Capítulo 12. Transacciones.

Lord Snape apareció en sus aposentos sin pedir ni siquiera permiso. Ginevra reconoció la cólera en sus ojos en cuanto éste entró. Dejó con parsimonia a un lado el brocado y despachó a las damas, excepto a Catherine, que cuidaba a Richard con cariños de madre. Diamante bufó en un rincón y fue a posarse sobre su ama.

¿Es cierto lo que pone en esta carta?-le espetó, tirándole un pergamino a la falda, haciendo que el gato intentase cogerlo.

Ginevra lo tomó y lo leyó. En él, Alexander Mc Row ordenaba a todos sus soldados el cese de la lucha en el frente. Ginevra sonrió por lo bajo y suspiró.

Al parecer. No soy yo quien se encarga de esos asuntos, Lord Snape-

¿Tuvisteis una charla con él, Ginevra?-

Sí, y fue poco productiva-

¿Y podéis decirme que es lo que le dijisteis para que ahora quiera quitarnos su guarnición?-

Nada más y nada menos que la verdad-murmuró tranquilamente la dama, haciendo que su precioso gato bajase de la falda de brocado color carmesí-Sabéis el asunto que concierne a Lord Mc Row desde mucho antes que yo.

Nunca se ha juzgado a un noble por violar a una campesina-

Pues ya es el momento. Si hay castigos para los hombres de a pie ¿Por qué no para los nobles?-

Porque ellos están por encima-

¿Y a esto lo llamáis justicia?-exclamó Ginevra-Me estáis pidiendo que luche por la libertad de nuestro pueblo, por nuestra justicia, por lo que nos pertenece. Y ahora defendéis a Lord Mc Row simplemente porque tiene un título que ni siquiera él heredará.

No podéis tomar por vuestra mano la justicia. Lord Malfoy…-

Aquí yo soy la regente y ya he dado muestras de inteligencia y buen juicio. ¿O acaso creéis que no he regenciado bien el reino estos tres meses de ausencia de mi marido?-

Lo habéis hecho, Ginevra, peor no os confiéis. Los nobles son más peligrosos de lo que parecen-

Ginevra se dio la vuelta y endulzó su expresión.

Sé que sólo queréis lo mejor para nuestro reino, Lord Snape, y por eso os doy mil gracias-

Mi señora, hay otro asunto del que quería hablaros-

Decid-

Lord John ha mandado llamar tropas para que lo acompañen a Escocia, y harán un alto aquí-

¿Y cuál es el problema?-

Hay algo que me huele mal-

Hablaré con él, no os preocupéis-

Me retiro-

Sí, buen amigo, retiraos-Severus se acercó y besó sus manos cálidas-¡Ah! Y al escribir a mi marido, informadle que tendrá un nuevo hijo en diciembre.

Los ojos del personaje brillaron por un momento, para después hacer una leve inclinación y salir de la sala.

Catherine-

¿Sí, señora?-

Llamad a Lord John a la sala de juntas, debo hablar cuanto antes con él-

Sí, señora-

Catherine se apresuró a hacer una leve inclinación y salió de las habitaciones. Ginevra se volvió hacia la cuna de su hijo y lo observó. Estaba tan hermoso y grande, con casi nueve meses por cumplir. Los ojos como gemas en el lecho de un río le brillaban con alegría y el pelo era igual que el de su padre y su abuelo. Apenas tenía rasgos de su familia materna, y eso hacía que su paternidad fuese innegable.

¡Ay! Hijo mío-susurró Ginevra mientras acariciaba sus mejillas rosadas de buena salud-Si supieras lo que luchamos tu padre y yo porque seas libre.

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Lord John ha negado que las tropas las haya mandado él-informó Ginevra al consejo tras haber hablado la tarde anterior con el acusado-Dice que ha sido su madre quien las ha hecho venir.

Si van para Escocia, es normal que hagan un alto aquí-argumentó Lord Flitwick, el gobernador en la capital-Yo no veo anormalidades.

Pero ¿Por qué un ejército tan grande?-preguntó Lord Steal-Según me han informado algunos de mis soldados, parece que fueran a atacar el castillo en vez de otra cosa.

¡No digáis eso, Lord Steal!-murmuró desconcertada la condesa-Si ocurriese, no nos podríamos defender con nada, salvo con agujas de hilar.

Y ahora que Lord Mc Row ha eliminado sus guarniciones, Lord Malfoy necesita más tropas-informó Blaise, dirigiéndole una mirada significativa a la joven condesa.

Ginevra calló y apoyó su frente en el dorso de la mano, en señal de cansancio. Estuvo así un par de minutos, sintiéndose incapaz de hablar. Las náuseas y el cansancio se hacían presa de ella.

¿Os ocurre algo, señora?-preguntó Catherine a su lado.

Nada-murmuró, reponiéndose rápidamente-Lord Zabini-ordenó inmediatamente-Os lego a la tercera guarnición para que vayáis en ayuda de mi esposo. En cuanto a Lord John, confiemos como buenos caballeros en su palabra.

Pero mi señora-interrumpió Blaise-Si intentase algo en vuestra contra, no podríais defenderos.

Aunque la tercera guarnición estuviese aquí, no podría defenderme. Y ahora debéis partir, Lord Zabini, antes de que sea tarde-se levantó-Señores-Todos se levantaron casi a su vez-Me retiro.

Catherine tomó su manto y la siguió, pero también lo hizo Blaise. La detuvo justo antes de que entrase a sus aposentos.

¿Qué hacéis, señora? Podría haceros cualquier cosa-

Debéis ayudar a mi marido, ya que es por mi culpa por la que está en apuros-

Eso era ¿Os culpáis por algo que el mismo pueblo considera una heroicidad de su señora? Todos os aclaman-

Y mientras, mi marido puede morir en cualquier momento. Hacedme caso, por favor-

Blaise vio en sus ojos la preocupación y la angustia. Era la segunda vez en su vida que aquella mujer le pedía un favor, y la primera había sido un asunto de vida o muerte. Este también lo era.

Partiré al alba, pero no quiero que os separéis de Lord Snape ¿Entendido?-

Más que un general parecéis un marido celoso-sonrió Ginevra-Pero así lo haré.

Bien. Adiós entonces, mi señora-

Adiós, mí querido amigo-

Blaise besó sus manos y notó que las tenía congeladas, a pesar de que Agosto estaba en su apogeo.

Cuidaos-

Catherine miraba la escena con lágrimas en los ojos. Sabía que mucho había tardado su marido en volver a irse, pero la idea de que partiera a la guerra se le hizo insoportable. Aun así, se tragó sus lágrimas y sonrió, intentando no amargar sus últimos momentos. Sabía que pasaría mucho tiempo sin velo, y en su corazón de mujer se escondía un terrible presentimiento.

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¿Qué haces aquí?- fue lo primero que su amigo le dijo al verlo llegar-Tenías que estar cuidando a Ginevra.

Fue ella la que me dijo que viniera. Al parecer necesitabais tropas-

¿Cómo está?-

Bien, otra vez embarazada. Le gustaría que fuerais a verla-

Iría, si no fuera por Potter-

¿Más problemas?-

No acata ninguna de mis órdenes, y se niega a escuchar mis opciones de ataque. Todo tiene que ser a su manera-frunció el entrecejo-Si no fuera por él, esta guerra habría terminado hacía mucho.

Vuestro padre decía que sólo duraría un año y mirad cuanto tiempo lleva ya-

Sólo un año y medio-

Más lo que queda-

Eso es, fuerzas positivas al campo-

Blaise rió.

Sólo digo la verdad. Sería bueno que fuerais a verla. Ellos lo comprenderían-

No puedo-

Draco suspiró. En esos momentos se arrepentía de ser quien era.

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Señora-dijo Eleanor DÁnglois acercándose-Es una carta para vos.

Ginevra tomó la nota y leyó rápidamente las cuatro líneas que estaban garabateadas en el pergamino liso. Su rostro pasó del color rosado natural a uno pálido y demacrado. Inconscientemente sus manos fueron a su vientre, y la nota cayó al suelo, dónde fue recogida por Lord Snape.

Dios mío-murmuró al leerla-Ginevra.

Se acercó con ella y se puso a sus pies.

Si me lo pedís, ahora mismo os llevaré hasta allí-

No puedo ir-suspiró-El médico me ha ordenado no moverme hasta que pase este mes y el peligro. Pero ¿Podríais ir vos?

Si así lo queréis-

Sí, acompañad a mi madre y decidle que cuando lo traigan, que venga hasta aquí y los mejores médicos lo atenderán-

Gruesos goterones arrasaban sus mejillas. Lord Snape, en un gesto por el que todas las damas de la sala quedaron fascinadas, le limpió con sumo cariño las lágrimas.

No os preocupéis, vuestro hermano Charles estará bien-

Ginevra asintió y se levantó, garabateando unas sencillas palabras, par luego rasgar el pergamino y dárselo.

Aquí tenéis. Mi madre comprenderá-

Señora-

Lord Snape se inclinó y besó sus manos.

Volveré lo más pronto posible-

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¿Lo hicisteis?-

Sí, todo está resuelto, aunque me costó que Lady Weasley creyera mi historia. El rumor de que mis guarniciones se retiran ha llegado hasta sus oídos-

Lo importante es que no quede nadie-

Pero queda ella-

¿Y os preocupa una mujer?-

Por supuesto que no-

Bien, entonces ha llegado el momento del toque final-

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Sentía que la movían, pero ahora que por fin había conseguido caer en los brazos de Morfeo, desprenderse de ellos era terriblemente difícil.

¡Señora!-oyó que gritaba una voz a su oído-¡Despertad, por favor!

Ginevra terminó abriendo los ojos y se asustó cuando vio a su lado a Catherine, que no acostumbraba a despertarla.

¿Qué ocurre, Catherine?-

Lord Snape tenía razón. Estamos…-

Detenidas-terminó otra voz.

Ginevra miró hacia la puerta y vio que allí estaban Lord John y Lord Alexander. Catherine se apresuró a cubrirla con lo primero que vio y la ayudó a salir de la cama. El embarazo, que estaba muy desarrollado a sus siete meses, le pesaba, pero no dio muestras de debilidad.

¿Qué es eso de detenidas, Lord John?-espetó con ironía-¿Una broma? Creo que es excederse entrando así a mis aposentos.

Mi querida Ginevra, eso me gustaría, pero creo que la espada que sostiene Lord Mc Row es una muestra clara de que no se trata de ninguna broma-

Entonces Lord Snape tuvo razón desde el principio respecto a vos-sonrió-Siempre tan astuto.

Sinceramente fue difícil librarme de tantos fieles a vos. Lord Zabini, con mis respetos, fue el primero que se dio cuenta de mis intenciones, mucho antes que vuestro marido. Y Lord Snape-rió-Muchas veces se negó a que vos me recibierais.

¿Cómo?-

No quería que estuviéramos a solos, por eso me entretenía con alguna de vuestras damas, haciendo él mismo las transacciones y cediendo ante casi todo. Pero lo que él no sabía era que y ya tenía una mejor transacción: vos-

¿A qué os referís?-

¿Qué no darían vuestro marido y hermanos por vuestra vida?-sonrió-Todo. Lord Malfoy os adora, y vuestros hermanos morirían antes que dejar que su querida hermana muriera.

¿Qué ganáis?-

Poder. Las transacciones de paz eran sólo una excusa para poder manejar a nuestro antojo Hogwarts y toda la isla por fin-

¿Y creéis que los demás nobles estarán de acuerdo con vuestras pretensiones? Muchos no dudarán en daros caza a vos y a vuestros cómplices, por muy alta que sea su insignia-

Los demás nobles aceptarán vuestras condiciones, mi bello ruiseñor, pues vos seréis quien los dirija-

Ginevra retrocedió un par de pasos mientras Lord John se acercaba a ella, con aquellos ojos que ella miles de veces había visto arder de esa forma.

¿Qué queréis decir?-

No sería extraño que Lady Malfoy cayese en las redes del que ahora es su señor y dejase a su marido e hijo para poder gobernar con él. Así, tendrán una reina de la tierra y un rey de fuera, lo cual es perfecto-

Os debéis de haber dado un fuerte golpe al venir hacia aquí con tanta premura, lord John, pues estáis desvariando-

Seguid irónica, mi señora, que pronto os daréis cuenta de quién manda ahora. Llévala abajo-dijo señalando a Catherine.

Lord Alexander corrió a obedecerle, pero Catherine no parecía estar muy de acuerdo, pues en cuanto éste la tocó, la joven sintió una transformación y comenzó a dar patadas y arañar de forma que sólo cuando tres soldados fueron a ayudarle pudieron pararle. Ginevra pedía que la soltasen, pero ella misma forcejeaba contra los brazos de Lord John, que la sujetaban con firmeza.

¡Soltadla!-gritaba-¡Dejadla, malvados!

Oyó el llanto de un niño y pensó en su hijo. Tarde, Lord John acababa de aturdirla con la empuñadura de su espada.

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Señor, Lady Weasley pide permiso para ser recibida-

Draco escupió el vino que tenía en la boca, y Ron se atragantó con un trozo de pan. Lord Weasley miró a todos sus hijos y amigos reunidos en torno a la mesa y los catorce pares de ojos le devolvieron la mirada interrogante.

Que entre-

El paje salió y entró Lady Weasley, flamante y llorosa con su traje negro y ricamente bordado en oro. El pelo lo tenía envuelto en un velo negro, pero su cara fue de auténtico estupor cuando Charlie, su segundo hijo, fue a recibirla en pie y de buen grado. Detrás llegaba Lord Snape, que también mostró extrañeza al ver al segundo heredero.

¿Qué es esto?-preguntó la señora, mirando a sus hijos y a su marido alternativamente-¿Una broma?

Eso me gustaría saber a mí, señora ¿Qué os trae aquí?-

Dedicadme una audiencia con todos mis hijos y os explicaré, querido esposo-dijo intentando serenar su temperamento fuerte.

Todos los nobles comprendieron las intenciones de aquella frase, y poco a poco se fueron despidiendo hasta que sólo quedaban por irse Draco y Harry. A un movimiento de Lady Weasley, ambos se sentaron. Con cuidado dejó caer sus ropajes y se descubrió vestida con uno de los trajes más austeros que ninguno había visto jamás en ella. Era completamente negro, sin encajes o adornos. Todos la miraron como si su sola presencia trajese un mal presentimiento.

Y bien, señora, ¿nos explicarás ahora qué es lo que ocurre?-

Ocurre que hace dos semanas Lord Alexander Mc Row vino a verme-comenzó Lady Weasley, endureciendo la mirada-diciéndome que mi segundo hijo, Charles, estaba mal herido y que sólo él había tenido en cuenta que, cuando un hijo va a morir, lo único que quiere es ver a su madre. Al principio desconfié, los rumores que me habían llegado sobre sus desavenencias con mi hija eran motivos de angustia, pero él me demostró que eso sólo eran habladurías. Ahora comprendo que sólo eran engaños.

Molly-murmuró entre desconcertado y enfadado su esposo-¿Cómo pensaste que te ocultaría algo así?

¡No lo se, Arthur! Lo que sí se es que mi corazón de madre no podía permitir que uno de mis hijos muriese sin que yo lo viese por última vez. Avisé a Ginevra y ella mandó a Lord Snape en busca de su hermano para que se curase a su lado. Ella no pudo venir, está en su séptimo mes de embarazo y no va bien-

¿Qué le ocurre?-preguntó Harry antes incluso de que a su esposo le diese tiempo a preguntar. Draco lo mató con la mirada.

Según dice la partera podrían venir dos niños, y además está llevando como mejor puede todos los asuntos del reino, que la agotan-

¿Quién ha quedado con ella?-esa pregunta estaba dirigida a Lord Snape, pues Draco, que había dicho esto, sólo lo miraba a él.

Apenas cien soldados más la camarilla. Además, todos los consejeros. Pero el ejército no habrá llegado aún-

Draco cerró los ojos y emitió un bufido. Harry lo miró y comprendió el peligro. Los Weasley también unieron ideas.

Faltará al menos un mes para que lleguen, y en una semana como máximo puedo estar otra vez allí, Draco, no os preocupéis-

Lord John no puede hacer nada solo, y Catherine la cuida-murmuró Draco, luego se dirigió a un paje-Decidle a Lord Zabini que venga.

El paje hizo una inclinación y salió.

¿Lo mandaréis a Hogwarts de vuelta?-preguntó Ron. Draco asintió.

Sólo la presencia de Blaise será un bálsamo para Ginevra. Le daré plenos poderes para que pueda encargarse de todo y haré que Ginevra se vaya a un sitio seguro dónde pueda tener un final de embarazo normal-

Puedes llevarla con Hermione. Ella está en el octavo mes de embarazo, y se alegrará de que Ginevra la acompañe-

Draco asintió. En esos momentos entró Lord Zabini, que venía de la última batalla y aún tenía en sus ropas el polvo del camino. Al ver a Lady Weasley y a Lord Snape palideció. Draco se acercó a él y le susurró unas palabras al oído. El joven asintió un par de veces, para después hacer una leve reverencia y salir.

Saldrá en unos minutos-anunció Draco, y se sentó algo más tranquilo.

Lady Weasley también tomó asiento al lado de su hijo Charlie, que le tomó las manos y se las besó en señal de respeto. Pensar que su madre y su hermana se preocupaban tanto por él como para realizar semejante locura.

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Estaba en sus aposentos, pero sólo Diamante la acompañaba. Sentía dolores en el vientre desde la mañana, por eso se esforzaba por estar tranquila, respirar como el médico le había recomendado y no pensar en nada. Habían aceptado que Trudy entrase para vestirla una vez al día y que una criada muda le diese de comer, pero nada más. Desde su ventana podía ver cómo las tropas del que hasta hacía poco era un siervo más de la casa Malfoy, se hacían dueñas del palacio. En su fuero interno sintió la culpabilidad de todo lo que ocurría. Si ella no se hubiese puesto tan bravucona, seguramente ahora las cosas no estarían así. Además, nadie en el exterior sabía de su situación precaria.

Llamaron a la puerta y ella dejó permiso para entrar. Era la criada que le traía la comida. Como siempre, dejó la bandeja de plata en su mesilla y se retiró, no sin antes inclinarse respetuosamente. Ginevra levantó la mano en señal de querer estar a solas y la criada obedeció.

Levantó las tapas de las fuentes y vio que tenía un poco de carne asada y verduras. Tomó algo de lo primero, pero apenas probó las verduras, pues sin querer descubrió que un pequeño trozo de pergamino asomaba en una de las esquinas. Era apenas una uña, pero al desenvolverlo leyó algo que la excitó sobremanera: "No estáis sola"

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Lo peor no era descubrir que se había enamorado de ella, de su candidez, de su sobriedad. Lo peor era que sabía que, aunque la sometiese a la peor de las vejaciones, ella no daría su brazo a torcer. Había resistido a todas las súplicas, amenazas e insultos conocidos y por conocer. Incluso cuando amenazaron con tirar a su hijo desde la torre mayor, ella se volvió y, con fuego en los ojos, le instó a que lo hiciera.

Miles de manos saldrán para tomarlo antes de que llegue al suelo, eso sin contar con dónde pondrá mi esposo tu cabeza en cuanto te pille-le dijo, altanera y orgullosa.

Y lo peor era que, cuanto más se hacía la dura, más necesitaba acercarse, tocarla, olerla, tenerla.

Ginevra Malfoy nunca sería infiel a su esposo, al que según decían amaba con locura. Y él descubrió que el triunfo nunca deja de tener una parte amarga.

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Catherine dejó de luchar contra sus barrotes en cuanto vio que un soldado entraba. Echó hacia atrás su largo y hermoso pelo negro y se irguió. El oficial rió suavemente, y detrás de él apareció una figura pequeña que llevaba una bandeja.

¿Catherine?-

¿Trudy?-

El oficial las dejó, incumpliendo así las órdenes de su superior. Trudy dejó la bandeja a un lado y luego corrió al lado de la morena, que la miraba con extrañeza en los ojos.

¿Cómo está Ginevra?-fue lo primero que preguntó.

Nadie lo sabe. No nos dejan entrar, ni siquiera al doctor-

Hablaba mientras buscaba algo entre sus ropajes. De pronto lo encontró, una llave pequeña y de latón, que fue la salvación para Catherine.

¿Qué haces?-

¿A ti qué te parece? Te estoy quitando las cadenas. Ahora tú te pondrás mis ropas y saldrás con la bandeja-

¿Qué pretendes?-

Hay que avisar a Lord Draco o de aquí a una semana ocurrirá la mayor catástrofe que Hogwarts había presenciado nunca-

Me verán. Ese oficial conoce mi rostro-

Ese oficial es mi hijo, y le confiaría a él mi vida-

Trudy…-

Date prisa o ambas moriremos-

Catherine la abrazó tímidamente y tomó la bandeja después de recogerse el pelo y cambiarse ambas las ropas. Le echó una última mirada a la criada de su señora y sonrió.

Volveré pronto-

Más te vale-

Sí, más le valía.

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Los dolores comenzaron a ser insoportables. Sangraba y quería gritar, pero se autocontrolaba. Sentía que el niño que tanto había querido se escurría por sus piernas, y eso no le podía ocurrir a ella. Tenía que salir de allí.

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Catherine tomó el primer caballo que miró. Se había colocado las ropas de hombre que el mismo hijo de Trudy había procurado para ella. Se sentía más liviana que otras veces, sin corsé ni ropajes, unos encima de otros.

Montó a lo varón, como su padre le enseñó una lejana tarde de verano. Se ajustó las bridas y salió a todo galope hasta las puertas del palacio, dónde tuvo que enseñar un salvoconducto falso que la dejase escapar. El oficial de guardia, que andaba un poco ebrio, dejó que saliese con una exclamación que prefirió no entender.

Sentía la fuerza del caballo debajo suya, su fiereza y sus movimientos eran una pócima para no pensar. Sólo ella y el caballo, sólo ella y el horizonte que debía seguir hasta llegar a avisar a Draco. Tenía que hacerlo por Blaise, por Ginevra y por todo en lo que creía.

Las piernas se tensaban y su cuerpo entero vibraba ante cada embestida. No quiso pensar en su señora, que era más una amiga que otra cosa, en el pequeño Richard, que nadie sabía dónde estaba, en su marido o en cualquier otro. Sólo ella, por una vez en su vida. Sólo una, sólo una.

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Bueno, aquí tenéis dos merecidos capítulos. Siento la espera, pero es que la facultad me tiene muy liada, y aún estoy completamente seca de imaginación con un par de historias, lo que me deprime aún más.

Azazel: ¡Mi niña! Hace nada nos hemos visto y ya te hecho de menos. Bueno, a lo que iba, en la escena del capítulo 10 Marie, que en realidad está enamorada de Lucius, al enterarse de que no se va a casar con ella, lo mata y después se suicida ella, así que la respuesta es que hace las dos cosas, jeje. Un besito y espero que estos dos capítulos te gusten.

Gracias a Andy y a fiosol por vuestros reviews…¡Byes!

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