Capítulo XVI

Kundalini… la creación del amor…

Los rayos del sol comenzaban a bordear con levedad las montañas, que aún se dejaban ver en tonalidades oscuras por las sombras, se encontraban dos figuras, unidas en un abrazo, en la parte alta de un árbol. InuYasha la observaba dormida entre sus brazos, no quería moverse ni un ápice, para no despertarla, el sonido pausado de su respiración le calmaba los sentidos, muchas veces fue igual, le gustaba contemplarla dormida, claro que no tuvo oportunidad de hacerlo siendo ella solo suya, más bien era una especie de sueño efímero, que anhelaba poder cumplir… se sonrió al recordar el rostro asombrado que puso la primera vez que la llamo por su nombre… ciertamente no quería mostrarse débil ante la molesta humana, que debía cargar y que torpemente había fragmentado la entonces para él, valiosa perla de Shikkon, pero ahora agradecía que así hubiera sido, le dio la oportunidad de tenerla en su vida, de que sus sonrisas y sus ataques histéricos, de una chiquilla adolescente aún, le fueran sanando el alma, hasta que se descubrió a sí mismo en ella, comenzando a amarla en silencio, angustiado por tener que dejarla un día, para ir con Kikyo… recordó los momentos en que le sonaba tanto a su antiguo amor, que incluso estuvo a punto de besarla, sonrió al recordar el empujón que entonces ella le dio, y se sintió aliviado de que lo hubiera hecho, ya que cuando tuvo la oportunidad de acariciar los labios de Kagome, su corazón ya le pertenecía por completo, la aferró más en el abrazo y beso con suavidad la palidez de su frente, ella se escondió de la luz del sol, en su pecho, había sido un corto invierno, el frío ya no parecía tan inclemente.

Observó bajo el árbol, la puerta de la cabaña de Kagome, la esterilla estaba alzada y se asomaba por ella, la figura femenina que años atrás le acelerara el corazón de un modo increíble, los observaba, pero esta no era una de esas miradas constantemente gélidas, era diferente, era una que recordaba haberle visto hacía mucho, el día en que le reclamó "es más importante esa chiquilla para ti, que yo"… le había dicho, luego de no poder hundirlo en la tierra y partir con él al infierno, los ojos dorados se posaron con calma en los castaños de ella, Kagome permanecía aún dormida, ajena a la situación, sintiéndose protegida entre los brazos de InuYasha, que se mantuvo férreo… sí, la había amado, pero el destino hizo con ellos, lo que debió de ser, trayendo desde una época diferente al amor puro.

Kikyo se giro dejando la escena de una pareja amante tras ella, le costaba muchísimo aún, verlos juntos, no podía negar que el haber mantenido a InuYasha atado a una promesa, fue su modo de no ver la realidad a la que ahora se estaba enfrentando, él amaba a otra mujer… y se sonrió irónica al pensar en que finalmente la amaba a ella misma, su alma reencarnada en otro ser.

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Kagome permanecía sentada frente al fuego en el centro de la cabaña, Kikyo a su izquierda, en el fondo de la habitación, sentada al igual que ella, ambas con sus arcos y flechas a los costados, sacerdotisas ambas, custodias cada una de la perla, en tiempos diferentes, unidas por un sentimiento, el amor hacía el ser que permanecía de pie, a la derecha de Kagome, observando la danza de las llamas.

-Lo que voy a decirles es de vital importancia, necesito que presten atención – dijo con voz serena Kikyo, el semblante altivo, como solía tenerlo, el rostro pálido y una leve luz resplandeciendo sobre su hombro derecho. Los ojos dorados del hanyou se posaron en ella. Ninguno emitió respuesta, pero el silencio le otorgó a la mujer el espacio para comenzar con su relato – Naraku fue creado a partir de un ser despiadado que al verse postrado esperando su muerte, cedió su ser a los demonios para que lo poseyeran, teniendo como única meta, la perla de Shikkon, y a mí… - la voz de la mujer sonaba calma, pero sus palabras parecían incrustársele en la garganta, forzándose a salir, InuYasha cerró os ojos y arrugó el ceño al escuchar el relato, ciertamente ya lo conocían, pero algo debía de haber oculto en el, para que Kikyo lo estuviera desenterrando.

-Eso ya lo sabemos – sentenció el hanyou, esperando apresurar el relato de la mujer.

-Deja que hable InuYasha – pidió Kagome, siendo observada de reojo por Kikyo, que prosiguió.

-Ustedes se encargaron de destruir a Naraku hace dos años, y con él su deseo por la perla – aseveró, marcando las facciones de su rostro, con enfado – pero él escondió muy bien la esencia de ese bandido, de Onigumo, y con él, su obsesión por la sacerdotisa – al decir aquello, fijo su vista en Kagome, que tragó con fuerza, al comprender la palabras de Kikyo.

-Shinishi…- mencionó, al recordar que lo que el hombre buscaba el día que llegó mal herido y sin recordar nada, solo pedía ver a la sacerdotisa. InuYasha fijó sus ojos en Kagome, y bufó molesto, apretando los puños.

-Maldito humano, lo sabía… sabía que no era de confianza – exclamó con la voz prendida en ira – ¡y tú lo dejabas dormir aquí junto a ti!...- le gritó a viva voz, demasiado encolerizado como para contenerse, gesticulando con las manos, indicando el lugar en el que el futón del hombre había estado. Kagome ya se preparaba a responder con su propio malestar aflorando, cuando la voz enérgica de Kikyo los detuvo a ambos.

-¡Basta InuYasha!… - exclamó Kikyo, con la voz firme, sorprendiendo al hanyou y la sacerdotisa, que ya se preparaba para responde, silenciando a ambos – no estoy aquí para presenciar tus ataque de celos, ya bastante tengo con sentir la energía que emana de ustedes… - confesó, volviendo a guardar la compostura y relajar su rostro al frió de siempre.

InuYasha volvió a su lugar apoyado en la pared, cerrando los ojos, aún molesto por lo que el humano ese le pudo hacer a Kagome, conservando la calma, como se lo pidiera Kikyo, comprendiendo por mucho que su instinto de partencia se lo reclamase, que debía menguar en él.

-El hombre ese que permanecía aquí, conserva en su interior, la esencia del bandido Onigumo – continúo la mujer – la que fue despertada de su letargo, cuando InuYasha comenzó a rondarte, ¿me equivoco?…- consultó, observando a Kagome, que apretó el labio, recordando los repentinos ataques de celos que abordaban Shinishi,

-Es correcto – fue la respuesta que dio, InuYasha la observó entonces, arrugando el ceño al notar la actitud inquieta que ella tomó… y maldecía en silencio a ese ser, pro haber ocasionado algo así en Kagome…¿acaso había algo que él no sabía?...

-Existe un poder que emana con mayor fuerza durante la unión de dos seres que se aman…- dijo Kikyo, captando al atención de ambos acompañantes – esta energía es la kundalini… y será la que utilizarán en el caso de que veamos que no hay alternativa.

-¿Kundalini?...- consultó Kagome, ya que InuYasha solo mantenía silencio

-Sí la energía que emana desde la raíz de vida en el ser humano…

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Días después se encontraban ambas mujeres en la cabaña que compartían gran parte del tiempo, Kagome mantenía sus manos, iluminadas por un aura hermosamente blanca, puestas ambas sobre el hombro por el que parecía escapársele la vida a Kikyo, esta era un ritual que llevaban haciendo de forma reiterada, de algún modo Kagome sabía que esto ayudaría a la permanencia de la sacerdotisa en este mundo, al menos hasta que todo acabase con la esencia de Naraku dentro de Shinishi.

-¿Por qué intentas extender mi vida?... ¿si no quisiste darme la perla de Shikkon, para salvarla? – interrogó al sentir las manos de ella sobre la fisura de su hombro.

-El deseo que concede la perla, no puede ser solo para un ser humano, no debe beneficiar solo a uno – aseveró aun serena Kagome, concentrando más de su energía en el sitio tratado - y si al menos intento salvar tu vida – continuó – ayudo a que él no sufra tanto cuando partas.

-Él ya no sufrirá… - aseguró – ahora te tiene a ti… - se rió algo irónica.

-¿Qué es gracioso?…- consultó algo molesta Kagome, la mujer que se encontraba junto a ella, siempre había logrado sacarla de sus casillas.

-¿Crees que todo esto, no es más que el destino?… - consultó Kikyo, con los ojos cerrados, sintiendo el poder que emanaban las manos de Kagome, que la miró sorprendida.

-¿Por qué lo preguntas?…- interrogó ella, observando el rostro pálido y sereno de la sacerdotisa, que mantenía ahora los ojos cerrados

-Después de todo, me volví a reunir con InuYasha, a través de ti, - aseguró, Kagome hizo una mueca al sentir que nuevamente perdía su identidad frente a esta mujer, desde que el hanyou la confundiera con ella, a los pies del árbol sagrado, nunca más se sintió libre de ello, más aún cuando parte de sus almas, fueron a dar en ella.

-Quizás sea al destino – argumentó Kagome, no sabía que más decir.

Se hizo una pausa silenciosa entre ambas mujeres, InuYasha permanecía en la copa de un árbol cercano, resguardando el lugar, el templo que se había habilitado para mantener la perla de Shikkon, irradiaba la energía protectora que la custodia había dejado en el, podía sentirla, y no había podido recobrar la calma, desde que supo que ese maldito de Onigumo, habitaba dentro del hombre que compartió junto a Kagome, se tensó al pensar en el peligro que ella había corrido todo ese tiempo, y él simplemente ignorante.

-Maldición…- masculló entre dientes, molesto por las malas decisiones, por toda la incertidumbre que los rodeaba, e inquieto por ese extraño plan del que Kikyo hablaba, Kagome parecía comprenderlo bien, al menos mejor que él, pero no terminaba de convencerlo, la única eficaz que conocía de derrotar a sus adversarios, era luchar.

El silencio que se produjo dentro de la cabaña, se vio interrumpido por un quejido suave por parte de Kikyo, en el momento en que Kagome aplicó algo más de energía en su curación, sabía que no lograría mantenerla con vida, pero al menos le estaba dando fuerzas para enfrentarse a lo que vendría, y para subsistir un poco más.

-Te envidió… - susurró Kikyo, aún con los ojos cerrados.

-¿Qué?…- consultó Kagome sin estar segura de haber oído bien.

-Envidio la fortaleza que posees, y tu capacidad de amar a los demás, digna de una sacerdotisa…- explicó, tragando con algo de dificultad, Kagome podía notar que el trabajo que estaba efectuando en ella le causaba dolor, pero Kikyo no se quejaba, y ella debía continuar - me he aferrado a esta vida…- confesó con la voz suave Kikyo, ante la mirada atenta de la muchacha que la acompañaba – intentando redimir mi alma… morí odiando demasiado, y amando también

Una nueva pausa se produjo, Kagome no supo que responder ante las palabras de esta mujer, que siempre, a pesar de todo, le causo cierta nostalgia, aunque también muchísimo dolor.

-¿Cómo es tu tiempo?… - consultó aún con los ojos cerrados, escuchó a la custodia, respirar profundamente, como si estuviese adquiriendo fuerzas para responder.

-Ciertamente no es tan hermoso como el Sengoku…- sonrió con levedad – vivía en un templo que se construyó alrededor del pozo y del árbol del tiempo… un lugar hermoso…

-¿Eras feliz?…- continuó indagando, más el modo en que lo hacía no le molestaba en nada a Kagome, disponiéndola a responder.

-Sí, lo soy…- fue la respuesta que recibió, entonces abrió los ojos cansados y miro a su futura reencarnación.

-Al menos ahora sé que la pureza que portas en tu interior, salvo nuestra alma…- volvió a cerrar los ojos y ya no emitió ni una sola palabra, Kagome se quedó en silencio, había terminado con su sanación al menos por este día, la frase dicha por Kikyo le retumbaba en los oídos…" la pureza que portas en tu interior, salvó, nuestra alma"…

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De la nada sintieron como un estruendo se efectuaba en el lugar, InuYasha corrió desde la vertiente en la que se encontraba recogiendo agua, Kagome, salió desde el templo en el que se hallaba orando y purificando la perla, ninguno de los dos pudo sentir la energía emanada por este ser… Shinishi ya no conservaba nada de los rasgos que antes poseyera, ahora su rostro se habían endurecido, y sus ojos fulguraban de un rojo encendido. Cuando Kagome salió, vio como la cabaña en la que había estado Kikyo, estaba completamente destrozada, la sacerdotisa se defendía del ser con un campo de energía, él la observaba molesto… pero de pronto toda su atención se centro en la mujer que acaparaba sus obsesivos sentimientos humanos, y se abalanzó hasta ella, el sol casi caía, y ella intentó tensar una flecha esperando alcanzar a lanzarla, y de pronto el aire que le golpeó el rostro, le mostró que la figura roja de InuYasha estaba frente a ella, asestando un golpe que arrojó al ser a varios metros de ellos, el hanyou jadeaba por la energía que había tenido que utilizar, sobre exigiéndose para llegar a tiempo, el sol se desvanecía, y una palpitación le avisó del cambio.

-Maldición…- masculló sintiendo como su cuerpo, modificaba su aspecto, convirtiéndolo en un humano.

Shinishi, o como pudiese denominarse ahora, se incorporó para abalanzarse una vez más sobre ellos, pero el campo de energía de Kikyo lo retuvo.

-¡Kagome… ahora!...- exclamó con fuerza, y la mujer comprendió

Lo tomó de la mano y se dirigió al interior del pequeño templo, el lugar estaba iluminado por velas grandes, y el aroma del incienso llegaba hasta su nariz, en ocasiones se preguntaba, cómo un medio demonio podía convivir con esta clase de cosas, que en la mayoría de los casos, lo que hacía era purificar sus esencias… y además convertir a una sacerdotisa en su mujer… InuYasha estaba renuente, la noche había caído hacía poco y maldecía la situación, sintiéndose un inútil frente a todo esto.

-No pensarás realmente hacer esto Kagome… ¿verdad?…- consultaba, siendo literalmente arrastrado hasta el templo, y a pesar de ser humano, el olor del incienso se le coló en la nariz fuertemente, lo que Kikyo les había explicado, parecía coherente, pero no podía pensar en que fuera efectivo…

-Es la única salida InuYasha… ese ser se volvió muy poderoso – aseguró ella, cerrando las puertas del lugar, en cuanto el hanyou ingresó, se giró hacía él y lo miró, en realidad se preguntaba, como lograría concentrarse, dada la situación.

-¿No pretenderás que me desnude, con todo lo que esta pasando?…- consultó incrédulo al ver la mirada decidida de Kagome.

-No…- afirmó, respirando profundamente y sabiendo que debía de ser ella quien llevara el mando en esta oportunidad, dada la evasiva de InuYasha – no será necesario

-¿Necesario?…- preguntó, desorientado, ¿acaso Kagome había enloquecido, la vio sentarse en el altillo que daba al altar vacío – no puedo hacer esto Kagome, este no es mi modo de lucha, yo solo sé defenderme en batalla.

-Esta es la batalla, y nuestro amor el arma…- dijo ella con convicción, notando los ojos entristecidos del hanyou, como si intentara creer en sus palabras, sin lograrlo. Lo vio negar y girarse susurrando algo.

-No puedo…- se disponía a salir de ahí, y enfrentar hasta morir de ser necesario al maldito rival, que parecía no desear desaparecer de sus vidas, empeñándose en atormentarlos, sintió la calidez de las manos de ella, que tomaban la suya, quizás como un intento de persuadirlo, volteo la cabeza para verla – Kagome…- susurró, con ese inconfundible tono que solía usar con ella.

-Por favor, InuYasha… - pidió, sosteniendo aún sus manos, suplicando por que creyera – solo ten fe…

InuYasha la observó unos segundos, y por muy descabellada que le pareciera la situación, sabía que podía confiar en su criterio, y en su poder… en ella… como siempre, acercó su otra mano a la unión, sonriéndole con todo el sentimiento que poseía, tanto como los acontecimientos se lo permitían.

-Esta bien… - dijo con voz suave, después de todo era su Kagome y el no podía negarle nada, menos viendo que toda la esperanza de ella radicaba en este ritual de amor que debía de salvarlos del infierno que se mantenía adormecido fuera del templo -… lo intentaré…

Se miraron, ella le sonrió y suspiró sabiendo que esto no sería nada fácil comenzarlo, no por falta de emociones, incluso la adrenalina fluía a borbotones por ellos, a causa de la batalla, pero el amor era diferente. Liberó una de sus manos y fijó su vista en la cintura del hakama de InuYasha, que la observaba expectante, intentando concentrarse en ella, pero aún seguía con la escasa agudeza de ellos en esta apariencia humana, expectante a cualquier situación fuera de ahí, sintió como Kagome rozaba los pliegues de su vestimenta con la punta de sus pálidos dedos, que parecían incluso más blancos en contraste con la tela roja del pantalón, un suspiro suave se le escapó cuando el roce pasó pro sobre su intimidad que se estimuló ante ello, despertando poco a poco. Kagome lo miró a los ojos, sabía que debía deja a su instinto actuar, sin limites de desconocimiento, o algo similar, debía dejar que el amor fluyera a través de sus cuerpos y de este modo activar un poder superior.

Presionó con la palma abierta sobre la zona, produciendo en InuYasha un gemido leve, indicándole que el camino parecía el correcto, la otra mano, aún prisionera de la de él, era oprimida con mayor intensidad, y los ojos del hanyou, esta noche oscuros, la miraban con ímpetu, se mordió el labio, tratando de centralizarse en lo que debía… por Kami, InuYasha lograba perturbarla de un modo increíble solo con mirarla, incluso en una situación como esta… deslizó sus dedos intentando deshacer el nudo que apretaba la varonil cintura, pero él le retuvo por la muñeca, teniendo ambas manos presas, y comenzó a inclinarse sobre ella, obligándola a enfocar sus ojos apasionados, recibió un beso cálido y delicado mientras que la espalda se apoyaba en la cubierta de tatami, las muñecas sostenidas aún, a cada lado de su cuerpo, a la altura de su cabeza, las piernas de InuYasha acomodándose entre las suyas, logrando que percibiera con su ingle, la rigidez emergente del sexo masculino, a lengua hurgando dentro de su boca, con un poco más de intención cada vez, y un gemido se escapó de su garganta.

-¿Cómo logras esto?…- consultó algo ansioso el hanyou, dando cortos besos en los labios a su mujer, que ya había adquirido ese tono rojizo en sus mejillas que tanto le gustaba.

-¿Qué?…- consultó ella, algo perdida igualmente, el calor que emanaba el cuerpo de InuYasha la estaba sofocando, pero no deseaba que se alejara, solo quería tenerlo junto a ella.

-Ponerme así, alejarme de todo solo para amarte…- susurró, llegando al blanco cuello, que le fue expuesto, en sus últimas palabras, Kagome arqueo su espalda lo suficiente como para que él le besara el cuello, y quizás un poco más.

-InuYasha…- alcanzó a suspirar ella, cerrando los ojos cuando sintió el tacto tibio de los labios del hombre.

Comenzó a abrirse paso por entre la yukata que Kagome vestía, dejo que las puntas de sus dedos formaran la curva ascendente de su seno desde el pecho, hasta el pliegue que se formaba bajo el, dejando que la piel del pezón, se erizara sin detenerse aún en ella, mordió el otro por sobre la tela, y Kagome se arqueaba más al sentir la presión en su seno, y su respiración se agitaba, la sangre corría y su mente se desenfocaba de los problemas, de los temores y de la batalla, que aún libraban, creándose otra en su interior.

Kikyo en tanto sostenía la barrera, conteniendo al ser que se había creado en Shinishi, sabía que aún tenia energía suficiente para mantenerlo en letargo un tiempo más, solo rogaba por que InuYasha comprendiera lo que necesitaban hacer, y que la energía emanada de ellos, la ayudará a cumplir con la misión que se había impuesto.

La pareja en el interior del templo comenzaba a gestar en su interior la fuerza de su amor, ambos debían concentrarse en sentir… solo sentir, y dejar de lado lo demás, las manos de Kagome, se encontraban perdidas dentro de las ropas de InuYasha acariciando con inquietud su pecho, sus costillas, su espalda, para aferrarse a ella, suspirando de necesidad…

InuYasha la sentía jadear bajo su figura, buscando con sus manos la liberación de las ropas, deshaciendo el enlace de la hakama que ella vestía, y dejando que una de sus manos se deslizara por el costado, acariciado la cadera, y continuando por la pierna, llevando su mano hacía el centro de sus piernas, gimiendo al sentir el calor que aquel lugar emanaba. Sintió los dedos de Kagome, recorrer desde su espalda, hasta su pecho y subir acariciando el cuello, y enlazarse en su cabello, tomando parte de su rostro, obligándolo a mirarla, los ojos castaños cristalizados por el deseo… le suplicaban amor…

-Ven, y siénteme…- le pidió, ella, casi en un suspiro, como si no tuviese las fuerzas necesarias para dejar salir a su voz, y entonces InuYasha la besó, dejando que su lengua buscara la unión con la de ella, suspirando dentro del beso, inquieto y afiebrado de pasión, abrazándola, para levantarla de aquel lugar, sin importarle que las ropas de Kagome estuviesen a medio sacar, dejo que ellas resbalaran y quizás incluso las piso en el corto trayecto hasta el altar vacío, ya que la perla permanecía entre las ropas de ella, dejó a Kagome sentada sobre él, y atacó con fervor su cuello, mordiendo con suavidad las marcas que la hacían su mujer, ella presiono la cabeza de él en contra de sí, exhalando con fuerza, y lo escuchó susurrar.

-Te amo…- casi sin aliento, respirando en su cuello, demasiado perdido ya como para pensar en algo más… ni siquiera la batalla que se había librado momentos antes, ocupaba ya su mente, si debía morir, que fuera en los brazos de su amada… de su niña, de su mujer… de Kagome…

Pasó los dedos por la intimidad candente de ella, comprobando que estaba preparada para recibirlo, se humedeció los dedos y dejo que esa humedad cubriera su sexo, cuando lo tomo en su mano, para posicionarse en Kagome, dejó que el inicio de su miembro, permaneciera en la entrada a su refugio, ella respiraba casi ida, jadeaba silenciosa expectante, sintiendo las palabras que él le acababa de decir dentro de su corazón, como un sentimiento que la ahogaba incluso.

-Y yo a ti… tanto, InuYasha…- susurró pegada a su oído, su nombre se arrastró por la voz perdida en ansiedad que mantenía, y él sintió como su espalda era recorrida por una ola de energía que lo obligaba a empujarse dentro de ella, soportó la primera descarga, apretando los dientes, sin entrar aún, exhalando con fuerza en el oído de Kagome, lamiéndolo luego.

-Oh… Kagome…esto es una locura…- sonaba agitado e impaciente, excitado, mucho, desesperado y sintiéndose un completo lunático, las manos acariciaron la espalda femenina extendidas rozando la suavidad de la piel, notó como ella intentaba con sus piernas rodeando su figura, forzarlo a adentrarse.

-Hazme el amor… solo hazme el amor… - pidió mordiendo su ahora oreja humana, e InuYasha cerró los ojos con violencia ante el contacto, y bajó, las manos sin aviso desde la espalda hasta las caderas de su mujer, adentrándose en ella, y gimiendo en el proceso, la escuchó soltar el aire con fuerza.

Comenzó a empujarse contra ella, sin preámbulos directamente buscando la energía que debían de emanar, desesperado por sentirla derretirse de amor en sus brazos, sentía a su cuerpo responder, la humedad de la intimidad femenina, venía sin restricciones, a desbordarse de ella, le mordió el hombro y la sintió moverse con fuerza ante la sensación.

-InuYasha…- habló jadeando con mucho esfuerzo, sabía que debía ayudarlo a dirigirlo que sentía -… siente la vida… siéntela brotar desde ti…

-Kagome… no puedo…- decía entre gemidos, toda la tensión acumulada en la pelea, parecía pedir a gritos liberarse de él, sintió que ella se separaba, y lo llevaba a enfocar sus ojos.

-Mírame…- le pedía – tú puedes hacerlo… concéntrate en sentir con el alma…

InuYasha tragó, con dificultad… sabía que era importante para ella, para todos… pero para ella… ella… su único punto de partida y regreso, ella… su Kagome… la mujer que amaba y que le llenaba el alma de sentimientos, haciendo vulnerable y fuerte a la vez, la que sabía de él, todo… la que lo había liberado de la cárcel del rencor y la desconfianza… ella… Kagome…

Comenzó a experimentar algo que jamás sintió, una corriente inquietante y fuerte, casi como una fuente de energía, que nacía en el inició de su columna, lo embargaba de un calor diferente a otros que hubiese experimentado, subía haciendo un espiral por cada vértebra, obligándolo a respirar profundamente, y cerrar los ojos, sintiendo de igual modo, como sus sensaciones físicas se acrecentaban, podía sentir a su miembro palpitar dentro de Kagome, y a cada empuje se hacía mayor, mientras más cerca sentía su clímax, más intensa era la energía que ascendía por él… oh Kami… ¿era real?...

Podía sentir que su cuerpo la llevaría muy pronto hasta el final de este ritual, la energía que se condensaba en su columna, parecía fluir libremente, concentrándose cada vez más… podía percibir la de InuYasha y lo fuerte que esta era, sus auras se entrelazaban alrededor de sus cuerpos, el abrazo en el que se mantenían los unificaba, las embestidas de InuYasha en su interior eran tan fuertes como la emanación de la energía, que comenzaba a empujarse hasta su cabeza, intentando se liberad, como un volcán.

-¿Lo sientes Kagome?...- preguntó casi perdido, en esta sensación lo único que palpitaba, era la sensación embriagante de morir y vivir al mismo tiempo.

-Oh… sí amor…- respondió, aferrándose tanto a él, que parecían no ser dos… un solo ser…

Y de pronto, una avalancha de sensaciones los desbordó la semilla de InuYasha derramada en el interior de Kagome, haciéndolo apretarse en contra de ella, envuelto en los espasmos que le brindaba su éxtasis, ella aferrada a él sintiendo que moriría ya… su vientre comprimido y de pronto, como si les hubiesen arrancado algo, sintieron como la energía de la kundalini se desprendía de ellos, entrelazándose sobre sus cabezas, dejando de ser la de InuYasha y Kagome, convirtiéndose en una sola, la de su amor… entrando nuevamente en ellos, llevando la esencia de cada uno, mezclados en sus interiores, para luego de recorrerlos por completo, expandirse, como una ola de un enorme destello de un intenso color violáceo… el amor… brotando desde ellos, como una energía purificadora.

Kagome entonces, jadeante ante la emoción como estaba, unió sus manos en oración, aún rodeados ambos por el aura que se había unificado, dirigiendo su intención hasta Kikyo.

-Vamos… - dijo, sin reponerse aún de todo lo experimentado, dejando que InuYasha que una vez sentido todo aquello, sabía de lo que Kagome y Kikyo le hablaban, se retiró de ella, sintiendo sus piernas temblar, la vio envolviendo su cuerpo en la yukata, y caminando con algo de dificultad hasta la puerta, la respiración aún agitada.

Llegaron hasta la entrada y lo que vieron a continuación los dejó sin aliento.

Continuara…

Pufff… sé que dije que sería el último capítulo, ero la verdad no lo logré, había mucho que decir aún, y pensé en un epilogo, pero no sería lo correcto, así que los dejo con este extraño penúltimo capítulo, y a esperar que lo hayan entendido… les diré, que la kundalini existe… y pues es una energía que logra más de lo que nuestras mentes aún comprenden… besitos y bueno gracias por apoyar a esta loca mujer que solo quiere llenarlos de amor y esperanza….

Siempre en amor…

Anyara