Capítulo XVII

El inicio de la leyenda

Lo que presenciaban los sorprendió, el poder recibido por la energía que ellos emanaron, había logrado, al parecer, purificar gran parte del aura maligna del ser que ahora residía en Shinishi, y la fuerza que desprendía en este momento Kikyo, le hablaba a Kagome de lo acertada que estaba en pensar que ella estuvo mostrándose pasiva el último tiempo, conservando su poder para este momento.

Se encontraba la sacerdotisa arrodillada, conteniendo aún al ser, muy debilitada, con las manos unidas en oración, una esfera de una energía circundante, se hallaba entre ella y el ser, la que de inmediato Kagome reconoció, como la salida desde ellos, la energía de amor que habían esparcido, la mujer se había encargado de reunirla, la luz que irradiaba el aura que rodeaba a ambos seres, le daba al lugar una hermosa luminosidad, similar a la que produciría la luna llena en pleno verano, la calidez, parecía sacarlos de la estación invernal que aún atravesaban, y una suave brisa les acariciaba el rostro, el rosario que Kikyo confeccionara, con sus perlas rojizas, giraba alrededor de la esfera, que el amor de ambos había creado.

Kagome enlazó la mano de InuYasha mientras que con la otra sostenía la yukata en su pecho, para mantener la prenda cerrada, él ajustó el enlace, sabiendo que lo que ella intentaba era mantener la fuerza de la energía que la kundalini les había entregado, que ese lazo no se rompiera. Vieron como Kikyo extendió una de sus manos, con la palma abierta en dirección a ellos, aún con los ojos cerrados, como si esperara recibir algo, Kagome se giró, sorprendiendo al hanyou, sabía lo que sucedía y enfocó sus ojos castaños en sus ropas que yacían aún en el piso, bajo el altar, notó como un resplandor de un profundo color rosa salía desde ellas, y la perla de Shikkon, se alzó… para avanzar de forma vertiginosa hacía la sacerdotisa que la estaba solicitando, obligando a la pareja a separarse lo suficiente para que ésta cruzara entre ambos.

Kikyo la mantuvo suspendida sobre su palma, y la guió sin tocarla, para no perturbar la purificación que la custodia, le había entregado, dirigiéndola hacía la esfera de luz que la fuerza de InuYasha y Kagome, había formado, intensificándose el poder en ella, la criatura intentaba desprenderse de al barrera que lo cercaba, con los ojos brillantes y llenos de ira, puestos en Kagome, quien se había pasado a convertir en el objeto de su obsesión… una voz profunda, pero reconocible para ella salió de él…

-Mi sacerdotisa… Kagome…- clamaba y la mujer se recogió, podía reconocer la voz de Shinishi, y el tono, suave que empleaba para dirigirse a ella, el temor de saberse tan cerca de este ser, e ignorante del peligro la hizo estremecer. Sintió las manos de InuYasha posarse en sus brazos, y su voz, hablándole con seguridad.

-Tranquila amor… siempre estaré junto a ti…- Se giró apenas, para encontrar su dorado mirar, pero él se mantenía fijo en lo que sucedía en frente.

Kagome posó una mano sobre una de las que InuYasha mantenía sobre su hombro, como simples espectadores, hasta que notaron que una fisura se formaba en el aura que rodeaba a Kikyo y al ser venido de Naraku, se adentró al templo en busca de su arco y flechas, InuYasha apretó a colmillo de acero que colgaba de su cintura, sabía bien que en este estado humano, no lograría trasformarla, su rostro se tensó… ¿como podría defender de Kagome con esta apariencia?... La vio ponerse a su lado, y tensar una flecha en su arco, la yukata levemente abierta, le permitía ver parte de su desnudes, pero al parecer a ella no le importaba, estaba demasiado concentrada en asestar con su flecha el blanco.

Kikyo, abrió los ojos, con su mirada certera y observó a Kagome, que escuchó dentro de su mente la voz, clara de la mujer… "No… esto me corresponde…", Kagome relajó la flecha, dejando que el arco y ella, aún unidas en sus manos, bajaran cruzadas ante sus piernas, comprendiendo lo que ella deseaba decirle. InuYasha se quedó expectante, sabiendo que algo sucedía entre las dos.

Kikyo centro su mirada en su oponente, que luchaba por salir en dirección a Kagome, y exhalando con algo más de fuerza, las perlas que formaban el rosario de color rojo, se fueron uniendo alrededor del cuello de este ser, hasta quedar completamente unidas, la sacerdotisa, comenzó a orar arrugando el ceño, haciendo notar el esfuerzo que le significaba, una especie de corriente comenzó a girar dentro de la esfera en la que se mantenían, el cabello azabache de Kikyo comenzó a agitarse con el aire circundante, el lazo de el se soltó, dejándolo completamente libre. Kagome pudo sentir en ese momento una energía muy poderosa, una que recordaba tuvo que desprender con fuerza el aire, era la misma que había estado presente el día que intentó llevarse a InuYasha al infierno con ella, no pudo evitar sentir compasión por Kikyo… ahora comprendía cual era su plan…

-Kikyo…- susurró, muy despacio, sintiendo que la garganta se le apretaba, InuYasha observó a la mujer junto a él, y abrió los ojos sorprendido, al oír un sonido que lo alertó… la tierra comenzaba a abrirse.

-No Kikyo…- musitó él, avanzando un paso, no sabía que era lo que podía hacer por ella, pero no quería verla morir, de alguna manera sentía que debía salvarla, por más que su razón le hablara de que el tiempo de esta mujer en la vida que ellos tenían, había terminado, no podía resignarse simplemente a verla partir, menos al infierno, y quizás ahí estaba su mayor pesar... ¿Por qué al infierno?... sintió la mano de Kagome que sostuvo con fuerza su brazo.

-No, InuYasha… ella debe hacerlo…- aseveró ella, girándose hacía el solo cuando el hanyou buscó su mirada, tragó con dificultad, cuando la vio, con los ojos cristalizados... ¿sentía tristeza por Kikyo también?... – tranquilo, va a estar bien…

Por primera vez, InuYasha logró sentir en su condición de humano, la energía que desprendía el aura de Kagome, que pareció acrecentarse, mientras que el agujero en el piso bajo la esfera de luz, se incrementaba, y el ser que permanecía oculto en Shinishi, continuaba luchando, intentó atacar a la sacerdotisa que tenía enfrente, pero el poder del rosario alrededor de su cuello, lo arrastraba a las profundidades, la esfera hecha con la energía provenida de Kagome e InuYasha, se mantenía irradiando con la perla de Shikkon en su interior, cada vez con más y más intensidad, hasta que de pronto, pareció estallar en una luz cegadora que se dispersó alrededor, sin lograr medir la distancia alcanzada, InuYasha en un acto de protección instintivo, tomó a Kagome por los hombros y la atrajo a su cuerpo, cayendo arrodillado con ella, dando la espalda al lugar desde el que emanaba el poder, cerrando lo ojos, que se resentían ante la fuerza de la luz que los rodeaba, resguardando con su cuerpo el de su mujer, sin saber si algo más vendría.

Permanecieron abrazados unos momentos, hasta que las luminosidad que los rodeo se disipó, dejando solo una extraña tibieza en el aire. Kagome se movió del abrazo en que InuYasha la mantenía, lo suficiente como para ver el lugar en el que se encontrara Kikyo, pero al enfocar su vista, notó que ya nada había ahí, solo un cóncavo en la tierra, no demasiado profundo, y una luz tenue de un tono rosa brillaba dentro de él, todo alrededor, mostraba bajo la poca luz de las estrellas, el verdor fresco de la primavera, la nieve que los circundaba se había derretido y en su lugar había hierba, InuYasha se puso de pie, llevándose consigo a Kagome, ayudándola a incorporarse, avanzaron sigilosos, en dirección a la hendidura que se formaba en la tierra, pudiendo notar que la luz que brillaba, era una pequeña y reluciente esfera de color rosa… la perla de Shikkon, Kagome suspiró, y vio como InuYasha se desprendía de u lado, para bajar el trayecto hasta la joya, se inclinó para tomarla, notando que junto a ella, había una cinta de blanca, la misma con la que Kikyo recogía su cabello, la tomó ya lo observó unos instantes, sintiendo un calor emanar desde sus pies, y un aura brotar desde la tierra, la figura que comenzó a alzarse ante él.

-Kikyo…- nombró al verla frente a él, un ser al parecer intangible, era solo espíritu, pero de todos modos sintió como sus manos rodeaban su rostro, un calido contacto y la vio acercarse hasta besarlo, sus labios tocaron los suyos con ternura, una que le recordaba, cuando todavía poseía su vida real, cuando se amaban, e intentó corresponderle, sabía que era una despedida, y algo en su corazón se apaciguó al comprobar que ya no había odio en ese beso, ni ira, ni resentimiento.

Kagome se llevó una mano hasta el pecho, cuando vio emerger desde las profundidades a Kikyo, y la luz que irradiaba le hablaba de la redención que ella parecía haber encontrado, pudo ver que se acercaba a InuYasha hasta besarlo, pero extrañamente este beso ya no le dolió, sabía que ella se estaba despidiendo del gran amor que ambas compartían, y no podía culparla, notó, como luces resplandecientes se comenzaron a desprender de ella, y flotaban en el aire pasivamente en su dirección, tuvo que cerrar los ojos, cuando sintió la calidez entrar en ella, poco a poco, su cabello pareció electrificarse, e inhaló llenado sus pulmones de un nuevo aire, nuevamente estaba completa, las fragmentaciones de su alma, que un día Kikyo utilizó para ser revivida, le habían sido devueltas, con una sensación de gratitud. Abrió los ojos y los enfocó en InuYasha, que observaba en silencio el cielo, entre las estrellas que iluminaban, el lugar por el que el espíritu de Kikyo había desaparecido.

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Un nuevo templo había sido erigido muy cerca del árbol sagrado, convirtiéndolo en parte de un lugar de oración, Kagome se encargó de rodearlo de pergaminos, y en el interior del templo, se encontraba la perla de Shikkon, cuya energía parecía dormida, su brillo permanecía y su pureza también, pero no irradiaba ese poder que los youkais y demonios, codiciaban, al menos no del modo tan agudo que antes tuvo, el pozo fue cercado dentro del templo, haciendo de este el nuevo santuario de la aldea, y de muchas otras que venían en busca de la ayuda de la extraña sacerdotisa, venida desde tierras lejanas, y que se desposara con un hanyou, un ser para algunos respetado, para otros despreciado, pero aquello ya era parte de su diario vivir.

Dejaron algunas flores, en la tumba que crearon para Kikyo, una pequeña ermita, que contenía en su interior en lugar de las cenizas inexistentes, un blanco listón para el cabello, y una tablilla mortuoria, que les recordaba a los visitantes que en ese lugar se hacía honor a la memoria de una gran sacerdotisa, que en algún momento estuvo encargada de proteger la valiosa perla de Shikkon.

Kagome e InuYasha caminaban de la mano, el lugar se veía en calma, a la distancia notaron como una pareja conocida para ellos, sus amigos, jugaban con dos pequeños niños, de no más de dos años… sus hijos, el hanyou abrazó a su esposa, desde atrás, dejando que su mentón descansara sobre el hombro de su mujer, uno de sus brazos le cruzara el pecho, para posarse en el hombro contrario.

Quise mostrarme ante ti
como alguien de duro corazón.
El tiempo pasó, me arrepentí,
ahora pediré tu perdón.

-¿Crees que ya sería tiempo de tener nuestros cachorros?...- consultó con algo de nostalgia al observar la escena que protagonizaban ese par, que desde siempre dieron luces de ser uno para el otro.

-Podría ser…- respondió ella, acariciando la mano que se posaba sobre su hombro – las cosas están más tranquilas…

-¿Sabes cuando comencé a amarte?...- preguntó, con calma, con una pasividad que se había creado en él, al permanecer junto a Kagome, su Kagome…

-No…- dijo sonriendo, buscando la respuesta, le gustaba escuchar estas declaraciones que en ocasiones InuYasha le dejaba caer.

-Cuando me mostrarte que podía dejar de ser un solitario…- aseguró, pegando su boca al oído de ella, que dejó salir el aire algo inquieta, esperando que él no lo notara – cuando vi, que creías en mí…

Mi indecisión causó el gran error,
me dominó el temor,
hoy me descubrí y ves ante ti
lo que hay en mí.

Se giró dentro del abrazó, notando la sonrisa triunfante en los labios de él, ya la había descubierto, sabía que no podía ponerle un dedo encima, sin que ella respondiera, era un lazo que se había formado entre ambos, y que no deseaban deshacer. Lo observó, enfocándose en sus dorados ojos, un brillo intenso y hermoso se formaba en ellos, uno que le hablaba de eternidad entre sus brazos, algo le decía que ellos estarían juntos el resto de esta y todas las vidas que les tocara vivir, el corazón se le expandía por el pecho al saberlo tan suyo, sintió las manso de él posarse sobre su cintura y sus labios acercarse, pero los detuvo, contrario a lo que InuYasha pudo pensar, poniendo sus dedos sobre ellos.

-¿Y tú sabes cuando comencé a amarte?...- consultó ella, la verdad no sabía de que valía decirlo ahora, pero quería hacerlo, quería que él lo supiera… desde cuando, y cuanto lo amaba.

-No…- respondió con la voz profundo, humedeciendo con su aliento los dedos de Kagome y rozando con el, los labios femeninos que le estaban siendo tortuosamente negados.

-Desde el día que me dijiste que me protegerías…- aseguró ella ahora, sabía que lo descubrió mucho después, pero fue desde entonces, el día en que se sorprendió al notar la decisión de él, ese día había marcado el inicio.

Ven quiero saber que eres realidad,
dame felicidad que hay en ti al reír,
que hay en ti al llorar,
lo quiero descubrir,
por que esperar.

La observó un poco más, y por su mente pasaron de pronto tantos momentos, tantas situaciones que los habían unido día tras día, hasta el punto en que las palabras no les eran necesarias, sabían que se amaban, que les era imprescindible estar con el otro, que ya no podían separarse, recordó la cantidad de veces que se arriesgó por él, y una calidez le embargó el corazón, ella lo había sanado… había sanado su frustración y su soledad, logrando que la olvidara casi por completo… tomó la mano de ella que aún permanecía sobre su boca, y la besó antes de retirarla, sacándola de su camino, oprimiendo la cintura bajo su agarre, para asegurarla a su cuerpo, y la besó, sintiendo como sus labios respondían, como una suave caricia, parecía llevarlo al cielo más magnifico, sabiendo que era ella, y solo ella… Kagome… por el resto de la eternidad…

-Gracias…- le susurró, cuando la liberó del beso.

-¿Por qué?...- consultó recuperando el aliento que el hanyou le arrebatara.

-Por salvarme…

Ella tomó el rostro de InuYasha entre sus manos, y lo acercó, con lagrimas en los ojos, para besarlo con algo más de ímpetu, se sentía desbordada de amor, y no sabía de que modo decírselo, las palabras parecían no lograr expresar todo… era demasiado… muchas tristezas, muchas horas de llanto solitario, pero también, momentos que jamás soñó vivir… y era él… InuYasha… su InuYasha… hasta el fin del tiempo…

Siempre temí entregar mi vida.
Hoy ya no es así,
me decidí y nada habrá que me lo impida.
Quiero que mi corazón lo goce,
un sentimiento el desconoce, el de amar
sin freno entregándose.

-.-.-.-.-.-.-

Podía escuchar a la distancia el sonido de motos similares a la suya, debía de llegar a tiempo y ayudar en su huída a este hombre, no es que deseara realmente hacerlo, pero lo necesitaba, era parte de la tarea que ella misma se había impuesto, no podía dejar que el crimen de su padre quedará impune, y ellos debían de pagar… además no dejaría que reunieran los fragmentos de la perla de Shikkon, ella debía recuperarlos y resguardarla, como había sido la tarea de sus antepasados.

Salió de la calle que la dejaría justo delante de quien necesitaba, un hombre, vestido completamente de negro, montado en su Honda de competición, lo sabía, lo había averiguado prácticamente todo de él, de su hermano, de su familia… los Taisho… disminuyo la velocidad, pasando por el costado derecho del hombre, no pudo ver su expresión, el vidrio de su casco se lo impedía, de todos modos le guiñó un ojo coquetamente, se posicionó entre los dos pilotos que venían tras él, y acabó con ellos, con dos certeras dagas directo a las ruedas de sus vehículos, se detuvo para evitar colisionar, girando en la primera calle a la que tuvo acceso, sabía que su trabajo recién había comenzado, y no se detendría hasta haber acabado con el linaje del hombre que había acabado con su única familia y sus sueños, ella era una sacerdotisa, como su padre, siempre se lo dijo, como su propio linaje, lo aseguraba, ella, Kagome Higurashi, descendiente según le contaba su padre en una leyenda, sobre el tiempo del Sengoku, en la que una extraña sacerdotisa llegada de tierras lejanas, Kagome era su nombre y la raíz del suyo, ya que por ella la habían nombrado, la mujer que liberó a un mitad bestia que se encontraba sellado en un árbol del tiempo, hechizado para dormir por siempre, la misma que fragmentó la perla y en el transcurso de un extenso viaje para recuperarla y de múltiples peligros en ello, logró domar el corazón impetuoso del hanyou… quizás solo fuera una leyenda, lo sabía, pero no dejaría que la Perla de Shikkon cayera en las manos equivocadas… siendo esta decisión la que daría inicio a grandes cambios y descubrimientos en su vida… todos ellos unidos a los ojos dorados de un hombre que le estaba destinado…

hakanai omoi zutto

donna toki demo negau yo

anata ni todoku you ni to...

Despertando tranquilamente...

Yo siempre, siempre deseo

Que estos pensamientos efímeros

Te alcancen...

moshimo eien to yuu mono ga aru nara

toomawari shite demo shinjite mitai

"bukiyou dakara KIZUtsuku koto mo aru" to

wakatte mo tomaranai mou dare ni mo makenai

Si existe la eternidad,

Quiero creer en ella, aunque tenga que tomar el camino difícil.

A pesar de que sé que antes me han herido por mi torpeza

No me detendré; no me dejaré vencer por nadie.

Fin

N/A: Ciertamente esta historia no fue creada con el propósito de liarse con la otra, pero simplemente se gestó y la verdad, me tiene muy contenta, siempre he dicho, todo es por algo, y las cosas son como deben de ser… y Kikyo… bueno, ella creo que merece ser salvada… ojo… no quedarse con mi hanyou, eso jamás, pero si que descanse su espíritu…

Espero que este capítulo final les haya gustado, quise poner el tema "My Will", ya que de algún modo siento que es la que identifica a InuYasha, y en lo personal me agrada mucho, puse la versión que escuchamos en español dentro de la historia y un trocito que me gusto mucho en la parte final, de la traducción directa del japonés, hermosa por cierto…esta ha sido una historia que me ha ayudado a unir mis ideas con respecto a la serie, hay cosas que después de un exhaustivo análisis, del que mi querida Lady Sakura, y Lorena, quienes prestan oído y lectura a mis "ecuaciones" en busca del resultado de cada cosa que voy pensando, pues pude plasmar lo que desearía que fuera un final de anime… sé que talvez estoy pidiendo mucho… pero honestamente quise mostrar las debilidades del ser humano, que contradictoriamente son las que nos hacen más fuertes…

Agradecer a todas y todos si es que existe algún varón, que han leído esta historia que como las demás ha sido hecha buscando entregar emociones y momentos gratos que no se nos olviden en el tiempo… les tengo especial afecto a todos quienes dejan sus reviews, son mi alimento se los he dicho, y el modo de conocerlos y saber sus opiniones que son muy importantes… un besito desde el fondo del alma de escritora que poseo, que no es perfecta, pero que entrega en cada obra lo mejor posible…

Y gracias por leer…

Siempre en amor…

Anyara

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