N/A:¡Hola chicas! Siento muchísimo que el primer capítulo haya sido tan corto, pero no os preocupéis, porque los iré haciendo mas largos conforme se vaya formando la historia. Muchas gracias por leer mi historia y espero no defraudaros...

Besitos a todas, y en especial a Arwen chan, por enseñarme a manejar esta página.

Capítulo 2. Los Weasley

Harry entró al castillo y rápidamente se despojó de la capa mojada. Esperaba ver corriendo a una jovencita pelirroja hacia él, abrazarlo y darle un beso de hermanos, como cada vez que Ron y él volvían de cazar. Pero pensó que de eso ya hacía tres años y que, por mucho que quisiese, la pequeña Virginia estaba creciendo. Hacía ya dos años que no la veía, pero recordaba perfectamente su carita melancólica al despedirse de él. Lady Weasley los recibió a la entrada del castillo con una sonrisa que le cruzaba toda su bonachona cara. Detrás estaban Fleur, la esposa de Bill, Angelina, la esposa de Fred, Penélope, la esposa de Percy, y Alicia, la esposa de George. Todas los recibieron con saludos y besos, pero Harry notó cómo algo le faltaba...

Madre- preguntó Ron cuando ya todos estaban sentados en una de las salas del inmenso castillo- ¿Y Virginia?

Por fin alguien hacía la pregunta que le rondaba por la cabeza.

Se ha ido a cabalgar- a lady Weasley se le tiñó el rostro de tristeza- la pobre estaba tan triste y melancólica desde que os fuisteis que me pareció recomendable que salieron con su dama a pasear, y ya sabes el amor de tu hermana por los caballos.

La verdad es que nuestra Virginia es una auténtica amazona- recordó Fred mientras abrazaba con fuerza a su esposa.

De todos nosotros es la mejor- asintió su gemelo.

La mañana pasó tan rápidamente que a Ron se le hizo extrañamente corta. Comparada con las largas horas de campaña, aquella tarde había sido un soplo de viento fresco. Y sin embargo, había cosas mejores, como los ojos de esa joven que no dejaba de mirarlo sin disimular. Era hija de unos banqueros de la zona, y vivían tan cerca que su madre los había hecho llamar para celebrar la vuelta de todos los hombres. El sr. Granger también había participado en la contienda. Y ella, Hermione Granger, era su hija. No sabía que era lo que le gustaba más de ella, si sus inteligentes ojos marrones o su boca rosada. O tal vez eran sus ganas de discutir con pasión sobre cualquier cosa. Discutían hasta sobre el tiempo. Y ella, esa gran mujer, era desde hacía tres meses su prometida. Cogió su mano y la apretó. Ella le miró y con los ojos le demostró toda su felicidad.

Corra Lady Virginia- la animaba su dama de compañía, Luna- Vuestra madre nos matará.

Me matará a mí- sonrió la pelirroja, que no le importaba tanto la regañina de su madre como la libertad que había sentido antes, cabalgando con el cabello suelto- A ti sólo te despellejará.

Luna puso cara de espanto y Virginia soltó una carcajada. Ambas subieron las escaleras del recibidor y la primera se despidió con la mano de la segunda.

Nos vemos después- susurró.

Está bien- asintió la otra.

Virginia respiró y abrió la puerta del comedor. Seguramente ya abrían comido sus cuñadas y su madre, pero tampoco era la primera vez. Su sorpresa fue mayúscula cuando una multitud de personas la miraron como si fuera un raro espécimen.

Y ella se dio cuenta tarde de que llevaba puesto el traje de montar, y que ésta consistía en una camisa amarillenta por el polvo del camino y unos pantalones de montar con botas a juego. Su pelo estaba desaliñado y olía a campo.

Buenos...- pero no pudo terminar, porque dos hermanos se acercaron rápidamente y al abrazaron.

¡¡Ginny!!- Fred y George llevaban a Virginia hasta la extenuación con sus abrazos de hermanos- ¡Qué de tiempo sin verte! Que guapa y que alta estás!

Ella siempre ha sido guapa- dijo Charlie, que la miraba con dulzura. Quitó de un tortazo a sus hermanos y besó a su hermana en la frente.

Ya hemos descubierto que tienes un amigo más fiel que nosotros- exclamó Ron con sorna, aunque no se aguantó las ganas de abrazar con fuerza a su hermanita menor.

Bill y Percy también la saludaron, aunque el último de una forma mucho más fría que los demás. Pero ella ya se había acostumbrado a los modales de su hermano, y lo único que no entendía era qué le había visto Penélope a ese cabeza de chorlito.

Harry se mantuvo en una esquina observando los ademanes de la joven. Tal y como venía parecía más una campesina que una hija de condes, pero de igual modo le gustaba. Él también sintió la tentación de acercarse y besarla, estrecharle entre sus brazos y no dejar que se escapara, contarle que para sobrevivir en la guerra se había aferrado a su olor y a su recuerdo. Enseñarle el pañuelo empapado de su aroma que llevaba en el bolsillo. Pero no podía hacerlo, ella era ahora algo muy diferente a lo que fue. Era un señora, y como tal, besó su mano con elegancia y le preguntó cómo estaba. Notó un deje de tristeza en sus ojos oscuros, pero ambos siguieron con el teatro que tanto odiaban como si fuese lo más normal de todo.

Virginia anunció que iba a cambiarse, y todos prometieron esperarla para comer. Bajó al cabo de quince minutos vestida con un sencillo vestido verde y rosa. Se había recogido el pelo en un moño sencillo y había bajado. Aunque la comida fue amena y divertida, puesto que con los gemelos todos se reían, Virginia no habló casi nada. Harry la veía disimuladamente desde el otro lado de la mesa, pero no acertaba a saber qué oscuros pensamientos la rodeaban. Esperó a que todos terminaran de comer y vio como la joven se marchaba disimuladamente alegando jaqueca. Él también se retiró, para ver cómo Virginia se encontraba con su criada y ambas salían hacia el bosque con dos caballos. ¿Dónde iba? El joven quiso averiguarlo, pero su amigo Ron lo interrumpió, pidiéndole que charlaran un rato.

- Está bien, Ron- decidió no decirle nada, ya sabía cómo era con su hermana.