa entera parecía echarle en cara su actuación alocada. Pero poco a poco y con la ayuda de sus amigos fue aceptándolo. Todos estaban allí, incluso Lupin.

Al tercer día de su llegada, Dumbledore pidió verlo. Hermione subió a su cuarto a buscarlo y le pidió que bajara, pero no le dijo que fuera él quien quería verlo. Mantuvieron una pequeña charla en la cocina, pero no le sirvió de mucha ayuda, no al menos en aquel momento.