Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 16. Apuestas

"¿Alguien sabe quien crea estas cosas? Creía que el conjuro que crea a las drarañas era exclusivo de Loth."

Entreri no se molestó en sacar de su error a Jarlaxle respecto a los hombres-escorpión. Aquellas criaturas eran así por naturaleza, igual que los centauros, pero en sanguinario y hostil. Sabía que habitaban el Anauroch, atacando caravanas y realizando sacrificios a Talona, diosa del veneno, pero ignoraba que viviesen también en los desiertos del sureste.

"Limítate a matarlos y luego te cuento lo que son."- Dijo al fin.

El abrupto terreno que ahora atravesaban era dificil pero se hacía aun mas dificil si los hombres-escorpión se empeñaban en atacarles. Eran astutos, usando tacticas de guerrilla aprovechando su increible capacidad para hacer túneles bajo la tierra para aparecer y desaparecer de improviso.

Era el tercer ataque en dos días, los hombres-escorpión les acosaban con ataques relámpago, aparecían, atacaban a distancia y cuando conseguían entablar combate se retiraban bajo tierra.

La unica manera de acabar con aquellas cosas era buscar una entrada practicable para atacarlas en su terreno, donde no esperaban ser emboscadas.

Y eso estaba haciendo Drizzt mientras Artemis y Jarlaxle mantenían ocupados a los hombres-escorpión. El vigilante y Guenhwyvar se movían en silencio, explorando en busca de una entrada que pudiesen usar con cierta seguridad, no sería util quedar enterrados vivos.

Finalmente una entrada. Drizzt dio la señal convenida y sus compañeros respondieron. Era hora de devolver a aquellos semiescorpiones un poco de daño.


Amenoth estaba preocupado. Ninguno de los acólitos había regresado de su reunión con la Voz de Arma. Ni uno solo desde hacía dos semanas y media.

Ni uno solo de los iniciados había regresado de su encuentro con la Voz. Amenoth no lo entendía, necesitaban fieles para el nuevo mundo, cuando todo quedase reducido a cenizas una nueva fuerza renacería de estas, de la mano de los fieles a Arma.

¿Por qué no sobrevivía ninguno? Las bajas eran normales, eso ya lo sabía, pero esto era extraño, nadie había regresado de la ceremonia de iniciación, eso eran mas de quince bajas. Por no hablar de los efectivos perdidos en la base que habían puesto en el norte por fallar a la hora de conseguir la Llave.

Y la Voz guardaba silencio, Amenoth no recibía instrucciones desde hacía días. Estaba realmente preocupado.

¿Dudas, Amenoth?

El clérigo cayó de rodillas al oir la Voz, retumbando en el templo desde las entrañas de la tierra, sacudiendo su alma con su poder.

"Mi... mi señor, disculpad mi necio comportamieno."

Arma no perdona, no olvida, no cuestiones jamas sus actos, no te atrevas a preveer sus deseos ni a preguntar un porque.

"Mi señor, no tengo excusa, solo puedo suplicar que me deis oportunidad de enmendar mi momentanea debilidad."

Silencio, no hay mas Voz que la de Arma. Eres un insecto, no puedes ofender algo tan grande como Arma. No hay nada que enmendar porque no importas.

Amenoth cerró los ojos y esperó la muerte con pánico, sabiendo que no podía hacer nada por evitarlo y la voluntad de Arma era inapelable.

Amenoth, prepara la llegada de la Llave tal y como te será indicado.

"Si, si, mi amo."- Amenoth nunca había sentido mayor alivio.

Y despues se te concederá ser el primer sacrificio.

Aquello ya no sonaba tan bien como había imaginado.


Entreri exprimió la glandula con todo tipo de cuidados. Jarlaxle estaba a su lado, molestando en vez de ayudar, y eso que el veneno era para él.

"¿Crees que será tan efectivo como en sus dueños?"

Entreri barajó la posibilidad de meterle la glándula en la boca y comprobarlo. Los hombres-escorpión poseían un fuerte veneno en sus colas y Entreri había extraido las glandulas para obtener veneno, a petición de Jarlaxle, que quería envenenar varias de sus dagas para aumentar su efectividad.

Drizzt observó el proceso con curiosidad, sabía que los asesinos en general eran entrenados en el uso de venenos pero Entreri tambien sabía fabricarlos. De no ser por el mortal contenido de la glándula casi hubiese parecido que cocinaba.

"¿Por qué crees que adoran a una diosa de humanos? Quizá si que lo eran y se transformaron en escorpiones para complacerla."

"Jarlaxle, no soy precisamente un experto en religión, callate y dejame trabajar."

Finalmente terminó de preparar el veneno y dejó a Jarlaxle para que impregnase sus dagas una por una. Sería un proceso lento pero la eficacia de las dagas sería mas alta.

Se habían ocultado del sol abrasador del mediodia bajo un saliente de roca, para tomarse un descanso antes de ponerse en marcha ahora que se habían librado de los hombres-escorpión.

Entreri se sentó junto a Drizzt, que acariciaba la cabeza de Guenhwyvar sobre su regazo. La enorme pantera realmente se merecía que Jarlaxle la tratara de gatito.

Drizzt miró a Entreri y se sorprendió al comprobar que el humano estaba mirando fijamente a los ojos a Guenhwyvar, y esta parecía hacer lo mismo. Tras un rato de mutua observación, Entreri pareció llegar a una resolución, levantó lentamente la mano y poco a poco la puso sobre la cabeza de Guenhwyvar. Al comprobar que la pantera no hacía movimiento alguno movió la mano, y la acarició.

Drizzt sonrió ante el gesto, que era mucho mas trascente de lo que cualquier observador casual hubiese pensado.

"Me gusta tu gato."- Dijo al fin Artemis.

"A ella también le gustas tú."

Artemis alzó la vista de la pantera y miró a Drizzt, preguntandose si seguían hablando de la pantera en exclusiva. La sonrisa de Drizzt no dejó traslucir la respuesta pero Artemis lo sospechaba.

"Drizzt..."

¿Podía decirlo? Entreri se preguntó como sería, y lo mas importante, si sería cierto. ¿Podía decir a Drizzt que le quería¿Podía decirselo con la seguridad de que era cierto¿Podía decirselo sin temer ser abandonado?

Drizzt aguardó, con el corazón desbocado de emoción.

"¿Si? Dime."

"... Pasame la bolsa de las provisiones."

Vale, no era exactamente lo que Drizzt había esperado oir, bajó los hombros, que había tensado sin saberlo y pasó la bolsa a Artemis.

Guenhwyvar ladeó la cabeza, como si estuviese tan extrañada como Drizzt y se levantó para dar una vuelta, dirigiendo frecuentres miradas a los dos. La sensitiva pantera se tumbó al sol y al poco rato apareció Jarlaxle, que se acomodó a su lado acariciándole el lomo.

"Se que no tienes dinero pero... te apuesto 500 piezas de oro a que Entreri no es capaz de confesar sus sentimientos a Drizzt ni en un millón de años."

La pantera le miró como si hubiese comprendido hasta la última palabra y y para su sorpresa se sentó y bajó la cabeza hasta su cara. Y Jarlaxle hubiese jurado que Guen estaba aceptando la apuesta con una leve sonrisa en su felino hocico.


Tras tres días mas de viaje sin un rumbo claro aparte de internarse en el desierto, Drizzt encontró al fin un rastro fiable. Pisadas humanas, y de escorpiones mostruosos, como el primer ataque de la secta contra ellos.

"Están cerca."

Siguieron el rastro, y efectivamente, a menos de cuatro horas de seguir las huellas divisaron unas formaciones rocosas altas y de gran tamaño, ideales para ocultar un campamento. Se deslizaron ocultándose como podían en el llano y seco terreno alrededor de la formación rocosa. Una vez alcanzaron la zona pudieron moverse a mas velocidad, amparados por las sombras de las enormes rocas hasta que encontraron el campamento.

Se trataba de un campamento de viajeros del desierto, o eso había sido, varias de las cabañas estaban destruidas, algunos cadáveres estaban siendo devorados por las monturas de alacranes y un pequeño grupo de beduinos había sido hecho prisionero.

Y al menos doce miembros de la secta de Arma alrededor.

"Al menos los pillaremos desmontados."- Consoló Jarlaxle.

Entreri frunció el ceño, era una mala situación, cuatro escorpiones y doce guerreros. Tenían que atacar de modo que no pudiesen organizarse y aprovechar su superioridad numerica.

Nada que no pudiese solucionar un grupo como el suyo.