Capítulo XI
Feliz Navidad
Llevaba ya algunas horas con la espalda apoyada en la pared de la cabaña en la que se alojaban, Kikyo, estaba recostada sobre el futón, perecía dormida, encontrarla en ese estado tan deplorable le había hecho sentir muy culpable, al parecer ella no mentía, la llevaba observando largo tiempo y parecía muy agotada, sin decir que las almas que traían consigo sus serpientes no lograban ingresar todas en ella, agudizó su vista y notó que sobre su hombro derecho una tenue luz se vislumbraba, se acerco y observó el rostro pálido y al parecer dormido de la mujer, descorrió con cuidado la yukata, dejando el hombro desnudo, y paso los dedos con delicadeza en ellos, advirtiendo una pequeña fisura que se formaba en el, dejando escapar poco a poco, la energía de las almas que aún podía recibir ella.
-Esta herida no ha querido cerrar…- dijo con la voz cansada y los ojos apenas abiertos, posados en los dorados del hanyou, una sonrisa lacónica se asomó en sus labios -… quién dijera que siempre terminaría perdiendo la vida por esta herida ¿no?...
-No dejaré que mueras Kikyo…- respondió arrugando el ceño, sabía que le había prometido a Kagome volver a su lado, estar junto a ella, pero ¿cómo podía dejar que Kikyo muriera?... esa se había convertido en su lucha, por tanto tiempo.
-No quiero morir…- susurró, utilizando todas las fuerzas que poseía, para aferrarse al haori del hanyou y esconder su rostro en el pecho fuerte -… no puedo morir aún…- suplicó, e InuYasha sintió un dolor enorme en su corazón, ¿es que acaso nunca lograría vivir en paz?... se sentó junto a ella y la cobijó en sus brazos, se veía tan indefensa, y si no hubiese sido por que jamás la sintió temblar, juraría que ahora lo estaba haciendo.
-¿Qué puedo hacer?... ¿Cómo te puedo ayudar?...- pidió una respuesta, necesitaba hacer algo, de lo contrario no podría irse en paz de su lado.
-No puedo morir aún, hay cosas que me quedan por hacer aún aquí…- dijo, inquietando a InuYasha, del tiempo que llevan juntos, jamás quiso darle un motivo para no irse al infierno con él de una buena vez, y ahora parecía estar a punto de confesarse.
-¿Qué cosas Kikyo?...- se aventuró a preguntar, sin saber si obtendría una respuesta.
-No puedo explicarte…- aseveró, ya perdiendo la voz suave que la estaba acompañando, para volver a su tono habitual, pero cansado, se soltó del abrazó y se sentó, dejando que su cabello oscuro cayera por la espalda y los costados, algo desordenado, para como acostumbraba llevarlo, la cabeza inclinada – La perla de Shikkon…
-¿Qué?... ¿La perla?...- interrogó como creyendo que no había escuchado bien, ¿a qué se refería Kikyo?...
-Solo la Perla de Shikkon, puede darme el tiempo y las fuerzas que necesito… - aseguró observando como los dorados ojos la miraban cuestionando sus palabras – ella puede concederme el deseo de convertirme nuevamente en una humana – puso su mano en la herida y su rostro se comprimió un poco – la Perla puede darle un cuerpo humano a mi alma…
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Le pidió a InuYasha que la dejará cerca de la aldea, no quería un encuentro entre él y Shinishi, se sentía tan extraña, tenía temor de que algo destruyera la felicidad que tenía en su corazón luego de las palabras del hanyou, se sentía embelesada, escuchar la seguridad en la voz del hanyou, cuando le aseguraba permanecer a su lado, probablemente estaría bien decirle ya que lo de Shinishi no era más que un mal entendido, que ella nunca dejó de amarlo, se sonrió al pensar en que su propio orgullo le había ganado en esta oportunidad, pero de pronto sus cejas se fruncieron al pensar en Kikyo, detuvo su paso antes de salir al claro que le abría paso hacía la aldea…¿ Y Kikyo?... oprimió uno de sus puños… seguro él había intimado con ella, sacudió su cabeza, recordando los besos que alguna vez los vio entregarse, no podía dejarse envenenar por eso, después de todo ya habría tiempo para aclararlo… volvió a sonreís, cuando soñadoramente toco sus labios.
-¿Te han besado ya suficiente?...- escuchó una ronca voz masculina tras su espalda, sin alcanzar siquiera a voltearse para ver bien de quien se trataba, aunque no lo necesitaba, Shinishi ya la había aprisionado por la cintura y pegado a su pecho.
-Suéltame Shinishi…- pidió con n tono algo alterado, por alguna razón que no lograba comprender, se había comenzado a sentir muy nerviosa junto a él, su voz sonaba diferente y muy molesta y por primera vez su poderío varonil le erizo la piel.
-¿Cuándo entenderás que eres mía y solo mía?... – preguntó ya a punto de bufar sobre su nuca, buscando con sus labios el cuello pálido y expuesto de ella.
-Ya basta Shinishi…- luchaba por que la soltara, sintiendo como las lagrimas se agolpaban en sus ojos, la fuerza con que el hombre la sostenía, la dejaba apenas tocar con la punta de los pies el piso y la estaba sofocando incluso.
-No…- dio casi jadeando en su oído -… no dejaré que te vuelvas a escapar a esa cueva, con ese hanyou…
Kagome abrió los ojos sorprendida… ¿acaso la había estado espiando?... tragó saliva y respiró profundamente intentando calmar sus sentidos, lamentaba tener que hacer esto con Shinishi, pero no veía otra alternativa, él no comprendía razones y ella se esta asustando con su actitud. Cerró los ojos y dejó que su aura la protegiera con enorme energía, formando una luz azul intensa alrededor de su figura, la que se metía entre el cuerpo del hombre y ella, obligándolo a soltarla, quemándole los brazos y el estomago en el contacto con la luz, dejando algunas marcas rojizas. Shinishi cayó a unos metros de Kagome, y todo lo que ella pudo hacer, fue enfocar sus ojos cristalinos en él.
-No vuelvas a ponerme un dedo encima…- masculló casi en un susurró sintiendo que temblaba, para luego girarse y salir corriendo en busca del refugio que le proporcionaba el templo…
No quiso hacer participe a sus amigos de lo sucedido, ya luego algo más tranquila vería el modo de tratar con Shinishi lo sucedido, intentó buscarle una explicación al actuar del hombre, y lo único que logro conjeturar, es que mucha de la responsabilidad de aquello era suya, no debió permitir que viviera a su lado… pero había sido siempre tan gentil... siempre, hasta que…
-Apareció InuYasha…- por un momento recordó el día en que tuvo un altercado algo menor que este, por cierto, cuando Miroku lo obligó a soltarla, entonces no lo comprendió, pero Shinishi le pregunto si había pasado la noche con "él"…
El día transcurrió en calma, se sentía inquieta, alerta, observaba a su alrededor y no encontró rastro de Shinishi, de cierta forma le preocupaba, le había tomado cariño, además esta noche festejarían Navidad, él era uno de los más interesado en las costumbres que Kagome les enseñaba a los aldeanos. No sabía que hacer, ni en donde iría a parar todo esto, ¿quizás si le pedía a Miroku que la ayudase con el hombre que aún consideraba su amigo?...
Vio como el día paso ante ella, sus obligaciones con los aldeanos y con el templo se efectuaron del modo tradicional, ya en el atardecer todos habían terminado con el intercambio de regalos, incluso uno de los niños le había traía de parte todos, un hermoso vestido de color oliva, como los frutos de ese árbol, con las mangas bordadas a mano, ara una yukata, y una larga falda con pliegues a los costados, cayendo desde sus caderas, quizás para darle una mayor disponibilidad de espacio, si consideramos que en cualquier momento estaba expuesta a un enfrentamiento, agradeció infinitamente el gesto, ya que éste demostraba la preocupación por los detalles.
Se dio su baño, y se arregló el nuevo traje, espero durante todo el día a que InuYasha llegase, pero no quería sentirse deprimida, no lo haría, debía confiar en él ¿no?... las razones de su ausencia, pues eran valederas si las veías desde su punto, cepillo su cabello, observando el reflejo en un espejo que mantenía dentro de un cajón, y respiró profundamente, se cruzó sobre el pecho su bolsa tejida, que esta día en particular llevaba algunas cosas especiales, el carcaj, sobre la correa del bolso, y el arco en su mano, su arma, un elemento indispensable para ella, salió y dejó caer la estera que cerraba s cabaña, hizo un gesto con sus dedos y se inclino, dejando un sello en ella, se encaminó hasta el templo a pasos de ahí y una vez que se cercioró de que todo estaba en orden, volvió a hacer el mismo gesto, sellando también el templo, y se encaminó, el estomago se le llenaba de mariposas ante la incertidumbre, este era un día decisivo, dependiendo de lo que InuYasha hubiese hecho, ella sabría si podía seguir soñando o seguir siendo únicamente la sacerdotisa custodia de la perla.
-.-.-.-.-
Olfateó el aire comprobando que Kagome estaba muy cerca, dejó el fuego que estaba ya encendiendo con fuerza, para salir a su encuentro, tragó caminando con las manos dentro de las mangas, y la vio, aún algo de luz natural los acompañaba y aquella ropa de color oliva la hacía ver realmente hermosa, el cabello se movía con suavidad obstruyendo su vista, la vio descorrerlo con la mano y detenerse al verlo, se quedaron así, en silencio un instante, separados por algunos metros, hasta que InuYasha abrió los ojos enormemente al verla avanzar con rapidez hacía él, liberó sus manos de entre su haori y se dispuso a recibirla, notó como Kagome se abrazaba a su cintura, con aquella misma inocencia que pendía de ella cuando apenas era una adolescente, entrecerró los ojos y la estrechó, sintiendo tanta tristeza, pero debía hablarle, contarle lo que estaba sucediendo y orar a Kami, para que ella lo comprendiera, la amaba, con todas sus fuerzas, con cada celular de su ser, añorando poder entregarle la felicidad que ella tanto se merecía.
Kagome se separó de su agarré, solo un poco, para mirarlo sonriendo con suavidad, no se había sentido tan feliz hacía tanto, que no recordaba, se apoyó en los hombros de InuYasha y se ayudo para pisar apenas en la unta de sus pies, acercándolo hasta ella, y lo besó… suavemente sin aspavientos y sin necesidades, solo era un saludo, una caricia delicada, con la que intentaba hacerle saber su alegría, y quizás sentir la de él. El hanyou cerró los ojos y se inclinó para que no se esforzara demasiado, bebió de sus labios, el roce antojadizo que le estaba entregando, ya que lo besaba, pero no le permitía ahondar la caricia… se sonrió entre el beso, la primera sonrisa que lograba tener este día luego de dejarla en las cercanías de la aldea.
-Tengo algo para ti… - le dijo Kagome, rompiendo la caricia, y enfocando los ojos dorados, que InuYasha abrió enormemente.
-¿Qué cosa?...- consultó con palpable ansiedad en su voz, que se había hecho algo más ronca a causa del beso, y ella lo notó, frunciendo levemente las cejas, para relajar de inmediato su rostro y reír, debía de reconocer que InuYasha, era ya un hombre, y lo podía notar en la forma con que ampliaba el agarré de su cintura, sus manos ya no solo se quedaban inamovibles en la curva de ella, se deslizaban muy lentamente pro las caderas y algo más abajo del quiebre de su espalda, oprimiéndola, con lo que le pareció un impulso involuntario, ante su risa.
-No es lo que crees…- continuaba sonriendo, dándole a entender que había leído su mente.
-Feh… ¿qué sabes tú lo que puedo pensar?...- intentó defenderse al encontrarse descubierto, Kagome volvió a sonreír, le encantaba escucharle así, con sus palabras de antes, con su tierna rudeza, la que le había cautivado el corazón sin remedio.
-Ven te mostraré…- le dijo, mientras que buscaba en su espalda una de las manos de InuYasha, para arrastrarlo desde ella hasta la cueva.
Minutos más tarde no entendía lo que Kagome estaba haciendo, pero había sacado desde el interior de esa bolsa en que solí traer comida, una tela, algo de incienso que encendió con una varilla obtenida del fuego y le había sacado el rosario del conjuro, lo separó pieza por pieza, fue conjurando en el, pasando cada una de ellas por el humo del incienso y dejándolas sobre la tela blanca… ¿desde cuando Kagome sabía hacer estas cosas?... respiró profundamente, entendía que se perdió mucho de la vida de ella, en solo dos años, era evidente como había crecido y madurado también.
-Ya esta…- exclamó con un estado de euforia controlado, había vuelto a unir las partes del rosario, como si jamás las hubiera separado.
-¿Ya qué?...- le preguntó, viéndola acercarse apoyada solo en sus rodilla, sobre las pieles en las que se encontraban, el rosario sostenido en sus manos y los ojos brillantes.
-Esto…- dijo, mientras pasaba el collar por sobre la cabeza del hanyou, quitando desde atrás el cabello que quedaba atrapado, casi abrazándolo en el hecho, él aspiró por la boca, para evitar recibir de lleno en su nariz el aroma de Kagome, que como siempre le resultaba un estímulo demasiado efectivo. Ella se sentó en sus talones y le sonrió-… InuYasha… osuwari…
El hanyou abrió los ojos sorprendido, pero el arrastre seguido de las palabras que acababa de conjurar Kagome, no se había efectuado, entonces comprendió que lo que ella había hecho, era anular el conjuro del rosario.
-Feliz Navidad, InuYasha…- pronunció, dejando un beso en su mejilla., el que respondió rodeándola para que no se escapara, besando con agradecimiento sus labios, quizás el que hubiese anulado el hechizo, no era algo tan relevante, de hecho ella era la única que podía hacer efectivas esas palabras, pero con esto le estaba demostrando que confiaba en él… solo esperaba que lo continuara haciendo luego de lo que tenía que pedirle…
Nuestro amor era igual que una tarde de abril
Que también es fugaz como ser feliz
Pudo ser y no fue por ser la vida como es
Nos dio la vuelta del revés, lo ves, lo ves.
Tomó el rostro de la muchacha entre sus manos, cuando notó que el beso comenzaba a apasionarse, pero debía de hablar con ella antes, antes de lo que seguiría entre ellos, antes de cualquier nueva decisión. Kagome lo observó, cambiando sus ojos encendidos por su propio ímpetu, a unos preocupados, de segura ya estaba leyendo los suyos… marcó su rostro con una mueca de sus labios, que intentaba ser una sonrisa. Dejó que la mejilla de ella, algo sonrosada, descansara en su palma, mientras que sus dedos se enlazaban el azabache de su cabello, ese que olía de forma tan exquisita, ya no era el mismo aroma que traía desde su época, ahora olía a hierbas, frescas como ella.
Nuestro amor era igual que una mañana sin fin
Imposible también, como no morir
Dejó de ser o será, por ser el diablo como es
Juega contigo al esconder, lo ves, lo ves
-¿Qué sucede?...- preguntó sin dar más preámbulos a sus inquietudes, necesitaba saber, el dorado mirar de InuYasha le estaba suplicando que lo perdonara… podía leerlo… y sus conjeturas se le estaban haciendo un nudo en el estomago, y amargando su boca. Lo vio bajar su mirada.
-Kikyo…- pronunció, al solo escuchar el nombre de ella en sus labios, necesito liberarse u poco de él, ¿celos?... sí ¿y por qué no?... después de todo tenía derecho – escucha por favor…- continuó al notar el desapego.
-No me hagas caso, continua…- intentaba escucharse completa, pero sentía que el corazón iba a fraccionarse cuando él hablara.
-Bueno… ella esta muriendo…- escuchó la voz apagada de InuYasha y vio su ceño apretarse – las almas que recolecta ya no pueden ingresar a ese cuerpo artificial que posee.
-Oh…- fue todo lo que dijo, ¿por qué no sentía tristeza?... hablaban de la muerte de alguien y ella no tenía sentimientos sobre ello. El hanyou la observó, necesitaba escrutar sus reacciones.
-Necesito hacer algo por ella Kagome… no puedo dejarla morir… - aseguró, apretando las manos sobre los brazos femeninos.
-¿Y qué harás?...- su voz se había vuelto impersonal, demasiado fría, como si solo con su palabra marcara una distancia invisible entre ambos.
-Pedirle un deseo a la Perla… - aseguró -… la Perla de Shikkon puede darle un cuerpo humano.
Y ahora somos como dos extraños
Que se van sin más como
Dos extraños más que van quedándose detrás
Yo sigo estando enamorado
Y tú sigues sin saber si lo haz estado
Y si te quise alguna vez lo ves, lo ves
Kagome no respondió, se quedó por unos instantes en la misma posición, dejando que sus ojos castaños que minutos antes reflejaran tanto amor para él, le helaran la sangre ahora, el único movimiento que le vio, fue el leve que hacía su pecho al respirar y su garganta al tragar.
-¿Kagome?...- preguntó, inquieto al no ver en ella reacción alguna. Pero de pronto se movió, sin importarle demasiado el agarre de él en sus brazos, se puso de pie, obligándolo a soltarla, acomodó su ropa lo poco que pudo desordenarse, echó su cabello tras la espalda, dándole su lugar habitual y lo miro desde lo alto.
-Lo lamento InuYasha…- dijo con total seguridad -… la Perla de Shikkon tiene otra misión, siento mucho lo que le esta sucediendo a Kikyo – se inclinó a recoger sus cosas y con total tranquilidad las acomodó dispuesta a partir.
-¿No me entregarás la perla?...- preguntó una vez que se puso de pie, sin poder creer que Kagome no se apiadara del alma de un moribundo - ¿dejarás que Kikyo muera?...
La vio girarse con una expresión casi furiosa, recordaba de ella esos momento de malestar, cuando defendía lo que creía correcto, sin importarle estar enfrentando al más poderoso youkai, recordaba incluso verla hacerlo con Sesshomaru por él.
-Para mí Kikyo ya esta muerta – dijo casi en un grito, sintiendo como las lágrimas se le acumulaban en la garganta subiendo a sus ojos - … ella murió el día en que Naraku les tendió una trampa…
-Kagome…- logró apenas musitar dejando que su cerebro procesara el razonamiento tan frío que ella estaba dándole, pero por ello no menos cierto.
-Si sigue rondando este mundo es por las almas que me arrebató…- concluyó…dejando que su voz se aliviara por el esfuerzo de intentar sonar decidida incluso para sí misma – no puedo aceptar que la perla se utilice en algo vano… Kikyo debe aceptar su destino, como yo acepté el que ustedes me dejaron… ser la sacerdotisa custodia…
-¿Qué quieres que haga Kagome?...- le dijo apretando los puños y con la mirada fija en el piso – ¿no me puedes pedir que solo la deje morir?...
-No… pero no te daré la Perla…
Se giró para partir, le dolía verlo sufrir, y le dolía más aunque una vez más fuera por Kikyo, cuando iba a entender que él no la amaba como lo hacía con "ella", con la mujer que finalmente se quedaba con todo de sí… ya le había arrebatado parte de sus almas, y el amor de InuYasha… ¿si tan solo no hubiera vuelto a aparecer?... sintió las gotas volver a inundar sus lagrimales… ¿había dio en su corazón?...
La vio salir, y se mantuvo con los puños cerrados, marcando con sus garras la piel, a punto ya de entrar en ella, las palabras de Kagome golpeaban sus oídos, como su entrarán destruyendo sus tímpanos, ¿cómo podía ser la misma mujer que amaba?... la misericordiosa Kagome que daba todo por los demás, sentía que algo en su interior se partía al ver que a ella no le había importado su angustia… quería comprenderla, pero se le hacía imposibles, teniendo en su memoria la suplica de Kikyo… "No quiero morir… no puedo morir aún"…
Este extraño se ha entregado
Hasta ser como las palmas de tus manos
Y tú solo haz actuado
Y yo aún sabiendo que mentía me callé
Y me preguntas si te amé, lo ves, lo ves.
Salió de la cueva, Kagome había recorrido ya un trecho y se acercaba a los árboles que cercaban el lugar, la noche estaba muy fría, y el cielo abierto mostrando el tintineo de las estrellas, volvió a oprimir los puños, que no habían dejado de estar cerrados.
-¡Cuida de la Perla Kagome!… - dijo con la voz segura y varonil, intensa y cargada de dolor, no quería enfrentarse a ella, pero no le estaba dejando alternativa - ¡ por qué no dejaré que Kikyo muera!...- aseguró.
Kagome, exhaló al escuchar su voz, ampliada por el eco que se producía en la soledad, humedeció sus labios y cerró los ojos.
-Que así sea…- respondió apenas, segura de que InuYasha la había escuchado, y finalmente una calida humedad cubrió sus mejillas.
Y yo que había adivinado
Y tú sigues sin creer que se ha acabado
Por una vez escúchame, lo ves, lo ves
Míranos aquí diciendo adiós
Continuará…
Ahahahaha… todo el tiempo quedó suspirando ya sea para bien o para mal… snif, snif, sé que no tengo derecho de llorar, pero soy una convencida de que las historias de InuYasha en el Sengoku se escriben solas, yo no puedo hacer mucho con las personalidades no, aunque en esta Kagome creo que esta sacando parte de lo que todas vemos oculto, sus conflictos internos, ¿cómo amar a ti semejante como a ti mismo?... uff, si más encima es tu rival de amor… bueno dura tarea que debe aprender…
Espero que sigan leyendo de todos modos saben que todo es por algo… besitos
Siempre en amor…
Anyara
