Capítulo XIII
Ni humano, ni demonio…
La noche era clara, la luna iluminaba el cielo, y parecía dejar que la nieve reflejara su bello resplandor, como si aquello fuese una especie de coqueteo entre el cielo y la tierra, los restos del templo, habían dejado de arder hacía bastante tiempo, el olor a madera quemada se desprendía llenando el aire, y dentro de una cabaña, estaba un hombre, su cabello castaño y sus ojos destellando enrojecidos, musitaba frases inaudibles, mientras que se frotaba sobre un futón, contra las ropas femeninas.
-Mía… mi sacerdotisa…- se le alcanzó a oír en un tono un poco más alto, mientras que olfateaba la ropa de dormir en el lugar, y una de sus manos se perdía bajo el cinturón del pantalón, agitándolo y estimulando su intimidad.
-¿Qué crees que haces, pervertido?...- se escuchó la voz de Miroku desde la puerta de la cabaña de Kagome.
-.-.-.-.-.-
Se encontraba InuYasha, inclinado junto a un fuego que ya había comenzado a encender firmemente, los ojos dorados y pacíficos, parecían bailar ante el movimiento de las llamas, no supo cómo todo sucedió de aquella manera tan vertiginosa, tanto que por un momento pareció perder la conciencia, y ahí estaba ella, Kagome, descansando tras él sobre las pieles, envuelta en su yukata y cubierta por el rojo haori. La escuchó moverse, y se sonrió levemente, estaba despertando.
Kagome se llevó una mano al rostro y luego enredó los dedos en el cabello, deslizándolos, con los ojos aún cerrados, dejó que una traviesa sonrisa asomara, como si comenzara a recordar los hechos sucedidos hace solo un par de horas, se desperezo un poco, extendiendo los brazos y de pronto, dejó a sus castañas pupilas observar el lugar con algo de inquietud,…¿dónde estaba la perla?... buscó con la mirada sus pantalones, que de hecho no llevaba, y los vio muy cerca de ella, perfectamente ordenados, sintió un escalofríos en la espalda, ¿y si no estaba ahí?... tragó inquieta y extendió la mano temerosa, pensando que por dejarse llevar por su pasión, se descuidó.
-No temas, la perla sigue ahí...- escuchó la voz varonil de InuYasha, que aún permanecía de espalda a ella, había adivinado su inquietud.
-InuYasha… es que yo creí...- quería disculparse, había desconfiado de él, después de que le dijo que la amaba… pero no encontraba palabras -… lo siento…
-No tienes que lamentarlo…- le dijo, aún moviendo el fuego, que comenzaba a rechinar con más fuerza – yo di pie a que desconfiaras.
-Sí… pero no debí, después de…- sus mejillas se sonrojaron furiosamente al recordar lo sucedido entre ambos, y escucho un leve sonido de parte del hanyou que le pareció una sonrisa.
-¿Después de qué?...- preguntó divertido, aún sin darle la cara, sabía que ella estaba luchando en su interior, seguía siendo tan suya, como cuando descubrieron su mutuo amor, tanto como en la entrega en la que se mantenían expuestos, ¿podía expresar su dicha?... ciertamente no sabía bien si encontraría la forma de hacerlo… por el momento se sentía feliz solo con exasperarla un poco, como antes…
-Pues… - titubeaba un poco, se sentía algo inquieta, en realidad muy inquieta, ¿cómo debía de afrontar esta nueva experiencia con InuYasha?... negó con la cabeza, se había dejado llevar por su instinto más básico, bueno debía de reconocer que el amor que le profesaba, había tenido mucho que ver también.
-Vamos Kagome… ¿después de qué?...- continuó jugando, podía sentir respirar algo molesta, y se sonrió más ampliamente, había dejado de ser el tímido hanyou que ella conocía, le sacaría partido al desasosiego que podía percibir en ella, y recordaría esos momentos tan atesorados por él en los que fomentaba su malestar, con una pequeña ventaja… ahora no había conjuro… sonrió aún más -… ¿no quieres decírmelo?...
Yo que ensayé mi discurso
Y de memoria lo sabía.
Cuando no la escuchó responder, quiso girarse, para darle una media mirada, ver de seguro su rostro sonrojado, ese que tanto le gustaba, sabía que la ponía inquieta, y eso lo hacía amarla más…
-No te lo diré… - le dijo, a escasos centímetros de él, notando como se montaba en sus caderas, obligándolo a sentarse también y apoyar sus manos sobre el piso, para no caer de espalda -… quiero que lo recuerdes…
La veía morderse el labio, y ciertamente traía las mejillas arreboladas como él lo imaginó, los ojos castaños brillantes e incluso traviesos, los latidos de su corazón inquietos en su pecho, casi desnudo ante sus ojos, ya que solo vestía su yukata, la que se entreabría, dejando que el olor desmesurado de su sexo, mezclado aún con su propia esencia, le diera de lleno en la nariz… y ya no supo que decir…
Hoy frente a ti,
Me quedo en blanco
Y las frases se me olvidan.
-Ahora eres tú el que no habla…- dijo, enredando los dedos en el cabello plateado, sin atreverse a mirar sus ojos de forma directa, sabía que el color de sus mejillas delataría su nerviosismo, pero la verdad no iba a dejar que InuYasha se burlara. Y volvió a morder su labio, pensando en lo osada que podía llegar a ser.
-Te vas a quemar…- le dio como respuesta el hanyou, sosteniendo con una mano la espalda de Kagome, que se encontraba demasiado cerca, para su gusto de las llamas que se encendía cada vez más de la fogata que los ayudaba a mantener agradable el lugar, la pegó a su pecho y se arrastró un poco hacía atrás.
-¿Solo eso me dirás?...- consultó algo decepcionada, la forma en que él la había pegado a su pecho, le quitó por un instante el aliento y sin embargo, sentía que había hecho mal en abordarlo de ese modo… pero de pronto lo vio observarla de un modo tan especial, como si aquellos dorados ojos intentaran decir algo que sus labios con palabras no podían.
Me miras y me terminas,
Me rindo cuando suspiras
Por ti, por ti
Y otra vez me ganas,
Miraba los ojos oscuros de Kagome, y sentía que podía perderse en ellos con tanta facilidad, que un nudo se alojaba en su estomago… ¿tan vulnerable lo ponía?... suspiro suavemente al comprobar que era así, que no había nada para él en el mundo si no estaba junto a Kagome, que sus ojos y la perfección pura de sus rostro lo obligaban a preguntarse, cómo pudo vivir sin su respirar, cómo pudo enfrentar cada día sin su presencia,… cómo…
-Quiero besarte…- susurró, el juego se le había terminado, estaba ahí, sosteniendo su realidad, la vio sonreír con suavidad, y avivar su mirada, de un modo que no le había visto… con deseo…
-Entonces, hazlo…- pidió mientras que sus manos cercaban el rostro del hanyou, permitiéndole enfocar los dorados e intensos ojos, que intentaban leer dentro de ella… ¿para qué?... se preguntó, si ya lo sabía todo… y se inclinó sobre él.
Vuelve a engancharme a tu risa
Me atrapas en tu camisa, en ti en ti
Tomó sus labios, con calma, cerrando los ojos, sintiendo con la lengua, la suavidad de la piel en ese lugar, la mano que sostenía su espalda aumentó el empuje, intentando presionarla más, InuYasha recibía la caricia, como si intentara beber de ella, dejó que Kagome tomara su boca, que fuera ella, la que le brindara su amor, sin aspavientos, y sin apresurarse, con tranquilidad, con la que anhelaba tener junto a la mujer que no podría jamás dejar de amar. Su mente se preguntó mil y una vez, si no era al recuerdo de Kikyo, lo que veía en esta muchacha, llegada del futuro, a darle una nueva oportunidad para vivir… pero no, lo que él lograba ver, era a Kagome, solo a Kagome…
Me pueden tus labios
Me pueden tus labios, no
InuYasha se equilibró, apoyando ambas manos en la espalda femenina, recogiendo la tela que aún la cubría, dejando que los pliegues se entrelazaran a sus dedos, continuaba besándola, pero esta vez, buscando la profundidad de su boca, intentando enlazar la lengua femenina, se giro, permitiendo que Kagome reposara sobre las pieles que les estaban sirviendo de cobijo.
Se acomodo sobre ella, apoyando su peso en uno de los antebrazos, comenzó a delinear su rostro, sonriendo con suavidad, su respirar era agradablemente acelerado, nada demasiado insostenible, veía como el pecho de ella, subía y bajaba en un ritmo algo mayor que el común, y podía escuchar a su corazón galopar a un trote elegante, el cabello azabache reposando extenso por lo que habían adoptado como su futón. Recorría con el índice, descansando levemente la garra en el camino, por la mejilla femenina, deteniéndose en los labios, rojos por los besos, y la sangre que comenzaba a acumularse haciéndolos más sensibles a las caricias, los entreabrió e InuYasha instintivamente mordió los suyos, retiró la mano, para comenzar a buscar con la yema de los dedos, la marca que hiciera en el pálido cuello, dejando a su lengua humedecer el lugar, sintiendo la pequeña protuberancia que se formó en el lugar donde puso sus comillos.
-Eres tan hermosa…- le susurró, lamiendo ahora su marca, el sello que la convertía en suya ante las leyes de esta época, ante los ojos de cualquiera que la viera, ante los ojos de aquel estúpido humano, ante todos los estúpidos humanos que desearan tenerla, ella ya tenía un dueño… y aunque no existiera marca visible en él, también le pertenecía, ella lo había apresado del modo más excelso… con su amor… la escuchó suspirar y sintió la presión de las caderas ascender en busca de él.
Y te quiero mía profundamente mía
Aunque sea en esta calle sin salida,
Estaba ahí, bajo su cuerpo, recibiendo mansamente su intimidad dentro de ella, el calor que lo albergaban en el interior de Kagome, lo estaban sofocando, provocando jadeos de inquietud que no pensó tener, cerró los ojos y perdió su rostro entre el cabello azabache, lamiendo y soplando su marca, apoyando sus manos bajo la espalda de Kagome, aferrando sus uñas a las pieles, empujándose con suavidad hacía arriba, como si se tratara del sumiso vaivén de una lancha en las aguas calmas, sentía que su corazón comenzaba a latir con más fuerza, pidiéndole que sus movimientos se asemejaran a el. Sintió las piernas de su mujer, rodear su cintura, a punto de enlazarse tras su espalda, apoyándose para alzar las caderas y dejarle una entrada más limpia, jadeaba al igual que él, sintiendo como su beso lo estaban matando.
-InuYasha… - pronunció con la voz apagada por el deseo – ámame siempre así… así… - pidió, suplicando por que el amor que en este momento, debido a la entrega albergaba en su corazón, no dejara jamás de ser igual… así, intenso, calmo, cedido y suyo…tan suyo…
-Jamás… jamás…- jadeaba cada vez más fuerte, no sabía pro que se sentía desfallecer si él era un hanyou tan fuerte, comprendiendo entonces que entre los brazos de Kagome, dejaba de serlo, se convertía en un ser vulnerable y sumiso, amado, tan hondamente que no necesitaba barreras que lo ocultasen -… te amo…
Le dejó caer, su confesión, sintiendo que necesitaba entrar más en ella, más adentro y más rápido, como se lo estaba pidiendo el latido incesante de su cuerpo, la escuchaba respirar con dificultad bajo él, aferrándose ansiosa a su espalda, con sonidos cada vez más inquietantes y sensuales, y sintió la humedad de su lengua, buscar con dificultad su boca, rodeando el borde de sus colmillos, y susurrando…
-Mío… tú eres mío…- sonó absolutamente posesiva, y poseída también, por el deseo de tenerlo así, impaciente y suyo… estimulado y amante…
-Ohhh… Kagome…- sintió como si un latigazo le golpeara el cuerpo entero, al sentir la voz agitada de su hembra, esa mujer que le entregaba el alma cada día, la que le había enseñado finalmente el significado de amar -… siempre… - susurró, obligándose a respirar por la nariz ante el elevado grado de excitación que lo embriagaba, tanto que parecía incluso bloquear sus sentidos, para cualquier cosa que no fuera amarla.
Se incorporó sobre ella, apoyado en sus manos, permitiéndose una vista plena del rostro arrebatado y anhelante de Kagome, que respiraba a bocanadas el aire, se movía con suavidad aún, gruñendo un poco ante las sensaciones, el cabello plateado extendido sobre su espalda, arremolinándose por los costados de la figura femenina, la miró, recorrió con los dorados e intensos ojos, las curvas que lograba vislumbrar, la forma exacta de sus senos, que se agitaban con el movimiento de sus cuerpos, que aunque aún mantenía un ritmo cadencioso, se combinaba con el acelerado de su corazón, acarició a manos llenas uno de sus pechos, escuchándola gemir al tacto, se inclinó, para lamerlo, oyendo un tono más alto en los gemidos y su espalda arquearse hacía él… y ya no pudo más… ya no más… le tomó, con fuerza el rostro, dejando que su pulgar sostuviera alzada la mandíbula, para de ese modo poder besarla desde una mayor altura, y se empujó con más fuerza, apenas lamiendo los labios femeninos, intentando mantener un beso profundo, que se vio frustrado por el poder de su deseo, soltó su semblante, y se apoyó en ambos brazos, avivando con fuerza dentro de Kagome, una y otra vez, tal como su sexo se lo reclamaba.
Lo escuchaba agitado suspirar, con su voz ronca y profunda, el cabello plateado balanceándose junto son su cuerpo, hacía adelante y atrás, su collar, aquel rosario que lo mantenía cautivo en un conjuro hecho por ella, tantas emociones unidas en un solo instante, sentía que las lagrimas comenzaban a embargar sus ojos, en la misma medida que el ardor de su cuerpo se acumulaba, dispuesto a dispararse fuera de ella, InuYasha la enfocó, observando sus ojos cristalizados, su ceño se apretó intentando contenerse, por si la estaba dañando, pero Kagome le sonrió.
-Te amo… - le susurró tan bajito, que sus aterciopeladas orejas alcanzaron con algo de dificultad dar con lo que le decía, y la vio cerrar los ojos, dejando que la lagrimas rodaran cayendo finalmente.
Sintió su cuerpo delicado y pálido, estremecerse bajo el suyo, palpitando en sus sienes el deseo, y su nombre saliendo libre desde su boca, en el momento en que finalmente podía desahogar todas las veces que se mordió por no decirlo… todas las veces que equivocadamente intentó reemplazarla, comprendiendo que no había nada igual a pertenecerle…
-Kagome…ohhh… Kagome… - sentía que una parte de él se vertía en su interior, cada vez que decía su nombre, entregándole el alma a esta mujer, que era ella… solo ella… el resto de sus días, sin importar nada… Kagome…
Siempre tan mía intensamente mía
Aunque sé que es una locura que nos lía
Y los dos juntos por la vida
Contra el resto del mundo
Resoplaba, y él se mantenía sobre ella aún, abrazándola como si temiera que se le escapara, buscando la calma de su cuerpo, que se había cedido sin restricciones a amarla, sintiendo como Kagome compartía la entrega. La piel aún le ardía, y sentía el calor en la de ella… ¿cómo extender ese momento eternamente?... solo amándola…
-¿Por qué me amas?...- preguntó de pronto InuYasha, sin poder mirarla aún, buscando en su interior una respuesta para aquello, él un ser tan imperfecto… ni siquiera un humano… sintió como Kagome, le acariciaba el cabello, y besó su mejilla, dejando que su aliento ya algo más calmo le acariciara.
-Por que estamos destinados…- respondió tan simplemente, como si aquello no fuera necesario ni siquiera pensarlo -… eres mi InuYasha… mi amado hanyou…
Hanyou… pensó, ni humano, ni demonio, solo hanyou… sí ella lo amaba, así, imperfecto, suyo… InuYasha…
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Una figura femenina, arrodillada frente a un pequeño altar, oraba algunas frases, mientras que las piezas de un rosario iban siendo acariciados por el humo que se desprendía del incienso, las perlas de un tono rojizo, parecían estar preparándose para un nuevo rosario. Cuando terminó con la labor, envolvió las piezas en un trozo de tela blanca, formando un sello sobre ellas.
Kikyo, apoyó las manos sobre la madera del piso, agitada y muy agotada, sus energías se desvanecían cada vez más rápido, pero necesitaba tiempo, aún le faltaba un tiempo. Miró a través de al estera de la puerta, comenzaba a amanecer, y él no había regresado… ¿finalmente se habrá unido a ella?... fue la pregunta en su mente… no quiso pensar en la respuesta… observó nuevamente el genero blanco que escondía las piezas de lo que sería su segundo rosario, posó la mano sobre el objeto.
-Con esto, podré finalmente llevarte al infierno conmigo…
Continuará…
Holitas, debo decir que me encantan estas escenas, y ya que esperamos tanto, pensé en que se merecían una segunda vuelta no, así que ahí se los dejo, a pesar de haber sido un capítulo romántico, tuvo trocitos muy especiales, los cuatro protagonistas principales de esta historia se hicieron presentes… ¿qué me dicen?... las andanzas de Shinishi… agrr ya parece un pervertido de lo peor…
Bueno espero que les haya gustado, y recuerden que su review es mi sueldo…
Siempre en amor…
Anyara
