Capítulo XV
Amanecer
InuYasha, trató de enlazarle los dedos, mientras caminaban hasta la entrada de la cabaña, pero Kagome, rechazó el agarre entregándole una suave sonrisa, el hanyou no pudo evitar preocuparse de todas maneras, sabía lo valiente que Kagome podía ser, pero también comprendía lo difícil que enfrentar a Kikyo le podía resultar, ya sus encuentros anteriores distaban de ser gratificantes, ¿por qué este debía de ser diferente?…
Se detuvo frente a la estera que sellaba la puerta, y respiró profundamente, recobrando su posición espigada y serena, tanto que a InuYasha le sorprendió el visible cambio, levanto con delicadeza la separación que había entre ella y Kikyo, e ingresó.
-Ya estoy aquí…- fueron las palabras salidas de su boca, como único saludo.
-Veo que la Perla te ha hecho más fuerte – pronunció la mujer, sin mirarla, tomó de un lado de su futón el cepillo con el que solía desenredar su cabello – ven, acércate – pidió, mientras que pasaba el peine por entre las hebras opacas, de su alguna vez, azabache cabello.
Kagome se acercó en silencio y se sentó sobre sus pies, con ambas manos sobre las piernas, sintiendo tras de sí la presencia imponente de InuYasha, que de cierta forma la resguardaba, Kikyo, lo observó, con las manos dentro de las mangas del haori, apoyado en el borde de la entrada, los ojos cerrados, y los sentidos alerta.
-Supongo que InuYasha te habrá mencionado que estoy muriendo… - indicó, dando inicio a una conversación, continuando con el cepillado, como si hablara de cualquier otra persona, sin sentimiento, ni pesar alguno, Kagome se sorprendió de la frialdad que podía expresar en solo unas cuantas palabras, llegando a pensar, en cómo InuYasha pudo vivir con ella todo ese tiempo.
-Sí lo dijo…- aclaró, intentando mantener el tono seguro, presentía que cosas no gratas saldrían de la boca de esta mujer, que se notaba deteriorada, pero aún erguida y sagaz.
-Veo que te haz convertido en una digna sacerdotisa, no quisiste darle la perla…- Kikyo mantenía los ojos cerrados, y hablaba con mucha calma, no podía creer que estuviese, ¿halagándola?... – yo habría hecho lo mismo…
Kagome tragó con algo de dificultad, lo que acababa de oír, le había golpeado dentro del pecho, es que acaso, ¿ella se estaba pareciendo a Kikyo?...
-Te dijo también ¿cómo era la vida que compartíamos?...- consultó inamovible, mientras alisaba uno de sus mechones, fijando la vista en el suelo. Kagome endureció más la mirada, y oprimió sin notarlo si quiera, la tela bajo sus manos, el corazón comenzaba a latirle con fuerza, no quería escuchar, ¿no bastaba con saber que esa vida existió, debía recordárselo?...
InuYasha abrió los ojos expectante… ¿qué pretendía Kikyo?... notó como Kagome se ponía de pie, ¿si esto era lo que esta mujer quería?... ella no se iba a prestar.
-¿Te contó de las veces que hicimos el amor?... - sus ojos brillaron un instante, cargándose de la satisfacción de saberla dolida, se sonrió sin desfigurar la serenidad de su rostro.
-¡Kikyo!...- exclamó furioso InuYasha, abandonando su postura, fijando los ojos encolerizados en la sacerdotisa, que aún cepillaba su cabello, para pasar a observar los castaños de Kagome, que se había girado hacía la puerta, sin mirarlo, decidida a salir de ahí.
-¡No estoy para esto!... no lo soporto - aseveró furiosa, con los puños cerrado, el rostro (endurecido), el hanyou extendió su brazo para atraparla antes de que saliera, cruzándolo sobre el pecho femenino, para tomarle el hombro, solo entonces ella lo observó, fugazmente con los ojos tristes.
-Te dijo que, ni una sola vez, dejo de pensar en ti… - alzó un poco más la voz, como intentando retenerla. Reforzó el agarre del cepillo, no queriendo mostrar el daño que sus propias palabras le causaban.
-¡¿Por qué haces esto Kikyo?... - exigió con irritación, mientras que Kagome, parecía luchar para que la soltara, tragó con dificultad.
-¡Por que quiero que ella entienda que el amor que comparten es tan fuerte que ni yo pude con él!...- confirmó, dejando el cepillo a un lado, con un golpe algo intenso, la primera muestra visible de su frustración.
Kagome cerró los ojos ante las palabras de la sacerdotisa, e InuYasha la atrajo a su cuerpo, ella lucho sin mucha fuerza repeliéndolo, con las manos sobre el pecho masculino, el hanyou la apresó aún más.
-No dejes que lo haga…- le susurró cerca del oído, con los ojos cerrados, necesitando del calor de ella, suplicándole por que no permitiera que las palabras de Kikyo le arrebataran todo lo que habían compartido - tú eres mía… mi mujer… mía… - pedía abrazándola tan fuerte que Kagome creía perder el aliento.
-Es ese sentimiento que ahora reflejan… el que terminará definitivamente con Naraku...- concluyó la mujer, girándose para no ver la escena que la pareja le estaba entregando, sin fuerzas para disimular su voz afectada por la presión en su garganta.
InuYasha no entendía, arrugó el ceño, intentando comprender lo que las palabras que la sacerdotisa acababa de arrojarles, significaban, Kagome asimilaba un poco más, sabía que el poder espiritual residía en los sentimientos, aquellos eran una poderosa base, pero aún así le costaba deducir a cabalidad, mientras que una lucha increíble se gestaba en el interior de Kikyo, entre lo que era correcto, y sus sentimientos por el hanyou, que le había sido arrancado de forma tan cruel, ¿si jamás hubiese existido un Naraku?... habríamos sido felices… pensó…
-.-.-.-.-.-
Caminaba con ambos arcos y carcaj de flechas, apenas unos pasos tras InuYasha que cargaba en sus brazos a Kikyo, el sendero hacía la aldea que alguna vez hábito se hizo silencioso, le molestaba profundamente verla rodear con sus brazos el cuello del hanyou, y a él con una actitud erguida e imponente, suspiró, no había nada que hacer, Kikyo, parecía siempre querer enfrentarla con situaciones que no deseaba vivir, pero también estaba lo que había dicho de Naraku… vio como InuYasha volteaba a mirarla.
-Kagome… ¿estas bien?...- consultó al ver que ella se retrasaba, preocupaba que las palabras de Kikyo la hubiesen dañado.
-Sí…- asintió y se apresuró un par de pasos, hasta casi alcanzarlo, InuYasha le sonrió de forma lánguida.
Llegaron a la aldea y todo parecía tranquilo, fueron recibidos por un sorprendido Miroku, quien ayudaba a los aldeanos a remover los escombros de lo que había sido el templo de la perla, un nuevo lugar debía de ser habilitado, eso era evidente, el monje no podía creer estar viendo a InuYasha en compañía de Kikyo y Kagome, que aunque los tres conservaban el silencio, tensión entre ellos se hacía evidente. El hanyou acomodó a la mujer que llevaba en los brazos sobre el futón que fuera de Kagome, InuYasha olfateo el aire, aún olía a ese humano, y gruñó levemente al percibirlo, saliendo del lugar presuroso, el borde de la puerta aún tenía marcado el puño con que lo golpeara días antes.
-¿InuYasha?...- nombró Kagome, él se encontraba de pie fuera de la cabaña, observando con detención las marcas hechas en el piso, en dirección al templo, su rostro mostraba preocupación, podía reconocer las huellas, eran idénticas a las que dejaba un viento cortante.
-¿Quién pudo hacer esto?...- consultó sabiendo la respuesta - ¿crees que algún día terminemos con la pesadilla que significa Naraku?... – su voz sonaba desesperanzada, sintió como un brazo enlazaba el suyo, y vio como Kagome apoyaba la cabeza en su costado.
-Lo haremos…- dijo, intentando infundirle seguridad a sus palabras, podía percibir la preocupación en InuYasha, sin saber realmente si lo que fuera que Kikyo planeara, sería útil, aunque lo deseara, no podía confiar en esa mujer - ¿quieres conocer a los bebés de Sango y Miroku?... – propuso sonriendo con sinceridad…
-Claro… - respondió sin mucho ajetreo, necesitaba sentir que había algo hermosos en este mundo, además de Kagome.
Sango lo recibió con lagrimas en los ojos, y luego de reclamarle todo lo que consideró necesario, le dio un afectuoso abrazo y un beso en la mejilla, tomando la mano del hanyou, para llevarlo junto a las cunas de los bebés, que gracias a Kami, estaban ordenando sus horas de sueño.
La noche llegó, Kagome había llevado algo de comer a Kikyo, quien lo rechazó, diciendo que ella no necesitaba del mismo alimento que los humanos, sus almas luchaban por entrar en su pecho, pero lo hacían solo en parte, otorgándole muy poco energía.
Kagome salió de la cabaña, respirando con dificultad, ante el solo hecho de pensar en que tendría que convivir con la ex sacerdotisa, observó alrededor buscando alguna pista de InuYasha, pero no daba con él, hasta que se le ocurrió mirar hacia la alta copa, de un árbol.
-InuYasha… quiero dormir junto a ti…- pidió una vez que se encontró al pie del árbol en que el hanyou se hallaba, la miró y notó la determinación en sus palabras, pero de todos modos intentó persuadirla.
Amanecer
y
ver tu rostro sonreír
es un placer,
un privilegio para
mi
buscar la luz
en el fulgor de tu mirar
es despertar, con
el amor
-Ve a la cabaña, ahí estarás segura…- pronunció percibiendo el brillo de la decisión en ella.
-InuYasha…- volvió a decir y el hanyou bajo de la rama que había adoptado para descansar, acarició el cabello de Kagome en cuanto llegó abajo.
-Eres tan terca…- la caricia había pasado del cabello a la mejilla, y al sonrisa apenas marcada en los labios de él, lo hacían ver muy varonil.
Amanecer
con
la importancia de saber
que soy de ti
que pertenezco solo a
ti
que nunca mas
mis sueños fríos sentirán
es
ya tener un porvenir
-Sí lo soy… - afirmó ella, cerrando los ojos ante los dedos de InuYasha, que se movían suaves por sus mejillas. La contempló unos instantes.
-Ven acá…- dijo sosteniendo a Kagome desde la cintura y pegándola a su costado, alzándose hacía la rama que los sostenía anteriormente, sabiendo que era lo suficientemente fuerte como para soportarlos a ambos…
Acomodó a Kagome entre sus piernas, y la pegó a su cuerpo, para que el calor no le hiciera falta en las horas de noche que aún le quedaban.
-Te amo…- susurró cuando notó que la respiración de Kagome se regularizaba y daba pie a un tranquilo sueño – tranquila… yo velaré por ti…
Amanecer
y
ver que tengo junto a mi
lo que hace tanto
tanto tiempo
pretendí
es un placer
un privilegio para mí
La observó dormir, deseando poder tener aquella misma visión cada día.
Continuará…
Gomen por lo corto… pero ya va … haremos mejor el próximo, y besitos a todas…aaggahhh esa conexión,…
Siempre en amor…
Anyara
