Este capítulo se lo dedico a dany black, ya que gracias a esta persona voy a seguir el fic. Muchas gracias por devolverme la confianza en esta historia.
Capítulo 4. Pasos.
Tomaba el té con cuidado, agarrando con un solo dedo la taza de fina porcelana blanca. Recostada entre los amplios almohadones, Ginevra observaba acompañada de sus cuñadas y su madre a sus sobrinos aprendiendo a bailar. Se encontraba algo aburrida y somnolienta, y es que desde hacía meses no había vuelto a cabalgar sola. Siempre la acompañaba su hermano Ron, y a veces Harry, pero nunca estaba libre para empezar a cabalgar libremente.
Además, se encontraba muy ocupada preparando la boda de su hermano y Hermione. Harry también le quitaba parte del tiempo hablándole del futuro, y es que el moreno y su padre habían empezado a hablar de matrimonio. A ella, por supuesto, no le habían comentado nada sobre si estaba de acuerdo o no, pero todo el mundo sabía que ella estaba enamorada de él desde la más tierna infancia.
El sol apretaba con fuerza y el cielo brillaba en un color límpido y sin nubes. Luna, su dama y mejor amiga, sudaba enfundada en su vestido parduzco, mientras bordaba en sus pies la mantilla que se pondría en la boda. Ella misma sudaba enfundada en aquél estúpido vestido, encerrada en su casa, aguantando las charlas aburridas de sus cuñadas, ansiando notar el viento en su cara, el agua en sus cabellos, el olor del bosque en su nariz. Quería quitarse el vestido, el corpiño y todo lo que le daba calor, estremecerse de gusto al entrar en las frías aguas del lago y nadar libremente. Soltó un suspiro al pensar en ello.
-Hace calor-Fleur también sudaba, embarazada de nuevo. Su hermano no se había dado tiempo para volver a preñarla.
-Mañana lloverá-asintió su madre, que bordaba, junto a sus otras cuñadas.
-¿Cuándo volverán?-pensó en voz alta Angelina.
-Por la noche-contestó Alicia, que no miraba nada más que a la tela de encaje blanca-Tarde.
Ginevra sonrió. Acababa de olvidar que los hombres no estaban aquél día, que esa tarde ella era libre. Observó el reloj de sol que estaba impreso en la mesa. Aún podía ir a dar una vuelta. Se levantó resueltamente, dejando el té a la mitad, se dirigió a su madre y se inclinó ceremoniosamente ante ella.
-Madre-dijo sutilmente-¿Cabría la posibilidad de que me permitieseis ir a dar una vuelta?
Su madre la observó suspicazmente y luego asintió.
-Sabía que me lo pedirías-luego se volvió a sus nueras y las miró duramente-Y de esto ni una palabra a nadie.
Todas prometieron cerrar el pico, y Fleur y Alicia besaron a Ginny antes de que se fuera.
-¡Trae moras silvestres!-gritó la primera, tocándose la horrible panza.
-Refréscate por nosotros-le recomendó Penélope, secándose con un pañuelo de lino la frente y el prominente escote de su vestido azul cielo.
Ginevra no esperó un segundo más y se encaminó felizmente hacia su dormitorio para cambiarse las ropas. Luna la seguía con una sonrisa en los labios que no podía disimular. Al entrar se cruzaron con Neville, el mayordomo, que traía una carta para su padre.
-No está-le dijo Luna mirándolo alegremente con sus ojos azules-¡Y nos vamos a cabalgar!
-Es muy importante, se la daré en cuanto venga-
Ni siquiera preguntaron de quién era la carta, pues en esos momentos les daba igual. Sólo querían salir y cabalgar. Luna dio aviso a los criados de que ensillaran sus dos corceles, y en menos de media hora ya salían por las puertas del castillo.
-¿Hacia dónde nos dirigimos, señora?-preguntó Luna, casi tan excitada como ella.
-Hacia el lago-gritó ella-¡Vamos a darnos un baño!
Ambas rieron, locas de alegría.
Cabalgaron durante más de una horas, hasta que observaron la linde de un hermoso bosque de pinos y abedules, poco profundo. Se internaron con cuidado en él y al cabo de un rato llegaron al lago- Allí casi no llegaba el sol, pero no por eso el calor era menos agobiante, y ella casi no lo pensó. Se quitó la ropa, dejándola enmarañada al lado de unos arbustos, y se sumergió en el agua. Tembló durante un largo rato, ya que el agua estaba helada, pero no por ello se salió antes.
Luna la observaba desde la orilla sonriendo, mientras cogía piedras y las lanzaba. Luego se desapareció un rato y volvió con un cesto repleto de moras.
-Parece que este año nadie ha hecho al recolección-se rió cogiendo unas cuantas.
La pelirroja se acercó también y comenzó a comer mientras chapoteaba sentada en la orilla.
De repente, y antes de que ellas se dieran cuenta, unas sombras se cernieron sobre ellas.
-Vaya, vaya, si es la señora Mars-
Ginevra se dio la vuelta y se encontró con los grises ojos de Draco Malfoy, su vecino y uno de los condes más poderosos e influyentes, que la miraba con su horrible sonrisa en los labios.
-Conde Malfoy-lo saludó ella echándose la capa rápidamente por encima. Él rió.
-Por mi parte no hay problema de que sigáis chapoteando, mi señora. Y creo que a mis esbirros-señaló a dos hombres fuertes y grandes que aguantaban a los caballos-tampoco les importa disfrutar de vuestros magníficos encantos.
Luna contestó con algo hiriente, que sin duda molestó al muchacho, pero la pelirroja se puso entre los dos ante de que éste le pegara, como tenía intención de hacer.
-Es mi sirvienta, no la vuestra-le advirtió.
-Y dígame, condesa ¿Qué hace usted por aquí?-
-Refrescándome ¿Es acaso dañino?-
-Por favor, eso resultaría imposible. Además, ya sabéis lo bien que nos hemos llevado nosotros en otros tiempos.
Ginevra no supo si reír o llorar, y por no hacer ninguna de las dos cosas se mantuvo imperturbable. Pasó como un relámpago por su mente la imagen de ella y el rubio en posiciones comprometidas y él, su marido, sentado, disfrutando del espectáculo como él lo llamaba, mientras él se beneficiaba de su mujer. Extrañamente, también gracias al rubio había logrado dejar de hacer eso. En el fondo sentía cariño por él.
-Los tiempos pasaron, y espero que no vuelvan-suspiró Ginevra colocándose correctamente la capa-Y ahora os pediría que vuestros esbirros y vos os dirigierais hacia otro lugar mientras mi sirvienta y yo nos arreglamos y nos vamos.
-¿Queréis que os acompañe hasta el palacio, mi señora?-
-No, gracias. Podremos ir nosotras solas-
-Entonces hasta luego-
Y haciendo una reverencia, Draco Malfoy se marchó.
Ginevra se mantuvo imperturbable hasta que el joven desapareció y luego respiró fuertemente.
-Nunca había pasado tanta vergüenza-admitió Ginevra ruborizándose y colocándose la ropa. Se recogió el pelo y se calzó las botas de montar.
Luna aún temblaba. Seguía con los pantalones y la camisa puesta, pero el cesto aún lo llevaba bien asido al brazo y sus botas estaban debajo del viejo pino dónde esperaban los caballos.
-¿Qué es lo que compartisteis?-preguntó curiosa.
-Nada-exclamó seria-No quiero que le digas a nadie nunca lo que has escuchado. Eso es un secreto que me llevaré a la tumba. Ni siquiera mis hermanos lo saben. Nadie lo sabe.
-Sí señora-
-Y vámonos rápido. Pronto anochecerá-
El camino de vuelta fue mucho más silencioso.
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-Así que ahora también tenemos a nuestro favor a los marqueses de Pein-afirmó con orgullo Percy mientras se lo explicaba todo a su madre, que lo miraba intentando mantener la conversación con su hijo sin bostezar.
Casi ninguno lo escuchaba. Incluso su esposa, que era su incondicional, estaba siendo partícipe en otra conversación. Ésta la formaban Alicia, Angelina, ella y Fleur. Las cuatro charlaban sobre las telas que irían a ver a la mañana siguiente al mercado, dónde se comprarían las mejores para la boda.
Otra conversación era la que mantenían sus hermanos, y en la que podía averiguar sólo palabras y risas, nada más. Tampoco le interesaba. Y su padre, presidiendo la amplia mesa, releyendo por enésima vez aquella carta que Neville le había entregado al inicio de la comida. Ni siquiera había probado la trucha de su plato, aunque era su pescado preferido.
Ella tampoco la había probado, se había conformado con tomar un poco de manzana troceada y agua helada para contrarrestar el sofocante calor de aquel Julio. Luna, de pie esperando cualquier señal suya para retirarse, parecía adormilada. Sólo sus hermanos parecían algo activos.
-Apenas has comido-le sonrió su hermano Charlie tomando su plato y devorándolo. Ella le devolvió la sonrisa.
-El calor me agobia, creo que me iré a dormir-
-¿No quieres saber qué tal nos ha ido en la ciudad? Normalmente estás muy interesada en esas cosas-
-Pensé que Harry vendría a cenar-suspiró pensativa. Charlie frunció el entrecejo.
-¿Por eso no comes?-le refutó enfadado.
-No. Sólo creí que vendría a cenar, ya que hace casi dos semanas que no nos vemos-
-Está un poco ocupado con su condado. Nerling necesita de su amo ahora-sonrió él rematado la trucha de su hermana.
-Ya. La temporada de la lana-
-Los mejores mercaderes de los países más cercanos viajarán hasta Nerling, y los más ricos se hospedarán en su palacio. Harry debe estar preparado-
Ginevra suspiró. La luz de las velas era suave y delicada.
-Nerling debe estar tan hermoso ahora, con todos los jazmines del castillo en flor, las damas de noche y su tenue olor a verano flotando en el aire-sonrió, cerrando los ojos y soñando con el palacio de Harry.
-Casi tan hermoso como nuestro Sheguerd-refunfuñó Charlie tomando un poco de vino blanco- Casi tan hermoso.
-Me voy a dormir-susurró Ginevra. Se levantó y a continuación se despidió de todos. Besó a sus padres en las mejillas y le hizo una señal a Luna. Ésta se despertó de su ensoñación y se acercó a ella- Vamos, Luna.
-Sí, señora-murmuró la criada rubia.
Ambas subieron la amplia escalinata bostezando, pero al llegar a su habitación, ninguna tenía sueño. La ensoñación y el ambiente cargado habían desaparecido.
-Señora-le susurró Luna mientras terminaba de soltar las trenzas del peinado de su suave pelo rojo.
-¿Sí, Luna?-
-Podéis creer que soy una maleducada por preguntaros esto pero ¿Alguna vez habéis estado enamorada?-
Ginny se dio al vuelta, sorprendida, y asintió poco después.
-Quizá ¿Por qué?-
-Quería saber cuáles eran los síntomas-
-¿Síntomas?-Ginevra rió dulcemente mientras se quitaba el bello vestido dorado y dejaba las joyas en su tocador-El amor no es una enfermedad. Es...algo diferente.
-¿Diferente?-
-Cuando te enamoras no puedes dejar de pensar en esa personas. Ansías olerla, besarla, estar con ella durmiendo o andando, despierto o soñando, pero con él. Quieres verlo a todas horas, quieres...-de repente se dio cuenta de con quién hablaba- ¿Y por qué quieres saberlo?
Luna se ruborizó y se apresuró a esconder su rostro tras el lavamanos.
-Por nada señora, por nada-
-Luna-susurró Ginevra dulcemente- ¿Estás enamorada?
-Daría lo mismo, señora-dijo tristemente la mujer rubia abriendo la cama ancha y quitando las pesadas mantas- Yo no me puedo casar.
-Al menos decidme quién es, y si yo puedo, procuraré que os casen-
-Neville-susurró tan bajo la sirvienta que Ginny lo supo por leer sus labios.
-¿Neville? Vaya, es un hombre...bueno, muy honrado.-
-Lo es, señora, y me ama. Pero ambos sabemos que no podemos casarnos hasta que tengamos una casa fuera de aquí-
-No te preocupes, Luna, yo te ayudaré, yo te ayudaré-
-¡Gracias, señora!-
Y estrechándola por la cintura, Luna comenzó a sollozar de alegría mientras disfrutaba de las caricias de su ama.
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El mercado bullía en actividad aquella cálida mañana. El sol brillaba brumosamente entre las nubes, y los mercaderes gritaban sus mercancías o regateaban con los clientes. Todos los Weasley se dirigieron hacia el mejor puesto del mercado. Elegirían las telas allí, y luego sus dos sirvientas confeccionarían lso vestidos. Ginevra pensó que se derretía en ese vestido color zafiro de suave seda. A su lado marchaba Charlie, que refunfuñaba cada vez que alguien chocaba, lo cuál era muy a menudo.
-Podíais haber mandado a dos sirvientes y no tendríamos que haber venido todos-rezongaba.
Pero ninguno otro se quejaba. El bullicio era encantador, y ella disfrutaba viendo las brillantes telas, las suntuosas joyas y los delicados nácares. Deseaba llevárselo todo, pero las arcas del reino no estaban para sus caprichos. Se conformó con elegir una tela color crema y algunos nácares para el tocado. Bordaría la tela en dorado y quedaría precioso.
Sonrió. Le encantaban los nácares para el tocado.
-En ellos brillará vuestra mirada-susurró una voz de hombre. Ella lo reconoció al instante.
-Conde Malfoy-dijo entre sorprendida y azorada.
-Esos nácares son preciosos-
-Lo sé, los llevaré en la boda de mi hermano-
-Espero veros tan hermosa como ahora-dijo inclinándose en una reverencia.
-Gracias-
Abrió su abanico de plumas blancas y se tapó la mitad de la cara con ella, para que sólo se le vieran los hermosos ojos color chocolate.
-Tengo un regalo para vos-
-No creo ser merecedora de un regalo vuestro, señor-
Draco rió.
-Lo seréis, lo seréis, mi señora-y le tendió una caja.
-Muchas gracias-
Y se la tendió a Luna, que la cogió con la sorpresa escrita en la cara.
-Debemos irnos, señor-le dijo uno de sus sirvientes.
-Adiós condesa-susurró tomando su mano enguatada en encaje.
Pero antes de que se la besara, un movimiento brusco se lo impidió.
-¿Cómo osáis besar a mi dama?-exclamó rojo de furia Harry Potter.
-Perdonad, conde, pero que yo sepa esta mujer no lleva ningún signo de que sea vuestra dama-
Y en efecto, así era.
-No hace falta que lo lleve, eso se sabe a trece leguas de aquí-
-Entonces mi palacio debe estar a catorce-se volvió con desdén y miró a Ginny-Señora...mis disculpas.
Ginevra hizo una discreta inclinación y esperó a que Draco se fuera para enfrentarse con Harry.
-¿No podíais haber sido más maleducado?-
-¿Maleducado yo?-exclamó algo airado Harry-¡Era él quién besaba a mi dama!
-Para el caso que me hacéis últimamente. No me extraña que nadie sepa, excepto por las habladurías de la gente baja, que yo soy vuestra dama-
-He estado muy ocupado-
Ginevra rió desdeñosamente.
-No es muy buena excusa, conde Potter-
No hablaron hasta que llegaron al palacio de los Weasley. Allí Harry logró quedar a solas con ella en la biblioteca. La joven se había refugiado en la sala, pero él la había encontrado. Se había inclinado a su lado, apartándole el libro que leía despistadamente y cogiéndole las manos, mirándola a su vez con los ojos verdes sinceramente, besando su suave piel.
-Perdóname-le suplicó-No puedo soportar que te toquen.
Ginevra sonrió, al fin y al cabo que le encantaba que Harry demostrara sus celos. Eso significaba que la quería mucho.
-Te perdono-
Ginny se agachó y lo besó en los labios. Era la primera vez que besaba al moreno, y se sorprendió de lo mucho que le gustaba que su barba le acariciase el rostro, del breve aroma a jabón de su piel y de la pasión que ponía en cada gesto. Le sorprendió lo mucho que le excitaba el sentir sus manos en su cintura.
-Te quiero-dijo ella. Él sonrió.
-Yo también-
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¡¡Hola!!
Bueno, tras casi nueve meses de espera aquí tenéis el cuarto capítulo de mi primera historia. La verdad es que he tardado tanto en escribir porque me abrumé mucho al ver que no me dejabais reviews...Espero que si os gusta me dejéis reviews, aunque sea sólo para decirme que es una porquería.
Por cierto, los condados de Nerling y Sheguerd son inventados, y todos los personajes aquí escritos son de J.K. Rowling, que tuvo más imaginación que yo.
Un beso......
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