Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 4. El pozo de la mente.Drizzt y Jarlaxle se internaron en el oscuro vientre de tierra y roca.
Las minas anteriormente explotadas por los humanos del pueblo habían sido abandonadas hacía ocho años, al agotarse el filón de metal, en consecuencia el pueblo a su alrededor también había acabado por vaciarse al faltar la fuente de riqueza. Ahora se suponía que la mina había cerrado.
Y por supuesto había encontrado nuevos inquilinos.
Los dos drows se movían con facilidad en la oscuridad absoluta de los túneles. Las armas en ristre, Jarlaxle guiaba mientras avanzaban.
Drizzt se preguntó no por primera vez que estaba haciendo allí. Una cosa era ser mensajero pero aquello... ¿iba a rescatar a Artemis Entreri? No tenía lógica, no sabía como había conseguido convencerle Jarlaxle. El mercenario tenía un pico de oro.
Solo es por Caderly, esta secta atacó espíritu elevado.
Pero le sonaba a razón muy pobre.
Entreri se concentró para apartar la niebla de su mente. Estaba mareado por la pérdida de sangre, pero aparte de eso no había recibido daño alguno, a veces bajaba alguien, un hombre o mujer embozados con oscuros hábitos monásticos y le sacaba sangre de la muñeca, curando después la herida cuidadosamente con vendajes y conjuros de curación.
Le habían puesto algo al cuello, una especie de colgante a juzgar por el tacto, pues no había podido verlo. Suponía que ese era el origen de aquella voz que oía en ocasiones.
Tenía que salir de allí.
¿Dónde estaba Jarlaxle?
El drow ya no importa.
La idea de que aquel amuleto pudiese leer su mente le enfurecía profundamente, pero sospechaba que solo podía leer sus pensamientos mas superficiales, a veces había sentido indicios de un intento de mayor intrusión, pero los había rechazado, o eso esperaba.
No luches contra mi.
Muy a su pesar Entreri no podía evitar un efecto tranquilizador en esa voz. Suponía que se trataba de un conjuro para hacerle bajar las defensas. De algun modo sentía que conocía esa voz, como si fuese la voz de un ser querido, de alguien que hubiese apreciado hacía mucho tiempo y no pudiese ubicar un rostro a aquel sonido.
Pero cuando trataba de pensar en las pocas personas que apreciaba no acertaba a identificarlo. Se sentía mareado, no sabía cuanto tiempo habia pasado, se desmayaba demasiado a menudo.
¿De quien era esa voz¿Quién era y que quería de él?
¿Quién eres? Era la primera vez que hablaba con la voz, había tratado de ignorarla pero estaba harto de todo aquello.
Soy la voz de Arma.
¿Arma¿Eres un sacerdote?
Soy la voz.
Entreri dejó de prestar atención. Aquel tal Arma debía ser otra de tantas deidades falsas que carcomían el cerebro a los débiles mentecatos que necesitaban apoyarse en una supuesta divinidad para ayudar en sus patéticas existencias. Solo alguien que no sabía ayudarse a si mismo suplicaba ayuda de una criatura superior, adoración a cambio de protección.
En opinión de Artemis todos los dioses eran mercaderes de almas.
¿Quién es Arma? Si tan poderoso es que dé la cara.
No estas preparado para hablar con Arma.
Estupideces. Entreri flexionó los dedos de las manos, pero fue un movimiento debil y tembloroso. No podría hacer nada en mucho rato, tenía que recuperarse.
Volvió a sentir el aguijonazo de un intento de intrusión mental y gruñó ante el dolor de cabeza que ello le produjo. Empezó a resistirse con todas sus fuerzas, interponiendo todas su fortaleza y voluntad ante el ataque.
Pero en esta ocasión el ataque no cesó, no era uno de los tanteos anteriores.
Entreri gritó de dolor.
Drizzt esperó a que Jarlaxle acabase silenciosamente con los centinelas y avanzó velozmente para asegurarse de que nadie patrullaba la zona en esa dirección.
Los enemigos llevaban hábitos eclesiásticos negros e indefinidos, sin mostrar el símbolo de deidad alguna. Ambos drows se deslizaron por los túneles tratando de llamar la atención lo menos posible, el plan de Jarlaxle era hacer un rescáte relámpago.
En caso de que Entreri siguiese con vida.
Finalmente llegaron a una caverna amplia que los sectarios habían aprovechado para hacer una suerte de capilla. Drizzt echó un vistazo y contó al menos cuatro guardias y un yuan-ti del que Jarlaxle ya le había hablado. Un espadachín endiabladamente rápido capaz de escupir veneno en gran cantidad.
El ofidio humanoide parecía ser el lider, o al menos era lo mas probable. Se encontraba inclinado frente a un rudimentario altar, y estaba escribiendo en el suelo con un líquido rojizo, probablemente sangre.
Mientras escribía signos arcanos susurraba lo que problablemente era un hechizo o una oración. Fuera lo que fuera no podía ser bueno.
Jarlaxle era de la misma opinión que él y en un instante un globo de oscuridad apareció en la sala, cubriendo la entrada de Drizzt con las cimitarras en ristre. Era una suerte que el area de magia muerta solo actuara en la superficie.
Sabiendo que Jarlaxle podía ocuparse de los humanos, Drizzt se lanzó directamente hacia el yuan-ti, el guerrero serpentino siseó como una cobra al tiempo que desenvainaba un estoque y recibía la arremetida del drow con un chasquido de látigo.
Entreri fue levemente consciente de los sonidos de lucha en algún punto y registró el hecho pero no pudo reaccionar a él o sentir alivio alguno aun. El combate para mantener a La Voz fuera de su mente le había dejado desmadejado y confuso, e incluso con su fuerza de voluntad aquel intruso había llegado a percibir retazos de información. Había aguijoneado su mente con mas fuerza que Crenshinibon.
Abrete a Arma. Debes aceptar la llamada.
Luego la llamada era obra de aquella supuesta deidad. Entreri trató de aclarar sus pensamientos. Tenía que escapar, no sabía si podría resistir una segunda incursión mental.
Como si hubiese percibido esto, la Voz atacó de nuevo.
Abominación.
Artemis sintió que se le helaba la sangre mientras su enemigo le atacaba con dureza, usando contra él los recuerdos que había arrancado de su mente.
No eres como los demás. Eres una blasfemia, una abominación a ojos de los dioses.
La Voz imitó a la perfección las voces que habían llamado de ese modo a Artemis, atacando, proyectándo imágenes en su mente. Las miradas reprobadores, los dedos acusadores, los rostros llenos de resentimiento.
No te acerques. No me toques, eres repugnante.
Entreri gimió ahogadamente y se estremeció, temblando mientras trataba de distinguir entre recuerdo y realidad, tratando de cerrar el paso al intruso, que arañaba su cerebro con saña.
Tenía que concentrarse en la realidad, tenía que mantenerse firme... los insultos no significaban nada, aquellas personas ya no significaban nada, no importaban, no...
Vamos, Artemis, iremos a ver a alguien que nos ayude.
El dulce rostro de su madre apareció ante sus ojos.
Entreri se desmoronó.
La Voz arrolló su mente como una guadaña segando un campo.
Drizzt logró acabar con el yuan-ti y limpió las cimitarras en los ropajes de la criatura. Jarlaxle dispuso unas trampas en la puerta y indicó un corredor que descendía desde allí. El ruido no tardaría en atraer mas enemigos y debían darse prisa.
Jarlaxle se detuvo un instante a observar el círculo dibujado con sangre, apenas si podía reconocer los signos, eran arcaicos.
Drizzt ya estaba dandose prisa y Jarlaxle no tardó en seguirle. Se movieron de un lado a otro hasta que dieron con una cámara fuertemente guardada con tres guardias.
El lugar adecuado para un prisionero.
Los tres guardias apenas pudieron salir de su asombro y miedo cuando dos drows cayeron sobre ellos.
Jarlaxle manipuló la cerradura de la puerta con desesperación, tenía un nudo en la garganta. Cuando había visto caer a Entreri ante los atacantes... había sentido el aguijonazo del pánico. Nunca antes había sentido semejante miedo, aquella preocupación. Se había lanzado al combate, tratando de rescatarle en contra de todo sentido común, hasta que un ataque casi mortal le había avisado de la necedad de su actitud.
No ayudaría a Artemis muriendo con él.
Pero tampoco pensaba abandonarle. Porque Artemis Entreri era su amigo.
Aunque siempre había apreciado a su socio, no había sido hasta hacía unos meses que había empezado a confiar realmente en él, a dar al termino de amigo su verdadero significado. Sus primeras aventuras juntos habían sido entretenidas, pero Jarlaxle no había conseguido superar su necesidad de secretismo, lo que le había mantenido con vida toda su existencia.
Pero habían empezado a ser realmente amigos.
Y no pensaba abandonar a la única persona que había conseguido ese título. Su compañero de aventuras en la fascinante superficie.
Y si aquellos bastardos habían acabado con su único amigo regresaría con todo Bregan Da'erthe para vengarse.
Abrieron la puerta y se precipitaron a la habitación.
Ambos drows se quedaron boquiabiertos y paralizados.
Jarlaxle hervía de furia.
Atado en un travesaño en forma de cruz, Entreri estaba inmovilizado sobre él, verticalmente atado de pies y manos a las tablas.
Le habían quitado las botas y la camisa de metales entretejidos, regalo de Jarlaxle, le habían pintado signos arcanos sobre el pecho, con sangre. Y a juzgar por las cicatrices blancas sobre su muñeca muy bien podía ser su propia sangre.
Un colgante con una gema rojiza centelleaba colgado de su cuello.
Pero era la expresión de su rostro lo que encendía la ira de Jarlaxle.
La melena negra curbía la mitad de su cara, caida sobre su hombro, pero se podía apreciar el gesto de dolor. Entreri parecía estar sufriendo un indecible dolor, el rostro contraido por una angustia sin nombre y dos surcos brillantes surcando sus pómulos desde los ojos cerrados.
Drizzt se quedó helado en el marco de la puerta. Jamas hubiese imaginado ver a Artemis de ese modo. El dolor sordo que había visto en sus ojos en el último combate que habían librado era lo que le había detenido de darle muerte, porque se había dado cuenta de que Entreri era humano, una persona mortal que aun podía tener la capacidad de sentir y que podía cambiar.
Ahora volvía a contemplar la mortalidad de Artemis, y le sacudía verlo de ese modo. Artemis Entreri era ese hombre frio y severo, de planta firme, figura delgada y fibrosa, reflejo de su fortaleza interior. Despiadado, calculador.
Jarlaxle corrió junto a su socio, la preocupación grabada en su cara caló a Drizzt hasta los huesos. Entreri y Jarlaxle, el asesino y el mercenario drow, eran amigos.
Saliendo de su estupor, Drizzt fue a ayudar a Jarlaxle a bajar al humano de los travesaños.
.-. ¿Qué le han hecho?
Le sujetaron en brazos Entreri gimió y se retorció. Drizzt gruñó una maldición y arrancó el medallón colgado de su pecho.
Cuando cogió el colgate, quemó su mano, quemó su mente.
?PATÉTICO MORTAL, TU TIEMPO SE ACABA!
Arrojó el talisman a un lado con un grito de dolor a duo con Artemis, que dejó de revolverse y se desmayó, quedándo inerme en sus brazos. Jarlaxle sacó un paño y comenzó a limpiar los signos escritos sobre él.
.-. Saquémosle de aquí.
Empezaba a haber agitación por la zona. Jarlaxle deslizó una poción de curación por los labios del humano y el vigilante se lo cargó a los hombros. Jarlaxle lanzó una bomba de humo en los túneles y salieron de allí a la carrera.
Al salir al pueblo corrieron hacia las monturas que habían dejado ocultas en unas casas y se pusieron en marcha, Drizzt acomodó a Entreri delante de él sobre la montura y partieron al galope.
Cuando caía la noche, se detuvieron y se apresuraron a atender a Entreri, que temblaba y sudaba. Probablemente enfermo.
Jarlaxle sacó un par de pociones mágicas y se apresuró a preparar un lecho mientras Drizzt le reconocía. Estaba ardiendo de fiebre. Tenían que tratarlo o no sobreviviría a un viaje duro.
Le ayudaron a beber las pociones y le tendieron sobre las mantas, Jarlaxle le cubrió con su capa multicolor, dotada de un conjuro de Resistir Elementos.
Drizzt acomodó la cabeza de Entreri sobre una improvisada almohada y le apartó los cabellos de la cara. El humano entreabrió los ojos.
.-. ¿Qué...?
.-. Te hemos rescatado, estas a salvo.
Drizzt le acarició los cabellos y la mejilla con afan de tranquilizarlo y Entreri se recostó contra su mano en un gesto inusualmente confiado.
.-. No lo estoy.- Susurró antes de dormirse.
