Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 17. La caida
Guenhwyvar hizo de cebo. La pantera se dejó entrever y eso bastó para que tres hombres montaran escorpiones y decidieran hacer un poco de caza mayor. Pensando que solo se trataba de un animal salvaje no dudaron en separarse del grupo y emprender una persecución entre las rocas.
Entreri se ocultaba en las sombras perfectamente al igual que sus compañeros, si conseguían acabar al unísono con los jinetes estos no podrían dar la voz de alarma, el problema sería acabar despues con las monturas, pero al menos estas eran silenciosas, los escorpiones ni siquiera gritaban de dolor.
Se sentía raro, fuerte y refrescado, la idea de combatir le parecía de repente... apetitosa. Era una sensación extraña y desconcertante. Deseaba... verter sangre, hacía mucho tiempo que no había matado con sensación de placer, procuraba ser pragmatico e insensible al matar, esta sensación era rara en él.
Dejó de pensar en ello, el jinete de escorpión pasó junto a él, justo por debajo de su escondite a la vera de un saliente. La ocasión perfecta.
Casi al unísono, cada uno desde su punto alto y oculto, los tres saltaron sobre sus víctimas. Los sectarios no tuvieron tiempo de presentar batalla ni emitir sonido alguno cuando los drows y el humano acabaron con ellos con un unico y preciso ataque.
Inmediatamente los monstruosos escorpiones se... bueno, se encabritaron, o lo que fuera el equivalente para un insecto gigante. No les sirvió de mucho, desde su posición sobre ellos, lo único que tuvieron que hacer Entreri y los demas fue clavar sus espadas en la junta de sus craneos, seccionando limpiamente la cabeza antes de que pudiesen usar sus mortiferas colas como arma.
"A por los demas" Indicó Jarlaxle en el lenguaje de los signos.
Guenhwyvar se reunió con ellos en poco tiempo mientras se aproximaban a su objetivo. Quedaban nueve sectarios y un escorpión... nada que pudiese preocuparles.
Drizzt se percató al segundo del cambio en Entreri, su forma de luchar.
En primer lugar era mas rápido, mas fuerte... su forma de luchar era mas mortífera que nunca, Drizzt pensó en ese momento que de luchar contra Entreri era probable que el vencedor fuese el humano.
En segundo lugar, parecía ausente, como cuando había combatido a los mastines sombrios, atacando con ferocidad que se traslucía en una máscara de calculada eficacia y un leve brillo en la mirada, como un asomo de satisfacción al cortar carne, al derramar sangre.
Todo él clamaba su peligrosidad.
Drizzt acabó con su adversario justo a tiempo de esquivar el ataque de otro de los sectarios, no debía perder el tiempo observando a Entreri, el humano no tenía problema alguno mientras acababa con su tercera víctima con una facilidad desconcertante.
Jarlaxle degolló a su adversario y observó por el rabillo del ojo a los prisioneros de los sectarios, que jaleaban en un idioma que no comprendía, al menos no todo eran enemigos en ese extraño paraje desértico.
Un salto hacia atrás le salvó de una amplia salpicadura de sangre, Entreri acababa de decapitar a un sectario de una sola tajada. Su forma de luchar estaba al borde de lo brutal sin dejar de tener su estilo de asesino metódico.
- Amigo mio, se que tenemos que acabar con ellos¿pero es necesario ser tan brusco?
Entreri no le contestó, un grave gruñido salió de su garganta y se dirigió velozmente hacia el escorpión gigante. Definitavente rebosaba energía para tener tantas ganas de pelear.
Se sentía fuerte, como si en vez de cansarse de luchar se estuviese fortaleciendo con ella. Aquella fuerza que había despertado en su interior era beneficiosa, demasiado. Si sus fuerzas aumentaban de ese modo quizá perdería de nuevo el control sobre ellas. Necesitaba acabar aquel combate cuanto antes y calmarse.
El escorpión atacó al segundo, destrozando una roca a escasos milímetros de él con un tremendo golpe de tenaza. Pero Entreri no dudó.
Drizzt fue a ayudar a Entreri contra el escorpión, y se percató de que no precisaba ayuda alguna, no para matar al alacran al menos.
Incluso Guen parecía acobardada, guardando una prudencial distancia, no del escorpión sino de Artemis. Sus ojos se habían iluminado, brillaban con energía azulada, casi purpurea, sus armas, daga y espada, tenían esa misma luminosidad, transmitida a traves de sus manos.
Aquel poder... Entreri estaba perdiendo el control de aquella fuerza.
- ¡Artemis!
El escorpión murió con un chorro de repugnante fluido verdoso, su caparazón de quitina destrozado por los impactos de las armas de Artemis y el humano se volvió lentamente, pero aun rodeado de aquella malevolente aura.
Nadie puede derrotarnos.
Artemis no estaba seguro de donde estaba, pero se sentía pletórico, pleno.
Nadie pude derrotarnos, nadie puede hacernos frente, nadie osará acercarse.
Él era el mas fuerte. Lo que siempre había querido, ser el mas fuerte.
Somos invencibles, somos invatibles. Unamonos en uno, seamos uno, seamos inmortales.
No podrían hacerle daño. Nadie podría hacerle daño.
- ¡Artemis!
¡El enemigo¡Nos hará daño¡Nos hará daño!
Artemis no podía verle. No con lógica al menos. Drizzt apenas si pudo detener el súbito ataque del humano. Sus peores temores se hacía realidad, Arma estaba poseyendole, le había estado socabando desde el inicio de todo aquel desastre, la destrucción del dragón azul había sido probablemente la gota que había colmado el vaso. Cada combate era una invitación al desastre.
- ¡Artemis¡Mírame Artemis, soy yo, soy Drizzt!
La daga se acercó peligrosamente a su cara y Drizzt se echó hacia atrás con un levísimo pero doloroso corte en la mejilla. Artemis estaba fuera de control, sus ojos no eran humanos.
- ¡Artemis, por favor¡Detente!
Jarlaxle se aprecuró a sacar una cerbatana y un dardo, le quedaban algunas dosis del clásico veneno drow, esperaba que Artemis recobrara al cordura despues de dormir un rato.
El dardo se clavó eficazmente en la nuca de Entreri... que ni se inmutó por ello. Jarlaxle maldijo entre dientes, Arma estaba dentro de él, fortaleciendole de algun modo.
Solo la voluntad de Artemis podía detenerlo.
- ... Maldita sea... ¡Artemis¿Cómo tienes la cara de criticarme por lo de Crenshinibon y caer ahora tú?
No consiguió reacción alguna, Jarlaxle maldijo y sacó su maza de guerra, con un golpe comedido podría aturdir a Entreri sin matarlo, solo rezaba poder hacerlo antes de que Entreri matase a Drizzt.
Es el enemigo. Nos hizo daño, nos hace daño, nos hará daño.
Si, por supuesto. Este era su enemigo. Su némesis. El vigilante que se había burlado de él, le había desafiado, le había dañado y despues le había dejado con vida para poder reirse de él. Le había insultado. Había insultado su orgullo. Este era su enemigo, el que se lo había quitado todo, le había apartado de su vida, le había hecho perder el rumbo y el control. Cuando lo matara todo volvería a su cauce.
Es nuestro enemigo. Él nos quitó todo, nos insultó y nos despreció.
Si. Le había derrotado, y le había despreciado, considerándole poca cosa, tratándole como a un insecto que no mereciese vivir, mirándole como se mira algo que no vale la pena.
Le destruiremos. Y recuperaremos lo que en justicia nos pertenece.
El odio era algo conocido. Una emoción segura.
- ¡Tienes que parar¡Cálmate, por favor!
Nunca mas. Nunca mas le harían daño, y Drizzt sería el primero en saberlo.
Mátale. Destruyamos al enemigo. Destruyamos al que nos hace daño, y acabaremos con el daño.
Drizzt gimió ante la presión ejercida por Entreri, sus ataques eran increiblemente fuertes para lo habitual, le resultaba muy dificil hacer las paradas sin que sus muñecas se resintieran.
Un giro particularmente brutal le obligó a soltar una cimitarra y a punto estuvo de romperle la muñeca. Drizzt trastabileó hacia atrás y finalmente cayó al suelo. Indefenso mientras Entreri se cernía sobre él.
Jarlaxle escogió ese momento para atacar, pero Entreri fue demasiado veloz incluso para él, el humano se volvió con un rápido giro y detuvo su maza con la espada.
Les iba a matar a los dos. Si no le detenían les mataría a los dos, y despues se reuniría con Arma Omega, y entonces quien sabía lo que podría suceder.
Tenía que detenerle, pero... ¿cómo?
Guen rugió, se movía en círculos alrededor de los dos combatientes, Entreri y Jarlaxle, pero parecía que, al igual que Drizzt, no sabía que hacer. Quizá... quizá debía confiar en su instinto, y sobre todo, confiar en Artemis.
- ¡Artemis!
Se lanzó en plancha sobre él.
La daga vampírica se clavó en su hombro.
Drizzt nunca había sido víctima de aquella arma, en todos sus combates contra Entreri este nunca había conseguido clavarle firmemente aquella diabólica arma. Por primera vez sintió el poder de esta, el excruciante dolor y la angustia de sentir su misma esencia, su fuerza mas vital cruelmente drenada por el frio metal.
Miró a los ojos a Entreri, con los propios anegados en lágrimas, de dolor, de desesperación al pensar que iba a morir a manos de quien había llegado a amar.
Entreri sintió el calor, la fuerza que entraba en él. Tan cálido, tan reconfortante.
Nuestra fuerza, esta es nuestra paz.
La unica paz que podía encontrar era ese momento, y sin embargo... había otro lugar donde había sentido esa misma paz... si, esa misma.
No, no, concentrate, esto es lo que somos.
Entreri sintió humedad en su cara¿lluvia? No, no estaba lloviendo¿entonces qué...?
Lágrimas. Drizzt estaba llorando. Lloraba sobre él, mirándole con aquellos fascinantes ojos lavanda, brillantes, profundamente tristes.
Drizzt. Ahora sabía donde se había sentido en paz. Había sido con él, durmiendo a su lado. Y ahora... ahora le estaba matado.
- ¡NO¡NO NO NO NO!
La invasora presencia de su interior se retrajo en su mente y Artemis desclavó su daga y apartó a Drizzt de encima suyo, tendiéndole rápidamente. Jarlaxle se acercó cautelosamente, al igual que la gran pantera.
- ¿Qué he hecho!
Había recobrado el sentido. Jarlaxle y Guen se pusieron a su lado. Drizzt estaba muy debil, respiraba con dificultad y temblaba levemente. El vigilante entreabrió los ojos, apenas si sentía el cuerpo, tenía los sentidos embotados. Pero veía claramente a Artemis, con los ojos grises de siempre, no, de siempre no, había algo distinto... lágrimas.
Drizzt sonrió debilmente y se hundió en la oscuridad.
Arma Artema estaba cerca. Omega había visto a traves de sus ojos, controlando a su portador mortal. Deleitándose en la muerte.
Por desgracia el control había desaparecido despues. Pero eso no le preocupaba, por fuerte que fuese su voluntad había caido una vez, y caería de nuevo. Sabía como hacerlo, era tan facil cuando conocías el alma de los hombres.
Artema y Omega se reunirían, Omega se liberaría de su prisión, Artema renacería en una reencarnación final.
Y todo sería como en el principio.
Nota de la autora: Otro nuevo cápítulo y mas drama, pero de que maldades soy capaz, aish. Bueno, me alegra anunciar que terminé los exámenes, llegan las vacaciones y me siento con nuevas fuerzas con este fanfic. Como siempre agradezco los reviews que me dejais y hinchan mi ego. Graciasa todos.
