Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 18. Palabras sabias

Jarlaxle aceptó con una sonrisa la bebida que le servía la mujer. Aquellos habitantes del desierto tenían bebidas realmente buenas para vivir en tan inhospito paraje.

Tras liberarles de sus ataduras, los bedhin les habían ayudado a atender sus heridas con el equipo de los sectarios, de modo que el campamento era ahora suyo, con tiendas de campaña y todo lo necesario para descansar, sombra, comida y agua fresca de un pequeño pozo.

Jarlaxle había hablado mucho con los bedhin tras solucionar el problema idiomático. Al parecer los viajeros del desierto habían tenido muchos problemas con la secta de Arma, que atacaba sus caravanas a menudo y capturaba a los jóvenes, que despues regresaban como parte de la secta despues de ser torturados y fanatizados.

- Tu amigo demonio se matará sino reposa.

Jarlaxle ocultó una risilla por el apelativo que se había ganado Artemis, curiosamente los bedhin le llamaban demonio con cierto respeto y no odio por ello, sin duda impresionados por su forma de luchar y el dolor mostrado al ver que había atacado a un compañero.

Drizzt. El vigilantehabía estadomalherido, pero Jarlaxle confiaba en que los cuidados de los bedhin le ayudasen a recuperarse. Su orbe de curación había cerrado las heridas mas graves pero la fuerza absorvida por la daga de Entreri solo se recuperaría con descanso.

Y Drizzt aun no había recuperado la consciencia.

Artemis por otra parte no tenía mejor aspecto. Estaba todo el rato junto a Drizzt, velando su sueño y atendiéndole a todas horas, comía poco y dormía aun menos. El bedhin tenía razón, si no descansaba pronto, se colapsaría.

Cogió un vaso más de bebida y fue a ver a su socio.

Lo encontró tal y como lo había dejado, sentado en el suelo junto a Drizzt, pasando de vez en cuando un paño de agua fresca por la cara del inconsciente y chequeando su pulso.

- Se pondrá bien. Descansa un poco, Artemis.

- Estoy bien.

- Sabía que dirías eso.- Jarlaxle suspiró y le pasó el vaso.- Toma, es bueno.

Entreri bebió un poco pero dejó la mitad. Seguramente era delicioso, pero en ese momento todo le sabía igual.

- No le harás ningún favor si te desplomas muerto sobre él.

- No me pasa nada.

- Hace tres días que apenas duermes o comes, estas hecho un desastre y apestas a sangre y sudor. De hecho voy a tener que salir de aquí para evitar tu peste.

Entreri apretó los puños con furia reprimida. Pero estaba dirigida a si mismo.

- Casi lo mato.- Gruñó entredientes.

Jarlaxle suspiró y salió de la tienda. Artemis Entreri lamentandose, sintiendose culpable... era algo realmente nuevo. Mas aun que lo fuera por Drizzt DoUrden.

Esperaba que aquello tuviese un final feliz. A Jarlaxle no le gustaban nada los dramas.


Artemis se sentía desesperado. Había estado a punto de matar a Drizzt, era irónico, cuando quería matarlo no podía, y cuando podía no quería hacerlo. Era patético.

Drizzt se había recuperado visiblemente pero... Entreri no podía dejar de preocuparse, tenía que verle moverse, oirle hablar para poder dejar de sentir aquel peso en el corazón.

- Drizzt... lo siento, lo siento... maldita sea, nunca me he disculpado de este modo así que despierta para no desperdiciarlo.

Se sentía tan estúpido por hablar con alguien que no podía oirle, era tan irracional, tan poco propio de él. Y sin embargo quizá era la unica manera que tenía de hablar con Drizzt sin tratar de racionalizarlo todo, no podía seguir... huyendo de lo que sentía, había comprendido algo muy importante durante aquellos momentos dominado por Arma.

Arma Artema usaba su unico miedo. El miedo a que lo dañaran. Su necesidad de atacar antes que el otro para evitar recibir daño.

- Drizzt, por primera vez en mi vida necesito que me perdones. Lo siento.

No se movió. Maldito fuera por hacerle esto, no podía soportarlo.

- Mirame idiota, te estas perdiendo un momento histórico, estoy al borde de las lágrimas, y hasta yo me doy cuenta de que apesto. Apenas soy capaz de separarme de tu lado sin tener la irracional idea de que te moriras en el momento en que deje de mirarte.

Entreri acarició la melena blanca de Drizzt, estaba sucia pero seguía siendo de un blanco inmaculado, levemente ondulado, enmarcando aquel perfecto rostro de ónice.

- Vamos Drizzt, despierta, sé que eres mas fuerte que esto. No puedo soportar la idea de... de perderte.

En ese momento vió un destello lavanda. Drizzt le sonrió perezosamente.

- Ahora es cuando confiesas tu amor por mi.- Le murmuró.

Artemis sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas y abrazó a Drizzt, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello, casi tendido sobre él.

- Estupido drow, casi te mato y luego te ries de mi.- Logró murmurar entre lágrimas.

- Te olvidas de la confesión. Si no volveré a dormirme.

- Te quiero¿vale? Te quiero así que no vuelvas a angustiarme así.

Drizzt asintió y respondió al abrazo con debilidad.


Jarlaxle sacó el dinero de la apuesta y lo dejó entre las patas de Guen, la pantera olisqueó las monedas y despues le dio un cariñoso cabezazo en el hombro.

- No es justo.- Gruñó Jarlaxle con humor.- Drizzt ha usado un truco muy sucio, te apuesto otras diez piezas de oro a que llevaba dos horas fingiendo que dormía.

Guen se limitó a tumbarse y reclamar cosquillas.


Drizzt sonrió al oir la profunda respiración de Entreri a su lado, el pobre se había quedado dormido sobre él despues de llorar y a juzgar por las ojeras llevaría un par de días sin dormir bien. Le parecía tan adorable tenerle dormido sobre él, como un niño abrazado.

Aunque era cierto que Artemis olía a sangre y sudor, cuando despertase los dos necesitaban un baño urgentemente.

Y ahora que, por fin, Artemis había admitido sus sentimientos, podría dar rienda suelta a lo que ambos habían estado deseando desde hacía meses.

En cuanto tuviese fuerzas levantarse por supuesto.


Amenoth observó consternado la reunión a las puertas del templo, Árma había convocado sus huestes a reunirse allí. Sin duda preparando la llegada de la llave.

Los sectarios estaban armados y dispuestos, ansiosos por cumplir los deseos de Arma, deseosos de contemplar su liberación.

Todos morirían. Arma había comunicado a Amenoth sus intenciones, aquellos guerreros eran un sacrificio, debían morir para el renacimiento de Arma. Lucharían y morirían en su nombre. Nunca contemplarían el final de esa ceremonia.

No era que Amenoth sintiera piedad alguna por ellos, pero... había esperado poder librarse de ese destino, estar a la vera de Arma en el gran momento, ser premiado por su fidelidad, pero tambien moriría ese día.

Las ordenes de Arma eran indiscutibles, todos debían luchar, cuando la llave llegase al templo se enfrentarían a ella para probar su valia. Y Arma ya le había comunicado el final de aquel enfrentamiento.

Todos morirían a manos de la llave. Arma así lo había profetizado, la roca se cubriría de sangre al atardecer y de ella nacería un nuevo mundo.

Pero Amenoth no viviría para verlo. Ninguno de los presentes viviría para verlo.

Las dudas le carcomían, quería ese nuevo mundo, y el renacimiento de Arma. Pero no a cambio de nada. Lo unico que iba a recibir era la muerte, sin haber sentido siquiera un atisbo de poder sobre el mundo, se habían escondido en el desierto, había obtenido grandes poderes clericales pero... no había mostrado al mundo su dominio. Todo aquello empezaba a ser demasiado irracional incluso para un fanático como él.

En cuanto a la Voz... su antiguo socio ya no existía, Arma le había consumido por completo, la Voz de Arma había sido transformada hasta el punto de que su existencia se había vuelto inviable y había enloquecido. Amenoth había descubierto que los últimos acólitos enviados a su iniciación no habían muerto por fallar la prueba. La Voz se los había comido.

- Ssseñor Amenoth, unas palabras por favor.

El sumo sacerdote miró al yuan-ti con desprecio pero le indicó con un ademan que continuara.

- Misss sssociosss y yo deseamosss una audiencia con la Voz.

- Adelante.

Amenoth no se molestó en hacer advertencia alguna ni consultar con Arma. Detestaba la superioridad con que se comportaban los hombres serpiente. No echaría en falta unos cuantos de esa raza. Con suerte sus gritos le animarían un poco.

El suelo se removió bajo sus pies, pero Amenoth no le dio importancia, Arma hacía eso a menudo, cada vez con mas frecuencia en tanto la llave se acercaba al templo. Preparandose para salir, como un niño al que le ha llegado el momento de nacer, en un parto monstruoso.

Amenoth se sentó desconsolado en la escalinata del templo, poco preocupado por lo que pudiesen pensar los demas acólitos de Arma. Solo les quedaba la muerte.

Malditos fueran todos, maldito el día en que habían llegado a aquellas ruinas.

Nadie saldría con vida de aquel infierno, y nadie podía hacer nada por evitarlo.


Jarlaxle observó la llegada de los bedhin con sorpresa, cuando había visto partir mensajeros no había esperado una respuesta tan inmediata. Las tribus nómadas parecían haber llegado a la conclusión de que algo grande se avecinaba sin que el drow les hubiese tenido que decir nada acerca de Árma.

Poco a poco empezaron a llegar los guerreros del desierto del Raurin. Armados y dispuestos a atacar a la secta y acompañar a los "guerreros negros y el hombre demonio".

- ¿Jarlaxle?

- Drizzt¿qué haces levantado? Supuse que dejarías de torturar a Entreri y le daría un poco de amor.

El vigilante se ruborizó intensamete y tardó un momento en hablar con normalidad mientras salía de la tienda.

- Artemis está durmiendo. ¿Quién es esta gente?

- Los guerreros bedhin, nómadas del Raurin, desean vengarse de la secta. Tenemos un ejército de curtidos guerreros a nuestro lado.

Drizzt asintió y se sentó con dificultad, aun se sentía terriblemente debilitado, pero ansiaba comer algo sólido en vez de las sopas que Artemis había conseguido hacerle tomar mientras estaba entre la consciencia y la inconsciencia.

- Parece que por fin tenemos algo de suerte.

- Lanzarte sobre Entreri de ese modo fue una estupidez.

Drizzt suspiró y sonrió despues, acariciando distraidamente a Guen, que se había acercado a saludarle con alegría, si hubiese sido un perro hubiese movido la cola como un ciclón.

- Sabía que resultaría bien.- Mintió.

- ¿Ah si?

Jarlaxle no insistió, suponía que este era uno de los motivos por los que se decía que el amor te convertía en un idiota. Solo un idiota se lanzaría sobre un oponente armado y dispuesto a matar. Le había parecido increiblemente estúpido, pero debía admitir que había funcionado.

- En ese caso debo felicitarte¿no vas a mimarle un poco y aprovecharte de su recién descubierto sentido de la culpabilidad?

Drizzt soló una carcajada y dirigió una mirada reprobadora a Jarlaxle.

- Eres malvado¿lo sabías?

El ladino drow le saludo con un golpe al ala de su sombrero y sonrió con sabiduría.

- Soy eso, y mucho mas.

Nota de la autora: Sin duda Jarlaxle sabe ganarse el afecto de todos, aunque en este fanfic no sea prota, sinceramente, es imposible no quererle.