Capítulo 7.Disputas entre padre e hija.
Las palabras de Harry no habían sido olvidadas, y durante el resto de la cena, dieron vueltas en la cabeza de Ginevra. Draco había jurado y perjurado que eso era mentira, y que si no lo era, él no sabía nada. Por otra parte, ella conocía la antipatía que desde siempre habían sentido Lord Lucius Malfoy y su padre. Entonces ¿por qué habían aceptado? Una cosa diferente sería que su honor se hubiera visto en peligro con el rechazo de Harry pero si fuese en realidad al revés. ¿Qué otros intereses podría haber?
A eso de las doce se disculpó y se marchó a sus habitaciones algo frustrada y alicaída. Luna la esperaba con una sonrisa en su cara. Le quitó la ropa sin querer decirle lo que la tenía tan feliz y le peinó el cabello escuchando en silencio todo lo que a Ginny le había pasado en esa noche. Pidió con emoción que le enseñase el anillo y suspiró enormemente cuando lo vio.
-Pero señora, si ya le ha dado el anillo ¿Entonces que habrá en esa caja que le entregó en el mercado?-
Ginny se volvió sobresaltada.
-¿De que caja hablas?-
Luna fue hacia el armario y sacó la caja que Draco le había entregado hacía ya casi tres meses, cuando todo era tan diferente de ahora que parecía haber pasado más tiempo.
-La encontré buscando vuestro camisón de boda. Vuestra madre me pidió que lo preparase-
-Ya veo-cogió la caja y con miedo y emoción la abrió.
Lo primero que vio fue algo brillante. Al sacarlo, observó que era el vestido más hermoso que había visto nunca. Estaba hecho en seda plateada y era tan suave y vaporoso que parecía no pesar. El escote estaba cuajado de pedrerías, y en el centro, brillando como una estrella, un diamante en forma estrellada.
-¡Señora!-exclamó Luna tan sorprendida que no podía decir otra cosa.
-Lo sé, Luna, es increíble-
Miró dentro de la caja y sacó un velo fino blanco de seda y un par de zapatos. Al fijarse mejor, vio que estaban hechos de…
-¡Cristal, diamantes y zafiros pequeños!-exclamó Luna que no dejaba de mirarlos- Señora, sólo estos zapatos valen lo mismo que vuestro palacio.
-Y la tiara es impresionante-declaró Ginevra tomando entre sus manos la preciosa obra de arte.
Era muy fina. Algo alta por el centro, bajaba en forma de sinuosas curvas y en ellas brillaban zafiros que quedaban apagados ante el fabuloso diamante que portaba en la parte más alta.
-Y ni una nota-señaló Ginevra-Y está claro lo que es.
-¿Qué es?-
-¡Luna! ¿Aún no te has dado cuenta? Es mi traje de novia-
-¿Vuestro traje de novia? ¡Vais a ser a novia más lujosa hermosa de todas!-
-Esa no es la cuestión-le espetó Ginevra-La cuestión es que hace tres meses Draco ya sabía que yo me iba a casar con él. Y sin embargo supuestamente Harry y yo aún estábamos prometidos.
-¿Qué quiere decir, señora?-
-Que aquí hay gato encerrado Luna. Y yo voy a descubrir todo este entramado-
-Tenga cuidado, que puede meterse en problemas-
-Tranquila, querida, iré con pies de plomo-
Al día siguiente todos sus hermanos partieron hacia sus respectivas casas. El palacio se quedó vacío sin las risas de sus sobrinos, las bromas de los gemelos o las conversaciones de los demás. Ron y Hermione fueron los primeros en irse, argumentando la cantidad de preparativos que tenían que hacer, y el último fue Charlie, que mantuvo una larga conversación con ella durante el desayuno.
En realidad a ninguno de sus hermanos ni cuñadas le hacía gracia que la pequeña Ginevra se casase con Lord Draco, sobre todo tras su frustrado matrimonio con Mars, pero ninguno hizo mención alguna. En realidad, daba igual lo que dijesen, no se tendría en cuenta. Angelina se limitó a fruncir el ceño y Hermione a abrir la boca de sorpresa, para después disculparse por no poder tragar "un bocado más", cosa que parecía haber ofendido a su marido.
Su madre no había aparecido para desayunar y su padre aseguró que sólo estaba algo cansada por anoche, aunque Ginny sospechó que era algo más. Con toda su buena educación le pidió a su padre que le concediese unos minutos esa mañana, pero él había preferido esperar a la tarde, después de la siesta que obligatoriamente debía tomar.
La comida fue frugal, apenas algo de sopa de marisco y un trozo de pescado asado que Ginevra desechó. Esa vez comió sola, pues ni su padre ni su madre se dignaron a aparecer. Acostumbrada a las comidas en que sus hermanos acababan armando un gran jaleo, esa comida fue deprimente para la joven. Pasó la hora de la siesta paseando con Luna por el jardín e intentando sonsacarle el porqué de su sonrisa.
-Sólo es felicidad por vos, señora-decía, pero Ginny no se lo creía.
-¿Qué tal con el mayordomo, Luna?-
Ésta se ruborizó e intento cambiar de tema, pero Ginny no le dejó.
-Me ha pedido que nos casemos, señora-
-¿Cómo?-exclamó Ginevra sin poder evitar su sorpresa.
-Quiere que deje de serviros y nos casemos-el rostro de Luna se entristeció un poco-Pero le he dicho que no.
-¿Por qué, Luna?-
-No podría dejaros después de tantos años-confesó la rubia- Además, tampoco sé si quiero hacerlo.
-¿Lo amáis?-
-Si señora, pero no sé si él me ama en realidad o sólo soy un capricho-
-No creo que a un capricho le pidiese en matrimonio, Luna-
-Neville ya ha pedido a tres doncellas en matrimonio, señora ¿Qué más le dará otra?-
-¿A tres?-
-Sí, señora, a tres-
Ginevra se quedó un rato pensativa mientras le daba de comer a los cisnes de la laguna.
-Creo que debes exponerle tus dudas, Luna, y aclarar las cosas. Quizá esté arrepentido o te explique el por qué de esas pedidas del pasado-
-Tenéis razón-y en un momento de alegría le besó las manos-Gracias, señora, sois la mejor dama que conozco-
-Anda y corre a buscarle. Y cuando vuelvas tráeme el chal blanco que empieza a hacer frío-
-Gracias, señora, lo haré-
Ginevra vio cómo Luna se marchaba corriendo hacia el castillo y suspiró. Ojalá para ella las cosas de amor fuesen tan sencillas. Se levantó, se sacudió las migas del vestido y avanzó por el jardín disfrutando del olor de las flores y el sonido del viento entre las hojas de los árboles.
Cuando era pequeña le encantaba perderse por entre aquellos setos, pero al crecer su madre se lo prohibió. Ahora que era viuda y tenía sus propios títulos, Ginevra pensó que las cosas tampoco habían cambiado tanto. Sus padres seguían dominándola, y aunque podría irse a su mansión, ya estaba prometida a otro hombre.
Se volvió a sentar en otra banca y suspiró. ¿Cómo sería la vida con Draco? Durante su primer matrimonio él la había tenido en la cama, pero había sido todo tan desagradable que Ginevra prefería no recordar lo que le hacía. Y sobre todo el saber que, detrás de unos tapices, su marido los observaba.
Ese Mars. Lo odiaba, y sentía haberse alegrado de su muerte, pero a sus apenas dieciséis años conocer más posturas que una prostituta era bastante triste. Recordó el rostro de Charlie la primera vez que la vio llorando y cuando, entre sollozos, ella le había contado lo que le hacía hacer, omitiendo el nombre de Draco, sin saber aún por qué. Repitió en su cabeza su reacción, blandiendo la espada como un caballero andante dispuesto a defenderla. Pero entonces, Bill y Ron le recordaron que él era su marido, y que ella lo único que podía hacer era excusarse con pretextos propios a su feminidad.
Pero ni así. Fueron los peores dos años de su vida hasta que, un día, Luna fue a avisarle de que su marido estaba enfermo de viruela, que debía ir a verlo. Pensó que se había comportado bien, poniéndole ella misma paños fríos y llevando a rajatabla todas las indicaciones del doctor.
Ni se quejó ni resopló una vez. Y cuando, a las tres semanas le comunicaron su fallecimiento, Ginevra se encerró en su habitación y lloró. Pero sus lágrimas eran de alegría y libertad, como si le hubiesen quitado un peso de encima. Y volvió a sonreír.
Pero ahora, con Draco, esperaba que fuese diferente. Al fin y al cabo él la había ayudado, y había visto en sus ojos algo que no vio nunca en los de Mars. Amor, amor y pasión.
Y ella, pensó, también lo amaría.
Sólo tenía que conocerlo mejor.
Su padre no se encontraba en su despacho, pero sí en la biblioteca. Tras el paseo por el jardín, Ginevra se sintió mucho más relajada y se prometió el plantear las cosas de una forma amigable y con despreocupación para que su padre no viese atacado su orgullo de cabeza de familia.
Sin duda, Arthur Weasley había sido un buen padre, pero a Ginevra la había tratado desde pequeña diferente a sus hijos. Nunca comprendió su afán por aprender, aunque le puso un profesor particular que, además de enseñarle latín y francés, le habló de geometría y matemáticas. Y ahora tras el frustrado matrimonio con Mars y el compromiso con Draco, todos los lazos que una vez unieron a padre e hija estaban rotos.
Las pocas veces que él la había llevado a lomos de su caballo, o los regalos que le había hecho no eran lo suficientemente fuertes como con su madre.
-¿Y bien?-preguntó su padre sin levantar la vista del grueso tomo que leía.
-Sólo venía a informarte que Draco ya me dijo sobre el compromiso y que estoy muy contenta con la elección que habéis hecho esta vez-
Arthur levantó la vista del libro y los clavó, asombrado, en los de su hija. En efecto, parecía feliz.
-Me alegro de que os guste el marido que os he buscado, hija-
-Pero quisiera, si no os importa, hacer una pregunta-
-Hacedla-
-¿Para cuándo el casamiento?-
-Seguramente para Marzo-
Ginevra calló y se sentó al lado de sus padres cogiendo sus manos callosas entre las suaves de ella.
-Padre ¿Por qué Harry no me quiso?-
Arthur vio lágrimas en los ojos de su hija y su corazón de padre se conmovió.
-Querida no, lo que pasó es que hubo cambios en el contrato y…-
-¿Entonces Harry no nos deshonró?-
Arthur comprendió que había hablado demasiado y suspiró, asombrado ante la perspicacia de su hija.
-Ya lo sabíais ¿verdad?-
-Harry me lo insinuó anoche, pero Draco dijo que él no sabía nada-
-Y no lo sabe, Lucius y yo lo arreglamos todo. Harry sólo tuvo que firmar un papel en el que renunciaba a ti-
-Ya veo ¿Y se puede preguntar por qué?-
Su padre la miró, ceñudo.
-No tienes por qué saberlo, no es de tu incumbencia-
Ginevra se levantó del sofá, indignada.
-¡Es mi vida! Y tú juegas con ella como si fuese una marioneta-
-¡Eres mi hija!-
-Pues para tratarme así, mejor podría no haber nacido-
Y salió corriendo en dirección a sus aposentos. Al entrar se tumbó junto a "Diamante", el gato que Harry le regaló el día del mercado, que maulló en forma de saludo, y comenzó a sollozar contra la almohada.
Lo odiaba, odiaba a los hombres en general y a su padre en particular. Si el futuro le deparaba tener una hija, estaba segura de lo que no haría con ella y de lo que no dejaría que el padre hiciese.
Los meses pasaron demasiado rápidos, y la Navidad entró sin imprevistos. El invierno había sido duro aquel año y se había llevado muchas vidas, pero no por ello los campesinos pusieron menos énfasis en las fiestas, que para los Weasley eran sagradas.
El palacio se llenó de coronas de acebo, muérdago y velas que iluminaban las salas todo el día y parte de la noche. Se mantenían encendidos todos los fuegos y la gente se ponía sus mejores galas para acudir a la iglesia.
Para Ginevra, en cambio, lo único importante de esa Navidad era que su ahora única amiga, Luna, se iba a casar. Hermione había cambiado desde que se casó con su hermano, y ahora que estaba encinta sólo se preocupaba por su casa y su futuro hijo. Ya no hablaban nunca a solas, y Ginny tampoco quería compartir sus inquietudes, pues había oído a sus cuñadas contar que el embarazo de Hermione estaba siendo muy complicado. Por ello, era ahora a Luna a quién contaba todas sus cuitas, que alternaba con las noticias sobre su boda y lo hermoso que era su vestido o la gente que iría.
Por supuesto, Ginny llevaría puesta su ropa de doncella. Tendría que faltar a la cena de Nochebuena, pero pensó que sus padres ni siquiera notarían su ausencia. Desde la discusión con su padre, apenas habían intercambiado un par de palabras y su madre, extrañamente, se había puesto de parte de su padre por lo que los dos apenas hablaban con la joven.
-Te hemos mimado mucho-había dicho su madre con un tono muy duro-Y ahora hemos de endurecerte.
Ginny replicó que casarla con Mars no había sido precisamente mimarla, pero la conversación había cesado ahí, con un silencio doloroso por parte de su madre.
Hasta entonces, su único consuelo habían sido sus mascotas, "Diamante" y un pequeño pajarillo que había encontrado herido y al que cuidaba con el cariño de una madre.
El reloj dio las doce, y Luna entró como un reloj para despertarla. Había algo de temor en su voz, que temblaba como una hoja antes de caer, pero Ginevra no supo qué era, hasta que su madre entró, feliz y radiante y le colocó sus mejores vestidos y otros nuevos encima de su cama.
-Elige uno-le pidió.
-El azul oscuro-
Su madre resopló y cogió uno blanco con bordados en granate.
-Lord Draco y Lord Potter han venido a pasar las Navidades con nosotros-explicó su madre mientras ella misma le ataba los cordones de corsé-Lord Draco desea verte enseguida, y quiero que te comportes como alguien a su nivel.
-Sí, madre-
-Bien. Luna colócale una diadema de perlas y unos pendientes a juego. ¡Ah! Y trénzale el pelo-ordenó su madre- Ginevra, Lord Draco te espera en la biblioteca.
Luna lo hizo todo tan deprisa que a Ginevra apenas pudo darle tiempo a asimilarlo. Pasar la Navidad con Harry y Draco cuando ella lo que quería era ir a la boda de Luna. ¿Qué iba a hacer?
-Lista-susurró la rubia más para sí que para Ginny.
Ginevra se levantó y acarició a "Diamante", que se entretenía limpiándose la patita.
-Buscaré una forma de ir a tu boda, Luna-
-Señora no hace falta que os arriesguéis por nosotros, de veras, bastante habéis hecho ya como para que…-
-Quiero hacerlo, Luna. Deséame suerte-
-Suerte-
En efecto, Draco estaba en la biblioteca mirando algo con su padre, pero en cuanto ella entró cerraron todos los documentos y su padre, simulando una disculpa, salió. En cuanto lo hizo, Draco se aproximó a ella y la besó, primero suavemente y luego más rápida y fuertemente.
-Te he echado de menos-susurró en su oído, pero ella se apartó.
-No hace falta que seáis tan brusco-
Draco rió y se volvió a acercar.
-Disculpadme, querida, ha sido la emoción-
Ginevra paseó las yemas de los dedos por la mesa de roble. Era tan áspera como las manos de Draco, pero mucho más fría.
-Mi madre ya me ha informado que te quedarás para Navidad-
-Así es-Ginevra asintió-¿Acaso no os place?
-No lo sé- tanteó ella mientras cogía una pluma y le daba vuelta con dos dedos-Sinceramente me dais miedo-
-¿Yo? ¿Por qué?-
Ginevra sopló en la pluma y ésta se movió suavemente.
-No lo sé, pero tanto tiempo juntos-suspiró profundamente-Debe prometerme que no intentará nada-
Draco la miró sin entender al principio, pero luego curvo sus labios en una sonrisa y asintió.
-No os preocupéis, no lo haré-
-Aunque quizá lo mejor sería que volvieseis tras la Navidad. Estoy segura de que vuestro padre estará encantado de que lo acompañéis-
-Mi padre nunca ha celebrado la Navidad, Ginevra…
-¡Pues vuestra madre!-
Draco frunció el entrecejo y levantó la ceja en un gesto gracioso.
-Yo no tengo madre-
A Ginny se le helaron las venas.
-Lo siento-susurró- lo olvidé por completo.
-¿No quieres que estemos juntos? ¿No quieres verme?-
-No es eso-
-Entonces demuéstramelo-
Cogió su barbilla lentamente y la besó en el mentón. Ella sonrió cándidamente y lo besó.
-Eres muy persuasivo-comentó ella mientras dejaba que él explorara su cuello blanco.
-Gracias-
Y no se dieron cuenta que, oculto entre las cortinas de terciopelo, un par de ojos los observaban mientras gruesos goterones caían por sus mejillas.
Si Ginny algo no pudo evitar fue coger el resfriado que la hizo estar convaleciente todas las fiestas. Intentó levantarse para ir a la boda de Luna, pero sólo consiguió permanecer desmayada casi toda la mañana.
Dado que Harry pasaba la Navidad con ellos, Lord Lupin fue a verla. No era médico, pero sabía tanto de todo que lo parecía. Le tomó la temperatura, le tocó el pecho para descubrir dónde estaba el mal y le dio unas hierbas que la hacían revitalizarse pero que sólo podía tomar una vez al día, pues eran muy fuertes.
Para Enero el pecho se le cogió y dejó de tener fiebre. Ahora hablaba con una voz lenta y ronca, sin nada que ver con la dulce y cantarina voz que antes había tenido, por lo que solía evitar hablar y, cuando lo hacía, susurraba las palabras y la persona a su lado las decía en voz alta.
No había vuelto a ver a Draco, pero sus padres fijaron el enlace para el 14 de Marzo, una semana después de la boda de Harry y Lady Cho. Ella, por supuesto, no tenía ni voz ni voto en esas cosas, y lo único que había hecho era haberle dicho a su madre que ya tenía traje de bodas, y que no quería que pusiera incienso, no fuera a ser que se desmayase y eso fuese tenido como mal augurio.
En febrero bajó el frío y sus manos volvieron a tomar color, pero siempre andaba con un pañuelo alrededor del cuello y todas las noches su vieja aya le daba friegas con agua de romero y tisanas milagrosas que sólo hacía que tuviese fatiga.
Echaba de menos a Luna y todos sus comentarios, y quizá por eso Ginevra entró en su primera fase melancólica, que la atizaría durante toda su vida. Se volvió callada y taciturna, era la última en levantarse y la primera en acostarse. Sólo pasaba por la biblioteca a leer un poco y volvía a su alcoba. No podía salir, por lo que se conformaba con ver la nieve desde la ventana de su torreón, y observar a los niños jugar a las tabas. "Diamante" era su única compañía, pues el pajarito había optado por volar una mañana que Ginevra dejó la ventana abierta y había desaparecido para no volver.
Draco le había prometido ir a verla antes de la boda, pero hasta ahora no había recibido noticia suya. Si al menos él tuviese tiempo para escribirle una carta, sólo una carta. Pero los días y semanas pasaron y no había correo para ella.
Apoyada en el marco de su ventana, Ginevra pensó en su familia, en sus amigos y en cómo sólo un par de años todo había cambiado.
Ron y Hermione, Harry y Cho, sus hermanos y cuñadas…Y ella. Pero pronto todos volverían a estar al mismo nivel.
Suspiró. Dentro de poco, volvería a dejar de ser una Weasley y esa vez, sería una Malfoy. Y una Malfoy, había oído una vez, sólo piensa en los suyos. Volvió a suspirar, sin querer entender el significado de esas palabras y comenzando a quitarse el traje, pues su aya ya le llamaba para darle las friegas.
Otro nuevo capítulo. Sé que dije que contestaría reviews en este capítulo, pero me es imposible, si lo hiciese no podría subir todos los capítulos que ya he escrito. Muchas gracias por esperarme.
Besos
Angela
