Capítulo 8. Para siempre…
La boda de Lord Potter y Lady Chang fue, sin lugar a dudas, espectacular. Se talaron más de cien árboles para realizar todo el mobiliario, la comida se fue reservando desde varios meses atrás y trabajó toda persona de su condado, directa o indirectamente.
La boda de Ron y Hermione se vio eclipsada por la de su amigo, aunque Ginevra prefería la primera con diferencia. En la boda de Harry no dejó de sentirse observada, tanto como cuando Draco se le acercaba, o como cuando Harry sacó a bailar a Cho y todos, en vez de mirar a los novios, la miraban con descaro, por ver si lloraba o mostraba algún signo de debilidad.
Pero no lo hizo. Sonrió todo el tiempo, repartió miradas solícitas y sinceras y rió de banalidades con sus cuñadas mientras probaban las recetas traídas de muchos países lejanos. En ningún momento mostró signos de tristeza o melancolía, al contrario, en cuanto Draco pudo irse a su lado, ambos se apartaron a hablar y así pasaron la mayor parte de la tarde y casi toda la noche. Cuando ambos se despidieron en la orilla de las escaleras que los separaba, besó sus labios con delicadeza y le deseó buenas noches.
-Después de esto, lo será, Ginevra-le contestó con picardía Draco.
Pero al llegar a los aposentos que Harry le había acreditado, dos lágrimas corrieron por sus mejillas sin querer pensar en lo que los, ahora marido y mujer, harían esa noche. Más que nunca deseó estar en el lugar de Cho, y ser besada, acariciada y pertenecer al moreno.
Pero no. Sacudió su cabeza y Trudy, su nueva doncella desde que Luna se casó, comenzó a ayudarla a desvestirse, mientras comentaba lo hermoso que era el vestido de Lady Cho, lo felices que se veían los novios y las palabras tan solemnes que Lord Dumbledore y Lord Black habían dicho. Ginevra la escuchaba algo ausente, asintiendo y riendo cuando ella lo hacía y negando rotundamente cuando ella se mostraba en desacuerdo con algo. Se colocó el suave camisón transparente y la bata color perla y se acurrucó en un rincón de la amplia cama, mientras escuchaba el frufrú de la piel de su gato contra la almohada, el viento entre las nubes y el sonido de la voz de Trudy. Poco a poco comenzó a adormecerse hasta que la voz de Trudy se convirtió en un susurró y, finalmente, desapareció.
Se despertó en la madrugada por el extraño olor que había en la habitación, y al intentar levantar la cabeza, algo la agarró y le cogió de los cabellos.
-¿Dónde están?-preguntó, su voz sibilante y sus ojos rojos que refulgían en la oscuridad.
-No…no sé de lo que habla-respondió, pero aquellos ojos, aquellos ojos rojos…
De pronto, la voz de Trudy la sobresaltó.
-Señora ¿Qué…?-y alcanzó a ver la figura que sostenía a la pelirroja de los cabellos y la atacaba con un puñal largo apretado al cuello-¡Aaaahhh!
Su grito despertaría a un muerto, pensó Ginevra, pero se alegró cuando sintió cómo el extraño la dejaba y, rápidamente, se marchaba por la ventana. Casi al mismo tiempo un par de soldados entraron en la sala.
-¡Se fue por allí!-gritó Trudy, mientras se acercaba a una Ginevra demasiado impresionada como para decir algo más.
Se sentía mareada y sólo pudo levantarse cuando Trudy la levantó. Temblaba como una hoja y pensó que iba a vomitar. Mientras, dos soldados buscaron por la ventana algún indicio de escape, tres bajaron a registrar los patios y uno fue a buscar a Lord Potter, que se presentó en camisa y pantalones y con Ron, Draco, su padre, Lord Black, Lord Lupin y su madre detrás.
Harry fue el primero en llegar a la pelirroja, pero se quedó quieto y fue su hermano Ron quien la cogió y la abrazó, mientras Harry hablaba con Trudy, que entre sollozos le contó lo poco que había visto. Dijo que tenía un sueño muy ligero y que había oído sobresaltarse a su señora, que había ido a ver si le pasaba algo y que se había encontrado a un hombre muy alto y delgado que la tenía agarrada como para matarla. Que se asustó y que gritó.
-Y Lady Ginevra está así desde que llegué, parece no reaccionar-
Ginevra notó cómo unos brazos fuertes la cogían y luego enfocó el rostro de Lord Lupin, que le sonreía cándidamente.
-Sólo está asustada, ha debido ser un shock muy fuerte-
-Creí que tenías una buena defensa, Potter-dijo fríamente Draco.
-Y la tengo, Malfoy-
La voz de Draco denotaba que estaba muy enfadado, y que pretendía discutir, pero Lord Black los cortó y les pidió que resolvieran ese asunto más tarde o en otro lugar.
-No creo que ahora sea lo que proceda-susurró.
Tras un rato en el que Lord Lupin intentó hacer que fijase la vista en algunos sitios y de hacerle unas pruebas, decretó que sólo era el susto y la única señal del ataque era la señal en el cuello de la enorme daga que el extraño había utilizado.
-Sólo tiene que dormir-
-No volveré a dormir en mi vida-susurró entonces Ginevra y todos la miraron sorprendidos. Sólo Lupin sonrió.
-Acompáñala, Ron-le recomendó Lord Lupin al pelirrojo.
-Lo haré yo-se ofreció su madre.
-Creo que Ginevra se sentirá más segura si un hombre la protege, Molly, y dado que el único hombre joven del que no pueden pensar mal es su hermano, creo que será Ronald el más adecuado en quedarse-
-Yo no vuelvo a dejarla sola-decretó Draco-Me sentaré en una silla en su puerta, pero no pienso volver a dejarla.
Se hizo el silencio, cortado por la voz entrecortada de Ginny.
-Tenía los ojos rojos, Ron-suspiró, y luego cerró los ojos agarrándole fuertemente las manos y atrayéndolo hacia sí.
Éste se recostó a su lado y Lord Black, Lord Lupin y sus padres se marcharon.
-No sé lo que ha podido pasar, Ron, de verdad-se explicó Harry algo avergonzado.
-No te preocupes, Harry-sonrió su pelirrojo amigo-La culpa no es tuya.
-Yo también me quedaré en la puerta-afirmó Harry-Trudy, ve a decirle a Lady Potter que me quedaré aquí debido a lo sucedido.
-Sí, señor-
Y salió.
-Será mejor que os pongáis cómodos, la noche será larga-recomendó Ron.
En esos momentos entró Hermione, como su bata color rojo rubí encima del camisón.
-Tu madre me lo acaba de contar todo-le dijo a su marido.
-Me voy a quedar con ella-explicó Ron y ella asintió.
-Yo también-
-Hermione…-
-No me digas que no, Ronald, mi mejor amiga me necesita-
Draco bufó y se acercó a ella, acariciándole la mejilla.
-No creo que sepa ni que estamos aquí.
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A la mañana siguiente, Ginevra se despertó apretujada por los brazos de su amiga y su vista oculta con los cabellos enmarañados, que tapaban toda su cara. Intentó separarse sin despertarla y se quitó la bata, pero entonces, al darse la vuelta, chocó con la butaca que estaba al lado y gritó de dolor.
Antes de que pudiese hacer algo, tres figuras entraron a la habitación, y su grito fue más agudo que el anterior. Las tres figuras eran su mejor amigo, su prometido y su hermano menor. Y los tres la miraban sin poder retirar la vista.
-¿Qué haces sin vestir?-preguntó su hermano.
Ginevra cogió la bata y se la colocó por encima, mientras Hermione los miraba con ojos como platos.
-Será mejor preguntar quién os ha dado permiso para entrar en mis aposentos sin llamar-
-Quizá que ayer te quisieran asesinar tuvo que ver algo…-exclamó Harry con los brazos cruzados.
-Quería asesina a otra persona-explicó Ginevra-¡Y daos la vuelta, degenerados!
-Ni que fuese la primera vez que te veo desnuda-soltó su hermano. Ginevra lo mato con la mirada, al igual que Draco.
El trío salió de la sala y Ginevra se colocó la bata malhumorada. Hermione sólo reía.
-¿Qué te hace tanta gracia?-
-El rostro de los tres al verte-replicó descaradamente-Era para morirse.
Ginevra le lanzó la bata y llamó a Trudy, para después mandarle que le llenase la tina de agua caliente.
-No les dejes entrar-le pidió la pelirroja a su cuñada.
Hermione sólo rió, pero después se puso algo pálida y se encogió en sí misma, garrándose con fuerza el vientre. Ginevra se asustó al ver su rostro pálido y contraído en una meca de dolor.
-¡Hermione!-se acercó y dejó que la morena le apretara la mano-¿Qué pasa?
-El bebé-susurró ella-Corre, llama al médico.
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Las horas pasaron lentas aquel día. El médico tardó en salir, lo que eran malas noticias según Lord Lupin, y buenas según Lord Sirius. Para mal de los padres, Lord Lupin tuvo razón y Ron no necesitó escuchar las palabras de la boca de aquel hombre sabio y canoso. Se encerró en su habitación y no quiso salir excepto cuando le permitieron visitar a su esposa.
Harry, Ginevra y los Weasley quedaron desolados. Era la primera vez que ocurría eso, y toda la ilusión que la familia había puesto en aquel embarazo vio su fin aquella tarde. Ya los primeros meses el médico de la familia les había advertido del peligro que corrían madre e hijo, pero Hermione había salido aparentemente bien del percance. Su madre también había tenido complicaciones en su parto, y por eso ella era hija única. Había quedado estéril. Pidió que no la mirasen con lástima ni que volvieran a mencionar al niño y así se hizo.
Ginevra comenzó, entonces, a sentir miedo. Ella nunca había experimentado el placer de tener un hijo en su vientre, pero Hermione le había hablado de la felicidad que era saber que llevabas parte de la persona a la que amabas dentro tuya, cuando lo notaba moverse o dar patadas. Oír hablar a Ron de su hijo ya como si fuese en presente, bromear contándole que Harry y él le enseñarían a cazar, a conquistar doncellas y a ser un gran caballero. Y entonces ella replicaba que si era una niña qué harían. Y él callaba y la besaba. "Será un niño, los Weasley siempre son niños".
Y ahora que el bebé había desparecido, la desolación había entrado en la familia. Draco se dio cuenta de la melancolía de su prometida, e intentó ayudarla, pero sólo pudo asegurar que eso a ellos no les pasaría.
-¿Y cómo lo sabes?-preguntó entonces ella.
-Lo sé.-y susurró en su oído-Yo sé muchas cosas.
Tuvo que partir temprano a la mañana siguiente, dejando a Ginevra con sus hermanos. Ésta intentaba no coincidir con Lady Cho, y al parecer ella hacía lo mismo, porque no la vio en los dos días que estuvo allí. Comía en su habitación ante la molestia de su nuevo esposo y se limitaba a acompañarlo cuando estaba segura de que Ginevra no acudiría.
Quien sí habló con ella fue Harry, la noche anterior a que se marchasen. Lo encontró en la biblioteca, releyendo seriamente unos documentos que parecían muy antiguos.
Era muy tarde y no podía dormir. Decidió ir a por un buen libro y, al menos, gastar el tiempo de una manera productiva. Entonces recordó que Harry tenía en su biblioteca un libro que le encantaba de pequeña y que había leído más de treinta veces. Bajó con la bata y un candil y cruzó los oscuros pasillos hasta llegar a la biblioteca. Conocía el palacio como la palma de su mano y podía decir todos los recorridos, recovecos y escondites de aquel lugar.
-Perdona-dijo cuando vio al moreno-Creí que no había nadie…
-Pasa, yo me voy ya. He venido a recoger unas cosas-
-Sólo venía a por un libro, pero ni siquiera recuerdo su nombre-
-Ya-sonrió y se marchó a la repisa que había encima de la enorme chimenea de mármol blanco. Cogió un libro pequeño con encuadernación de piel y se lo entregó.
-¿Cómo sabías que era este?
-Recuerdo que cuando éramos pequeños no querías leer otro. Te encantaba-suspiro y se frotó los ojos-Era también el preferido de mi madre-y señaló el cuadro que ocupaba la parte de arriba de la chimenea.
En él, Lady Lily Potter posaba sentada en una silla con el traje de su boda y, encima de la falda roja y dorada, cogía entre sus manos una medalla de Santa Ana, de dónde había sido novicia. Llevaba el largo pelo rojo suelto y los ojos le brillaban, aunque sonreía levemente. Era muy hermosa.
-Te pareces a ella-susurró Harry- El pelo y la forma de sonreír. Y tienes mucho carácter, como ella. O eso dice Minerva.
Ginevra suspiró y Harry le acarició la mejilla. Luego cogió el libro, puso un par de cosas con su pluma dorada y se lo entregó.
-Quiero que te lo quedes-
-Pero Harry…es un recuerdo de tu madre.
-Todo este palacio está lleno de recuerdos, Ginevra. Algunos amargos, otros felices. El aposento que te dejé es en el que asesinaron a mis padres una noche como la de antes de ayer-suspiró y Ginevra se sentó, aturdida. Él se sentó a su lado- Ahora sé que no debí dejar que pasases ninguna noche allí. A partir de ahora será cerrado.
Se quedaron en silencio un rato.
-Además, cuando te cases con Malfoy, no sé lo que será de nosotros. Quiero que, cuando leas este libro, recuerdes al menos que aún tienes un amigo que nunca te dejará-
-Nunca dejé de creer en ti-
-Nunca lo hagas. Yo siempre estaré a tu lado-
-¿Para siempre?-
-Para siempre, te lo prometo-le susurró al oído, abrazándola.
Minutos después, cuando Ginevra se acurrucó en su cama y abrió el libro, descubrió las palabras que, con su estilada caligrafía, le había escrito:
"Para mi querida Ginevra, por aquellos años. Harry"
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-Estáis preciosa-la alabó Fleur, terminando de colocarle el velo por detrás de su cabello suelto y trenzado en algunos mechones con hilos de plata.
-Una belleza terrenal-susurró Hermione colocándole uno de los pendientes.
-Un ángel-terminó Alicia, colocándole el otro pendiente.
Ginevra sólo pudo reír. Le hacía gracia ver cómo estaban más nerviosas que ella, y lo afanosas que se habían puesto para vestirla entre todas. Penélope se ocupaba de coser un hilo que se había soltado en la cola, Angelina de peinarla y trenzarle el pelo y las demás de lo dicho.
En ese momento llamaron a la puerta, y entró Luna. No la veía desde hacía casi tres meses, y el abrazó que le dio fue tal que sobresaltó a todas las presentes. Se notaba que se había esforzado por parecer importante, pues llevaba un vestido elegante color azul oscuro y un velo que ocultaba su pelo. A Ginevra, sin embargo, lo que más le sorprendió fue ver sus uñas blancas y su pelo rubio casi platinado, limpio y sedoso.
-Neville ha conseguido que nos dejen entrar a vuestra boda, señora- dijo la rubia muy feliz-Va a ser un gran evento, y todas mis vecinas están tan celosas de mí.
-Me alegro tanto, Luna-
-¿Estáis nerviosa?-
-No-negó la pelirroja-son ellas las que están nerviosas-susurró mientras se colocaba la tiara, que encandiló a todas sus cuñadas.
Su padre fue a recogerla, vestido con sus mejores galas. Al salir, la carroza descubierta la esperaba, aunque el cielo amenazaba lluvia. Una niña rubia se acercó con un ramo de margaritas y se lo entregó. Ginevra besó su cabecita y se montó con gracia en la carroza. A continuación entraron Charlie, Hermione y Ron, el primero muy enfadado por algo, la segunda sin parar de arreglarle el velo, y el tercero mirando de reojo a su hermana, entristecido ante la perspectiva que se le ofrecía aquel día.
-Hermione, deja el velo, por favor-le pidió Ginevra a su amiga.
-Va a llover-decretó monótono Ron.
En efecto. Tuvieron que parar para colocar una capota y se retrasaron al quedar una de las ruedas enganchadas. Para cuando llegaran, sería muy tarde. Ginevra se lamentaba, pero Ron parecía muy feliz.
-Me muero por ver la cara que ahora tendrá Malfoy al ver que no llegas. Quizá piense que has huido-
-Si no huí de Mars-dedujo su hermana cortante-¿por qué iba a huir de Malfoy?
El sol ya comenzaba a ocultarse cuando llegaron a la capital del condado de los Malfoy. La catedral, la única en todo Hogwarts, era hermosa y enorme. Había sido edificada hacía tiempo, pero su perfección era de tal cuantía que aún muchos expertos y peregrinos iban a verla.
Esa tarde estaba llena de azucenas, rosas blancas y margaritas recién cortadas. No había almizcle en el ambiente, y la tarde se había vuelto fresca y agradable tras la lluvia caída. Cuando Ginevra bajó del brazo de su hermano mayor y entró en la catedral, miles de personas se volvieron a verla, la mayoría siervos de los Malfoy y suyos. En las primeras filas estaban los nobles, Y Ginny creyó que allí estaban todos. Vio de reojo a Harry y Cho, a Lord Lupin y Lord Black, a Lord Dumbledore, Lord Snape y Lady McGonagall. A Luna y Neville, algo detrás. A Lord Malfoy. A Lord Pettigrew a su lado. A Lord y Lady Tonks.
Y en el altar, vestido de negro, Draco la esperaba. Parecía algo nervioso, pero en cuanto la vio, sonrió y la cogió de la mano para acercarla hacia el altar.
-Son muchos-susurró Ginevra, nerviosa.
-Mira hacia el bando derecho, la primera fila-le dijo él con la boca medio cerrada, mirándola de reojo.
Ginevra hizo lo que le dijo y tuvo que reprimir una exclamación. En él se encontraba un hombre barbudo vestido elegantemente, y a su lado, una mujer que Ginevra conocía muy bien. Era Beverly, la esposa del rey aún no coronado.
-¿Qué hace aquí?-
-Vino ayer a pactar, pero dado que no pudimos, se quedó para la boda. Mañana se reunirán todos los condes-explicó-Esa es la razón de que hayan llegado todos.
-¿Qué quiere pactar?-
-Una tregua en las negociaciones para la independencia de Hogwarts. Si participamos en su guerra, nos dará el reino-
-Tú lo has dicho, es SU guerra-
-Lo sé, pero nos ahorraríamos muchos problemas si lo hiciéramos. Las negociaciones son lentas y están llenas de errores y salvedades. Luchando ahora conseguiríamos quitarnos esos problemas de un plumazo-
-¿Y quién es el hombre que está a su lado?-
-Lord John, su hijo mayor-
Ginevra lo observó mejor. Tenía al menos veinticinco años, una poblada barba negra que le pareció asquerosa y ojos pequeños y azules, iguales a los de su madre. Ginevra nunca había visto una barba tan poblada, ya que en Hogwarts se llevaban barbas rasuradas y algunos, como Draco o su hermano Bill, se atrevían con perillas elegantes. Pero esa barba tan poco estética.
Un codazo de su acompañante la sacó de sus ensimismamientos. Ya llegaban los votos. Ya iba a ser una Malfoy.
Y Harry, Charlie y Ron susurraron levemente a un tiempo mismo, pues los tres tenían el mismo nudo en el estómago.
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Hermione y Luna intentaban entretenerla, pero ella sabía muy bien lo que estaba ocurriendo. Beverly y su hijo no se habían separado de su marido en cuanto la ceremonia terminó, y tampoco habían dejado que nadie, ni siquiera ella, se acercaran. Pero era su marido el día de su boda, y ni siquiera la futura reina tenía poder para ello. Y eso la ponía furiosa.
Tomó el pan de higo que Luna le ofreció y comió un poco. Los invitados parecían tan felices. Harry la observaba desde el otro lado de la sala, al igual que Cho, aunque de manera completamente diferente. Ron y los gemelos reían sobre algo, pero Charlie ya había partido hacia su casa. Bill y Fleur parecían algo tristes, al contrario que Alicia y Angelina, que reían a boca abierta acompañados de Lord Black y Lady Nymphadora, su sobrina.
-¿Qué estarán hablando?-preguntó Ginevra, sin quererlo, en voz alta.
-No te preocupes-le recomendó Luna, tomando un poco de vino de su copa plateada.
-Seguramente estén arreglando la reunión de mañana-terció Hermione.
-¿Tanto tiempo?-
-No sé. Quizá Beverly quiera irse ya-
Ginevra suspiró.
-El día de mi boda y parece que no tengo marido-
-A muchas les pasa-dijo Hermione.
-Pues a ti no-repuso Ginevra molesta-Mi hermano no dejaba de mirarte y acariciarte y todo eso. Y a Luna tampoco ¿verdad?
Luna se atragantó.
-No me acuerdo-
Ginevra bufó.
-Me marcho-decretó-Estoy muy cansada.
-Mañana nos veremos entonces-
-Sí ¿Nos veremos mañana, Luna?-
-Creo que esta noche nos iremos, señora, pero aún no lo sé-
-Entonces dame un abrazo por si no nos vemos-la abrazó-Y ven a visitarme, por favor.
-Lo haré-
Ginevra se levantó cuidadosamente y e hizo el gesto al chambelán para que avisase a su marido de que ella se retiraba. Subió por las oscuros escaleras precedida de Trudy y un criado hasta llegar a una puerta entornada, dónde estaban grabados en la puerta los emblemas de la casa Malfoy y Black, las más importantes. Ginevra recordó entonces que Lady Malfoy había sido una Black anteriormente.
Entró y se encontró con la sala más suntuosa de todas las que había visto en su vida. Las escayolas del techo simulaban serpientes, y en el centro, un fresco dónde se representaba la lucha entre ángeles y demonios. En el centro, el pintor había destacado a una figura femenina, de hermosos y ondulantes cabellos rubio-platinados y ojos azules tristes y fríos.
A los lados había diferentes frescos, algunos hermosos y otros más fríos. Había dos chimeneas de mármol negro encendidas que daban calor a la estancia, y amplias cristaleras a ambos lados de la sala, que, como Ginevra notó, era circular. A un lado había una coqueta de mármol blanco jaspeado con una silla sin respaldo cubierto por una capa de terciopelo azul cielo, y un enorme espejo que ocupaba toda la pared. Tras unas cortinas que separaban dos salas estaba lo que era el baño y el lavamanos con toallas, jabones y esencias.
-Señora-murmuró asombrada Trudy.
Y en el centro, flanqueado por doseles verdes, el enorme lecho de matrimonio, cubierto por un edredón de plumas y cojines. En el silloncito que había a los pies se encontraba su camisón y una bata que su madre había mandado tejer para la ocasión, en color verde esmeralda y bordados en plata.
-Es todo precioso-señaló Ginevra.
Se asomó a la ventana, y divisó toda la ciudad a sus pies, levemente iluminada por las hogueras en honor a su boda. A lo lejos, sólo oscuridad, pero calculó que vería el Bosque Prohibido, los caminos y las eras, e incluso parte de su reino.
Trudy comenzó a deshacer los lazos de su vestido mientras ella terminaba de divisar el paisaje. Desabrochó los nudos y el corsé y quitó el velo de seda. Ginevra se ocupó lentamente de los pendientes y los zapatos mientras Trudy le colocaba el camisón y la bata y comenzaba a deshilarle el pelo.
Había encendido muchas velas y la estancia brillaba entre platas y dorados. La figura dorada del techo parecía adquirir movimientos con el ondular del fuego de las velas, y sus ojos parecían encenderse. Estaba nerviosa. Ginevra abrió uno de los cajones y se encontró con un retrato pequeño hecho al óleo.
Se trataba de una mujer muy joven, morena y pálida, que parecía no gozar de buena salud. Llevaba en su cuello el sello de los Malfoy y se veía el cuello de un vestido de novia muy parecido al suyo, aunque entre sus cabellos no había tiara. Llevaba el pelo recogido en un moño, y su mirada era fría y oscura. Daba algo de reparo.
-¿Quién es, Trudy?-
Trudy dejó el cepillo de marfil y tomó el retrato. Luego se lo entregó a su ama y siguió con su tarea.
-Lady Pansy, la primera esposa de Lord Draco-
-¿Draco ya estuvo casado?-
-Hace años, cuando apenas eran unos críos los dos-explicó Trudy-Lord Draco debe andar ahora por los veintitrés, al igual que vuestro hermano y Lord Potter. Se casó cuando tenía diecisiete, pero Lady Pansy murió a los tres meses. Tenía tisis.
-Vaya…-
-Dicen que Lord Draco lo pasó muy mal, pero su padre no le dejó ni llevar luto por ella. Fue enterrada en la catedral apenas sin honores y Lord Draco marchó entonces a la guerra. Cuando volvió no era el mismo-
-Debió pasarlo muy mal-
Trudy suspiró.
-Él ha encontrado a otra, y será feliz con vos. Otros no tienen esa suerte-
-Trudy-
-¿Señora?-
-Puedes retirarte, se te nota cansada-
-Gracias señora-
Sin la voz de Trudy, la alcoba se volvió más grande. Ginevra se siguió cepillando el pelo, y cuando el reloj dio la una, se tumbó en la cómoda cama y terminó quedándose dormida. Sólo cuando un cuerpo cálido se colocó a su lado y la acarició, volvió a despertar. Los ojos de su ahora marido brillaban como gemas.
-Apenas he podido verte-le reprochó ella.
-Lo siento, tenía que resolver cosas con Lady Beverly-
-¿Puedo ir mañana a la reunión?-
-¿Cómo?-
-Quiero-bostezó-saber lo que pasa. Por favor-
Draco rió.
-Si me pones esa cara no podré decir que no-
-Entonces sí-
Draco la besó. El reloj siguió dando las campanadas toda la noche.
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¿Qué tal? ¿Aún va bien o creéis que me estoy pasando de locura? Tengo un capítulo más escrito, espero poder subirlo antes de irme. Muchos besos y a quién le interesa, decir que la secuela de "Piénsalo" está en proceso. Muchas gracias.
