Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 21. Promesas

Venganza. Dulce venganza.

Todos lo pagarían. Todos responderían de sus acciones. Todos eran culpables. Todos recibirían su justo castigo, era el día de la venganza.

¡Eres un monstruo, una abominación, una afrenta a nuestros ojos!

Todos los que le habían hecho daño sin motivos, todos los que le habían insultado y despreciado desde su patética superioridad como adultos siendo él un niño.

Eres debil, como tu madre¡lévantate, aun no he terminado contigo!

Su padre, que le había destrozado el espíritu y traicionado, un cobarde que se sentía superior maltratando a su propio hijo y rezando a un ídolo en un templo.

Vamos, cariño, no les hagamos caso, todo irá bien.

Su madre, su madre que en realidad le culpaba de todo, su madre debil y patética incapaz de protegerse a si misma o a su hijo. Su estúpida madre que había confiado en el cerdo de su padre.

¿Crees que eres suficiente hombre¡Esta calle es mia! Ven aquí, novato. Eres un primerizo, no sirves aquí. Sé lo que quieres, asqueroso trepa. Tengo algo para ti.

La escoria de las calles, los matones, los ladrones, los camellos de las cofradias. Estaban en todas las ciudades, el mismo tipo de rata parasitaria que habitaba en todas las calles que habían marcado su vida.

Todos. Todo aquello acabaría. Se desvanecerían.

Para siempre.


Drizzt se incorporó lentamente, la cabeza le daba vueltas y sentía una intensa jaqueca.

Se había salvado de milagro. Gracias a Guen, su felina amiga. Cuando la luz había llegado hasta él esta le había cegado y trastornado profundamente, dejandole confuso y aturdido, pero Guenhwyvar había acudido, le había agarrado por la capa y le había sacado de las escaleras a la carrera.

Después todo se había venido abajo, el templo se había derrumbado sobre sus cabeza. Solo la buena fortuna les había salvado, los bloques de piedra que habían caido sobre ellos se habían quedado encajados entre ellos formando una cuña que había protegido a Drizzt y Guen del resto del derrumbe.

¿Qué había ocurrido¿Dónde estaba Artemis?

Guen tiró de su capa, si querían respuestas tendrían que salir de allí.


Jarlaxle estaba sin habla. El templo se había derrumbado, y una criatura había levitado desde el haz de luz. Gloriosa y terrible a la vez.

Era una quimera acorazada, varias criaturas en una, una mezcla de definición imposible¿reptil¿mamífero¿insecto¿piedra, metal o carne?

Una bestia cuadrúperda de afiladas garras y la cabeza aplastada entre los enormes hombros mostrando una hilera de afilados dientes y maliciosos ojos de un solo color morado gélido, un torso humanoide surgía de su espalda, en el lomo, como si fuese un jinete de la bestia de aspecto mas animal. La parte humanoide estaba igualmente acorazada, su piel era como una armadura quitinosa, sus brazos largos y acabados en manos con garras, dos alas dracónicas de aspecto inutil por su tamaño respecto al cuerpo pero imponentes como un halo a su espalda, la cabeza como un yelmo con ranuras para los ojos, que brillaban poderosamente, tres placas sobresalían como una extraña corona, una vertical y las otras en diagonal a los lados de la cara. Toda la criatura tenía tonos morados, lavanda y lila, y era terriblemente siniestra.

Aquello debía ser Arma... Artema u Omega, eso no lo sabía.

La criatura descendió hasta el suelo, en toda la zona se notó la terrible presión ejercida por el ser. No era muy grande, bueno, al menos no tanto como Jarlaxle había imaginado, aproximadamente cinco metros de alto, pero imponía un aura mas poderosa de lo que un dragón habría logrado con toda su envergadura.

Jarlaxle vió ahora lo que realmente le sobrecogió.

Artemis. Artemis estaba en el torso de la criatura, como incrustado en su interior, sobresaliendo solo su cabeza, hombros y la mitad del pecho. Una de las monstruosas manos de Arma fueron hasta su prisionero y le acarició la cabeza casi con afecto, levantándole el rostro y acariciando suavemente el rostro semiinconsciente, Artemis parecía encontrarse en alguna especie de trance, con la mirada perdida y desenfocada.

Luego aquello debía ser Arma Artema... bueno, una duda estaba resuelta.

Ahora solo quedaba como destruirla antes de que liberase a Arma Omega, como hacerlo sin destruir también a Artemis, descubrir si Drizzt estaba vivo y donde estaba...

¿Por qué tenía que pensarlo todo él solo?


Drizzt salió de las ruinas del derrumbe siguiendo el agudo instinto de Guenhwyvar. El alivio de abandonar el opresivo lugar no duró demasiado.

Arma Artema estaba allí, libre. Y Artemis estaba encerrado en ella, prisionero y visiblemente aturdido.

Arma alzó una mano y comenzó a acariciar la cabeza de Artemis como quien acaricia a una mascota. Drizzt sintió una fria furia en su interior, profunda y primitiva, el cazador.

- ¡NO TE ATREVAS A TOCARLE, ZORRA!

Se lanzó contra aquella criatura, aquel ser tan superior a cuantos enemigos había conocido, sin el menor asomo de temor, sin la mas mínima duda. ¡Nadie iba a tocar al hombre que amaba!


Entreri oyó algo... o eso creía... un grito, no sabía qué exactamente.

¿Qué ocurría a su alrededor? Todo estaba tan oscuro... ¿qué había ocurrido antes? Recordaba la puerta, las voces de Arma...

¡Arma! Había sentido el increible poder devorarle desde dentro, Artema había surgido como un volcán en erupción, fortalecida por la cercanía de Omega, devorando su consciencia, cubriéndole con un manto de oscuridad, durmiéndole...

¡Tenía que despertar! Debía reaccionar. Había soñado... si, recordaba la voz de Artema hablándole en sueños, recordaba su propia ira, su rabia...

¡Artema había vuelto a manipularle! Enojado, Entreri trató de moverse, pero se sentía incapaz, anestasiado, aun estaba dormido. Era una sensación desconcertante.


Jarlaxle golpeó de nuevo a la bestia con su estoque mágico, pero solo logró un arañazo antes de saltar dando volteretas para evitar los disparos de Arma en forma de una especie de proyectil mágico mejorado.

¡Era imposible penetrar aquella coraza, Arma poseía defensas contra todo tipo de ataque, físicos y mágicos! Ni siquiera Drizzt, que atacaba como una auténtica tempestad había logrado hacer mella en sus defensas. Guenhwyvar ya no estaba, Arma Artema había castigado con dureza al animal hasta que finalmente se había desvanecido en una niebla oscura y regresado a su plano.

Las cosas pintaban muy mal, la mayoría de los bedin se habían batido en retirada, aterrorizados, gritando algo acerca del regreso del Azote de los dioses, unos pocos valientes se habían quedado a combatir a Artema, pero Jarlaxle dudaba que eso supusiese alguna diferencia.

- Sois patéticos.

Drizzt escupió sangre y miró a Artema con odio, era la primera vez que la criatura hablaba, y la verdad era que no le interesaba lo que pudiese decirles. Artemis estaba en peligro, Guen casi había muerto tras recibir un mordisco de aquella especie de montura de Artema.

- Sereis parte del sacrificio para el regreso de Omega.

Que siguiese perdiendo el tiempo hablando, perfecto. Una lengua de fuego de una varita de Jarlaxle alcanzó en pleno rostro a la bestia inferior y Drizzt aprovechó aquel momento para saltar sobre esta y ponerse cara a cara con la criatura superior, de la que provenía la voz de Omega, y sobre todo, cerca de Artemis. Cara a cara con el rostro de su amado, Drizzt sintió que le invadía la angustia al ver sus expresión medio dormida, como si estuviese agotado.

- ¡Artemis¡Por los dioses, Artemis, dime algo!

No pudo reaccionar cuando los brazos humanoides de Artema le agarraron inmediatamente por el cuello y le levantaron en el aire.

- ¡Drizzt!.- Gritó Jarlaxle.

Ahogándose, Drizzt atacó con las cimitarras los poderosos brazos de Arma Artema, sin conseguir resultados, su cuello prisionero de las garras monstruosas. Cortandole la respiración, dañándole... la visión se le empezó a nublar.

Artemis...

Artemis trató de encontrar sus fuerzas... tenía que abrir los ojos, tenía que moverse, hacer algo... no podía permanecer en ese estado, era imperativo que recobrase el control de su cuerpo y mente. Control... recobrar el control.

(...mis... por... oses.. Artem... me al..)

¿Y eso¿Era una treta de Arma o realmente lo había oido¿Alguien en el exterior? Entreri decidió arriesgarse, si era cosa de Arma se arriesgaba a caer aun mas en su hechizo, pero si era un sonido real... Artemis siguió el origen de aquel sonido se concentró al máximo hasta llegar a oir una especie de sonido estrangulado... parecía que alguien se ahogaba... alguien muy cerca de él...

- ... Art... agh... Artem…

¡DRIZZT!

Abrió los ojos y la luz del día le cegó.

Cuando sus ojos se adaptaron miró a su alrededor y el corazón se le desbocó.

Drizzt estaba a escasa distancia de él, alzado por dos brazos acorazados que le estrangulaban cruelmente por encima de su cabeza. A unos metros, en el suelo, Jarlaxle atacaba en su dirección con sus dagas y varitas mágicas, usando todo el arsenal que tenía a su disposición.

Y él... estaba inmovilizado, no sentía el cuerpo mas allá de sus hombros, estaba como incrustado en el pecho de aquello... de Arma Artema. Era su prisionero, estaba indefenso...

¡No! No era el momento de rendirse, no podía permitirlo, aquella era la intención de Arma.

Estaba vivo, y eso tenía significado. Arma Artema no le había eliminado pudiendo hacerlo, eso significaba que no eran entidades independientes, Artema le necesitaba con vida, no estaba libre de él, aun estaban unidos en cuerpo y mente.

Detente.

La poderosa forma de Artema tembló imperceptiblemente, pero Entreri percibió la vacilación, Artema le había controlado vrebemente cuando estaba prisionera, y Artemis podía hacer lo mismo con ella... aunque solo fueran unos preciosos instantes.

¡SUELTALE!

Drizzt cayó al suelo a plomo, tosiendo tratando desesperadamente de llevar aire a sus pulmones ardientes. Finalmente se calmó lo suficiente para alzar la vista y descubrir que había salvado su vida.

Artemis. Estaba consciente. Le miraba con el rostro cubierto de sudor, en una mueca de profundo esfuerzo. Él había detenido a Arma.

- Drizzt... tu promesa...

El vigilante aferró los pomos de sus cimitarras caidas, pero no hizo gesto de levantarlas, su mirada lavanda centelleó al tiempo que negaba con gesto firme.

- No... no lo haré.

- ¡Maldito seas, Drizzt! No hay tiempo, no podré contenerla eternamente.- Replicó Entreri con furia y desesperación.

- No lo haré... ¡No lo haré!

La promesa... asquerosa promesa... no pensaba hacerle honor, faltaría a aquello aunque eso fuese faltar a su palabra.

Drizzt, tengo que pedirte algo.

¿El que?

Si fracasamos, si Arma se apodera de mi...

Eso no ocurrirá.

Ya, claro, dejá que yo sea el práctico. Sabes que puede ocurrir.

Bien, si Arma me posee, prometeme que me matarás.

¿Qué¡No¡No pienso prometer eso!

¡Prometemelo! Tienes que entenderlo, no se trata solo del peligro que supondrá... nada me provocaría mas dolor que ser la marioneta de esa cosa. Hazlo por mi.

No puedo, Artemis, no puedo hacerlo.

Drizzt, si me quieres... si me quieres tanto como yo te quiero, prometemelo.

... Si no hay otra salida... te prometo que lo haré.

Que Artemis le perdonara, pero no podía clavar sus cimitarras en su cuerpo, no podía.

- Drizzt, no podría soportar verte morir sin poder hacer nada.- Artemis sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas.- Por favor... no podré detenerla mucho mas, por favor...

Drizzt arrojó las cimitarras al suelo, subió sobre la bestia y se puso de nuevo a la altura de Artemis, tomó sus rostro entre las manos y le besó largamente, mordió sus labios, chupó su lengua, invadió y acarició hasta robarle el aliento y dejar los labios de ambos magullados y húmedos.

- Perdoname, Artemis, pero no voy a cumplir mi promesa. Te quiero.


Jarlaxle sacó su ballesta de mano y la cargó metodicamente. Veneno. Uno de efecto instantaneo, ni siquiera sentirían algo mas que el pinchazo del dardo. No le gustaba hacerlo, no quería hacerlo. Pero si no lo hacía todo Faerun estaba condenado.

Si solo mataba a Artemis no dudaba de que Drizzt se vengaría irracionalmente, tenía que matarlos a los dos, en dos disparos consecutivos. Morirían juntos. Sonaba romántico, aunque Jarlaxle no lo creía así, morir por alguien era una necedad¿por qué morir por alguien cuando puedes vivir por ese alguien? Pero esta situación era insostenible. Artemis quería acabar con aquello y la unica salida era su propia muerte, Jarlaxle sabía que el humano lo entendía y que desde el reino de los muertos se lo agradecería, Drizzt era otra historia, pero probablemente preferiría estar muerto a ser responsable de la liberación de Arma Omega.

Levantó la ballesta y apuntó. Y mientras lo hacía lloró por primera vez en siglos.

- ¡ESPERA!

Nota de la autora: Jo, como se alarga eso ¿eh?. No quería hacer un combate final tan largo pero... es que me he sacado una amenaza tan terrible y tremendista que me dí cuenta que no podía acabar con esto en un plis plas, tenía que currarmelo.

Gracias por los reviews nuevamente¡sigo en ello!