Dedicado a Txiri por su cumpleaños. ¡FELICIDADES!

Nota: Esta vez me ha salido los personajes más tiernos, no lo pude evitar, jejee, yo quería seguir la linea que la primera parte, pero no me salió al final. Aunque también me gusta así, es diferente al otro. Espero que por lo menos le guste a la cumpleañera.

CRIATURA MALDITA (II)

Remus miró la gente que lo rodeaba. Nunca se había sentido tan incómodo en un lugar como en esos momentos. De vez en cuando, notaba como si los demás se girasen a observarlo con una sonrisa burlona, aunque quizá solo eran imaginaciones suyas. Deseaba salir de allí.

Se sentía tan solo...

James, Lily, Peter... todos muertos, y Sirius... Sirius estaba en el lugar que se merecía, encerrado en Azkaban. Pero aún así, con todas las pruebas en su contra, era incapaz de creer que él fuese el culpable de la muerte de sus amigos. Sirius Black jamás hubiese traicionado a sus amigos. Debía haber algún error. No podía creerlo. No quería creerlo.

Dolor, eso era lo único que era capaz de sentir. Se sentía solo, solo y traicionado. ¿Cómo podía volver a confiar en alguien, si la persona a la que más había amado, lo había engañado de esa manera¿Como iba a poder olvidarlo si ni tan siquiera era capaz de odiarlo después de todo el dolor que había causado con su traición¿Cómo podía odiarlo si nunca iba a dejar de amarlo¿Cómo iba a poder volver a amar otra vez a alguien que no fuese él?

Le dolía pensar en él después de todo lo que habían pasado juntos. Tras varios años de andar enamorado a escondidas de Sirius, este por fin había aceptado sus sentimientos hacía él. Remus creyó que explotaría de felicidad cuando su amado se le había declarado. Pero esa felicidad duró poco. No habían tenido tiempo de disfrutarla. Y, ahora se preguntaba si de verdad Sirius lo había amado alguna vez o si solo había sido una farsa, una mentira más. Esa incógnita lo destrozaba por dentro.

Remus prefirió dejar de pensar en todo aquello y se apresuró a saludar a sus antiguos compañeros de clase que habían asistido a la fiesta que se celebraba en el castillo de Hogwarts. El motivo, la caída del Señor Oscuro. Todos los altos cargos del ministerio se encontraban allí junto a las grandes personalidades de la sociedad mágica.

Realmente no entendía porque estaba en esa fiesta, rodeado de aquellos personajes. Él no era nadie comparado con ellos. Había accedido a ir después de la insistencia de Dumbledore. Era lo mínimo que podía hacer para agradecerle todo lo que había hecho por él. Su antiguo profesor se había esforzado por hacerle entender que debía salir y divertirse, que no podía quedarse encerrado en su casa presa de los recuerdos de una vida que había llegado a su fin y es que ya nada iba a volver a ser igual. Nada.

Y, cuando iba a salir por la puerta para desaparecer de aquella fiesta, algo le llamó la atención. Una larga cabellera dorada que solo podía pertenecer a una persona, la última que deseaba ver en aquél momento.

Lucius Malfoy entraba al gran salón acompañado de su hermosa esposa Narcisa.

Hacia dos años, la boda del heredero Malfoy con Narcisa Black había sido portada en todas las revistas del mundo mágico. Él había asistido al acontecimiento acompañando a Sirius. Había sido una boda perfecta, la boda que toda mujer deseaba. Música, centenares de flores, comida exquisita, decenas de invitados de la mas alta escala social... Poco después, la mujer se había quedado embarazada dando a luz hacía poco más de un año. Draco Malfoy era el nombre del niño y decían que sería una copia exacta de su padre.

En aquel instante se arrepintió de haber accedido a ir a la fiesta. ¿Cómo podía haber pensado que Malfoy no iba a estar allí? Ahora lo que menos necesitaba era encontrarse con él. Recordaba perfectamente el primer encuentro que había tenido con él y todos los que le habían seguido. Verlo allí solo aumentó su incomodidad.

Odiaba admitir que no había sido lo suficientemente fuerte para huir de Malfoy y cada vez que este lo buscaba, siempre acababa cayendo a sus pies. Se reprochaba su debilidad, pero se sentía tan bien cuando estaba con él... era la única manera que tenía para desfogarse y olvidarse de aquellos celos que le mataban cada vez que veía a Sirius con alguien que no fuese él. Aunque, después, aquel sentimiento de culpabilidad no le dejaba vivir tranquilo, especialmente cuando Sirius se le acercaba cariñoso y le preguntaba con un tono preocupada que le pasaba. Se sentía tan mal al mentirle, le daba la sensación de que estaba traicionando a sus amigos.

Si solo hubiese sabido lo que pasaría años después... quizá nada de todo eso hubiese pasado, quizá... Había tantos quizá...

Remus volvió a la realidad y notó como unos ojos azules y fríos estaban clavados en él. Le aguanto la mirada hasta que el rubio se giró hacía su mujer después de sonreírle. Sintió un escalofrío tras esa sonrisa, la misma que le había seducido tantas veces. Lo observó mientras hablaba con los demás invitados hasta que lo perdió de vista y ya no lo volvió a ver más en lo que duró la fiesta.

Remus pasó la resta de la fiesta conversando con un antiguo compañero de Ravenclaw y con su mujer, buscando inconscientemente aquella melena dorada que tanto le atraía y que parecía estar desaparecida. Pasada ya la medianoche, decidió abandonar la fiesta.

Era una buena noche para observar el cielo, se dijo cuando salió a los jardines. Se veía hermoso lleno de estrellas. Pudo reconocer algunas constelaciones, aún recordaba sus antiguas clases de astronomía. Como añoraba aquellos tiempos... Podría pasarse horas allí parado, observando el cielo y recordando...

-Creí que no te encontraría a solas ya.- dijo una voz a sus espaldas muy cerca de su oído.- ¿Me estabas buscando?

Remus se sobresaltó a la vez que se estremecía, tan absorto había estado en sus pensamientos que ni siquiera lo había sentido llegar y acercarse a él. Cuando se giró para observarlo, notó que sus cuerpos estaban muy cerca el uno del otro.

-Echaba de menos besar esta piel.- susurró mordisqueando el cuello del otro.- Es tan suave y cálida.

-Lucius, por favor, para.

-¿De verdad quieres que pare?

-Alguien podría vernos. ¿Y tu mujer?

-Narcisa esta en casa ya, por ella no te preocupes. Pero si lo que te preocupa es que alguien pueda vernos, podemos ir a otro lugar más discreto.

-No Lucius. Ese juego ya terminó en cuanto acabamos Hogwarts. No va a volver a repetirse.

-El juego terminó cuando empezaste a salir con Black, pero él ahora ya no está aquí. ¿Vas a serle fiel incluso cuando sabes que el os traicionó a todos?

-Cállate, Lucius.

-Pero si es la verdad, el maravilloso Sirius Black resultó ser un leal seguidor del que no debe ser nombrado. ¡Quien lo iba a decir!

-No seas cínico, Malfoy.- le recriminó no soportando que le recordara la traición de su amado.- ¿Tú... tú lo sabias?

-¿Si sabía el qué?

-Que él era un mortífago.

-¿Cómo quieres que lo supiese? Yo no soy uno de ellos.- dijo poniendo su cara más inocente.

-Por dios, Lucius, a mi no me engañas. Que nos conocemos muy bien.

-Sí, y todavía nos podríamos conocer mejor si aceptases mi propuesta.

-Te he dicho que no. No quiero tener que ver nada contigo. Aléjate de mi y no vuelvas a acercarte nunca.- le gritó apartándose de él bruscamente.

-No entiendes nada¿verdad?- preguntó el rubio amarrándole del brazo.- No te queda nada, Lupin. Mira a tu alrededor, estás solo. Tus amigos están muertos, tu amante esta encerrado de por vida en Azkaban... No tienes a nadie.

-¿Por qué me haces esto, Lucius?- Remus dejo de forcejear para separarse. El rubio siempre conseguía que se sintiese peor. Sintió como se le humedecían los ojos y unas finas lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas.

-Yo solo quiero ofrecerte un poco de alivio, Remus. ¿Por qué no me acompañas a mi casa? Allí podremos divertirnos y te olvidarás de todo.

-No.- dijo con poca convicción.

-No tienes que llorar por él. No lo merece.- Con delicadeza le limpió las lágrimas que continuaban cayendo por aquel dulce rostro.

Lucius levantó la cabeza de Remus hasta tenerla a su altura y la atrajo hacia así. El castaño no tuvo fuerzas para separarse y correspondió al beso. Quizá Lucius tuviese razón.

Y, entre los brazos del rubio, se dejo llevar.

Cuando volvió a ser consciente de lo que sucedía, ya se encontraba en la Mansión Malfoy, más exactamente en la habitación de su amante y este lo estaba besando fogosamente. Y se sintió deseado.

Lucius lo besaba mientras acariciaba su espalda y de golpe le arrancó la túnica de gala que vestía. Le acarició la piel que había quedado a su completa merced a la vez que Remus depositaba suaves mordiscos en la pálida piel.

-Oye, mi pobre túnica.- dijo el castaño con un puchero.- Creo que voy a tener que castigarte por destrozar mis más valiosas pertenencias.

El rubio soltó una risilla al sentir de improvisto la lengua del otro jugueteando con uno de sus pezones y se apretó más contra su cuerpo haciéndole sentir la excitación que crecía a momentos.

-Eres malo Malfoy, muy malo. Voy a tener que enseñarte a comportarte.

-Hoy no lobito. Por hoy eres mío. Pero estaré encantado de que me castigues otro día.- Y Remus no tubo ningún motivo para llevarle la contraria.

Lucius apresó los glúteos de su amante y sus dedos siguieron el contorno de los muslos provocando que la garganta de Remus no pudiese impedir un gemido. Lucius observó aquellos ojos miel brillar de placer y sintió crecer el suyo propio.

Remus era una hermosa y exótica visión, de eso no cabía duda. Todo en el era seductor, la manera en que arqueaba su espalda buscando más contacto, la manera en que se mordía el labio inferior, la manera en que sus manos se aferraban a las sabanas, sus mejillas sonrosadas, el brillo de sus ojos, su suave piel, su fino pero musculoso cuerpo... Era lo más deseable que había visto jamás, y él tenía la suerte de poder poseerlo.

Y, sin dejar de observar aquella imagen, instintivamente, lo besó.

Nunca besaba a sus amantes, pero él era una excepción en todos los sentidos. Si las cosas se hubiesen dado diferente... si él no hubiese sido el Lucius que era... posiblemente el hombre que se encontraba debajo suyo hubiera sido el único capaz de robarle el corazón. Sabía que en otras circunstancias, hubiera caído locamente enamorado de él.

Remus sintió como la l ágil lengua del rubio exploraba con creciente impaciencia cada rincón de su boca, mientras sus manos continuaban recorriendo su cuerpo deteniéndose en cada uno de sus puntos más sensibles, dejándolo sin aliento. Cerró los ojos y se dejo llevar por las oleadas de placer que recorrían su cuerpo ante cada caricia.

Lucius bajó hasta su vientre dejando un camino de besos en el pecho de su amante. El cuerpo de debajo suyo tembló de placer y se arqueo cuando de golpe la lengua del rubio abandonó su ombligo para dirigirse hacía su entrepierna. Lucius sonrió al sentir como la respiración del otro cada vez se hacía más entrecortada.

Malfoy abrió las piernas del otro dejando a su vista del el orificio que tantas veces antes había penetrado. Remus suspiró creyéndose enloquecer al sentir la lengua del otro en aquella parte tan intima.

-¡OH, Dios, Lucius!- gimió aferrándose más fuerte a las sabanas.

Lucius se separó y sin preparación ni nada lo penetró con delicadeza. Remus hizo una mueca de dolor y el rubio se detuvo. No sabía porque pero esa noche no deseaba que fuese como las anteriores, sexo salvaje sin preocuparse por nada. Esta vez quería algo especial, sabía que seguramente esa sería la última vez que estarían juntos de esa manera y, por alguna razón no quería hacer más daño al otro, deseaba que también fuese algo especial para él, algo que jamás pudiese olvidar.

-Por favor... no... No pares.- el cuerpo de Remus temblaba y se arqueaba pidiéndole que continuará y cuando se dio cuenta, el también estaba temblando de deseo.

Lucius obedeció a su amante y empezó a moverse dentro de él lentamente. Sus respiraciones aceleradas y sus gemidos llenaban la habitación. Remus se estremecía entre sus brazos ante cada embestida y Lucius solo pudo acelerar el ritmo perdiendo el control de su mente.

Los cuerpos vibraron liberando el placer que contenían y Lucius se desplomó sobre el cuerpo del castaño, exhausto. Y así pasaron unos largos minutos antes de que Lucius se apartara de encima de él parar caer sobre la cama a su lado. Sintió como unos brazos apresaban su cuerpo y abrió los ojos para mirar al otro hombre que yacía a su lado con los ojos cerrados. Estaba dormido.

Lucius correspondió al abrazo sorprendido de sus propias acciones y no pudo evitar una sonrisa tierna al escuchar como entre sueños el otro hombre murmuraba su nombre.

Quizá si todo hubiese sido diferente, él podría haber sido feliz con la persona que ahora soñaba a su lado.

FIN