Capítulo 1. La vuelta.

El pequeño pueblecito de Hogsmeade se levantaba después de una noche de intensa nevada. El frío calaba las austeras ropas de los Weasley, que volvían a sus casas, ansiosos por ver a su familia. Los primeros eran el primogénito de la familia, Bill, y Arthur, el patriarca de su familia. Les seguían un par de soldados, Fred, George Percy y Charlie, y por últimos más soldados, entre los que se mezclaban Ron y su mejor amigo, Harry Potter. El joven Potter podía considerarse uno más de la pandilla Weasley ya que se había criado con ellos, pero a pesar de ello tenía sus propios títulos y su propio territorio. Cada uno ansiaba algo diferente, pero todos estaban de acuerdo en que cuanto antes llegaran a casa mejor estarían. Ron echó un vistazo al pequeño pueblo y advirtió que, excepto por un par de mujeres madrugadoras, todo estaba en absoluto silencio. Estas mujeres los miraban extrañadas y a la vez ilusionadas, como si a esa remota ciudadela no hubiese llegado la noticia de que, por fin, la guerra había terminado. Miró disimuladamente a su amigo y observó que tenía la mirada perdida desde hacía largo rato.

¿Qué pasa, Harry?- preguntó su pelirrojo amigo sobresaltándolo- ¿Dónde tienes las ideas? Perdona Ron- sonrió su amigo- Tengo tantas ganas de volver que nublando al mente se me hace el tiempo más corto.

El pelirrojo sonrió y fijó su vista en el camino. Harry también volvió la cabeza y se abandonó a los pensamientos que absorbían su mente. Volvería a verla, por fin. Llevaba tanto tiempo deseando estar con ella que le daba miedo ese momento. Por su mente pasó su sonrisa, con esos labios carnosos y deseables, rojos como las fresas, y las perlas de sus dientes inmaculados, que ella trataba con muchísimo cariño, pues la limpieza era tan importante como la religión que profesaba. Sus ojos le sonrieron en su mente, pero también se preocuparon, última mirada que le había pertenecido desde que se fue, y su pelo rojo, algo más oscuro que los de sus hermanos al tratarlo con esencias especiales, le recordó a su olor, mezcla de flores y esencias sin nombre que ella misma fabricaba. Se sonrojó al pensar en sus voluminosas cuervas y su porte de noble...Era tan maravillosa que más parecía un ángel.

Distintas voces lo sacaron de nuevo de sus pensamientos que le obligaron a ver dónde se habían parado. Era la entrada al castillo de los Weasley.