Capítulo 14. La verdad sale a la luz.

Catherine volvió en sí cuando Lady Weasley terminaba de vestirla con un vestido que le sobraba por todos lados. Abrió los ojos y reconoció a su mano amiga, pero el cansancio le impidió decir palabra alguna. Tras unos minutos para acostumbrarse a la luz y a su lugar, se incorporó, pidió agua y hablar con Lord Malfoy.

Éste acudió al momento, seguido de su suegro, que lo había acompañado toda la noche. El rubio, que había permanecido despierto toda la noche esperando a que la joven recobrase el sentido, tomó sus blancas manos y le pidió que se lo contase todo. Catherine lo hizo, intercalando cosas que su señora le había pedido que le dijera con lo poco que sabía de Lord John, sus tropas y la escapada de la joven.

-¿Y como está ella?-

-Lo último que supe de ella era que la habían separado de su hijo, pero está débil. El nuevo embarazo le está dando dolores muy fuertes. Debéis ir lo más pronto posible-

-Lo haremos. Ahora descansa, no sabes el favor que nos has hecho-

-Intenté llegar antes, pero mi caballo murió, y tuve que venir andando-

-Eres la mujer más valiente que jamás he conocido-dijo con cariño Lady Weasley besando sus cabellos ásperos por el polvo del camino.

Draco asintió y se levantó.

-¿Cuánto tardaremos en reunir las tropas?-le preguntó a su suegro.

-Unas horas. Los soldados que quedan en el campamento irán con vos y Lord Potter, y luego iremos nosotros-

-Bien, entonces nos veremos allí, pero…-

-Harry se comportará-sonrió Lord Weasley, leyendo los pensamientos de su yerno-Y necesitáis sus tierras para poder dirigir con éxito la empresa.

-Podría ir solo-

-¿Y creéis que Lady Potter os dejaría pasar con soldados, con la débil excusa que podéis ofrecerle?-

Draco refunfuñó algo y salió de la tienda. Mandó a uno de sus subordinados que arreglase todo y en media hora todo estaba listo para partir. Harry se presentó a la hora acordada y con menos tropas de las que al principio había supuesto, pero, dispuesto a llevarse bien con el joven, se limitó a fruncir el ceño. Ambos montaron en sus corceles y, sin una mirada, comenzaron el largo camino.

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-¿Hay noticias?-

Era la pregunta que hacía cada vez que Neville o Luna iban al pueblo, pero la respuesta siempre era una triste negativa. ¿Habría llegado Catherine bien al campamento? ¿Habría llegado?

-No os preocupéis-la reconfortaba su antigua dama-Todo saldrá bien. Sólo hay que esperar.

Pero era duro estar encerrado entre aquellas paredes, sin poder hacer nada, oliendo a establo y con un bebé que no paraba de llorar. Las horas pasaban haciendo la masa, cocinando, barriendo tierra, ordeñando a las vacas, cuidando a los patos, recogiendo sus huevos, bañándose en el lago, buscando setas…Las jornadas eran duras, la cama dura, la vida mala.

Al cuarto día de su estancia allí, Luna trajo un mejunje color chocolate.

-¿Qué es?-

-Henna. Es un polvo moro que he encontrado en el mercadillo. Os oscurecerá el pelo-

-¿Qué?-

-¿Queréis salir o preferís quedaros allí?-

Así que así fue como Ginevra Malfoy, a sus veintipocos años, dejó su melena pelirroja por un hermoso color negro.

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-¿Os gustó la boda?-

-Hermosa-

-No estáis muy habladora-

-Me preocupa que Ginevra siga suelta-

-Tranquila, la encontrarán. Muy pronto-

Rose se levantó furiosa de su hermoso sillón. John no comprendía de lo que esa estúpida pelirroja era capaz de hacer. Había conocido a los Malfoy, padre e hijo, antes de que ella llegara a sus vidas y después. El cambio era gigantesco. Habían pasado de ser unos mujeriegos a no mirar más allá de ella. ¿Qué no se daba cuenta?

-Es demasiado peligrosa. Sobre todo para mí-

-¿Crees acaso, mi bella esposa, que yo dejaría que os hicieran daño?-

-No, pero vos no sabéis de lo que son capaces por tener ideas diferentes a las que los que mandan tienen…-

-Ahora nosotros mandamos, y así será-

-John…-

-¿Sí, querida?-

-Si algo fuese mal, si fallara todo esto… ¿Me llevarías contigo?-

Lord John había estado frente a muchas mujeres en su vida, pero ninguna como Rose. Quizá por eso le pidió que fuese su esposa, aunque sabía que nunca podría atarla a nada, que ella tendría su vida y sus amantes. Pero al verla allí, casi en sus brazos, con la bata escarlata y el camisón transparente, los ojos suplicantes y retadores a la vez, la boca abierta y húmeda, no tuvo más que decir.

-Por supuesto. Yo no te dejaré-

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Blaise tomó un poco de vino en una cantina y pensó en su esposa. Había escapado. Había ido en busca de ayuda. Y Ginevra se encontraba a buen recaudo, pero no le dio tiempo a decir dónde.

Aquella chica, ¿era Jane su nombre, y su madre habían sido ajusticiadas por un crimen que aceptaron cometer. Ser las culpables de que Lady Malfoy escapara con vida y sus dos hijos. Ahorcadas en la plaza mayor, frente a toda la ciudad y a sus gobernantes, que sonrieron ante la incredulidad de los pueblerinos, que no entendían por qué aquellas dos mujeres iban a ser asesinadas.

Envuelto en su capa había visto a los "gobernadores" en la hermosa tribuna que Draco había hecho para su esposa, dónde las serpientes y los osos (símbolos de ambas familias) se entremezclaban con colores verdosos y rojos. Encima, en dorado y plateado, ambos emblemas. Lord John parecía tranquilo, vestido ricamente con ropas oscuras y una larga medalla de oro. En cambio, Rose, su hermana, parecía crispada. Ni siquiera el vino que bebía sin parar le hacía relajarse.

Cuando llegaron ambas presas, Blaise reconoció a ambas y sintió un deje de amargura en su garganta. Ella era la joven que había buscado justicia tras la violación sufrida por Alexander McRow. Y ahora que lo buscaba, estaba casi al lado de Lady Rose, algo pálido y sudoroso. También bebía sin poder parar.

La joven no llegaba a los veinte años en aspecto. Tenía los cabellos sueltos y la mirada furiosa. La redondez de sus curvas dañadas se adivinaban bajo el vestido blanco de las criminales. No tuvo dudas sobre lo que había atraído tanto a Alexander. Su mirada era capaz de traspasar almas, mentes y todo tipo de tejido. Su boca era una cereza con forma de labios.

La madre, que se inclinaba hacia un lado, era igual que la hija pero con muchas más desgracias encima. A su lado, un muchacho lloraba y un hombre, de su edad, lo consolaba con palabras vacías.

-Son su familia-le indicó una vieja que había a su lado-El marido de ella y el hijo pequeño.

Blaise posó su vista en el hombre. Tenía los ojos claros, el pelo oscuro y una idea de barba bien rasurada. Vestía con modestia y miraba sólo a Jane, que parecía devolverle a la mirada y que, durante unos instantes, le sonrió.

-¿Algo que decir?-dijo Lord John, más por deber que por otra cosa.

-Sí-contestó Jane-Deciros que estoy encantada de morir, que lo volvería a hacer y que desde el cielo veré cómo os comen los gusanos por traicionar a alguien que vale muchísimo más que vos.

-Suficiente-

Y a un movimiento del gobernador. Ambas mujeres caían y quedaban suspendidas de una soga al cuello. Hubo un murmullo, se aguantó la respiración y se descansó cuando ambas se rompieron el cuello al caer.

Una mujer fue hacia los dos hombres y recogió al pequeño.

-No te preocupes, Anthony, yo me ocuparé de River-

-Gracias, Amy-

Amy sólo sonrió y le dijo algo al oído al hombre. Éste se encogió de hombros.

-Yo aún la quiero-

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Las tierras de Lord Potter se extendían desde las montañas de Los Tres Picos hasta el valle medio. Era un poco más grande en cuanto a territorio que el suyo, pero bastante más pobre. Las tierras eran de secano, pobres en agua, pero la gente era feliz por el gobierno que el joven conde daba.

Draco vio durante el trayecto por sus tierras que Lord Potter era inmensamente conocido y que los aldeanos de uno y otro lugar salían de sus casas sólo para recibirlos y darle de comer a los caballos y soldados. Incluso hubo un par que los saludó por su nombre de pila.

Todo eso era tan extraño. Draco nunca había sido recibido así en sus tierras. Es más, si no fuese porque iba con una escolta y estandartes, nadie lo reconocería entre la marabunta de ciudadanos de su estado.

-¿Los conocéis a todos?-preguntó con sorna cuando Harry se montó en el caballo, paralelo al suyo.

-¿Vos no?-respondió el moreno con una sonrisa en los labios.

El rubio calló. No quería responderle que consideraba una bajeza visitar a sus súbditos.

-Mis padres lo hacían-respondió Harry cuando pasaron unos minutos-Mas bien mi madre. A ella le encantaba visitar al pueblo. Solía decir que para ser un buen gobernante hay que acercarse a los que hay que gobernar.

-¿Y seguís todos sus consejos?-

-Casi todos-

-¿Cuáles no?-

-Los que corresponden a mujeres. Si no, ahora mismo no estaría donde estoy-

El rubio no quiso entrar en detalles, por si se veía en la obligación de ajustar cuentas con quien en esos momentos le podía ser de mucha ayuda.

-El palacio no está lejos. Espero que Cho esté esperándonos-

La cabalgata se volvió más rápida y pronto entraron en un bosque de pinos, mucho más fresco que los campos de trigo anteriores. Aunque se veía espeso, pronto se advirtió que las ráfagas de luz se colaban por entre las ramas, además de que un camino muy bien trazado marcaba el lugar por el que desde hacía décadas se unían el sur y el norte de aquel condado.

Cuando el bosque de pinos llegó a su fin, el palacio-fortaleza de Harry brilló a la luz del sol. Era bastante más pequeño que el suyo, pero la piedra con la que había sido tallada refulgía como las gemas en el lecho del río. Destacaban tres torres más altas que los muros, que terminaban en tejas de color rojo y con forma puntiaguda. Las puertas, a modo de castillo medieval, estaban abiertas y se notaba que aquel día había mercado.

-Por fin en casa-suspiró el joven a su lado.

Draco se preguntó cuánto tardaría él en verse en la misma situación.

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-¡Ay!-gimió una mañana mientras llevaban agua a la casa.

Luna se acercó y le tocó el amplio vientre.

-¿Ya viene?-

-Me temo que sí-dejó la jarra a un lado-Me duele mucho.

-Venid y tumbaos en la cama, le diré a Neville que vaya a buscar a la partera-

-Aún no, Luna. Me temo que esto va a durar mucho tiempo. Además, aún no he roto aguas-

Luna asintió y tomó la otra jarra.

-Vamos, en la casa, al menos, no hará este sofocante calor-

En efecto, el parto duró tres días con sus tres noches, en los que Ginevra apenas pudo moverse de la cama. Para cuando la partera llegó, treinta y seis horas después del primer gemido, la joven estaba tan transpirada que se resbalaba al incorporarse.

La partera, una mujer que ya rondaba los cincuenta años y parecía no lavarse en días, traía todo su instrumental. Puso una imagen de Santa Ana, patrona de los partos, al lado de la madre, y sacó un puñado de hierbas que aromatizaron la habitación, envuelta en un olor acre desde que todo había empezado. Encendió una vela y sacó una navaja que tuvo que guardar la rubia cuando vio los ojos desencajados de Ginevra.

-Debes guardar, fuerzas, niñas ¿Cómo te llamas?-

-Molly-contestó con esfuerzo la joven, empleando su segundo nombre, el que su madre usaba cuando ambas estaban solas.

-Bien, Molly, por lo que Luna me ha dicho, no es la primera vez que pasas por esto, así que sabrás más o menos como funciona-

¿Cómo explicarle a esa mujer que la primera vez estaba rodeada de médicos y que, en unas horas, el niño ya estaba fuera? ¿Cómo decirle que nunca se había sentido tan vulnerable, tan sola? Quería a su madre al otro lado de la puerta, como la primera vez, al doctor a su lado…

-Luna, niña, cuece estas hierbas y haz una infusión para la madre-

-Enseguida, Teresa-

-Trae también una palangana, unas cuerdas, una toalla limpia y jabón-

-¿Cuerdas?-preguntó aterrorizada Ginevra.

-Sí, para colgarte los brazos-murmuró como si fuera lo más normal-Así todo será más fácil.

Veinticinco horas más tarde de esa conversación, los dolores se volvieron más fuertes y continuos. La partera, que se había dormido, se despertó con los gemidos de la parturienta, que empezaba a moverse nerviosa, sintiendo que algo había cambiado. Teresa le abrió las piernas sin consideración alguna y sonrió, enseñando su boca desdentada.

-¡Luna!-

La rubia apareció al momento, con Richard en los brazos y una cacerola en la otra.

-¿Ya?-

-Ya. Apresúrate-

Luna dejó al niño en el suelo y se apresuró en colgar las cuerdas del tabique que sobresalía en la habitación. Luego, colocó en el suelo paja y encima una sábana blanca.

-Bien, Molly, ahora vamos a ponerte ahí y tú te vas a agarrar a las cuerdas ¿Entendido?-

-Sí-

-Bien, cálmate. Luna, ayúdame-

Entre las dos mujeres colocaron a la joven encima de la paja y ataron sus manos a las cuerdas. La partera se colocó debajo y Luna se apresuró a calentar agua para lavar al recién nacido.

-Cuando te diga, empuja-le dijo la partera-¡Ahora!

Ginny se agarró a las cuerdas, apretó los dientes para no gritar y se esforzó en traer a su hijo al mundo. Notó como una masa se escurría por sus muslos y se dio cuenta que de es forma le costaba mucho menos trabajo, porque parte del esfuerzo lo hacía la madre naturaleza, atrayendo a su hijo hacia abajo, aunque sus piernas parecían temblar y no aguantar.

-Bien, Molly, una vez más-

Esta vez costó mucho menos, y la masa se desprendió totalmente. Cuando, felizmente, miró hacia abajo, se dio cuenta que en las manos de esa mujer, llenas de sangre, estaba su segundo hijo.

-No te muevas, voy a limpiarte-le señaló Teresa mientras Luna tomaba al recién nacido y lo lavaba en la misma cama.

Minutos después, el bebé dormitaba felizmente entre los cuerpos de su hermano y su madre, que, tras días de lucha, se había quedado dormida.

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-¡Señor!-exclamó el oficial al ver llegar a Lord John y Lady Rose del brazo-Señora.

-Me han dicho que tenía información importante sobre Lord Malfoy-

-Así es. Tengo motivos concluyentes para creer que se haya en el condado de Lord Potter, con la compañía de éste y de su suegro-

-¿Qué os hace pensar eso?-

-Unos lugareños nos lo confesaron-

-Espero que hayan quedado a buen recaudo-

-Sí, señor-

-Gracias por la información, será recompensado-

El oficial hizo una inclinación y se marchó. John se volvió a Rose y le pidió con la mirada que lo acompañara. Ambos acabaron en su despacho.

-Ahora sí que hay que reforzar la búsqueda de Ginevra-exclamó Rose, lívida-Si la tenemos, Draco no nos negará nada.

-¿Y mientras? Debemos ser más astutos que ellos-

-¿Y qué vas a hacer?-

-Actuar como si en realidad estuviera en nuestro poder. Él tampoco sabe dónde está esa zorra-

-¿Y si aparece?-

-Es la última carta que podemos jugar. Además, las tropas de mis padres no pueden tardar-

Rose suspiró, cansada y pálida.

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Cho, en efecto, los recibió con una buena cena y todo dispuesto para que comenzaran pronto las hostilidades. Draco reconoció que nunca le había sido indiferente aquella mujer, pero ahora que la juventud se encontraba en su plenitud, debía reconocer que era extremadamente hermosa, además de cuidadosa, hacendosa y muy discreta. Cada vez que se acordaba de su esposa, con tanto carácter, no podía menos que pensar que, si no fuera porque la adoraba, una mujer como Cho le hubiera sido más útil.

Cho se dedicaba exclusivamente a la crianza de su primogénito, un muchacho de año y medio y cara de querubín que la adoraba y al que sólo había visto un par de veces desde que llegaron. Además, se notaba a leguas que sólo tenía ojos para su marido. Se arreglaba con el gusto de complacerlo, lo esperaba todas las noches hasta que terminasen las largas reuniones y cuando él le mandaba algo, ella normalmente ya se había adelantado.

Aquella noche, con un vestido de tul color damasco y el pelo recogido en un elegante moño, se veía extremadamente candorosa. Ella misma se encargó de preparar el menú y sólo hablaba cuando alguien le pedía opinión.

-Entonces ¿Cuándo partiréis?-preguntó tras un largo silencio.

-Al alba. Unos hombres irán a buscar a Ginevra y nosotros iremos a hablar con John-le respondió Harry, que parecía no apreciar los cuidados que su mujer le prodigaba.

-Todo está preparado. Tu esposa ha hecho un gran trabajo-la felicitó Draco, se sentía mal al ver cómo la trataban. Ella le sonrió desde el otro lado de la mesa.

-Sí-murmuró el moreno, distraído. En ese momento se levantó-Disculpadme, he de ir a ver unas cosas.

Cho le tocó una mano, pero él retiró el contacto rápidamente.

-Hasta mañana-

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-Disculpa-

Se dio la vuelta. El hombre que lo había parado era Anthony, el marido de Jane.

-¿Sí?-

-Jane me dijo que eras amigo de Ginevra. ¿Es cierto?-

Blaise lo tomó bruscamente del brazo y lo echó a un lado.

-No deberías ir preguntando eso por ahí ¿No crees?-

Anthony no hizo caso a las amenazas de Blaise y, sonriendo, le preguntó.

-¿Quieres saber dónde está?-

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-¿Teresa?-preguntó Luna al ver que la mujer aún no había recogido sus cosas-¿Qué pasa?

La mujer, que observaba fijamente a la recién parida, apenas escuchó la voz de Luna, que era lenta y cantarina. Se dio la vuelta con rapidez y la rubia leyó la preocupación en sus ojos.

-Aún no ha dejado de sangrar. Creo que hay un trozo de placenta dentro-

-¿Cómo?-

-La placenta no se desprendió bien, tuve que tirar. Si está dentro, no sobrevivirá-

-Dios mío-

-Debemos rezar y esperar-

-¿Y si llamamos a alguien?-

-¿A quién? ¿Tú tienes dinero para llamar a un médico?-

Luna negó con la cabeza y suspiró. A sus pies, Richard jugaba con dos piedras y reía. La mujer lo tomó en brazos.

-Creo que es hora de que llamemos al marido de Molly-

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-¿Estás seguro de que es aquí?-

-Jane me lo dijo pocos minutos antes de la ejecución-

-¿Por qué me lo dices?-

-Creo que es lo correcto. Además, Lady Malfoy ha sido la única que se ha preocupado por Jane, y por todas las mujeres que sufren abusos como ella los sufrió. Creo que merece un poco de ayuda-

-Gracias, Anthony-

-De nada. Os dejo aquí. Si alguna vez me necesitáis, la Cantina de Cabeza de Puerco siempre estará abierta para los vuestros-

-Nos veremos, entonces-

Blaise vio como el caballo flacucho de Anthony se perdía por el camino de polvo amarillento y luego se dirigió a la pequeña cabaña de madera que había un poco más arriba. En la puerta, atadas, había una vaca y una oveja que comían las hierbas que salían de los flancos y las piedras. Un poco alejado, un carro viejo lleno de paja. Dos jarras vacías tiradas, gallinas picoteando…

-Mejor no la podían haber ocultado-pensó en voz alta Blaise.

Se acercó con precaución y bajó del caballo casi en la misma puerta. Lo ató con fuerza al aro que había en la pared y entró en la casucha. Olía a establo, era oscura y debido a las últimas lluvias, el suelo era un barrizal, pero había pan y queso encima de la mesa, símbolos de que no pasaban hambre.

-¿Quién anda ahí?-preguntó una voz desde la única habitación separada de dónde él estaba. Se abrió la puerta y apareció una mujer mayor, que cargaba a un bebé que Blaise reconoció al momento: era Richard-¿Quién eres?

-Soy…-

Pero el niño resolvió el problema mirando con una sonrisa al recién llegado y ofreciéndole los brazos, casi tirándose de las manos de aquella mujer. Ella pareció comprender.

-Tú debes ser el marido de Molly-le sonrió, dándole al niño-Pasa por aquí.

Richard se agarró fuertemente al cuello del hombre y éste, con su habitual tranquilidad y temple, entró en la oscura habitación. En efecto, sobre la amplia cama de sábanas limpias y blancas, que refulgían en la oscuridad, se encontraba Ginevra dormitando levemente. A su lado, un recién nacido que aún tenía el cordón umbilical.

-Luna ha ido a buscarte, pero veo que tú te has adelantado-

-Ya ves-

-Supongo que querrás estar a solas con ella-

-Gracias-

-Estaré fuera. Si necesitas algo…-

-Bien-

La mujer cerró la puerta llevándose una de las velas, dejando así la habitación más oscura. Richard se soltó de su cuello y se echó sobre la cama, en el lado libre que quedaba al lado de su madre. Blaise le tocó el hombro para levantarla, pero ella ni siquiera protestó.

El hombre, resoplando, esperó a que despertase.

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Ginny le había hablado mucho del cuadro que había en la biblioteca del palacio de los Potter, y confirmó que no había escatimado en elogios. La mujer pelirroja que ahora le devolvía la mirada era exquisita, no tanto por su belleza, sino por la dulzura de sus ojos, el aura que parecía que la rodeaba. Tenía un leve parecido con su esposa, quizá por el pelo, las pecas difuminadas o la tez tan pálida, y Draco tembló al imaginarse las veces que Harry se habría imaginado a Ginny al ver aquel cuadro.

Odiaba pensar que cualquiera podía encontrar atractiva a su mujer, pero no tenía más remedio que morderse los labios cuando los condes de la región observaban más de lo debido a la persona que llevaba de su brazo. Incluso con sus embarazos estaba hermosa. Adquiría un tono rosado en sus mejillas, sus ojos brillaban y se volvía redonda como un melocotón maduro.

-Veo que has encontrado el rincón preferido de Ginny-

No, no era Harry. Era su suegro.

-¿Éste era su sitio preferido?-

-Adora ese cuadro. De pequeña se pasaba horas observándolo. Creo que se lo debe saber de memoria-

-Siempre quiso ocupar su lugar ¿no?-

-¿Para qué mentir?-sonrió Arthur Weasley-Sí, siempre lo quiso. Pero su lugar estaba a tu lado, aunque ella no lo comprende aún.

-¿Creéis que se cumplirá?-

-Estoy seguro de ello. Lo estás haciendo muy bien, Draco. Ambos lo estáis haciendo bien-

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-¿Blaise?-

El moreno se despertó sobresaltado. Se había dormido. Enfrente suya, Ginevra lo miraba extrañada, pero con una sonrisa suave.

-Perdone, señora-

-¿Estás loco? Llámame Molly-

-Perdone la señora, pero…-

Ginny lo calló poniendo sus dedos en los labios del joven.

-Aquí soy Molly-

-Y yo soy vuestro marido-

-¿Cómo?-

-La mujer que os acompañaba me confundió con vuestro esposo, y quise aprovechar la oportunidad. Si no, no me hubiera dejado entrar a veros-

-Bien. Entonces, ahora sí que me debes dejar de llamar de usted-

De repente se abrió la puerta con fuerza, y los rizos de Luna aparecieron por la puerta.

-Molly ¿Estás bien?-

-Claro, Luna, pasa-

Luna no reconoció a Blaise, pero se sintió tranquila al ver que Ginevra tomaba su mano con cariño.

-Debes echarte. Teresa cree que puede haber problemas-

-¿Problemas?-

-No te preocupes y échate ¿Ha comido el niño?-

-No me sube la leche-

-Bien, le diré a Teresa que llame a alguna de sus chicas-

-¿Chicas?-exclamó Blaise.

-Sí. Mujeres jóvenes que acaban de tener hijos y pueden dar de mamar a los que sus madres no tienen-

Ginevra rió al ver la cara de Blaise.

-Dile a Catherine que te lo explique-le susurró al oído.

-Sin duda-

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La entrada a su condado no fue fácil, al igual que la entrada a la capital. Había un gran ejército replegado en todas partes, incluso en el campo, expuestos a las aterrorizadas miradas de los campesinos, cuyas únicas armas que habían visto en sus vidas eran el azadón y el hacha.

Sólo dejaron llegar a un par de mensajeros, pero volvieron Lord John, un par de caballeros y una mujer ricamente vestida en el caballo que, dos días después de su boda, él mismo le había regalado a Ginevra. También reconoció su vestido esmeralda, sus pendientes a juego y su perfume, a pesar de la distancia que los separaba. No tardó en saber quién era: Rose Zabini.

-No sabía que en otros países consideraban de buen talante hacerse con las tierras de quien os ha dado protección, Lord John-dijo Draco con cinismo. Rose sonrió discretamente.

-Os equivocáis, Lord Malfoy, vuestra esposa escapó dejando el condado en la ruina, y puesto que yo soy hombre de principios, me hice cargo de todo-

-Bien, si es así, creo que entonces podéis retirar a todas vuestras tropas y devolverme mis tierras-

-Que yo sepa, no son vuestras, sino de Lady Malfoy, a la cuál buscamos desde hace semanas y cuyo cuerpo no está presente. Por lo tanto, no puedo hacer nada por vos-

-¿Os atrevéis a desafiarme a una guerra abierta?-exclamó airado.

El caballo de Lord John se acercó más y replicó con sorna.

-A eso y a más-luego dio la vuelta y salió a galope, seguido muy de cerca de los demás.

Draco entendió que las negociaciones habían terminado, habían sido cortas y muy reveladoras. Debía encontrar lo más raudamente posible a su esposa, antes de que lo hiciera Lord John. Harry, a su lado, se movía inquieto.

-¿Qué te pasa?-

-Una idea loca se me ha pasado por la cabeza-

Draco bufó airado y apretó las espuelas a su caballo. Harry sonrió abiertamente y le siguió.

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¡Siento muchisimo el retraso! ¡De veras! Prometo que la próxima vez contestaré reviews…

Un beso y dejadme un mensaje para ver qué tal os parece ¿Ok? Sé que soy una desagradecida, pero mañana vuelvo a la vida universitaria y estoy hasta el cuello…

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